Transcripción: El fotógrafo
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[Guy Raz, host Wow in the World]: ¡Hola, yo soy Guy Raz!
[Mindy Thomas, host Wow in the World]: ¡Y yo soy Mindy Thomas!
[Guy Raz]: Y juntos te traemos Wow in the World.
[Mindy Thomas]: El podcast de NPR para niños curiosos y adultos.
[Guy Raz]: Y estamos de vuelta con nuevos episodios.
[Mindy Thomas]: Nuevas aventuras científicas dentro y fuera de este mundo.
[Guy Raz]: Encuentra Wow in the World en NPR One, Apple Podcasts o donde escuches tus podcasts.
[Víctor Basterra]: La venganza es un plato que se come frío. ¿Me explico? O sea que tienes que estar muy paciente, sereno, no en la calentura y en algún momento iba a tomar revancha.
[Daniel Alarcón, host]: Este es Víctor Basterra, argentino, de 69 años. La venganza, esa venganza fría a la que se refiere, llegaría en 1984, y sacudiría a todo el país.
Pero su historia comienza mucho antes, a finales de los 70, cuando Víctor fue secuestrado por el gobierno militar y un día, siendo prisionero, le dieron la opción de escoger:
[Víctor]: Me llevan abajo y había un tipo que me dice: “Trabajas o te morís”.
[Daniel]: Y Víctor escogió trabajar.
Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. soy Daniel Alarcón.
Hoy, El fotógrafo, la historia de un secuestro, un trabajo inesperado, y un sobreviviente.
Una advertencia a nuestros oyentes: esta historia incluye descripciones, a veces gráficas, de tortura.
Nuestras productoras son Clara Ibarra y Alexandra Hall. Aquí, Clara.
[Clara Ibarra, reportera]: Es 1979 y en la oscuridad de un altillo, en el centro de Buenos Aires, Víctor Basterra, de 34 años —encapuchado, golpeado— está siendo torturado…
[Víctor]: Con descargas eléctricas. Acá se le llama la picana eléctrica o la máquina. Casi me matan. Esa es la realidad, porque yo tuve dos paros cardíacos ahí, en esas sesiones extensísimas de tortura.
[Clara]: Era la época de la Guerra Fría. El general Jorge Rafael Videla era el presidente de una dictadura militar que pretendía aniquilar todo tipo de disidencia política en la Argentina.
Años de militancia en una unidad básica del Peronismo, y su trabajo como activista gremial, hicieron que Víctor fuera el candidato perfecto para que miembros de la armada, de la prefectura, de la policía federal y del servicio penitenciario federal, lo torturaran. Uno detrás de otro.
[Víctor]: Porque los tipos se cansaban de dar. Entonces se iban y venía el otro equipo. Ellos decían, “Nosotros tenemos todo el tiempo del mundo”. “Uy lo que nos va a venir de cuenta de luz”, decían, “con este hijo de puta”.
[Clara]: Antes de que lo secuestraran, Víctor trabajaba como obrero gráfico en una empresa que imprimía valores bancarios. Ahí era activista laboral, tratando siempre de reivindicar sus condiciones de trabajo y las de sus compañeros. El tiempo libre que le quedaba lo invertía en ayudar a mejorar el barrio en el que vivía y en Laura, su compañera, quien hacía dos meses, acababa de dar a luz a su primera hija, Maria Eva.
Víctor sabía que su nombre figuraba en la lista negra de los patrones y, para que no lo pudieran echar del trabajo, decidió operarse de una hernia. Y es ahí, en medio de la convalecencia, que un día…
[Víctor]: Golpean las manos a las 8, 8 y media de la mañana. Y nos asomamos con mi compañera y vimos un tipo con saco de cuero. Medio rubio. Entonces al final abre un poquito la ventana, mi señora, desde el dormitorio: “¿Qué quiere?”. “De Créditos Lanus. Venimos a…para que…”. “No, no, no gracias, no”. Entonces digo: “¿Quién será este hijo de puta?”.
