Transcripción – A oscuras

A oscuras

Transcripción – A oscuras

COMPARTIR

>[Daniel Alarcón, host]: Muchos de ustedes nos han preguntado cómo pueden apoyar a Radio Ambulante. Hay muchas maneras. Si van a nuestra página web  radioambulante.org pueden hacer una donación, o comprar camisetas o bolsos. Y para nuestros oyentes en Estados Unidos, deberían considerar apoyar a su emisora local de radio pública. Pueden hacerlo ingresando a donate.npr.org/RadioAmbulante. Repito: se deletrea d-o-n-a-t-e, donate.npr.org/RadioAmbulante. Y no te olvides de compartir tu donación en redes sociales con el hashtag #WhyPublicRadio. Gracias.

 

Bienvenidos a Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Antes de empezar, una advertencia: en el episodio de hoy escucharan algunas palabras que algunos consideran soeces. Para otros son simplemente la manera de comunicarse. Creemos que son importantes en el contexto de la historia y por eso las dejamos aquí. Pero si quieren oir una versión “limpia”, pueden encontrarla en nuestra página web radioambulante.org,

[Ramón López]: Esa casita era la mía, la de abajo.

[Luis Trelles, productor]: Ay, si no queda nada…

[Ramón]: Ah, eso, yo recogí todo eso. Yo recogí todo ahí, lo tengo ahí por si acaso, ver lo qué pasa, por si me ayudan o algo, pues… 

[Luis]: Pero se te fueron las paredes, se te fue…

[Ramón]: ¡Toda! No, ella se fue toda, toda, toda. Me dejó más que con una muda de ropa que llevo puesta. Te lo digo de verdad.

[Daniel]: Hoy empezamos con lo que vivió Ramón López el 20 de septiembre de este año, 2017, cuando el Huracán María pasó por Puerto Rico.  Tres semanas después del huracán, nuestro productor Luis Trelles llegó hasta el barrio rural donde vive Ramón.

[Luis]: ¿Y cuándo fue que empezaste a sentir los vientos fuertes?

[Ramón]: Como a las… Como desde las 6 de la mañana, sí. Y después a las 12 fue que se puso feo eso. [Risa]

[Luis]: ¿Feo cómo?

[Ramón]: Muchacho. Feo de verdad: brutal, brutal, brutal, que no había quién lo resistiera.

[Daniel]: Ramón vivía en una pequeña casa de madera que había construído su padre. Tenía el mismo techo de siempre, hecho con planchas de zinc. Una típica casita de campo puertorriqueña, enclavada en la falda de una montaña, rodeada de montes verdes que Ramón utilizaba para sembrar tubérculos y criar cerdos. Pero este no era el primer huracán que Ramón había sobrevivido. Había estado también para Irma, Irene y Hortense, tres tormentas recientes que habían pasado por la isla. Y la casa, bien, siempre había resistido.

Hasta que llegó María. Fue precisamente a las 12 del mediodía que una ráfaga de viento se llevó el techo de la casa.

[Ramón]: Bueno, ahí salí corriendo.

[Luis]: ¿Tuviste que salir corriendo en medio del huracán?

[Ramón]: Sí, corriendo. Es la cosa, sí. Y de ahí me fui pal monte, pa allá, pa’ a una casita que hay allá.  Bajé casi en 4 pa… en 4 piernas por ahí pa allá porque uno no puede estar en el viento así. Te lleva. Te lleva. Me mató animales y todo aquí.  Me mató un caballo. Un caballo me mató también,. Mató 3 cerdos, 2 cabras…

[Daniel]: Ramón se tuvo que refugiar ahí, en esa casa abandonada de cemento que quedaba un poco más arriba en el monte. Solo. No había nadie más a varios kilómetros de distancia.  

Para millones de puertorriqueños como Ramón, María marcó un antes y después en sus vidas.  Con más de $90 mil millones en daños estimados, este huracán ya se ha convertido en uno de los desastres naturales más costosos en la historia de los Estados Unidos. Pero las consecuencias del huracán van mucho más allá de las pérdidas materiales. Nuestro productor Luis Trelles también estaba en la isla, junto con su familia, cuando llegó María. Al igual que tantos otros puertorriqueños, él también se dio cuenta de la magnitud del desastre muy lentamente.

Hoy Luis nos trae la historia de la catástrofe que vino después de la tormenta. Una versión de esta historia se presentó en Brooklyn a finales de octubre, cuando hicimos un evento en vivo para recaudar fondos para la recuperación de Puerto Rico.

Aquí, Luis.

[Luis]: Cuando llegó, yo estaba dormido. Es posible que fuera la única persona en Puerto Rico que no se despertó durante el huracán, que llegó de madrugada. La casa tembló. Las ventanas vibraron de forma incontrolada por el viento. El cielo parecía estar a punto de caerse con las lluvias torrenciales.   Y yo… yo estaba en el quinto sueño.

