El mago – Transcripción

El mago – Transcripción

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[Daniel Alarcón, host]: Hola, ambulantes. Qué semanita, ¿no? Bueno, ya saben que nosotros no cubrimos las noticias diarias, pero estamos siguiendo las noticias del coronavirus muy de cerca. Próximamente lanzaremos El hilo, un podcast que va a explicar y contextualizar las noticias más importantes y esta, sin duda, será una de ellas. 

Mientras tanto, queremos aportar para que la situación mejore. Por favor cuídense y cuiden a los demás tomando las medidas de precaución necesarias. En Radio Ambulante estamos trabajando desde casa para acompañarlos con nuevos episodios en estos días complicados. 

Gracias por escuchar y cuenten con nosotros. Es un momento difícil, pero entre todos podemos apoyarnos y recordar que, a pesar de la distancia, seguimos juntos. 

Si quieren compartir ideas de lo que les ha dado bienestar y calma entre tanta incertidumbre, por favor háganlo escribiéndonos a nuestras redes sociales. Nosotros las compartiremos con los demás. 

Bueno, gracias, por favor cuídense, y aquí el episodio.

[Olmedo Rentería]: Good evening ladies and gentlemen. I am going to perform. Perform magic. Magic for you. I hope that you enjoy my performance. 

[Daniel]: Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. 

[Olmedo]: Mi nombre es Olmedo Rentería. 

[Daniel]: Olmedo es un mago como esos que seguramente han visto en fiestas infantiles o en shows de televisión, sacando conejos de un sombrero o haciendo aparecer palomas con un soplo. Es un señor mayor, con casi 80 años, el cabello muy corto y canoso, pero sus manos y sus gestos son de un hombre joven, con destreza y agilidad. 

Entonces, hoy comenzamos con él y con una de sus presentaciones en Nueva York, en noviembre del año pasado. 

[Olmedo]: I pick up on the floor ladies and gentlemen. And one, two, three, the handkerchief appeared ladies and gentlemen. Magical show.

[Audiencia]: Bravo, bravo, bravo (aplausos). 

[Daniel]: Olmedo comenzó su show con un truco en el que hizo desaparecer un pañuelo negro que tenía en sus manos. Y después de fingir sorpresa por esta desaparición, lo hizo aparecer otra vez de la nada. Un truco que, aunque pareciera simple, no dejó de asombrar a los que lo estaban viendo.

Todo era muy emocionante. 

[Mújer 1]: Me encantó. El señor es super dulce. Muy padre. 

[Mújer 2]: It’s a wonderful thing to see someone with so much talent. 

[Mújer 3]: The bird out of his mouth was really like unexpected. I think it got everyone in the crowd. 

[Hombre]: Increíble, desde que yo tenía 10 años yo he visto a este señor. 

[Daniel]: La historia de cómo llegó Olmedo desde Guayaquil a Nueva York es cinemática y sorprendente. Siempre soñó con ser un mago reconocido, pero nunca se imaginó lo que lo llevaría a la fama. 

Nuestra productora, Lisette Arévalo, nos cuenta su historia. 

[Lisette Arévalo]: Olmedo quedó huérfano a los nueve años. No le gusta entrar en detalles sobre qué pasó con su familia, pero desde esa edad tuvo que vivir solo, dejar sus estudios y dedicarse a trabajar. Vivía en Ecuador e iba de ciudad en ciudad buscando distintos trabajos, como cobrar los pasajes en los buses o entregar volantes de políticos durante campañas electorales. Hasta que cumplió 17 años y decidió quedarse en Guayaquil. 

[Olmedo]: Llegó un pequeño circo al barrio en donde yo vivía y me dio la curiosidad de ir cuando estaban en el montaje de la carpa y del circo. 

[Lisette]: Ahí conoció al dueño y le preguntó si había algún trabajo disponible. El dueño le dijo que sí, y lo contrató para que Olmedo ayudara a montar la carpa, preparar el escenario y vender golosinas. Para Olmedo este era solo un trabajo más: el circo no era grande ni con artistas importantes. En realidad era bastante modesto y se presentaba solo en barrios y ciudades pequeñas. 

Allí estuvo trabajando por unos tres años más o menos, hasta que en octubre de 1960 llegó un circo chileno a Guayaquil. Apenas se enteraron, Olmedo y sus amigos fueron a verlo. Y era exactamente lo que se están imaginando. 

Tenía una carpa grande de colores verde, blanco y rojo, con payasos, malabaristas y acróbatas haciendo piruetas, con el olor a palomitas de maíz recién hechas y manzanas caramelizadas de un color rojo brillante. 

Olmedo y sus amigos se quedaron tan impresionados que le pidieron al dueño que los contratara para hacer lo que hacían en el circo más pequeño. 

[Olmedo]: Y a todos inmediatamente, pues, nos dieron trabajo. Y allí nos enrollamos, algunos, aproximadamente unos ocho o diez. 