[Clara]: Mientras Laura cerraba la ventana, Víctor vió cómo el tipo inspeccionaba disimuladamente el candado del portón. Por un momento, Laura y Víctor pensaron en agarrar lo básico y abandonar la casa. Ya varios de sus amigos activistas habían desaparecido en circunstancias extrañas. Comentaron la situación, y para relajarse un poco, Victor salió al patio…
[Víctor]: Me asomo así y veo a 5 tipos que me estaban apuntando así y yo me quedé… pum. Y miré así y estaba más o menos a 3 metros de la casa, donde estaba mi compañera con mi hija, la estaba amamantando en ese momento. “Quédate ahí” le dije yo. “Quédate ahí, no salgas, no salgas”. “¿Qué pasa?”, les digo. “Quieto, quieto, quieto.” Yo ya sabía que la cosa venía mal. Entonces, ahí me esposaron y ahí empezó todo.
[Clara]: Los tipos le ordenaron a Laura que se cambiara y que alistara el moisés y otras cosas para la bebé. Las subieron a un carro y se las llevaron. A Víctor lo golpearon durante un buen rato y después le pusieron una de sus pijamas y lo montaron a otro carro.
En la mitad del trayecto hicieron una parada en una calle desierta para encapucharlo y ponerlo en el piso del asiento trasero. Su destino, más tarde se enteraría Víctor, iba a ser la Escuela de Mecánica de la Armada, más conocida como la ESMA.
[Víctor]: Yo tropiezo en un escalón e inmediatamente escucho a alguien al lado ese: “Este va a la huevera”.
[Clara]: La llamada “huevera” era una de las principales salas de tortura de la ESMA. Un cuarto hermético, cuyas paredes estaban cubiertas con cajas de huevo, para ahogar los gritos. Allí fue donde empezó la tortura y donde Víctor sufrió los dos paros cardíacos que casi lo matan.
[Víctor]: Te amarraban los tobillos y las muñecas con ligaduras a los extremos de la cama. Una cama de hierro sobre una colchoneta. Y te ponían un cable de un dedo del pie a la cama de hierro.
Vos sentís que todo el cuerpo se te arquea, vos te arqueas. La musculatura reacciona independientemente de tu cerebro.
[Clara]: A Víctor le hacían todo tipo de preguntas: que dónde estaba la plata, que si conocía ciertos lugares, que cuándo iba a ser la próxima cita…
[Víctor]: Y te preguntan sobre cualquiera. A mi por ejemplo me preguntaban sobre un tal Petrus. Me dieron mucha maquina de Petrus. Petrus: “¿Dónde está Petrus?”, “¿Quién es Petrus?” Y yo ni idea…
[Clara]: Al tal Petrus, Víctor lo vino a conocer casi un anõ después, ya dentro de la ESMA.
[Víctor]: Y después me enteré quién era. Que no tenía nada que ver con mi organización, sino con otra organización.
[Clara]: Y aunque los militares hicieron todo lo posible por arrancarle información a punta de picana eléctrica, Víctor resistió. No fue fácil.
[Víctor]: La incertidumbre de no saber qué coño va a pasar a uno le produce mucha inquietud. Y bueno, además uno no sabe lo que pasa en su cuerpo, ni en su mente casi, pero uno trata de mantener la calma. De no entrar en la desesperación, eso es lo principal, porque es lo que quieren ellos.
[Clara]: Después de 3 días en la huevera, lo subieron a lo que se conocía como Capucha…
[Víctor]: Capucha era el altillo de un edificio muy grande, con cabreadas de hierro que sostienen las tejas y entre esas cabreadas estaban los prisioneros. O sea, en ese depósito, penumbroso, maloliente, frío en invierno, un terrible frío y caluroso en verano porque está pegado al techo.
[Clara]: En Capucha —como su nombre sugiere— había muchos prisioneros encapuchados. Todos separados por unas vigas de madera y obligados a tener la cabeza siempre hacia el pasillo, en dirección a la bota del guardia. Ahí estuvo tres días, agotado física y mentalmente, hasta que lo bajan de nuevo a la huevera. Piensa que lo van a torturar otra vez, pero se sorprende cuando ve a Laura, su compañera.
