Álbum de familia – Transcripción

Álbum de familia – Transcripción

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[Daniel Alarcón]: Antes de comenzar una advertencia: en este episodio hay escenas fuertes que no son aptas para niños. Se recomienda discreción.

[Jorge Caraballo]: Hola Ambulantes. Soy Jorge Caraballo, editor de crecimiento. Antes de empezar queremos pedirles un favor enorme. Nuestra encuesta anual sigue abierta y nos serviría muchísimo si la responden. Es la manera que tenemos de conocerlos mejor y de entender qué nuevos productos y podcast en español desarrollar para ustedes. Para llenarla vayan a Radio Ambulante punto org slash encuesta. Les toma poco tiempo y a nosotros nos ayuda un montón. Muchas gracias. 

 

[Daniel Alarcón]: Bienvenidos a Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón.

 

Un día de octubre de 2019, el colombiano Camilo Rozo se estaba mudando de casa, y empacando, abrió uno de esos cajones olvidados que todos tenemos. Y ahí encontró un álbum de fotos. Mejor dicho, lo reencontró. Había estado ahí, por once años, abandonado. 

 

[Camilo Rozo]: Y en ese momento, cuando yo lo volví a ver, yo les puedo decir que yo sentí como una patada en el estómago.

 

[Daniel]: Es el típico álbum de anillos metálicos en el lomo y pasta dura…

 

[Camilo]: Con una portada de una niña extranjera, es… es como una niña con pañoleta. Es un álbum de los adhesivos con página transparente adhesiva encima. Y el álbum estaba bastante maltratado. 

 

[Daniel]: Como si en algún momento se hubiera mojado. Pero las fotos estaban intactas. En la primera página, en blanco y negro, aparecía una pareja casándose en una iglesia. Luego había fotos a color con escenas familiares que incluían niños: bautizos, cumpleaños, juegos en un parque, paseos en el campo, en una piscina.

 

Al ver esas imágenes, esas caras, sintió una mezcla de culpa y tristeza. 

 

[Camilo]: Y a mí se me aguaron los ojos y yo sentí que, pues que era el peor humano en ese momento. 

 

[Daniel]: Ese álbum no era suyo, ni de su familia. Había caído en sus manos once años atrás por un tema de trabajo. Es que Camilo es fotógrafo. Y quizás por eso también, por su oficio, entiende mejor que muchos lo que puede significar una foto. 

 

[Camilo]: Yo tenía sus recuerdos, es decir, yo, yo vivo de esto. Las fotos son son la memoria. Si uno es fotógrafo es justamente porque le gusta detener instantes en el tiempo, ¿no? Y guardarlos y atesorarlos y vivirlos después. 

 

[Daniel]: Pero había algo más que le causaba toda esa culpa… 

 

[Camilo]: Me había quedado con el álbum familiar de unas personas que tienen un ser, pues, desaparecido. O sea, no me lo perdoné y me dio durísimo. Y ahí yo me juré. Me dije yo… esa familia tiene que aparecer. Yo tengo que hacer todo lo necesario para que ellos aparezcan.

 

[Daniel]: David Trujillo y Camila Segura reportearon esta historia. Camila nos sigue contando. 

 

[Camila Segura]: Camilo lleva más de 30 años tomando todo tipo de fotos: retratos de políticos, de deportistas, escritores. Ha hecho reportería gráfica y ha retratado de muchas maneras las diferentes problemáticas de Colombia.

 

Fue por ese trabajo que terminó quedándose con el álbum. En el 2008, lo contactó una fundación que se llamaba País Libre. Ellos promovían políticas para evitar el secuestro y ayudar a familias de víctimas de ese delito. Buscaban justicia, verdad y reparación, y también ofrecían acompañamiento psicológico y visibilización de sus casos.

 

[Camilo]: País Libre me terminó contactando a través de su oficina de prensa para que les pasara una propuesta fotográfica artística que ilustrara de alguna manera sensible el drama del secuestro en el país en ese momento.

 

[Camila]: A Camilo le interesó el proyecto, en particular porque sobrevivió a un secuestro con su papá, y entendía bien lo doloroso y angustiante que podría ser. Así que les envió una propuesta pensando en trabajar con algunas familias que hacían parte de la fundación.

 

[Camilo]: Lo que yo me imaginé era escoger alguna foto grupal de la familia donde apareciera el ser querido y poder replicarla en ese mismo espacio, dejando clara la ausencia de esa persona. Una cosa de evolución en el tiempo a través de la fotografía y luego la ausencia.

 

[Camila]: A los de País Libre les pareció una buena idea. Le dijeron que pronto se pondrían en contacto para seguir el proceso, pero mientras tanto le hicieron llegar un álbum de fotos de una de las familias para que fuera adelantando el trabajo y escogiera la primera imagen. En ese momento no le dieron más información. La idea era que después le entregarían más álbumes y lo pondrían en contacto con las diferentes familias.

 

Pero pasaron los meses y la fundación nunca concretó el proyecto. Camilo se quedó esperando a que le dieran instrucciones para devolver el álbum, pero nadie le dijo nada. Por esa época tuvo que dedicarse a otras cosas, a viajar por trabajo y a nuevos proyectos, así que se desentendió del tema.

 

[Camilo]: Yo, a partir de julio/agosto del 2008, puedo decir que de mi memoria se borró que yo tenía ese álbum y nunca lo dejé en un lugar visible en el cual pudiera recordármelo. 

 

[Camila]: Ya contamos cómo lo volvió a encontrar, y todas las emociones que sintió. Así que se puso en la búsqueda. Lo primero que hizo fue coger su celular y revisar su correo electrónico. Ahí debían estar los mensajes que envió a País Libre.

 

Y efectivamente: el más viejo que le apareció era de marzo de 2008. Era uno en donde mandaba su propuesta.