Mi esposa y mi hija estaban a mi lado, aterradas.  A la mañana siguiente entrevisté a Lucy, mi esposa, para que me contara lo que pasó mientras yo dormía. Y esto fue lo que me dijo:

[Lucy]: Como a las 4 y media de la mañana me levanté con el rugir del viento que francamente yo he pasado varios huracanes y… siento que estaba ready, pero como que estaba bastante asustada. Nuestra hija se levantó con el ruido, la dejé que se acurrucara con nosotros en la cama.  Tú estabas yo creo que dormido. Que creo que te habías tomado una melatonina. [Risas]

[Luis]: Esa es mi risa nerviosa. Como yo llevo una década con mi esposa, puedo detectar fácilmente su tono de resentimiento y decepción.  

Pero no me arrepiento de haberme dopado. La verdad es que si no saben qué hacer cuando llegue el fin del mundo… melatonina. 5 miligramos. Con un buen trago de ron puertorriqueño, si tienen la botella a la mano.

Al día siguiente, bueno, no sé si al día siguiente hubo noticias en el resto del mundo. Porque en Puerto Rico no hubo ninguna. Cero. Nada de noticias.

Nada de electricidad. Ni de teléfonos. Ni de televisión. Pero lo más preocupante de todo es que casi todas las estaciones de radio quedaron fuera del aire. Eso era algo que nunca había pasado después de un huracán.

Se sentía rarísimo pasar de estación en estación, y solo escuchar la estática.  Era como si no hubiera nadie al otro lado. Se sentía como un episodio de una serie de ciencia ficción. Una trama apocalíptica.

Y pues… ¿Qué se supone que uno haga luego de que pasa un huracán como María?

Lo primero es salir a la calle. Y entrar en estado de shock al ver cómo ha quedado todo.

Había árboles y postes de electricidad caídos y regados por todo lados. Unos encima de otros. Obstáculos de 4 y 5 pies de altura. El único vehículo capaz de pasar hubiera sido un tanque. Desde la loma en la que está nuestra casa la ciudad se veía como nunca antes. Ahora, de repente, estábamos rodeados por paisajes insospechados: un vecindario sobre una loma, la icónica torre de la Universidad de Puerto Rico… Nada de esto se podía ver antes, pero ahora sí, porque ya no había árboles en el medio.

Pero éramos de los afortunados. La mayor parte de las casas de mi cuadra solo se inundaron con una pulgada de agua.

Entonces empezamos a hacer lo que todos estaban haciendo: abrir camino para poder salir.

(SOUNDBITE CORTANDO LEÑA)

Mi vecino me prestó un machete para picar los palos frente a mi casa.  Afortunadamente los efectos del somnífero ya se habían terminado, porque los que me conocen saben que soy un tipo muy torpe. Es un milagro no haberme cortado un dedo ese día.

Dos días después del huracán, finalmente decidí que era seguro montarme en el carro para ir a ver a mis padres. Mi esposa y mi hija, Jimena, de 4 años, se montaron en el carro conmigo. Usualmente podemos llegar en 10 minutos, pero las carreteras…

OK, por ahí no podemos coger.  Inundado.

[Jimena]: ¡Inundado! ¡Señores, por allá está inundado!

[Luis]: Muy bien, Jimena. eso mismo es lo que querían decirles.

Nos tomó 45 minutos, pero finalmente pudimos llegar a casa de mis padres.  Estaban bien, pero se veían exhaustos. Cuando vi a mi padre, esto fue lo primero que me dijo:

[Luis Padre]: ¿Tú miraste cómo quedó esto?  Se inundó toda la casa.

[Luis]: ¡¿Se inundó?!

[Luis Padre]: Sí. A Amaral se le cayó el árbol.

[Luis]: Amaral, el vecino.

[Luis Padre]: No puede ni entrar ni salir.

[Luis]: Y esta es la cosa: 2, 3 días después del huracán todavía no teníamos idea de qué estaba pasando realmente. De lo terrible que se había puesto la situación.

O sea, yo he vivido varios huracanes ya en mi vida. Casi todos los puertorriqueños han vivido al menos uno.

Tenía 12 años cuando vino el Huracán Hugo. Recuerdo perfectamente a mi abuela cubana sentada en la cocina, con el agua hasta los tobillos, rezando el rosario.

Y francamente no sé qué fue peor: la tormenta, o que mi abuelita me obligara  a rezar con ella.

Y en el 98, cuando llegó el huracán Georges, yo era un perfecto idiota de 21 años.

Nunca se me va a olvidar lo que pasó el día después. Estaba en el carro con mis dos roommates punketas. Teníamos la misión de encontrar agua para tomar. Y yo había fumado tanta yerba durante el ciclón, que terminé chocando un autobús repleto de voluntarios de la Cruz Roja.

O sea que sí. Yo sé lo que son los huracanes. Usualmente te tienes que aguantar una semana sin luz. Hay que despejar las carreteras con hachas y machetes. No hay señal de celular. Y ya después te recuperas, y el mal rato se convierte en una anécdota.

Corrección: yo pensaba que sabía lo que son los huracanes.  

En la mañana después de María, aún no entendíamos que esta vez era diferente. No sabíamos que la isla completa estaba sin electricidad. Que miles de hogares habían quedado destruidos. Que la gente estaba pasando hambre. Que había hospitales sin generadores. Y que cientos de personas estaban a punto de morir por falta de agua limpia, falta de oxígeno. O por falta de servicios médicos básicos.  

Nadie sabía cuán desesperada se pondría la vida en la isla. Cuán desesperada estaba ya para algunos.  

