Transcripción: El plan

Transcripción: El plan

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Bueno, y aquí el episodio

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Maria Clara Ramos: Los gritos, la lucha, la pelea contra ellos. Los mueve más a hacerle daño a uno. Cuando uno piensa en eso, pues uno tiene que ver y qué pasa si uno no grita, y qué pasa si uno no llora, y qué pasa si uno no se resiste, ¿no? Ya no es tan chévere.

Daniel Alarcón: Esta es Maria Clara Ramos, y la historia que nos va contar es dura, violenta. Sucedió hace varios años, en Medellín, Colombia. Y para entender bien lo que pasó, y para entender cómo reaccionó Maria Clara, hay que tener en cuenta dos detalles. Primero, que es psicóloga. En su vida profesional se ha dedicado a entender por qué el ser humano es cómo es. Por qué hace lo que hace. Y segundo, Maria Clara vive, como muchos, en una sociedad muy violenta.

Bueno, y quizá ustedes, como ella, se hayan preguntado qué harían si alguien los atacara. Si alguien intentara agredirlos. O violarlos. Maria Clara, por años, se había preparado, mentalmente. Se había preguntado qué haría en esa situación. Hasta que le tocó.

Maria Clara Ramos: Me dijo que me botara al piso, y entonces me insultaba, me decía toda clase de groserías. Yo llevaba pensando por años que si algún día alguien me iba a violar, yo iba a actuar tal como actué. Y no entiendo cómo lo hice pero lo hice.

Daniel Alarcón: Bienvenidos a Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. Hoy, El plan. Y la pregunta es esta: ¿Cómo reaccionarian ustedes si su peor pesadilla se volviera realidad? Una advertencia a nuestros oyentes: esta historia tiene mucha violencia.

La misma Maria Clara Ramos nos cuenta lo que le pasó.

Maria Clara Ramos: Yo había ido a trabajar y me invitaron a un coctel del lanzamiento de algún parque o algún museo que había nuevo en Medellín, y cuando salí, que salí como a las 9 de la noche, tomé un taxi.

El taxista me preguntó para dónde iba y yo iba para un hotel en Medellín pero realmente cuando uno no conoce una ciudad, pues uno no sabe por dónde es que el taxista debe tomar para llevarlo a uno al destino. Entonces lo primero que me preguntó fue por dónde nos íbamos y yo le dije pues no sé, y él tomó por una autopista.

Yo iba un poco distraída, conversando con él y a veces mirando por la ventana, cuando de pronto él, en un lugar muy oscuro, frenó, me arrancó la cartera y me puso un cuchillo en el cuello.

Lo que uno normalmente cree es que lo van a llevar por toda la ciudad. O sea, cuando uno habla de paseos millonarios, que así se llama aquí, uno cree que lo van a llevar por todos los cajeros y van a desocupar las tarjetas de uno pero es un o mismo el que se baja y el tipo lo acompaña a uno al cajero y uno va sacando la plata y se la entrega y ya, lo dejan por ahí botado y se acabó. Pero él no me llevó a ningún cajero, él todo el tiempo me preguntaba por las claves de las tarjetas.

«Malparida, hijueputa, deme las claves de las tarjetas”, y volvía y me lo repetía: “hijueputa, malparida, y es que yo sé, yo tengo su cartera, yo sé todo sobre usted, porque es que acá en su cartera están todos sus datos. Y si usted tiene hijos, yo voy a tener las fotos ahí, yo los puedo perseguir. O sea, deme los datos.”

Yo vi que él estaba tan asustado que por lo que opté fue como tranquilizarlo. Empecé a hablarle de otras cosas, a preguntarle que si tenía hijos y que fresco, que sí que se llevara la plata pero que le pedía que por favor me dejara plata para devolverme al hotel y que me dejara mi cédula, que es el documento de identificación, y la licencia de conducción.

De pronto yo empecé a sentir cada vez menos tráfico y ahí me di cuenta que íbamos como por una carretera hacia algún lugar rural. Y cuando de pronto frenó, yo le dije, “Bueno ya, ¿me puedo bajar?” Entonces me dijo, “no, es que tengo que taparle los ojos”, y trató de quitarme la blusa para taparme los ojos. Entonces yo le dije “no, tranquilo, yo me quito la blusa y yo misma me los tapo”. Y eso fue lo que hice: me quité la blusa y me los tapé.

De pronto de un jalón, yo no sé si estaba sobre el baúl o sobre el capó del carro, y él estaba encima mío.

