Transcripción – A la distancia
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Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón.
Hoy tenemos una historia de la periodista estadounidense Jenny Barchfield. Es la historia de un soldado, de su servicio militar.
Y todo comienza en un barrio de Los Ángeles California. Se llama Lynwood. Allí, a mediados de los años 80, creció Antonio Romo Reyes, Rodeado de…
[Antonio Romo Reyes]: Pandillas y violencia, policías, siempre con las patrullas chillando y… o balaceras entre pandillas. No era una cosa agradable que digamos.
[Daniel]: Antonio —o Tony, como le gusta que le digan— vivía en una casa modesta. Tenía 8 hermanos. Sus papás eran mexicanos, y como miles, habían migrado hacia los Estados Unidos en busca de una vida mejor.
Aqui Jenny nos sigue contando…
[Jenny Barchfield, productora]: Tony se acuerda que su papá siempre les decía…
[Antonio]: Tenemos que estudiar y trabajar. Hacer lo mejor. Muy estricto mi papá.
[Jenny]: Todos los días, después del colegio, Tony y uno de sus hermanos iban al centro comunitario donde trabajaban. Con lo que les pagaban, ayudaban en los gastos de la casa. Y bueno, esa era la vida de Tony: su familia. Socializaba muy poco con los otros muchachos del barrio.
[Antonio]: Era muy, este, aislado. Nunca me iba de callejero. Nunca, nunca.
[Jenny]: En sus ratos libres, veía muchas películas.
(SOUNDBITE TRAILER PELÍCULA DE ACCIÓN)
[Narrador]: En una parte del mundo donde no hay reglas…
[Jenny]: Las que más le gustaban eran las de acción.
[Antonio]: Siempre me encantó jugar soldado desde niño. Me encantaban las armas, y hasta la fecha. O sea, para mí las armas son un mecanismo, igual que a un mecanico le gusta el motor. A mí me gustan las armas. Es como un arte para mí.
[Jenny]: Su papá había sido soldado en el ejército mexicano. Y el sueño de Tony era seguir sus pasos en el ejército más fuerte del mundo: el de los Estados Unidos.
Pero Tony no hablaba mucho del asunto…
[Antonio]: Mi mamá no me hubiera dejado ir, porque quiere a sus hijos alrededor de ella. Eran sus chamacos. Y no, no hubiera estado de acuerdo.
[Jenny]: Así que cuando cumplió la mayoría de edad, Tony fue al centro de reclutamiento en Los Ángeles sin decirle a nadie. Quería entrar a las Fuerzas Armadas, al Army como se le dice en inglés, pero…
[Antonio]: Como llegué a la hora del almuerzo, el reclutador del Army no estaba en su oficina.
[Jenny]: Solo había una persona: el reclutador de lo que en inglés se conoce como los Marines. Son los que se encargan de misiones de alto riesgo en todo el mundo. Y Tony se acordó de inmediato de una película que había visto la semana anterior.
(SOUNDBITE FULL METAL JACKET)
[Sargento]: ¡Este es mi rifle, esta es mi arma!
[Soldados]: ¡Esto es para pelear, esto es para divertirse!
[Antonio]: Se llamaba Full Metal Jacket.
(SOUNDBITE FULL METAL JACKET)
[Sargento]: ¡Este es mi rifle, esta es mi arma!
[Soldados]: ¡Esto es para pelear, esto es para divertirse!
[Jenny]: Full Metal Jacket. La famosa película de Stanley Kubrick.
(SOUNDBITE FULL METAL JACKET)
[Sargento]: Pónganse de pie como si tuvieran un par.
[Soldados]: ¡Señor, sí señor!
[Jenny]: Para los que no la han visto, narra las experiencias de un grupo de Marines durante la Guerra de Vietnam.
(SOUNDBITE FULL METAL JACKET)
[Sargento]: Ustedes serán un arma, serán un ministro de la muerte, rezando por más…
[Jenny]: Es una película que muchos interpretan como una denuncia a la violencia.
Pero Tony no la vio con esos ojos.
[Antonio]: Me encantó mucho. Esa película fue la que me inspiró…
[Jenny]: Le sedujo la disciplina militar, tan opuesta a toda la violencia y descontrol que veía en su barrio. Pero además, el reclutador le habló de unos beneficios que eran muy atractivos: un salario relativamente bueno, una pensión al final del servicio, y un seguro médico. Y para Tony, que quería seguir sus estudios en algún momento, había otro beneficio.
[Antonio]: “Mira, si te vas ‘Active Duty’, activo, en vez de reservas, puedes tomar cualquier clase de universidad, la que quieras, sin pagar, sin pagar un cinco”. Y dije, “wow, ok, ok, activo. Sí, quiero. Activo”.