 

[Camilo]: Las medidas, tales, hasta una cotización de esas cosas. Y ellos nunca respondieron.

 

[Camila]: O al menos nunca respondieron ese mensaje específico. Lo que sí vio era que la persona a la que le escribió se llamaba Javier Velandia, que en ese momento era el jefe de prensa de la fundación. Camilo recuerda muy bien que él fue el que le entregó el álbum y que seguramente coordinaron eso por teléfono. Se acuerda que en esos días… 

 

[Camilo]: Yo fui hasta la oficina, él me lo entregó a mí en un sobre de manila. Y yo me lo llevé a la casa esperando el resto de instrucciones que yo había dado en mis correos, que nunca me respondió País Libre sobre cómo seguir.

 

[Camila]: También encontró un correo en el que él les decía a los de la fundación que debían citar a la familia para finales de abril para tomar la primera foto. Pero tampoco encontró respuesta a ese mensaje. 

 

Ni modo de llamar a Javier porque no tenía su número en ese momento. Además, como País Libre cerró en 2017, esa dirección de correo electrónico institucional ya no funcionaba. Así que tampoco podía contactarlo por ahí. 

 

Solo encontró una respuesta que Javier le mandó  en julio de 2008. 

 

[Camilo]: Se los voy a leer, dice: “Camilo. Una vez más qué pena por la demora. Esperamos que las próximas tres semanas completemos el listado de las treinta personas con autorización para salir en la campaña. Sin embargo, por cuestiones internas y de coyuntura nacional no hemos tenido el tiempo necesario para juntar a todas las personas. Yo entiendo que los tiempos que usted necesita para hacer un buen trabajo son ta, ta, ta». Y ahí nos despedimos y esto es julio del 2008. Y ellos ahí desaparecieron. 

 

[Camila]: Nunca retomaron el proyecto, no lo volvieron a contactar y tampoco le pidieron que devolviera el álbum. 

 

Parecía que los correos electrónicos no iban a ser el camino para encontrar a la familia, así que Camilo volvió a lo más inmediato, a lo que tenía a la mano.

 

[Camilo]: Volver a ver el álbum en detalle, ver si había alguna señal ahí que me lo diera, y la señal siempre fue una y una única… 

 

[Camila]: Una foto en particular, de una niña que parecía tener unos siete u ocho años.

 

[Camilo]: Aparece ella en una foto de esas típicas de colegio que sale uno como con el lápiz mirando en el pupitre en las cuales le ponen el nombre del colegio, el grado, el año. Y sale la niña rubia, preciosa, sonriendo, escribiendo en un colegio. Sus compañeritos atrás. 

 

[Camila]: Sobre el pupitre donde escribe hay una placa con la información del colegio. 

 

[Camilo]: Dice: Concentración Vianey. JM Bogotá. Grado 2A, 1983. Esa era la única luz que yo tenía. 

 

[Camila]: Buscó en Internet información sobre ese colegio. Encontró que el lugar aún existía al suroriente de Bogotá, pero ahora tenía otro nombre. Luego dio con un teléfono. 

 

[Camilo]: Entonces yo llamé al colegio. Me contestó la secretaria y le dije: «Qué tal, soy fulano de tal. Hago tal cosa en la vida y tengo este… este rollo. Necesito que usted me ayude». Entonces me dijo: “Mire, yo soy la menos indicada porque llevo», qué sé yo, «seis meses trabajando acá, pero llame mañana y habla con fulana». 

 

[Camila]: Pero la persona con la que habló al día siguiente tampoco sabía muy bien cómo ayudarlo. Todos tenían la disposición de hacer algo pero le decían que era muy difícil encontrar algún documento, algún listado, cualquier información.

 

[Camilo]: En esa época todo archivo que hubiera podido existir en físico, pues porque en el 83 todo era físico, en algún momento lo desecharon, lo botaron, lo quemaron. No existía. Entonces por el colegio sencillamente imposible.

 

[Camila]: Se le ocurrió entonces que tal vez las redes sociales podrían servir así que decidió escribir un hilo en Twitter el cinco de noviembre de 2019…  

 

[Camilo]: “Amigos, hoy quiero pedirles un favor inmenso y muy especial. Necesito que me ayuden a encontrar a la familia de un secuestrado para poder devolverles un álbum de fotos con el que me quedé hace ya once años, y que cada tanto me quita el sueño”.

 

[Camila]: Cuenta la historia, da algunos detalles y así termina:

 

[Camilo]: “De verdad, es algo que me atormenta. Adjunto aquí varias imágenes de ellos para así incrementar el chance de que alguien los reconozca y yo pueda devolverle lo que les pertenece”.

 

[Camila]: La gente se enganchó con la historia y llegó a tener casi cuatro mil interacciones.

 

[Camilo]: Y ahí es donde vino la sorpresa más bonita y es lo que hizo la gente, las tareas en las que se puso la gente para ayudarme a encontrar a esta familia.

 

[Camila]: Como Camilo había puesto la foto de la niña en el colegio, algunos empezaron a recomendarle formas de dar con el lugar. 

 

[Camilo]: Una persona me mandó la ubicación satelital y las coordenadas y toda la imagen que encontró en Google Street View de la escuela. 

 

[Camila]:  O que buscara un grupo de egresados del colegio en Facebook. Pero ese colegio solo era de primaria, y Camilo ya había intentado por ahí y no había encontrado nada. 

 

Luego le sugirieron otra cosa:

 

[Camilo]: «Hermano, ese álbum es tan antiguo que seguro, si despega las fotos va a encontrar información detrás de las fotos». Yo también lo había intentado, pero tiene años de presión, de gravedad y de pegante ahí y fue imposible despegar alguna foto y si lo hubiera hecho, las hubiera lastimado. Entonces no. 

