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Anatomía de un reencuentro | Transcripción
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[Daniel]: Esto es Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón.
1990, Ciudad de México.
Claudia Gaona era estudiante en una universidad al norte de la ciudad, cuando en el quinto semestre su grupo fue transferido al turno de la tarde. Tenía 20 años y estaba nerviosa. Se sentó en la parte de atrás del salón y estaba hablando con una amiga cuando vio entrar a un chico.
[Claudia Gaona]: Alto, delgado, unas piernotas de futbolista…
[Daniel]: El cabello un poco ondulado, vestido a la moda de la época, con pantalones de pliegues y una camiseta de cuello redondo…
[Claudia]: Caminó con mucha seguridad enfrente del salón así como luciéndose, como artista. Muy coqueto, muy galán, y saludó a todas así: “Ah, hola corazón, hola amor”. Y yo dije: “¿Y este tipo qué se cree? ¿No?”
[Daniel]: Se llamaba Jorge Moreno. De inmediato, Claudia se dio cuenta de su popularidad. Saludaba a todos, repartía abrazos con algunas compañeras. Se le veía contento. Él también lo recuerda así. Siempre le gustaban esos primeros días de clase. Aquí Jorge.
[Jorge Moreno]: Cada que había un ingreso de semestre, pues tú estabas con esa tentación de conocer qué muchachas guapas llegaban, ¿no?
[Daniel]: Al verla, Jorge reconoció a Claudia.
[Jorge]: Yo ya la había visto en un desayuno que hicieron tanto turno matutino como vespertino, y se me hizo una chava muy guapa. Pero hasta ahí.
[Daniel]: Después de esa primera clase, él y algunos de sus compañeros se reunieron afuera del salón para fumar. Claudia y su amiga se acercaron y le pidieron un cigarrillo. Jorge, el único de su grupo que no fumaba, les consiguió uno con un amigo y ahí comenzaron a conversar. Primero de cosas de la universidad.
[Claudia]: “Oye, vamos a sacar copias, ¿no? O vamos a hacer esto o pásame tus apuntes…”
[Daniel]: Pero también se fueron dando cuenta que tenían intereses y gustos en común. En particular la música y bailar. En aquella época, en la radio sonaba Caifanes, Timbiriche y baladas en español. Jorge le cantaba canciones de su artista favorito, Emmanuel.
[Jorge]: No importa si tú me miras, yo me convierto en un rey azul. Me hice una promesa hace unos días…
[Daniel]: Además de llevarse bastante bien, la atracción física entre los dos era muy fuerte.
[Jorge]: Físicamente me gustaba mucho su cara. Tenía ese toque de entre inocencia, mirada inocente así cuando platicabas con ella. Pero también muy alegre, pero también muy divertida, pero también muy inteligente. Y eso me gustaba. Me gustaba de repente, cómo, se cómo se vestía. Tenía buen cuerpo, llevaba faldas cortas. De repente llevaba minifalda, de repente llevaba una falda larga…
[Claudia]: Su cuerpo de, de, de deportista, su estatura, y que cuando me abrazaba yo me sentía protegida. Él de pie le llego como a la altura del pecho, entonces él con abrazarme, o sea, me pierdo.
[Daniel]: Casi tres meses después de conocerse, llegó el primer beso y poco después, se hicieron novios. Se volvieron inseparables. Estudiaban juntos, Claudia lo acompañaba a sus partidos de fútbol, iban a muchas fiestas y eran la sensación en la pista de baile.
[Jorge]: Éramos muy fiesteros. De todo lo que nos pusieran, bailábamos. A mí me gusta mucho bailar salsa, cumbia, disco, pop.
[Daniel]: Tenían una relación y una vida sexual plena. Desde el inicio, pusieron reglas muy claras.
[Claudia]: Es que hicimos como los diez mandamientos, no los escribimos, pero sí mencionamos: a ver, ¿qué se vale y que no se vale?
[Jorge]: No quiero que nos engañemos, si tú ya no estás a gusto conmigo, sea sexo, sea la forma en como te trato, sea la forma como vivimos, sea lo que tú quieras. Antes de hacer algo, platiquémoslo, busquemos la solución porque al final de cuentas vamos a hacer pareja para toda la vida.
[Claudia]: Nos vamos a hablar sinceramente, si ya nos gusta algo, nos molesta o algo, ¿lo vamos a decir? Sí. Y si no hay solución y cada quien toma su camino, también se vale.
