Transcripción – Compartir no es delito
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[Daniel Alarcón, host]: Hey, Ambulantes: ya se vienen nuestros shows en vivo. ¿Compraron los tiquetes? Quedan muy pocos. Serán el martes 25 de septiembre, en Washington D. C., y el jueves 27, en Nueva York. Les vamos a presentar historias de Chile, México, Cuba, Uruguay, Colombia, Ecuador y Estados Unidos. Historias sobre identidades, herencias extrañas, máquinas obscenas y más. Les prometemos que la van a pasar súper. El show es completamente bilingüe y accesible para personas que no hablan español. Para comprar los tiquetes ingresen a radioambulante.org/envivo.
¡Gracias y nos vemos!
Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Hoy empezamos con él:
[Diego Gómez]: Soy Diego Gómez, eh, nací en Colombia, en el Norte del Valle, una región cafetera…
[Daniel]: Diego tiene 30 años y estudió biología en la Universidad de Quindío, en Armenia, una ciudad pequeña de Colombia. Después de terminar su carrera en el 2013, se fue a Costa Rica. Se había ganado una beca para hacer una maestría en conservación.
[Diego]: Estaba todavía muy contento porque… Porque había recibido la beca, porque estaba en otro país… Porque no sé, estaba realizándome profesionalmente…
[Daniel]: A los tres meses de estar allá, ya estaba bien metido en sus estudios y tuvo su primera salida de campo… Ese día…
[Diego]: Estábamos en una playa súper bonita aquí en Costa Rica en el Caribe, donde hay un parque nacional rebonito. Y de un momento a otro me llama mi papá muy asustado como: “Hey, usted qué hizo ilegal, que aquí llegó una, una notificación de la fiscalía que hay un proceso de investigación en curso…”.
[Daniel]: Que había una denuncia contra Diego. Su papá le leyó la notificación, que era bastante escueta…
[Diego]: Solamente decía: “derechos patrimoniales de autor y derechos conexos”, pero no decía quién era el demandante, ni por qué…
[Daniel]: Cero detalles.
[Diego]: Yo en ese momento me quedé pensando, y yo… hmm… o sea, le di como tres vueltas a mi vida a ver qué había hecho ilegal y no encontré [risas] nada.
[Daniel]: Pero claramente había algo, ¿no? Esa llamada de su papá sería el comienzo de una odisea legal que duraría varios años. Le cambiaría a Diego sus planes de vida, sus opciones profesionales, toda su visión del futuro. Solo que, en ese momento, ni siquiera sabía por qué.
Nuestra productora de hoy, Laura Rojas Aponte, nos cuenta.
[Laura Rojas Aponte, productora]: Devolvámonos un poco… Cuando Diego todavía estaba en Colombia, en sus primeros años de universidad…
[Diego]: Me empezaron a llamar mucho la atención las, las anfibios y los reptiles.
[Laura]: Eso tiene nombre propio. Se llama: herpetología.
[Diego]: De hecho es un nombre muy feo [Risas]… la gente quién sabe qué se imaginará. Yo creo que es más… parece más como un término médico [risas], que, que del estudio de, de algún grupo de animales.
[Laura]: La universidad de Diego tenía poco dinero. Él recuerda que la biblioteca era pequeña y la sección de biología estaba desactualizada. Era complicado encontrar información sobre temas tan específicos como la herpetología. Él y sus compañeros se las tenían que ingeniar…
[Diego]: Lo que hacíamos era hacer como “comisiones” para ir a, a la capital, a Bogotá, y ir a conseguir libros regalados, prestados, sacar copias de libros, eh, de capítulos o ir a la, a la literatura en revistas científicas.[Laura]: Así que creó un grupo de estudio donde, entre otras cosas, compartían textos académicos. Un día, Diego encontró en un grupo de Facebook una tesis de maestría sobre salamandras. Era hecha en Bogotá. Para leerla había que descargar un archivo usando uno de esos enlaces largos, que tienen fecha de vencimiento…
[Diego]: Están un tiempo y, y, y ya después no se puede acceder a ellos.
[Laura]: Entonces él… muy solidario…
[Diego]: Lo que hice fue, eh, subirlo a otra plataforma que se llamaba Scribd para pasarles el link a, a los del grupo de estudio que habíamos conformado en la universidad.
