Antología argentina | Transcripción

Antología argentina | Transcripción

COMPARTIR

[Daniel]: Esto es Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. 

Hoy les traemos algo distinto. Como esta es nuestra temporada número 15, nos parece un buen motivo para recordar, devolvernos en el tiempo a algunas de nuestras primeras historias, esas que publicamos en lo que se siente como una época antigua, hace más de una década. 

Nuestra forma de contar historias ha cambiado un poco. Fuimos creciendo y eso nos dio la posibilidad de ser más ambiciosos, de investigar más, de tomarnos más tiempo con cada episodio e incluir más personajes. Pero en las que van a escuchar hoy se puede encontrar, claro, la esencia de lo que siempre ha sido Radio Ambulante: narrar historias sorprendentes, humanas y propias de nuestra región. 

Así que en este episodio van a escuchar tres de nuestras historias favoritas de esas épocas, todas de Argentina.

Empezamos con Otro país que publicamos originalmente en abril del 2013. 

[Alejandra]: Tengo que decir el apellido también? Solamente el nombre? 

[Daniel]: Puedes decir quiero que me llamen María, quiero que me llamen….

[Alejandra]: Ok, Alejandra. Me llamo Alejandra y voy a contarles a ustedes cómo conseguí un departamento en Buenos Aires… 

[Daniel]: Bueno es solo una parte de la historia pero no toda. Para comenzar, no se llama Alejandra. Y ahorita se van a dar cuenta por qué prefiere no usar su nombre verdadero. 

[Alejandra]: Y yo estaba pensando ok yo tengo que usar esa situación a mi ventaja. Porque tengo que salir viva, tengo que salir con plata y tengo que salir sin ir a la cárcel o sin ninguna marca en mi perfil.

[Daniel]:  Como ven esto se va poner algo complicado. Estamos en Buenos Aires, 2002. Esta es Camila Segura.

[Camila]: Alejandra se muda de su ciudad natal, Seoul, en Corea del Sur a Buenos Aires, donde había pasado gran parte de su niñez y adolescencia. Era la primera vez que iba a vivir en Argentina como adulta, sin su familia, y como cualquier persona, necesitaba un departamento donde vivir. 

Un amigo coreano le dice que tiene un apartamento como para ella: amplio, bonito, y, además, barato. El amigo, sin embargo, le advierte que si ella es supersticiosa, tal vez no quiera vivir ahí. Curiosa, Alejandra  indaga de qué se trata y su amigo le cuenta que, hace poco, un inmigrante asiático había sido asesinado a cuchilladas en este departamento. 

[Alejandra]: Pero como yo soy una persona que yo pienso que soy bastante educada y fuera de ese tipo de supersticiones, ahí, además, estaba bastante desesperada por encontrar un departamento porque ya necesitaba un lugar para vivir… y yo dije, todo bien.

[Camila]: Así que decide verlo, un día, al atardecer. No había electricidad y había muy poca luz natural. Igual le gusta y decide tomarlo. Pero cuando vuelve unos días después, con sus cosas, lista para mudarse, ve todo lo que no pudo ver esa tarde que decidió alquilarlo. El departamento estaba lleno de sangre. En el dormitorio, en el baño, en la cocina….  

[Alejandra]: Como el tipo fue asesinado y yo creo que nadie quería limpiar, entonces yo tenía que limpiar todo pero, hubo un problema, el colchón… estaba untado de sangre. Entonces yo dije, ok, voy a limpiarlo lo mejor que puedo con blanqueadora y después voy a cubrirlo con una sábana o dos sábanas y eso es lo que hice. 

[Camila]: Y no solo eso. Por más bonito y barato que fuera…

[Alejandra]: No había electricidad, en la noche estaba durmiendo con el tipo de luz que se usa cuando uno va al camping…¿no? Todo el ambiente en general era.. sí… bastante inquietante..

[Camila]: Y sin embargo, se queda. Decide instalarse en un departamento que había sido la escena de un crimen. Ella, a oscuras, durmiendo en su colchón manchado de sangre. 

Bienvenida a Buenos Aires. 

Una vez solucionado el tema de dónde vivir, Alejandra necesitaba encontrar un trabajo. Tenía una pequeña beca de su universidad, pero no le bastaba. Un día un chico coreano de su nuevo barrio le dijo que había un argentino que tenía un trabajo para alguien como ella.

[Alejandra]: Y no me dijo específicamente en que se trata el trabajo, me dijo que necesitaba una persona con mi perfil… entonces yo estaba pensando en enseñar en un colegio o algo por esa manera… 

[Camila]: Alejandra aceptó reunirse con ellos. El chico coreano, el señor argentino, y unas dos o tres personas más, se juntaron para un asado. Todos eran socios, y esa noche hablaron de política, de la sociedad argentina, de la comida… En fin, de temas generales, pero detrás de todo, estaba el trabajo, su trabajo, al que se referían siempre como “el proyecto.”  

[Alejandra]: Y esa es la palabra que usaron, un proyecto… que querían obviamente armar un proyecto más grande, empezar algo y quieren que yo sea parte de eso, entonces, hablando mucho del futuro, de la posibilidad,etc, etc. 

[Camila]: Pero sin decir de qué se trataba exactamente. Al comienzo no hablaron del pago, nadie le dijo su trabajo consiste en esto y aquello. No. Con una copa de vino y un plato de carne, el señor argentino le lanzó un discurso casi filosófico, enfocado, sobre todo, en un tema específico:

[Alejandra]: Hay muchos problemas, con las fronteras, etc. Pero de verdad uno piensa bien y no deberían existir fronteras nacionales… que yo obviamente yo estoy súper acuerdo con todo ese tipo de discurso. Y después hablando de cómo… no… es bueno ayudar a la gente y especialmente en el caso… y obviamente dirigiendome a mi… una persona que es capaz de ayudar gente. 