[Jenny]: Estaba decidido.
Esa misma semana hizo algunas pruebas. Las pasó y firmó un contrato: 3 años de servicio activo, y 5 años en las reservas.
Y Tony recuerda que el domingo siguiente…
[Antonio]: Eran las 4, 5 de la tarde. Mi papá estaba fuera tomando el sol, y yo jugando con mis 3 hermanitos. Y en una de esas llega el reclutador, el sargento.
[Jenny]: Con uniforme. En un jeep oficial del ejército.
[Antonio]: Y me pregunta: “Are you ready?” —¿Listo?—. “Pues sí” [risa]. Mi mamá y mi papá se quedaron como: “¿A dónde vas?”. “Ya me voy a la Marina, ya”. Nomás se me quedaron viendo y… pues, no, no me despedí de ellos de abrazo ni nada eso. Aún todavía me arrepiento de eso. Mis hermanos se quedaron tristes. Casi fue la última vez que los vi en bastante tiempo.
[Jenny]: El sargento llevó a Tony al centro de reclutamiento donde había otros jóvenes como él. Ese mismo día se los llevaron en un bus a la base de los Marines en San Diego, California.
Tony recuerda que al llegar se abrieron unas puertas enormes.
El autobús entró y estacionó. Y antes de poderse bajar se sube un tipo.
[Antonio]: Entra con su gorra, muy estricto, una cara muy seria. Muy rudo, se ve como si le buscas pleitos te va a partir en pedazos.
Y empieza a gritar, nos calla la boca, dice: “Lo primero y lo último que saldrá de nuestras boquitas va a ser ‘sí, señor; no, señor’”. Y: “Tienen 30 segundos para desembarcar este camión. ¡Y ya!”.
[Jenny]: Tony salió rapidito del autobús y…
[Antonio]: Fuera del camión, hay otros 3, 4 sargentos gritando. Te gritan en la cara, se acercan a tu cara y te dicen de cosas.
Y lo primero que dije: “¿Qué hice? ¡Dios mío, ¿qué hice?!” [risa] .
[Jenny]: ¿Te… Te arrepentiste de haber firmado ese contrato de 8 años?
[Antonio]: El primer minuto de entrenamiento de llegar a la base, sí me arrepentí mil veces, tal vez millones de veces. O sea, no lloré, pero estaba cerca.
[Jenny]: Pero ya no había marcha atrás.
[Antonio]: Dije: “Ni modo, esto es lo que me espera por 8 años”. Pensé, ok, tomarlo de día en día y así, porque mi papá siempre me enseñó: si empiezas algo acábalo.
[Jenny]: Voy a ser honesta. Por lo que me contó Tony, el entrenamiento inicial suena como una tortura.
[Antonio]: Estás ahí en el lodo, estás en el frío, pasando hambres, soportando los gritos de los sargentos…
[Jenny]: Fueron 14 semanas de esfuerzos físicos sobrehumanos. De insultos. De humillaciones.
[Antonio]: Súper difícil. Tristezas. En la noche escuchaba muchas llorisqueadas de muchachos que estaban a mi lado en el dormitorio.
[Jenny]: De los 75 reclutas que llegaron a la base con Tony, solo 20 se graduaron. Él fue uno de ellos, claramente.
Cuando se terminó el entrenamiento, le preguntaron…
[Antonio]: “Ok, ¿a qué le quieres tirar? ¿Qué trabajo quieres hacer? ¿Administrativo, mecánico, truckero?”.
[Jenny]: Y Tony les dijo…
[Antonio]: A mí me gustan las armas que están en helicópteros, quiero la arma grande.
[Jenny]: Se lo dieron. Sin problema. Después se enteraría que nadie quería ese trabajo. Era de los más arriesgados, de los más difíciles de los Marines.
Cuando se graduó, le dieron 10 días de descanso, y se fue visitar a su familia. Apenas lo vieron quedaron…
[Antonio]: Sorprendidos, “¿qué te pasó?”, después de 14 semanas… No me vieron, pues me vieron diferente.
[Jenny]: Y es que cuando se despidió de sus papás, antes de irse a la base, Tony estaba flaquísimo. Pero ahora había subido de peso, ganado músculo. Se veía bien. Contento. Contento de haber logrado sobrevivir al entrenamiento, contento con quién era ahora.
[Antonio]: Mis hermanos, orgullosos; mi papá, muy orgullosos. Y yo también.