[Víctor]: Y entonces me dice: “Me liberan, me van a liberar”. No había nadie, nos dejaron a solas. Entonces le dije: “Acércate. Avisále a todos los compañeros, a todos los que puedas, pero que no hagan nada, que no hagan denuncias ni nada. Simplemente es el conocimiento y que estén alertas”. Y bueno, por supuesto lo hizo. Esta fue la única vez que la vi ahí adentro.
[Clara]: Ya más tranquilo, sabiendo que su compañera y su hija estaban bien, volvió a la penumbra de Capucha. Pasaban los días, las semanas, los meses.
[Víctor]: Esposado, yo estuve 3 meses esposado, con grilletes. Uno estaba tirado en un piso sobre una colchoneta roñosa, siempre con la misma ropa, bañándose cuando a los tipos se les ocurría…
Sentíamos sonidos de tren. Sentíamos aviones que pasaban cerca y de vez en cuando sentíamos las aclamaciones de una cancha. Y era la cancha de River que estaba cerca. Entonces se escuchaban voces de chicos. Yo decía “La vida. Ahí está la vida. La puta que lo parió. Y nosotros acá”.
Entonces buscaba algo que me sirviera para alegrarme mínimamente la vida. Yo veía un rayito de sol que se deslizaba sobre una chimenea que había ahí. Y yo veía ese rayito de sol y veía todo el sol o escuchaba un zorzal, un pájaro, a la mañana, tempranito, a las 4, 5 de la mañana. Y lo escuchaba con alegría, era hermoso. Y es un canto de lo más rutinario. Pero a mi me encantaba. Es un hermoso recuerdo de una época oscura.
[Clara]: Desde agosto del 79 hasta enero del 80, Víctor estuvo ahí, en Capucha, sin nada que hacer. Hasta que un día…
[Víctor]: Me llevan abajo y había un tipo que me dice: “Trabajás o te morís”. Y bueno, trabajé.
[Clara]: El trabajo de Víctor y de algunos de sus compañeros consistía en crear documentos falsos. Es decir, utilizaban datos de gente real, pero con nuevas fotos. Los militares usaban estos nuevos documentos para blanquear coches robados, para legalizar el traspaso ficticio de propiedades y para hacer muchas otras cosas ilegales.
[Víctor]: ¿Dónde se hacía? En la Escuela Mecánica de la Armada. ¿Quiénes lo hacían? Los prisioneros. Los prisioneros que es, como mano de obra esclava, realizaban ese trabajo. Yo fui esclavo justamente haciendo esa tarea.
Pero además la persona que se dedicaba a esas cosas tenía que manejar los elementos no solamente de impresión, sino de fotografía, y yo ahí me hice fotógrafo.
[Clara]: Víctor, entonces, fotografiaba a un militar, cortaba el negativo, lo revelaba, lo secaba y luego hacía las copias para todos los documentos que necesitaban.
[Víctor]: O sea, el tipo tenía cédula de identidad, documento nacional de identidad, registro de conductor, credencial policial. El tipo necesitaba 4 documentos.
[Clara]: Para Víctor, el solo hecho de trabajar, de salir diariamente de Capucha, fue un cambio importante, pues ya no estaba echado todo el día en una colchoneta, encapuchado y esposado. Ahora…
[Víctor]: Tenía a mi disposición un laboratorio gigantesco donde yo me encerraba para aislarme de los que pasaba afuera. Afuera del laboratorio no te olvides eran salas de torturas.
[Clara]: Al poco tiempo de haber estado trabajando como esclavo en el laboratorio de documentación, un día los militares le dijeron:
[Víctor]: “Mañana vas a ir a ver a tu familia”. Yo me quede así.
“Sí, vas a ir a ver a tu familia”.
[Clara]: Víctor no podía creer lo que oía. Pero sí, al día siguiente lo llevaron a la casa de la hermana de Laura, donde, después de casi seis meses, pudo ver por primera vez a su mamá, a Laura, y a su hija María Eva.
Para protegerlas Víctor tuvo que mentir y decir que todo estaba bien dentro de la ESMA. Uno de sus captores estuvo presente durante casi toda la visita, aunque permitió que Laura y Víctor tuvieran un momento solos en otra habitación.