[Camila]: La capacidad que más parecía interesarles era su dominio de varios idiomas. Coreano y español, claro, pero también inglés y mandarín. Finalmente por lo menos le dijeron que le iban a pagar bastante bien, así que brindaron por el proyecto y Alejandra aceptó. Es que una mujer que duerme en un colchón cubierto de sangre, no se preocupa demasiado por aceptar un trabajo sin saber exactamente de qué se trata. Es más, el misterio era justamente lo que la atraía.

Esto es lo que me cuenta sobre su primer día: 

[Alejandra]: Un poco nerviosa pero al mismo tiempo pues no soy una persona súper nerviosa, entonces, estaba bien… estábamos en un auto con dos señores de treinta y algo años, chinos, yo, el chico coreano…

[Camila]: Otro señor coreano mayor, algo enigmático, y el señor argentino, el del asado. Juntos se dirigieron a Ezeiza, el aeropuerto internacional de Buenos Aires. Alejandra se dio cuenta que su trabajo tenía que ver con los dos chinos. 

[Alejandra]: Ellos no hablaban ni castellano ni inglés, entonces yo pensaba que yo era más como un guía turística… que estaban acompañando a ellos al Ezeiza para que ellos estén allá, hagan todos los trámites, la aduana, su pasaporte, y chao, buen viaje y nada más.. 

[Camila]: A Alejandra le pareció algo extraño. 

[Alejandra]: Porque primero, por qué estaban en Argentina, porque yo les pregunté, ah vinieron a visitar Argentina, qué vieron, etc, etc… el cementerio de recoleta, no sé qué y no vieron absolutamente nada… que es súper sospechoso y después no parecían chinos que tenían el lujo de viajar… que uno se da cuenta rápido por su manera de hablar mandarín… entonces me parecía era.. que todo no estaba bien… 

[Camila]: En Ezeiza, Alejandra se baja con los chinos, y los demás se quedan esperándola. Y todo bien, fácil. Acompaña a los chinos mientras pasan la aduana, hasta que suben a su avión, y se van. Pero todo le parece algo desconcertante.

[Alejandra]: Entonces yo les pregunté, cuando llegué al auto, al chico coreano y al señor coreano ¿qué es? contáme… ya la verdad, no? Y el chico estaba así medio calladito, medio mirando las nubes y después el señor me dice mira… Es un trabajo muy importante, de verdad, porque estamos ayudando a los chinos, etc. etc. … 

[Camila]: Es decir, ayudándolos a emigrar de manera ilegal a Estados Unidos. Y Alejandra, según el argentino, era la que podía ayudarlos. Por supuesto no hablaban en términos de ilegalidad. Lo que hacían era otra cosa: facilitar los viajes.

[Alejandra]: Sí, facilitando, es la palabra que él usó. Facilitando. Boluda no soy aunque ingenua sí,  pero boluda no. Entonces me di cuenta oh no lo que estoy haciendo es tráfico, no? 

[Camila]: Una de las rutas ilegales de China a Estados Unidos en esa época pasaba por Brasil, con una escala en Buenos Aires, para conseguir documentos falsos, y de ahí a Canadá. Con razón los chinos no habían hecho turismo. Con razón no habían visto la Recoleta, ni habían salido de su triste barrio. 

[Alejandra]: …entonces yo les dije mira esto es algo ilegal. Yo no soy argentina, ellos me pueden deportarme a mi también. Y después el chico dice no pasa nada, no pasa nada yo he hecho eso por no sé 5 años, el señor no sé por algo, por 15 años, no sé qué, cuántos… 

[Camila]: Ahí, sentada en el carro, Alejandra recuerda que ellos tienen su pasaporte. Se los había entregado antes de comenzar a trabajar, algo que ella misma reconoce como ingenuo. De alguna manera, ya estaba comprometida.

[Alejandra]: Y yo estaba pensando ok yo tengo que usar esa situación a mi ventaja. Porque tengo que salir viva, tengo que salir con plata y tengo que salir sin ir a la cárcel o sin ninguna marca en mi perfil. Entonces era una situación bastante complicada pero yo siempre tengo una excusa, yo no sabía nada. 

[Camila]: Pero inocente no era. No exactamente. Alejandra decidió seguir en el trabajo. O mejor dicho, en el “proyecto.” Era muy bien pago y requería un esfuerzo mínimo. Cada dos semanas pasaba tres horas con los chinos migrantes. Les traducía y los entrenaba para su breve entrevista en la aduana de Ezeiza. Le pedían consejos. ¿Qué hago si me preguntan en el aeropuerto de dónde vengo, y porqué estoy en Argentina? Y Alejandra les ayudaba a inventarse respuestas.

Pero los migrantes no eran los únicos que se inventaban cosas. La misma Alejandra, para protegerse, se re-inventaba cada vez que le tocaba entrar al aeropuerto.

[Alejandra]: Entonces yo empezaba a ponerme disfraces, pelucas, anteojos, diferentes tipo de vestimentas. No disfraces exactamente estilo de Mission Impossible. Y en una manera no se si eso tengo que agradecer porque como que hay mucho racismo y la gente piensa que todos los chinos se ven iguales, entre comillas, eso también me ayudaba. Entonces no tenía que ser tan creativa tampoco. 

[Camila]: Durante los siguientes dos meses a Alejandra le tocó acompañar a más de veinte chinos migrantes en su salida ilegal por Ezeiza. Un día dejó a tres chinos, y cuando ya estaba saliendo, alguien la paró. Era un empleado del aeropuerto. La llevaron a una oficina que estaba al fondo, sin ventanas.