[Jenny]: Porque, claro, en los Marines, constantemente les decían…
[Antonio]: Somos los primeros de entrar a defender el país, a defender a nuestra familias, nuestros hermanos, esposas, hijos, todos… A nuestros seres queridos. Y a defender la libertad de que gozamos en Estados Unidos. Pues te hace sentir bien.
[Jenny]: Era principios de los años 90, y Tony ya tenía planeado su futuro: cumplir su contrato con los Marines, estudiar ciencia militar en la universidad y quedarse en el servicio militar como oficial.
Pensó que los próximos años iban a ser mucho más fáciles que esos meses de entrenamiento. Que iban a ser tranquilos…
[Antonio]: No me cruzó por la mente que íbamos a estar en una guerra nunca. Yo me autolavaba el coco, que, ah, qué se va a llegar a una guerra, ya pasaron, no va a haber nunca en mi tiempo.
[Jenny]: Pero…
El 2 de agosto de 1990, Irak invadió Kuwait.
[Antonio]: Nos informan: “Hey, posiblemente vamos a ir a la guerra, vamos a ir a Irak”.
[Jenny]: El presidente George Bush padre empezó a movilizar las tropas hacia el Golfo Pérsico.
(SOUNDBITE NOTICIERO)
[Periodista]: Al día siguiente de la invasión, los Estados Unidos anunciaron sus primeras medidas militares con el despacho de Fuerzas Navales al Golfo para proteger a Arabia Saudita.
[Jenny]: El nombre de la operación era “Desert Shield”, y el objetivo era prevenir que el ejército iraquí llegara a Arabia Saudita.
Tony estaba haciendo un entrenamiento en un barco cerca de las Filipinas cuando le llegó la noticia. Y lo dejó en shock. Todo su entrenamiento era para momentos como este. Para la guerra. En teoría estaba preparado.
Pero…
[Antonio]: Entrené, pero nunca en vida había estado en una pelea. Ni de adeveras, ni en la escuela, ni pandillero, nada. Siempre fue solo… Siempre trabajar y estudiar.
[Jenny]: La unidad de Tony llegó el 18 de agosto del año 90 al desierto de Omán, cerca del Golfo Pérsico. Ahí se instalaron. Por el momento, tenían que esperar. Estados Unidos estaba tratando de resolver el conflicto entre Irak y Kuwait de forma diplomática. Pero si no resultaba, atacarían. Fueron casi 5 meses de una espera agonizante.
Durante ese tiempo, los sargentos les decían constantemente que Saddam Hussein estaba…
[Antonio]: Haciendo atrocidades con la gente, con niños, ancianos, mujeres… Nos platicaban cómo el ejército de Saddam era muy muy “elite”, muy bueno, muy bien entrenados. Muchas armas…
[Jenny]: Un día un sargento los juntó en grupo, y les dijo:
[Antonio]: “Escriban una carta: qué es lo que le quieren decir a sus familias, su mamá, quién sea. Porque tal vez será la última”. Entonces… Se te queda eso en la cabeza.
[Jenny]: Los asustó bastante.
[Antonio]: Tenía mucho miedo. Yo creo que lo podemos ver en los ojos de todos nosotros: mucho miedo… lo que va a pasar.
[Jenny]: En enero del 91, finalmente llegó la orden de atacar.
(SOUNDBITE NOTICIERO)
[Periodista]: Bagdad, la capital iraquí, está siendo objeto de un fuerte ataque aéreo. Hace unos minutos, el portavoz de la Casa Blanca en Washington dijo que ha comenzado la liberación de Kuwait.
[Jenny]: El escuadrón de Tony tenía que invadir la isla Failaka. Era una isla chiquita, a unos 20 kilómetros de la capital de Kuwait, donde la gente más rica tenía casas de playa. Les dijeron que ahí había más de 2 mil tropas iraquíes, que ya habían matado a la mayoría de los civiles.
Se subieron a los helicópteros.
En el aire, Tony…
[Antonio]: Iba temblando, muchísimo miedo. Y yo cerraba los ojos por un segundo, ahhh… querer despertar de esta pesadilla.
[Jenny]: Pensaba en la desventaja que tenían.
[Antonio]: Yo decía: “Pues, somos 400. Son 2.400 de ellos. Entonces, ¿cómo le vamos a hacer?”.
[Jenny]: Dieron la señal: 30 segundos para el aterrizaje.
[Antonio]: Aterrizamos. Helicóptero tras helicóptero, me acuerdo. Se abre la rampa de atrás… Corrimos.
[Jenny]: Acababa de llover.
[Antonio]: Las botas se enterraban en el lodo. El ruido de helicópteros, el ruido de gente, no hallas por donde empezar a observar.