Y es que en ese momento era imposible saber. Hay un silencio extraño que se impone luego de un desastre como este. Estamos acostumbrados a que las noticias vuelen. A que sean instantáneas…

Pero después de María, de lo único que se podía estar seguro era de lo que se tenía enfrente.  

(SOUNDBITE NOTICIERO)

[Reportera]: El huracán cruzó Puerto Rico de costa a costa, devastando a la isla.

[Luis]: Lo que estaba pasando en tu calle.

(SOUNDBITE NOTICIERO)

[Reportero]: Mucha reja caída. Mucho alambre caído.

[Luis]: Un par de días después te enterabas de lo que había pasado en tu vecindario.

(SOUNDBITE NOTICIERO)

[Reportero]: A Condado y a Ocean Park no se puede entrar. El mar está afuera.

[Luis]: Una semana después, en tu ciudad.

(SOUNDBITE NOTICIERO)

[Reportera]: ¿Qué nos puede decir de San Juan?

[Alcaldesa Carmen Yulín Cruz]: El horror que tú ves en los ojos de la gente.

Y finalmente, la isla.

[Maga Lorenzo]: Es un sitio con muchos árboles, mucha vegetación…

[Luis]: Ella es Maga Lorenzo, y vivía en Ocean Park, un hermoso vecindario playero de San Juan. Maga pasó el huracán en casa de una amiga, y se tardó 2 días en regresar a su apartamento. Y cuando finalmente se acercó a su vecindario, esto fue lo que encontró:

[Maga]: Y era como que si le hubiesen pegado un fósforo a todos los árboles que habían. Casas con verjas rotas por montones. Es como… Era una escena súper triste. Vecinos en kayaks, en paddle boards, habían algunos que tenían una “yolita”, tratando de sacar cosas, sacando gente de las casas. Y uno como que… Me dio mucha tristeza.

[Luis]: El agua le llegaba a la rodilla. Los rescatistas a su alrededor le decían que su calle estaba bien, que no se había inundado como las demás, pero cuando llegó:

[Maga]: Todas mis cositas flotando.  Zapatos flotando.  Tenía las bolsas de reciclaje que no las boté, estaban todas las botellas flotando. La comida del perro. El agua estaba completamente negra. Este… Había mosquitos. ¿Sabes? Tú abrías las puertas y era como, cada puerta salía una cascada. Y tú decías “wow”, ¿sabes? Fue como que yo jamás pensé que mi apartamento se fuera a inundar de esa forma, punto. O sea, yo no me lo esperaba.

[Luis]: Lo que se estaba haciendo evidente para Maga para todos en Puerto Rico era el nivel de devastación en el país. Había cientos de vecindarios como el de Maga. Miles de casas como la suya. Y muchas enfrentaban una situación aún peor.

[Maga]: Jamás pensamos que el resto de la isla iba a estar como estaba.  

[Luis]: Maga pasó los próximos días tratando de llamar a su familia en Aguada, un pueblo pequeño que queda a 2 horas de San Juan. Pero no había señal, y era imposible conseguirlos.  

Al quinto día, logró contactar a su hermana.

[Maga]: Ella me dice que si yo puedo viajar a Aguada, en ese mismo momento.  Y yo le estoy preguntando, yo: “¿Pero qué pasa?  Voy a hacer un viaje de 2 horas y me estoy poniendo súper nerviosa”.

[Luis]: Su mayor preocupación era su padre, un hombre ya mayor. Pero la hermana la había llamado para darle otra noticia.

[Maga]: Y ella me dice: “No, Maga, papá está bien”. Y me dice que es mi hermano.  

[Luis]: El hermano de Maga era un policía en el pueblo de Aguada. Durante el huracán estuvo de turno por más de 30 horas en la estación de policía del pueblo. Una vez que pasó María, salió para ver a su familia.

Estaba oscuro y todavía llovía muy fuerte. Las carreteras principales estaban llenas de escombros, por lo que decidió tomar una carretera rural que lo llevó a un puente que atravesaba un río.  

Lo que pasó después fue una de esas noticias que todos habíamos escuchado cuando finalmente funcionó una estación de radio.

Maga lo había escuchado también.

[Maga]: Y pues ya antes ya había escuchado la noticia por radio que dos policías se… se habían ahogado por un golpe de agua que los arrastró.  Y cuando ella me dice que es mi hermano yo le digo: “No me digas que… que Pito que era como nosotros le decíamos—… no me digas que Pito… fue uno de los policías que murió”…   

Y ella me dice que sí.

[Luis]: Pito intentó cruzar justo cuando el río crecía. El golpe de agua se llevó el carro completo, y estuvo desaparecido por más de 48 horas.

Pito tenía 47 años. Se llamaba Ángel Luis Lorenzo. En la policía lo ascendieron póstumamente al rango de sargento, en una ceremonia que se llevó a cabo en su funeral.

[Maga]: De verdad que la ceremonia fue súper linda, pero demasiado triste. Demasiado triste. Porque al final pasan una lista y llaman a todos los sargentos, y cuando toca su nombre, él no dice presente. Pero a la tercera vez que dicen su nombre, todos sus compañeros gritan presente.  