[Alejandra]: Y después un tipo, un señor abre la puerta y me dice, ok entre. Entré y me empezaron a mostrar diferentes fotos de mi. Con diferentes personas, con diferentes viajeros. Obviamente fotos que me habían tomado desde el principio hasta como por dos meses. Y pensaba que wow, estoy en una película.

[Camila]: Le preguntaron lo básico: ¿quién eres? ¿para quién trabajas? ¿Quienes son estos chinos a los que acompañas? Y tal como lo había planeado, se hizo la boba.

[Alejandra]: Yo solamente soy guía turística, soy traductora, porque soy coreana que vivo en Argentina ahora por mi trabajo pero como hablo chino estoy ayudando a esos viajeros, a esos turistas, ¿no? Y me dice bueno te dejo hacer unas llamadas. Entonces yo llamo al chico coreano y al señor coreano hablando en coreano, diciendo que yo estoy acá y hay un problema. Y el señor coreano me dice bueno espera un momento y después de una hora llega una llamada, ellos reciben una llamada, yo no sé de quién, después me di cuenta que es el señor argentino o alguien que conoce al señor argentino y me dejan ir. 

[Camila]: Pero ahí no acaba la cosa. Al salir, uno de los agentes de seguridad, le da la mano para despedirse, y discretamente le pasa un papelito. Alejandra no lo lee hasta que sale del aeropuerto. El agente le había puesto una cita. 

Enredarse más en esto, o no. Esa era la pregunta. ¿En qué momento se debe renunciar? Y cómo sabe uno que si no se sale de esto ya, después no será demasiado tarde? Sus jefes, sus colegas, le dicen que vaya, pero ellos tienen sus propios intereses. Alejandra lo duda, pero llegado el día, decide ir. El agente la había citado en una cafetería con bastante gente, en la esquina de una calle muy transitada. Eso, por lo menos, la tranquilizaba.

[Alejandra]: Entonces me encontré al tipo y el tipo me dice che yo sé qué están haciendo ustedes y ahí todo bien… Yo no tengo ningún problema pero obviamente viste yo tengo una familia, tengo dos nenas, con la situación acá en Argentina… Es muy complicado. Obviamente pidiendo plata. 

[Camila]:  Alejandra no lo negó. Tampoco había por qué, si el tipo ya sabía todo. Le explicó que ella no podía tomar ninguna decisión sobre el soborno, que era algo que debía conversar con sus jefes, y el agente cambió de tema.

[Alejandra]: Diciendo que desde que él me vio en la cámara estaba súper atraído a mi. En pocas palabras diciendo que él quiere que yo me acueste con él y si me acuesto con él, él va a ayudarnos, etc etc. Obviamente yo no estaba para eso pero tampoco le iba a decir no en ese momento entonces yo le dije ah sí, interesante, ah sí yo , la la la… no diciendo ni sí ni no

[Camila]: Alejandra ya había aprendido a hablar el idioma esquivo de sus colegas y de los policías corruptos y fue capaz de manejarlo. Pero esta conversación la asustó. Al salir de la cafetería, llamó a sus colegas coreanos, y les contó lo que le había pedido el agente. El dinero, el soborno, eso se solucionaba fácil. El otro tema — que quería acostarse con ella– eso era algo más complicado. 

[Alejandra]: Ellos se empezaron a reír diciendo que era un tipo perverso, y tienen una fantasía de una mujer asiática… 

[Camila]: Los coreanos tenían una solución, que propusieron con una frialdad asombrosa. Le pasarían al agente a una mujer china, una de las inmigrantes que Alejandra iba a acompañar…. 

Esta fue la línea que Alejandra no estaba dispuesta a cruzar. Ese discurso de supuesta solidaridad con el inmigrante, se desvaneció en ese instante. Una cosa es ayudar a los migrantes a pasar fronteras que consideras esencialmente ficticias, pero…

[Alejandra]: Otra cosa es ya prostituir a una persona, ¿no? Forzarla… entonces yo dije no, eso está mal. Eso está completamente mal. No puedo llegar más allá. Vamos a terminar con eso.

[Camila]: Y así fue. Alejandra abandonó el proyecto de manera disimulada. Se inventó excusas, y no se comprometió con nada. Que ella sepa no prostituyeron a nadie, o por lo menos no por su cuenta. 

Cuando le pregunté por qué lo hizo, por qué fue partícipe de este proyecto, Alejandra me respondió así.

[Alejandra]: Porque me gustaba la transgresión. Obviamente no se justifica pero como soy una persona que no cree en identidades tampoco creo en fronteras nacionales y tengo muy poca fe en la ley también porque la ley es algo que tienen que obedecer los pobres, no la gente rica, no? La gente rica siempre puede escapar.

[Camila]: Y ella tambien. Un día, sin avisarle a sus colegas, se fue de Buenos Aires, y salió de Argentina. Para buscarse la vida, no en su país, sino en otro.

[Daniel]:  Esta historia fue producida por Camila Segura y por mí. Camila es la Directora Editorial de Radio Ambulante. Usamos la música del compositor y percusionista argentino Marcio Doctor.  Pueden encontrar más música suya en su web: marciodoctor.com. Recomendado.

Vamos a una pausa y volvemos.

[Pausa]

[Daniel]: Estamos de vuelta. La segunda historia de hoy es sobre dos hermanos, un sueño y algo que todo el mundo creyó imposible. 

Aquí los dejo con “Somos fabricantes”. 

Comencemos hoy en Cavanagh, Argentina. Un pueblito, en una zona rural del estado de Córdoba…

[Elio Zampelunghe]: Soy Elio Zampelunghe, nací el 2 de abril del año 33. Mi profesión es agricultor. Al estudio, llegué a tercer grado; tercer grado, primaria.