 

[Camila]: Otra persona le envió la misma foto de la niña, pero usó una aplicación para ver cómo se vería más vieja. Tal vez así podían acercarse un poco a su apariencia actual. 

 

[Camilo]: Cosas hermosas que de verdad me conmovieron muchísimo. Esas manifestaciones de la gente me… me llenaron de emoción. Agradecí cada gesto y cada manifestación de las personas. Lo de la foto envejecida me pareció un detalle hermoso. 

 

[Camila]: La pista más cercana fue la de alguien que envió un pantallazo de una publicación que había encontrado en Facebook. Ahí se veía una foto idéntica, con los mismos datos del colegio y la fecha, pero con otra niña.  

 

[Camilo]: Es decir, tomada con minutos de diferencia de una compañerita de la niña protagonista de nuestra historia. Y ahí yo sentí que estaba a punto de encontrarlo, que… que…. que todo estaba confluyendo para que llegáramos. 

 

[Camila]: Camilo examinó el pantallazo y vio que el hombre que publicaba la foto escribía: “Mi linda hermanita a los nueve años, igualita a la hija”. Buscó a esa persona en Facebook y le escribió. 

 

[Camilo]: Yo esperé muchos días y me desesperé tanto que me metí, pues bastante a su Facebook. Lo chucé, lo chucé y encontré a la hermana, es decir, a la niña que sale en esa foto la encontré. Y le escribí por el interno. Pero también hay un problema con Facebook y es que cuando una persona que no sigues te manda un mensaje, pueden pasar años sin que uno lo vea. 

 

[Camila]: Y efectivamente en ese momento nadie respondió. Pero la gente seguía escribiéndole en Twitter. Le enviaban más información, sugerencias y también contactos. Entre esos estaba el número de Javier Velandia, el director de comunicaciones de País Libre que había sido el enlace con la fundación. Camilo lo llamó y le contó todo. Javier se interesó, le ofreció toda la ayuda posible, pero había un problema. 

 

[Camilo]: No se acordaba del proyecto, ni del álbum, ni de la familia. Yo le mandé las fotos directamente al WhatsApp y me dijo: «Hermano, por más que las miro, yo no reconozco a ninguna de esas familias con las que nos reuníamos en ese momento». 

 

[Camila]: Porque, claro, las personas de las fotos eran mucho más jóvenes que cuando las pudo haber conocido. 

 

Javier consultó con otras personas que trabajaban con él en esa época, pero como todo esto había pasado once años atrás, los recuerdos que tenían eran confusos y ya no existían documentos con teléfonos o direcciones. Tampoco sirvió.

 

Se acabó ese año, 2019, y no pasó nada. Camilo se mudó a su nueva casa y se fue de vacaciones unas semanas. Cuando volvió a Bogotá, en enero de 2020, encontró un mensaje de la mujer que había contactado por Facebook, la que tenía una foto muy parecida a la de la niña. Pero pasó lo mismo: 

 

[Camilo]: Que la tenía muy conmovida mi historia, que en efecto era la de la foto pero que, como es natural, ella no se acuerda de una compañerita de 1983. 

 

[Camila]: Le dijo que le había preguntado a algunas de sus amigas de esa época y tampoco la recordaban. Otra puerta que se cerraba. Pero desde que escribió el hilo en Twitter, lo habían empezado a contactar algunos medios interesados en la historia.  

 

[Camilo]: Aparecieron un par de emisoras y un par de programas de televisión de estos, así como medio amarillistas, pero yo no quería que se volviera mi historia. Yo quería que me ayudaran a encontrar a la familia.

 

[Camila]: Para ese momento Camilo había agotado todas las opciones. Si hablar con un medio era lo único que quedaba, ni modo. Era eso o seguir sin encontrar a los dueños del álbum.  

 

Empezó a reconstruir todo lo que había pasado para contarle bien la historia a un medio. Revisó nuevamente el álbum y buscó los correos con País Libre, pero esta vez lo hizo desde su computador. Y ese dato es importante porque, como mencionamos antes, la primera vez solo buscó en su celular. 

 

[Camilo]: En Gmail cuando uno busca por el buscador “mails” en el teléfono, no le salen todos los resultados nunca. Es pésimo el buscador. Yo creo que eso tuvo que ver.

 

[Camila]: Tuvo que ver con que no encontrara un documento clave en todo esto, y que ahora sí encontró. Venía adjunto en un email de Javier en el que hablaba de las fotos y del proyecto, pero que no mencionaba el documento. 

 

[Camilo]: Y ahí venía pegada una hoja de Excel con nombres, apellidos y unos teléfonos fijos. 

 

[Camila]: En total eran doce personas. El documento no tenía más información, ni siquiera aclaraba quiénes eran los de esa lista. 

 

[Camilo]: Y entonces yo dije, pues esto es lo último que yo puedo hacer y empecé a llamar a cada uno de esos números. 

 

[Camila]: Ya varios no existían, ni siquiera timbraban.

 

[Camilo]: En otro par me contestaron y era gente que no respondía al nombre que aparecía ahí. O me decían: “Qué pena, yo a esta casa me mudé hace cinco años o hace ocho años”. 

 

[Camila]: Y que no conocían a los antiguos inquilinos. Así pasó con once números de esa lista. Solo quedaba el último. 

 

[Camilo]: El último número, de doña María Luz Velásquez, yo marqué, ella me responde y yo le pregunto: “¿Usted es doña María Luz Velásquez?” Y ella me dice: “Sí”. 

 

[Camila]: Bueno, al menos una pequeña luz. La persona que contestó era la misma que aparecía en esa lista. Camilo dio el siguiente paso.  