[Daniel]: Tres años después se casaron y a los pocos meses, nació su primer hijo. La vida parecía sonreírles.
Al casarse, Jorge y Claudia se mudaron a la casa de los papás de él, a un espacio amplio con un terreno baldío que con el tiempo habían acondicionado como una cancha de fútbol. Quedaba al lado de una fábrica de muros altos, de más de siete metros.
Un día de 1997, Jorge se estaba alistando para una fiesta familiar y un empleado de la fábrica le pidió ayuda. Quería que Jorge se subiera para recoger un balón de fútbol que había terminado ahí después de uno de los partidos. Jorge dudó. Hacía unos días lo había hecho.
[Jorge]: Y había jurado que nunca me iba a volver a subir porque me dio mucho miedo, mucho miedo. Se sentía mucho aire a una altura de siete, ocho metros más o menos.
[Daniel]: Pero aún así se subió.
[Jorge]: Con el balón en mano, en el techo de la fábrica, se rompió la lámina y ahí caí de siete metros de altura.
[Daniel]: Todo pasó muy rápido, pero tiene un recuerdo muy claro de ese instante: el hombre de la fábrica gritando.
[Jorge]: Panchito comenzaba a gritar como loco: “¡Una ambulancia! ¡Una ambulancia!”
[Daniel]: Jorge perdió la conciencia. Claudia estaba en la casa con su hijo cuando escuchó los gritos.
[Claudia]: Yo no sabía quién gritaba, pero yo sabía que había sido él el que se había caído. Me salí corriendo como loca a tratar de meterme a la fábrica. Ni me acordé de que dejé a mi hijo sentado con temperatura en la cama. Me metí corriendo y lo encontré en el suelo en un charco de sangre y como en la película de Ghost, igual, cuando está él así. Y lo agarré y le dije: “No te mueras, aguanta”. O sea, no.
[Daniel]: No tiene claro en qué momento llamó a la ambulancia ni cómo llegó al hospital. Lo siguiente que recuerda es estar en urgencias con el estómago revuelto y el corazón a mil por hora.
[Claudia]: De repente mis manos empezaron a… como a deformar, como a engarrotarse, como a… los dedos se me iban para todos lados y yo me espanté mucho más porque dije: “¿qué me está pasando?”
[Daniel]: En su cabeza, solo se repetía una frase…
[Claudia]: Que no se muera. Que no se muera. Que no se muera.
[Daniel]: Pasó un tiempo –pudo ser una, dos, tres horas–, hasta que Claudia se acercó a un par de residentes, muy jóvenes. Quería saber si le podían dar un diagnóstico inicial.
[Claudia]: Estaban muy sonrientes, con carcajadas. Y llegaron y le dijeron: “Que si les das el diagnóstico de su paciente” y estaban y recuerdo bien: “y a ver, dile tú. No, mejor dile tú. No, bueno, tú”. Y yo decía: “Bueno, ya quien sea, pero que me diga” y se para uno y me dice en frente: “Bueno, le voy a decir las cosas como están. Su esposo tiene lesión medular T6 T7, se perforó el pulmón, se fracturó el cráneo… No va a volver a caminar. Cuando se dé cuenta que no puede caminar se va a querer suicidar. Y si Superman no pudo con todo su dinero, pues menos usted”.
[Daniel]: En un instante, la vida de una pareja feliz se transformó por completo. La historia de hoy, la que nos van a contar Claudia y Jorge, es sobre la intimidad y lo que pasa cuando la forma en que dos cuerpos se relacionan cambia radicalmente.
Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestra asistente de producción Selene Mazón produjo esta historia. Aquí Selene.
[Selene Mazón]: Al escuchar lo que le dijo el residente, Claudia se quedó muda por un segundo. Y luego, llena de rabia, pero con un tono controlado le contestó.
[Claudia]: “Pues ¿sabe qué? Usted no es Dios para decirme qué va a pasar y qué no va a pasar. Mejor dígame lo que usted puede hacer o no puede hacer”.
[Selene]: Si le respondieron o no, Claudia no lo recuerda. Solo sabe que volvió a la sala de espera y los maldijo en su mente.