[Jenny]: Se acercaron a unos edificios, y cuando oyeron un disparo…
[Antonio]: Si los iraquíes nos tiraron un balazo, nosotros le dimos 10 mil para atrás.
Paranoia de susto. Nada más oprimes el gatillo y das, y no paras.
Y no, pues lo que ves son cuerpos desechos. Partidos a la mitad.
Los sobrevivientes iraquíes que estaban ahí, ellos mataron a sus propios heridos y a sus propios enfermos.
Ahí ya como que dejas de creer si existe un Dios.
[Daniel]: Ya volvemos…
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[Daniel]: Antes de la pausa, Jenny nos estaba contando de la primera batalla de Tony como Marine, en la Guerra del Golfo. Fue atroz. Ganaron esa batalla, aunque Tony no lo sentía como motivo de celebración. Aquí Jenny…
[Jenny]: La unidad de Tony se quedó unos días más en la isla Failaka. Poco tiempo después volvieron a Estados Unidos. Esta fue la única operación en la que Tony participó, pero a pesar de que el combate duró apenas unas pocas horas…
[Antonio]: Algo de ti se queda allá, y no se puede cambiar. Quisieras regresar a como eras antes. Te sientes… raro y mal y culpable, y… te mereces todo lo malo que te pase…
[Jenny]: Cuando llegó, Tony se fue a la casa de sus papás.
[Antonio]: Yo me acuerdo que yo llegué a casa y yo nada más me quedé en mi cuarto. Mi mamá, mis hermanos me dejaron en paz, mi papá. Entré al cuarto sin… como un sonámbulo, zombie. Ni los abracé ni nada. No más entré al cuarto y me quedé acostado viendo nomás al techo. Muchos días.
[Jenny]: Se aisló, y su comportamiento cambió. Se volvió…
[Antonio]: Agresivo y paranoico, y me tomó mucho tiempo siquiera tomar una siesta a gusto.
No salía, no iba a fiestas, no… Nada. Quieres estar lejos de todo eso.
[Jenny]: Como ya había cumplido la misión que le habían asignado, Tony entró a las reservas. Esto significaba que no tenía que ir a la base todos los días. Los entrenamientos eran mucho más suaves y menos frecuentes, así que tenía mucho tiempo libre, y no hacía más que pensar en lo que había pasado en esas horas de combate. Era un infierno.
Le pregunté si había recibido alguna ayuda psicológica…
[Antonio]: No, no, nada. No, no. No. Nada. Nada, nunca.
[Jenny]: Me dijo que ni siquiera se la ofrecieron. Y es que además…
[Antonio]: Yo pensé que los psicólogos eran nomás para locos. Y yo en ese tiempo yo pensé que estaba bien.
[Jenny]: Sabía que tenía algunos problemas, pero pensaba que tenía que lidiar con ellos solo, de alguna manera. Lo que más lo aliviaba era tomar. Emborracharse. Hasta quedar inconsciente.
Un día, un amigo de Tony que también estaba en el ejército…
[Antonio]: Y me dijo: “Prueba esto”.
[Jenny]: Le estaba ofreciendo cocaína. Y Tony aceptó.
[Antonio]: Pues, yo lo que quiero es no ver más las cosas para poder escapar porque sí es… es doloroso.
[Jenny]: Y bueno, la droga…
[Antonio]: Sí me hacía sentir bien un ratito, no quería volver a ver otra vez mis pesadillas.
[Jenny]: Pero cuando el efecto se le bajaba, duraba varios días sin dormir, y los mismos pensamientos de siempre lo seguían torturando. Así que volvía a la droga.
Durante ese tiempo, Tony comenzó a salir con una mujer. Ella tenía dos hijos de un matrimonio anterior, y también tenía problemas con el alcohol.
Se casaron, y en el 94 tuvieron una niña. Tony esperaba que el nacimiento de su hija lo iba a cambiar…
[Antonio]: Con ella encontraba algo que me… me hacía sentir como a salvo, como algo calientito a donde llegar, tener, y por quién trabajar. Era lo único por lo que tenía que superarme.
[Jenny]: Pero no supo cómo. No era nada fácil. Tony empezó a desaparecer por 2 o 3 días, durmiendo en moteles o en su coche. Casi siempre que iba a un bar, terminaba peleando con alguien. Seguía emborrachándose y consumiendo cocaína y metanfetaminas.
Para empeorar las cosas, en el 93, las Fuerzas Armadas sufrieron un gran recorte de presupuesto. Y a Tony le negaron la posibilidad de re-enlistarse.
El ejército había sido el único espacio de disciplina en su vida. Era lo que lo mantenía cuerdo y fuera de problemas.