Yo ayudaba en el circo: a armar el circo, a desarmarlo. Se hacía ventas de comestibles, golosinas, dentro del circo.

[Lisette]: Pero lo que más le gustaba de su nuevo trabajo era ver el espectáculo, las luces, los trajes coloridos, los aplausos y el asombro del público con las acrobacias de los trapecistas.

Olmedo se moría de ganas de formar parte de ese mundo, así que en su tiempo libre entrenaba con un grupo de amigos. 

[Olmedo]: Yo ensayé mucho el trapecio haciendo de fuerte.

[Lisette]: El fuerte es el que recibe a los dos o tres volantes cuando aterrizan después de hacer las piruetas. A Olmedo le encantaba la adrenalina que le producía hacerlo. 

Por eso, cuando el dueño del circo le propuso ir de gira por Perú y Chile, él aceptó de inmediato. No tenía ningún otro trabajo en Guayaquil. Era una excelente oportunidad para hacer una carrera. 

Y ese viaje fue definitivo, porque en Lima decidió ir a otro circo y allá vio actuar al mago Memper. 

[Olmedo]: Y me agradó muchísimo. Me llamó mucho la atención. Yo no sabía qué cosa era magia. 

[Lisette]: Vio los trucos: palomas que aparecían, bastones que desaparecían y pañuelos que cambiaban de color. Pero el que más le impresionó a Olmedo fue uno en el que el mago tomó un huevo falso con un hueco, metió un pañuelo por ese hueco, y al golpearlo en un vaso, apareció un huevo de verdad. 

[Olmedo]: Eso me asombró. 

[Lisette]: Olmedo quedó encantado con el mago, pero no se le acercó al final de la función para hablar con él, porque alguien le dijo que no le gustaba que lo molestaran. Unas noches después se sorprendió al ver que el mago Memper llegó a su circo.

[Olmedo]: Porque había una fiesta de cumpleaños de alguien, un artista del circo. 

[Lisette]: Olmedo estaba practicando el trapecio. 

[Olmedo]: Cuando bajé, él me llama la atención y me dice: “No ensayes el trapecio. Aprenda magia, que con eso usted puede trabajar hasta cuando usted tenga 80 o más años”. Eh, le dije: “Bueno, pero ¿cómo hago para ensayar magia si no sé?”. Entonces él me dice: “Ven mañana al circo. Yo voy a hacer la función”. OK, así quedamos. 

[Lisette]: Olmedo volvió al circo donde se presentaba Memper y vio otra vez el espectáculo. Esta vez puso mucha atención al truco del huevo y al llegar esa noche a su casa lo primero que hizo fue buscar un huevo.

[Olmedo]: Busqué todo lo concerniente e hice un huevo igual, y le puse un trapito allí e hice todos los movimientos.

[Lisette]: Todos los movimientos para reproducir el truco que había hecho Memper. 

[Olmedo]: Cuando yo estuve los movimientos listos, fui al circo, temprano, donde él, y lo busqué. Y le dije que yo le quería mostrar cómo yo me inventé el juego del huevo. Entonces él se rió y… y se lo hice. Entonces él me dijo: “¿Tienes ideas? ¿Muchas? Yo te voy a enseñar.” 

[Lisette]: Desde ese momento Olmedo dejó el trapecio y comenzó a ensayar con el mago. Después de cada lección, regresaba a su circo y practicaba delante de la gente que trabajaba con él. Así pasó algunos días hasta que dominó cuatro trucos de magia y decidió hacer algo arriesgado: le pidió al dueño del circo que lo dejara presentarse en el escenario. Para su sorpresa, su jefe le dijo que sí, pero que no podía pagarle. A Olmedo no le importó, y de inmediato empezó a prepararse para presentarse esa noche. 

Lo primero que hizo fue buscar un atuendo para su presentación. Y encontró uno. Era morado.

[Olmedo]: Me lo regaló un hombre árabe en el circo. Los zapatos eran unos zapatos largo, torcido hacia arriba, como los zapatos de Aladino. 

[Lisette]: El atuendo estaba lleno de réplicas de piedras preciosas que brillaban con la luz. Llevaba puesto un pantalón y una camisa bombacha, un turbante y un chaleco largo. 

Esa noche el circo estaba completamente lleno. Olmedo estaba emocionado, pero nervioso. Dos compañeros artistas le propusieron salir con él y presentarlo al público. Olmedo asintió, tomó a los artistas de los brazos y salieron al escenario. Cuando se quedó solo frente a la audiencia… 

[Olmedo]: El dueño del circo mandó dos muchachas del circo vestidas con atuendo árabe. 

[Lisette]: De pantalones anchos, ombliguera, un gorrito y perlas en la frente. Se pararon al lado de Olmedo y cuando sonó la música… 

[Olmedo]: Y las muchachas empezaron a danzar al lado mío. 