 [Daniel]: Elio y su hermano Jorge Zampelunghe crecieron durante los años treinta, y ahí, en medio de la nada, se dedicaron a inventar máquinas.

 Nuestros productores Ariel Placencia y Luciano Daniele visitaron a Elio — que hoy tiene más de 80 años y vive en la misma casa y tiene el mismo taller de siempre. Luciano Daniele nos cuenta más.

[Luciano Daniele]: Cuando llegué a la casa de Elio, él estaba a punto de salir para misa. Me pidió que lo esperara y me dijo que ahí quedaban su casa y su galpón, abiertos, que me sintiera en libertad de mirar y agarrar lo que quisiera… 

[Luciano]: Sin dudarlo, me metí en el taller y me encontré con el resumen de lo que había sido la vida de los hermanos Zampelunghe: no sólo los inventos y artefactos que habían construido desde que eran chicos, sino, además, miles de pedazos de hierro, de madera, poleas, muchas herramientas — unas oxidadas y otras no — y ese motor rústico pero fiel que le dio forma a muchos de los inventos.

Cuando Elio volvió de misa, me encontró examinando todo el taller e intentó explicarme que esa misma curiosidad fue la que lo inició en el camino de los inventos.  A pesar de su timidez, cuando le pregunté sobre su infancia, me empezó a describir este pueblo en el que creció.

[Elio]: Sí, era muy despoblado, había pocas casas, muy muy pocas, después se agrandó más. Un pueblito lindo, muy tranquilo, a mí me gustó siempre Cavanagh.

[Luciano]: En el campo donde vivían no había luz eléctrica, el pueblo está más o menos a dos kilómetros. Vivían — y aún hoy — de la agricultura y la ganadería. Ni siquiera hoy en día hay agua potable — la sacan de un pozo — y en esa época no tenían acceso a la radio. Muy de vez en cuando les llegaba uno que otro periódico de la capital de Córdoba.

Eran los comienzos de los años cuarenta. El único contacto con el mundo exterior era la pequeña escuela a la que iba Elio con su hermano.

Al no tener con qué entretenerse, Elio pasaba su tiempo acostado en el pasto viendo cómo pasaban los aviones fumigadores… Se obsesionó con los aviones:

[Elio]: Cuando tenía 7 u 8 años se me metió en la cabeza de que quería hacer el avión. La pasión más grande mía era hacer el avión, no era tanto el deseo de volar, sino de hacerlo y verlo volar. Y cuando mi hermano era más grande, le comenté y tenía mucho más entusiasmo él de hacer el avión que yo, que era el que lo había empezado.

[Luciano]: Los hermanos se enteraron que existía una revista gringa que se llamaba ‘Mecánica Popular’ y le rogaban a sus padres que se la consiguieran. Esta revista existió desde 1902 y su idea era introducir a los lectores en el ‘hágalo usted mismo’, enfatizando en cómo la ciencia y la tecnología se podían aplicar a la vida diaria.

La versión latinoamericana se comenzó a conseguir en Argentina desde el 47 y fue uno de los pocos materiales de lectura que llegaba a manos de los hermanos Zampelunghe:

«Modernícese, fabrique un avión»,

“El avión metálico que usted puede construir»,

 «Usted también puede viajar al espacio»;

 [Luciano]: Titulares como estos dispararon la inventiva que Elio reconoce tener desde chico y que le fue transmitiendo a su hermano…

Pero esa afición por las hélices y las turbinas no fue fácil de poner en práctica. Tuvieron que aprender todo ellos mismos. La construcción del avión tuvo varios retos, pero uno principal: el dinero. Los Zampelunghe lo resolvieron abriendo un pequeño taller mecánico en su chacra. 

[Elio]: Cuando hicimos unos pesos salimos en búsqueda del motor; fuimos a un aeroclub, el que nos atendió no sé si era el Presidente del aeroclub o el dueño del motor; y nos pregunta: “¿En qué lo va a utilizar?” – “Queremos hacer un avión”, – “¿Pero ustedes son ingenieros?” – “Mah qué ingenieros” – “Y si lo hacen, ¿No pretenderá que vuele?” Salimos desde ahí bastante desanimados.

[Luciano]: Esa experiencia empezó una relación complicada con el avión y su futuro… Los hermanos se dieron cuenta que al contar la verdad de sus planes, la gente se burlaba de ellos, así que decidieron decir mentiras y decir que el motor era para construir una lancha.

[Elio]: Y ahí lo pudimos conseguir más fácil. Pero el que nos vendió el motor no estaba muy convencido. Se quiso llegar hasta la chacra nuestra, y ahí comprobó que estábamos haciendo un avión, y no una lancha.

[Luciano]: Hasta logró convencerlos de que dejaran su obra. Y así fue, por un par de años, hasta que un buen día decidieron seguir en la construcción. Los problemas de la falta de recursos, de la energía eléctrica y hasta de la ausencia de planos fueron resueltos poco a poco.

[Elio]: No había plano, no había nada de eso. Revistas sí, pero medidas todas esas cosas, no había nada.  La medida de cuánto largo es un avión no lo tenía yo. Eso hacíamos todo el cálculo nosotros. Eso iba tiza en el suelo o por medio de palos y marcaba la forma que era el avión, nada más que eso.

[Luciano]: La noticia de que los hermanos Zamperlunge habían vuelto al proyecto del avión, no demoró en correr por el pueblo… 

[Elio]: Y cuando íbamos por el pueblo la gente, algunos, nos cargaban, decían: «¿Con una tenaza y un martillo pretenden hacer un avión? Imposible.” Pero cómo nos desanima la gente, estarían en su acierto, no sé, pero nos desanimaba cualquier cantidad. “Que no iba a volar, que no iba a volar.”

