Nada que curar – Transcripción

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[Daniel Alarcón, host]: Hola, Ambulantes…

[Silvia Viñas, host de El Hilo]: Hola, hola…

[Eliezer Budasoff, host de El Hilo]: Uno, dos, tres, probando.

[Daniel]: Tenemos una noticia muy importante. Algo que nos hemos estado guardando por más de un año: pronto lanzaremos un nuevo podcast. 

Y se llama…

[Silvia]: El Hilo.

[Eliezer]: Bienvenidos a El Hilo.

[Daniel]: Se llama El Hilo. Cada semana profundizaremos las historias y noticias más importantes de nuestra región.

[Eliezer]: Yo soy Eliezer Budasoff, he trabajado como periodista y editor en Argentina, Perú, y ahora México.

[Silvia]: Y yo soy Silvia Viñas, llevo más de 7 años de editora en Radio Ambulante.

[Daniel]: Y cada viernes, Silvia y Eliezer van a hablar con periodistas, expertos y los protagonistas de las noticias. 

[Eliezer]: Pero El Hilo no es un podcast de entrevistas, ni una conversación frente al micrófono.

[Silvia]: Le hemos puesto todo lo que hemos aprendido en Radio Ambulante, para contar las noticias de manera dinámica y única. 

[Daniel]: Ya pronto les contaremos más. Por mientras, visiten elhilo.audio y suscríbanse para recibir todas las novedades.

Esta historia contiene descripciones fuertes y puede no ser apta para menores. 

Bienvenidos a Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón. Empecemos con algo que escuchó Andrés. No es su verdadero nombre, nos pidió que lo cambiáramos. Fue en la iglesia evangélica a la que iba con su familia en Guayaquil, Ecuador. 

[Voz]: No te acostarás con un hombre como quien se acuesta con una mujer. Eso es una abominación. 

[Daniel]: Es un versículo de la Biblia que leyó el pastor. 

[Voz]: Si alguien se acuesta con otro hombre como quien se acuesta con una mujer, comete un acto abominable y los dos serán condenados a muerte, de la cual ellos mismos serán responsables. 

[Daniel]: Era el 2006 y en ese entonces Andrés tenía cerca de diez años. Y cuando escuchó esto, supo que algo estaba mal, que su vida había cambiado para siempre. Porque desde que tenía memoria… 

[Andrés]: Simplemente me gustaban otros niños. O sea, desde siempre tuve esta… esta atracción hacia las personas de mi mismo sexo.

[Daniel]: Y hasta ese momento creía que a todo el mundo le pasaba lo mismo. Pero de pronto, con esas palabras, ya no se sentía como antes. 

[Andrés]: No me sentía como un criminal, pero lo… me sentía como una… como una cucaracha, como una abominación, como algo asqueroso. Así que digo como que: “Wow, ¿cómo yo puedo tener esta enfermedad?”. Así yo me sentía, como si estuviera con esta infección de lo más asquerosa.

[Daniel]: Porque según su pastor y su religión, Dios aborrece la homosexualidad. 

Ese día Andrés salió confundido de la iglesia. Nunca había hablado con su familia sobre su orientación sexual. Y ahora, con esto que escuchó del pastor, mucho menos podía contarles.

[Andrés]: Y ahí fue que me entró el miedo. Y ahí me entró bastante ansiedad. 

[Daniel]: Porque él amaba a Dios pero, según su pastor, Dios lo odiaba a él, por su pecado. Las palabras de ese día lo marcaron. 

[Andrés]: Y totalmente me transformé: ya no era el chico súper extrovertido y amigable y relajoso. Me deprimí bastante. Y tanto así que empecé a tener problemas con otros amigos y todo, porque yo era muy amargado y muy antisocial y muy peleón.

[Daniel]: Sus papás se dieron cuenta del cambio pero no sabían qué le pasaba exactamente. Durante dos años lo llevaron donde algunos psicólogos para que lo ayudaran, pero fue imposible: Andrés seguía mal, amargado, deprimido y ellos seguían sin entender por qué. Al final optaron por llevarlo a que hablara con una consejera de la iglesia a la que iban. 

[Andrés]: Ella fue la que me dijo: “Yo sé que algo tú no quieres contarme, pero hay algo que tú quieres decir”.

[Daniel]: Lisette Arévalo y David Trujillo, productores de Radio Ambulante, investigaron esta historia. 

Lisette nos cuenta. 

[Lisette Arévalo]: Era el 2008 y Andrés tenía 12 años cuando fue a ver a esa consejera de su iglesia. Sintió de inmediato que ella podía leerle la mente, que sabía que él tenía un secreto. Entonces, después de que ella le insistió mucho, Andrés terminó confesándole que es gay.

[Andrés]: Y rompí a llorar. Y en vez de consolarme y me dijo: “Tú no quieres quemarte en el infierno por siempre, ¿no? Tú conoces el fuego, ¿no verdad? ¿Lo has sentido alguna vez en tu piel?”. Y me empezó a meter bastante miedo.

[Lisette]: Pero le dijo:

[Andrés]: “La única forma en que tú puedes salir de la homosexualidad es contándole a tus padres para que ellos te ayuden a… a que venzas este demonio de la homosexualidad”. 

[Lisette]: Andrés salió muy impactado de esa sesión. Pensó mucho en cómo sería la mejor forma de hablar con sus papás. Para él no era fácil confesarles algo que creía era horrible, pero se sentía tan angustiado y desesperado que decidió hacerlo. Un par de semanas después, empezó con su mamá, que era con la que tenía más confianza. La llamaremos Lucía para también proteger su identidad. Entonces, una noche cuando estaban en la casa… 

[Lucía]: Me acuerdo que estábamos… Me dijo: “Mami, ven a mi cuarto”. Y… y me dijo: «Mamita, yo tengo que decirte algo”.

[Andrés]: Moría de los nervios. Y yo empecé a casi que ni podía respirar y empecé a llorar: «Mami, pero es que en serio no, o sea… es algo que no me vas a mirar de la misma forma si te lo cuento». “No, cuéntame, aquí estoy para ti». Entonces ahí le dije, tartamudeando y todo: «Mami, soy gay”.

[Lucía]: Yo me quedé fría y lo único que hice fue abrazarlo, y le dije: «¿Sabes qué, mijito? Tranquilo. Tú vas a salir de esto». Y nos fuimos al suelo a llorar, o sea, los dos éramos en el piso llorando. 

[Lisette]: Lucía lloraba porque su hijo sufría, pero también por lo que significaba dentro de su iglesia evangélica.

[Lucía]: No me imaginé jamás en mi hogar casi perfecto tener algo así que se salía de los esquemas. Y yo pensaba que yo era súper cristiana y que yo amaba a todo el mundo y que yo era casi un poquito perfecta.

[Lisette]: Hasta que su hijo le confesó la verdad. Pero Lucía no reaccionó de forma agresiva, por el contrario, decidió apoyarlo para contárselo al resto de su familia y así encontrar una solución entre todos. Cuando les contó a su papá y su hermano…

[Andrés]: Simplemente decidieron negarlo: «que yo estoy confundido», “que… que eso no es posible», «que no vuelva con esos temas», «que eso es mentira».

[Lisette]: Le dijeron que solo estaba llamando la atención. Decidió contarle a su hermana, pensando que ella sí lo entendería. Ella tenía 11 años en ese momento, era su mejor amiga y una de las personas en las que más confiaba. 

[Andrés]: Y ella sí reaccionó bien mal. Ella prácticamente me dijo que quería que yo estuviera muerto, de lo tan decepcionada que ella estaba. 

La reacción de mi hermana fue la gota que derramó el vaso, porque fue como que: “Wow, la persona que más me importa me está diciendo que quiere verme muerto por lo que le acabo de contar, que es algo tan íntimo”. Salí de la casa porque no… no quería… no quería encontrarme con esa realidad. Me sentía tan avergonzado. 

