El niño de las preguntas | Transcripción

El niño de las preguntas | Transcripción

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[Benjamín Equiza]: Tenés que taparte los ojos. Un mago jamás revela sus secretos. 

[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón.

[Benjamín]: ¿No hay nada en este sombrero? Ok, mirá. Es imposible, ¿cómo hizo esta paloma para salir de mi sombrero?

[Daniel]: Hoy vamos a conocer a este niño…

[Benjamín]: Me llamo Benjamín, tengo… ehhh 7 años y soy de Argentina.

[Daniel]: Bueno, en realidad ya tiene 8. Hablamos con él en julio del 2022 y estaba muy emocionado porque pronto sería su cumpleaños.

[Benjamín]: Diosito por Dios, diles a todos que, que mi cumpleaños es el 13 de agosto. 

[Daniel]: Ya sabía lo importante: dónde lo iba a festejar y de qué iba a ser la torta… 

[Benjamín]:  De Messi.

[Daniel]: O sea le gusta la magia, celebrar su cumpleaños y el fútbol, entre tantos intereses… También taekwondo: ya había conseguido cinturón blanco de punta amarilla y tenía planes de ir por más.

[Benjamín]: Creo que este mes voy a rendir cinturón amarillo. Y después sigue la punta verde, verde, punta azul, el azul… Punta roja, roja…

[Daniel]: A Benjamín no le gusta leer, pero le encanta jugar Roblox. 

[Benjamín]: Te encontrás un juego, entrás, te gusta y ese te lo elegís y jugás por un tiempo hasta que… que llega otro juego y decís: “Ah bueno, este está bueno”. 

[Daniel]: Cuando hablamos con él estaba muy entusiasmado con la llegada de su abuela Mirta. En pocos días ella iría a visitarlo a La Plata, la ciudad en la que vive con sus papás y su perra, que se llama Preciosa. 

Bueno, ya escucharon a Benjamín, y sin duda, hasta ahora pareciera ser un niño como cualquier otro. Un niño como tantos… pero no lo es. En un aspecto muy particular, es totalmente único. Él mismo define lo que ha vivido en estos últimos años así…

[Benjamín]: Me gustaría decirte que, que pasé por mucho, por jueces, abogados, ministerio. De todo, de todo, de todo pasé. No fue fácil. Fue como una gran misión. 

[Daniel]: Para Benjamín, esta gran misión sirvió para encontrar su propio lugar, uno en el que se sintiera cómodo y a gusto consigo mismo. 

Después de la pausa, nuestra productora Aneris Casassus nos trae la historia. 

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[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Aquí Aneris…

[Aneris Casassus]: La historia de Benjamín es también la historia de sus padres. Así que vamos a empezar con ellos:

[Soledad Heit]: Bueno, mi nombre es Soledad… ehh. Soledad Heit. Soy la mamá de Benjamín.

[Andrés Equiza]: Soy Andrés Equiza. Soy el papá de Benjamín.

[Aneris]: Soledad y Andrés se convirtieron en papás de Benjamín el miércoles 13 de agosto de 2014. Ese día, en la semana 40 de embarazo, Soledad dio a luz por cesárea a un bebé de 3 kilos y medio. Era su primer hijo y el tercero de Andrés, que ya tenía otros dos hijos de un matrimonio anterior, que en ese momento tenían 12 y 14 años.  A Soledad le dieron el alta al día siguiente y durante las primeras horas todo fue felicidad. Pero a los dos días Soledad lo empezó a notar extraño: Benjamín lloraba demasiado. Justo tenía que llevarlo al médico para que le pusieran las vacunas habituales que se le dan a los recién nacidos. 

[Soledad]: Cuando lo llevamos, me dicen… lo tenemos que internar. 

[Aneris]: Le dijeron que Benjamín estaba deshidratado. No se había prendido bien al pecho y no estaba tomando suficiente leche.

[Soledad]: Casi me muero. Imagínate, mamá primeriza. No me acuerdo ni de los puntos de la cesárea, no me acuerdo nada del posparto, o sea cuando hablamos con otras mamás: “¿Y te dolieron los puntos?”, no tengo ni idea.

[Aneris]: Lo único que quería Soledad en ese momento era que su hijo se recuperara pronto para volver juntos a su casa. Eso sucedió a las dos semanas, una vez que los médicos se aseguraron de que Benjamín ya se estaba alimentando bien. 