Jorge estaba conectado a un respirador, totalmente sedado. Claudia le había pedido a sus papás que cuidaran a su hijo durante el día para estar en el hospital con él. Llegaba muy temprano por la mañana y se iba muy tarde, ansiosa por recibir noticias. Fumaba una cajetilla de cigarros todos los días, rezaba todo el tiempo. Los reportes médicos diarios solo aumentaban su angustia.
[Claudia]: En ocasiones entrabas en la mañana a la visita y te decían: “No, está muy grave, ya vaya buscando un servicio funerario porque no pasa de este día” y luego ya entrabas en la tarde y te decían: “Pues ya está mejorando, pero no puede respirar por sí solo”. Entonces la verdad yo lo único que pedía era que no se muriera”.
[Selene]: Diez días después del accidente, Jorge abrió los ojos. No entendía nada. Apenas recordaba la caída y no sentía una parte de su cuerpo. No le decían su diagnóstico, quizá para no abrumarlo o quizá porque en momentos así lo más importante era saber que había despertado. Solo le decían algunas cosas aisladas: que se había caído, que había pasado por varias cirugías, que lo estaban atendiendo, que no se desanimara.
[Jorge]: “Vas a estar bien, vas a estar bien. En cuanto se pueda te vamos a mandar al hospital Colonia para tu rehabilitación”.
[Selene]: Y así fue. Algunos días después, lo transfirieron. Para darle la bienvenida, un doctor lo visitó, acompañado de varios médicos jóvenes.
[Jorge]: Y todos estaban alrededor de mí examinándome. Y el doctor les decía: “Miren”. Y me pasaba un cepillo por las piernas. Yo no sentía. Me hacían muchas pruebas, me pegaban con un martillo, en las rodillas. Yo no sentía.
[Selene]: Después de unos minutos, el doctor le dijo:
[Jorge]: “Usted ya no va a volver a caminar”. Así muy, muy, muy seco, muy duro. Aquí usted va a aprender a ser independiente”.
[Selene]: Jorge no quería creerle. En la noche lo fue a visitar la doctora encargada de elaborar el reporte médico: le preguntó a qué se dedicaba, cómo se sentía. Jorge aprovechó para hablar de lo sucedido en la mañana. Quería una segunda opinión.
[Jorge]: Yo le dije: “Oye, yo quiero ver al director general, porque el que me dijo que ya no voy a volver a caminar está loco”. Y me dice: “Él es el director general”. Sentí horrible.
[Selene]: La doctora le explicó su diagnóstico: una lesión medular completa T6, T7. En otras palabras, con la caída se le había roto la médula espinal a la altura del pecho, la responsable de enviar mensajes del cerebro al resto del cuerpo. A partir de ahora, no podría mover ni tendría sensibilidad de la altura de los pezones hasta los pies. Solo tendría algunos movimientos involuntarios. Le explicó que, hasta ese momento, no existía ningún procedimiento médico que lo ayudara a volver a caminar.
[Jorge]: Y entonces me puse a llorar. Ella me preguntó que qué era lo que más me había dolido a mí en la vida antes de la lesión, y le comenté que la muerte de mi papá, que había sucedido unos años antes, cuando yo tenía 21 años.
[Selene]: Su papá no había alcanzado a conocer ni a Claudia ni a su nieto. Después de escucharlo, la doctora le preguntó si hubiera preferido morir y ser un padre ausente en la vida de su hijo o si más bien quería enfocarse en su rehabilitación y seguir adelante por su familia. Jorge no dijo nada.
Fue una noche larga. La doctora lo acompañó un rato, pero él casi no pudo dormir. No dejaba de pensar en lo que sería su vida en una silla de ruedas, en su hijo, en Claudia, en cómo los sacaría adelante a partir de ahora.
Durante las primeras semanas en el hospital de rehabilitación, Jorge se dedicó a familiarizarse con su nueva corporalidad. Se sentía como un niño que debía aprender muchas cosas. La primera, muy importante, mantener el equilibrio de su tronco.
[Jorge]: El cuerpo se te iba para, para todos lados. Querías mover tus brazos y de repente te ganaba el peso y te ibas así como sin tener el control.
[Selene]: Tenía muchas dificultades para mantenerse erguido debido a la falta de sensibilidad de su pecho hacia abajo. Para estabilizar la columna vertebral, le habían puesto una barra en la espalda y tenía que ejercitarse. Para eso le pedían levantar las manos…
[Jorge]: Ponerlas a un costado, ir agarrando el equilibrio. Había otros aparatos, como un tipo caballitos, en los que, con la fuerza de tus brazos tenías que comenzar a levantarte e ir agarrando de nuevo fortaleza.