[Laura]: Scribd es una plataforma para compartir documentos. Tiene la ventaja de que sus enlaces son fáciles de usar… Apenas las personas hacen click, pueden ver los archivos; no hay que descargar nada raro.
Y, bueno, en 2009, mientras Diego estaba en la universidad, Scribd era una opción bastante popular porque no había que pagar para usarla. Era ideal. De hecho, sus compañeros terminaron consultando allí la tesis sobre salamandras…
[Diego]: Para saber qué especies estábamos encontrando en la zona. Entonces era, era más como un documento de, de, de acceso a información ocasional que algo para leerlo como tal.
[Laura]: Más allá de usarlo como enciclopedia, el documento realmente no fue memorable para ellos.
De hecho, cuatro años después, cuando Diego recibió la llamada de su papá, ni se acordó de la tesis. Luego de colgar lo que él hizo fue repasar su vida, buscando qué le estaba trayendo problemas.
[Diego]: En ese momento que me di cuenta yo quería investigar todo lo que había pasado y qué había pasado… Yo necesitaba Internet y no tenía Internet.
[Laura]: Porque, claro, estaban en una playa, en un parque nacional…
En esa misma salida había dos compañeras de universidad que hasta el momento empezaban a ser amigas de Diego. Una de ellas sí tenía un celular con acceso a la red, entonces le contó lo que estaba pasando.
[Diego]: Yo tenía un poco de vergüenza de decirles como: “¡Hey, tengo una investigación en curso de la fiscalía en Colombia necesito buscar qué diablos está pasando!”. Eso fue.. O sea, esas fueron las primeras personas que se dieron cuenta.
[Laura]: Con un celular prestado y casi nada de información, Diego se conectó a ver si encontraba algo. Cualquier cosa. Pero nada…
[Diego]: Llegué a pensar que podía ser un homónimo, o algo así, como, hey, alguien la cagó, alguien se llama Diego Gómez Hoyos, la cagó, y, y me encontraron fue a mí…
[Laura]: Cuando volvió a San José…
[Diego]: Empecé a investigar en mis correos electrónicos, las redes, porque yo no me acordaba…
[Laura]: Incluso llamó a algunos amigos de cuando él estaba en la universidad, y en esas conversaciones entendió que la fiscalía lo buscaba por la tesis, esa sobre salamandras que había subido a Scribd en 2009.
[Diego]: No me acordaba lo que me había llevado a, a, a compartir esa tesis, y dónde la había compartido. Yo ni me acordaba de nada de eso. O sea, es como que, fue algo ocasional en mi vida, porque obviamente uno si le piden un artículo uno va y lo busca, o si lo tiene, lo comparte. O sea, es una actividad tan usual dentro de las redes de, de colaboradores de investigación que…
[Laura]: No entendía. Él no se había atribuido la autoría de la tesis. Es más, al compartir el documento lo citó como había aprendido en la universidad. Entonces, ¿por qué lo estaban buscando?
En español le decimos “Ley de derecho de autor”, pero a veces vale la pena recordar que en inglés le dicen copyright, ‘el derecho a copiar’. Esos conceptos empiezan a aparecer en las leyes al tiempo que la imprenta.
Un poco de historia: con el invento de la imprenta, un libro podría llegar a una audiencia más amplia que antes. Pero cuando un libro era exitoso, el que más se beneficiaba no era el autor, sino el dueño de la imprenta, que seguía produciendo libros, enriqueciéndose sin compartir la fortuna con el autor.
Esto se volvió un tema en el Reino Unido. Entonces, en 1710, la corona inglesa intervino y dictó que los autores tenían el derecho a decidir quién podía copiar sus escritos y cuántas copias se podían hacer. Así, el autor le vendía su ‘derecho a copiar’ a los impresores y, pues, ganaba mejor.
Ese derecho se expandió a otros países y a todo tipo de creaciones. Hoy en día, las fotos, los videos, las películas, los blogs, incluso los podcasts… tienen ‘copyright’. La idea es que los creadores tengan control sobre lo que hacen y así puedan cobrar por su trabajo. Por supuesto, del siglo XVIII a hoy la ley se ha vuelto más compleja, pero la idea de fondo sigue siendo la misma: contribuir a un modelo de negocio para los autores.
