Hombre vs. Máquina [repetición] | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Hoy volvemos a uno de nuestros episodios favoritos que publicamos en el 2018. Es sobre un hombre y sus problemas… bueno… un poco inusuales. Y una advertencia antes de comenzar: Yo como padre no lo escucharía con mis hijos, porque tiene contenido sexual explícito.
Aquí el episodio.
Dennis Maxwell llegó a San Francisco, California en 1993. Era joven, y quería probar suerte en un nuevo país. Su viejo ya vivía en la ciudad.
Y nada, San Francisco le sorprendió. Era una ciudad en la que se respiraba cierta libertad. Y Dennis, pues, venía de Chile. De Santiago, una ciudad gris, que estaba saliendo de un pasado bastante oscuro, una ciudad conservadora.
San Francisco: todo lo contrario.
[Dennis Maxwell]: En una de mis primeras caminatas por la calle Market pasó por mi lado un viejito desnudo. Completamente desnudo.
Bueno, digamos que llevaba zapatos y un calcetín que le cubría el…
[Daniel]: Ya sabes… a lo Red Hot Chili Peppers. Y bueno, ese viejo desnudo es representativo de una ciudad abierta, libertina, fiestera.
Lo que le tocaría a Dennis en los siguientes años, sería un choque cultural.
Aquí Dennis.
[Dennis]: Debo reconocer que al principio estas cosas me chocaban. Pero luego me di cuenta que en San Francisco podías ser como tú quisieras. Si querías salir con una serpiente enrollada en la cabeza, nadie se daría cuenta. Si querías ponerte tatuajes, o usar aretes, o el pelo largo, perfecto. Cosas que, si las hacías en Santiago en esa época, pues la gente te miraba raro.
Al principio trabajé con mi viejo. Le ayudaba en los trabajos de construcción y de pintura que le salían. Luego hice de todo: cambié techos, imprimí camisetas para ciclistas, y hasta vendí sánguches por las calles del barrio latino, La Misión. Hasta me llegaron a conocer como “el sanguchero”. Pero mi sueño siempre fue hacer cine. Así que después de hacer todos esos trabajos un día sentí que no, que ya estaba bueno, que ya era hora de tratar de cumplir con ese sueño.
Conseguí una pasantía para aprender a editar video y al año siguiente encontré trabajo en un portal para latinos llamado Star Media. Era la época del primer boom de internet, del punto com, y había trabajo para todos en San Francisco.
Llegaba gente de muchas partes del mundo en busca de oportunidades. Y todos los restaurancitos, los bares que iban abriendo, apuntaban a una clientela con más plata. Y yo también era de los que vivía en esta burbuja.
Mi trabajo era simple, y lo sentía como un privilegio. Me llegaban en ese tiempo, en VHS, videos de, qué se yo, Fito Páez, Soda Stereo, o de bandas mexicanas, toda esa música latinoamericana.
(SOUNDBITE “TRÁFICO POR KATMANDÚ” DE FITO PÁEZ)
[Dennis]: Mi trabajo era de seleccionarlos, comprimirlos y hacerlos accesibles para la gente en la web. Parecía que había mucha plata en la compañía. Queríamos una cámara de vídeo, la compraban. Queríamos los mejores equipos de edición, nos los compraban. Hasta que un día terminó.
Supongo que siempre supimos que la burbuja se iba a reventar. También supe que no quería volver a pintar casas. Entonces esperé. Y no fue tan fácil conseguir otro trabajo como el que había perdido. Pasó un año. Y ya me estaba empezando a desesperar.
Hasta que me llamó mi amigo Ricardo.
¿Tú, tú te acuerdas cuando… cuando me llamaste, pa’ decirme que estaba el… el trabajo este?
[Ricardo]: Yo me recuerdo tú estabas como in the same position de mí, que las cosas estaban feas, you know, necesitabas trabajo y… era, ¿era más que para hacer cámara primero? O editing, era más que editing.
[Dennis]: Bueno, yo sí lo recuerdo bien. Era un trabajo editando videos. Perfecto, pensé. Luego, aclaró: editando videos pornográficos.
Okay.
Ya hablamos de lo conservador que era mi país, pero creo que vale la pena repetirlo: Chile es quizá, el país más conservador de América Latina. Fue uno de los últimos países del continente en legalizar el divorcio, en el 2004 y cuando Iron Maiden iba a ir en el 92, hubo toda una polémica porque la iglesia y muchos feligreses la consideraban música satánica.