 

[Camilo]: Le dije: “Doña María Luz soy Camilo Rozo, trabajo para tal medio, hago tal cosa. ¿Usted tiene por casualidad un familiar secuestrado o desaparecido?”. Y ella se quedó callada unos segundos… se quedó callada unos segundos y me dijo: “Dígame más”. (Llanto). Y los dos nos quedamos callados y llorábamos… en cada extremo de la línea. Y le conté. Le dije: “Yo tengo un álbum suyo familiar que luce así y asá. La primera foto es la foto de su matrimonio, hay unas fotos de una niña preciosa”. Y ella se estalló a llorar y yo también. 

 

[Daniel]: Una pausa y volvemos.

 

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[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón.

 

Antes de la pausa el fotógrafo colombiano Camilo Rozo había hecho todo lo que se le había ocurrido para encontrar a la familia dueña del álbum de fotos. Lo último que hizo fue llamar a una serie de teléfonos que descubrió en un correo electrónico que había pasado desapercibido. 

 

El último contacto de la lista, María Luz Velásquez, le contestó y le dijo que efectivamente tenía un familiar desaparecido. 

 

[Camilo]: Cuando ella me dice: “Dígame más”. Y yo empiezo a narrarle cosas del álbum y ella empieza a llorar y sollozar, yo supe que lo habíamos logrado. 

 

[Daniel]: Que había dado con la dueña del álbum. Ella se lo confirmó. Camilo le explicó rápidamente la razón por la que se había quedado con el álbum y todo lo que había hecho para encontrarla. Le propuso que se vieran, quería entregárselo personalmente. María Luz le respondió que vivía muy lejos de donde él estaba, que no podía moverse de su casa porque tenía que cuidar a su esposo que estaba en silla de ruedas y esperaba una cirugía de columna urgente. 

 

Esa mención de su esposo, sorprendió a Camilo. 

 

[Camilo]: Durante toda mi búsqueda yo siempre tuve claro que la persona desaparecida de su familia era su esposo. Y ella me dijo no, la desaparecida de mi familia es mi hija. 

 

[Daniel]: La misma niña que aparecía en las fotos. 

 

Camila Segura nos sigue contando.

 

[Camila]: Camilo no quiso pedirle detalles de lo que había pasado con su hija. No era el momento, y menos por teléfono. 

 

[Camilo]: Pero yo quedé absolutamente trastocado. O sea, ya tomaba otro giro la historia desde el drama de ellos… es… es… el drama es peor todavía.

 

[Camila]: Terminaron esa llamada y acordaron que dependiendo de cómo avanzara la situación del esposo de María Luz, decidirían dónde encontrarse y cuándo. Pero llegó la pandemia y luego el confinamiento y tuvieron que aplazar todo. 

 

Pasaron unos seis meses y a mediados del 2020, cuando levantaron algunas restricciones de movilidad, Camilo no se aguantó más y acordó una cita con María Luz. 

 

El doce de junio Camilo salió en un taxi de su casa. Llevaba tapabocas, traje de bioseguridad, equipo de grabación. La dirección era confusa y Camilo no conocía la zona.

 

[Camilo]: Yo me volví a perder, un momentico. Venga, deme un segundo. No, venga, baje un poquitico más, hermano. Creo que nos pasamos, sí. ¡Qué pena! 

 

[Camila]: Además estaba nervioso. Se sentía culpable por haberse olvidado durante tantos años del álbum. Alguien les había quitado a su hija y él sentía que les había quitado las fotos, un recuerdo tangible de la persona que ya no estaba. 

 

Por eso era que se había afanado tanto para entregarles el álbum. No podía esperar más con esa culpa encima. Y además, quién sabe cuánto duraría la pandemia. Quería verlos y entregarles lo que les pertenecía. 

 

Germán Ladino, el esposo de María Luz, terminó dándole indicaciones por celular y llegó alrededor de las tres y media de la tarde. 

 

[Camilo]: Doña María me estaba esperando en la… afuera de su casa. 

 

Doña María, ¿cómo le va? 

 

[María Luz Velásquez]: Muy bien y usted qué más. Siga, siga.

 

[Camilo]: Gracias. 

 

La casa es una casa de tres pisos. Como construida con el paso de los años.

 

[Camila]: Ellos son los dueños de la casa y tienen arrendados dos cuartos. María Luz invitó a Camilo al segundo piso. Vive ahí con su esposo Germán. 

 

[Camilo]: ¿Vamos pa arriba, al otro? 

 

[María Luz]: Sí, señor, sí. 

 

[Camilo]: Me contaron ahí de entrada, de lo primero que me dijo, el señor está en silla de ruedas, no lo han podido hacer una operación por culpa de la pandemia. 

 

¿Y don Germán? ¿Nada de la operación, nada que dicen nada, doña María?

 

[María Luz]: Nada. Está en una depresión horrible. 

 

[Camilo]: Es una persona que está sufriendo bastante ahí en… en su casa y en su silla de ruedas, con el encierro y demás.

 

[Camila]: Camilo no les entregó el álbum de inmediato… 

 

[Camilo]: No por nada distinto a que quería que ellos se sintieran confiados conmigo, que… que pudiéramos hablar de cosas antes de que yo los grabara. 

 

[Camila]: Quería hacer un video de la entrega del álbum y tomarles algunas fotos. No para publicarlos, sino para él, para registrar el momento.  

 

Siguieron hablando de cualquier cosa, la cirugía de Germán…

 

[María Luz]: Ya le habían dado la orden para exámenes, todo, todo ya estaba.

 

[Camila]: Del pajarito que tienen…

 

[Camilo]: El pajarito, ¿está callado el pajarito o se murió el pajarito? 

 

[María Luz]: Está tapadito de pronto.

 

[Camila]: De lo que come el gato…

 

[María Luz]: Se alimenta de atún. Tiene su horario de pedir el atún.

 

[Camila]: Después de conversar un rato, Camilo les pidió permiso de grabar la entrega del álbum. Aceptaron. 