[Lisette]: Andrés salió llorando y empezó a correr por las calles del conjunto de casas donde vivía. Hasta que llegó a un muro que dividía su conjunto con otro y lo escaló hasta la cima. 

[Andrés]: Lo que yo quería hacer era lanzarme, ¿no? Pero justamente una persona que estaba en el otro lado de la casa, este, vio la situación —que yo estaba ahí llorando, angustiado— y me trajo una escalera. Entonces yo pude ir al… al otro lado. 

[Lisette]: Cuando Andrés bajó la escalera, salió corriendo otra vez y se encerró en un baño del conjunto. Sus papás salieron a buscarlo, hablaron con los guardias y lo encontraron.

[Andrés]: Y me sentí súper avergonzado cuando estaban mis dos padres ahí viendo lo que yo había hecho. Fue… sí, fue terrible. Después de eso los días siguientes fueron de un silencio inmenso. No nos… no me hablaba con nadie.

[Lisette]: La familia no volvió a tocar el tema, prefirieron ignorarlo y dejar que a Andrés se le pasara. Pero Lucía no podía dejar de pensar en eso, estaba muy preocupada por su hijo.

[Lucía]: Era una… una experiencia realmente nueva porque yo no sabía ni qué hacer. No sabía cómo manejar esta situación. Y para el padre el… el hijo estaba loco, o sea, estaba confundido y loco, ¿no?

[Lisette]: Lucía volvió a buscar ayuda en su iglesia evangélica. Se reunió con los consejeros y el pastor. Les contó todo lo que había pasado y les pidió que ayudaran a su hijo a salir de la depresión, pero sobre todo a que dejara de ser gay. Entonces.… 

[Lucía]: Me recomendaron que vaya a Camino de Salida. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Voz]: Hola, buenas noches, damos un cordial saludo a cada uno de ustedes que nos acompaña esta noche. 

[Lisette]: Camino de Salida, una organización evangélica que tenía su propio programa de radio y se presentaban así: 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Voz]: Nosotros somos Camino de Salida, un ministerio cristiano dedicado a servir a Dios a través de servir a las personas que tienen problemas con atracciones hacia el mismo sexo. 

[Lisette]: Con “servir” se refieren a supuestamente lograr que las personas homosexuales dejen de serlo. Esto es conocido como “terapias de conversión de la homosexualidad”. Es una práctica que comenzó a finales del siglo XIX y, aunque ha tenido muchas variaciones, sigue vigente en muchas partes. Pero, específicamente, Camino de Salida surgió en Ecuador en 1995. Fue fundada por Betty Van Engen y Timothy Broach, dos misioneros evangélicos estadounidenses que vivían en Ecuador. Broach había pasado por una de estas terapias de conversión en Estados Unidos, así que decidió aplicarlo en Ecuador. 

El segundo paso de Camino de Salida fue afiliarse formalmente a Exodus América Latina, una dependencia de algo más grande que se llamaba Exodus International. Y lo que vamos a explicar acá es importante: Exodus International es una organización evangélica que se creó al final de los años 70 en Estados Unidos. Su misión era clara: convertir a las personas homosexuales en heterosexuales. Creían que Dios sí podía lograr ese cambio. Y, con esto en mente, se empezaron a expandir por el mundo. Exodus International llegó a tener más de 250 ministerios en diferentes países con diferentes nombres, como Camino de Salida, el lugar que le recomendaron a Lucía. 

[Lucía]: Entonces yo busqué en Internet, hasta que di con el lugar. Pregunté los horarios. 

[Andrés]: Y me dijo que sí, vamos a salir de esto, que no te preocupes. Y yo realmente quería salir, así que yo accedí y fui. Y fui con… con la esperanza de seguir los pasos de Dios y convertirme en heterosexual. 

[Lisette]: El siguiente sábado, Andrés —con 12 años— fue con su mamá a la sede de Camino de Salida en Guayaquil. 

[Andrés]: El lugar era en, este, en un edificio bien viejo. Tenías que subir, creo que era hasta el séptimo piso.

[Lisette]: Entraron a una oficina donde los recibieron unos consejeros de la organización. 

[Lucía]: Me dijeron que… que tranquila, que él iba a salir de esto de aquí, que no me preocupara, que Dios es un dios de milagros y… y que se puede salir de la homosexualidad. Y uno de ellos dijo: “Yo soy uno de los ejemplos. Yo salí de la homosexualidad. Así que tranquila, hermana, porque él va a salir de esto”. Yo sentí que… que llegué al lugar perfecto, al lugar indicado. O sea, yo dije: “Gracias, Dios, porque llegué al lugar donde mi hijo tiene que estar”.

[Lisette]: Después de explicarle a Lucía de qué se trataba Camino de Salida y de que podía confiar plenamente en su labor, le pidieron que saliera de la oficina para conversar a solas con Andrés. Ahí a Andrés le mostraron videos de testimonios de personas a las que, supuestamente, habían curado. Eran algo como esto, que tienen en su página web. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Voz]: Somos miles de hombres y mujeres alrededor del mundo que hemos vencido la homosexualidad, que hemos tomado nuevas decisiones, que hemos abandonado ese estilo de vida que solo nos perjudicó. 

[Lisette]: Luego le pidieron que le sacara copias a un libro de Exodus International del que Andrés ya ni se acuerda el nombre. Lo que sí recuerda es que esa sería la guía del proceso que iba a empezar. Ahí explicaban el origen de la homosexualidad según la Biblia y, además, describía unas 15 áreas que supuestamente están afectadas y hacen que alguien sea homosexual. Por ejemplo, la relación con la familia, la relación con Dios, la relación con las personas de su mismo sexo. Cada capítulo de ese libro decía cómo reparar estas supuestas áreas afectadas y, al final, había otro libro con cuestionarios para repasar lo que se aprendía. Era como un libro de colegio.

La idea era que Andrés trabajaría de la mano de un consejero de Camino de Salida y debían reunirse todos los sábados para hablar del proceso, de los avances, de las tareas que tenía que hacer la siguiente semana y de cómo estaba involucrando a sus padres. También le decían que tenía que leer la Biblia todos los días. Andrés estaba muy emocionado.

[Andrés]: Yo dije: «Claro, yo sé que yo voy a salir. Así como soy muy aplicado para mis tareas y siempre consigo lo que yo me propongo, lo mismo va a ser con esto». Entonces yo empecé muy animado, la verdad. Leía la Biblia bastante. La terminé leyendo dos veces incluso. Y todos los versículos que ellos me ponían yo los repetía cada mañana.

[Lisette]: Su mamá lo llevaba todos los sábados a las sesiones con su consejero. Cuando salía… 

[Lucía]: Siempre hacíamos una como una retroalimentación de lo que él recibía allí y salía contento. 

[Lisette]: Le contaba a su mamá sobre cómo debía comportarse para ser heterosexual.

[Lucía]: Por ejemplo, me decía un día: «Mami, ya me dijeron que tengo, mira, tengo que pararme de esta forma. Tengo que ponerme perfumes bien fuertes». O sea, le… le daban instrucciones. 

[Lisette]: Además de las reuniones con el consejero, Andrés debía ir una o dos veces al mes a terapias colectivas con las otras personas que estaban recibiendo el tratamiento. En ese entonces, era un grupo de cerca de 25 personas, la mayoría hombres con menos de 20 años y Andrés era el menor de todos. Entre ellos solo sabían sus nombres porque tenían prohibido interactuar y conversar de otras cosas. Cuando se reunían en las terapias colectivas, un consejero guiaba la sesión. 

[Andrés]: Y ahí cada uno comentaba acerca de sus caídas y también de… de las cosas que lograban cada semana: cómo pudieron vencer o no tal tipo de tentación esa semana y qué van a hacer para lograrlo la próxima semana. 

[Lisette]: A veces los llevaban a la calle para ver a parejas heterosexuales y les decían: 

[Andrés]: “Miren esa pareja como está con ese hijo. Eso es algo hermoso, ¿ustedes no quisieran tener algo así?”.