[Selene]: También tenía que aprender tareas muy básicas e indispensables, desde cómo trasladarse en silla de ruedas hasta controlar sus esfínteres.
[Jorge]: Te pasa como a los niños. Al principio cuando eres niño te gana en cualquier lugar y por eso tienes que utilizar pañal en cualquier lugar y a cualquier hora.
[Selene]: Para evitar eso, tenía que aprender a programar sus evacuaciones mediante masajes y rutinas. También le habían colocado una sonda en la vejiga para drenar la orina. A partir de ese momento, tendría que cambiarla periódicamente para evitar cualquier tipo de infección.
[Jorge]: En ese momento pierdes tú, como persona con discapacidad, pierdes mucho pudor. Que te vean desnudo las enfermeras, los doctores, tu esposa. Incluso, hay veces que te tocaba que tu familia te tenía que ayudar, a lo mejor tu hermana, a lo mejor mi mamá, a lo mejor mi hermano, ¿no? Porque en ese momento no había una enfermera que te apoyara. Y ni modo. Te tienes que aguantar, a que te hicieran higiene.
[Selene]: Jorge decidió que la mejor forma de vivir los cambios de su vida de ahora en adelante sería aceptándolos. Incluso, a veces, tomándolos con humor.
[Jorge]: Yo siempre he sido muy vanidoso. A mí siempre me ha gustado mucho mi cara, los ojos. Los ojos me recuerdan mucho a los ojos de mi papá, el mismo color que tenía él, un color miel. Y entonces yo en tono de broma, les decía: “Lo bueno es que no me pasó nada en mi cara, ¿no?”
[Selene]: Recibía visitas constantemente de amigos y familiares y se sentía afortunado por eso. Además, en el hospital se corrió la voz de que tenía una cancha de fútbol y comenzaron a alquilarla para algunos partidos. Ese ingreso extra le daba ánimos.
Los doctores y las enfermeras del hospital ya conocían a Jorge y a Claudia. A veces, cuando iban a ver a Jorge, se quedaban platicando un rato con él y fue ahí que empezó a escuchar sobre algo que pasaba muy seguido en el hospital.
[Jorge]: “¿Qué crees que al chico que está en el cuarto de allá lo dejaron ya? ¿Qué crees? Que la persona que está en el primer piso lo dejó su pareja”.
[Selene]: La discapacidad, para algunas parejas, llegaba a ser demasiado abrumadora. Y aunque él estaba convencido de la solidez de su relación con Claudia, no podía evitar dudar. Así que un día se armó de valor y le dijo:
[Jorge]: Yo te amo, te quiero, eres una mujer inteligente, muy fuerte, con muchos valores, una mujer guapa. Que si yo me hubiera ido, yo estoy convencido que tú hubieras encontrado también una muy buena pareja. Y si en un determinado momento tú quisieras, pues ni modo, no, lo voy a entender.
[Selene]: Claudia todo lo recuerda en cámara lenta, como una película sin sonido… Pero ella, tenía clara su respuesta:
[Claudia]: Yo estoy contigo por lo que eres, por cómo me tratas, por cómo nos llevamos, no por si caminas o no caminas. Yo no me casé por ti por tus piernas, yo le dije yo estoy contigo en las buenas y en las malas y, y vamos a salir adelante como sea, estás vivo.
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta. Selene Mazón nos sigue contando.
[Selene]: Tres meses después del accidente, a principios de mayo de 1997, Jorge salió del hospital con la instrucción de que continuara haciendo sus ejercicios de rehabilitación.
Los siguientes meses fueron de adecuar la casa. En el patio y los pasillos se construyeron rampas. En su habitación pusieron una cadena en el techo, similar a un columpio para que Jorge pudiera agarrarse, impulsarse y sentarse solo. Compraron barras y colchonetas para los ejercicios.
Claudia aprendió a bañarlo, a identificar si su cuerpo tenía llagas o golpes, a realizarle curaciones diarias, a cambiarle la sonda… Pero pese a su optimismo inicial, comenzó a sentir un peso enorme. Prácticamente la vida y la salud de Jorge estaba en sus manos. Tenía miedo de equivocarse, de no saber qué hacer.