El autor de la tesis sobre salamandras, un herpetólogo llamado Andrés Acosta Galvis, nunca le dio permiso a Diego para copiar su creación. O sea, Diego no tenía permiso de pasar la tesis de una plataforma a otra y eso en Colombia puede ser un delito penal. Pero en ese momento, Diego no encontraba mucha información sobre esto, porque…
[Diego]: No hay muchos casos en el mundo de que se esté procesando a alguien por violación de derechos de autor en aspectos académicos.
[Laura]: No encontraba precedentes, casos que pudiera estudiar para entender qué estaba pasando…
[Diego]: Nunca se había visto las repercusiones que podía llegar a tener y era tener a alguien procesado penalmente por utilizar el conocimiento sin ánimo de lucro.
[Laura]: Pero no importaba que su caso fuera raro o que él estuviera educándose, la ley es la ley y Diego tenía motivos para preocuparse. Para comenzar, infringir el derecho de autor se castiga en Colombia con cárcel: cuatro a ocho años. Y la pena tiene que ser cumplida en el país, o sea le tocaba devolverse.
[Diego]: Básicamente yo no me ponía a pensar bueno, ¿y cuánto me van a cobrar? O ¿cómo es el proceso? O ¿cuánto me voy a gastar? No, o sea, es: ¿qué putas está pasando?
[Laura]: Ah, bueno, y ese es el otro tema, el de la plata. El código penal colombiano habla de una multa de por lo menos 26 salarios mínimos, algo así como 7.000 dólares. A eso hay que sumarle los honorarios de los abogados: pagarle a expertos en derecho de autor es carísimo. Y, como Diego estaba en Costa Rica, también había que comprar tiquetes aéreos y estadía en Bogotá para que él pudiera asistir a sus propias audiencias…
El costo era demasiado alto. Tenía que hacer algo.
[Laura]: En el primer semestre de 2013, la fiscalía estaba en una etapa que se llama «fase de indagación», donde investiga si, en efecto, fue cometido un delito y si la denuncia sí viene al caso. Había algo de tiempo para informarse y Diego se preguntaba…
[Diego]: ¿Quién me puede ayudar en esto? O sea, ¿quién sabe del tema?
[Laura]: Y recordó que…
[Diego]: Yo antes de venirme para Costa Rica había estado en un encuentro de, de arte multimedial y en ese momento una persona que hablaba del tema era…
[Carolina Botero]: Yo soy Carolina Botero, y soy la directora de la Fundación Karisma.
[Laura]: Una organización que, entre otras cosas, se preocupa por defender el acceso al conocimiento en la era digital.
[Diego]: Se me alumbró el bombillo y yo dije: ¡Ay, claro, o sea, voy a contactarla!
[Laura]: Así que mientras la fiscalía hacía lo suyo, Diego le escribió a Carolina y a ella le pareció que su caso era muy importante.
[Carolina]: Yo venía desde el 2006 diciendo: el derecho penal en Colombia es injusto, van a caer personas inocentes que no deberían estar en ese proceso y te, te aparece el caso…
[Laura]: Ella vio en la investigación que le estaban haciendo a Diego un precedente legal. Le explicó:
[Diego]: Nunca se había documentado las repercusiones de aplicar el derecho de autor a actividades donde usualmente se comparte conocimiento sin ánimo de lucro y con fines netamente académicos…
[Laura]: Al final del 2013, terminó la fase de indagación. La fiscalía decidió que la denuncia contra Diego sí tenía una justificación sólida: había un presunto delito —violación a los derechos patrimoniales de autor y derechos conexos— y un presunto culpable: Diego. Así que este lío se volvió un proceso judicial con dos bandos. De un lado estaba la fiscalía y el autor de la tesis (como víctima) y del otro lado estaba Diego Gómez. Un juez iba a decidir quién tenía la razón.
Y ahora que esto es un juicio, déjenme contarles de la víctima: Andrés Acosta Galvis. Él había presentado su tesis de maestría en 2006 y años más tarde, cuando la encontró circulando en Internet, acudió a la justicia para denunciar a Diego.
Su acusación decía que Diego estaba recibiendo dinero cada vez que alguien descargaba la tesis de salamandras, y es que en ese mismo año Scribd cambió su modelo de negocio y tenía nuevos cobros. Diego no había recibido ni medio centavo de la plataforma, pero en ese momento el acusador no lo sabía.
Andrés también alegaba que él únicamente había dado permiso de difundir su tesis a la Universidad Nacional (donde cursó su maestría). O sea que si alguien quería leer el documento, debía ir hasta la biblioteca de esa universidad en Bogotá.