[Lisette]: También les hacían imitar la forma en que caminaban los hombres de esas parejas y les decían que las personas heterosexuales eran su modelo a seguir. Además les daban charlas de lo mala que era la masturbación, y les insistían en que esa era una de las causas de su homosexualidad: como se tocaban tanto, les terminaba gustando esa parte del cuerpo en otras personas. Pero tenían una solución para todo, así que les daban técnicas para evitarla. 

[Andrés]: No solamente cuando tenías ganas de masturbarte, sino cuando veías, este, una persona del mismo sexo que te atraía, por ejemplo, tenías que pellizcarte, pellizcarte así bastante duro en el brazo o en… solo en el dedo, porque el dolor va a hacer que disminuya tu excitación. 

[Lisette]: Andrés seguía al pie de la letra todo lo que decían y la mayor parte del tiempo era optimista. Por eso al principio le sorprendió que sus compañeros de terapia no se vieran tan positivos como él. 

[Andrés]: Tú veías a estos chicos tan deprimidos. O sea, con… con una cara, con una cara de agonía, de amargura. 

[Lisette]: Y con el tiempo, a Andrés le comenzó a pasar lo mismo. 

[Andrés]: Poco a poco la frustración empezó a llegar, porque obviamente veía que no pasaba nada. Así pasó un año, dos años, tres años.

[Lisette]: Y nada cambiaba. Entonces, empezó a buscar culpables por otro lado. 

Sus consejeros le decían que una de las razones por las que era homosexual era por la relación que tenía con los hombres de su familia. Con su papá, por ejemplo, no era muy cercano. De hecho ni él ni su mamá le contaban lo que pasaba en Camino de Salida porque, como para el papá de Andrés lo que pasaba era que él estaba confundido, no necesitaba esa terapia. Según explicaban, esa mala relación que tenía con su papá, era una de las causas por las que no quería ser hombre y buscaba ser una mujer heterosexual.

Pero no solo era su papá el supuesto culpable, eran todos los hombres que tenía alrededor que no le ofrecían una figura masculina correcta.

[Andrés]: Empecé a odiar a mi hermano mayor, a mis amigos hombres, a mis profesores porque yo decía: “Todas estas cosas me han hecho gay”. Cosas que parecen tener sentido. Y en mi cabeza tenía sentido perfecto.

[Lisette]: Pero además culpaba a su mamá porque le decían que por ser tan cariñosa, tan sobreprotectora, tan cercana, él quería ser como ella. Y eso no era todo, en las terapias también le hacían pensar en cosas que, según ellos, le habían pasado en su niñez. 

[Andrés]: Por ejemplo, ellos decían que, este, todos los homosexuales en algún momento de su niñez tuvieron que de ley haber sido abusados sexualmente y si tú no lo recuerdas es porque te lo has reprimido. Entonces te hacen hipnosis y te hacen tratar de recordar esos eventos que muchas veces ni siquiera pasaron. 

[Lisette]: Andrés no recordaba ningún abuso, ni siquiera señales mínimas de que eso hubiera pasado. Pero si era gay, esa era una de las causas, nada qué hacer. Entonces volvía a culpar a sus papás por no haberlo protegido de ese supuesto abuso. Pero por encima de ese odio hacia otros, había un odio más grande hacia sí mismo.

[Andrés]: ¿Cómo yo pude haber sido tan tonto en haber decidido rechazar la identidad que Dios tenía establecida para mí desde el momento de la creación? La culpa me empezó a comer. 

[Lisette]: Intentaba corregirse con pellizcos, como le habían dicho en Camino de Salida. Se empezó a desesperar porque no le funcionaba, entonces… 

[Andrés]: Comenzaba a coger, este, tijeras. Por ejemplo, en el colegio yo llevaba un chompa incluso cuando no hacía frío, entonces yo a veces iba al baño y me empezaba, eh, a hacer pequeños, este, cortes en el brazo y eso me hacía sentir bien porque decía: “Esto es lo que una basura como tú merece”, me decía a mí mismo.

[Lisette]: En ese momento Andrés tenía 15 años y ya llevaba tres en Camino de Salida. Mientras otros chicos de su edad iban a clases de arte o practicaban algún deporte, él iba todos los sábados a terapia de deshomosexualización. Pero, claro, nadie lo sabía, solo su familia, los pastores y consejeros de su iglesia. Era agotador, porque no veía los resultados que esperaba. Pero si un día no quería ir, Lucía, su mamá, lo convencía de que fuera prometiéndole discos de música. Él aceptaba más por obligación que otra cosa y Lucía…

[Lucía]: Me sentía horrible. Me sentía horrible y después yo decía: “Dios mío, ¿será que yo estoy haciendo bien o será que estoy haciendo mal?”. Lo veía llorar de frustración, en frustración. Y… y era como que decía yo: “Esto… algo no funciona bien». 

[Lisette]: Pero de inmediato Lucía cambiaba de parecer, porque una de las cosas que más le daba miedo era que la sociedad rechazara a su hijo, que la gente lo discriminara. 

[Lucía]: Por eso es que yo decía: “No, él tiene que salir porque él tiene que encajar en la sociedad”. O sea, no puede salirse del estereotipo, pues. 

[Lisette]: Entonces Lucía buscó otra opción: habló con uno de los pastores de su iglesia y él le recomendó someterlo a lo que llamaban “liberaciones” para sacarle —entre comillas— al «demonio de la homosexualidad». En otras palabras: un exorcismo. 

Lucía estuvo de acuerdo. Le contó a Andrés y él también aceptó. Fue a su iglesia y ahí había más personas a las que les iban a hacer las liberaciones. Pasaban uno por uno. Cuando fue el turno de Andrés, lo sentaron en una silla, lo rodearon, y leían versículos de la Biblia para expulsar los supuestos demonios. Duraban entre dos y cinco horas, y aunque para algunos parecía estar funcionando, para Andrés no.

[Andrés]: Obviamente en mi caso yo me dije: “¿Cómo así? Yo no grité como las demás personas, o salté, o me volví así loco. ¿Será que realmente no puedo expulsar el demonio?”. 

[Lisette]: En total le hicieron tres. Y aunque nunca sintió que de verdad expulsara un demonio, tuvo momentos en los que creía que podía estar cambiando. Pero como siempre, al poco tiempo, volvía a sentirse igual. 

Seguía con terapia en su iglesia, yendo a Camino de Salida todos los sábados y nada. Decidió ir a un retiro de jóvenes organizado por su iglesia. Iba a estar lejos de su casa, del colegio, de internet y todo lo que pudiera hacerlo sentir atracción por otros hombres. No fue muy distinto a lo de siempre, pero lo que sí fue diferente fue que al final del retiro uno de los líderes de la iglesia le dijo:

[Andrés]: Dios me ha dicho que al final de esta semana te van a empezar a gustar las mujeres. Máximo a las 12 de la noche, pero de esta semana no pasa. Tú vas a sentir un cambio». 

[Lisette]: Había pasado tres años en terapia y finalmente Dios le había hablado a través de este líder. Se había tardado más de lo que esperaba, pero todo su esfuerzo había valido la pena. Andrés regresó feliz de ese retiro. Estaba esperanzado de que todo iba a cambiar y el domingo de esa semana se quedó despierto hasta las 12 de la noche para experimentar el cambio.

[Andrés]: Nunca había sentido tanta esperanza por algo. Sorpresivamente fue así: o sea, en el sentido de que quizás eran tantas mi… mi… mis ganas de que me gustaran las mujeres. Y yo comencé a pensar en chicos y como que me sentí súper fuerte y dije: “No, ya no me atraen. Estoy pensando en chicas y me siento feliz con la idea y todo eso”. Pero, al día siguiente, (risa) ¡oh, sorpresa! Volvió a empezar la atracción y eso fue un shock bastante grande. 

Esa experiencia fue para mí lo peor. Entonces yo le reclamé a Dios. Yo… Yo sí… yo hasta le grité, dije: “Dios, ¿cómo es posible? ¿Soy acaso un chiste para ti? ¿Cómo es posible que todo está funcionando pero a la final me sigan gustando los chicos? ¿Es acaso que yo no tengo solución? ¿Cómo es posible que otras personas lo han logrado y yo sigo estancado aquí?”. 