[Lisette]: Olmedo empezó su show con el truco del huevo —que salió bien— y la gente lo aplaudió. Pero también se estrenó con uno más difícil, el que hacía aparecer una paloma. El mago Memper se lo había enseñado y necesitaba la ayuda de una asistente para que le pasara la paloma. Pero a la hora del truco. 

[Olmedo]: Y la muchacha, a la hora de entregarme la pequeña casa en donde estaba la paloma, se le salió la paloma de la caja y la paloma voló. 

Entonces, yo miré para donde iba la paloma. Y yo pues después pensé: “Ya se fue, ¿qué hago?”. 

[Lisette]: Olmedo se quedó frío. Lo que fueron un par de segundos, para él se sintieron como minutos. Y además a una de las ayudantes se le olvidó que el micrófono estaba ahí, prendido, y dijo: 

[Olmedo]: “Mago, se le fue la paloma”. Y no hubo una persona que no se riera en el circo en ese momento. Todos pensaron que era así el truco. Entonces lo que hice fue hacer la venia que terminé y salimos y nos fuimos para adentro. 

[Lisette]: Al público le encantó. Su espectáculo fue un éxito. Y ya adentro, detrás del escenario… 

[Olmedo]: El dueño del circo me abrazó. Y así empezó mi vida en el circo, trabajando como mago. 

Yo dije: “Me dedicaré a esto, y con esto tengo que salir adelante. Tengo que volverme un mago, y voy a ser un mago”. 

[Lisette]: A partir de ese día, Olmedo formó parte del elenco permanente de artistas del circo. 

[Olmedo]: En el circo me enseñaron a caminar, cómo yo debería de mirar al público. En el circo me enseñaron movimientos de mano. 

[Lisette]: Cada vez era mejor en un tour de seis meses por diferentes ciudades de Perú y Chile. 

Cuando regresó a Guayaquil a inicios de los años sesenta comenzó a hacer su show en diferentes lugares, como escuelas y pequeños teatros. Se acuerda bien de una de sus primeras presentaciones. Fue en la ciudad de Latacunga, a seis horas de Guayaquil. Las personas de ese lugar… 

[Olmedo]: No habían visto magos. No habían visto aparecer palomas. Entonces, cuando yo hice la presentación, la gente se puso de pie a aplaudirme. 

[Lisette]: Su show generaba mucho asombro, sobre todo porque en esos años, en Ecuador, no había muchos magos, y menos realmente buenos. Es más, las presentaciones mágicas de Olmedo están entre las más antiguas que se registran en el país. 

Fue después de una de estas presentaciones que una señora se le acercó y le dijo: 

[Olmedo]: “Olmedo Rentería no es nada. Tú debes de llamarte como se llamaba Houdini ¿Tú sabes quién fue Houdini?”

[Lisette]: Houdini. Seguramente todos ustedes han oído el nombre. El gran Houdini, ilusionista húngaro-americano de finales de 1800. Famosísimo por sus tiempos récords en escapar de baúles cerrados con cadenas y candados, por desaparecer elefantes del escenario y por su truco de ser enterrado vivo. 

Olmedo le dijo a la señora que había leído un poco sobre él, a lo que ella le dijo:

[Olmedo]: “Tú te llamas Olmedo, ¿por qué no te pones Olmedini?”. 

[Lisette]: A él le gustó este juego de palabras y desde ese día… 

[Olmedo]: Dije: “Pues mi nombre va a ser Olmedini”, y mandé a hacer tarjetas con el nombre de Olmedini. Mi… El eslogan de mi tarjeta era: “Magia y sonrisa, con Olmedini”. 

[Lisette]: Pasaron los años y Olmedini era cada vez más cotizado y famoso. Salió en varios programas de televisión y se presentó con artistas nacionales muy importantes, como el actor y comediante Ernesto Albán o el cantante de pasillos Julio Jaramillo. 

A inicios de los setentas, Olmedini hacía varios trucos que sorprendieron: en uno, con una varita mágica, hacía que una mujer desapareciera de una jaula y en su lugar apareciera un perro dóberman. Y en otro, dividía a una mujer en dos con una sierra. Cada vez era más ambicioso: llegó hasta meter a su asistente en una caja en llamas y sacarla ilesa, y en otro también la hizo levitar. Eran trucos que, para la época, deslumbraban a cualquiera. 

En ese tiempo Olmedini se hizo papá: tuvo un hijo con su novia de entonces pero la relación no funcionó y se separaron después de dos años. Pero poco tiempo después, conoció a su esposa, con quien tuvo dos hijos más. Los cuatro vivían en Guayaquil y su vida giraba en torno a la vida de Olmedini y sus espectáculos. 

Olmedini hizo magia en su país desde finales de los cincuentas hasta finales de los ochentas. Y a pesar de toda la fama que tenía en Ecuador, en 1990, y con 50 años, cuando estaba en la cima de su carrera, tomó una decisión drástica: dejarlo todo y empezar de cero en los Estados Unidos. 

