Los polizones
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Daniel Alarcón: Fue en agosto del año pasado, en un gimnasio en Los Ángeles, donde conocí a Mayer Olórtegui.
Mayer: Mi nombre es Mayer.
Daniel Alarcón: Tiene 73 años y practica boxeo tres veces por semana. Se le nota. Es bajo, fuerte, musculoso a pesar de su edad, de sonrisa fácil y un toque vanidoso. La verdad es que Mayer es un luchador en todo el sentido de la palabra. De niño, su lucha fue por la supervivencia en las calles del Callao, en Perú. Así fue como conoció a su mejor amigo Mario.
Mayer: Decíamos a veces que éramos como hermanos, ¿no?, porque habíamos padecido el hambre igual, de igual…la necesidad pues.
Daniel Alarcón: Mario le enseñó a Mayer a robarse puñados de arroz en las mangas de la camisa. Se iban juntos al puerto a limpiar barcos de pesca, ganándose 10 centavos por barco y alguito de comer. Era una vida dura. De niños desafiaron el hambre… pero de grandes les tocó desafiar la muerte. Nuestra productora, Nancy López, les va contar la historia de estos dos amigos y la aventura que marcaría sus vidas.
Nancy López: Es una tarde calurosa en el Callao, 1959. Dos amigos se vuelven a encontrar después de varios años. Mayer, de 18, era estibador y ya había cruzado el Atlántico un sinfín de veces. Su amigo Mario, de 25, nunca había salido del barrio humilde donde ambos crecieron. Después de los abrazos se ponen al día. Mario escucha las aventuras de Mayer atentamente. Y se anima a hacerle una propuesta.
Mayer: “Ey, allá hay un barco que va a salir”, me dice, “¿porqué no nos vamos ahí escondidos en el barco?” Yo le dije, “No, me da miedo”. Me dijo, “Vamos, yo conozco”. Entonces yo me animé
Nancy López: Esta historia me la cuenta Mayer en una de sus siete tiendas en Los Ángeles. Esta rodeado de vestidos de quinceañera de todos los colores. Y aunque han pasado más de cincuenta años desde ese viaje, lo recuerda como si fuera ayer.
Nancy López: Mayer se sienta detrás del mostrador, toma una hoja de papel color rosita que está ahí a la mano, agacha la cabeza y empieza a dibujarme un mapa. La ruta hacia el norte que los llevaría a Estados Unidos.
Mayer: Ok, Callao…Para acá Nueva York. Aquí. New York aquí.
Nancy López: El barco salía de Perú para Nueva York, subiendo por la costa de Ecuador, Colombia, cruzando el Canal de Panamá por el Golfo de México hasta al Atlántico. Mayer, que ya había navegado esa ruta, calculó que serían unos 13 días.
Mayer: Trece días. Eso es lo que yo tenía pensado. Y nos preparamos. Preparamos conservas de tuna, preparamos agua, preparamos pastillas para el dolor de cabeza, medicina, otras cosas, un cuchillo grande llevamos, llevamos una flashlight también…y nos subimos…
Nancy López: La noche antes de que partiera el barco…se escondieron en la última bodega.
Mayer: Tu sabes que el barco tiene unos hoyos que de ahí ponen una soga que esta en el muelle, está amarrado. Entonces nos subimos por aquí, por la soga. Y ahí nos quedamos.
Nancy López: Al día siguiente, el barco emprendió su camino. [Sonido de barco] Llevaba toneladas de carga de fruta, de verdura. Llevaba 200 estibadores de más de una docena de países…y dos jóvenes peruanos, bien escondiditos en la última bodega. Mayer y su amigo Mario, cada quien acostado, agarrado de una tabla de madera, en la oscuridad total.
Mayer: No se veía nada, no más que el flashlight lo usábamos para comer, para mirarnos, para preguntarnos cosas y la apagábamos y así. Y sentíamos siempre el pun pun de la mar, ¿no?, y el movimiento del barco, pues, pun pun pun pun pun. Eso siempre lo sentíamos.
Nancy López: De vez en cuando platicaban, de la incomodidad del viaje, del sacrificio. Pero a fin de cuentas eran dos amigos pasando una aventura juntos. Si bien era difícil, no era imposible. O por lo menos así lo veían. Después de una semana, la oscuridad y el movimiento del barco se volvieron insoportables.
Mayer: Estás sintiendo los golpes, ¡pa, pa! El barco se levanta así. Hay oleajes de 40 pies de alto que tapan el barco, ¿me entiendes? El barco a veces sube así, así y así y después cae, pun, pun, así…Todo es oleaje, todo es ruido, pues no se sabe ni los días que uno está ahí. Porque no puedes ver la luz del día. Solamente ves oscuro. Es horrible, es horrible…Muchas veces llorábamos también.