[Luciano]: Graciela Bártoli, una vecina de los hermanos, se acuerda bien de las opiniones divididas que tenía la gente:

[Graciela Bártoli]: Sí, recuerdo que fue todo un alboroto, un… no era simple decir: bueno, hizó un avión y va a salir volando.  Gente le creía y gente decía: “bueno, no, eso aterriza a tierra, viene a pique”. Y otros, bueno, conociéndolo como eran ellos dos apostaban a que sí.

[Luciano]: Después de dos años de duro trabajo, la nave estaba terminada. Elio tenía 30 años y Jorge 20.

 [Elio]: Pero vino el gran problema: ¿Quién lo volaba? Nosotros ni uno ni otro éramos pilotos.

 [Luciano]: Tenían entonces que encontrar a alguien dispuesto a correr el riesgo de volar un avión hecho en casa…. Según Elio,

 [Elio]: Se enteran dos pilotos de una localidad vecina, eran José Araya y Líbero Biondi, y se vinieron. Cuando lo vieron, lo vieron tan bien terminado que se tenían mucha fe de que iba a volar bien.

 [Luciano]: Líbero Biondi, piloto de profesión, todavía recuerda ese momento, aunque, en su versión, los Zampelunghe fueron quienes lo buscaron a él y lo convencieron de pilotear el avión.

 [Líbero Biondi]: Y no había muchos aviadores en aquella época, era uno de los pocos. Así que vinieron a buscarme y me convencieron, un día me invitaron para comer un asado y de paso volar el avión. Y me dijeron que ellos estaban esperanzados que el avión volara, que querían ver si volaba o no volaba.

[Luciano]: Libero, ni lento ni perezoso, se animó a aceptar volarlo.

[Líbero]: Recuerdo que le dije “Mirá”, digo, “Zampelunghe yo no me hago responsable si al aterrizar lo rompo”.

 [Luciano]: Pero Líbero nos asegura que él no aceptó el desafío por valiente…

 [Líbero]: No, siempre fui más vale cobarde. Era la edad que era joven, la edad del pavo tal vez. Y entonces en aquella época a uno le gustaba cualquier cosa. Y habré t enido 25, 27, 28 años habré tenido.

[Luciano]: Después del asado, llegó el momento clave: ver si volaba o no…

[Líbero]: Bueno, en verdad que no fue tan fácil, porque había un potrero de cerdos y para levantar vuelo sacaron alambrado. Y al levantar vuelo el primer intento se plantó el motor. Y vuelvo otra vez y la segunda también. Entonces me di cuenta de que tenía por ejemplo 10 litros de nafta o 15 y al cambiar de posición para levantar vuelo no entraba nafta al carburador. Y se plantaba y caía. 

[Luciano]: Entonces decidieron echarle 20 litros de nafta, a ver qué pasaba…

[Líbero]: Y ahí sí anduvo, sí.

[Elio]: Lo agarraron y lo sacaron afuera, lo llevaron a la punta del potrero y allá lo aceleraban; ¡Qué alegría nosotros cuando lo vimos en el aire! 

[Luciano]: Pero el miedo era muy grande…

[Líbero]: No…  cuando  estaba arriba estaba un poco preocupado. Tenía miedo de romper el avión cuando aterrizaba, así que no tuve tiempo de mirar por donde iba. Y sí, miedo sí.

[Líbero]: Di una vuelta grande y me acuerdo que cuando quería doblar, el avión se iba, y andaba un poco preocupado. Así que di una vuelta y apunte al potrero y lo pude aterrizar con mucha suerte sin romper el avión, el tren, nada.

[Elio]: Cuando aterrizó es una cosa que no se puede contar…

[Líbero]: Los Zampelunghe, para ellos fue un día espectacular, porque lloraban. Después vino gente de de este pueblo Cavanas, y venían y me felicitaban por el viaje que hice sobre Cavanas. Y resulta que me lleve una sorpresa, yo ni sabía que pasé sobre Cavanas de la preocupación que tenía para poder aterrizar y no romper el avión; ni se por donde pasé. Y ahí me  enteré quesíi, que había volado sobre Cavanas.

[Luciano]: Los recortes de periódicos que todavía decoran el galpón de los Zampelunghe reviven la hazaña. “¡Y encima vuela!”, fue el título del diario más importante de la región. Era marzo del 64 y los pocos medios de la época cayeron a los pies de Elio y Jorge.

Para la gente de Cavanagh fue un gran acontecimiento… pero no todos los habitantes  creían que el avión de los hermanos hubiera volado, así que exigieron un segundo vuelo. 

[Elio]: Entonces al año viene un piloto de la ciudad de Venado Tuerto; y le dije yo: «De una vuelta al pueblo así lo ven todos»

[Luciano]: Venado Tuerto dijo él. Así se llama la ciudad de donde venía el piloto. Todos vieron volar el avión que había construído Elio junto a su hermano.

Llegar a este momento había consumido todo en las vidas de Elio y Jorge. El sueño que tuvo Elio cuando apenas tenía 7 años, se materializó a los 30. En un lugar como Cavanagh, en los años 60s, un hombre de su edad ya tenía esposa e hijos. Elio ya se sentía demasiado viejo.

[Elio]: Mirá si tendría pasión de hacer un avión que tenía miedo de casarme, ponele que alguna chica se le de por mirarme, pero si tengo alguna mujer que va contra el avión se terminó el sueño. Después a los treinta años, voló el avión; bueno, vamos a buscar novia –ya no me miraba nadie. Tuve que seguir solo.