[Luis]: Cuando vives en una isla se sabe que de alguna manera siempre estás por tu cuenta.

En Puerto Rico hemos pasado una depresión económica de más de una década. El resultado es que ahora el gobierno está en quiebra, y ni siquiera controla sus propias finanzas. Antes de María, ya había un éxodo masivo. Más de 500 mil puertorriqueños se han ido para los Estados Unidos desde el 2005.  

Así que hablemos claro: el sistema eléctrico de Puerto Rico estaba en ruinas antes de María. La economía estaba hundiéndose mucho antes de que llegara el huracán.

Por eso, todos sabíamos que habría algún tipo de un apagón. Pero nadie pensó que quedaríamos a oscuras durante tanto tiempo. Y es que hay algo más que a veces parece olvidarse: los puertorriqueños somos ciudadanos estadounidenses. Y lo que nos pegó a todos muy fuerte fue darnos cuenta que ni el gobierno local o el federal estaban preparado para esto.

(SOUNDBITE NOTICIERO)

[Reportero]: El día de hoy ya algunas personas se han acercado hasta este, que es el centro de control que el gobierno ha instalado.

[Entrevistado]: Estamos aquí buscando orientación, pero ahora mismito las personas que están encargadas del centro del gobierno ni siquiera ellos saben dónde es que van a proveer los servicios. Estamos aquí en ascuas. Estamos aquí en la nada.

[Luis]: Y es que, además, el gobierno de Estados Unidos se tardó demasiado en responder a la emergencia.

(SOUNDBITE NOTICIERO)

[Reportero]: Por su parte, el gobernador Ricardo Rosselló le urgió al Departamento de Defensa más apoyo para poder mitigar la emergencia y evitar también una crisis humanitaria. Vamos con…

[Luis]: Y cuando finalmente llegaron, los militares y los rescatistas no eran suficientes. No traían suficiente equipo, no había urgencia para llegar a las áreas más remotas, o ayudar a los más necesitados. Como si el gobierno federal de Estados Unidos no quisiera ayudar a Puerto Rico… O simplemente no le importa lo que pasa en su colonia.

(SOUNDBITE NOTICIERO)

[Reportera]: El presidente Trump llegó a Puerto Rico ayer acompañada de su mujer, Melania Trump. Visita casi 3 semanas después de que el Huracán María arrasara la isla precedida de la polémica, porque mientras Puerto Rico…

[Luis]: Y cuando llegó… esto fue lo que hizo

(SOUNDBITE NOTICIERO)

[Reportera]: Trump también visitó un centro de reparto de ayuda, y colaboró a su estilo: tirando rollos de papel a los asistentes.

[Luis]: Y creo que esa fue la gran revelación. No sabíamos qué tan aislados realmente estamos.

Esta realidad se sintió con más fuerza afuera de San Juan. En el pueblo de Orocovis, donde las carreteras rurales atraviesan las montañas, los problemas empezaron a crecer rápidamente.

Apenas se fue la luz, los generadores de emergencia en el único hospital del pueblo también comenzaron a fallar. Yadira Collazo, la asistente del alcalde, describe lo que enfrentaron los pacientes:

[Yadira Collazo]: Al inicio, en esa semana, fue bien difícil, porque no había manera de salir de Orocovis. No había manera. La situación de la gasolina…  

[Luis]: Gasolina. Para los generadores de emergencia que mantenían vivos a docenas de pacientes.  

Y es que además son generadores que están diseñados para emergencias a corto plazo. No están hechos para estar prendidos por varios días seguidos.  

[Yadira]: Pero la planta colapsó, el generador colapsó, y se cerró. Se cerró el hospital

[Luis]: Y ese fue el momento en que la gente empezó a morir. Personas que se pudieron haber salvado si solo el gobierno hubiera mandado diesel o generadores  a tiempo.

[Yadira]: Hace algunos 4 días, iba una persona en bicicleta. Fue atropellada. El hospital estaba cerrado. Y obviamente continúan hacia… hacia otro hospital.  

[Luis]: Pero aquí el detalle: el hospital más cercano está a una hora y media de distancia. Y con las carreteras bloqueadas después del huracán y la dificultad para conseguir gasolina llegar al otro hospital les tomó más de 4 horas. 

[Yadira]: Y de camino la persona falleció.

[Luis]: Y claro, Orocovis y su hospital no eran los únicos lugares que enfrentaban dificultades como esta.    

Dos semanas después del huracán, el gobierno anunció que más de la mitad de los 71 hospitales en la isla estaban funcionando de manera  parcial o habían cerrado por completo. Para muchos pacientes en estado crítico, la falta de ayuda después  del huracán se convirtió en un asunto de vida o muerte.  

El gobierno puertorriqueño dice que el número oficial de muertos a causa del huracán es de 62. Pero en los hospitales, en las hogares geriátricos y hasta en las funerarias se comenta que las muertes fueron más. Muchas más.

[Carlos Malavé]: Chico no, no, eso… eso es un engaño. Yo creo que en todo Puerto Rico, en mi opinión, para mí pasan de muchísimos, muchísimos.