[Lisette]: Tiempo después, Andrés estaba en la cocina de su casa con su mamá y su hermana. Ellas hablaban de varias cosas y él estaba en silencio, retraído. Entonces empezaron a preguntarle si estaba bien. Andrés no les había contado el último episodio de frustración, pero era evidente que no aguantaba más. Y entonces agarró un cuchillo que tenía al lado… 

[Andrés]: Y empecé a cortarme y quise meter el cuchillo en… en mi garganta. Entonces yo exploté. Yo saqué todo lo que tenía adentro, que yo he luchado tanto pero no consigo nada. Fue como alguna reacción catártica. O sea, obviamente no lo hice. Pero traté de hacerlo, pero vino mi mamá y me cogió la mano. Y fue horrible: mi hermana llorando.

[Lisette]: Fue una situación terrible, pero no pasó nada más. Se dijeron lo mismo de siempre: que todo iba a cambiar, que con la ayuda de Dios, Andrés iba a poder salir de la homosexualidad y que seguramente lo estaba retando para ver si era un buen cristiano. Al final se calmaron y terminaron, de nuevo, enterrando el tema. 

Lucía buscó otra vez ayuda en la iglesia. Y sí, tenían una nueva solución al supuesto problema de Andrés: esta vez le recomendaron llevarlo donde un psiquiatra muy cercano a la iglesia. Entonces, además de ir a Camino de Salida, de pasar por tres exorcismos, de ir a reuniones de su iglesia y al retiro, ahora Andrés tenía que ir tres veces por semana donde este psiquiatra que les cobraba 40 dólares por cita. Después de valorarlo, el psiquiatra les dijo que la mejor forma de tratar a Andrés era con medicamentos que no solo le bajaran los niveles de ansiedad, sino también los de su deseo sexual. Lucía aceptó el tratamiento. Él era el médico y sabía lo que hacía. Al final, terminó recetándole unas pastillas que no lo dejaban dormir en las noches y le producían sueño todo el día. 

[Lucía]: Entonces mi hijo: “Mami”, me dice, “Mami, yo no tengo emociones: no puedo reír, no puedo llorar. Me siento como un ser inerte». Era un médico que lo que estaba haciendo era dopar a mi hijo para que mi hijo trate de olvidarse de ese tema de la homosexualidad durmiéndose. 

[Lisette]: Ya era demasiado lo que le estaban haciendo a Andrés y era imposible que el resto de la familia se quedara con los brazos cruzados. Un día —cuando Andrés ya tenía 17 años— su hermano mayor se le acercó y le dijo que entendía todo por lo que estaba pasando. Que se imaginaba su frustración y la ansiedad que le causaba ir todos los sábados a Camino de Salida. También le dijo algo que le sorprendió:

[Andrés]: Yo sé que usted ha estado pensando en… en dejar los grupos. Yo sé que la mami le está diciendo que vaya y todo, pero no creo que usted tenga que seguir yendo. Sinceramente yo me puse a pensar cómo yo estaría si a mí me forzaran a que me gusten los chicos”. 

[Lisette]: A Andrés se le hizo extraño que su hermano le dijera algo así porque en un principio no había aceptado su homosexualidad. Pero además porque nunca habían vuelto a hablar del tema y menos de Camino de Salida. 

[Andrés]: Me dijo que: “Sí, usted sabe estos testimonios que cuentan realmente no son verdad. Incluso muchas personas que han dicho salir a la final se divorcian porque ellos han dicho que nunca dejaron de ser gays y que esto también incluso está en la naturaleza. Es algo que está en… en muchos, este, mamíferos”. 

[Lisette]: Le mostró estudios científicos sobre la homosexualidad que decían que en 1990, la Organización Mundial de la Salud dejó de considerarla una enfermedad. 

Pero lo más fuerte fue cuando le contó algo que en Camino de Salida nunca le dijeron. Ese año, en 2013, pasó esto… 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista]: A Christian group devoted to so-called gay conversion has closed its doors and apologized to the LGBT community.

[Lisette]: Un grupo cristiano de conversión de la homosexualidad cerró sus puertas y se disculpó con la comunidad LGBT. El grupo del que habla es Exodus International, la organización a la que pertenecía Camino de Salida. Pero eso no era todo. Alan Chambers, el presidente de la organización, publicó una carta en la página web en la que aceptó que cambiar la orientación sexual realmente no es posible. Este es Chambers en una entrevista que dio:

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Alan Chambers]: Well, we are sorry for the many people who took part in the.. the ministries or the counselors or were impacted by the rhetoric.

[Lisette]: Chambers le pide perdón a las personas que fueron impactadas por lo que decían los líderes de Exodus International. Y continúa diciendo… 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Alan Chambers]: So that’s something that we are very, very sorry for the hurt, and the shame, and the anxiety, and the trauma that people were caused. 

[Lisette]: Traduzco: “Pedimos perdón por el dolor, la vergüenza, la ansiedad y el trauma ocasionado a estas personas”. Incluso él mismo confesó que aunque estuviera casado con una mujer, todavía sentía atracción por hombres después de años de haber pasado por el supuesto proceso de conversión.

Andrés no lo podía creer. ¿Por qué Camino de Salida siguió funcionando? ¿Por qué le ocultaron esa información? Sencillo: los que no estaban de acuerdo con el presidente de Exodus International siguieron trabajando con una dependencia llamada Exodus Global Alliance. Y entonces, Camino de Salida se alió a esta nueva organización y siguió funcionando en Ecuador como si nada.

Aunque toda la información que le dio el hermano a Andrés era clara, él se resistió un poco al principio: no era fácil sacarse de la cabeza todo lo que le habían metido durante cinco años. Fueron varias conversaciones privadas que tuvo con su hermano. Cada noche él se acercaba y le decía que no debía sentirse como una mala persona, que nadie tenía la culpa de que fuera gay y mucho menos él. No era algo horrible como le habían hecho creer, simplemente había que aceptarlo y ya.

Andrés sentía algo de alivio por lo que le decía su hermano, pero al mismo tiempo sentía miedo de decepcionar a su mamá. Así que su hermano le prometió que él se encargaría de hablar con ella. Y así fue. 

[Lucía]: Mi hijo mayor —que había sido totalmente homofóbico toda su vida— viendo sufrir al hermano, viéndome llorar a mí, de no saber qué hacer, él había estado en una… en un tiempo de investigación científica sobre estos casos de homosexualidad y me dijo: “Mami, mi ñaño es homosexual y hay que aceptarlo y hay que entenderlo a él cómo está sufriendo, mami. Yo recién ahorita entiendo a mi hermano. Si hasta en… hasta en la naturaleza existe el homosexualismo, mami. Eso es algo que está allí».

[Lisette]: A Lucía esto la dejó pensando en lo que estaban haciendo y decidió llevar a Andrés a una psiquiatra diferente. Una que se guiara por la ciencia y no por la religión. 

[Lucía]: Finalmente fui donde ella y me dijo: “Acepte a su hijo como es”. Le quitó millones de pastillas y lo dejó solamente con una para la ansiedad y otra para que pueda dormir en las noches. 

[Lisette]: Le explicó que la homosexualidad no era algo que se pudiera cambiar, punto. Con esto que le estaba diciendo la psiquiatra y lo que le había dicho su hijo mayor, un día Lucía se acercó a Andrés y le dijo: 

[Lucía]: Quiero que sepas que yo te acepto como eres y quítate ya esa… esa carga que tienes encima. No tienes que hacer nada para salir de lo que tú eres, mijito”. Se puso a llorar. Se puso feliz, casi que me carga al cielo. Me dice: “Mami, no puedo creer lo que me estás diciendo. No sabes el alivio que siento. Mami, te amo, te amo realmente tú me has demostrado amor». 