 

[Camilo]: Yo puse el teléfono en el trípode del micrófono que había llevado para grabarlos a ellos, para que estuviera bien, para que hubiera un buen recuerdo de eso. Y los enfoqué a ellos. 

 

[Camila]: María Luz está sentada en el sofá de la sala y a su lado está Germán, en la silla de ruedas. Ambos saben lo que se viene y se les nota en la cara la expectativa y la angustia que sienten. Camilo aparece en cámara por unos segundos, cuando se acerca y extiende el brazo para entregarles el álbum. María Luz aprieta la boca, entrecierra los ojos, recibe el álbum. Y Germán da las gracias… 

 

[Germán Ladino]: Muchas gracias.

 

[Camila]: Ella le pregunta a Germán: ¿se acuerda? Y le muestra la portada. Él lo agarra pero parece que María Luz no quiere soltarlo tan rápido. Luego cede y se lo pasa a él, sin abrirlo. Se nota que está conteniendo el llanto y se lleva el puño a la boca. Germán mira la portada, lo voltea… 

 

[Camilo]: Y ahí se viene un momento muy conmovedor. Él lo trata de abrir y lo trata de ver, pero no puede. No lo hace, no lo logra. Y lo cierra, pero como que lo abre… pero hasta que él no puede, no soporta más. Se lo entrega ella. Y ella lo abraza… 

 

[Camila]: Abraza el álbum. Lo abraza y pone su cabeza en él. Da la impresión de que estuviera abrazando a una persona y que le recostara la cabeza en el hombro. Luego lo abre. Lento. Y empieza a ver cada página. Se detiene por unos segundos en cada foto. Sus manos tiemblan y ella solloza. Llora en silencio. No dice nada más, pero mientras pasa cada página se alcanza a notar lo mucho que la impacta cada imagen, cada viaje al pasado. 

 

Germán no la mira. Se queda con los ojos fijos en otra dirección.  

 

[Camilo]: Y él se lleva la mano a la… a la cara y empieza a llorar. 

 

[Camila]: Se limpia las lágrimas mientras ella pasa cada página y examina cada foto. En un momento Germán empieza ya a mirar de reojo. Ve una de las páginas, levanta la mirada y ahí Camilo le dice… 

 

[Camilo]: Don Germán lo puede ir viendo de una foto a la vez para que le resista el corazón. 

 

[Germán]: (Risa).

 

[Camila]: A Germán solo le sale esa risita que se alcanza a escuchar y no dice más. Cuando María Luz termina de ver todas las fotos cierra el álbum y le agradece a Camilo. 

 

[María Luz]: No sabe cuánto le podemos agradecer. Porque esto, mejor dicho… Ay, mi álbum, mi álbum.

 

[Camilo]: Les pido perdón por esos años que se los quité. 

 

[María Luz]: No, eso fue culpa de la fundación…

 

[Camila]: María Luz le dice que no es su culpa, que fue País Libre. Y Germán aclara algo: 

 

[Germán]: Y ella es la que ha estado más frente a ese caso porque…

 

[Camilo]: ¿Usted no resiste?

 

[Germán]: Eh… Yo fui infartado hace como quince años…

 

[María]: Sí, más o menos.

 

[Camila]: Camilo dejó de grabar en ese momento. María Luz le recomendó no hablar más con Germán de su hija por su condición cardíaca. Por eso decidimos no incluir más su voz en esta historia. 

 

Después de tomar algo y respirar un poco, Camilo prendió su grabadora para hablar solo con María Luz.

 

[Camilo]: Doña María, usted me dice su su nombre, por favor y de dónde viene, dónde nació.

 

[María Luz]: Eh, mi nombre es María Luz Velásquez. Yo nací en Guateque, Boyacá. Tengo 68 años.

 

[Camila]: María Luz es de pocas palabras. Responde lo necesario y no se extiende con explicaciones ni descripciones. Algunos recuerdos la hacen llorar, pero como dice Camilo…

 

[Camilo]: Tiene un llanto… Eso me conmovió mucho de ella, su llanto es seco. No porque no le salgan lágrimas, pero es como su… su… su manera de gesticular, su… sus… Es… es una persona cansada de llorar.

 

[Camila]: Y es que María Luz lleva llorando los veinte años que ha buscado a su hija: Olga Lucía Ladino Velásquez. Ella nació en 1976, dos años después de John Eric, el mayor, y a tres años de que María Luz y Germán se casaran. La primera foto del álbum es de ese día del matrimonio.

 

En esa época María Luz y Germán tenían una  tienda donde vendían pan, verduras y granos y dos puestos en una plaza de mercado. Pero la situación económica no era nada fácil. Para conseguir algo más de dinero, María Luz trabajó seleccionando plástico en una fábrica.

 

Viendo la situación económica de su casa y queriendo ayudar, Olga Lucía empezó a trabajar los fines de semana en almacenes de cadena. En ese momento seguía estudiando en el colegio. 

 

María Luz la recuerda así…

 

[María Luz]: Simpática. Activa. Se parecía mucho… como a los tíos, por parte del papá. De cabello mono. 

 

[Camila]: Rubio. Era extrovertida, alegre… se reía mucho y hacía chistes. Además era muy generosa y le gustaba gastar hasta su último peso en la familia. 

 

[María Luz]: Cuando ella trabajaba y le pagaban su quincena, me llamaba: «Mami, esté lista que vamos, ya sabe pa dónde, supermercado». 

 

[Camila]: Agarraba un carrito y siempre lo llenaba hasta el tope. Cuando llegaban a pagar…

 

[María Luz]: Hace las cuentas y que no le alcanzaba, me volteaba a mirar, se sonreía y se venía: «Espéreme mami, no me alcanzó la plata» (risa). 