[Luciano]: Ese ‘seguir solo’ de Elio es en realidad continuar codo a codo con el hermano; pasar los días en la chacra con sus padres, la agricultura y principalmente en el taller, dedicándole muchas de sus horas a nuevas criaturas mecánicas.

[Elio]: Hicimos una turbina, más de 20 años para perfeccionarla. Cuando vimos que más o menos tenía fuerza para empujar, bueno, le diseñamos un carruaje de cuatro ruedas y lo pusimos ahí arriba; daba 40 o 50 kilómetros daba, pero el ruido era muy grande, el ruido. Y una noche se nos da por pasearlo en el pueblo, y la gente no estaba enterada de que nosotros habíamos hecho esa turbina. Era alta noche y casi que ya estaban todos durmiendo, se levantaban de la cama y empezaban a mirar para arriba creyendo que era un avión pero no, no era un avión.

[Luciano]: Hoy, hay dos helicópteros que inventaron que aún descansan en el galpón, pero a estos sí que nadie se animó pilotearlos. Sin embargo, Elio no quiso quedarse con la duda y recuerda que, por su cuenta, resolvió atar el helicóptero a un árbol y, como si fuese una marioneta, manejó a distancia los controles y logró hacerlo despegar.

[Elio]: Uno sí, subí arriba y lo manejé, pero no lo largué, no lo pude largar. Primero para probarlo lo ataba afuera [gallo canta] y lo manejaba todo por cuerdas y lo aceleraba y lo levantaba”.

[Luciano]: La afición de Elio por los inventos siempre lo mantuvo un poco aislado de la comunidad. Se peleaba constantemente con todos pero siempre tenía a su hermano de su lado. Elio y Jorge contra todos los que les decían que no podían lograr sus metas, desde que eran chicos.

Hoy, a Elio, con sus ochenta años, le toca batallar con uno de sus más crueles oponentes: la soledad de sus días. Porque hace un año su hermano Jorge falleció.  

[Elio]: Es mucha amargura. Duele, duele una locura, que va a hacer. Pero, en la vida no hay que quererse tanto.No sé si en un catecismo dice: «Hay que quererse mucho más». No, no creo eso; porque si vos no te querés tanto, no sentís tanto. Pero cuando lo querés, sí.

[Luciano]: Pero Elio sigue trabajando en su taller, y sigue soñando con sus máquinas. Combate el dolor de su artrosis trabajando; y aunque no nos adelanta mucho sobre su nuevo proyecto, nos deja saber que está haciendo una carroza y que quiere sorprender una vez más a Cavanagh.

[Elio]: Si anda va a ser muy lindo. Quiero pasarla en el pueblo.

[Luciano]: Son las seis de la tarde cuando le digo a Elio que ya es hora de que me vaya, pero Elio parece querer demorarme y que nuestro domingo se extienda; me dice:

 [Elio]: Yo tengo un instrumento…

 [Luciano]: Está hablando de un acordeón que le regaló su padre cuando tenía 30 años. Me cuenta que después de que el avión voló, tomó clases particulares. Lo saca y me sorprendo cuando esos dedos toscos que han manipulado un martillo de hasta 5 kilos empiezan a hacerlo sonar. 

Elio se guardó para el final la última gran sorpresa: los únicos acordes que recuerda de memoria son los de un Vals que se llama,  ‘El Aeroplano’.

 [Daniel]: Esta historia fue producida por Luciano Daniele y Ariel Placencia en el 2013. Ambos son periodistas y viven en la ciudad de Rosario, Argentina. Elio Zampelunghe murió en el 2022, a los 88 años. 

Esta historia fue editada por mi, Daniel Alarcón, y Camila Segura. Muchas gracias a Sokio de Punk Productions. 

Vamos a una pausa y volvemos con la última historia de hoy. 

[PAUSA]

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. La próxima historia es sobre un superhéroe que vivió en Argentina. Se llama Menganno y su súper poder es llamar la atención. 

Aquí el episodio. 

[Menganno]: Bueno, yo soy….Primero, yo soy una persona igual que cualquiera… y tengo por suerte un poco de tiempo libre.

[Daniel]: Este es Oscar Natalio Lafose, pero prefiere que le digamos…Menganno…

Vive en Lanús, una ciudad al sur de la provincia de Buenos Aires. Y quiere dejar algo muy claro… 

[Menganno]: Siento la necesidad de decir que no estoy loco, no estoy loco…

[Daniel]: Bienvenidos a Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcon. Hoy, El Superhéroe… La historia de un hombre, su disfraz, y su lucha contra la inseguridad. Desde Argentina, Agustina Grasso nos cuenta la historia. 

[Agustina Grasso]: Menganno tiene 43 años, pesa 105 kilos, mide 1,80 y tiene una doble vida. Por un lado, vive con su mujer, sus dos hijos y, es dueño de una empresa de seguridad privada. Pero, por otro, varias noches por semana, se pone un traje y recorre las calles de Lanús luchando contra la inseguridad — disfrazado. 

[Menganno]: Y bueno con eso salgo en mi motocicleta y salgo a recorrer, y voy haciendo cositas, desde ayudar a una abuela a llevar las bolsas, correr una bolsa de la basura que está en la calle, empujar un auto… 

[Agustina]: Momentito. Para entender esto bien, hay que tratar de visualizar este traje.

[Menganno]: Muchos que lo ven parecido al Capitán América, porque tengo el escudo, pero el escudo fue porque dije, si voy a ser bueno en la calle, va a haber malos, entonces el escudo me hace sentir un poco más tranquilo.

[Agustina]: Su primer traje consistía en una remera negra antibalas sobre una camiseta de Argentina. Su cara estaba oculta debajo de un casco azul y un antifaz gris. 

[Menganno]: Y bueno, después fue cambiando el traje cada vez hasta el que tengo hoy que es mucho más avanzado. Tengo cosas, ya parezco superhéroe: visor nocturno, un montón de accesorios lindos.

