El helicóptero, el silencio, el balazo, la huida – Transcripción

El helicóptero, el silencio, el balazo, la huida – Transcripción

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[Daniel Alarcón, host]: Ambulantes, ¿escucharon El hilo? Es el nuevo podcast de Radio Ambulante Estudios. El viernes pasado sacamos nuestro primer episodio y es sobre lo que está afectando las vidas de todos nosotros: la pandemia de COVID-19. No se lo pierdan. Busquen El hilo en Spotify o cualquier plataforma que usen para escuchar podcasts. Y porfa: ayúdennos a regar la voz. Hay nuevos episodios cada viernes. Toda la info está en elhilo.audio. ¡Gracias!

Hola, ambulantes. 

Bueno, seguimos en estas. Estoy grabando desde mi departamento, donde ya tengo dos semanas encerrado. Ha sido algo complicado para el equipo de Radio Ambulante, y estamos tratando de adaptarnos a esta nueva realidad. Al mismo tiempo, sabemos lo afortunados que somos, que hay gente que la está pasando realmente mal, y les mandamos fuerza y solidaridad. A los que no pueden dejar de trabajar, a los médicos y trabajadores de hospitales, respeto y ánimo. 

Y gracias a ustedes, nuestra audiencia. Ha sido muy lindo verlos en redes, escucharlos, y saber que nos siguen, que de algo sirven estas historias. Como mencioné la semana pasada, aquí estaremos. Y todo esto va pasar. La vida existe al otro lado de esta crisis. De eso no duden. Hay que ser valientes y solidarios. 

Desde Radio Ambulante, un abrazo para todos. Se nos cuidan. 

  1. Aquí la historia de hoy.

Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. 

Quiero comenzar mencionando un nombre: Ricardo Palma Salamanca. Para los chilenos, bueno, para algunos chilenos, ese nombre tiene un eco. Trae recuerdos de una época complicadísima. Y, por lo tanto, no todos están de acuerdo sobre quién fue exactamente.

[Rodrigo Hidalgo]: Tenía un humor particular. Era un tipo simpático.

[Rafael Escorza]: Un tipo arrogante, un poco despreciativo hacia la gente.

[Ignacio]: Primero tiene una sonrisa muy bonita y una risa muy bonita. Un tipo que se reía, así, una… una carcajada bien fuerte, pero sin embargo era un tipo bien tímido. 

[Issa Kort]: Un terrorista. 

[Roberto Ampuero]: Un prófugo de la justicia.

[Rodrigo Hidalgo]: Tenía un humor especial. Era un tipo querendón.

[Jacqueline van Rysselberghe]: Una persona que asesinó, que es el autor material del asesinato de Jaime Guzmán. 

[Rafael Escorza]: La gente del Frente valora las acciones de él. 

[Andrés Chadwick]: Asesinó a un senador de la República. 

[Rafael Escorza]: Y en cierto modo puede ser tomado como… como un cierto ícono. 

[Daniel]: Palma Salamanca formó parte de un grupo radical: el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, un grupo que nació como el brazo armado del Partido Comunista. Cuando el Partido abandonó la lucha armada contra la dictadura, no todos los frentistas entregaron sus armas. Algunos, como Palma Salamanca, siguieron en la lucha.

Y lo hacía bien. Tenía sangre fría. Entre sus víctimas, un coronel de carabineros y un sargento. Participó también en un secuestro millonario. Su crimen más notorio —el asesinato del Senador Jaime Guzmán— fue en 1991, cuando Pinochet ya no era presidente, cuando el país había pasado de manera oficial a la democracia. Una democracia a medias, claro. Una democracia en la que Pinochet seguía al frente del ejército y controlaba el congreso. Una democracia en la que el exdictador gozaba de una impunidad total.

Cuando Palma Salamanca fue arrestado, en 1992, tenía solo 22 años. Y fue condenado a dos cadenas perpetuas. Y parecía estar destinado a pasar el resto de su vida en la cárcel. 

Hasta que un día en diciembre de 1996… 

[Mujer]: Se sintió el ruido como de un avión, después supimos que había sido un helicóptero.

 

[Hombre]: Parecía una película, así el helicóptero bajó bien bajo.

[Hombre 2]: ¿Adónde estabas tú? 

[Hombre]: Estaba… Aquí estaba, estaba sentado con mi mamá y de repente… 

[Mujer]: La balacera, pero no sabría decir si las balas empezaron de arriba hacia abajo, o de abajo hacia arriba.

[Daniel]: Apareció un helicóptero sobrevolando la cárcel de alta seguridad donde estaba Palma Salamanca. Y bueno, según contó este testigo…

[Recluso]: Se van fugando tres gallos, qué lindo va bien. Sabes que pasó un helicóptero y tatatata, tatatata, tatatata, tatatata. Mira la gente cómo aplaude porque se fugaron, mira (aplausos y gritos). Mira allá va el helicóptero, desde aquí lo veo, mi amor, mira, va allá. Con los tres gallos en el aire. Va a salir en las noticias. 

[Daniel]: Ricardo Palma Salamanca se fugó. Junto con tres frentistas más. 

Y por dos décadas nunca se supo dónde estaba.

La historia de una vida se puede mirar de varias maneras. Desde muchos puntos de vista. Para algunos, Ricardo Palma Salamanca es un asesino confeso, cuyos actos violentos desestabilizaron una democracia naciente. Para otros es un ajusticiador, cobrando las cuentas pendientes de una dictadura sanguinaria cuyos crímenes quedaban impunes.