[Lisette]: Finalmente, después de cinco años, decidieron dejar de ir a Camino de Salida, a la iglesia y cambiar de psiquiatra. En ese momento Andrés tenía 17 años y, al fin, después de años de tortura psicológica, comenzaba a sentir algo de paz. 

Como sabemos su mamá y su hermano lo apoyaron. Su hermana, aunque al principio había sido muy cruel, también terminó aceptándolo. Su papá, en cambio, nunca lo aceptó: siempre le dijo que la Biblia condenaba la homosexualidad y que estaba arruinando su vida. 

Era principios del 2014 y, sin avisarle a nadie, Andrés subió este post a Facebook.

[Andrés]: “Feliz de dejar las máscaras a un lado. Feliz de finalmente ser yo mismo y dejar de fingir ser alguien que no soy. Feliz de ser gay. Sé que por algo estoy aquí y sé que por algo soy como soy. No estoy aquí para complacer a los demás, sino para vivir mi vida genuinamente, haciendo lo que me gusta y siempre dando lo mejor de mí. Gracias a las personas que quitaron la venda de mis ojos, que me ayudaron a dejar de odiarme. Gracias por ir más allá de las apariencias. Ustedes saben quiénes son y sepan que los amo”. 

[Lisette]: Andrés no esperaba nada con ese post, solo quería quitarse de encima ese peso, contar lo que durante tantos años llevaba reprimiendo. Y se sorprendió con tantas respuestas de apoyo de sus compañeros del colegio. Sin embargo, ese post también tuvo un efecto directo en su familia.

[Lucía]: Yo ya no tenía una buena relación con el papá. El papá se puso como loco por esa publicación que hizo el hijo y… y comenzó a escribir también en Facebook diciendo que no, que Dios… él va a seguir adelante confiando en Dios. Bueno, se armó un lío allí. Entonces se… se volvió todo más feo. 

[Lisette]: Después de eso, Lucía y su esposo se divorciaron y desde ese momento Andrés no tiene contacto con su papá. 

Pero no todo fue tan negativo. Sus amigos y algunos miembros de su familia comenzaron a mandarle mensajes de apoyo, a felicitarlo por ser tan valiente. Él dijo que llegó hasta pensar en denunciar a Camino de Salida, a su iglesia y al psiquiatra por todos los traumas que le causaron y convocar una marcha en Guayaquil contra estos tratamientos. Pero después de pensarlo bien, decidió no hacerlo. 

[Andrés]: Yo me di cuenta que yo, al menos en ese tiempo, no iba a ser capaz de lidiar con ellos diciéndome y mirándome decepcionados. Como que: “Wow, ahora eres todo lo contrario, como que tú fallaste en vez de persistir. Te rendiste y ahora eres gay. Ahora estás con el lado del… del diablo”. O sea, no, nunca me sentí con las fuerzas de… de enfrentar a estas personas que me vieron en el camino de salir de la homosexualidad. 

[Lisette]: Tampoco estaba obligado a hacerlo. Entonces prefirió simplemente bloquear a estas personas en sus redes sociales y no volver a tener contacto con ellas. La relación de Andrés y su mamá se fortaleció. Comenzaron a ir juntos a marchas por los derechos LGBTI y llevaban carteles que decían cosas como “El amor no discrimina”, “Sin igualdad no hay libertad”, “Mi hijo es gay y lo amo como es”. 

[Lucía]: Él realmente me enseñó lo que era amar. A través de él yo aprendí lo que realmente significa amar a alguien que es diferente a ti.

[Lisette]: Contactamos a Camino de Salida para escuchar su versión de todo esto. Hicimos varias llamadas y enviamos correos electrónicos pero no nos respondieron. Buscamos la dirección de sus sucursales en Ecuador pero no aparecen en ningún lado. Como sabíamos que Betty Van Engen es una de las fundadoras de Camino de Salida, decidimos llamarla a su trabajo: una emisora evangélica en Quito. Ella sí nos contestó, pero antes de aceptarnos la entrevista me pidió que nos reuniéramos. 

En esa reunión me dijo que sabía que habíamos contactado a más gente de Camino de Salida y que quería saber por qué. Cuando le expliqué que íbamos a contar la historia de Andrés y que queríamos saber la posición de su organización al respecto, me dijo que ellos no daban entrevistas en las que pusieran a debatir su punto de vista con otro, que no necesitan probarle nada a nadie. Que si alguien va a las terapias y no le gusta, ya es problema de ellos. 

Pero también me dijo que creen que los homosexuales no nacen sino que se hacen a raíz de perversiones, de abusos, de promiscuidad. Y que ellos sí consideran que la homosexualidad es algo que se puede cambiar. 

Le pregunté si podía grabarla explicando las razones por las que no nos daría la entrevista y me dijo que no, y me advirtió que nada de lo que estaba pasando ahí lo podía mencionar en este episodio. Le dije que eso era imposible porque sería mentir. 

Al final, me dijo que la única condición en la que aceptaría una entrevista era si no la incluíamos en la misma historia de Andrés, sino que saliera aparte, en un episodio independiente sobre Camino de Salida. Nosotros no accedimos, claro, y por eso su voz no está en esta historia. 

Exodus International cerró en 2013. Entonces la nueva organización que está a cargo ahora, Exodus Global Alliance, a la que pertenece Camino de Salida, cambió un poco el discurso de lo que hacen. Para ellos la homosexualidad ya no es una enfermedad, pero sí es una herida emocional que se puede curar. Todavía siguen ofreciendo sus servicios en diferentes partes del mundo.

[Daniel]: No sabemos cuántas personas exactamente han pasado por estos tratamientos. Cuando Lisette y David llamaron a Exodus América Latina para preguntar, les dijeron que no dan entrevistas ni pueden dar datos. Pero como Exodus ha funcionado por más de 40 años, seguramente la cifra es miles de personas.

Pero esto es solo una parte de lo que tienen que pasar muchas personas LGBTI en Ecuador. Hay varios lugares clandestinos en ese país que utilizan métodos mucho más violentos. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista]: En Ecuador precisamente descubren centros clandestinos que con torturas aseguraban curar la homosexualidad.[Periodista]: Están siendo secuestrados por sus propias familias y son llevados a la fuerza a clínicas.

[Periodista]: Los colectivos homosexuales denuncian torturas y abusos sexuales dentro de esas clínicas. 

[Daniel]: Bueno, se les dice clínicas o  “clínicas de deshomosexualización” pero no se parecen a las clínicas que quizá se están imaginando. Después de la pausa, David Trujillo nos contará qué pasa en algunos de estos lugares. 

Ya volvemos. 

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[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Sigamos con un poco de contexto: Ecuador despenalizó la homosexualidad en 1997, hace poco más de 20 años. Antes de esto la ley establecía que a los hombres homosexuales se les podía dar entre cuatro y ocho años de cárcel. Y, bueno, aunque eso dejó de ser así y fue un gran avance para el país, la nueva sentencia seguía teniendo un lenguaje discriminatorio. Decía, por ejemplo, que la medicina veía la homosexualidad como, y aquí cito “una disfunción o hiperfunción del sistema endocrino” y que esto determina la conducta “anormal”. 

Y esto es significativo, porque recordemos que desde 1990 la Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad, pero la ley ecuatoriana parecía no reconocerlo. 

Nuestro productor David Trujillo nos sigue contando.

[David Trujillo]: Para entender este cambio legal en Ecuador y las consecuencias que trajo, hablamos con él: 

[Jorge Medranda]: Soy Jorge Medranda. Soy activista LGBTI desde hace al menos 25 años. 

[David]: Jorge tenía 32 años cuando se despenalizó la homosexualidad y recuerda que… 

[Jorge]: Desde el 27 de noviembre de 1997 dejamos de ser delincuentes para pasar a ser enfermos. Entonces, claro, como éramos enfermos, a los enfermitos no hay cómo perseguirles, pero en cambio hay que curarles.