[Agustina]: ¿Y su nombre? ¿Menganno? ¿De dónde salió? 

[Menganno]: Quiere decir cualquiera, o quien sea. Es decir, que cualquiera puede hacer lo que hago yo. Entonces, tenía que elegir entre Fulano, Zutano, Mengano, me quedé con Menganno, no sé por qué [risas].

[Agustina]: Sucedió una tarde de verano del 2010. Menganno – quien se estaba preparando para ser Menganno – estaba pintando el escudo de su futuro traje en el fondo de su casa en Lanús, cuando de repente… 

[Menganno]: Había un corte de luz general en el barrio, entran dos ladrones a casa, y bueno, que si, que no, hablamos, y le agarro el arma con la mano, y me vuela el dedo este, el pulgar izquierdo 

[Agustina]: Menganno tomó su dedo, que todavía le colgaba y tenía manchas de pintura azul, lo puso en una jarra con hielo y llamó a un amigo para que lo llevara a una sala de emergencias. Ahí, le pusieron un par de tablillas para enderezarlo y lo mandaron a su casa. 

[Agustina]: Un mes después, decidió no rendirse ante la delincuencia y comenzó a patrullar por Aldo Bonzi, la localidad donde nació. 

[Menganno]: Iba con un amigo, me acuerdo, al único que le dije, un amigo que hacía 20 años que no lo veía. Le dije, “Vení, voy a hacer esto de contagiar el bien y lograr un resultado”, al barrio donde él vive y donde yo nací…Era como un pueblito, viste, como en las películas del oeste, esta el sheriff y llega un superhéroe a decir yo vengo a ayudar a la seguridad.

[Agustina]: Pero como pasaría con Batman, Superman o con cualquier superhéroe, no todos confiaban en Menganno. Es que imaginemos: un hombre disfrazado andando por las calles. Alguna gente le tenía miedo, y se quejó con la policía. 

[Menganno]: Era obvio, por más payaso que esté vestido, disfrazado, me corrían, parecía el zorro…no podía estar andando, si me corria con el patrullero me querían atrapar.

[Agustina]: Hasta que un día…

[Menganno]: Me capturan [risas]…y me tuve que hacer el loco en serio, me saqué el casco, le mostré el documento y le digo, “¿Pero qué me vas a llevar para averiguación de antecedentes si o tengo mi documento acá?” Me perdonaron ese dia, me dejaron ir, porque yo le dije que ahora venía [risas] y me fui. 

[Agustina]: Pero este no fue el único conflicto que Menganno debió superar. También tuvo que enfrentarse a un archi enemigo inesperado: su propia mujer. 

Ella estaba cansada de que todas las noches él saliera de su casa a patrullar las calles. Hasta que un día lo amenazó:

[Menganno]: Y me dice que me iba a tirar todo el traje y lo iba a prender fuego, estaba re enojada

[Agustina]: En junio de 2010 se separaron. Andaba triste, y no quería que todo terminara, entonces hizo una jugada maestra. Pidió la ayuda de la radio, de un programa local llamado «Perros de la calle». 

 [Soundbite archivo]

[Conductor]: ¿Esta separación vendría a ser la criptonita de Menganno?

[Menganno]: Si, en este momento si. ¿Sabés que si?

[Conductor]: Ahora Silvia te hago una pregunta: ¿No te da fantasía, no te sentís protegida con Menganno?

[Agustina]: Esta voz es de la esposa de Menganno

[Silvia]: Obviamente que si, estoy super orgullosa de él y siempre lo banqué a muerte, y bueno, obviamente que lo amo… 

[Agustina]: Funcionó. Menganno y su mujer se reconciliaron. Él volvió a sus patrullas por el barrio, andando por las calles en su traje muy especial… Pero algo había cambiado. Parece que el programa de radio lo oyó mucha gente, y casi sin darse cuenta, Menganno se volvió famoso. 

[Menganno]: Me llamaron de todos los canales que se te ocurran, Brasil, Venezuela, Estados Unidos, China, tapa de un diario en Francia… 

[Agustina]: La figura de Menganno alcanzó nuevos límites. Grabó un video para Coca-Cola y entre otros medios, dio entrevistas para la televisión argentina, la BBC de Londres y un canal colombiano.

[Soundbite archivo]

[Canal colombiano]: “Y para hablar del fenómeno que ha sido el tema de los superhéroes en el mundo no podemos dejar de hablar de Menganno, un patrullero y superhéroe de las calles Argentinas que está con nosotros… “

[Agustina]: Después de todo este revuelo, sus seguidores en Facebook se multiplicaron. La página “Menganno, tu superhéroe” llegó a tener 30.000 seguidores. Pero la popularidad no fue sólo virtual. En Lanús la policía le pedía autógrafos, y hasta mandó a hacer muñecos de sí mismo, que ofrecía a venta a través de su página de Facebook… 

Había cambiado el sentido de su personaje. Participaba en campañas solidarias, luchaba por los perros callejeros. Y no se contentaba con ser una figura mediática. No. Decidió aprovecharse de su fama, y fundar una escuela. 

[Menganno]: Inauguré la única escuela de superhéroes del mundo, que muchos, dicen, “¿Una escuela de superhéroes? ¿Qué? ¿Ahi se tiran los chicos y vuelan?” No, les enseño a usar un matafuego, a llamar al 911, qué hacer si una abuelita se cae, si le baja la presión, es re sencillo…

[Agustina]: La escuela de Menganno funcionaba en una plaza de Lanús. Convocaba a los niños y les daba un antifaz y una capa.  Era su sueño: decenas de niños superhéroes andando por las calles. Pequeños Mengannitos patrullando por su nueva ciudad gótica.