Esta es su mamá, Mirna.

[Mirna Salamanca]: Era terriblemente entusiasta para todo. Me refiero a su vida de niño: puro juego. Y feliz, feliz de la vida, feliz. El era feliz. Hablo de “era” porque ahora yo no sé como está. No se puede medir el Ricardo de ahora con el Ricardo de hace 22 años.

Yo siempre estuve tranquila. Se puede decir que estuve tranquila. Lo recordaba sí todas las noches. Todas las noches, en la tranquilidad digamos o cosas que se conversaban. Siem… siempre estaba presente en mí, Ricardo. Nunca pensé que… que no lo iba a ver más.

[Daniel]: Y así fue. Por más de veinte años, ni la mamá de Ricardo sabía dónde estaba. Hasta febrero del 2018, cuando se confirma que estaba en Francia.

(SOUNDBITE DE NOTICIAS)

[Presentadora]: Tras dos décadas sin ver una imagen videograbada de Ricardo Palma Salamanca, hoy reapareció el autor del asesinato del senador Jaime Guzmán y el secuestro de Cristian Edwards. Debía ser notificado por la justicia francesa… 

[Daniel]: En gran medida lo que voy a contar hoy es su historia, pero no solo la de él. También la de miles de chilenos. De toda una generación. Y es que no es simple desenmarañar los orígenes de la violencia política. Y tampoco es fácil entender cuándo exactamente comienza un ciclo de violencia. 

Pero lo vamos a intentar.

Entonces, en 1985, Ricardo Palma Salamanca tenía 15 años. Estaba en el penúltimo año de colegio en Santiago de Chile. Un colegio bastante único. 

[Laura]: Un colegio bien especial. Se llama Latinoamericano de Integración. 

[Daniel]: Ella es Laura. No es su nombre real. Por su actividad política prefirió usar un alias. Y este es…

[Rodrigo Cid]: Me llamo Rodrigo. Soy médico. Tengo perros (risas).

[Daniel]: Rodrigo Cid. Ambos, Rodrigo y Laura, estudiaron en el Latinoamericano en esos años.

[Rodrigo]: El colegio estaba constituido por tres casas. 

[Laura]: Una casa antigua.

[Rodrigo]: Casas grandes de los años cincuenta, sesenta, deben haber sido.

[Daniel]: Casonas típicas de barrio, un barrio de clase media, media alta. Providencia se llama. Entonces…

[Laura]: Hacia el lado izquierdo estaba la cancha y en esa cancha había un montón de murales que representaban diferentes países de Latinoamérica.

[Daniel]: Diferentes países porque era eso —la diversidad— justamente lo que definía la cultura del colegio. Lo que lo hacía especial. La mamá de Palma Salamanca, Mirna, era profesora ahí. 

[Mirna]: Al principio era un colegio chiquitito. Era bien considerado. Era un colegio que crearon un grupo de profesores que se plantearon una escuelita sin pretensiones. Porque había muchos extranjeros. 

[Daniel]: Venían de Alemania, de Suecia, de México, Cuba, Argentina, Venezuela, Francia, Italia. Uno que otro era hijo de un diplomático, o alguien de paso por Chile. Cuando Mirna se refiere a extranjeros, lo que quiere decir en realidad es que eran hijos de chilenos que volvían del extranjero. Del exilio. 

Por ejemplo, Rodrigo…

[Rodrigo]: Yo viví gran parte de mi niñez en… en Holanda y después en Nicaragua, y volví a Chile a los 14 años. 

[Daniel]: En otro colegio, un chico como Rodrigo quizá no hubiese encajado. En el Latinoamericano era normal. Aceptado. Uno más del montón.

Debo aclarar que aunque los exiliados volvían, no era porque la dictadura se hubiera acabado. No. Pinochet estaría en el poder hasta 1990. Pero el régimen militar había aflojado algunas restricciones a comienzos de los ochenta, y autorizó que algunos exiliados volvieran a Chile.

Este es Ignacio Iriarte. Estaba en el mismo curso de Palma Salamanca y eran muy amigos. 

[Ignacio Iriarte]: Llegaba mucha gente de, no sé, de Francia, Mozambique, de Brasil, de distintos lugares, y yo no. Yo no era exiliado. 

[Daniel]: Los exiliados tendían a ser más radicales en su visión política, claro. Por lo que habían vivido. Por eso también este colegio era una gran opción para los padres que militaban en partidos de izquierda: porque después del golpe las escuelas y liceos públicos quedaron en control de la dictadura, lugares no tan seguros para sus hijos. Pero en el Latinoamericano había de todo.

[Ignacio]: Mi familia sí era de izquierda, pero una izquierda más bien moderada. 

[Daniel]: Igual se respiraba un ambiente bastante politizado. Se sentía. Laura, por ejemplo, llegó a finales de los ochenta y se acuerda bien de su primer día.

[Laura]: Al entrar a la sala, eh, me voy a sentar y siento un: “¡Oye!”, y ellos me dijeron inmediatamente: “Mira, los puestos adelante lo ocupa el Partido Socialista, el Partido Comunista y el MAPU”, creo. “Aquí estamos los del Mapu Lautaro, el frente y el MIR”, y era los bancos del medio. Entonces me desconcertó.