[Víctor]: Y bueno en la casa de la herman, ese 17 de enero de 1980, es donde queda embarazada Laura.
[Clara]: Nueves meses después nacería la segunda hija de Víctor y Laura.
[Víctor]: Le puso Soledad porque ella vivió esos tiempos con una terrible angustia por la soledad que tenía, la ausencia.
[Clara]: El tiempo siguió pasando y muchos de los compañeros que trabajaban con él en el laboratorio de falsificación, poco a poco fueron liberados. Otros fueron asesinados. Víctor, por su parte, resultó ser un tipo útil para los militares. Hacía bien su trabajo y no representaba ningún peligro, siempre aislado en el cuarto oscuro.
[Víctor]: Si yo hubiera tenido otra característica podrían haber sospechado algo, pero no. Sí pensaban de que yo era medio boludo. Yo medio simulé eso: que era un buen técnico pero que no razonaba bien.
[Clara]: Y sin embargo…
[Víctor]: La venganza es la hija del silencio. La venganza es un plato que se come frío. ¿Me explico? O sea que tienes que estar muy paciente, sereno, no en la calentura y en algún momento iba a tomar revancha.
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
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[Daniel]: Ya. Entonces, desde su cuarto oscuro en la ESMA, Víctor estaba empezando a planear su venganza. Clara nos sigue contando…
[Víctor]: Entonces muchas veces traían los pasaportes auténticos y ahí me daba cuenta de que yo podía obtener información. Porque yo en un descuido alcanzaba a mirar quién carajo era este hijo de puta que se ocultaba detrás del nombre de ‘Fafa’. De allí sabía que se llamaba Claudio Pittana. Por su pasaporte auténtico.
[Clara]: Poco a poco Víctor iba develando, en su cabeza, la verdadera identidad de los militares y la venganza iba cogiendo forma. Pero el primer acto realmente audaz lo hizo un día cuando vino un militar de apellido Beltrán a que le sacara documentos falsos.
[Víctor]: Saqué la foto. Revelé. Me pedían 4 documentos, yo hice 5 fotos. La quinta y dónde lo guardo, dónde lo escondo esto.
[Clara]: Esa quinta copia la escondió en un papel fotosensible, el único lugar que los militares no iban a revisar, porque si lo hacían, dañaban el papel. Así hizo con varios militares, 3 o 4, al principio. Y para no levantar ninguna sospecha, cuando ya les entregaba los documentos, les daba también el negativo de sus fotos.
[Víctor]: Entonces era una muestra de confianza. Tenía él el negativo, pero yo ya había sacado una copia y esa copia la escondía.
[Clara]: Para este entonces, Víctor llevaba más de un año y medio encerrado en la ESMA. Sus salidas se habían convertido en una especie de rutina. Primero una vez cada dos meses, luego una cada 15 días, y después una vez a la semana. Y así…
[Víctor]: Se abría un horizonte un poquito más beneficioso para mi en la cuestión de la libertad, pero también una posibilidad de ver cómo hago para sacar cosas. ¿Dónde lo escondo?
[Clara]: Durante varios meses, Víctor venía pensando qué podía hacer con las fotos extras de los militares que había logrado recolectar. Tenía ganas de sacarlas pero no sabía cómo. Hasta que un día, en una de sus salidas, se atrevió.
[Víctor]: Lo puse entre mis calzoncillos. Me revisaron así, miraron el bolso…. salí.
[Clara]: Una vez llegó a su casa, Víctor escondió las fotos dentro de una bolsa negra, en un hueco que abrió en un armario. Y Laura, desde ese momento, se convirtió en su único cómplice.
El éxito de este primer intento motivó a Víctor a seguir recopilando cuanto podía. No solo las copias de las fotos y algunos documentos, sino también información que iba oyendo.
[Víctor]: Cuando estaban en el comedor, en el sótano – los escuchaba. En mi cabeza quedaba todo registrado, que nadie se equivoque. Ese era un ejercicio que yo había hecho, como el del ciego que desarrolla el oído. Entonces, digamos mi refugio era mi memoria.