Tenía algunos ahorros, así que decidió montar una venta de coches usados con su papá. Pero la adicción de Tony estaba fuera de control. No era cuidadoso con el dinero y pronto dejó el negocio.
Ahora tenía el problema de mantener a su familia, y también a su adicción. Cuando la gente que le vendía droga le ofreció trabajar con ellos, Tony no vio otra opción. Aceptó. Le pagaban por hacer un trabajo sucio.
[Antonio]: “Ah, ve a hacer eso, ve a tumbar esta puerta”. Andaba en la acción, la adrenalina, que era lo que me gustaba. Cargabas arma.
No me importaba lo que me mandaran a hacer mientras consumiera ya sea coca o metanfetaminas.
[Jenny]: Tony trabajó para la banda de narcotraficantes cerca de 3 años. Para ese entonces, ya llevaba casi una década de adicción.
Un día de agosto del 2001 estaba en la casa con su esposa y sus hijos, y de repente escucharon un ruido. Era como si alguien quisiera tumbar la puerta.
[Antonio]: Entró el SWAT a mi casa y fueron por mí.
[Jenny]: Fue un operativo simultáneo en el que detuvieron a 7 integrantes del grupo de Tony. Las autoridades le venían siguiendo la pista a la banda durante varios meses. Ese día un escuadrón de unos 8 policías rodearon la casa.
[Antonio]: No, no puse resistencia.
[Jenny]: Lo llevaron al tribunal en San Diego, California. Ese mismo día vio a un juez que le leyó su cargo: conspiración por venta de drogas. Pero a Tony…
[Antonio]: Me valía un… estaba adicto. No me importaba, estaba mal. Yo lo que quería era salir, pensé que iba a salir en esos días y ya, otra vez igual…
[Jenny]: Pero ya en la cárcel, nada podría ser igual. Encerrado con los otros reos, Tony empezó a sentir el síndrome de abstinencia. Fueron días muy duros.
Después de un mes detenido, tuvo su juicio. Lo condenaron a 7 años de cárcel. Cumpliría su sentencia en una prisión federal en California.
Semanas después, ya desenganchado de la droga, lo único en lo que pensaba era en su hija.
[Antonio]: Pues sí, quería que me comiera la tierra. Algo que… quise proteger casi, oy, de dar mi vida por protegerla… La… la descuidé. Y fue mi culpa y hasta la fecha me siento muy mal…
[Jenny]: Y esa culpa lo quebró.
[Antonio]: Quería aislamiento, un cuarto de aislamiento. Porque ahí alrededor de tanta gente no me iba a ir bien.
[Jenny]: ¿Temías que podías llegar a ser violento con ellos?
[Antonio]: Sí. Sí, sí. Fácil. Dije que si no me suben a un cuarto de aislamiento voy a hacer algo contra alguien o contra el guardia. Entonces amenazando a un guardia vas a aislamiento. Ahí me quedé.
[Jenny]: En esa celda, solo pensaba en lo que había hecho, en lo que había perdido. Sentía que ese abandono era lo único que merecía.
Pero si había recibido ese castigo, iba a hacer que valiera la pena. Comenzó a ver su sentencia como una oportunidad para rehabilitarse. Por su hija.
Una vez que salió del aislamiento se enteró de que en la cárcel había unas reuniones de veteranos que hablaban de sus problemas. Un día fue, solo por curiosidad.
[Antonio]: Los veteranos que estaban conmigo ya empezaban a decirme por qué nos sucede eso. Y todos hablan de sus… de sus acontecimientos. De la guerra: qué edad, dónde estuvieron, qué pasó, y lo que ven y lo que hacemos. Nuestro comportamiento. Entonces ya empecé a ver: “Ah, ok, entonces es por eso. Ok”.
[Jenny]: Por primera vez desde que volvió de la guerra, se dio cuenta de que no estaba solo en ese dolor, en esa angustia, en esa culpa.
Y ahí, después de más de 10 años de no tener palabras suficientes que explicaran lo que sentía, fue cuando escuchó por primera vez el término Trastorno de Estrés Post-Traumático, o PTSD por sus siglas en inglés.
[Antonio]: Porque fue un veterano de afuera a hablarnos sobre PTSD. Él estuvo en Vietnam. Era prisionero de guerra. Y nos platicó: “Y pasa esto, y pasa lo otro, pesadillas y eso”. Entonces yo le dije que yo: “Yo… Eso”. Y me dijo: “Ve a ver psicólogo aquí”. Y ya pedí ver psicólogo. Me vio como por dos sesiones, y sí, me diagnosticó así: PTSD.
[Jenny]: Siguió yendo a las reuniones y a terapia individual. También se dedicó a hacer ejercicio y a leer todo lo que podía.