[Daniel]: Eran diferentes facciones de la izquierda chilena del momento. Laura venía de otro colegio, uno que no era tan politizado. Y tratar de entender esta nueva realidad le estaba costando. 

[Laura]: Entonces ahí me contaron que los alumnos se sentaban según filiación política, muy parecido a la lógica de la cárcel, que también estaban en celdas divididos por organizaciones políticas.

[Daniel]: Y es que había tantos grupos políticos en esa época.

 

[Ignacio]: La mayor parte militaba en las Juventudes Comunistas; la otra mitad en el MIR. 

[Daniel]: El Movimiento de Izquierda Revolucionaria. 

[Ignacio]: Gente del Partido Socialista.


[Daniel]: Y el grupo que ya mencioné al comienzo de este episodio: el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Vamos a escuchar más sobre ellos un poco más adelante. 

[Ignacio]: Y la gente estaba super ideologizada. Estábamos todos muy ideologizados. 

[Daniel]: Esto que se describe del colegio, este ambiente político, tiene lógica si se toma en cuenta la realidad del país en ese momento. La crueldad de la dictadura. Los miles de muertos y desaparecidos. El terror y la policía secreta. 

Y el hecho que muchos de estos jóvenes y sus familias habían vivido de cerca la mano dura de Pinochet. Habían perdido gente cercana. Algunos habían pasado años exiliados, con todo lo que eso implica. Ser radical era lo más lógico. Además, pues, eran jóvenes.

[Ignacio]: Había mucha hormona juvenil adolescente dispuesta a jugársela por acabar con la dictadura. 

[Daniel]: Ese es el contexto. Ahora los hechos. 

Entonces. Ese año, el 85…

[Ignacio]: Estando día de marzo, el 29 de marzo, a las ocho de la mañana, entrando a clases.

[Mirna]: Y partí al colegio a tomar las… las horas de clase. 

[Rodrigo]: Nosotros estábamos en clase temprano en la mañana 

[Ignacio]: Nosotros teníamos educación física, gimnasia, justamente en el patio del colegio.

[Mirna]: Y yo me bajaba dos o tres cuadras antes y ahí iba meditando. 

[Ignacio]: Y de repente sentimos que pasa un helicóptero de Carabineros, de la Policía. Bien bajito, bien bajito, así como que: “¿Guay?¿ Qué pasó?”. Así, onda Vietnam. Nos tiramos al piso. Me acuerdo perfecto.

[Daniel]: Viernes por la mañana. Un helicóptero sobrevolando un colegio en un barrio residencial de Santiago. Raro. Incluso con el ambiente de dictadura que se vivía, era raro.

[Mirna]: Fue todo… todo fue tan rápido. 

[Ignacio]: Un helicóptero pasando tan bajo, casi a ras de techo del colegio.

[Rodrigo]: Como que dio una vuelta alrededor del colegio. 

[Mirna]: Todo fue como: 1, 2, 3. 

[Rodrigo]: Que fue bastante notorio. Todo el mundo lo escuchó… 

[Mirna]: Rondaba por. 

[Daniel]: Y después:

[Rodrigo]: Un silencio enorme y después del silencio, se escuchó un balazo.

[Ignacio]: Sentimos como un golpe metálico, así: ¡pah!

[Mirna]: Gritos y pifias y qué sé yo.

Y cuando llego a la esquina veo que están echando a un bus, a un auto, digamos, mejor, a una persona.

[Daniel]: Mirna miró bien y se dio cuenta que, en realidad, eran dos hombres que metían al auto. Y los reconocía.

[Mirna]: Y me fijé y era un profesor. Era un apoderado y… y un profesor.

[Daniel]: Apoderado. O sea un papá del colegio: José Manuel Parada. Y el profesor, Manuel Guerrero.

[Mirna]: Y los tiraron adentro de la camioneta y partió. 

[Rodrigo]: Empezamos a conectar las cosas, empezamos a hablar. E inmediatamente lo asociamos a un hecho de la represión. 

[Daniel]: Todo habrá durado apenas un minuto.

[Rodrigo]: El helicóptero. El silencio. El balazo y la huida. 

[Daniel]: Un apoderado y un profesor secuestrados. Otro profesor, que había intentado impedir el secuestro, herido de bala. Dentro del colegio, puro terror. Desde el segundo piso, algunos de los estudiantes miraban la escena.

[Mirna]: Y esos niños gritaban de susto, de horror, de qué sé yo.

[Daniel]: En el patio, varios alumnos se habían quedado helados, tirados en el piso después del balazo, incluyendo a Ignacio y a Palma Salamanca, que eran de los cursos más avanzados del colegio.

[Ignacio]: Llega un profesor, corriendo, nos dice: “Todos a la sala, todos a la sala”. Y nos explican rápidamente que acaba de haber un secuestro en la puerta del colegio, que acaban de balear a un profesor y que se lo estaba llevando en ese minuto a la clínica y que a los dos los habían secuestrado unos autos que pasaron por ahí.

[Daniel]: Dentro del Latinoamericano se vivían momentos de pánico.

[Ignacio]: El susto de lo que estaba pasando ahí, que no entendíamos nada, que no se qué. Y nos dijeron: “Miren, ustedes que son el curso más grande…”.

[Daniel]: “Tienen una tarea específica. Escuchen bien: vayan a los demás salones. Hablen con los chicos más jóvenes, mientras que los profesores se reúnen”. “Vayan”, les dice el profesor, “explíquenles lo que ha pasado”.