Pero Soledad lo seguía viendo raro. Si bien era su primer hijo y no tenía experiencia, algo de su instinto materno le decía que las cosas andaban mal.

[Andrés]: Y de pronto, más Sol que yo, se empezó a dar cuenta que venía en caída.

[Aneris]: Soledad notaba que Benjamín seguía con problemas de succión, tenía los párpados muy caídos y estaba como afónico.

[Soledad]: Yo lo llevaba al pediatra y le decía: “Yo no lo noto igual a Benja, ¿no?” Me dice el pediatra: “Sos muy exagerada, sos madre primeriza”. Y yo decía no, no está bien, o sea, no puede ser normal…

[Aneris]: Soledad no se conformaba con lo que le decía el pediatra. Entonces un día que Andrés se había ido por trabajo a Buenos Aires lo llamó por teléfono y le avisó que estaba saliendo para el hospital con Benjamín. Tenía poco más de un mes. 

[Soledad]: Lo revisan. Cuando salen me dicen: se está muriendo. Así. Me caí en el suelo. O sea, lo llevé justito.

[Aneris]: Benjamín tenía graves problemas para respirar y quedó internado en neonatología. Esos días fueron durísimos para Soledad y Andrés. Podían ir a visitarlo muy poco tiempo y trataban de aprovecharlo al máximo.

[Andrés]: La mayor parte del tiempo estaba conectado a un respirador, así que fuera de agarrarle la manito y los deditos y estimularlo así y hablarle… poco y nada.

[Aneris]: Ni siquiera podían cargarlo. Pero más grave aún era que nadie sabía qué era lo que tenía.

[Soledad]: Le pusieron sonda, catéter, le hicieron estudios… ehh resonancias magnéticas. Todo daba bien.

[Aneris]: Todo daba bien pero Benjamín seguía como paralizado. Iban los neurólogos a examinarlo, pero tampoco encontraban el diagnóstico.

Ya habían pasado casi dos meses de internación hasta que un día, el papá de Andrés, que es pediatra jubilado, les sugirió que le hicieran el examen de botulismo, una enfermedad generada por una bacteria que debilita los músculos, afectando al sistema respiratorio. Los médicos le sacaron una muestra a Benjamín y la llevaron a analizar. Dio positivo. 

[Soledad]: En neo celebrábamos que tenga botulismo, era una fiesta. 

[Aneris]: Nada más tenían que esperar a que Benjamín eliminara la bacteria de su cuerpo y mientras tanto sostenerlo clínicamente con asistencia respiratoria. Benjamín pronto empezó a mejorar y a recuperar el movimiento de sus músculos. Estuvo internado un mes más y recién cuando comprobaron que sería capaz de respirar y alimentarse solo, le dieron el alta. Tenía algo más de cuatro meses y, entre las dos internaciones, había pasado más de tres y medio en neonatología. 

Para Soledad fue un regreso a casa feliz, pero a la vez difícil.  

[Soledad]: Cuando llegamos acá, lo que yo tenía era pánico. A la noche no dormía, porque tenía miedo que no respirase bien, que cuando tomaba la mamadera succione mal y se ahogue y se aspire y tenga que volver. No, no… 

[Aneris]: Pero con los días, el miedo de estar en casa, sin el respaldo de los médicos y las máquinas de neonatología, se fue disipando. 

Al darle el alta a Benjamín, los doctores les habían dicho a Soledad y Andrés que cuando cumpliera los seis meses lo llevaran a hacerse un estudio del desarrollo. Querían asegurarse de que tanto tiempo de internación no le hubiera dejado secuelas. Así que, casi dos meses después de salir del hospital, lo llevaron al centro médico que les habían indicado. Ahí los recibió una doctora:  

[Andrés]: Lo mira, lo evalúa y nos dice que paremos de estimularlo porque estaba muy adelantado para su edad.

[Aneris]: En el estudio, la médica había comprobado, por ejemplo, que Benjamín ya identificaba colores. En general, los bebés logran la visión a todo color a los 7 meses y recién a los dos años son capaces de clasificarlos. Andrés y Soledad se miraron sorprendidos. Benjamín había pasado más de la mitad de su vida en neonatología y ellos lo veían solo un ratito cada día, ¿cómo habrían sido capaces de sobreestimularlo en ese contexto? Pero no atinaron a decir nada.