[Claudia]: Ahí sí tenía miedo. Ahí sí decía: ¿Qué hago? Hay veces que yo decía me gustaría correr y correr y correr y correr y correr y correr y correr y olvidarme por un minuto de las cosas.
[Selene]: Su manera de lidiar con todo esto era concentrarse en el día a día, en los avances que veía en Jorge.
Por su parte, él trataba de mantener una actitud positiva. Le ponía empeño a sus ejercicios y a hacer ciertas tareas por su cuenta, como bañarse o pasarse de la cama a la silla, para evitar recargar mucho a Claudia. Pero no era fácil, claro. Su silla de ruedas, conocida como clínica, era grande, pesada, con unas llantas pequeñas y unos descansabrazos a los costados. Se frustraba con algunas cosas prácticas, como no alcanzar algo de la alacena o cuando no cabía por algún lugar. Tal vez lo que más le afectaba era no poder jugar fútbol con su hijo como antes.
[Jorge]: Cuando empecé a jugar de nuevo fútbol con mi hijo, pues sí sentía ese dolor porque a lo mejor mi hijo esperaba que yo le regresara el balón con el pie y pues no podía.
[Selene]: También le incomodaba ir a fiestas.
[Claudia]: Él no quería ir a fiestas. Porque me decía: “Es que yo antes en las fiestas no me sentaba. Estaba parado todo el tiempo bailando”. Hasta luego sus propios hermanos le pedían permiso a Jorge para bailar conmigo y yo me como que incómoda. O sea, me me llevo súper bien con ellos y demás, hay toda la confianza del mundo, pero yo me sentía mmm pues mal, ¿no? Yo decía: “No, es que no, no me saquen a bailar, no me saquen a bailar. O sea, no hay ningún problema”.
[Jorge]: Dejamos de ir a algunas fiestas justamente por lo mismo que es qué aburrido ir a una fiesta y estar nomás viendo gente y comiendo mientras todos se están divirtiendo.
[Selene]: Una vez que se adaptaron un poco mejor a su nueva cotidianidad –las citas médicas, los cambios de sonda, la higiene, la programación de evacuaciones– Jorge fue encontrando la forma de hacer o modificar algunas de las actividades que le gustaban antes del accidente como ir al cine, jugar con su hijo fútbol, ya no pateando la pelota, pero sí como portero en la cama o arbitrando algunos partidos. Y entre esas cosas, hubo una que volvió a surgir tímidamente. Primero, quizá con un abrazo…
[Jorge]: A lo mejor ya la abrazas y ya le pones la mano en el pecho como antes.
[Selene]: Después, tal vez, un beso diferente…
[Jorge]: A lo mejor ya comienzas a volver a dar esos besos apasionados, no nada más ahora de: “gracias de Dios que estás bien, aquí está el beso”.
[Selene]: Un contacto físico distinto, más allá de solo el cuidado.
Cuando les propuse que tuviéramos una conversación abierta sobre su vida sexual, Jorge y Claudia aceptaron, principalmente, porque saben que alrededor de las personas con discapacidad hay muchas preguntas, ideas equivocadas y mitos.
[Jorge]: La persona con discapacidad es así, no tiene son, no tienen sexo, son asexuadas, no disfrutan, no viven…
[Selene]: Es esta idea de que las personas con discapacidad son asexuales… “apagan” su deseo sexual o, sencillamente, no lo tienen Leí en un estudio una pregunta que me dio curiosidad: ¿Qué tanto cambia la experiencia sexual de las personas después de adquirir una discapacidad?
[Selene]: Para Claudia y Jorge no fue un proceso fácil ni rápido. Pasó un tiempo para que los dos se adaptaran a los cambios y retomaran su vida sexual después del accidente. No por falta de interés, sino porque, al principio, el día a día los obligó a enfocarse en tareas más prácticas. Pero también porque para Jorge no era fácil perder el pudor del todo.
[Jorge]: A nadie le gusta que te tengan que cambiar todavía el pañal. Es incómodo porque imagínate, tu pareja, te cambia la mañana tu pañal o te cambia y de repente en alguna ocasión y luego vamos a tener sexo.