Unas semanas después de nuestra entrevista, en febrero de este año, todo cambió. Menganno compartió una imagen muy sorprendente con sus 30 mil fans en Facebook. En la foto se veía el parabrisas de su coche baleado con una inscripción que decía: “así me dejaron el auto.” 

Al día siguiente, explicó que había sido víctima de un intento de robo y concedió una entrevista a un noticiero local: 

[Soundbite Archivo]

[Periodista]: “Vienen tres muchachos uno de cada ventanilla y uno de frente ya en un garaje que ustedes pudieron ver. Nos encañonan rápido de los tres lados y tenía el arma arriba de mi muslo. Entonces se ve que uno vio ese movimiento y me tira un tiro que pega en el capot. Entonces yo me tiro arriba de mi señora, tiro al vidrio para arriba. El muchacho tira también. Tiro como ocho tiros…”

[Agustina]: Escuchemos bien lo que dijo. “Tenía el arma arriba de mi muslo.” Y este es el detalle: no cualquiera puede andar armado en Argentina. Los medios hicieron eco del asunto, y las autoridades se enteraron.

Un fiscal imputó a Menganno por portación ilegal de arma de guerra. Por primera vez, después de tres años, los periodistas se empezaron a preguntar quién era realmente este personaje.

[Soundbite archivo]

[Periodista]: “Este hombre trabajó en una agencia de seguridad…”

[Agustina]: Y así, de la noche a la mañana, el sueño de ser un superhéroe se acabó. 

Todo este tiempo él había logrado mantener su identidad oculta. Nadie conocía su cara, ni su verdadero nombre. Ahora Menganno pasó a ser Oscar Natalio Lafose, un ex oficial inspector de la Policía Federal Argentina, cuya autorización para portar armas se había vencido en febrero de 2012. Para ponerlo más claro: por más de un año, cuando estaba de civil, cargaba un arma ilegal. 

Así, se convirtió en el único imputado en el robo que él mismo denunció.  

Unas semanas después, Menganno comunicó su retiro por lo que llamó “razones psiquiátricas.” Desapareció de la vida pública, dejó de salir a patrullar, y de dar entrevistas en los medios. Fueron meses de silencio. Todo indicaba el fin de su historia. Hasta que reapareció y aceptó que lo volviera a entrevistar. Quería contar su versión de los hechos. 

Pocas semanas antes de que lo asaltaran, en nuestra entrevista de enero del 2013, le pregunté cómo se imaginaba su futuro. Me respondió así.

[Menganno]: Y si te ponés a pensar, todos los superhéroes…yo no es que diga que soy un superhéroe, pero todos los superhéroes tienen problemas con la policía y con los medios. Es fija. Y me agarró, así, un bajón, como dos meses o más, que no quería salir.

[Agustina]: Me cuenta que la intensidad del escándalo lo tomó por sorpresa. Que el tratamiento que los medios le dieron a la noticia lo afectó.

[Menganno]: Querían la nota. Estaban todos en la puerta, ¿no? No podías ni salir. ¿Qué hago? Me quedo a vivir acá tres días. Salgo, enfrento, me pongo la máscara y ahí empiezan a hacer la nota, todo bien, y ahí veo que me sacuden: Era un criminal, deudor, un loquito que tira tiros, que tiene un arma ilegal. Ese fue el mensaje que quedó.

[Agustina]: Él aclara que, en realidad, él disparó dentro de su casa, no fuera, y que eso logró separarlo del caso. Sin embargo, aún no tiene permiso para volver a portar armas.

Lo noto triste, apagado, muy diferente al hombre que conocí meses atrás. Y me acuerdo de algo que me dijo la primera vez que conversamos.

[Menganno]: Siempre dije yo: El único poder que tengo es llamar la atención.

[Agustina]: ¿Ese es tu súper poder?

[Menganno]: Sí, es que siempre dije eso. Si no digo eso, así sí que estoy loco.

[Agustina]: Pero llamar la atención ya no está dentro de los planes de Menganno. No como antes. Sin embargo, algunos vecinos comentan, que aún lo ven disfrazado… recorriendo las calles de Lanús.

[Daniel]: De Menganno hay pocas noticias. El año pasado presentó adelantos de una película de ficción sobre el personaje, pero no se ha dado fecha de estreno. 

Agustina Grasso es periodista ambiental y cronista freelance. Colabora con distintos medios de Argentina y América Latina y vive en Buenos Aires. También tiene un programa que se transmite en streaming llamado Hilo Verde. Pueden buscarlo en YouTube. 

Esta historia fue editada y producida por Camila Segura y por mi, Daniel Alarcón.

La música de las últimas dos historias es de Andrés Azpiri, Rémy Lozano y Ana Tuirán.

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Germán Montoya, Samantha Proaño, Natalia Ramírez, Lina Rincón, Bruno Scelza, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa, y Luis Fernando Vargas.

Carolina Guerrero es la CEO. 

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

Si te gustó este episodio y quieres que sigamos haciendo periodismo independiente sobre América Latina, apóyanos a través de Deambulantes, nuestro programa de membresías. Visita radioambulante.org/donar y ayúdanos a seguir narrando la región.

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

 

Créditos

PRODUCCIÓN
Agustina Grasso, Luciano Daniele y Ariel Placencia


EDICIÓN
Camila Segura y Daniel Alarcón


DISEÑO DE SONIDO 
Andrés Azpiri


MÚSICA
Andrés Azpiri, Rémy Lozano y Ana Tuirán


ILUSTRACIÓN
Diego Corzo


PAÍS
Argentina


TEMPORADA 15
Episodio 13


PUBLICADO EL
12/23/2025

Comments