[Olmedo]: Quería ser un mago famoso internacionalmente. Yo quería salir en esos programas que yo veía en la televisión. El mago tal o el mago tal en Las Vegas. Pues yo dije: “Yo quiero ser como ellos”. Entonces, ese fue el sueño que tuve y vine para acá, para Nueva York.

[Lisette]: El plan era establecerse en el nuevo país con su esposa y luego traer a sus hijos de 7 y 12 años, que se habían quedado en Guayaquil con sus abuelos.

En febrero de 1990, Olmedini aterrizó en Nueva York. 

[Olmedo]: Mi maleta vino cargada de ilusiones, con sueños de triunfos, con sueños de ser grande, con sueños de lograr poner mi nombre donde yo quería. Yo quería aparecer en la revista Genii. 

[Lisette]: Genii es la revista más grande e importante del mundo de la magia. Ahí han aparecido los grandes magos de la historia: David Copperfield, Lance Burton, David Devant. 

Olmedini no sabía dónde iba a vivir y no sabía inglés. 

[Olmedo]: Los primeros seis meses yo sufrí muchísimo. Primero, que vine sin conocer a nadie. No tenía dónde llegar, ¿ya? No tenía amigos. 

[Lisette]: Logró conseguir un cuarto para vivir con su esposa en el Bronx y pagaban el arriendo con los ahorros que habían traído de Ecuador. 

En tres meses se le acabaron los ahorros y no encontraba dónde trabajar. Fue a todos los restaurantes, clubes y bares hispanos que pudo para ofrecer su show de magia, pero no lo contrataban. 

Lo que sí logró en ese tiempo fue aplicar para tener un permiso de trabajo en Estados Unidos. Aunque esto le permitía estar legalmente en el país, no lo ayudó a conseguir trabajo en ningún teatro. Por lo que buscó otra alternativa. 

[Olmedo]: Opté por trabajar las calles de Nueva York, andando en el downtown, o sea, en el centro de Nueva York. 

[Lisette]: Había visto un par de magos en diferentes lugares de la ciudad y decidió que él también podía hacerlo. Investigó un poco cuál sería el mejor lugar para presentarse y eligió Times Square, uno de los puntos más turísticos de la ciudad. Como no hablaba inglés, compró un equipo de sonido barato para llamar la atención de la gente y empezó a actuar en las calles.

Hacía trucos sencillos, ligeros, que cabían en un maletín pequeño o en su bolsillo, como el truco del pañuelo que desaparece por ejemplo. También se presentó cerca de la estación de trenes Penn Station y en Wall Street. Hacía su show desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde todos los días. 

Le iba bien en sus presentaciones callejeras. Le daba suficiente dinero para comer y pagar la renta. Pero cuando llegó el invierno se le hacía cada vez más difícil pasar todo el día afuera soportando un frío que nunca antes había experimentado. 

Uno de esos primeros días helados, se estaba presentando afuera de un cine y una señora que lo vio le dijo que por qué no se metía a una estación de metro para así resguardarse del frío. 

Olmedini le hizo caso y, a pesar de que ahí tenía mucho más público, no era exactamente lo que se había imaginado para él en Nueva York. Ya tenía 50 años y alcanzar su sueño le parecía cada vez más lejano. 

[Olmedo]: Me sentí muy infeliz, muy humillado. Porque yo pensaba en Guayaquil, yo estaba haciendo esto y esto, Dios mío, ¿por qué estoy aquí? ¿Por qué? Llamé a mi hijo mayor y le dije: “Hijo, no estoy bien en Nueva York. Me voy a regresar a Guayaquil”. 

[Lisette]: A lo que su hijo, de 23 años, le contestó: 

[Olmedo]: “Papá, lo que pasa es que usted lo ha tenido todo en bandeja de plata aquí. Amárrese los cinturones y aprenda a vivir. No se venga”.

[Lisette]: Las palabras de su hijo fueron importantes para Olmedini, y aunque fue una decisión difícil, se quedó en Nueva York. 

Pasaron los años y Olmedini siguió presentándose en las estaciones del metro. Hasta que un día de junio, en 1994, decidió subirse en uno de los vagones del tren para presentarse ahí. 

[Olmedo]: Hice dos trucos sencillitos y la gente se paraba y me metía dinero en el bolsillo. 

[Lisette]: Y lo aplaudieron sin parar. Su show fue tan bien recibido, que al llegar a su casa decidió dejar el equipo de sonido y buscar trucos portátiles. 

[Olmedo]: Empecé a idearme cómo hago, cómo hago, cómo hago, qué hago. Entonces se me vino a la mente hacer un carrito fácil de transportar y que yo pudiera caminar con el carrito por medio del vagón. Hice un cajoncito, lo decore bien, puse una paloma, puse un conejo y un pañuelo y me fui al tren.