Nancy López: Y así pasaron trece días.
Mayer: Ya no teníamos comida. Entonces ahí empezamos a buscar en las cargas: manzanas, melones, sandías.
Nancy López: Pero algo no cuajaba. Si habían pasado los trece días, deberían estar ya en Nueva York. A la incomodidad del viaje se suma una incertidumbre aterradora. Y es así que un viaje difícil se convierte en una verdadera tortura.
Mayer: Mi amigo me pregunta, “¿Dónde estamos?”, como estamos en la última bodega, yo le dije, “Panamá”, ¿no?, porque yo pensé que el barco había ido así. Dije, “Yo creo que es Panamá, pero tal vez Colombia”. Yo le dije, “Pues ey, no se, no se, no se que cosa ha hecho el barco”. Solamente tratábamos de sobrevivir.
Nancy López: Sobrevivir, y no perder la esperanza. Pero poco a poco el cuerpo les iba fallando. Siempre sentados, con la espalda contra la pared, les dolía todo, los pies, las piernas, la espina dorsal. Apenas se podían mover. Llegó un momento en que Mario ya no podía pararse.
Mayer: Entonces yo le traía la comida a él. Y tienes que sentir así a tu amigo es horrible, horrible.
Nancy López: Y poco después cayó Mayer.
Mayer: Ya faltando yo pienso unos cuatro días ya no podía subir para allá para la otra bodega a sacar, traer comida. Me sentía bien débil.
Nancy López: No había más que hacer sino esperar.
Mayer: Mi amigo me decía, ya que nos agarren, que nos boten, que hagan cualquier cosa con nosotros. Yo le decía, no Mario, ten fé. Ya de ahí solamente sentimos que el barco se paró.
Mayer: Yo agarré el cuchillo porque yo pensé que todavía estábamos navegando, que nos podían botar a la mar. Entonces los que nos alumbraron nos dijeron, “No, no, no, no, no”. Ahí nos preguntaron de donde veníamos… Yo le dije al hombre, y al hombre le salió las lágrimas…
Nancy López: Había un estibador griego que hablaba algo de español. Le pregunto a Mayer la fecha que se subieron al barco.
Mayer: Él fue a averiguar con los oficiales de ahí, él vino, él nos dijo, “El barco salió del Callao esa fecha, se fue para Chile, no fue para Panamá, fue para Chile, después volvió al Callao, de Callao ya vino para acá ya regular”, me dice.
Nancy López: O sea que el viaje no fue de 13 días, ni de 15, ni de 20.
Mayer: 26 días nos dijo el griego.
Nancy López: 26 días de hambre, de oscuridad, de miedo, pero llegaron, vivos, finalmente a Nueva York. Los estibadores los limpiaron a manguerazos y les dieron de comer. A las 5 de la tarde, los sacaron del puerto escondidos en unos vagones. A Mayer le dolía todo. Pero Mario estaba peor. Él apenas podía caminar.
Mayer: Nos dejaron en una esquina en la calle que se llama Columbus, Columbus and 26th. Y nos pusieron cinco dólares en la bolsa a cada uno. “Buena suerte”.
Nancy López: Horas después de salir del puerto, Mayer y su amigo Mario se encuentran en el vestíbulo de un edificio en Brooklyn, tomando sopa con las manos. Una señora les ha dado un par de suéteres de mujer para que se abriguen, y no saben qué hacer. Hasta que Mario tiene una idea, otra propuesta… que sin querer… le marcaría la vida a Mayer.
Mayer: Hacemos una cosa, me dice, “Miras la puerta? ¿Para donde te quieres ir, para la derecha o para la izquierda? Yo le digo, no sé Mario. Me dijo, yo me voy para la izquierda y tu te vas para la derecha. Algún día nos vemos, me dijo. Tu sabes, me dijo, yo soy más vivido que tú, ¿no? Por eso te dije que escojas para dónde. La derecha es mejor. [PAUSA] Y así fue. Nos separamos, y justo a la derecha había una entrada al subway.
Mayer: Fue muy triste porque, pues, pasar cosas asi juntos ¿no?. Y así es el destino pues, mija.
Daniel Alarcón: Los dos amigos no se volverían a ver por diez años. Para entonces, sus vidas ya había ido por dos caminos muy diferentes. Así lo cuenta Mayer:
Mayer: Estoy entrando a la deli y Mario iba saliendo con un six pack. Me mira así, yo lo miro a él. “¡Mayer!”, me dice. Yo, “¡Mario! Y nos abrazamos. ¡Hijole qué encuentro!
Daniel Alarcón: Hoy Mayer Olortegui vive en Los Ángeles, donde es un empresario exitoso. Nancy López es nativa de esa misma ciudad y productora de Radio Ambulante. Del destino de Mario no se sabe nada.