Transcripción: Postal de Juárez
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Yuri Herrera: El primer asesinato fue a las 7:45 am del 28 de agosto, en la ruta 4A. Esa mañana, una mujer le hizo la parada al autobús 718, lo abordó, sacó una pistola y disparó al conductor. El conductor se bajó del autobús e intentó huir pero murió en la banqueta. Los testigos dijeron que la asesina era una mujer de cuarenta o cincuenta años con el pelo teñido de rubio, o que usaba una peluca. Vestía una gorra, camisa a cuadros y pantalones de mezclilla. Nadie la vio huir, o al menos nadie dijo haberla visto huir.
Daniel Alarcón: Bienvenidos a Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Este es el novelista Yuri Herrera. Poco después de los eventos que él describe, en septiembre del 2013, Yuri viajó a Ciudad Juárez, donde ocurrió este asesinato. En una ciudad acostumbrada a la violencia, este crimen –dado el perfil de la asesina– llamó mucho la atención. Aquí, Yuri nos explica por qué.
Yuri Herrera: El segundo asesinato ocurrió veinticuatro horas después, en la misma ruta. Una mujer subió al autobús en el centro de la ciudad y algunas cuadras después pidió la parada. Se enfiló hacia la salida y cuando parecía que buscaba dinero para pagarle, sacó una pistola, le disparó dos veces en la cabeza y huyó.
Al día siguiente, un portal de noticias de El Paso llamado La Polaca, que se especializa en los chismes políticos de Juárez, recibió un correo electrónico.
“Mis compañeras y yo sufrimos en silencio pero ya no podemos callar más, fuimos víctimas de violencia sexual por choferes que cubrían el turno de noche de las maquilas aquí en Juárez, y aunque mucha gente sabe lo que sufrimos nadie nos defiende, por eso yo soy un instrumento que vengara a varias mujeres que al parecer somos débiles para la sociedad. Pero no lo somos, en realidad somos valientes, y sino nos respetan nos daremos a respetar por nuestra propia mano. Las mujeres juarenses somos fuertes”.
El correo estaba firmado por alguien que se hacía llamar “Diana, la cazadora de choferes”.
Este año marca el vigésimo aniversario de las primeras desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez. O, por lo menos, de cuando las desapariciones se comenzaron a registrar y comenzó a investigarse si estaban relacionadas, luego de que una niña de 13 años fue secuestrada y su cadáver fuera hallado con rastros de violación y estrangulamiento.
Después de eso, el número de mujeres asesinadas siguió creciendo. Pasó de docenas a cientos de asesinatos reportados. Tantos, que se convirtió en algo casi imposible de determinar con exactitud. En 2010 el número alcanzó su punto más alto: por lo menos 304 mujeres fueron asesinadas ese año.
Las circunstancias de muchos de los crímenes son ominosamente similares. Un día, una muchacha desaparece camino del trabajo o camino a casa, y si acaso se vuelven a tener noticias de ella, será cuando su cuerpo sea encontrado en el desierto o en un lote baldío, frecuentemente con rastros de violación y tortura. A algunas de ellas se las ha encontrado en fosas comunes.
Óscar Máynez, un criminólogo que trabajó en algunos de estos casos, me explicó la manera en que las autoridades se hicieron cómplices de los crímenes: “Primero negaron el problema, después lo minimizaron y finalmente culpabilizaron a las víctimas, su estilo de vida y sus familias”. Máynez renunció luego de darse cuenta de que sus superiores estaban más interesados en buscar chivos expiatorios que en hacer justicia.
Así es que cuando escuché sobre el caso de esta mujer —ésta a quien todos estaban llamando Diana— que supuestamente estaba tratando de hacer algo sin ayuda de nadie, me pregunté, qué pensarían las mujeres de Juárez al enterarse de lo que hacía, si, después de todos estos años de injusticias, dirían: “Ya era hora”. Así es que fui a preguntar.
“No sé nada de eso”, me dijo una mujer con un bebé en la ruta, luego clavó su mirada en el asiento frente a nosotros y no volvió a mirarme. “No tengo ninguna opinión”, dijo otra antes de entrar apresuradamente a un centro comercial.
Pero un día obtuve esta respuesta:
Laura: Se me hizo muy interesante porque yo dije, “Qué padre que alguien esté haciendo lo que muchas debimos haber hecho… ¿Sabes qué pasa? Que acabamos de pasar una situación muy interesante….”.
Yuri Herrera: Ésta es Laura, tiene veinticinco años, está embarazada con su segundo bebé. Cuando le pregunté: «Si tu te la encontraras en la calle, si supieras que ella es Diana, ¿qué le dirías?»
Laura: Que la felicito. Y que qué agallas, le diría. ¡Que qué valiente!
Yuri Herrera: Existe entre la población la sensación de que los autobuses son un mal lugar para estar solo. Tan solo hace unas semanas un chofer fue detenido acusado de violar a una muchacha que se dirigía a la escuela. Sobre esto, Laura dijo:
Laura: Yo me acuerdo cuando esta en el bachilleres que mis amigas me decían: “Cuando ya vayas en la ruta y ya no haya nadie, tú tráete una pluma con la punta para enfrente porque nunca sabes…” Y eran unos nervios. Y esto tiene años, años pasando. Y para las chavas que trabajan en las maquilas igual… también, o sea…
Yuri Herrera: No hay pruebas de que los choferes que fueron asesinados por la mujer rubia sean responsables de crimen alguno. Pero para jóvenes como Laura, en una ciudad en la cual la justicia raramente da resultados, tal vez, en algún momento, aceptan la única justicia que parece posible.