Y luego, mandó a otro grupito a que fuera al casillero del profesor Guerrero, el que acababan de secuestrar. Les dio una instrucción muy clara: 

[Ignacio]: “Sacan todo lo que hay ahí y lo queman porque lo más probable es que nos van a allanar los carabineros. Van a entrar a allanar el Colegio”.

[Daniel]: En ese momento, nadie tenía idea de lo que podría pasar. Funcionaban con la mínima información. Ignacio recuerda que…

[Ignacio]: Fui a hablar a un curso con otros compañeros. Fuimos dos a un… dos cursos más abajo. O sea, nosotros teníamos 15 y cabros de 13.

[Daniel]: Imagínense. Chicos de 15 años teniendo que explicarles a niños de 13 el horror de lo que acaba de pasar. No hay guion para algo así. Ignacio no recuerda bien qué fue lo que dijo. Solo recuerda que la idea era calmarlos. Que no salieran de salón. 

Para entender la otra tarea, la de la quema de los documentos del profesor Guerrero, hay que saber un poco más del contexto de Chile bajo Pinochet. 

Antes de reportar esta historia, no era algo que se me había ocurrido que pasara, pero en una entrevista tras otra, esa imagen se volvía a repetir, una y otra vez. Una familia, en un momento desesperado, quemando documentos. Para salvarse. Lo escuché de Laura:

[Laura]: Entonces mi papá me decía: “No, saquen todas las revistas, las cartas, todo nomás vamos quemando”, pensando que en algún momento podían venir a buscarnos. 

[Daniel]: De Rodrigo:

¿Tú quemaste documentos o…? 

[Rodrigo]: Sí, más de alguna oportunidad. Revistas, panfletos, pancartas. etcétera. Sí.

[Daniel]: De una exiliada chilena llamada Patricia. 

[Patricia Montes]: Los primeros días del golpe mi madre se dedicó a quemar los libros. Todos los libros. No quedó ninguno.

[Daniel]: Y lo escuché muchas, muchas veces más. Tantas que llegué a tener una imagen de Santiago en estos años: la de una ciudad gris, lúgubre, capital de pequeñas fogatas, cada una producto del terror, miles de familias deshaciéndose de sus secretos.

Entonces, la escena que me describieron del Latinoamericano ya se me hace familiar. Reconocible. En momentos de peligro, de tensión, la reacción era prenderle fuego a cualquier material que te pudiera comprometer. Quizá lo único que llama la atención de esa mañana en el Latinoamericano es que le dejaron esta tarea tan delicada a un grupo de jóvenes empanicados de 15 años.

[Ignacio]: Quemando documentos que no teníamos idea qué teníamos que quemar, si quemamos todo lo que encontramos. 

[Daniel]: Ignacio recuerda bien estar con Palma Salamanca, entre el grupo de compañeros del salón, todos en el baño del colegio, quemando los papeles del profesor. Según Ignacio, les agarró una especie de fiebre. Un afán por quemar todo. Una necesidad.

[Ignacio]: Nuestros propios cuadernos, así teníamos algunos… unos que decían así, “JJ CC. Juventudes Comunistas”, rompiéndola. Ya. El pánico, quemando esto en el baño, además.

[Daniel]: Recuerda a su amigo quemando sus cuadernos también, donde tenía dibujado el logo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

[Ignacio]: Así como otros rayaban “Jota Jota CC” y nosotros rayábamos “PS” y otros rayaban “MIR”, este huevón… y claro, yo lo que sí me acuerdo sacando de sus cuadernos todo vestigio de donde dijera “FPMR” o algo vinculado a política.

[Daniel]: Y así, esa mañana de marzo, 1985, en el baño de un colegio en Santiago, Ricardo Palma Salamanca, adolescente, quemaba sus cuadernos. 

La emisora más confiable y más escuchada entre los opositores del régimen era Radio Cooperativa, y no tardó en sacar la noticia al aire. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Voz]: El diario de Cooperativa está llamando. 

[Periodista]: Hace pocos minutos varios individuos balearon a un profesor y secuestraron a otro y también a un apoderado desde un establecimiento educacional en la comuna de Providencia de Santiago. Los hechos ocurrieron en el Colegio Latinoamericano de Integración…

[Mirna]: Fue de mucha… de mucha angustia cuando empezaban a llegar los apoderados, llorando, gritando, desesperados, asustados. 

[Daniel]: El hijo de uno de los secuestrados, Manuel Guerrero, habló con la radio Cooperativa desde el colegio, sin muchas ilusiones:

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

(Hijo de Manuel Guerrero): Hay dos posibilidades que son… que son las dos variables, las más posibles. En el mejor de los casos es que lo echen del país. Y si es que no, lo van a matar, simplemente.

[Daniel]: Y pasó algo que nos puede sonar extrañísimo. 

[Rodrigo]: Hicimos como un campamento en el colegio.

[Daniel]: Muchos de los estudiantes decidieron quedarse a dormir esa noche en el colegio.

[Rodrigo]: Fue… Fue todo muy improvisado. Es decir no, no… pero nos quedamos ahí.

[Mirna]: Los chicos ofrecieron la noche con… con algunos profesores solteros, quedarlos con ellos. 

[Rodrigo]: Y alguien trajo una tele y un beta y estuvimos viendo películas. 

[Mirna]: Todo se ve así como de película. 