[Clara]: La laxitud de las reglas coincidió —alegremente para Víctor— con el fin de la guerra contra el Reino Unido por las Islas Malvinas.
(SOUNDBITE NOTICIERO)
[Teniente Galtieri]: El combate del puerto argentino ha finalizado. Nuestros soldados lucharon con esfuerzo supremo por la dignidad de la nación.
[Clara]: Era junio de 1982 y los militares no solo perdían la guerra de las Malvinas, sino la poca credibilidad que les quedaba. Sus prioridades eran otras: les tocaba preparar su retirada del poder.
[Víctor]: Entonces las cúpulas que habían sido los dueños de la vida y de la muerte comienzan a justamente a armar esa retirada. Entonces tienen que llamar a elecciones, tienen que armar toda una arquitectura para que a ellos se les permita negociar y les permita retirarse con el menor costo posible.
[Clara]: En abril de 1983, el último presidente militar que tuvo la dictadura, Reynaldo Bignone, da una orden:
[Víctor]: Que destruyan todos los materiales que tengan, todo lo que pueda comprometerlos para que haya pacificación. Que destruyan todos los legajos de la gente que era buscada, como todo lo producido en los lugares que han sido cuestionados.
[Clara]: Todo el material que iba a ser eliminado comienza a ser juntado en la ESMA.
[Víctor]: En un momento determinado agarraron todos los negativos que estaban en inteligencia los metieron en una bolsa y los iban a quemar. Entonces yo en un descuido, yo entro y miro y me veo a mi mismo.
[Clara]: Es decir, Víctor se encontró unas fotos que los militares les habían tomado a él y a sus compañeros de Capucha en 1979, al principio, 20 días después de haberlo secuestrado.
[Víctor]: Entonces, yo ahí es de donde yo rescato la tira de negativos de los prisioneros, de los compañeros y mis propias fotos.
Además rescato otras cosas. Un montón de libros que yo puedo rescatar. Como yo tenía ese trato con los suboficiales, yo llevaba el bolso y le digo: “¿Me puedo llevar estos libros? Que los van quemar, y a mi me gusta leer”. “Sí, llevalos”. Yo me los llevaba, pero adentro de los libro llevaba otras cosas. Papeles, esto, aquello y lo otro. Incluso fotos.
[Clara]: Y las fotos, sobretodo, serían claves.
Víctor fue liberado en 1983, pero claro, la historia no termina ahí. Incluso con un nuevo gobierno democrático, la sombra de la dictadura quedaba, y las fuerzas de inteligencia le advirtieron a Víctor que lo estarían vigilando.
[Víctor]: “Te vas, pero no te hagas el pelotudo porque los gobiernos pasan pero la comunidad informativa siempre queda”. Cada 15 días o cada 10 días venía un oficial de la armada o un oficial de prefectura a controlarme. “Y ¿cómo están las cosas?, ¿está todo bien?, ¿todo tranquilo?”, “¿estás bien?, tu mamá ¿cómo anda…?” , “¿tu hermano…?”.
[Clara]: Un agente iba tanto a la casa que Víctor tuvo que decirle a sus hijas que era un compañero de trabajo.
[Víctor]: ¿Cómo explicar a un criatura chica que este es un torturador hijo de puta, que este es un desaparecedor de personas?
[Clara]: Durante esos meses, con la ayuda de un amigo, Víctor fue armando una especie de cuaderno en donde pegó las fotos y los negativos de los compañeros y de los militares y escribió la historia de cada una de las imágenes. En mayo de 1984 decidió llevarlas a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas —CONADEP—, una institución recién fundada por el gobierno democrático del Presidente Raúl Alfonsín para esclarecer las múltiples denuncias de personas desaparecidas.
[Víctor]: Y les dije: “Acá les traigo un material que yo creo les va a interesar mucho, pero hay que tratarlo con sumo cuidado porque yo estoy siendo controlado”. Y los tipos se quedaron así… Claro, era la primera vez que veían algo semejante. “Y esto no tienen que divulgarlo bajo ningún aspecto porque sino soy hombre muerto”.