[Antonio]: Novelas de romance [risas], y de ciencias de ejercicio para actualizarme, salud, yoga, meditación, clases de droga, clases de alcoholismo, clases de parenting, de papás, manejo de enojo. Todo con tal de que me ocupara el día todo completo. Y alejarme, estar solo.
[Jenny]: Su esposa lo visitó dos veces, y luego dejó de ir. Ella quería continuar con su vida. Sin Tony. En ninguna de las visitas llevó a su hija. Él prefirió que fuera así, porque no quería que su hija lo viera en esas condiciones.
Sus hermanos también fueron algunas veces. Pero en un momento dado…
[Antonio]: Les pedí que ya mejor gasten ese tiempo con su familia, no gasten tiempo así en mí.
[Jenny]: Seguía creyendo que se merecía un castigo, y ese castigo era el abandono. Aún así, no cortó contacto con sus padres por completo. Los llamaba de vez en cuando. En una de esas llamadas, le contaron que su madre había muerto. Había estado enferma de diabetes durante mucho tiempo.
[Antonio]: Pero enfrente de todos esos presos, llorar no es bueno. Y no, no… no lo hice.
Nomás yo le pedí a mi hermano que no dejara a mi papá solo, y lo sentía mucho, es más lo único… alcancé a hablar con mi pap… con mi papá era que ya no está… mi mamá ya no está sufriendo. Ya colgué y lo único que queda es que… que… Yo pedí estar en una celda de aislamiento para estar solo.
[Jenny]: Solo. Mientras superaba el duelo. Aunque cuando estaba en celdas comunes, tampoco se relacionaba mucho con los otros reos. Así pasó prácticamente los 7 años de su sentencia. Pero ese aislamiento le ayudó: se sentía mejor, más en paz consigo mismo, con todo lo que había hecho. Además, pronto saldría de la cárcel y la vida continuaría.
[Antonio]: Dije: «Esto no es para siempre». Nomás pensando en la salida: qué es lo que iba a hacer, o sea, ya tenía planeado, o sea, seguir con mis terapias. Tengo que ver psicólogo.
[Jenny]: Pero además, claro, iba a recuperar el tiempo perdido con su hija y su familia, que es lo que más ilusión le daba.
Pero en agosto del 2007, un mes antes de que se cumpliera su sentencia, recibió una visita. Eran representantes del servicio de migración.
[Antonio]: Y traen mi archivo y todo. Entonces me dice: “Ok. Tú, por tu delito este, eres… son méritos para ser deportados a México”.
[Jenny]: Y todos sus planes se esfumaron.
Ok, aquí les tengo que explicar cómo pasó todo esto.
Volvamos al principio. Sí, los papás de Tony cruzaron la frontera buscando mejores oportunidades, pero cruzaron en el año 82, junto con sus hijos. Sin papeles. Para ese entonces Tony ya tenía 12 años. Permanecieron indocumentados hasta el 86, cuando el Presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, firmó una reforma que le daba amnistía a casi 3 millones de inmigrantes.
(SOUNDBITE NOTICIERO)
[Ronald Reagan]: Creo en la idea de amnistía para aquellos que pusieron sus raíces y han vivido aquí, aunque algún tiempo atrás hayan entrado ilegalmente. Sin importar las sanciones del empleador…
[Jenny]: Con esto, la familia de Tony pudo regularizar su situación. Los trámites tardaron 4 años. Así obtuvieron el permiso de residencia permanente, o el green card. Esto fue unos meses después de que Tony cumpliera la mayoría de edad, y fue con ese documento que él pudo entrar al ejército, pues en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos solo pueden servir ciudadanos y residentes permanentes.
Pero ser ciudadano y ser residente permanente no es lo mismo. No se tienen los mismos derechos. Y entonces, para residentes permanentes, el delito que cometió Tony —conspiración por venta de drogas— no solo lleva a la cárcel, sino que resulta en la deportación obligatoria.
Y en estos casos, la ley impide que los jueces tomen en cuenta los antecedentes y las circunstancias de la persona. Digamos, si es su primer delito, por ejemplo, o si, como en el caso de Tony, se es veterano de las Fuerzas Armadas.
Y después de un año de servicio, Tony pudo haber solicitado su ciudadanía, sin tener que esperar los 5 años que les toca a los civiles. Pero nadie le explicó esto a Tony. Y a él, con 20 años, tampoco se le ocurrió preguntar cómo funcionaba este proceso. Se consideraba estadounidense, y nunca le prestó mucha atención a su estatus legal.