 

[Camila]: Iba hasta la casa, que no era muy lejos de ahí, y volvía con lo que faltaba. María Luz y Germán no pudieron pagarle la universidad a sus hijos. Cuando se graduó del colegio, John Eric prestó servicio militar en Bogotá y después conoció a una mujer de San José del Guaviare, un pueblo al sur de Colombia, en la selva Amazónica. Tuvieron una hija y a mediados de los noventa se fueron a vivir allá, donde estaba la familia de ella. 

 

En ese momento Olga Lucía había empezado un curso en sistemas y trabajaba en una papelería de cadena. Ahí empezó a contemplar la idea de ir a visitar a su hermano en San José del Guaviare. Quería estar con su sobrina, conocer la zona y conseguir algún trabajo para pagar el regreso. 

 

En 1998 viajó más de veinte horas. Primero en bus y luego en lancha. Tenía 22 años. En un principio llegó a vivir con su hermano y la esposa. Empezó a trabajar en varias cosas, lo que resultara.

 

[María Luz]: Ella consiguió en una heladería, en una cafetería, después en una miscelánea, después en una librería. 

 

[Camila]: La convivencia con el hermano y la esposa no fue muy buena, así que unos meses después se fue a compartir una habitación con una amiga que conoció allá. Se llamaba Yesenia Sánchez y según le contaba a su mamá, ella le había ayudado mucho mientras se acostumbraba a San José del Guaviare. 

 

Un año después, en diciembre de 1999, Olga Lucía pudo ahorrar el dinero suficiente para visitar a sus papás en Bogotá. En ese viaje le contó a María Luz que la situación allá era difícil.

 

[María Luz]: Los arriendos son caros, la comida es cara… Los trabajos difíciles, por ahí dos meses, ya no más. Ya consiguen a otra persona otros dos meses y siguen ahí. Nunca hay plata, no sé. 

 

[Camila]: Aun así, Olga Lucía estaba decidida a regresar. Ya había perdido su trabajo en la papelería y no encontraba qué hacer en Bogotá. Pero para María Luz era mejor que se quedara con ellos mientras encontraba algo de estabilidad. 

[María Luz]: Yo le decía, no, pues pase las hojas de vida y… y espere, tenga paciencia. No, ahorita no hay afán, tranquila, esperar, que en cualquier momento la llaman de alguna parte. 

 

Yo le lloré y le supliqué que no se fuera, pero no me hizo caso. 

 

[Camila]: Olga Lucía insistía en trabajar para ayudarles. Según le dijo a su mamá, ya le habían ofrecido algo allá. 

 

Pero lo que le había contado sobre San José del Guaviare, que era caro y  que había poca oferta laboral, era apenas una parte de la realidad. Esa zona del país era especialmente violenta porque la siembra de coca y su tráfico ilegal hicieron que el conflicto armado se intensificara: había secuestros, extorsión, asesinatos de civiles… todo el tiempo combatían Las Farc, los paramilitares y el Ejército. María Luz no tenía muy claro eso.

 

[María Luz]: No, yo nunca me imaginé que esto era tan delicado. Nunca. Ni a mí me dijeron: «Mire, es que allá pasa esto, esto». No, no, nunca.

 

[Camila]: Olga Lucía no tenía celular en esa época así que llamaba a sus papás desde el teléfono de una vecina.

 

[María Luz]: Cuando se fue para San José ella me llamaba cada tercer día. Más que todo como a mí. Y hasta que de pronto no me llamó. Ya no me llamó más. 

 

[Camila]: Eso fue entre el doce y el trece de julio. Habían hablado unos días antes y Olga Lucía le había contado que quería aprender a manejar moto. María Luz se imaginó que se había accidentado.

 

[María Luz]: ¿Pero qué pasó? Seguro se puso por allá a aprender a montar en moto y se fue de cabeza y se volvió nada, está hospitalizada, está…

 

[Camila]: Con su hijo la relación era difícil. Desde que se fue a San José del Guaviare se empezaron a alejar cada vez más. Pero aun así María Luz sabía que si algo grave pasaba, él inmediatamente les avisaría. Eso la tranquilizó un poco.  

 

Pero pasó una semana y Olga Lucía seguía sin aparecer. Eso ya era demasiado preocupante. María Luz le había pedido hacía un tiempo el número de la vecina desde donde la llamaba. Así que lo buscó y marcó.

 

[María Luz]: Traté de hablar con esa señora: «Por favor, mire, habla con la mamá. Es que ella no me ha llamado y me extraña muchísimo». Y ella me dijo: «Yo hace como una semana de verdad no la veo. Llámeme en un cuarto de hora que yo voy a averiguar. Yo sé dónde vive. Yo voy y pregunto.» 

 

[Camila]: Quince minutos después, María Luz la volvió a llamar. Olga Lucía vivía en una habitación dentro de una casa más grande. La vecina le preguntó al dueño de la casa por ella pero le dijo lo mismo: llevaban una semana sin verla.

 

[María Luz]: Entonces le dije: «¿Será… que me haga el favor y me… se… se trate de comunicar con mi hijo para que… que él me llame a ver qué… para preguntarle yo qué pasó, qué pasó, dónde está la hermana?” 

 

[Camila]: Pero él tampoco sabía nada. Yesenia, la amiga con la que compartía la habitación, había ido a Bogotá tres días antes y se había quedado una noche con María Luz y Germán. Esa vez, María Luz le pidió su número de teléfono para seguir en contacto, así que cuando no supo nada de Olga Lucía la llamó para ver si tenía información. Pero tampoco. Yesenia no tenía ni idea de qué le podía haber pasado a Olga Lucía. 

 

Al ver que su hija no aparecía, María Luz decidió ir a las autoridades. Primero fue a la Defensoría del Pueblo, una institución que protege los derechos humanos.