Yo contacté a Andrés varias veces para que me diera una entrevista, pero él prefirió no hablar conmigo…
[Diego]: El caso empezó yo iniciando la maestría y obviamente tenía que estar acá en Costa Rica…
[Laura]: Con el día a día de sus estudios en San José, era fácil simplemente ignorar lo que estaba pasando, olvidarse del tema. Total, un proceso legal puede ser lento. Diego, por momentos, vivía como si no pasara nada.
[Diego]: Yo tuve varias fases. O sea, una de negación, de no quería, eh, como saber del tema o estar pensando en el tema todo el tiempo. Por mí yo me hubiera acostado simplemente a que el tiempo pasara y ya…
[Laura]: Pero obviamente no podía ignorarlo. Volvió a hablar a Carolina y ella decidió que lo iba a apoyar sin cobrarle nada. Para ella, era una mezcla entre el deber moral de ayudarlo y la oportunidad de cumplir con los objetivos de su organización.
Y es que con la llegada de Internet, las cosas con el derecho de autor se complicaron. Inventos como los casetes, el fax, los escáneres, el VHS y otros aparatos ya nos habían acostumbrado a un mundo donde hacer copias era fácil. Pero en la era digital es aún más fácil. Con un celular y una conexión yo puedo, por ejemplo, enviar una foto a 15 contactos diferentes en segundos. Y cuando 15 celulares tienen la misma foto, es porque hay 15 copias del archivo original. ¿Me siguen? Lo que quiero señalar es que en Internet ‘enviar’ equivale a ‘crear una copia’.
Es tan sencillo enviar y recibir creaciones de otros que —me atrevería a decir— cuando se trata de compartir en Internet todos hemos hecho cosas ilegales.
Por un lado, está lo que sabemos que va en contra del copyright como ver películas piratas o descargar música en páginas sospechosas. Pero en el otro lado hay acciones menos obvias, como compartir gifs con fragmentos de películas, enviar por email PDFs de libros, hacer videos de obras de arte en museos, publicar capturas de pantalla… Incluso, puede que nuestra foto de perfil de Facebook sea un archivo robado, simplemente porque no le pedimos permiso al que nos tomó la foto.
Por supuesto, la mayoría de las veces uno cierra el navegador y no pasa nada, no hay consecuencias. Pero si según una estricta interpretación de la ley, todos somos delincuentes, entonces quizá el problema está en la ley. Por eso hay gente en distintos países que aboga por un derecho de autor más flexible. Con la facilidad que tenemos hoy de copiar cosas, las leyes se ven desactualizadas. En Colombia, por ejemplo, la Ley de Derecho de Autor es de 1982.
Entonces, el plan de Carolina era muy sencillo: ella y su equipo se ocuparían de la parte legal y Diego podría seguir estudiando en San José. Hablarían constantemente por teléfono para que Diego estuviera informado y tomara decisiones cuando fuera necesario. Él aceptó el plan encantado.
[Diego]: Carolina era como, “bueno al grano, esto es lo que puede pasar, esto es lo que tenemos que hacer. Entonces, decida: ¿Quiere o no?” O sea, era muy fría, así, como pero yo creo que eso, ella fue la que me acabó esa etapa de negación ahora que lo pienso.
[Laura]: Las audiencias del proceso judicial iniciaron el 30 de mayo de 2014. Para ese día, Carolina consiguió a un abogado amigo, que no sabía mucho de derecho penal, pero que estaba interesado en derecho de autor. Él asistió solo a la primera sesión…
[Carolina]: Cuando terminó, me dijo: “Esto no sirve, aquí se necesita gente que sepa derecho penal porque el proceso es un proceso penal…”
[Laura]: La buena voluntad no alcanzaba, había que conseguir dinero para contratar un abogado penalista, y ni Diego, ni Carolina, ni su fundación tenían fondos para contratar a uno.
[Carolina]: Entonces nos conseguimos una beca de la Web Foundation, demostrando, pues, que era el tema, era delicado.
[Laura]: Consiguieron 2.000 dólares de una organización que trabaja para que todos los humanos tengan acceso a Internet. Ese dinero era suficiente para poner en marcha la defensa. Sin embargo, en ese momento encontraron algo mejor que hacer con la plata.