Volvamos al 2007. Tony estaba en su celda y le acababan de dar la noticia de que sería deportado. Le dieron dos opciones: ser deportado de inmediato o ir a un juicio de apelación. Tony eligió ir a juicio y esperó durante unas semanas en un centro de detención de migrantes en Hasco, Texas.
En el juicio, lo primero que el juez le preguntó a Tony fue:
[Antonio]: «Mister Romo, ¿por qué debo dejarlo yo que se quede en mi país?».
[Jenny]: Y Tony dijo:
[Antonio]: If your honor… O sea: Si usted juez puede tomar en consideración mi servicio militar a este país”.
[Jenny]: El juez no había visto el archivo de Tony, y se sorprendió. Él también era veterano de la primera Guerra en el Golfo. Intercambiaron brevemente historias sobre el servicio militar, y el juez le dijo:
[Antonio]: “Te voy a mandar la aplicación de la ciudadanía. Llénala y mándamela, y con eso”.
[Jenny]: Tony quedó ilusionado, y a los pocos días…
[Antonio]: Y sí, efectivamente me llegó la aplicación. La llené, me tomaron huellas, fotos, todo. Y ya, se la envié.
[Jenny]: Y esperó y esperó. Durante 5 meses. Todo el tiempo encerrado en el centro de detención. Hasta que el 2 de julio del 2008, dos agentes…
[Antonio]: Llegaron a mi celda, y me dicen: «Ok —a las 12 de la noche—: empaca tus cosas. Vámonos».
[Jenny]: O sea, lo estaban deportando.
¿Pero no les dijiste que tenías una aplicación que estaba bajo consideración?
[Antonio]: Sí les dije, pero: «No. Aquí está la orden».
[Jenny]: Lo montaron en un bus junto con otros que iban a ser deportados. Salieron rumbo a Tamaulipas, México.
[Antonio]: Nunca había estado en Tamaulipas. No tenía ni un cinco [risa]. Nada de dinero. Nomás lo que traía puesto y una chamarra, una pluma y un lápiz. No identificaciones, nada.
[Jenny]: Tony ni siquiera tenía pasaporte mexicano. Llegaron a las 3 de la mañana a la frontera.
[Antonio]: Y ahí nos dijeron: “Bájense y váyanse”.
Crucé la frontera, caminando. Pero como en ese tiempo había broncas del narco y eso, varias personas que se bajaron del camión no querían cruzar. Pero yo bajé, y voy. Yo lo que quería era llegar a un lugar.
[Jenny]: Tony seguía siendo un tipo fuerte.
[Antonio]: Y de repente se me pegaron a mí. “¿Puedo caminar contigo?”, me dijeron, me preguntaron. “Sí, véngase” [risa].
[Jenny]: Una de las personas que lo acompañó le agradeció alquilándole un cuarto de hotel y comprándole algo de comer.
[Antonio]: Me compró tacos, y era la primera vez que, en varios años, que comía tacos. Qué buena onda, buena gente. Me comí como 10 tacos. De adobada.
[Jenny]: Trabajó unos días en Tamaulipas, y un hermano y su papá le enviaron dinero. Se subió a un autobús. El destino era Tijuana, donde había vivido casi 30 años atrás. Era el único lugar de Mexico que él sentía que todavía conocía, y además, estaba en la frontera, cerca de su familia en California.
Entonces, como dijimos, lo deportaron el 2 de julio del 2008. Unos 5 días después, llegó al centro de detención la carta que lo citaba a tomarse las fotos y las huellas.
[Antonio]: O sea, si hubiera estado todavía en Hasco, ese día, de ahí salgo y me mandan a la entrevista de ciudadanía por órdenes del juez. Pero no fue así.
[Jenny]: La cita estaba programada para el 21 de julio. Todavía había tiempo. Entonces le pidió a su abogada que le enviara una copia de la carta a Tijuana. Fue a San Isidro, el mayor puesto de control de la frontera entre Tijuana y San Diego. Y le mostró la carta al oficial.
[Antonio]: Les dije: “Tengo mi cita”. Y pues no me dejaron cruzar. Parece que no sabían qué hacer con eso.
[Jenny]: Llamó a la oficina de las Fuerzas Armadas que hace los trámites de ciudadanía.
[Antonio]: Lo único que dijeron ellos: “Te vamos a cambiar la fecha”. Y me mandan otra. Y así siguieron como otras 5 o 6 cartas, como 6 cartas más. Iba aquí a San Isidro, a migración: “Hey, pues son citas para la entrevista”. Y no me dejaron entrar. Pues no. Ya no insistí.