 

[María Luz]: Y les pedí: «¿Que me aconsejan?” ¿Será que es indispensable que yo viaje directamente allá a averiguar si de pronto encuentro algo, cómo fue que pasó? Y ahí me dijeron que fuera cuanto antes.

 

[Camila]: Un mes después, María Luz y Germán lograron recoger algo de dinero para que ella viajara hasta San José del Guaviare. Les pareció una buena idea que Yesenia la acompañara porque era la más cercana a Olga Lucía. 

 

[María Luz]: Ella conocía allá bastante, sabía dónde se podía preguntar, qué se podía hacer. Me dijo: «No, eso allá pasamos cartas. Allá le hacemos… pasamos fotos, preguntamos». 

 

[Camila]: Como Yesenia no tenía mucho dinero, le pagaron el viaje. Fueron más de veinte horas en bus y en lancha. Pero cuando llegaron a San José del Guaviare, Yesenia se le despegó muy rápido y la dejó sola en la búsqueda. La única opción que tenía María Luz ahora era ir donde su hijo y pedirle ayuda. Como el pueblo no es tan grande pudo encontrar la dirección preguntándole a la gente. 

 

Su hijo la recibió pero sin estar muy dispuesto a ayudarle a resolver la situación. La esposa le recomendó a María Luz ir a una emisora y contar que Olga Lucía estaba desaparecida. Nadie la quiso acompañar pero allá llegó sola a poner un anuncio.

 

[María Luz]: Que si alguien había visto por el nombre, que la… el físico, que estaba vestida, que hacía tantos días y no, eso lo repitieron varias veces pero no.

 

[Camila]: Nadie dio información. Después María Luz se fue a la sede de la Defensoría del Pueblo. Ahí la hicieron ver fotos de cadáveres sin reconocer que habían enterrado como NN. Ninguno era el de Olga Lucía. 

 

El paso siguiente fue ir a la Fiscalía para poner la denuncia. La pareja de Yesenia era funcionario ahí. Pero según María Luz, no la quiso ayudar. 

 

[María Luz]: Ese señor me dijo: «No, yo sé que ella desapareció, pero yo no me meto con eso. Usted sabe que yo trabajo aquí y no sé qué… No, no, no le puedo colaborar». 

 

[Camila]: Ella no entendía qué pasaba. Tenía la sensación de que le estaban ocultando información. Sentía que había personas que sabían más pero preferían quedarse calladas. La falta de ayuda era evidente.

 

Su hijo y la esposa le recomendaron que no averiguara mucho más porque cualquiera podía estar involucrado con algún grupo armado: guerrilla, paramilitares y hasta facciones ilegales del Ejército. A ellos no les gustaba que la gente de afuera llegara a hacer preguntas de lo que pasaba en San José del Guaviare. 

 

El hijo ya había recibido amenazas por eso. Lo único que hizo él fue ir hasta el lugar donde vivía Olga Lucía, sacar sus cosas que básicamente eran ropa y su cédula, y entregárselas a su mamá. 

 

Tampoco supo de Yesenia, que después de todo nunca cumplió con lo que le prometió para buscar a Olga Lucía. Al final, después de una semana, María Luz se devolvió sola.

 

[María Luz]: Porque ya no encontraba más nada que hacer. 

 

Regresé igual, 23 horas, llorando todo el camino. Con más dudas, incertidumbre. Me venía sin saber nada de mi hija. La idea de llegar allá era bueno, la voy a encontrar, voy a saber de ella pero llegué allá y empezó todo.

 

[Camila]: “Pero llegué allá y empezó todo”, dice. Con “todo” se refiere, por un lado, a la odisea que tuvo que vivir en San José del Guaviare y que finalmente no sirvió de nada. Pero también a todo el trauma, la angustia y el dolor que vinieron después. 

 

Ya en Bogotá volvió a la Defensoría del Pueblo, que eran quienes le habían recomendado viajar. 

 

[María Luz]: Y me dijeron: «Vaya a la Procuraduría». Procuraduría: «Vaya a la Fiscalía». Cada entidad me decía bueno: «Entonces va a ir a tal lado». Entonces ese día yo iba para donde fuera. Iba a esa otra entidad. «Entonces ahora tiene que ir a tal lado». 

 

[Camila]: Y así se la pasaba de un lado para el otro. Pero no era fácil tratar de buscar soluciones en medio de tanto trauma. 

 

[María Luz]: Al principio fue muy duro. Yo salía y páreme ahí cinco minutos, yo para dónde voy, qué carro tengo que… qué transporte tengo que coger. Luego veía a alguien como con el cabello o la edad similar la… Y yo me seguía a los carros hasta que no viera bien a la persona. Estuve muy mal. Intenté matarme. Yo no quería saber nada más de mí.

 

[Camila]: En la Fiscalía abrieron una investigación y citaron a algunas personas a dar versión libre. Entre ellas estaba Yesenia, que no reveló mucho, y Robert García, un amigo militar de Olga Lucía, que fue una de las últimas personas en verla. Según la versión de Robert, en la madrugada entre el doce y el trece de julio del 2000, estuvo con Olga Lucía y una amiga de ella, que se llamaba María Mercedes Rivera, en un bar.

 

[María Luz]: Que queda diagonal a la iglesia, y de ahí llegaron tres motos y se las llevaron. A mi hija, Olga Lucía, y a María Mercedes Rivera, que según el alias, es Angélica. 

 

[Camila]: Se las llevaron a la fuerza… el alias era porque supuestamente María Mercedes tenía nexos con Las Farc. Según Robert…

 

[María Luz]: Que a la madrugada, más o menos cuando las llevaron, que escucharon tiros y que había una muchacha que gritaba: «No me mate, hágalo por mis hijos». 