Yo soy psicóloga. El análisis que uno hace es de este tipo de personajes es que ellos están tan asustados como uno, y que si uno permite que el pánico se lo lleve a uno, ellos pueden cometer una estupidez. O sea, él tenía un cuchillo.

Uno oye que ellos, digamos que lo que más los mueve es el forcejeo de esa mujer que está siendo violada, ¿no? La idea mía en ese momento era calmarlo a él, no es que yo fuera calmada, yo iba muerta del miedo, pero yo tenía que aparentar cierta tranquilidad para transmitirle a él una tranquilidad.

Cuando él ya estaba ahí encima de mí tratando de besarme yo le dije: “Oiga, es que yo tengo algo que decirle”. Y le dije: “Es que yo tengo SIDA”. Me dice: “Que SIDA ni que nada”. Y le dije: “Ay, ¿no me cree? Uy papasito hace tanto que no hago nada porque con este SIDA no puedo”, y ya ahí la violadora era yo. Me le boté, lo besé, lo abracé como si yo estuviera absolutamente excitada y él se asustó tanto que me botó a una zanja, se montó al carro y se fue.

Yo veía la ciudad allá muy lejos, yo estaba en una montaña y veía una casita como en la mitad de una montaña y abajo sobre la carretera veía otra luz, y me fui directo a la luz que estaba en la carretera y me di cuenta que era una fábrica. Yo: “por favor me acaban de robar, ayúdeme”. El señor que abrió la ventanita, me dijo, “espérese un momento”, cerró la ventanita, abrió la puerta, me pegó un jalón del brazo, cerró la puerta, pasó tres pasadores y ahí sí yo dije, “aquí sí hasta aquí llegué”. Me arrodillé a gritar a decirle que por favor no me hiciera nada. Me paró, me zarandeó y me dijo que ahí no iba a pasar nada. Yo le pedí que llamáramos a la policía pero él nunca pudo comunicarse con la policía. Eso sí me decía todo el tiempo que el taxista estaba cebado, es decir, que estaba llevando mujeres allá y las estaba violando cada semana. Que hacía 15 días había violado a una señora de 50 años, que… me contaba como las historias pero me decía que no se podía comunicar con la policía.

Yo terminé llamando a mi amiga, a mi compañera de trabajo para que ella llamara al hotel y ella llamó al hotel y del hotel me mandaron un taxi. Y ahí llegó el taxista del hotel, y me devolvió al hotel y la gente del hotel fue amable y me cuidaron y todo pasó bien.

Si yo hago el análisis después yo creo que los de la fábrica eran cómplices de este taxista. O sea, ¿cómo así que no se pudieron comunicar con la policía? ¿cómo así que no contestaban en la estación de policía?

Al día siguiente fui yo a poner el denuncio y me atendió una mujer policía en una estación de policía en Medellín. Entonces cada vez que yo le contaba un detalle ella decía: “¡No! ¿Usted hizo eso?” Y yo le decía: “Sí, yo hice eso”. “Uy pero mucha berraca”. Y seguía escribiendo. Y entonces yo le contaba, “no es que el tipo me iba a quitar la blusa y yo le dije que yo me la quitaba y que yo me la ponía”. Ella misma decía: “¡No! ¿Y usted hizo eso?” O sea, la misma policía estaba aterrada.

Y duré por ahí dos años sin poderme montar a un taxi. Tenía que hacerlo a veces pero me moría, me moría del pánico. O sea medio un frenón para pasar un policía acostado o por que había un hueco, yo ya estaba lista para botarme por la puerta, o sea quedé muy traumatizada, muy asustada.

Pero, pues, también me siento muy orgullosa de haberme salvado de una violación.

Daniel Alarcón: Maria Clara Ramos fue entrevistada en Bogotá, por Carolina Guerrero, la directora ejecutiva de Radio Ambulante. Esta historia fue editada y producida por Caro Rolando, y finalizada por Martina Castro.

Además de Carolina, Martina y Caro, el equipo de Radio Ambulante incluye a Camila Segura, Silvia Viñas, Luis Trelles, Claire Mullen, Diana Buendía, David Pastor, Constanza Gallardo, Claudia Giribaldi, Dennis Maxwell, Clara González Sueyro, Vanessa Baerga, y Alejandra Quintero Nonsoque.

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Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Para escuchar más, visita nuestra página web, radioambulante.org. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

Créditos

PRODUCCIÓN
Caro Rolando y Carolina Guerrero


PAÍS
Colombia


PUBLICADO EN
07/07/2015

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