Carolina le propuso a Diego…
[Carolina]: Hay una posibilidad de acercarnos y de conseguir que esto se, se termine sin juicio.
[Laura]: Pensaron que era mejor conciliar; la opción que los abogados casi siempre recomiendan. Es una alternativa tan frecuente que hasta tiene su refrán: Más vale un mal arreglo que un buen pleito.
Sonaba perfecto.
Para la víctima podía ser un buen negocio. Imagínense ustedes recibir 2.000 dólares por una tesis de maestría, sabiendo que en la mayoría de los casos es difícil hacer negocio con esos documentos.
Para Diego era la oportunidad de escapar de un juicio. Eso significaba ahorrarse años de una pelea que no le interesaba dar.
Pero el abogado de Andrés Acosta…
[Carolina]: dijo que no y que realmente los daños habían sido mucho más grandes. Creo que nunca ni siquiera se llegó a mencionar la cifra, porque la que él pidió fue tan grande.
[Laura]: Que no había otra opción que asumir el pleito. Y esa era la opción más larga.
La siguiente audiencia tardó casi un año, y el proceso tuvo todo tipo de aplazamientos: vacaciones, cambios de juez, paros de trabajadores, cambios de abogados…
Hubo un momento en que el mejor escenario era que el proceso prescribiera. Es decir, que la decisión de un juez se demorara tanto, que el caso fuera archivado y como consecuencia Diego quedara absuelto. En este caso la fecha de prescripción era diciembre de 2017. Si para ese momento no había sentencia, él se salvaba. Y no era un escenario irreal porque en Colombia la justicia toma años. Lo que seguía, definitivamente, era un periodo de incertidumbre.
[Daniel]: Diego tenía que acostumbrarse a vivir en un limbo. Una pausa y volvemos…
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[Astronauta]: T minus 30 seconds.
[Mujer]: They said “T mininus”, they said “T minus”.
[Host de Planet Money]: Planet Money, a podcast about the economy, and sometimes about rocketships.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón.
Antes de la pausa, escuchábamos la historia de Diego… Cursaba su segundo año de maestría en Costa Rica, pero lejos de ser estudiante común y corriente, con preocupaciones normales, su vida había estado marcada por un proceso penal que había empezado contra él en Colombia. Y ahora, con una conciliación fallida, venía un juicio costoso y demorado.
[Diego]: Yo me volví mucho más nervioso de lo que era, o sea como que yo sentía cerrarse una puerta duro y me alteraba. Eh, tuve algo de, de delirios de persecución. O sea, yo usualmente no contesto una llamada porque pienso que pueden ser noticias malas…
[Daniel]: Es que el estrés de saber que hay proceso judicial en tu contra puede ser peor que la sentencia.
[Diego]: O sea, que usted no sabe qué va a pasar, ¿cierto? A veces yo decía, bueno, o sea, que me digan de una vez que soy culpable y ya me acabo esta mierda.
[Daniel]: Laura Rojas Aponte nos sigue contanto.
[Laura]: En junio de 2014, Diego habló otra vez con Carolina Botero. Ella le propuso:
[Diego]: “Bueno, eh, para poder seguir apoyándolo en el proceso, pues básicamente lo que necesitamos es, eh, más apoyo de organizaciones internacionales —de la gente—, porque lo que se viene obviamente demanda recursos, demanda apoyo. Y la u, la forma en que, en que podemos suplir esas demandas es exponerlo en redes y a sacar una campaña”.
[Laura]: En otras palabras: para enfrentar lo que seguía, Diego debía contarle al mundo su historia.
La idea era hacer una campaña de comunicaciones en primera persona. Porque una cosa es la Fundación Karisma diciendo “Miren, él es Diego y esto fue lo que le pasó” y otra muy distinta es Diego mismo diciendo “Yo soy Diego y esto es lo que me está pasando”.
[Laura]: Él aceptó.
[María Juliana Soto]: En este país pasan cosas tan absurdas, que era muy probable que alguien decidiera mandar a Diego a la cárcel…
[Laura]: Ahora déjenme contarles de María Juliana.
[María Juliana]: Yo soy María Juliana Soto, eh… Soy caleña, nací en el sur de Colombia, en Cali…
[Laura]: María Juliana trabaja con Carolina. Se encarga de algo que en la jerga de su oficina le dicen: acceso.