[Daniel]: Un acto de resistencia. 

[Rodrigo]: Se puso un… un gran lienzo adelante que decía: “Desde aquí se los llevaron. Y aquí los queremos de vuelta”.

[Daniel]: Lo que todos los del colegio Latinoamericano querían. 

Ya volvemos.

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[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. 

Entonces. Un acto espectacularmente violento, a plena luz del día, en un barrio residencial de la capital chilena. 

O sea un acto diseñado para sembrar terror.

Para entender qué había pasado, y la lógica sangrienta detrás de estos secuestros, tenemos que retroceder un poco. A agosto de 1984. Siete meses antes del ataque al Colegio Latinoamericano. Es lo que me propuse al comienzo del episodio: tratar de entender de dónde viene la violencia política. Como si fuera posible encontrar un punto de origen. 

[Andrea Insunza]: Soy Andrea Insunza, periodista, directora del Centro de Investigación y Publicaciones de la Universidad Diego Portales. 

[Daniel]: Hablé con Andrea, quien, junto con otros colegas, ha investigado bastante sobre la época de Pinochet, y lo que significó la represión para tantos chilenos. 

Y Andrea me contó que el caso de los secuestrados del Latinoamericano está ligado a otra historia de la violencia política en Chile, y en específico a un hombre de 28 años llamado… 

[Andrea]: Andrés Valenzuela, a quien le decían Papudo.

[Daniel]: Papudo era un miembro de la dirección de inteligencia de la Fuerza Aérea de Chile y formaba parte de un grupo secreto llamado el Comando Conjunto. 

Es importante resaltar que en esa época, muy poca gente fuera del círculo más selecto de los colaboradores de la dictadura sabía de la existencia de este grupo. Había otros grupos de seguridad ligados a la dictadura, grupos represores, pero este en particular, era ultrasecreto. El comando conjunto se dedicaba básicamente a la represión violenta del Partido Comunista.

[Andrea]: Esa es la gran misión que el Comando Conjunto se propone cumplir. Y lo logran.

[Daniel]: En agosto del 84, Papudo… 

[Andrea]: Llega a la revista Cauce, que era una revista de oposición, y pide hablar con una periodista que es Mónica González.

[Daniel]: Lo que Papudo quiere es confesarse con ella… 

[Andrea]: Le dice que él se levanta sintiendo olor a muerto, que sigue durante el día sintiendo el olor a muerto. Y… Y básicamente ya no puede vivir con ese peso.

[Daniel]: Y bueno, Papudo tenía algo muy claro… 

[Andrea]: Cuando se acerca a Mónica González y le da esta entrevista, que lo más probable es que eso derive en su propia muerte. En que sea detenido y asesinado por sus propios compañeros de armas.

[Daniel]: Porque lo que quería contar era explosivo: quería contar lo que sabía sobre algunos de los desaparecidos. En detalle. Con… 

[Andrea]: Nombres de víctimas. 

[Daniel]: De lugares.

[Andrea]: De cómo los torturan.

[Daniel]: De cómo los ejecutan.

[Andrea]: De cómo queman los cadáveres

[Daniel]: De cómo algunos los lanzan al mar.

Todo lo que había visto y lo que había hecho. Todo lo que ya no quería seguir haciendo. En el momento en que se presenta en la revista, Papudo se convierte en un desertor, el primero que reconoce la práctica sistemática de detención y desaparición del régimen. Algo que la dictadura hasta ese momento se había empeñado en negar. 

No se puede subestimar la importancia del testimonio de Papudo. Tanto, que González y la revista Cauce deciden acudir a una organización de derechos humanos: La Vicaría de la Solidaridad. 

[Andrea]: Un organismo de la Iglesia Católica que básicamente se dedica a recibir las denuncias de las familias que pierden algún familiar a manos de los servicios de seguridad.

[Daniel]: Personas detenidas, desaparecidas, torturadas, golpeadas. Ejecutadas. 

[Andrea]: Es el gran archivo sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas en Chile.

[Daniel]: Por lo tanto, la Vicaría era una organización que incomodaba mucho al régimen de Pinochet. Con una diferencia importante: al ser afiliada a la iglesia en un país tan Católico como Chile, estaba protegida. Blindada.

O por lo menos se sentía así. 

Con el testimonio de Papudo en mano, Mónica González va a la Vicaría. Ninguna institución en Chile más indicada para verificar lo que estaba confesando. 

Y bueno, en la Vicaría trabajaba José Manuel Parada, el apoderado que sería secuestrado frente al colegio Latinoamericano. Y es aquí donde empieza la conexión entre el testimonio de Papudo y los secuestros que ocurrirían siete meses después.

[Andrea]: La Vicaría, como te contaba, había mucha preocupación porque su trabajo fuese muy profesional.

[Daniel]: En parte porque dependía de esa reputación. No eran activistas ni actores políticos. Eran abogados, asistentes sociales, psicólogos, sociólogos, investigadores, etcétera. Su rol era investigar y denunciar abusos de derechos humanos del régimen, además de apoyar a las víctimas y sus familiares con ayuda psicológica y legal. 

Cumplían esta labor, sin participar como institución en actividades políticas per se. Pero, ante las confesiones de Papudo, no había manera de evitar quebrar incluso sus propias normas. Por ejemplo: era evidente que Papudo tenía que salir del país. 