[Luis]: Este es Carlos Malavé, el director de una funeraria en Añasco, un pueblo muy pequeño en el oeste de la isla, me dijo que él usualmente prepara unos 12 funerales al mes. En los 5 días después de María tuvo 9. Casi todos fueron de personas mayores y pacientes en condiciones críticas.

[Carlos]: Yo creo que pasan… Muchacha, no pasan… Tienen que pasar de 500, algo así. Porque si en este pueblito tan chiquito y si hay 9, nada más mirá: no puede ser. No, no, no.

[Luis]: Una semana después del huracán, empezaron rumores sobre el aeropuerto. Se decía que estaba a punto de cerrar, y que una vez que cerrara, no habría manera de salir de Puerto Rico.  

Allí también se había ido la luz. Los vuelos de salida se habían reducido al mínimo, pero eso no frenó a las miles y miles de personas que llegaban allí todos los días para irse a Estados Unidos. Algunos estaban abandonando sus carros en el estacionamiento del aeropuerto. Ni siquiera había que decirlo en voz alta: se sabía que muchos de ellos se iban de Puerto Rico para no regresar.

Adentro, en los terminales, las filas se llenaban de personas mayores en sillas de ruedas. Muchos jalaban sus tanques de oxígeno. Los ancianos  y los niños eran los primeros en ser evacuados de la isla. Un esfuerzo improvisado para sacar a sus familiares más vulnerables.

Es imposible saber cuánta gente se ha ido de Puerto Rico después del huracán: 100 mil, 200 mil… No se sabrá a ciencia cierta hasta el próximo censo. No me sorprendería si al final son muchos más.

Mi esposa y yo también hablamos de irnos. Es lo mismo que se hablaba en toda la isla, un zumbido constante de voces que discutían si ya había llegado la hora de salir. Es una conversación provocada por el miedo, que se llena de furia a veces, y que siempre termina en tristeza.

Cuando lo hablamos por primera vez, en los días después del huracán, mi esposa Lucy no estaba lista para pensar en irse. Así lo recordaba unas dos semanas después del huracán…

[Lucy]: Yo creo que acababa de pasar el huracán. Yo no sabía cómo [risa]. Yo… Yo pensé, nene, en una semana llega la luz, yo voy a estar en el teatro trabajando. No me voy a ir.  No voy a abandonar mi islita…

[Luis]: Pero las cosas habían cambiado. Dos semanas después del huracán, y la isla estaba casi irreconocible. Ahora era un lugar que se sentía inseguro. Nos aterraba la idea de que Jimena se enfermara y tuviéramos que llevarla a uno de los hospitales colapsados. Por eso ahora era Lucy la que empezaba esa conversación que no queríamos tener. Ninguno de los dos sabía si había llegado el momento de hacer las maletas para irnos a Nueva York.

Entonces, ¿de qué me querías hablar?

[Lucy]: Bueno, de cuáles son nuestras opciones porque [risa] todavía estaba considerando llevarme a Jimena y irme pallá, porque no estoy haciendo nada.  

[Luis]: ¿Y cómo te hace sentir eso?

Lucy: Ay, bien mal. Si estoy aquí sin… Impotente.  No pensé.  Es que el primer día estábamos todos abriendo caminos, picando palos… y ahora estamos todos de momento como: ¡¿qué vamos a hacer?!

[Luis]: Todavía no sabemos cómo contestar esa pregunta. No me parece que haya nadie que sepa qué es lo que va a pasar en Puerto Rico, qué tipo de país va a salir de todo esto.  

Por eso la pregunta de si era mejor irse o quedarse estaba en boca de todos.  Fue esa misma pregunta la que le hice yo a mi padre, que tiene 87 años. Es cubano, y ya le ha tocado vivir una revolución que lo llevó al exilio. A su edad, me preocupa que tenga que vivir otro momento tan caótico. Por eso le pregunté:

¿Y no has pensado en irte de Puerto Rico?

[Luis Padre]: No, yo por ahora no me voy. No me parece bien que en una situación así, he vivido los buenos tiempos. “Ay como tengo dinero me voy dos semanas y que los demás se chaven”.  

[Luis]: Que se chaven. Es decir, que se fastidien.

[Luis Padre]: Yo voy a esperar. Ahora, si yo me pusiera malo, entonces antes de que me hospitalicen sí me… Trataría de irme. Porque dicen que los hospitales están de madre también. Así que nada: en eso estamos.  ¿Y tú has pensado en irte a Nueva York o no?

[Luis]: No sé. No sé. Sí hemos pensado. Pero no sé.

[Luis Padre]: Yo digo por Jimena.

[Luis]: Sí.  No sé qué vamos a hacer.  

[Luis]: Ya estamos a 3 meses del huracán. La recuperación apenas avanza. Más de la mitad de los puertorriqueños siguen sin luz, y con cada día que pasa, la falta de electricidad hunde aún más a una economía agonizante.  

La conversación con mi papá fue de hace ya varias semanas, pero parece que fue ayer. Todavía no sé qué vamos hacer.  Nadie sabe, y esa es la verdadera catástrofe.

[Daniel]: Una pausa, y volvemos.