 

[Camila]: María Mercedes tenía cuatro hijos y también desapareció esa noche. Aunque pudo haber otros testigos de lo que pasó, nadie denunció y las autoridades no investigaron. En San José del Guaviare, en ese tiempo, el Estado estaba prácticamente ausente. Y eso no ha cambiado mucho.

 

El delito de desaparición forzada no prescribe por ser de lesa humanidad. Eso significa que nunca podrán cerrar el caso. Aunque la Fiscalía no ha avanzado mucho más en la investigación, debe seguir hasta dar con el paradero de Olga Lucía. 

 

María Luz nunca dejó de buscar a su hija del todo. Por eso fue que llegó a País Libre. Además de asesoría jurídica, ahí le ofrecían acompañamiento psicológico, talleres y podía compartir su experiencia con otras personas que habían sufrido casos similares. Eso le gustaba. 

 

En 2008, cuando le contaron del proyecto de Camilo, a ella le gustó la idea. De pronto alguien que supiera qué había pasado con su hija veía las fotos y se animaba a contar algo. María Luz buscó el álbum de fotos viejito, con anillos metálicos, pasta dura y una mujer en la portada con pañoleta roja en la cabeza. El mismo al que le había caído agua hacía un tiempo y tenía las hojas un poco maltratadas. Ahí estaban las fotos de la infancia de su hija. 

 

Se lo entregó a alguien de País Libre. Pero pasaron los días y no confirmaron la actividad. María Luz le preguntó a la secretaria de la fundación y ella le respondió que ya no iban a hacer nada. 

 

[María Luz]: Y le dije: “¿Y mi álbum?, porque yo dejé el álbum, vengo por mi álbum”. Lo buscaron: «No, no está”. Le recomiendo para la próxima reunión. 

 

[Camila]: Pero en la siguiente reunión tampoco apareció el álbum. Nadie en la fundación sabía dónde estaba. 

 

En ese álbum tenía los mejores recuerdos de su hija y eran casi las últimas fotos que le quedaban de ella, porque había entregado muchas otras a todas las entidades a las que había ido. Alguien en País Libre le dio un supuesto teléfono de Camilo, pero María Luz llamó y nadie le contestó. Luego confirmó que ese número no era de él. 

 

Pero doce años después recibió esa llamada totalmente inesperada de Camilo.

 

[María Luz]: No, yo sentí morirme en ese momento, sentí caerme, se me olvidó… Yo quedé fría, no sabía ni qué contestar, si gritar o qué hacer. 

 

[Camila]: Porque habían pasado muchos años, María Luz no lo podía creer. Ya se había hecho a la idea de que su álbum no iba a aparecer. 

 

 Y se le vino una idea a la cabeza… 

 

[María Luz]: ¿Y será que así va a pasar con mi hija? 

 

[Camila]:  Que un día, así, sin esperarlo, Olga Lucía vuelva a llamar.  

 

Cuando Camilo les entregó el álbum sintió que había cumplido esa misión que empezó en noviembre de 2019. Por eso quería registrar el momento con ese video que tanto lo conmovió. 

 

[Camilo]: Y yo disparé, no sé… tres, cinco fotos llorando ahí detrás del visor, pero ahí ya, yo supe que… que mi historia tenía un final.

 

[Camila]: La historia de Camilo sí, pero no la de María Luz y Germán que siguen esperando a Olga Lucía en la misma casa en la que están desde hace más de 35 años. No han querido mudarse, irse a un lugar más cómodo y sin escaleras para que Germán pueda moverse fácilmente. Le preguntamos a María Luz por qué y su razón fue muy simple:

 

[María Luz]: Porque es que es el recuerdo de ella. Aquí nos dejó, que venga y nos encuentre acá.

 

[Camila]: Aquí nos dejó, que venga y nos encuentre acá. 

 

[Daniel]: El caso de Olga Lucía ya lo conoce la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, una entidad que surgió con los acuerdos de paz para tratar de encontrar a los desaparecidos que dejó el conflicto armado. Ya empezaron a recolectar la información pero por la pandemia María Luz no ha podido continuar el proceso.

 

La idea es empezar una investigación, apoyarse con lo que ha encontrado la Fiscalía y dar con el paradero de Olga Lucía. Pero esa investigación es de carácter extrajudicial, es decir, que no tiene implicaciones jurídicas, ni llevaría a los posibles victimarios a un juicio. 

 

Aún no hay un consenso sobre la cifra de personas desaparecidas durante el conflicto armado en Colombia. Una de las razones es que solo desde el 2000 la desaparición forzada es considerada un delito en el país. 

 

Hay fuentes que hablan de alrededor de 80 mil, pero la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, que también incluye casos de secuestro y reclutamiento forzado, eleva esa cifra a más de 120 mil.

 

Camila Segura es la directora editorial de Radio Ambulante. Coprodujo esta historia con David Trujillo, productor. Ambos viven en Bogotá.

 

Esta historia fue editada por mí. La música y el diseño de sonido son de Andrés Azpiri. Desirée Yépez hizo el fact-checking

 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolás Alonso, Lisette Arévalo, Jorge Caraballo, Aneris Casassus, Victoria Estrada, Xochitl Fabián, Fernanda Guzmán, Remy Lozano, Miranda Mazariegos, Barbara Sawhill y Elsa Liliana Ulloa.

 

Carolina Guerrero es la CEO. 


Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. 

 

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar. 

 

Créditos

PRODUCCIÓN 
Camila Segura y David Trujillo


EDICIÓN
Daniel Alarcón


VERIFICACIÓN DE DATOS
Desirée Yépez


DISEÑO DE SONIDO/MEZCLA
Andrés Azpiri


MÚSICA
Andrés Azpiri


ILUSTRACIÓN
Daniel Liévano


PAÍS
Colombia


PUBLICADO EN
02/23/2021

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