[Jenny]: Y bueno, Tony lleva casi una década viviendo en Tijuana. Hoy alquila un pequeño apartamento en la playa, y trabaja en un gimnasio como entrenador personal. Como gana poco dinero, le toca descargar camiones y trabajar en construcción para llegar al fin del mes.
Cuando le alcanza la plata, ve a una psicóloga. Pero las sesiones son poco frecuentes.
Hace unos 4 años, Tony se dio cuenta de que no era el único en esta situación… Un día, estaba paseando por la playa cerca de la línea fronteriza y vio a varios hombres con uniformes del Ejercito de Estado Unidos. Se acercó y empezó a conversar con ellos. También eran veteranos que habían sido deportados, y algunos se hospedaban en un refugio especial. Le dicen El Búnker.
Para Tony, encontrar este lugar fue…
[Antonio]: Algo grandioso, una sorpresa. Yo siempre me quedé en silencio de dónde venía y eso. Pero ahora que encontré a otros ya me siento mejor, como apoyado moralmente.
[Jenny]: ¡Hola, Héctor!
[Héctor Barajas]: Pasa adelante…
[Jenny]: ¡Gracias!
Quería ver este lugar. Es un edificio pequeño, de dos plantas. El primer piso tiene unos ventanales grandes cubiertos con varias banderas enormes de los Estados Unidos.
No hay ninguna bandera mexicana.
El fundador del Búnker es Héctor Barajas, un veterano que fue deportado en el 2010. Él fue quien me recibió y me mostró el lugar.
[Héctor]: Y pues aquí tenemos nuestra cocina. Y aquí tenemos, este… Tenemos más catres. Cots. Pero ahorita se quedan nomás dos personas. Y aquí se queda Luis Vargas…
[Jenny]: Además de darle comida y cama a los veteranos que no lo tengan, El Búnker ayuda a decenas de veteranos que viven en Tijuana y los alrededores con asesoría legal y servicios médicos, y también a conseguir trabajo. Además organizan sesiones de apoyo psicológico. Tony va de vez en cuando.
Hace más de un año, Héctor contactó a unos abogados de la ACLU, la American Civil Liberties Union, para denunciar la situación de los veteranos deportados. La ACLU es una organización que defiende los derechos civiles de los estadounidenses e hizo un informe que critica duramente las deportaciones de veteranos.
La organización argumenta que estas personas ya pagaron su crimen al ir a la cárcel, y que al ser deportadas se les está castigando de por vida.
Como primer paso, la ACLU le pidió al gobernador de California que le concediera el perdón a unos 6 veteranos. En abril de este año, el gobernador Jerry Brown se lo concedió a 3 de ellos, incluyendo a Héctor.
Esto significó limpiar los antecedentes penales, para que pudieran aplicar para la ciudadanía desde el extranjero.
Pero conseguir este tipo de perdón no es viable en la mayoría de los casos. El crimen de Tony, por ejemplo, es un crimen federal, y solo el presidente Trump lo podría perdonar.
Y, claro, esto, en el clima político actual, es poco probable.
Entonces, Tony sigue en México, y la ACLU cree que la única forma de que él y esa gran mayoría de veteranos deportados consigan volver a Estados Unidos es por medio de una reforma migratoria, lo que también parece poco probable en un futuro próximo.
Y bueno, a Tony no le queda más que tratar de enfocarse en lo positivo. Le gusta México, le gusta su trabajo y su rutina, pero…
[Antonio]: Mi familia está en Estados Unidos: mi papá, mis hermanos, mis sobrinos, primos… Mi hija…
[Jenny]: Tony no ve a su hija desde hace 16 años, y solo habla con ella por teléfono de vez en cuando. Lo que más le pesa es haber estado ausente durante tanto tiempo.
Quiere recuperar ese tiempo perdido. Y bueno, piensa que esto solo lo va a lograr volviendo a Estados Unidos.
[Antonio]: Qué más quisiera regresar el tiempo y empezar de nuevo. Pero no se puede.
No se puede.
Es un sueño.
[Daniel]: No hay cifra oficial del gobierno, pero la American Civil Liberties Union calcula que, en los últimos 20 años, miles de veteranos de las Fuerzas Armadas fueron deportados a más de 30 países, entre ellos El Salvador, Filipinas, República Dominicana, Perú y, claro, México.
Esta historia fue producida por Jenny Barchfield y Luis Fernando Vargas, y fue editada por Camila Segura, Silvia Viñas y por mí. La mezcla y el diseño de sonido son de Ryan Sweikert. Daniel Villatoro hizo el fact-checking.
Muchas gracias a Hernando Álvarez y Roberto Belo-Rovella de la BBC por darnos parte del audio de archivo que escucharon en el episodio.
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