[Selene]: Le pregunté a Claudia si esto era algo que le molestaba…
[Claudia]: Pues yo no sentí que me haya afectado mucho, cuando tienes un bebé, igual vomita, igual se ensucia, igual se hace del baño, igual hace a destiempo. Igual hay que cambiarlo, igual y te cambia los planes. O sea, exactamente. Yo ya lo había pasado con mi hijo. Tú quieres a la persona y no vas a dejarla de querer por eso. “Oye, pero que se ensució la ropa… Pues sí, igual que como ahorita se me cae la cerveza y me ensucio y la tengo que lavar. Igual pasa si se ensucia”. No, no lo veía. Yo como que ay Dios mío, qué cruz estoy cargando, O sea, no.
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta. Selene nos sigue contando.
[Selene]: El cuerpo de Jorge era un territorio nuevo. Fue un proceso de pasos pequeños. Primero reconociéndolo y explorándolo y, con el tiempo, recuperando el deseo.
[Claudia]: Como cuando empezamos la relación de que vas conociendo poco a poco, vas viendo: “Ah, esto me gusta esto, no me gusta, esto se puede, esto no se puede. En este momento sí se puede. En este momento no se puede”.
[Selene]: A raíz del accidente, Claudia y Jorge fortalecieron la comunicación que habían establecido recién comenzaron su relación. Esos diez mandamientos de los que Claudia habló al inicio de este episodio. Los obligó a ir más allá, a vulnerarse, a explorar, nombrar.
[Claudia]: A lo mejor muchas veces dejas que nada más vayan surgiendo las cosas y ya, pero no dices nada. Entonces ya el irlo haciendo, esta necesidad de que tenemos que ir aprendiendo día a día y adaptándonos a las condiciones de los dos.
[Selene]: Por ejemplo, acomodarse de cierta forma para evitar que la sonda de Jorge se tire o atore y eso le provoque dolor. Pero también otras a nivel fisiológico. Por su lesión, Jorge no tiene sensibilidad en la zona genital. Tampoco su excitación se traduce en erecciones ni en eyaculaciones. Por eso le llamó la atención que apenas él y Claudia comenzaron a explorarse más, algunas partes de su cuerpo que estaban dormidas, fueron despertando poco a poco.
[Jorge]: Y vas descubriendo otras zonas erógenas del cuerpo, ¿no? En la que puedes descubrir placer. Se va dando igual de manera natural, ¿no? De repente un día te va besando y dices: “Qué rico sentí. A ver, síguele ahí, síguele ahí” me gusta mucho cuando me da pequeñas mordiditas aquí en en la parte del antebrazo, me provoca cosquillas y me gusta. Yo no recuerdo que tuviera la misma excitación que ahora me provoca cuando de repente me besa.
[Selene]: Esto me parece importante porque habla de lo poco que conocemos nuestro propio cuerpo. De las muchas veces que crecimos asociando el placer a determinadas partes de él,– como si lo demás no existiera. Esto también le pasó a Claudia. Por eso les pedí que me hicieran una lista de esas otras formas que han descubierto que les producen placer…
[Jorge]: Un abrazo muy rico, a veces unos besos en el cuello.
[Claudia]: Morder la oreja…
[Jorge]: Besos en el pecho.
[Claudia]: Morder los brazos, eh… Morder aquí en la parte baja del del cuello en la espalda, el hombro.
[Selene]: Jugar, experimentar, imaginar. Y por eso a veces hacen juegos de roles.
[Jorge]: De repente para romper con esa monotonía, ¿no? Oye, hoy eres la enfermera y como parte de ese show… O sea, tampoco es nada más de: “enfermera, me vestí sexy y ya llegué y ya no”.
[Claudia]: Con todo un guión y toda la cosa. Y no me preguntes así. Claudia. No me llamo Claudia, me llamo de otra manera entonces. O sea, así no.
[Jorge]: Haz de cuenta que hasta podemos hacer una novela…
[Claudia]: Hay veces que nos pasa, que se alarga y seguimos actuando y después: “Espérame”, o sea…
[Jorge]: A ver en qué íbamos. Sí, o sea.
[Claudia]: Es que…
[Jorge]: Es que como te lo juro que de repente.
[Claudia]: Hacemos tan largo la historia y metemos otros personajes y otras es que tú me platicaste…
[Selene]: Bromean con que prácticamente han recreado novelas como María Mercedes, un clásico de los 90 con la cantante y actriz Thalía.