[María Juliana]: El acceso al conocimiento reúne una serie de derechos que son: el derecho a la educación, el derecho a la cultura y el derecho a la información, por ejemplo. Entonces todo eso constituye, eh, el derecho al acceso al conocimiento.
[Laura]: Ella fue una especie de entrenadora para Diego. En su oficina todos aportaron al caso. Hasta yo, que durante 2017 trabajé en la Fundación Karisma; fue allí donde conocí esta historia. Y lo que vi es que, aunque todos estaban involucrados, la que más invertía horas de su tiempo en la campaña era María Juliana.
[María Juliana]: Pues me parecía que yo tenía que hacer todo lo posible para que eso no pasara. Como que no puede ser que un estudiante vaya a la cárcel por esta bobada.
[Laura]: Juntos arrancaron por pensar en un nombre para la campaña y alguien propuso: “Compartir no es delito”. A muchos les gustó…
[María Juliana]: Pero había como problemas con ese nombre como que sí… pero es que sí es un delito. O sea, en Colombia, hacer eso, es un delito.
[Laura]: Pero Maria Juliana…
[María Juliana]: Yo estaba súper enérgica, como: ¡Pero no, no puede ser un delito! O sea, no… Tenemos que decir eso. Ese es un nombre muy bueno para una campaña. O sea, es claro, es contundente. Te explica el problema, vamos con ese.
[Laura]: Se quedaron con “Compartir no es delito”. Después venía a definir cómo iban a contar la historia. Y ante la falta de plata, decidieron abrir un blog donde Diego reportara lo que iba pasando. Todo el contenido sería publicado con la supervisión de María Juliana.
Las entradas de blog se escribían a varias manos desde Bogotá y San José. La primera fue publicada en julio de 2014. Se titulaba: “Mi historia”. Después de contar un poco sobre él, Diego decía:
[Diego]: En unos meses mi vida ha cambiado, ahora estoy aprendiendo de audiencias, imputaciones, juicios y abogados, estoy muy preocupado y desconcertado. Sobre todo, me desconcierta que esta actividad que realicé con fines académicos pueda considerarse un delito, y me convierta en “delincuente”.
[Laura]: Desde ahí, Diego empezó a aprender las palabras con las que debía contar su caso. María Juliana lo asesoraba.
[María Juliana]: Yo le hacía como bulletpoints, como claves, como “Diego, esta es la canción, esto es lo que tenés que decir siempre”. Yo le decía: eso es un, es una cuña, hay que repetirla. Siempre tienes que terminar con la frase: “porque ‘Compartir no es delito’”.
[Laura]: Y él intentaba.
[Diego]: Yo siempre estuve preocupado por que las cosas so, sonaran coherentes y que sirviera para el movimiento. O sea, no mostrarme ahí como un tarado que está recibiendo apoyo de una fundación y ya, necesita ayuda y ya.
[Laura]: Los primeros en reaccionar al blog fueron personas en redes sociales que usaban la etiqueta #CompartirNoEsDelito. No fueron muchas. Pero esa misma semana, Carolina escribió una columna de opinión en un periódico importante de Colombia. Con eso, la bola de nieve empezó a crecer. Y se habló de este caso en diferentes medios del país…
(Soundbite de noticiero)
[Locutora]: Un juez definirá la suerte del biólogo Diego Gómez, becado por un organismo internacional por su excelente desempeño y juzgado en Colombia por compartir un documento en Internet.
[Laura]: Estaban a meses de la próxima audiencia y la campaña no paraba. Tanto que el 7 de agosto del 2014, la revista estadounidense Newsweek publicó un artículo sobre Diego…
[María Juliana]: Le dije a Carolina: “Como yo ya me voy a jubilar. ¡Yo ya puse a Diego en Newsweek! Ya, chao. ¡No puedo hacer más!”
[Laura]: Una semana y media después, el periódico británico The Guardian se unió a la lista de grandes medios reportando sobre el caso. La mayoría de estos artículos subrayaban de manera tácita lo absurdo de una pena de entre 4 y 8 años de prisión por infringir el derecho de autor… Y ponían este ejemplo: Si a Diego lo hubieran acusado de delitos como la trata de personas o el abuso sexual… la posible condena sería casi la misma.
[María Juliana]: Que las personas de Estados Unidos o los europeos sintieran como, tanta indignación por el caso de Diego, pues eso sí me sorprendió un montón.