 

Muchos de ustedes nos han preguntado cómo pueden apoyar a Radio Ambulante. Hay muchas maneras. Si van a nuestra página web  radioambulante.org pueden hacer una donación, o comprar camisetas o bolsos. Y para nuestros oyentes en Estados Unidos, deberían considerar apoyar a su emisora local de radio pública. Pueden hacerlo ingresando a donate.npr.org/RadioAmbulante. Repito: se deletrea d-o-n-a-t-e, donate.npr.org/RadioAmbulante. Y no te olvides de compartir tu donación en redes sociales con el hashtag #WhyPublicRadio. Gracias.

 

Ya mencionamos el show en vivo que presentamos en octubre de este año. Luis vino a Nueva York, con su familia. Fue algo increíble, de verdad. No solo por el ambiente, y el show, sino porque finalmente pudimos ver a Luis. Hemos trabajado juntos por varios años ya, y fue difícil no saber nada de él por tantos días después de María.

Una cosa que me contó cuando lo vi me impresionó. Parece que al llegar al departamento donde se estaban quedando en Nueva York mientras él y Lucy se instalaban, entraban las maletas, etc. encontraron a Jimena, su hija de 4 años, en la sala, prendiendo y apagando la luz. Una y otra vez. Asombrada.

Y es que estamos tan acostumbrados muchos, no todosa vivir conectados. Con todas las comodidades y posibilidades de entretenimiento que eso implica.

Pero entonces, ¿cómo se sobrevive un apagón de 3 meses? ¿Uno se llega a acostumbrar?  

[Mike Oliveros]: Buenas noches a todos. Gracias por estar aquí.

[Daniel]: Este es el comediante Mike Oliveros.

[Mike]: Me llegó la luz.

[Daniel]: Quizá él lo explica mejor que cualquiera. Lo que vamos a escuchar es un monólogo de comedia que Mike ha estado presentando en San Juan desde noviembre.  Luis lo grabó en vivo hace unas semanas.

Aquí Mike:

[Mike]: Es hermoso tener electricidad. Para ustedes que todavía no lo tienen, es una cosa bien bonita. Yo lo atesoro. Yo me imagino que cuando la gente se casa, ¿verdad?, el cura está casando a la pareja y está mencionando, ¿verdad?, todas estas circunstancias en las cuales usted tiene que mantenerse con su pareja. Hasta la muerte los separe. No sé lo que se está imaginando. Él dice: “En la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad”. Yo estoy seguro que el cura no tenía en su imaginación un huracán Categoría 5.

(RISAS)

Él no pensó en ningún momento que algo que pudiese contrastar con el amor que hubo en esa relación es pasar 2 meses sin electricidad en una infraestructura con otro ser humano.

(RISAS)

Yo no quiero pensar la cantidad de parejas que se dejaron durante este huracán. O sea, no quiero ni empezar a imaginarme las cifras. ¿Sí? O sea, me imagino que después de tanto tiempo así, metidos dentro de la casa, todo, el uno con el otro, llega un momento en que uno dice: «¿Sabes qué?, ¿sabes qué?»… Le dices las cosas que no le has dicho nunca. «¡No te amo! ¡No te amo! Llevo 10 años queriendo decirte esto, mi amor.  Me voy de la casa». «¿Pero para dónde vas?». «¡A mi abuela le llegó la luz! Voy para casa de abuela».  

(RISAS)

Yo llegué a conocer muy bien a mi pareja durante estos 2 meses sin electricidad. Una de las cosas que aprendí es que vivo con una piromaniaca. Esa mujer no es capaz de prender una vela para iluminar su paso en la sala. Ella prendía todas las velas que había en la casa. Yo he llegado de noche a mi casa y siento que estoy llegando como a un templo. Es tanta la solemnidad que se siente en el hogar, que escucho hasta los cánticos gregorianos cuando estoy caminando por la sala. Yo he llegado a mi casa y era [entona cántico]: “Ah ah ah ah ah”.

(RISAS)

Era tan tangible la solemnidad que yo ni me atrevía a gritarle por ahí. Yo iba suavecito por ahí: «Mi amor, ¿donde tu estás?» [Entona cántico]: “Ah ah ah ah ah ah ah”. «Vida, ¿estás por aquí?» [Entona cántico]:  “Ah ah ah ah ah ah ah”. Yo sentía que iba a entrar como en uno de los cuartos, iba a abrir una de las puertas, y me la iba a encontrar como matando a una cabra, con una daga gigante, como:»Es una ceremonia que me dijeron que es buena para la suerte. A lo mejor nos llega la electricidad esta semana.  Échate sangre en la cara.  Sangre de oveja. Bebe. Come de su riñón».  Había velas que estaban puestas inaccesiblemente. Así es que estoy seguro que ella tuvo que buscar una silla o una escalera para poner esa jodida vela allá arriba. Cada vez que había que irse acostar, irse a dormir había que apagar las 177 velas. [Sopla]

(RISAS)

A veces me aburría tanto en mi casa que me iba a hacer una fila. A hacer una fila por joder, porque sí.  No necesitaba nada. Entretenimiento, hablar con personas. Voy a hacer una fila. A veces iba en el carro y veía una fila y me paraba, me estacionaba, me alineaba y me bajaba a hacer la fila. Yo no sabía ni para qué era la fila.  Yo llegaba a la fila y preguntaba: «Caballero, ¿para qué es esta fila?». «Hielo seco». «Ah mira, hielo seco. Vamos a hacer la fila». Nadie me dijo que eso costaba como $15 la libra.  