[Jorge]: Pero es parte de lo que nos ha enriquecido en la relación. De repente, hasta a veces eso te da risa, ¿no? Que estás acá bien entrado en todo tu trama y de que ahora yo soy el vecino que fue a arreglarte, este, la cama porque rechinaba y ya llegué y… Desde que yo llegué a arreglar la cama. Yo ya estoy arreglando el foco, el foco.
[Claudia]: Sí, así, así, así.
[Selene]: Tuvieron que intentar cosas nuevas, o en todo caso, re interpretarlas para su nuevo contexto. Y eso incluye vivir los orgasmos de formas distintas.
[Jorge]: Si lo quieres comparar como era el orgasmo antes, no, pero comparado a ahora tú sientes, sí ya hay momentos que sí sientes muy rico, rico en las caricias y hay veces que si, si llegas a sentir mucho más rico que que ya sabes que ya no aguantas, ¿no? Y no sé si eso sea un un paraorgasmo, un orgasmo.
[Claudia]: Yo sí los he llegado a sentir. Pero también si no lo tengo, no me hace falta. O sea, no, no, no hay tema. Ya habrá el momento en que se dé.
[Selene]: Al final eso no es lo más importante. Sino el proceso, el acompañamiento, la exploración. Porque además, no es solo el cuerpo de Jorge el que cambió, el de Claudia también.
[Claudia]: No somos los mismos ni en cuerpo ni en mente ni en fuerzas, ni en ganas ni en todo de hace 30 años. Entonces todas las otras relaciones van madurando, van cambiando. A lo mejor te digo, antes yo podía hacer cualquier posición y ahorita la hago y me da un calambre y olvídate, ya no hacemos nada, entonces cambian las cosas. Y te digo y no necesariamente es porque tenga una discapacidad sino porque el cuerpo en las personas, el tiempo, todo va cambiando.
[Jorge]: Hay que entender los que vivimos una discapacidad que la sexualidad no se muere cuando te llega la discapacidad y que no lo debe de ser. Todo en una relación es parte, sí, pero hay que alimentar todas las demás partes para que también esta parte de la sexualidad sea, sea buena, sea de calidad.
[Claudia]: Mucha gente me decía: “Es que yo no aguantaría, es que yo no podría”. Y hasta la fecha, te juro que me dicen: “Es que te admiro”. ¿Por qué me admiras? Si estoy con la persona que quiero. Por qué te voy a admirar si tú estás con alguien que quieres, o sea, no le estoy haciendo un favor, estoy porque quiero estar con él y él quiere estar conmigo y porque lo amo. O sea, no, no estoy haciendo mi obra de de caridad.
[Soundbite de archivo: fiesta febrero 2024]
[Selene]: Un día de febrero de 2024, me invitaron a una reunión en su casa para celebrar el Día del Amor y la Amistad con algunos amigos y conocidos. El encuentro era en la cancha de fútbol.
En la carpa había dos cantantes que ponían música y animaban la fiesta. Jorge y Claudia parecían contentos. Saludaban y platicaban con todos.
Jorge se movía ágilmente de un lado a otro. Me contó que, desde hace unos años, cambió su silla clínica, aquella grande y pesada de los primeros años después del accidente, por una conocida como “activa”. No tiene descansabrazos y el respaldo solo va hasta la mitad de la espalda. Me dijo que le cambió la vida. Ahora tiene mayor autonomía para moverse y más velocidad.
Pasó un tiempo para que Jorge volviera a animarse a bailar…
Y aunque no hubo una fecha exacta, el proceso se fue dando de forma natural.
En la fiesta comenzó a sonar La cita de Galy Galiano, una salsa clásica. Jorge le extiende la mano a Claudia y los dos pasan a la pista. Jorge mueve su silla ágilmente, Claudia sabe en qué momento dar o soltar la mano de Jorge. Dan vueltas, algunas con mucha fluidez, otras más complicadas.
Se ven radiantes, guapos. Son el alma de su propia fiesta, como lo eran hace 30 años. Muchas cosas cambian. Pero no todo.
[Daniel]: Selene Mazón es asistente de producción de Radio Ambulante y vive en Ciudad de México. Esta historia fue editada por Camila Segura, Luis Fernando Vargas y por mí. Bruno Scelza hizo el fact checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música original de Ana Tuirán.
Un agradecimiento especial a Roxana Pacheco y a Carla DellaRosa por su apoyo con esta historia.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Rémy Lozano, Juan David Naranjo, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Barbara Sawhill, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa y Desireé Yépez.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
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Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.