[Andrea]: Ahí pasan algunas semanas en que él permanece en Chile, escondido en distintos lugares que la Vicaría, justamente por sus vínculos con la Iglesia, es capaz de proveer. En general estamos hablando de… de sitios religiosos, digamos.

[Daniel]: Conventos, iglesias. Todo para protegerlo. Papudo era testigo del mal y la dictadura ya lo estaba buscando. Ya sabían que había desertado. Para esas alturas Mónica González ya era objeto de seguimientos y amenazas veladas. Y aquí debo mencionar que intenté hablar con Mónica, pero no aceptó la entrevista.

Según Andrea, todo lo que tiene que ver con Papudo fue manejado con mucha discreción en La Vicaría, y fue Mónica González la que acudió a José Manuel Parada para chequear la veracidad de las confesiones. 

[Andrea]: Él estaba a cargo de la unidad que procesaba justamente todas las denuncias que iban llegando a La Vicaría y que iba tratando de encontrar intersecciones, ¿no? Ciertos patrones.

[Daniel]: Y es durante este proceso que Parada se da cuenta que él conoce a alguien que puede corroborar esta información sobre el Comando Conjunto. Un profesor del Latinoamericano, Manuel Guerrero, que había sido detenido y torturado en los setentas. Y Parada… 

[Andrea]: Se da cuenta de que es probable que Manuel haya estado en manos justamente de este organismo nuevo que no se conocía, que se llama Comando Conjunto.

[Daniel]: Es decir, lo que Papudo había contado, Manuel Guerrero probablemente lo sabía de primera mano. 

[Andrea]: Entonces José Manuel, con Manuel Guerrero y con gente dentro de la Vicaría, empiezan a analizar el testimonio de Papudo en varios niveles. 

[Daniel]: Todo mientras Papudo estaba escondido, y mientras la Vicaría preparaba su salida del país. Consiguiendo sus documentos falsos, planeando su ruta por la cordillera. Organizando a la gente que lo iba a recibir en Argentina. Todo un proceso que va más allá de la postura estricta con la que la Vicaría siempre se había manejado. Se entiende, por supuesto. Nunca había habido un testigo como Papudo.

[Andrea]: Entonces, lo que empieza a ocurrir es que la dictadura se da cuenta de que la Vicaría tiene en sus manos un testimonio de un agente que entrega información relevante, detallada.

[Daniel]: Sobre sus prácticas, las desapariciones, sobre lugares de detención y tortura. Y…

[Andrea]: En noviembre del 84, Pinochet dicta estado de sitio y prohíbe que Cauce y otras revistas, digamos, de oposición, sean publicadas. 

[Daniel]: Dictó ese estado de sitio justamente para impedir que se publicara la entrevista a Papudo. Pero no lo logró. La entrevista se publicó en diciembre, fuera del país, en Venezuela. Y a comienzos del 85 se publicó en Chile una extensa declaración de Papudo, donde confiesa y detalla sus crímenes. 

El impacto fue brutal. Con el testimonio de Papudo se confirmó —por primera vez— la existencia de los detenidos desaparecidos bajo la dictadura. Así que todo esto lleva a los hechos que ya narramos, los del Latinoamericano, el 29 de marzo del 1985, un acto de violencia de Estado a plena luz del día. 

[Andrea]: Ya a esas alturas la dirección de análisis de la Vicaría, y particularmente José Manuel y Manuel, habían llegado a tener acceso a demasiada información y eso empezaba a poner en riesgo a los agentes de… de este servicio secreto.

[Daniel]: Es decir, se tomó la decisión de que Parada y Guerrero eran demasiado peligrosos. 

Entonces, volvamos al Colegio Latinoamericano. Recordemos que el secuestro sucedió a eso de las nueve de la mañana, un día viernes. 

En las calles de la capital chilena, por supuesto, nadie sabía nada de ellos. Y se suponía lo peor. 

[Rodrigo]: Y es ahí al día siguiente que estando en el colegio nos enteramos de que habían aparecido.

[Andrea]: Los cuerpos se encuentran al mediodía del sábado 30 en Quilicura.

[Ignacio]: Degollados en una zanja a la salida de Santiago cerca del aeropuerto Arturo Merino Benítez, en esa época aeropuerto Pudahuel. 

[Andrea]: Lo encuentran dos campesinos, luego los llevan al Instituto Médico Legal, donde tienen que confirmar que son ellos.

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Radio Chile Archivo]: La noticia de la aparición de tres cadáveres al poniente de Santiago está provocando escenas de profundo dramatismo ya que aún no se determina fehacientemente la identidad de las personas asesinadas. 

[Andrea]: Y no hay ninguna alta autoridad del Instituto Médico Legal que haya sido capaz de salir a entregar esa información. Sale un funcionario de tercer rango, abre la puerta y confirma las identidades de José Manuel y de Manuel.

[Daniel]: La esposa de José Manuel Parada, Estela Ortíz, dio una declaración a los medios delante del Instituto Médico Legal. Ella sabía bien cómo era el régimen. Su padre había sido detenido y desaparecido en 1976. Ahora acababa de enterarse de que era viuda y quedaba sola, con cuatro hijos. El menor no tenía ni siquiera dos años.

