¿Cuánto hay que sacrificar para ser considerado un héroe? – La historia de los bomberos en Perú

¿Cuánto hay que sacrificar para ser considerado un héroe? – La historia de los bomberos en Perú

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Esta historia empezó con un incendio en el que murieron tres bomberos jóvenes en Lima mientras apagaban las llamas en una fábrica de suelas de zapatos y un depósito del ministerio de Salud. Se llamaban Eduardo Jiménez, Alonso Salas y Raúl Sánchez, y muy pronto la atención de los medios se concentró en su vocación y sacrificio en un sistema deficiente de voluntariado. ¿Por qué habían muerto? ¿Quién iba a compensar a sus familias? ¿Pudo evitarse su muerte?

 

Mi primer acercamiento a la historia fue en una misa que se hizo en honor a los bomberos fallecidos: la iglesia de San Pedro y San Pablo, una de las más emblemáticas del centro de Lima estaba repleta de bomberos y sus familiares. Hubo guardia de honor, retratos de ellos en el altar y, en el momento de la consagración, empezaron a sonar las sirenas de los carros de bomberos que estaban estacionados afuera. Fue un momento dramático.

Yo sabía algo de los bomberos gracias a Christian Saurré, un chico que no es parte de esta historia pero que gatilló algunas de las inquietudes que me movieron. Conocí a Christian hace años, cuando postuló para ser practicante en Etiqueta Negra, la revista donde yo trabajaba. Su hoja de vida estuvo a punto de pasar al olvido si no fuera porque en la última línea algo me jaló el ojo. Decía “Bombero voluntario”. Un publicista que había estudiado cine, comunicación, periodismo, pero que también era bombero. ¿Quién era ese tipo?

ceremonia por bomberos fallecidos

Fue a través de Christian que supe que los bomberos en Lima eran casi todos voluntarios. “Casi todos” es una precisión fastidiosa pero importante: en cada uno de los cuarteles de bomberos de Lima, solo se le paga a quien está a cargo de conducir el camión. Ellos y algunas personas que tienen un cargo administrativo se conocen como “personal rentado” o remunerado. El resto son voluntarios: personas como Christian que dedican su tiempo de descanso y ocio a atender emergencias, que salen de sus oficinas, almacenes o escuelas  y, en lugar de ir a casa o a encontrarse con sus familias, se van a una de las 63 estaciones de bomberos que sirven a la capital de Perú. Hay militares y policías que son bomberos en su tiempo libre. También hay médicos, periodistas, ingenieros, administradores y muchos expertos en seguridad industrial, rescates y prevención de accidentes.

Han pasado muchas cosas durante el año que he dedicado a investigar esta historia. Además de otros incendios con muertos, cuantiosos daños materiales y muchísima cobertura periodística, se aprobó una ley para reformar la organización de los bomberos con un reglamento para que sean más democráticos en su funcionamiento interno, y se adoptaron una serie de medidas de protección y beneficios para los bomberos, como la obligación de permitir que  abandonen su puesto de trabajo si hay una emergencia importante sin que eso afecte su empleo ni su paga.

kenny

Kenny Flores, protagonista del episodio

Aunque el presupuesto 2018 del gobierno de Perú incluye la creación de un fondo de invalidez y protección para los bomberos, y el Congreso discute una medida para que las bombas no tengan que gastar en servicios como agua y luz, no se discute la necesidad de pagarle o de profesionalizar a los bomberos: “Ellos no quieren”, dicen los funcionarios. “El problema no es el voluntariado”, explican los expertos, y agregan que los verdaderos problemas durante estas catástrofes son el desorden, la informalidad, la corrupción, el nulo respeto por las inspecciones de protección civil.

En las encuestas de opinión los bomberos son siempre más populares que los congresistas, la policía y hasta que los futbolistas profesionales. Los llamamos si nos quedamos atorados en un ascensor, si sospechamos una fuga de gas, si hay un choque, un infarto, un incendio. De cada cinco llamadas que atienden, unas cuatro resultan ser falsas. Y sin embargo ellos siempre acuden. En Lima, los bomberos acuden en auxilio de alguno de los habitantes de la capital cada diez minutos: unos 170 servicios al día. Cuando la ciudad se quedó sin agua por los huaicos, en algunos barrios llamaban al camión cisterna y luego los asaltaban para quitarles el agua. Cada vez que hay una tragedia sólo sabemos lamentarnos de que no tengan equipos ni uniformes. Por estos días, meses después de haber concluido este podcast, sólo tres voces se atreven a hacerse más preguntas en voz alta: los familiares de Alonso, Eduardo y Raúl, los amigos de Kenny. Ellos no sólo esperan una indemnización sino el informe que les explique qué pasó aquella noche y qué puede hacerse para que eso no suceda otra vez.

Créditos

POR
Lizzy Cantú


FOTO
Sebastian Castaneda/Anadolu Agency/Getty Images


PAÍS
Perú


PUBLICADO EN
11/01/2017

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