(SOUNDBITE NOTICIEROS)
[Periodista]: Diversos sectores de la Iglesia presionan al gobierno para que impida el ingreso de esta banda al país.
[Cura]: Satanás, el demonio, es una realidad, y el demonio se vale de muchas cosas para introducir el mal en el mundo. Entre ellos, estos grupos que finalmente, ¿no cierto?, por lo que ya sabido de muy buena fuente todas sus reuniones terminan en grandes orgías, ¿no? En droga, en alcoholismo, en libertinaje sexual.
[Dennis]: Iron Maiden no se pudo presentar y la banda respondió diciendo que Chile era un país medieval. Y yo… a pesar de ser ateo y muy, pero muy cool… Pues también en ese tiempo, debo admitirlo, era un “poquito” conservador. Así que cuando Ricardo me ofreció este trabajo… no sabía qué hacer. Di muchas vueltas pensando si debía tomarlo o no.
Entonces, hice lo que seguramente todos ustedes harían al confrontar la decisión de aceptar o no un trabajo editando videos porno: consultar a su mamá.
¿Y tú te acuerdas qué fue lo que me dijiste?
[María]: Sí, más o menos a pesar que han pasado hartos años me acuerdo que te dije: “Bueno Dennis velo tú, eh… si tú crees que esto no te va a afectar emocionalmente, hazlo”.
[Dennis]: Yo recuerdo que fue un poquito más contundente. Me dijo algo como: “Mira hijo si tu crees que esto no te va a joder la cabeza, hazlo”. Y pensé: ¿en realidad puede ser tan sencillo?
Y siendo que venías de una familia tan católica, ¿por qué crees que me respondiste así?
[María]: Eh, por qué, bueno, yo ya era una mujer que había pasado por muchas cosas y mi visión, en este sentido, había cambiado bastante. Y ya había tenido oportunidad de ver, en una oportunidad, una película porno. Ya como que estaba un poco más abierta mi mente a estas cosas, ¿no? Y… pero igual esto no dejaba de… de preocuparme.
[Dennis]: Yo también estaba preocupado. Pero qué va. Me lancé.
Como venía recomendado por Ricardo, ni siquiera me hicieron una entrevista formal. Llegué y primero me recibió el dueño. Se presentó. Era un tipo británico como muy nervioso. Lo que más me sorprendió es que siempre andaba descalzo dentro de la oficina.
Y me dijo: Mira, ella es Cowgirl. Te va a explicar lo que vas a hacer aquí. Volteé para saludar a Cowgirl y me encuentro con una rubia platinada, así tipo Marilyn Monroe, con un vestido bastante ajustado, muy sexy. Y me dice…
[Cowgirl]: Sígueme…
[Dennis]: Pasamos a una sala con varios monitores y máquinas de video.
[Cowgirl]: Siéntate, tranquilo…
[Dennis]: Me dijo: “Sólo te voy a mostrar el tipo de películas que producimos aquí, para que te familiarices”. No supe qué pensar. Se sentó ahí conmigo, y puso una cinta.
Me quedé helado cuando vi la primera imágen en la pantalla. En vez de explicarlo yo, les dejo a mi mamá.
[María]: Un día tú me mandaste el link de Fucking Machines y rápidamente me metí a la computadora a mirar qué era esto. Y me quedé realmente impactada cuando vi de qué se trataba y dije: “¿Hasta dónde llega la imaginación para lograr el placer en los humanos?”. No podía creer lo que estaba viendo, fue realmente impactante para mí y fue mayor mi… mi aprehensión de lo que podía esto afectar tu cabeza.
[Dennis]: ¿Y qué… te acuerdas como específicamente qué fue lo que viste?
[María]: Y eran mujeres haciendo sexo con máquinas.
[Dennis]: Sexo con máquinas. De eso era la página web que me tocaría editar.
[Machine]: Fucking Machines by Kink.com is machines relentlessly fucking pornstars until their pussies squirt everywhere!
[Dennis]: Eso fue lo que Cowgirl me mostró ese primer día. Fue tan impactante que me costó un momento darme cuenta de que la chica en el video, era la mismísima Cowgirl.
Como en cualquier otra oficina había escritorios, teléfonos, computadores. Gente trabajadora, otros perezosos, y eso sí, había bastante chisme. Pero la gente era, por lo general, amable. Me llevaba bien con casi todos. Excepto con Tony, mi jefe directo, y el encargado de la página web. Con él chocamos desde el primer día. Era un tirano. Y yo, siendo chileno, estaba harto de tiranías.