(RISAS)

Tuvimos la oportunidad de salir durante el huracán, de tener un breakecito, una pausa durante el huracán. Fuimos a Chicago a presentar un show. [Aplausos]. Y fue un breakecito bien cabrón. Fue bien chévere. Sobre todo sentir, ¿verdad?, el apoyo, la solidaridad de la gente cuando le decíamos que éramos de Puerto Rico. O sea, tú podías estar en el medio de cualquier cosa, todo el mundo la estaba pasando cabrón: «Hey, where you guys from?». «Puerto Rico». «Oh shit… Some real shit going on down there, boy.  You guys all right?  You need anything? You need money? You need anything?».  

Vamos en el Uber, estamos escuchando reggaeton. Es como que: «Yeah, where you guys from?». «Puerto Rico». «Whoah! Hey, you know what guys? Ride is on me». ¡Pap! Y apagaba para darnos la ride gratis. Y de repente nos empezamos como a pumpear, como que: «¡Cabrón! Donde quiera que lleguemos, digamos que somos de Puerto Rico».  Llegamos a una barra: «Hey, where you guys from?». «Puerto Rico».  El tipo nos miró, nos dio una mirada.  Y ella me dice: «Chequéate, que en 3 segundos vienen shots por ahí». “Meh, vienen».  3, 2, 1…  «Hey guys, this shots are on me. You know guys, there’s so much going on down there in your island…».  [Hace sonido de vasos brindando]

Pero esa pendejada, o sea, la gente que… que… que se quedó aquí durante todo ese tiempo, o sea que se chupó todo, que no se cogieron ningún break… [Aplausos] Yo pensaba que salir iba a ser como que, «ah, ahora estoy lleno de energía, ahora vuelvo».  Fue peor.  Como que yo me fui y se me olvidó. O sea, inmediatamente a mi se me olvidó lo que estaba pasando. Y regresé y fue como encontrarme con esto otra vez. Como: «¡¿Qué es esta mierda?! ¡Este cabrón calor que hace aquí, puñeta!».  Yo he llegado a sacar mosquitos así, empujándolos fuera de mi casa, de lo grandes que son. «¡Vamos, pa’fuera, pa’l carajo! ¡Pa’fuera, pa’l carajo! ¿Qué esta mierda?  ¡Jumanji!».  

Así que no me sentó bien salir. Llegué… Llegué más encojonado de lo que estaba cuando me fui.  Y yo pensaba que yo era una persona fuerte. Fuerte de espíritu, fuerte de mente.  Íntegro. Y no sabía que me iba a desmoronar en un momento que yo no esperaba para nada. Yo estaba mapeando en mi casa, temprano por la mañana. Después de levantarme, en mi nueva hora, que yo me levanto a las 5:45 de la mañana. Y cuando yo digo que me levanto a las 5:45 de la mañana, yo no me levanto como en un día cualquiera como, «ah, 5:45 de la mañana, ¡vamos a empezar este hermoso día!».  No.  Yo me acuesto a dormir como a las 7 de la noche, cuando yo estaba harto de estar despierto ya. ¡Harto!  

(RISAS)

Yo me autoinducía el sueño.  o me acostaba en la cama como los nenes chiquitos: «¡Duérmete! ¡Duérmete! ¡Duérmete!» [ronca]. Y me levanto como me levanto regularmente. Esto es usual ya, Sobresaltado [respira agitado]. Cuando miro la hora, la 1 y media de la mañana.  Después de eso me levantaba cada 20 minutos.  12  y media. Una de la mañana; una y cuarto. ¡Dios mío!  Era tanta la desesperación, que yo salía al balcón a ajorar al sol a que saliera: «¡Vamos! ¡Vamos! ¡Son las 5 y 40! ¡Tú puedes!  ¡Vamos! ¡Un rayito! ¡Qué te cuesta! Ahí está. ¡Ahí está! ¡Saliste! ¡Vamos a hacer café!».  

(RISA)

Horrible, una desesperación.  La noche, ¡qué larga es!

Me levanté de buen humor. Dije: “Voy a mapear. Voy a poner la casa limpia”. Mapeo. Estoy fregando, cuando de repente escucho mi novia que pasa por encima de lo que yo acabo de mapear. Yo, de verdad, al día de hoy no puedo explicar el calentón, la emoción tan negativa que sobrecogió mi cuerpo en ese momento.  El espíritu de mi mamá se apoderó de mí. Y yo tomé aquello como una ofensa. Eso fue lo más personal que a mí me habían hecho en mi vida. “Pero como tu vas a cam…”. Yo no lo podía concebir.  «¡Esta mujer no me ama!, ¿Con quién yo me casé? ¿Qué es esto? ¿Cómo tú me faltas el respeto de esta manera?». Yo no sabía, estaba entrando en un nervous breakdown.  

En este momento ya yo sé que yo debo detenerme. Que esto no va para ningún sitio. Que vamos a terminar peleando y son las 5 y media de la mañana. Queda con cojones para que llegue las 7 de la noche. Pero había otra voz, mucho más potente, dentro de mí, que me decía: «¡Que se joda!».