[Lisette]: El carrito era rojo, rectangular, con ruedas. Pintó un letrero blanco con las letras “N” y “Y”, las siglas de Nueva York, al lado de un corazón rojo y la palabra magic. Conoció a una señora en el tren y le ofreció ser su asistente a cambio de llevarse la mitad de las ganancias. Ella aceptó. Apenas se subían al vagón, Olmedini empezaba a silbar. 

[Olmedo]: Con ese silbido le llamaba la atención al público. Hacía el truco de la aparición de la paloma. Hacía la aparición del conejo y luego la aparición de un pañuelo que dice “Thank you”.

[Lisette]: Si alguna vez han viajado en el metro de Nueva York o incluso han visto películas, seguro están familiarizados con la variedad de artistas que se presentan. Hay músicos, cantantes, bailarines de break dance, poetas. Y esto es algo que ya forma parte de la identidad del mundo subterráneo de la ciudad. Pero en esa época, los noventas, difícilmente se encontraba a un mago haciendo trucos en un tren en pleno movimiento. 

Por eso los medios lo comenzaron a notar. Y siete años después de haber llegado a Nueva York… 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista]: Sus escenarios se han reducido, pero Olmedini dice haber aprendido mucho durante estos largos siete años.

[Lisette]: Un canal de televisión sacó una nota sobre él después de haberlo seguido en el tren mientras hacía sus trucos. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista]: Ha aprendido a trabajar cerca su público, a reconocer las sonrisas, a sorprender en dos minutos de espectáculos con la aparición de palomas y conejos. Y muy por sobre todas las cosas ha aprendido a nunca rendirse ni perder las esperanzas. 

[Lisette]: Este medio no fue el único en reportar sobre Olmedini: en el 2001, el New York Times sacó un reportaje sobre él y su show de magia en el tren. 

A pesar de que a la mayoría de la gente le fascinaban los trucos de Olmedini, no eran todos. Había personas que cuando lo veían haciendo magia en el tren se echaban la bendición y se iban. 

[Olmedo]: Hay otros… me dicen que el diablo me va a llevar. Hay otros que dicen que voy a morir de cáncer. Hay otros que dicen que eso es malo, que lo que estoy haciendo es diabólico. 

[Lisette]: Y es que para muchos creyentes, la magia es algo oscuro, que viene del mismísimo demonio. Pero a él no le afectaron estos comentarios y siguió trabajando. 

De todas formas a Olmedini le iba mejor presentándose en el tren que en las estaciones del metro o las calles de Nueva York. Iba por lo menos cuatro horas todos los días. Y el dinero que ganaba era suficiente para comer, transportarse y pagar la renta de un departamento pequeño en Queens donde vivía solo. Unos años antes, su esposa había tenido que regresar a Guayaquil a ver a sus hijos, porque estaban teniendo problemas en el colegio y con los abuelos. 

Ella después ya no pudo regresar a Nueva York y, a partir de entonces, Olmedini se quedó solo en la nueva ciudad. 

Olmedini sentía que finalmente estaba más cerca de conseguir lo que siempre quiso: a la gente le gustaba lo que él hacía, le pedían su tarjeta de presentación y a veces le daban las suyas. Luego lo llamaban para contratarlo en diferentes escenarios: llegó a presentarse en la estación de metro Grand Central y a colaborar con otros magos en Nueva York para presentarse en clubes elegantes de la ciudad. Pero, además, también lo contactaron para que hiciera su show en el aniversario número 50 de las Naciones Unidas y para una celebración con el gobernador de Nueva York de entonces. 

[Daniel]: Pasaron los años, quince desde que salió en la televisión, y Olmedini siguió presentándose en el tren y comenzó a ser conocido como “el mago del metro de Nueva York”. 

Hasta un día de diciembre del 2012. Estaba a punto de hacer una presentación y antes de su show fue a la refrigeradora. 

[Olmedo]: Y busqué un refresco. Abrí la nevera, me agacho, cojo el refresco, cierro la nevera y me levanto y dije: ¿Quién apagó la luz?

[Daniel]: Justo cuando parecía que las cosas empezaban a mejorar para él en Nueva York, Olmedini se había quedado ciego. 

Una pausa y volvemos. 

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[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Antes de la pausa, Olmedo Rentería Olmedini—, el mago del metro de Nueva York, estaba a punto de hacer una presentación. Cuando de pronto todo se hizo oscuro. Olmedini se mareó, alcanzó a apoyarse en la puerta de la nevera y los que estaban con él se acercaron para ayudarlo. Lo subieron a una ambulancia y lo llevaron al hospital más cercano. Cuando llegó, lo atendieron de inmediato. 

[Olmedo]: Los médicos me operan, me dicen los médicos que hubo derrame y que los ojos se llenaron de sangre, todo por dentro. 