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Estela Ortiz]: Me han matado a mi marido. Llegará el día en que cada uno de ellos va a pagar cada uno de estos crímenes. No les quepa duda. Hasta que me quede la última gota de sangre, los voy a vengar. No quiero que más gente sufra lo que yo he sufrido. Esto es demasiado terrible. Tenemos que cambiar este país de una vez por todos. ¿Hasta cuándo siguen dialogando con los asesinos? ¿Hasta cuándo siguen matando a nuestro pueblo? ¿Hasta cuándo permitimos tanta, tanta matanza? ¿Tanto crimen? ¿Tanta tortura en este país? ¿Hasta cuándo? Chilenos, compañeros, compatriotas, por favor levántate. No aguantes que nos sigan matando a nuestra gente. Por favor, por favor, exijamos justicia de una vez por todas.

[Daniel]: Todo fue demasiado brutal. Demasiado violento. Se conocieron en Chile como Los degollados. José Manuel Parada, Manuel Guerrero, y un tercero. Un militante comunista, publicista y dibujante llamado Santiago Nattino, que había sido secuestrado el día anterior que Guerrero y Parada.

Pero no fue solo el hecho de estos tres asesinatos, sino la manera en la que los mataron lo que impactó tanto a la gente. Andrea se acuerda bien.

[Andrea]: Yo en esa época tenía diez años. Y recuerdo perfectamente que ese día como que nadie nos venía a buscar al patio. Estaban todos pegados a la radio y cuando se supo que habían aparecido estos cuerpos en Quilicura se produjo un shock enorme. Yo vi a mis… a mis tías llorar, escuché algún grito.

Yo recuerdo eso también: haberle preguntado a mis padres qué significaba degollar

[Daniel]: El caso de los degollados marcó a dos generaciones. 

[Andrea]: Porque marca la generación de mis padres, que era la generación de José Manuel y de Manuel. Pero además, como es un crimen que ocurre a la salida de este colegio, marca la generación siguiente.

[Daniel]: Y así fue.

Recordemos al chico del Latinoamericano quemando sus cuadernos rayados con insignias de grupos de izquierda radical. Ese joven, Ricardo Palma Salamanca, testigo del secuestro de un profesor y de un apoderado de su colegio. 

Recordemos el contexto político del momento: las graves denuncias que recibían los de la Vicaría, los riesgos que asumían al investigar a los torturadores. 

Bueno. Él. Ricardo Palma Salamanca de 15 años. De una familia de izquierda. A los cuatro, vio cómo allanaron su casa las autoridades. Tanto su mamá, Mirna, como su papá, perdieron sus trabajos después del golpe, ambos por razones políticas. Creció bajo la sombra de la dictadura y pasaron años difíciles. Sus hermanas, ambas mayores, ambas militantes de las Juventudes Comunistas. Una fue detenida por la policía, la otra secuestrada por las fuerzas de seguridad y torturada. Ambas, por suerte, sobrevivieron. 

El profesor y el apoderado no. Aparecieron degollados.

Palma Salamanca ha tenido una vida de película — literalmente, de película. Se han hecho un par inspiradas en él. Seguramente se harán más.

Bueno, mi versión de esta película comenzaría quizás con la escena del Colegio Latinoamericano de Integración. Un joven testigo de violencia opta por una vida como miembro de un grupo armado contra la dictadura. Pero entra justo cuando el país se está pasando hacia una suerte de democracia. Entra justo cuando la lucha está perdiendo la lógica que antes tenía. Entra justo cuando ese grupo que tanto admiraba, el Frente, cuyo logo dibujaba en sus cuadernos escolares, había perdido su mística. 

Mi película incluiría esta escena con su mamá. 

[Mirna]: De pronto un día me dijo, así, estábamos hablando precisamente del no sé qué.. no recuerdo muy bien. “Mamá”, me dijo, “yo… yo ingresé al Frente”. 

[Daniel]: El Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Palma Salamanca tenía 18 años… 

[Mirna]: Uy, se me heló todo. Se me heló todo.

Le dije: “Ya, po. Yo lo más que te pido, lo más que te pido y que te lo ruego: prudencia. Prudencia contigo mismo y con la gente que te rodea. Tú no puedes andar dando patas como loco perteneciendo a un grupo que no lo considero de locos”, porque yo admiraba a esa gente que estaba formando ese equipo.

Y no, me dijo: “No te preocupes. Si yo recién soy un… estoy en el kínder todavía”, me dijo.

[Daniel]: Pero sabemos que no se quedó en el kínder. 

En mayo de 1990, a tres meses del final oficial de la dictadura, Palma Salamanca, de veinte años, se vistió de uniforme escolar, y junto a un compañero del Frente, asesinó a un coronel de Carabineros, Luis Fontaine. 

Fontaine, debo decir, ya estaba jubilado, pero no había sido cualquier carabinero. No. Había sido el director de la división policial de inteligencia que ejecutó el crimen de los degollados. Tomando en cuenta lo que había sucedido en el Latinoamericano, digamos que matar a Fontaine vestido de escolar, le añade un toque irónico a un asesinato político. 

Palma Salamanca sería condenado por este crimen, por el asesinato de un sargento del ejército, exescolta de Pinochet. Por el asesinato del Senador Jaime Guzmán y por el secuestro de Cristian Edwards, hijo del dueño de El Mercurio, el periódico más importante de Chile. El asesinato de Guzmán, en particular, es considerado uno de los actos terroristas más significativos de la época. Guzmán era el ideólogo del régimen de Pinochet, arquitecto de la constitución, y era, además, un senador elegido en democracia. 