[Laura]: María Juliana celebraba y Diego aprendía a lidiar con su nueva fama.
[Diego]: Y era como: ¡Puta. O sea, estoy montado en un bus y me acaban de llamar de una de las emisoras de radio más importantes de Colombia! Entonces era pite en el bus para que le abran la puerta pa’ bajarme a hablar tranquilo en una calle…
[Laura]: A pesar de la bulla en medios, el proceso judicial se movía como habían anticipado: lentamente…
En ese tiempo Diego terminó su maestría, consiguió trabajo en el sur de Costa Rica, conoció una tica y tuvo una hija con ella. Hasta le alcanzó el tiempo para descubrir un tipo de rana que se creía extinta: la rana arlequín. Como no pasaba nada con el proceso legal, María Juliana y su equipo hicieron cuñas con canciones famosas para radios comunitarias.
(Soundbite de cuñas/Canción Latinoamérica)
Compartamos el conocimiento. La alegría de compartir no se puede comprar. Compartamos el conocimiento que hemos construido juntos. Compartir no es delito. Tú no puedes comprar al viento, tú no puedes comprar al sol, tú no puedes compar la lluvia, tú no puedes comprar el calor.
[Laura]: Mientras esperaba, Diego aprovechó para aprender los detalles del mundo del copyright contemporáneo.
[Diego]: Me empecé a dar cuenta que había un movimiento y un activismo tan brutal a nivel mundial. Empecé a dimensionar por qué me estaban apoyando y la importancia del, de mi caso.
[Laura]: En febrero de 2016, con dos años de preparación encima, Diego testificó por primera vez frente a un juez. Su defensa consistió en afirmar que
(1) Él se estaba educando al compartir la tesis, y pues, eso es muy diferente a la piratería que es lo que pretende castigar el derecho de autor.
(2) Que compartir documentos académicos es una práctica común entre científicos. La construcción de conocimiento se hace con base en los hallazgos de otros.
Y (3) la defensa de Diego demostró que él no había recibido nada de dinero por subir la tesis de salamandras a Scribd.
[Laura]: Leyendo los documentos legales hubo algo que me llamó la atención. Entre los testigos hay un “investigador en informática forense”, alguien que buscó cómo llegó la tesis de salamandras a Facebook. Y entre otros hallazgos, encontró que la tesis de Andrés fue compartida de nuevo, en el mismo grupo de Facebook, por Laury Gutiérrez, una persona que aparece en los agradecimientos de la tesis por “revisión del manuscrito”. Ella subió dos copias a Internet. O sea, alguien cercano a la víctima repitió la misma práctica que llevó a Diego a un proceso judicial. ¿Le habrá pedido permiso formal al autor?
Algo interesante es que, mientras Diego se defendía, Colombia como país intentaba volver más estrictas sus leyes de derecho de autor. Esto comenzó con el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos porque uno de los requisitos que pone la economía más grande del mundo es que la infracción al copyright se castigue penalmente y con multas severas. La justificación es que la industria del entretenimiento estadounidense mueve millones de dólares; parte de los productos que ellos exportan a Colombia son películas y canciones que requieren de un derecho de autor estricto para financiarse.
Así las cosas, los argumentos que Diego exponía frente a un juez eran lecciones de derecho de autor para todo un país. Queremos adoptar los estándares penales de Estados Unidos, pero no estamos usando la parte abierta. En concreto, este país tiene una figura que se llama ‘Fair Use’ (uso legítimo o uso razonable) y permite que las personas utilicen parcialmente creaciones protegidas sin pedir permiso. Un ejemplo muy básico: en este podcast, usamos fragmentos de noticieros. Como los estamos usando con motivos periodísticos, es decir, educativos, eso, bajo el Fair Use, es permitido. Pero en Colombia, esa figura legal no existe.
Al inicio de 2017 el juzgado cita a una audiencia más, como tantas que se habían hecho. Recordemos que este año, el 2017, era importante para el caso de Diego porque si no se resolvía nada, los cargos prescribían y él quedaba absuelto. Quizá por esa razón todo empezó a avanzar más rápido.
[Laura]: A esa sesión solo asistieron Carolina y los abogados del caso.
[Carolina]: Esa vez íbamos seguros de que iba haber alegatos.