Me llamaba mucho la atención la aparente normalidad de todo, cómo la gente aceptaba todo lo que nos rodeaba, con absoluta tranquilidad. Sobre todo en esas primeras semanas, se me hacía difícil entender cómo casi ninguno de mis compañeros de trabajo parecía darse cuenta de lo extraño que era nuestro ambiente. Bueno, Ricardo sí…
[Ricardo]: Apestaba como sexo, muchas veces, pero sexo… Not good sex… (Risas). Y… y… y llegaba pa’ atrás y abría la puerta la de abajo y oigo: “aaah, aaah, aaaah, con, chocon, chocon, chocon, chocon, chocon”. Y yo: “¿Hola, están usando el monstruo?”
[Dennis]: Nunca voy a olvidar esos sonidos, sobre todo porque mi escritorio era el último e inmediatamente al lado mío había una puerta, y del otro lado de esta puerta estaban los “sets”. Los estudios donde se estaban grabando estas películas.
Es decir, del otro lado de la pared donde estaba mi escritorio, donde yo editaba, había una sala de operaciones. Sí, una sala con… con una camilla, con instrumentos como de cirugía. Y después había otro estudio que era como un dormitorio, un típico dormitorio con camas, con mesitas de noche… Y más allá, al final, había un gimnasio.
Y claro una vez que tú atravesabas esa puerta, del lado de mi escritorio, estabas directamente en este mundo: en el mundo de la pornografía. Y ahí las protagonistas, incluso más que las chicas, en realidad, eran las máquinas.
[Ricardo]: Las máquinas… Si uno ve y trabaja con las máquinas y ve lo que las máquinas hacen… I mean, si no te asustan en el principio más que te van a hacer reír.
[Dennis]: En el fondo las máquinas eran como vibradores pero de diferentes tamaños y con diferentes mecanismos. De la que mejor me acuerdo, me imagino por lo ridículo del nombre, es del… Drilldo.
[Ricardo]: El Drilldo era un taladro. Y más que el dildo hacía…
[Dennis]: No creo que sea necesario explicarlo más. Se llama Drill-do, por el amor de Dios. Como esta máquina, habían otras, por supuesto unas más sofisticadas, pero todas con más o menos la misma idea. Nada muy ingenioso. Y eso era lo que yo veía todos los días en mi monitor. Mujeres versus máquinas.
Nunca le encontré mucho erotismo, siempre lo vi como una performance bastante bizarra. Pero poco a poco comenzaba a acostumbrarme al trabajo. No sin que, de pronto, sucedieran cosas inesperadas. Como cuando Cowgirl salió del set completamente desnuda y se sentó en su escritorio, que estaba al lado del mío, y yo me quedo mirándola como un pavo, hasta que ella me sacó del espasmo y me dijo:
[Cowgirl]: Dennis, qué te sorprende si me ves todos los días desnuda en la pantalla.
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
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[Daniel]: Antes de la pausa, Dennis se estaba acostumbrando a su trabajo como editor de películas porno. Pero algo no estaba bien. Presentía que en algún momento, ese trabajo le iba hacer daño.
Aquí Dennis…
[Dennis]: Un día me subí a un taxi en San Francisco, y el chofer iba escuchando la radio. Era una entrevista a un productor y director importante de películas porno. Y justo en ese momento este tipo empieza a contar cómo le afectó el haber trabajado en esta industria. Básicamente lo que estaba diciendo era que por mucho tiempo no podía tener relaciones sexuales con su pareja ni con nadie porque le había afectado a tal punto que ya no podía tener una erección.
Y bueno, deben saberlo que yo siempre he sido hipocondríaco. Si tú me hablas de una enfermedad, de los síntomas, yo inmediatamente los empiezo a sentir. Entonces, cuando escuché eso, se me empezó a pasar por la cabeza: “¡No, esto me va a pasar a mí! ¿Qué voy a hacer?”.
Al poco tiempo viajé a Chile, por unas cortas vacaciones. Y a los dos días de estar en Chile, conocí a una chica que me gustó mucho. Salimos un par de veces, y bueno, de pronto llegó el momento.
Recuerdo que estábamos en su cuarto, y apenas comenzó a desnudarse, yo no pensaba en lo hermoso de su cuerpo, sino que comencé a pensar en aquel programa de radio, en lo que este tipo había contado. Me puse tan pero tan nervioso que, claro, lo que temía que pasara, pasó. O mejor dicho… no pasó.
El segundo intento fue aún peor, ya venía nervioso del primer fracaso. Y el tercero ya era… me sudaban las manos, me dieron como palpitaciones, una especie de pequeño ataque de pánico.