Cuando se fugó de la cárcel en 1996, Palma Salamanca terminó en México, donde vivió con un alias, haciéndose pasar por mexicano. Y parece que lo hizo bien. Hablé con varios amigos que lo conocieron ahí y ninguno dudaba que era mexicano.

Vivió así, clandestino, hasta mediados del 2017, cuando otro ex frentista, también viviendo en México con una identidad falsa, fue arrestado y acusado de secuestro. Palma Salamanca se fugó de inmediato. Y terminó en Francia, pidiendo asilo al gobierno francés. El Estado chileno, al enterarse, pidió la extradición. 

En diciembre del 2018, viajé a París, y una noche, en un café no tan lejos de la Place de la République, conversé con él. Me encontré con un hombre de unos cincuenta años, pelo negro entrecano. El día que lo conocí, tenía puesta una chaqueta de cuero y jeans. Pinta de metalero de mediana edad. No me mostró una sonrisa durante la primera hora en que hablamos.

No me dejó grabar y tampoco lo intenté. Había llegado sin grabadora, sin micrófono, incluso sin papel, con la idea de que al conversar, lo convencería de aceptar una entrevista formal, grabada. No fue así. Dada su situación legal, no aceptó. No pudo. Todo era demasiado incierto. 

Pero lo que me contó esa noche en París es más o menos lo que le ha relatado a otros periodistas, los pocos con los que ha hablado, y por eso no tengo reparos en contarlo. Me dijo que se estaba adaptando bien a su nueva vida en París, aprendiendo el idioma, escribiendo sus memorias. Esperaba con optimismo el fallo de las autoridades francesas sobre su asilo. Me contó que su idea había sido quedarse en México para siempre, pero no se pudo. Que lo que más le aterraba era volver a la cárcel. Que apreciaba, pero no se acostumbraba del todo al trato que recibía de los exiliados chilenos en París, como si fuera una estrella. Después de veinte años escondiendo su pasado, le parecía raro ser el centro de atención. Lo incomodaba. 

Cuando hablé con él, primero descartó cualquier posibilidad de conectar lo que vio ese día en el Latinoamericano con el asesinato de Fontaine, o con su vida como frentista. Por poco se rió en mi cara. Pero luego, seguimos hablando, y como que lo pensó. Y me dijo que quizás. Que todo era posible.

Es literario, lo sé, conectar la decisión de optar por una vida revolucionaria con lo que vivió en su colegio, como joven en 1985. Es literario, pero tampoco es rebuscado. Sabemos que la violencia lleva a más violencia. Sabemos que el contexto político de la época tenía su propia lógica: nadie se imaginaba que la dictadura se iba a caer solita. Casi todos los partidos de izquierda tenían su grupo armado. Todos reclutaban jóvenes como Palma Salamanca. Es más, dependían de ellos. De jóvenes dispuestos a asumir riesgos que muchos no aceptarían. Llámenlo valentía o locura. 

Esa noche en París, Palma Salamanca me dijo que Chile era un país que le había causado mucho dolor. 

Claro, muchos de sus compatriotas dirían que él también le ha causado mucho dolor a Chile. 

La última vez que lo vi fue en enero de 2019. 

Fue el día en que la justicia francesa rechazó de manera oficial la petición de extradición del estado chileno. Yo había ido a París tres veces para estar en el tribunal y esta última vez todo pasó rápido. La jueza leyó el fallo y en la sala era ambiente de fiesta. Todos menos los abogados del estado chileno aplaudieron. 

El grupo de Palma Salamanca, sus abogados, amigos, gente cercana a él, terminaron en un café a un par de cuadras del Palacio de Justicia. Había exiliados de varias generaciones. Charlaban, se reían, todos con copas en la mano, felices por él, felices, debo decir, por ellos mismos. Uno de los suyos se había salvado de la cárcel. Y eso valía la pena celebrarlo.

Con tanta gente alrededor sabía que iba a ser imposible hablar con él. Y así fue. Apenas logré intercambiar un par de palabras. 

Pero esta vez sí me sonrió. 

Esta historia fue reportada y escrita por mi, con investigación y producción de Gilda di Carli. La edición es Camila Segura y Luis Fernando Vargas. La mezcla y el diseño de sonido son Andrés Azpiri y Rémy Lozano. El fact-checking es de Andrea López Cruzado y Cristóbal Peña. Los dos libros de Cristóbal, “Los fusileros”, y “Jóvenes pistoleros”, son altamente recomendados, y se me hicieron claves para entender esta época. Además se leen como novelas. Buenísimas. 

Gracias también a Ana Luz Solís, Hugo Pasarello Luna, Daniela Cruzat y Laura Fraser. Gracias a Paula Molina y Radio Cooperativa por el uso de sus archivos. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Lisette Arévalo, Gabriela Brenes, Jorge Caraballo, Victoria Estrada, Miranda Mazariegos, Patrick Moseley, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, David Trujillo, y Elsa Liliana Ulloa. Carolina Guerrero es la CEO.

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, y se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

 

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.


Créditos

PRODUCCIÓN
Daniel Alarcón


EDICIÓN
Camila Segura y Luis Fernando Vargas


DISEÑO DE SONIDO
Andrés Azpiri


MÚSICA
Andrés Azpiri


ILUSTRACIÓN
Carla Berrocal


VERIFICACIÓN DE DATOS Y HECHOS
Andrea López-Cruzado


PAÍS
Chile


PUBLICADO EN
03/30/2020

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