[David]: Y esto, para muchos sitios como Camino de Salida o algunas iglesias era suficiente para seguir ofreciendo curas. Ahí lo que proponían eran terapias psicológicas, mucha oración y ayuda de Dios. Eso por lo que pasó Andrés. Pero si eso no era suficiente, también había… 

[Jorge]: Clínicas de deshomosexualización o con tratamientos de reconversión de la orientación sexual que estaban dentro de las clínicas de tratamiento de personas que viven con alguna adicción a sustancias psicotrópicas y estupefacientes.

[David]: O sea que en ciertas clínicas de rehabilitación de adicciones —algunas de iglesias evangélicas, otras no— también ofrecían tratamientos muy obsoletos que se aplicaban contra la homosexualidad.

La fundación Causana, donde trabaja Jorge ha recibido varias denuncias sobre estos centros y él ha conocido a varias personas que han pasado por ahí. Y lo que nos dijo fue que encontró un patrón claro: lo primero que hacen estas clínicas con las personas que llegan es aislarlas por completo durante meses. 

[Jorge]: Porque se supone que el contacto con la familia y el medio es lo que le hace recaer. 

[David]: Según Jorge, este aislamiento debilita mentalmente a estas personas y así es más fácil manipularlas con lo que sigue después: los maltratos físicos. 

[Jorge]: Hacia las mujeres especialmente violaciones correctivas. “Ah, sí, tú… tú eres lesbiana porque no has conocido un hombre. Entonces ahora vas a conocer varios, para que te acostumbres a lo que es un hombre”. 

[David]: A las mujeres también las obligan a maquillarse o a vestirse todo el día solamente con baby dolls para que supuestamente aprendan a ser mujeres. A los hombres lo que hacen es…

[Jorge]: Mojarles y ponerles electrochoques en los testículos cada vez que ellos suponen que está pensando en un hombre o que le hagan ver alguna imagen que pudiera erotizarle.

[David]: Y con eso, supuestamente disminuyen su deseo sexual hacia otros hombres. Pero además de esto, las torturas hacia mujeres y hombres incluyen golpes, baños con agua helada y encierros de varias horas en cuartos sin luz ni ventilación. Jorge dice que en muchos casos las víctimas son menores de edad y son los familiares los que las envían a estos centros.

[Jorge]: Uno de los métodos más comunes para llevar a las personas a la clínica de deshomosexualización es, eh, darles alguna droga, alguna sustancia para que se duerman y secuestrarles y llevarles a la clínica. Entonces, quién hace ese trabajo es la familia. 

[David]: Esta historia se repite una y otra vez en los casi 60 casos —la mayoría de mujeres lesbianas— que ha registrado Causana desde el año 2000. La mayoría no fueron denunciados a las autoridades y si lo hacían terminaban archivando los casos por falta de pruebas o simplemente porque no les daban la importancia necesaria. 

Y hay que tener en cuenta que estos 60 casos son solo los que ha registrado una de las tantas organizaciones que velan por los derechos LGBTI en Ecuador. Lamentablemente no existe un estudio oficial, por lo que es difícil saber exactamente cuántas personas han pasado por esto. 

Uno de los casos que encontramos es el de esta persona. 

[Andrea Alejandro Freire]: Me llamo Andrea Alejandro Freire. Nací acá en Guayaquil. 

[David]: Andrea Alejandro tiene 31 años, se identifica como queer, es decir, una persona que no se identifica con un género específico. 

[Andrea Alejandro]: Yo no tengo problema con los pronombres. No sé, me gusta igual pronombre neutro, femenino o masculino.

[David]: Nos vamos a referir a ella en femenino. Desde que era pequeña, le atraían las mujeres. Nunca se lo dijo a nadie, sobre todo porque su mamá era muy evangélica y la homosexualidad no entraba dentro de lo que su Dios consideraba como bueno. Y con su papá no tenía muy buena relación, casi ni hablaban.

Pero un día en 2003, cuando tenía 14 años, Andrea Alejandro estaba discutiendo con su mamá porque la estaba obligando a ir a la iglesia y a solo escuchar música cristiana. 

[Andrea Alejandro]: Solo recuerdo la sensación de yo estar muy enojada y decirle así como que me gustaban las mujeres. Y primero ella ignoró esa situación. Se hizo como… como la loca para no tener que responderme. 

[David]: Y ahí terminó la discusión. Pero en los días siguientes, Andrea Alejandro empezó a notar que su mamá estaba pendiente de todo lo que ella hacía: quién la llamaba, qué decía en sus conversaciones, qué veía en televisión. También notó que las inyecciones que antes le aplicaba para tratar el asma, ahora eran más frecuentes, pero no le dio mucha importancia a eso. 

Hasta que progresivamente a Andrea Alejandro le comenzó a crecer barba, la voz se le hizo más grave y se estaba haciendo más musculosa. La mamá, aterrada, la llevó a un médico y ahí Andrea Alejandro se enteró de lo que había pasado.

[Andrea Alejandro]: Ella había hablado con el consejero de la iglesia y entonces él le había dicho como que lo que yo necesitaba era como que recibir hormonas femeninas y entonces ella, como, comenzó a inyectarme progesterona. 

[David]: Progesterona. Una hormona relacionada al ciclo menstrual. Esto, según le dijo el consejero, haría que a Andrea Alejandro le gustaran los hombres y se volviera una mujer de verdad. Pero con el tiempo, las hormonas surtieron el efecto opuesto a lo que su mamá buscaba. Como su cuerpo tenía tanta progesterona, para equilibrar el desbalance empezó a producir más testosterona. 

El médico regañó a la mamá y le dijo que no podía administrar hormonas sin acompañamiento médico. A Andrea Alejandro le dio mucha rabia esto, como si su propia mamá la hubiera enfermado. En todo caso, le dieron un nuevo tratamiento para estabilizar su organismo y ella pensaba que era lo último que iba a hacer su mamá. Pero en 2004 —cuando Andrea Alejandro tenía 15 años— se levantó un domingo muy temprano y fue a la cocina. Sirvió una taza de café y se tomó un sorbo. 

[Andrea Alejandro]: Solo recuerdo eso lo último. Y, cuadro siguiente, levantarme en un cuarto oscuro y como encontrarme golpeada, como sedada, el cuerpo muy pesado, sin pantalones.

[David]: Y con signos de haber sido violada. Estaba en el piso y en ese cuarto no había nada, ni ventanas ni muebles. Junto a ella había dos personas más o menos de su edad: un hombre y una mujer que estaban igual de drogados que ella y casi ni podían hablar. Andrea Alejandro trataba de entender dónde estaba, qué le estaba pasando. 

[Andrea Alejandro]: Pensaba igual que era como que me habían robado básicamente.  O sea, yo decía: “Quizás después de que desayuné, salí a comprar, no sé… Y alguien me trepó en un carro y me llevó. Y mi mamá y mi papá no saben dónde estoy”. 

[David]: No sabía cuánto tiempo había pasado desde que perdió la consciencia. Pudieron haber pasado horas o días. Todo era muy confuso. Después de un tiempo, dos hombres entraron al cuarto y la sacaron a ella y a las otras dos personas a un patio. Ahí les echaron agua con una manguera. Luego se acercaron a Andrea Alejandro y… 

[Andrea Alejandro]: Me dijeron que mi mamá me había mandado ahí para que yo aprenda a ser bien mujer, para que sea una mujercita de bien. 

[David]: Era una clínica para tratar adicciones. Después se enteraría que había sido una recomendación del pastor de su mamá. Para lograr convertirla en una “mujercita de bien”, empezaron con electroshocks y violaciones correctivas. Y cuando Andrea Alejandro se resistía… 

[Andrea Alejandro]: Me obligaban a ver cómo violaban a la otra chica y cómo violaban al chico también. 

[David]: Y cuando las otras dos personas también empezaron a resistirse… 

[Andrea Alejandro]: No te dejaban ir al baño. Entonces, te terminabas orinando encima. Y te orinaban ellos encima y terminabas días ahí.