[Clara]: Los investigadores de la CONADEP lo ayudaron a trasladar a su familia a un lugar seguro en Neuquén, una provincia al sur occidente, en la Patagonia argentina. Finalmente, para el mes de agosto de 1984 se decidió a denunciar todo con la ayuda de los abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales, o CELS. El lío que se armó fue bárbaro.
[Víctor]: Primero la presenté en un juzgado, el juzgado 30. “Acá traigo una carpeta con…”, y di un testimonio ahí en el juzgado y después se hizo una conferencia de prensa en el CELS.
[Clara]: El único medio que estuvo presente, un periódico de la izquierda peronista, agotó en un día dos ediciones. Víctor lo saca y nos lo muestra.
[Víctor]: Este es el diario, la portada del diario La Voz de el 30 de agosto de 1984 y dice: “Esma, fotos exclusivas. 73 caras de represores y del interior del campo ilegal de la armada que operó hasta 1983”. Y acá están las fotos de lo que era el sótano y una imagen mía tomada en ese momento. Y en el interior están las fotos.
[Clara]: Nos señala las caras de verdugos y víctimas, de gente que conocía, compañeros, amigos.
[Víctor]: Este es otra persona. Este es el suboficial de la policía federal. Este es un oficial de la policía federal. Estos son dos integrantes de la prefectura. Pero está todo, buena parte de las fotos que yo aporté en su momento. “La represión en la Esma”, dice.
Yo fuí compañero de cautiverio de él. Bueno de ella fui compañero de militancia. De él, no. De él, sí. De ella, sí. De ella, sí.
[Clara]: Fotos de los sectores de detención y de tortura de la ESMA. Fotos de los militares. Negativos de imágenes de los prisioneros de Capucha. Órdenes escritas para solicitar documentación falsa. Tarjetas falsas de identificación de carros robados. Carpetas con datos y antecedentes de los secuestrados y las cédulas de identidad falsas de la policía. Eran pruebas contundentes de una acusación que los militares siempre habían negado: que en la ESMA se habían falsificado identidades y asesinado disidentes políticos.
(SOUNDBITE NOTICIERO)
[Víctor]: Las tres fotos color que hay en esta hoja… fueron sacadas por mi en las instalaciones una noche del sector 4. Aquí hay una puerta en la primera foto donde está la huevera, ahí era la huevera.
[Clara]: Este es Víctor en 1985, declarando en el juicio contra las juntas militares que gobernaron su país por más de una década. Los archivos de Víctor, esos documentos y las fotos que logró rescatar de la ESMA, sirvieron para comprobar algunos de los crímenes más nefastos de la dictadura argentina. Se calcula que casi 5.000 argentinos pasaron por la ESMA, torturados, y que al menos 4.000 murieron en esas instalaciones. Delante del tribunal, Víctor, un fotógrafo accidental, pudo recordar algunos de ellos.
(SOUNDBITE NOTICIERO)
[Víctor]: Estas fotografías corresponden a una chica llamada Nora, Elsa Martinez, y Enrique Ardeti. Puki y Anteojito. Son de apellido Barbos, Graciela Alberti, y este es Lepíscopo. Pablo Lepíscopo.
[Daniel]: Hay más, claro, muchísimos más.
La búsqueda de justicia en la Argentina continúa hasta el día de hoy. De los 54 militares que siguen siendo procesados, al menos 18 aparecen retratados en las fotos de Victor Basterra.
Clara Ibarra trabaja con Democracy Now! y vive en Nueva York. Alexandra Hall es reportera con la Wisconsin Public Radio y con el Wisconsin Center for Investigative Journalism.
Esta historia fue editada por Camila Segura y por mí, y mezclada entre los dos con ayuda de Andrés Azpiri.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Jorge Caraballo, Barbara Sawhill, Ryan Sweikert, Luis Trelles, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa, Luis Fernando Vargas y Silvia Viñas. Maytik Avirama es nuestra pasante editorial y Andrea Betanzos es la coordinadora de programas. Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
Conoce más sobre Radio Ambulante y sobre esta historia en nuestra página web: radioambulante.org. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón, gracias por escuchar.