[Daniel]: Dijeron que le iban a quitar la venda de los ojos y que, si al abrirlos veía rosado, significaba que se mejoraría pronto. Cuando se la quitaron… 

[Olmedo]: Pues yo le dije al médico está todo rojo, rosado, rojo, más rojo que rosado. Entonces me dijo el médico: “Es que sus retinas se rompieron, pero no se preocupe, cuando la sangre se vaya, usted va a volver a ver”. 

[Daniel]: El doctor le dijo que tenían que hacer un tratamiento y que en seis meses se recuperaría. Le dieron de alta un día después y desde ese momento, todo sería diferente para él. 

Lisette nos sigue contando. 

[Lisette]: Olmedini vivía solo en Nueva York y su familia estaba en Ecuador. Entonces cuando salió del hospital y fue a su casa, no tenía quién lo ayudara todo el tiempo en sus tareas diarias. Las actividades que antes hacía sin dificultad y casi sin pensar, ahora requerían toda su concentración. 

[Olmedo]: No podía comer porque, increíble, hasta para comer se necesitan los ojos. Porque usted lleva el cubierto a el plato y no sabe si cogió o no cogió y para meterlo a la boca inclusive no se acierta.

[Lisette]: La vida, toda, se hizo difícil. Se golpeaba contra los muebles. Se tropezaba con cualquier cosa y se caía todo el tiempo. A veces venían amigos a ayudarlo pero cuando se iban, todo volvía a ser igual: la oscuridad, el silencio, la impotencia. 

[Olmedo]: Yo no pensé en que se iba a hacer magia otra vez o no. Yo dejé quieto, dejé quieto todo. Sólo mi pensamiento estaba en que no podía ver, la desesperación, que no podía ver, que no podía comer, que no podía hacer nada. 

[Lisette]: Olmedini tenía que ir todas las semanas a su chequeo médico. Cuando se cumplieron los seis meses, él no recuperó la vista como le había dicho su doctor. Dice que ahí dejó de ir todas las semanas a chequeo y solo iba una vez al mes. Hasta que cumplió un año de su derrame cerebral y en esa última cita el doctor le dijo que ya nunca recuperaría su vista. 

Ese mismo día, sintiéndose derrotado, regresó a su casa. 

[Olmedo]: Cuando voy subiendo la escalera, una vecina me dice: “Olmedo, hoy tengo una fiestecita por el Día de la Madre ¿Por qué no pasa un rato y hace un poco de magia?”.

[Lisette]: A él le pareció raro que su vecina le pidiera algo así, sobre todo porque todos en el edificio sabían que no podía ver. 

[Olmedo]: Le dije: “Estoy ciego”. “Sí, Olmedo, yo sé que usted está ciego, pero usted puede hacerlo. Haga un show, unos diez minutos. Complazca a mi madre”, me dijo ella. “Mi madre lo quiere ver haciendo magia.” Me dijo: “Yo voy a su apartamento y le ayudo a buscar las cosas”. 

[Lisette]: Olmedini le dijo que era imposible. ¿Cómo podría saber el momento exacto en que debía sacar su pañuelo? ¿Cómo sabría si logró desaparecer el bastón? Le dijo a su vecina que no quería echarle a perder el momento, pero ella insistió e insistió. 

[Olmedo]: Me dijo: “No, Olmedo, yo sé que usted puede hacerlo. Usted es un valiente. Hágalo que estamos aquí, entre familia”. 

[Lisette]: Olmedini terminó aceptando y la vecina se fue con él a buscar lo que necesitaba. 

[Olmedo]: Yo me puse a pensar, ¿qué hago? Le digo: “Búsqueme esto, esto y esto, esto y esto”. 

Yo elegí el bastón que aparece, el bastón que desaparece. Elegí la producción de pañuelos. Es un pañuelito que se muestra y se va agitando, y van apareciendo más y más y más y más y más.

Cuando yo me estaba preparando sentí mucho miedo, mucho nervio. “No me van a salir las cosas bien. Voy a hacer un… un ridículo”. 

[Lisette]: Pero aún así, se llenó de valor y se fue con ella. Entró a la sala de la vecina y con su ayuda comenzó su show. Y para su sorpresa… 

[Olmedo]: Cuando hice el primer efecto, la gente me aplaudió y siguieron aplaudiendo, les gustó mucho, y allí dije, “voy a seguir”. 

[Lisette]: Olmedini dice que al principio pensó que le aplaudían por compasión, porque estaba ciego. Pero que cuando terminó el show se dio cuenta de que todo le había salido bien, de que todavía podía hacerlo. Y para él, esa vecina lo salvó.

Esta experiencia lo animó a seguir haciendo magia en el tren con trucos que pudiera llevar en su bolsillo. Eligió algunos, le pidió a su vecina que le presentara a alguien para que fuera su asistente y ella le presentó a un señor. Olmedini le dijo que se dividirían entre los dos las ganancias, él aceptó y juntos fueron al tren. 