Recuerdo que en ese momento me autodiagnostiqué con disfunción eréctil. Y me sentí muy ridículo ahí tratando de explicarle a la chica, en qué consistía mi trabajo. En las machines, el Drilldo, la Cowgirl, lo de la historia que escuché en el taxi, como para que me entendiera, para que supiera que no era su culpa, ni mía tampoco. Me sentía ridículo, tratando de justificar racionalmente algo que me avergonzaba muchísimo.
Pero no funcionó. Ella por supuesto comenzó a desinteresarse de mí. Y bueno, yo tenía que volverme a California. En el vuelo de regreso me fui pensando en la chica, en la disfunción eréctil, pensando en que debía salirme de ese trabajo. Que si no, iba a estar condenado por mucho tiempo a vivir con este problema.
¿Recuerdan que les comenté que en mi trabajo me llevaba bien con “casi” todos pero que a mi jefe directo, Tony, nunca lo aguanté?
Encontré una solución por casualidad. En esas vacaciones había leído una novela de Herman Melville que se llama, Bartleby, el escribiente. En este libro el personaje principal un día comienza a rebelarse contra su jefe, y empieza a desobedecer sus órdenes. Y cada vez que el jefe le pide algo, Bartleby le responde: “Preferiría no hacerlo”.
Me pareció una gran idea. Entonces empecé a hacer exactamente eso. Cada vez que Tony me daba una orden, yo le respondía: “Preferiría no hacerlo”. La primera vez que se lo dije quedó totalmente desconcertado. No sabía qué hacer o qué decir. La segunda vez armó un berrinche pero no logró convencerme de que le obedeciera. Y la tercera vez me miró de reojo por unos segundos, bajó la vista y se fue.
Tal como en la novela, yo me transformé en ese personaje molesto para mi jefe. Y él no sabía qué hacer conmigo. Yo esperaba que me echaran en cosa de días, pero pasaron meses. Hasta que un día ya no aguante más y renuncié.
Sentí un gran alivio. Recuerdo la sensación de salir a la calle y darme cuenta que hasta el aire que respiraba parecía más liviano, más limpio. Pero aún quedaba un gran problema. Ese gran problema que aún no superaba. Y eso me seguía afectando emocionalmente bastante.
Por esos días comencé a salir con una chica. Ella tuvo bastante paciencia conmigo. Pero yo estaba muy, muy frustrado. Entonces nuevamente, tomé el teléfono y llamé a mi mamá.
¿Te acuerdas más o menos cómo fue la conversación y qué fue lo que tú me dijiste en esa oportunidad?
[María]: Sí, me acuerdo que un día me llamaste y me contaste que estabas teniendo pesadillas, que te transpiraban las manos, que tenías como taquicardia cuando te enfrentabas a una relación amorosa. Fue fuerte para mí esa confesión. Mis temores se estaban haciendo realidad.
[Dennis]: Pero hubo un consejo muy clave, muy importante pa’ mí que tú me dijiste, ¿te… te acuerdas más o menos la frase, qué fue lo que me dijiste en ese momento?
[María]: Sí, me acuerdo que te dije al respecto que… que no sólo la penetración puede hacer feliz a una mujer, que hay muchas formas más satisf… tan satisfactorias que puede ser con ternura, con amor, en un encuentro amoroso, que no… no es necesario —a veces— llegar a la penetración. Eso me acuerdo que te… dije.
[Dennis]: En el fondo lo que mi madre me estaba describiendo era exactamente lo contrario al tipo de sexo que yo veía todos los días en el trabajo del que acababa de renunciar. Quizás por verlo todo el tiempo, sentía que tenía que competir con esas máquinas. Que para satisfacer a mi pareja debía ser una especie de máquina. Por eso escuchar las palabras de mi vieja me aterrizó.
Y así fue como me fui sanando. Poco a poco, me fui liberando de una gran carga. Y en esa liberación, me di cuenta que había aprendido mucho más de sexo hablando con mi madre que trabajando esos dos años en la industria porno.
[Daniel]: Dennis Maxwell es productor y periodista radicado en Oakland, California. Esta historia fue editada por Camila Segura, Silvia Viñas y por mí. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música original de Rémy Lozano. Gracias a Fernanda Echávarri.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolás Alonso, Lisette Arévalo, Aneris Casassus, Emilia Erbetta, Fernanda Guzmán, Camilo Jiménez Santofimio, Ana Pais, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, Elsa Liliana Ulloa, David Trujillo, Luis Fernando Vargas y Desirée Yépez.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.