[Laura]: Y así fue, cada uno de los bandos alegó. Y justo después, de la manera más inesperada…
[Carolina]: La juez dijo: “No culpable”…
[Laura]: En ese momento Carolina empezó a escribir frenéticamente por chat, contándole a Diego, a María Juliana y al resto del equipo la noticia. Es que nadie anticipó que ese día la juez iba a cerrar el caso.
[María Juliana]: Yo estaba en una reunión con mi familia y yo parecía loca… Como que saltaba y nadie entendía y mi mamá les decía: Es que es lo del biólogo, lo del biólogo. [Risas] Y yo como: Pero es que ya, ¡por fin, por fin, por fin!
[Diego]: Yo estuve contento, pero yo no soy muy emotivo. O sea, yo no me puse a saltar, y a gritar ni… O sea, obviamente el proceso fue muy difícil para mí, pero…
[Maria Juliana]: Y bueno, yo celebré, le mandé una foto a Diego como con una cerveza, como: “Ah, estoy feliz. Felicitaciones”.
[Diego]: Lo recibí como muy tranquilo, como ¡Uf! ya por fin, fue más un “por fin” que “¡Eeeh! ¡Que chimba!” No, o sea, no fue así como celebración ni nada, yo creo que la gente estaba más contenta que yo (risas), yo lo recibí más como una tranquilidad. Yo creo que no era un motivo de celebración, sino más un motivo de: ¡Puta, puedo descansar. O sea, mi cabeza ya puede descansar!
[Laura]: El denunciante apeló, pero en cuestión de medio año ya estaba resuelto todo. La sentencia final dice que Diego sí violó la ley. Debió haber pedido permiso. Sin embargo, también dice que Diego no tuvo la intención de dañar al autor, tampoco ganó dinero y, lo más importante, el hecho que la tesis estuviera en Scribd no disminuyó las posibilidades de que el autor comercializara su obra. Esas tres cosas pesaron más…
Los que celebraron vieron a la sentencia como un precedente. La idea es que en el futuro la ley de derecho de autor se use para lo que fue pensada: combatir la piratería. No para llevar al estrado a gente que quiere educarse, en especial cuando esas personas son estudiantes de ciudades pequeñas, con poco dinero para comprar suscripciones a revistas científicas o a bases de datos especializadas…
Yo renuncié a la Fundación Karisma meses después de la sentencia del tribunal. Y me quedé con esta historia en la cabeza. En especial, me quedé pensando en una pregunta. Ahora se las paso a ustedes: ¿Por qué Diego terminó en estas? Es decir, ¿por qué tantos países tienen leyes de derecho de autor que permiten que uno denuncie a estudiantes por compartir PDFs académicos?
Mientras investigaba para este episodio hablé con varios expertos cuyas voces no aparecen acá y la respuesta es más o menos así. No es que Colombia se desvele pensando: “¿De qué van a vivir nuestros autores? ¡Hay que protegerlos!” No. Lo que le interesa a nuestros líderes es comerciar con el resto del mundo y entre los requisitos aparece la obligación de, comillas, “fortalecer el derecho de autor”.
Entonces, grandes empresas hacen lobby en Washington. Y Estados Unidos pone requisitos en sus tratados de libre comercio. Y por el poder económico que tiene ese país, muchos países más pequeños terminan aceptando. De hecho, en abril de este año, el gobierno de Colombia presentó por sexta vez en la década una reforma al derecho de autor, pero no para hacerla más flexible con estudiantes, bibliotecas, o museos, sino para cumplir con el estándar de comercio internacional.
Mientras tanto, la mayoría de nosotros sigue siendo ilegal cuando se trata de compartir en Internet, y el que esté de malas, pues le pasa la de Diego.
[Daniel]: Laura Rojas Aponte vive en Bogotá y se dedica a hacer proyectos digitales donde habla sobre tecnología y cultura. Pueden escucharla en el podcast Cosas de Internet. Tendremos un link desde nuestra página web.
Esta historia fue editada por Camila Segura y por mí. La música y el diseño de sonido es de Andrés Azpiri. Victoria Estrada hizo el fact-checking.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Jorge Caraballo, Patrick Mosley, Ana Prieto, Barbara Sawhill, Luis Trelles, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa, Silvia Viñas y Luis Fernando Vargas. Nuestras pasantes son Lisette Arévalo y Andrea López Cruzado. Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
Para escuchar más episodios, y saber más sobre esta historia, visita nuestra página web: radio ambulante. org.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.