[Olmedo]: La primera vez me sentí muy inseguro, muy inseguro. Y tomé mucha precaución. 

[Lisette]: Precauciones como presentarse en rutas y horas poco concurridas del metro. Para no tropezarse o golpear a otras personas mientras hacía sus actos. Pero ese día todos sus trucos le salieron bien. 

Así que decidió seguir. Pero como no podía ver y eso hacía que fuera más difícil comunicarse, se metió en clases de inglés donde le enseñaron a decir algunas palabras claves para su show. 

[Olmedo]: Y se lo puedo decir a usted ahora mismo a ojo cerrado. Vamos a ver si lo… a ojo cerrado, es a ojo cerrado, ¿no? Es que tengo los ojos cerrados (risas). 

Good evening ladies and gentlemen, I am going to perform, perform magic, magic for you. I hope that you enjoy my performance. Ladies and gentlemen, I have a bird cage. My music is: “Tan, tan, tan, one, two, three, tan, tan, tan, tan”.

[Lisette]: Era inicios de 2014, un poco más de un año después de quedarse ciego. Para ese momento, Olmedini, a estas alturas con 73 años, regresó al metro con la ayuda de su asistente. Muchos lo aplaudían, lo abrazaban o se tomaban fotos con él. Y dice que la mayoría de las veces ni se daban cuenta de que estaba ciego. 

Esa era la nueva etapa de su carrera como mago y Olmedini pensaba que quizá sería la última. Pero, a finales del 2018 recibió una llamada. Era el fotógrafo guatemalteco Jaime Permuth. Él lo había visto hacer el show en el tren en 1998 y, aunque no se acercó a él en ese entonces, quedó muy impresionado. Tanto que, casi 20 años más tarde, lo buscó en Internet, encontró un número de teléfono y lo llamó. 

[Olmedo]: Y me dijo: “Olmedini, vamos a trabajar. Yo quiero hacer un libro para usted. Yo soy del New York Times. El New York Times está interesado en hacer un libro, etcétera, etcétera”. 

[Lisette]: Olmedini aceptó. Para él, era como volver a la época en Ecuador, cuando los periodistas lo buscaban para tomarle fotos y hacerle preguntas sobre su vida como mago. Cuando salió la nota del New York Times, en enero de 2019, Olmedini pasó a ser conocido como el mago ciego del metro de Nueva York. Y ahí, claro, muchos más medios comenzaron a buscarlo. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista 1]: Hoy les vengo a contar la historia de Olmedo Rentería, conocido artísticamente como Olmedini, el mago. 

[Periodista 2]: Uno de los magos más famosos de toda América dejó un día el escenario y lo cambió por el metro.

[Periodista 3]: Y es completamente ciego. El mago Olmedini, 79 años, encandila a los neoyorquinos. 

[Periodista 4]: De todas las sorpresas de Nueva York quizás ninguna tiene tanto talento, valentía y encanto como Olmedini.

[Lisette]: Lo entrevistaron para programas rusos, españoles y brasileños. Todos con la noticia de que un mago ciego se estaba haciendo famoso en el metro de Nueva York. Pero no solo fueron los medios de comunicación los que querían conocer a Olmedini. 

Un día, una de las periodistas que lo había entrevistado lo llamó y le pidió que el 19 de junio de 2019 lo reservara para ella, porque quería que hiciera una presentación para unos niños. Olmedini aceptó. Se preparó con todo lo que necesitaba para sus efectos de magia y se vistió con una chaqueta roja brillante, un corbatín rojo, un sombrero negro de copa y una camisa blanca. 

Cuando llegó el día, la señora fue a ver a Olmedini a su casa. 

[Olmedo]: Cuando bajo y abre la puerta del edificio es un bullón.

[Lisette]: No entendía lo que estaba pasando… 

[Olmedo]: Y me dice la señora: “Frente a usted hay catorce cámaras de televisión de todos los canales de aquí de Nueva York. Frente a usted está el equipo de los Yankees, que lo van a llevar para que usted desayune allá con los niños”. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista]: El gran Olmedini y su acompañante salían de su apartamento en East Harlem, Nueva York, a realizar su show diario de magia cuando frente a su puerta tuvo una aparición. Eran nada más y nada menos que un grupo de jugadores de los Yankees de Nueva York que estaban ahí para rendirle un homenaje a su perseverancia y dedicación. 

[Lisette]: Los Yankees se habían comunicado con la periodista para que los ayudara a sorprender a Olmedini. Todo formaba parte de un plan de los Yankees para su programa llamado HOPE Week, en el que los jugadores eligen cinco historias inspiradoras de individuos, familias u organizaciones para rendirles homenaje. Y ese año, 2019, Olmedini fue uno de los elegidos. Él no lo podía creer. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista]: No son todos los días que los Yankees le pagan una visita. 