Y yo empecé a pelear. Empecé a pelear por todo. Todo lo que había pasado en María, Irma, antes de que empezó el año. Cosas que yo tenía desde niño en mi cabeza, yo las empecé a sacar en ese momento. Ella no entendía lo que estaba pasando. Es como: «¡¿Pero cómo tú te atreves a caminar por encima de lo mapeado?! ¡Tú me odias!  ¡En qué cabeza cabe! ¡Tú no puedes esperar 5 minutos 5 minutos ahí en una esquina a lo que se seca?».  Y me contestó lo peor que me pudo haber contestado: «Yo lo mapeo de nuevo».  «Ah no, estamos todo el día… ¡No hay agua! ¡No hay agua! ¡No podemos estar todo el día con el mapo! ¡Vengan que acabo de mapear! ¡Pasen por encima de lo que acabo de mapear!». Y por ahí lo seguí: «¡No hay café, no hay nada en esta maldita casa!  ¡Estamos viviendo como animales!». Ella me mira a los ojos dulcemente y me dice: «Mi amor, ¿tú estás así por lo del huracán?». «Sabes qué, me voy a hacer una fila».

A hacer una fila a las 5 y media de la mañana. Estuve esperando a que abriera algo para hacer una fila que no fuera de gasolina. Me metí en la fila del supermercado. Esa fue una de las experiencias más horribles del huracán. Porque, mientras estábamos haciendo fila debajo del sol, por horas, salían personas dentro del supermercado enunciando los artículos que se habían terminado. «Se acabó la jamonilla». Y aquello se empezaba a caldear: «¿Cómo que se acabó la jamonilla?». «Mira negro, se acabó la jamonilla…». «Si no hay jamonilla no hay corned beef». «Ay bendito, nos chavamos, vámonos, te lo dije». Salía otro: «Se acabó el agua». «¡Se acabó el agua!», y empezaba el drama.

Había madres explicándoles a sus niños la situación: «Papito escúchame, estamos en una fila, y después de que acabemos esta de aquí vamos para otra fila, y después de eso,  ¿sabes lo que vamos a hacer?». «¿Qué mami?». ¡Otra fila!».  De repente sale otra persona del supermercado, «se acabó la Coca Cola». Mira, aquello era primero de mayo otra vez. La gente comenzó a quitarse las camisas, a ponérselas de capucha, sacaron molotovs: «¡¿Cómo que se acabó la Coca Cola?!  ¡¿Cómo que se acabó la Coca Cola?! ¡¿En qué país estamos viviendo?!  ¡Cómo no va a haber Coca Cola!  ¡Cómo vamos a comer!». «¡Y en qué mierda de país estamos viviendo!». Estamos viviendo en la misma mierda de país hace 500 años, esto no empezó porque se acabó la Coca cola.  

Este es todo mi tiempo por hoy. Mi nombre es Mike, sigan disfrutando del show…

[Daniel]: Mike Oliveros es el director creativo de Teatro Breve.

Este monólogo forma parte de un show especial de su grupo, que se llama Teatro Breve DM. Después de María.

A 3 meses del Huracán, el gobierno de Puerto Rico aún no sabe cuántas personas siguen sin electricidad. Para el 4 de diciembre, el país solo estaba produciendo el 68% de la electricidad que normalmente se consume.

Mientras tanto, la emigración masiva de puertorriqueños a Estados Unidos sigue. La División de Manejo de Emergencia de la Florida estima que más de 200 mil puertorriqueños han llegado a ese estado en los meses después del huracán.

 

Luis Trelles es reportero y productor de Radio Ambulante. Vive en San Juan.

Esta historia fue editada por Camila Segura, Silvia Viñas y por mí. La mezcla y el diseño de sonido son de Andrés Azpiri.

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Jorge Caraballo, Patrick Mosley, Laura Pérez, Ana Prieto,  Barbara Sawhill, Ryan Sweikert, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas. Andrea Betanzos es la coordinadora de programas. Carolina Guerrero es la CEO.

Con este episodio nos despedimos de Maytik Avirama, que termina su pasantía editorial con Radio Ambulante. Gracias, Maytik. Y mucha suerte.

Radio Ambulante se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

Hace un par de episodios les pedimos que nos mandaran preguntas sobre su ciudad o su país. Preguntas que Radio Ambulante les puede ayudar a responder. Hicimos una preselección y ahora queremos que nos ayuden a escoger la pregunta ganadora. En nuestro sitio web hay 5 opciones. La ganadora se convertirá en un episodio que haremos en colaboración con el oyente que la mandó. Voten hasta este viernes 22 de diciembre en radioambulante.org/pregunta

Conoce más sobre Radio Ambulante y sobre esta historia en nuestra página web: radioambulante.org. Atentos… Volvemos en un par de semanas, el 9 de enero, con nuevos episodios. Felices fiestas y feliz año de parte de todo el equipo.

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina.  Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

Créditos

PRODUCCIÓN
Luis Trelles


PAÍS
Puerto Rico


PUBLICADO EN
12/23/2017


EDICIÓN
Camila Segura, Daniel Alarcón y Silvia Viñas


DISEÑO DE SONIDO
Andrés Azpiri


ILUSTRACIÓN
Laura Pérez

Comments