Yuri Herrera: Un par de semanas antes de que surgiera el caso de la Diana Cazadora, María Alejandra, de veinte años de edad, la hermana menor de Laura, fue atacada por un hombre armado que se deslizó adentro de su habitación en la noche e intentó violarla. Lo reconoció, el hombre vivía en el mismo barrio. Después de que se marchó, María Alejandra le contó a su hermana lo que había sucedido y le dijo que lo denunciaría con la policía. Laura le dijo que no lo hiciera. ¿Para qué? Si ya sabían cómo trabaja la policía.
Laura: No, yo le decía a ella que no fuera, que no se expusiera, porque me podía mucho que… Yo sentía que era una humillación, que la estuvieran revisando y preguntando, revisando y preguntando, creo que entre ellos se crea cierto morbo en algún momento, y es nada más prestarse a una una humillación, una humillación, una humillación…
Yuri Herrera: “Estaba mi papá conmigo. Mi papá quería ir a matarlo, mi esposo igual, yo decía: yo lo mato, yo voy y lo mato. Vamos a ir nosotras, si sabemos quién es, y hacer la justicia con nuestras propias manos”.
Sin embargo, sus amigas convencieron a María Alejandra de ir a la policía a levantar la denuncia. Y las cosas sucedieron exactamente como Laura había predicho. María Alejandra dice que, aunque los doctores confirmaron que había evidencia de un ataque sexual, la policía la interrogó como si ella estuviera inventando todo. Habían perdido la oportunidad de hacerse justicia.
Laura: Y ese fue mi coraje yo le dije yo te dije desde un principio que nosotras debimos de haber hecho algo antes de que lo detuvieran a él, porque obviamente, si accionábamos después, iban a saber que fuimos nosotros, porque así es la justicia aquí. Las víctimas son las que están en la cárcel. Lamentablemente.
Yuri Herrera: A mí no me tocó ver esto, pero María Alejandra dice que ha visto que algunos choferes han puesto un retrato hablado de Diana en sus tableros y si veían mujeres que se le parecían no la dejaban subir. Ahora, dice, cierran las puertas rápidamente, y algunos traen bats y cuchillos para defenderse.
María Alejandra: ¿Sabes qué pasa? Que es tanto el miedo… Mi papá siempre nos dice que a los mexicanos “nos hacen falta huevos”, eso es lo que mi papá siempre ha dicho. A los mexicanos nos faltan huevos, porque si tuviéramos un poquito más de huevos, dice, muchas cosas no estarían pasando. Nos hace falta expresar lo que pensamos, nos hace falta expresar lo que sentimos y nos hace falta actuar de acuerdo a lo que pensamos. Eso es lo que nos hace falta a todos.
Yuri Herrera: Pero le pregunté “tú estuviste a punto de ir a hacerlo ¿no? Hacerte justicia con tus propias manos”. “Sí, pero no soy una persona que lo haría. Sí, a lo mejor en el momento del arranque lo pensé, pero jamás lo haría, jamás atentaría contra la vida de nadie, porque no es mi educación. No soy así”.
Durante mi estancia en Juárez, pasé más tiempo a bordo de los autobuses de la ruta 4 que haciendo ninguna otra cosa. Estos autobuses, las ruteras del transporte público de Juárez, son viejos autobuses escolares importados de los Estados Unidos, ruidosos, razonablemente limpios pero en un estado de decadencia que todo mundo acepta. Viajé en la parte de atrás de las ruteras y en la parte de enfrente, viajé en ellas por la mañana, a la hora en que sucedieron los asesinatos, y por la noche, cuando el último autobús estaba por terminar su ruta.
Sentado ahí, me pregunté si el hombre manejando el autobús en el que iba estaría asustado o nervioso. Me pregunté si a ratos pensaría en Diana la Cazadora y en las palabras que le había dicho al segundo chofer la mañana del 29 de agosto: “¡Ustedes se creen muy chingones!”, antes de meterle dos balazos y escapar:
Nadie la ha visto desde entonces. Y no hay prueba alguna de que el correo electrónico firmado por Diana haya sido escrito por la mujer que cometió los asesinatos.
Quien quiera que haya escogido el nombre de Diana, escogió bien. Diana la Cazadora es la diosa de las mujeres y de la fertilidad, y, como muchos otros dioses romanos, actúa guiándose por pasiones humanas, como la ira y la venganza.
Quizá ésa imagen estaba presente en la cabeza del conductor de ese autobús en el que yo iba, cuando abrió la puerta y una mujer subió al autobús y el chofer dijo:
“¿Qué, es usted Diana la Cazadora?”
“Noo, qué pasó” dijo ella “¿A poco ahora me tiene miedo?”
“Pues sí”, respondió él “¿O no debería tenerlo?”
Daniel Alarcón: Yuri Herrera es novelista mexicano. Su última novela, La transmigración de los cuerpos, fue publicada este año por Periférica. Vive en Nueva Orleans.
Este ensayo fue producido y mezclado por Camila Segura, y por mi, Daniel Alarcón. Una versión en inglés apareció en el programa This American Life este Octubre. Muchas gracias a Ira Glass y Brian Reed por su colaboración, y a la emisora WWNO en New Orleans. Agradecemos también a Judith Torrea y Óscar Máynez por su ayuda en Ciudad Juárez.
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