[Olmedo]: Una visita. Imagínese, Los Yankees, qué cosa. Esto es una bendición. 

[Periodista]: ¿Cómo se siente? 

[Olmedo]: Me siento muy emocionado, very excited. Muy… ¡No tengo palabras cómo describir que los Yankees estén conmigo, visitándome!

[Lisette]: Todos caminaron a la estación del metro y tomaron el tren para ir al estadio de los Yankees juntos. Ahí Olmedini hizo su rutina en el tren: la jaula de metal que desaparece, el pañuelo rojo… 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Olmedo]: One, two, three… Tan tan tan tan. Ladies and gentleman, a magical show… 

[Lisette]: Cuando llegaron al estadio, lo llevaron a una mesa donde había un buffet. Comieron y después de eso le dieron una sorpresa: a partir de ese día, Olmedini iba a ser un miembro reconocido de la Sociedad Estadounidense de Magos. Para Olmedini esto era un sueño hecho realidad. 

Después del anuncio lo llevaron para que hiciera su show frente a 74 niños que tenían entre 8 y 11 años, y que habían ido al estadio a verlo. 

[Olmedo]: Preparé las banderas, preparé flores. Y le dije a la señora, dos señoras: “Preparen la magia rápido”. Ya me presentaron ahí pam, pam, pam, pam, pam, pam, el show. 

[Lisette]: Olmedini arrugó unos periódicos viejos y de ahí aparecieron unas banderas de colores. Hizo que unas tiras de tela se convirtieran en un bastón. Los Yankees y los niños estaban asombrados con cada uno de sus trucos. 

Cuando terminó lo llevaron al estadio y le pidieron que lanzara la primera bola del partido que iban a jugar ese día. 

[Olmedo]: Y cuando en la pantalla grande sale, “Olmedo Rentería, mago ecuatoriano, Olmedini”. Y la gente: “Wooo”, la ovación y los aplausos, y me sentaron en el palco de honor y a cada momento venía la televisión mostrarme allí como la gran figura (risa). Eso fue una emoción que hasta hoy me embarga mi mente. Algo verdaderamente fantástico e inolvidable. 

[Lisette]: Y aunque esto para él significó cumplir uno de sus más grandes sueños, dos meses después salió en la portada de la revista Genii, esa con la que tanto había soñado desde que llegó a Nueva York, casi treinta años antes. 

[Olmedo]: Con la publicación de la revista de los grandes magos me sentí una estrella, me sentí que mi sueño hasta allí era, que hasta allí había llegado.

[Lisette]: Y lo celebró con su familia, pero a la distancia. Llamó a su hija que está viviendo en Argentina, a su hijo menor que está en Ecuador, y les contó las buenas noticias. Y cuando lo habló por teléfono con su hijo mayor, que tenía ya 53 años, y que vive en Australia… 

[Olmedo]: Le dije: “Hijo, llegué al último peldaño de la escalera. Esto es lo que yo quería. Llegué al último peldaño. Creo que hasta aquí es”. Mi hijo me dijo: “No, papá. Todavía hay mucho más. El peldaño de la escalera no se termina nunca”. 

[Lisette]: Para Olmedini, en este último año y medio, ha cumplido varios sueños que antes ni siquiera concebía o parecían imposibles: ser homenajeado por los Yankees de Nueva York (su equipo favorito), formar parte de la Sociedad Estadounidense de Magos y, sobre todo, presentarse en congresos importantes de magia como Magifest en Estados Unidos. Pero lo que todos estos logros tienen en común es que ocurrieron después de que quedara ciego. Y Olmedini ha pensado mucho sobre esto. 

[Olmedo]: Yo pienso que el éxito que he tenido se lo atribuyo a la pérdida de mi vista, puesto que no hay mago en el mundo que haya perdido la vista y que esté en los escenarios. No hubiese saboreado la fama. 

[Daniel]: Lisette Arévalo es productora de Radio Ambulante. Vive en Quito. Esta historia fue editada por Camila Segura y por mí. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música de Rémy Lozano. Andrea López Cruzado hizo el fact checking. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Gabriela Brenes, Jorge Caraballo, Victoria Estrada, Miranda Mazariegos, Patrick Moseley, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas. Carolina Guerrero es la CEO.

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, y se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

Muy pronto lanzaremos nuestro nuevo podcast noticioso: El hilo. Vayan a elhilo.audio para enterarse de todas las novedades

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar y cuídense mucho.

Créditos

PRODUCCIÓN
Lisette Arévalo


EDICIÓN
Camila Segura y Daniel Alarcón


DISEÑO DE SONIDO
Andrés Azpiri


MÚSICA
Rémy Lozano


ILUSTRACIÓN
Sol Undurraga


VERIFICACIÓN DE DATOS Y HECHOS
Andrea López-Cruzado


PAÍS
Ecuador


PUBLICADO EN
03/16/2020

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