[David]: Y cuando los dejaban ir al baño, a veces los obligaban a comer ahí. También los hacían dormir en el patio, sobre un piso con piedras pequeñitas y sin colchón. Los golpeaban hasta dejarlos con los ojos hinchados. Era un constante maltrato físico y psicológico.

[Andrea Alejandro]: O sea, ya habían días en que ya no me podía parar porque el día anterior, o sea, ya había recibido descargas, me habían golpeado, había tenido que ver, como, cosas que no quería ver. 

[David]: Además de todas estas torturas, también les hacían leer la Biblia o rezar y rezar y rezar. Ella recuerda que a veces iba un pastor evangélico.

[Andrea Alejandro]: Era un señor alto. Tenía una barba muy larga, muy larga. Y tenía una Biblia muy grande. Igual siempre estaba así, como muy bien vestido, o sea, como que toda su ropa era limpia. Estaba como lleno de alhajas y joyas. 

[David]: Este hombre les hablaba por horas.

[Andrea Alejandro]: Él nos decía sodomitas. Y nos leía siempre como que los versículos donde se condena la homosexualidad y estas prácticas estaban penadas con la muerte. Pero que nosotros estábamos viviendo en un tiempo de gracia porque Jesucristo había venido a morir por nosotros también y que por eso teníamos como que esa oportunidad de arrepentirnos. 

[David]: Según ella, este hombre nunca los violentó físicamente. Pero que cuando no querían leer la Biblia o rezar, les avisaba a los hombres del centro y ellos eran los que les aplicaban los castigos correctivos que ya sabemos. 

[Andrea Alejandro]: Él decía que todo lo que nos pasaba era más bien por nuestra culpa, que nosotros provocábamos lo de los castigos. Que dependía solo de nosotros, que no era algo que él disfrutara hacer o que él quisiera hacer.

[David]: Andrea Alejandro pasó varios días en ese lugar. No está muy segura de cuántos porque no tenía muy clara la noción del tiempo. Solo recuerda que un día no soportó más y decidió escapar con sus compañeros. Esperaron a que uno de los hombres fuera al cuarto, y en ese momento los tres salieron corriendo por el patio y saltaron un muro de unos dos metros más o menos. 

[Andrea Alejandro]: Y ahí había como un gran descampado, así como lleno de monte. Y entonces estos tipos venían detrás de nosotros. Y luego salimos corriendo y atravesamos como que esos matorrales, y llegamos como a una especie de carretera. 

[David]: Justo en ese momento pasaba una patrulla de la policía. Andrea Alejandro y sus compañeros los pararon e intentaron explicarles lo que había pasado. Pero los policías no les creyeron.

[Andrea Alejandro]: Que nosotros estábamos mintiendo, que en realidad nos habíamos… como que habíamos ido a alguna fiesta o nos habíamos drogado.

[David]: Pero insistieron tanto que al final los convencieron y se subieron a la patrulla. Entonces arrancaron y perdieron de vista a los hombres que los perseguían. Cuando los policías les preguntaron a dónde los podían llevar, ninguno de los tres quería volver a su casa, porque de ahí los habían mandado a este lugar. Pero eran menores de edad, entonces no había muchas opciones. Y así fue: a cada uno se lo llevaron en una patrulla y esa fue la última vez que Andrea Alejandro supo de sus compañeros. Cuando llegó a su casa, su mamá la recibió muy sorprendida porque los golpes eran evidentes y cuando los policías se fueron… 

[Andrea Alejandro]: Ella se echó a llorar. Yo le digo a mi mamá que… como que todo eso, lo que me había pasado era por su culpa. Pero no le dije… nunca le conté qué había pasado.

[David]: No quería recordarlo. Y aunque a su mamá tampoco le dijeron lo que le iban a hacer en este lugar, era obvio el daño que le causaron. La mamá, llena de remordimiento y de vergüenza, decidió decirle al resto de la familia que Andrea Alejandro se había ido de viaje por un tiempo y que estaba golpeada porque la habían robado. Nunca les contó la verdad y para Andrea Alejandro fue lo mejor.

[Andrea Alejandro]: No quería hablar sobre lo que pasó, no quería contarle a nadie, nada, solo estaba muy enojado. La ira me ayudaba como a bloquear.

[David]: A bloquear todos los recuerdos de lo que tuvo que pasar. Y tomó varias decisiones por supervivencia: comenzó a ir a la iglesia, se alejó de sus amigos y si escuchaba música que no fuera cristiana, lo hacía a escondidas. 

[Andrea Alejandro]: Todas esas cosas las hacía porque tenía miedo de que ella vuelva a decidir mandarme a la clínica. 

[David]: Y no es que le hubieran dejado de gustar las mujeres, simplemente aprendió a tener una doble vida: por un lado le decía a su mamá que había cambiado, que ya no era lesbiana. Pero por otro, seguía saliendo con chicas, y haciendo lo que le gustaba fuera de la iglesia. 

Andrea Alejandro decidió no denunciar su caso a las autoridades, porque significaba también denunciar a su mamá por secuestro y eso era un problema para ella. 

[Andrea Alejandro]: Porque yo sentía que mi mamá era la última pieza de todo eso. Que iba a recaer la pena o la condena sobre el menor de los… de los engranajes.

[David]: Porque todo hace parte de un sistema más grande que involucra iglesias, pastores, directores de estos centros, funcionarios públicos. Y ni Andrea Alejandro ni su mamá sabían quiénes eran los verdaderos culpables, los dueños de la clínica, y una investigación de las autoridades tampoco aseguraba que se hiciera justicia. 

No contarle a nadie lo que pasó le ayudó a enterrar un recuerdo que le hacía muchísimo daño. Pero esto solo le sirvió por unos ocho años. Un día del 2012, cuando ya tenía 23 años, estaba viendo un programa religioso de televisión con su mamá cuando salió este hombre… 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Arturo Norero]: Existen fundaciones que a través de un proceso, de un servicio de terapia, o más bien de un tratamiento, es que pueden ayudar. Esto no es de la noche a la mañana, ni con sonar el dedo. Esto es un… es un… un tratamiento que puede durar hasta dos a tres años para que un hombre o mujer que sea desviado sexualmente vuelva a encontrar su identidad. 

[Andrea Alejandro]: La primera reacción fue como corporalmente como de escalofríos. 

[David]: No entendía por qué ese hombre le generaba eso, pero luego… 

[Andrea Alejandro]: Ya como que haciendo el esfuerzo de pensarlo y pensarlo, lo asocié.

[David]: No le dijo nada a su mamá, pero ese hombre grande, blanco, de barba larga y voz gruesa era el pastor de la clínica en la que estuvo. El mismo que le decía sodomita, que la amenazaba con condenarse en el infierno, que la culpaba por las torturas a las que la sometían. Ahí supo de quién se trataba: su nombre es Arturo Norero y efectivamente es un pastor evangélico que se ha convertido en promotor de las terapias de “deshomosexualización”. Entonces decidimos contactarlo. 

[Arturo]: Muy buenas, Dios lo bendiga.

[David]: Buenos días, ¿con quién hablo? 

[Arturo]: Arturo Norero. 

[David]: Arturo, ¿cómo está? Habla con David Trujillo. Yo soy periodista de Radio Ambulante, ¿cómo está? 

[David]: Le dijimos directamente para qué lo llamábamos. 

En este momento estoy haciendo un reportaje sobre terapia de deshomosexualización y he hablado con algunas personas y me dicen que usted ofrece este servicio.

La verdad pensamos que nos iba a cortar la llamada porque este tema ha causado mucha polémica incluso fuera de Ecuador, pero para nuestra sorpresa nos dijo que nos recibiría en su iglesia evangélica en Quito. 

Cuando llegamos nos topamos con un edificio de tres pisos. En el segundo hay un salón grande donde hacen las ceremonias religiosas. Hay muchas sillas blancas para que la gente se siente, pero en ese momento no había nadie. Al fondo hay una especie de altillo desde donde predica el pastor. Las paredes están llenas de estrellas de David que son las de seis puntas y también de frases bíblicas.

Norero nos invitó a subir al siguiente piso, a su despacho: un lugar lleno de libros e imágenes religiosas, y un escritorio grande de madera en el medio. Ahí nos dio la entrevista. 

[Arturo]: Mi nombre es Arturo Norero. Soy guayaquileño. Tengo varias funciones, una de ellas es pastor de la iglesia “Casa De Oración ¡Dile a un amigo!”, aquí en Quito, Ecuador. También soy hombre de negocios y me encanta servir y ayudar a la gente en lo que se pueda. 

[David]: Empezamos preguntándole qué decía la Biblia sobre la homosexualidad. 

[Arturo]: Bueno, la Biblia sí condena el pecado de la homosexualidad, del lesbianismo, igual que al ladrón, igual que al chismoso, igual que al mentiroso, al orgulloso, al prepotente. En fin, el pecado es pecado. 

[David]: Pero Norero nos dijo que Dios condena el pecado y no al pecador.

[Arturo]: Por ende, el adúltero, el ladrón, homosexual, travesti, depravado, violador, por supuesto que en Jesucristo tiene una esperanza y un nuevo estilo de vida. 

[David]: O sea, que una persona homosexual puede dejar de serlo. Le preguntamos cómo él, como pastor, logra esto. Qué le dice a una persona homosexual.

[Arturo]: Primero que él mismo se de cuenta qué pasó. En qué momento hubo esa confusión. Todo empieza con una confusión y después, en una sociedad o en una familia, viene la aceptación.

[David]: Y esa aceptación, según él, no significa que la homosexualidad sea buena. 

Después de que la persona reconoce el momento en que se confundió, Norero le dice así como en Camino de Salida que ocupe su mente en algo porque, según él, es desde la mente ociosa donde viene el pecado. Entre sus consejos está sacar el computador del cuarto para no tener la tentación de masturbarse con pornografía. 

No explicó mucho más en qué consiste su terapia de deshomosexualización, pero lo que sí nos dejó claro es que los menores de edad vienen con sus padres y que, aquí cito: “Esos son los más fáciles. El problema es ya cuando son mayores, porque están bien enraizados con su práctica”.

Además dijo que es un proceso que dura toda la vida, que solo con un par de sesiones las personas no se hacen heterosexuales. Es más, dijo que como muchos no logran tener una atracción por personas del sexo opuesto, deciden no casarse y optan por la castidad. Cuando le preguntamos por qué, respondió que cada quien es libre de escoger lo que quiere. 

[Arturo]: A veces yo quiero que otros vivan la clase de vida que yo quiero que ellos vivan y no aceptar y respetar que cada uno decide la vida que ellos escojan vivir. 

[David]: Entonces Lisette le preguntó:

[Lisette]: ¿Y qué pasa si es que escogen.. si es que  la vida que ellos escogen es ser homosexual?

[Arturo]: Está en su libertad, ¿quién soy yo para decirle no? Yo sí puedo decirles “no” cuando quieren adoptar leyes, leyes nacionales, en contra de la sagrada escritura. También tengo mi posición, también tengo que hablar y decir lo que yo creo. 

[David]: Con “adoptar leyes nacionales” se refiere al activismo que hay para que se garanticen derechos igualitarios en Ecuador, como la legislación del matrimonio entre personas del mismo sexo, por ejemplo. Pero esto, según Norero, va en contra de la ley de Dios, la única correcta para él. Por eso dice que no se callará nunca frente a este tema. 

Luego pasamos a hablar sobre el caso de Andrea Alejandro, sin decirle su nombre. Le dijimos que esta persona nos contó que él iba a este centro de rehabilitación y que aunque nunca la violentó directamente, sabía de las torturas que hacían en este lugar. Esta fue su respuesta.

[Arturo]: Yo siempre con la bendición de Dios… hay personas que me conocen. Me han invitado a centros en Guayaquil, aquí en Quito, en Manta, y yo voy es a predicar la palabra de Dios y a darles una palabra de… de… de esperanza. Ahora, que yo sabía que había abusos con las personas… desconozco yo de… de qué centro primero estamos hablando. Y yo quiero decir algo y enfáticamente: yo apoyo al pecador, pero no soy alcahuete del pecado. Al pecado hay que… hay que confesárselo al señor y hay que renunciar de eso.

[David]: ¿Qué opina de estos castigos físicos y estas torturas de las que hablan estas personas?

[Arturo]: Eso es salvajismo. Eso va en contra de… O sea, ¿cómo yo te voy a ayudar a golpes? O sea, eso es inaudito. Eso es una torpeza. Recalco: yo nunca he pertenecido a ningún centro de rehabilitación. He sido invitado a muchos centros de rehabilitación, sí. Qué pasa ahí, eso no sé. 

[Lisette]: Si es que hay estos rumores de que ocurren estas violencias en estos centros, ¿no… no es como de cierta forma su responsabilidad averiguar que no ocurran en efecto para poder asistir? 

[Arturo]: Ay sí tú, cómo no. Usted es la periodista. Usted vaya e investigue. Yo soy pastor. Yo estoy aquí en la iglesia y me invitan a predicar. Yo predico y salgo. 

[David]: Andrea Alejandro no es la primera víctima de estos casos que toma la decisión de no denunciar. De hecho son muchas las que prefieren no hacerlo y por varias razones. Entre esas porque en ocasiones los fiscales no les creen, porque no ven golpes físicos en el cuerpo. Y si aceptan la denuncia, es común que el caso se quede estancado por meses o incluso por años. Entonces las víctimas se ven sometidas a un desgaste innecesario y muchas veces prefieren seguir con sus vidas y abandonan el proceso. 

Desde 2013, el Estado ecuatoriano ha cerrado 25 de estos centros en todo el país, pero esta información no se ha podido comprobar. Según un informe de la organización Taller de Comunicación Mujer, los dueños de estos lugares cobraban entre 700 y 3 mil dólares mensuales por el supuesto tratamiento. Además, esta organización reveló que solo ha habido nueve casos judicializados contra los responsables de las “terapias de deshomosexualización”. De esos, solo uno tiene registrada una condena. Eso fue en 2013, cuando el dueño de uno de estos centros fue condenado a solo diez días de prisión y a pagar una multa de seis dólares. 

Y, bueno, haber cerrado estos centros no significa que dejaron de existir. Lo que hacen los dueños de estos lugares, simplemente, es reabrir sus centros en otras partes cuando ven la oportunidad. Y solo les cambian el nombre. 

[Daniel]: Andrés —uno de los protagonistas de esta historia— vive fuera de Ecuador. Sigue teniendo una muy buena relación con su mamá, Lucía, y sus hermanos. Es activista por los derechos LGBTI.

Andrea Alejandro, es artista y activista LGBTI. Cuando tenía 25 años —y después de mucho tiempo de intentar ocultar su caso— decidió empezar a hablar de eso, aunque nunca lo denunció a las autoridades. En este momento no tiene ningún contacto con sus padres.

Esta historia fue producida por Lisette Arévalo y David Trujillo. Viven en Quito y Bogotá, respectivamente. Gracias a la organización Taller de Comunicación Mujer y a Santiago Vaca por su ayuda en este episodio.

Este episodio fue editado por Camila Segura y por mí. El diseño de sonido y la música son de Andrés Azpiri. Andrea López Cruzado hizo el fact checking.

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Gabriela Brenes, Jorge Caraballo, Victoria Estrada, Rémy Lozano, Miranda Mazariegos, Patrick Moseley, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas. Carolina Guerrero es la CEO.

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Studios y se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

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Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

Créditos

PRODUCCIÓN
Lisette Arévalo y David Trujillo


EDICIÓN
Camila Segura y Daniel Alarcón


DISEÑO DE SONIDO
Andrés Azpiri


MÚSICA
Andrés Azpiri


ILUSTRACIÓN
Pepa Ilustradora


VERIFICACIÓN DE DATOS Y HECHOS
Andrea López-Cruzado


PAÍS
Ecuador


PUBLICADO EN
03/02/2020

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