[Soledad]: Lo que a mí me pasó fue que listo, está genial, no le afectó nada la internación, o sea, como que no fuimos más allá y nos quedamos con eso.

[Aneris]: Fue una primera señal, pero en ese momento no le hicieron caso. 

Por esa misma época también hubo otra señal. 

[Soledad]: Un día estábamos así. Empezó pa pa pa pa pa… “papá”. Pero era muy chiquitito, muy chiquitito. 

[Aneris]: “Papá”, esa fue su primera palabra y la dijo a los seis meses. 

Cuando la escuchó, Andrés sintió orgullo pero también asombro. Él ya tenía experiencia como papá y si su memoria no fallaba era aún muy pronto para que Benjamín empezara a decir sus primeras palabras. De hecho, la mayoría de los bebés lo hacen cerca del año. Soledad, en cambio, lo tomó con naturalidad. 

[Soledad]: Yo no tenía con quién comparar y como siempre detesté comparar con otros chicos, para mí Benja era normal y era como era. Punto.

[Aneris]: A partir de ahí, Benjamín empezó a sumar cada vez más palabras. 

[Andrés]: Pero lo loco es que empezó a hablar. Y se largó a hablar en nada. Y a conversaciones y a nivel recontra adulto.

[Aneris]: Empezó a caminar al año, como la mayoría, pero para el año y medio ya formaba frases complejas, mientras que a esa edad los niños recién empiezan con las frases simples, de entre dos y cuatro palabras. Sus familiares y amigos les decían que seguramente era porque Benjamín pasaba demasiado tiempo entre grandes, que le hacía falta estar en contacto con otros niños.

 Soledad recuerda perfectamente un día, cuando Benjamín tenía un poquito más de año y medio, que le dijo una frase muy particular:

[Soledad]: Estaba yo sentada en el sillón. Benja se había ido al baño y viene con el pañal, o sea caminando y me dice “mamá, no quiero más”. Es incómodo esto” y para mí en ese momento dije: “Qué bueno, no voy a tener que luchar con los pañales”.

[Aneris]: A partir de ahí Benjamín dejó de usar pañales sin problemas. En la mayoría de los niños eso sucede recién entre los dos y los tres años y suele ser un proceso largo y difícil, no solo para el niño sino también para sus papás. Pero en el caso de Benjamín fue tan simple que a partir de ese día solo se orinó encima una vez.

Las señales seguían ahí pero para Soledad era muy difícil verlas.  

[Soledad]: No se me cruzaba la idea de que Benja era diferente.

[Aneris]: Benjamín era además un niño muy observador: miraba cada situación como si le estuviera sacando una radiografía. Se lo veía muy independiente: quería vestirse solo, comer solo… Pero a la vez era muy demandante: todo el tiempo quería estar haciendo cosas, pero no las que suelen gustarles a la mayoría de los niños. 

[Soledad]: Y yo le decía en ese tiempo a mis amigas que no me entendían, no hay forma de jugar a un autito. O sea, nunca jugó con autitos, Benjamín. O sea, y por ahí tenía un montón de autitos y yo me ponía y hacíamos cosas y le decía: “Bueno, ahora vamos a jugar a esto y vamos a armar esto”. No, no, no

[Aneris]: No había caso, a Benjamín no le interesaban los autitos ni los muñecos ni las canciones infantiles que le cantaba Soledad. Exploraba, en cambio, un tablero de ajedrez que había en la casa. Eso sí lograba captar su atención, al menos por un rato. Ordenaba las piezas y como Andrés solía jugar, pronto aprendió la ubicación de cada una y algunos movimientos. Pero cuando se aburría de eso, quería seguir haciendo cosas: quería dibujar, tocar el piano, jugar a los dados. Soledad ya no sabía qué más ofrecerle y empezaba a preocuparse:

[Soledad]: Pero yo le decía el pediatra le digo: «No para».

[Aneris]: Benjamín todavía no había cumplido los dos años cuando el pediatra les aconsejó que lo llevaran a lo que en Argentina llamamos un jardín maternal. Allí pueden ir niños desde que tienen un mes y medio hasta los dos años. Los dividen en salas, es decir, en distintas aulas, de acuerdo a su edad: sala de lactarios para los bebés más pequeños, sala de deambuladores para los que ya caminan y tienen alrededor de un año y sala de dos años. Así, podría entretenerse y jugar con otros chicos. Andrés recuerda que el médico le dijo a Soledad: 

[Andrés]: Él necesita estímulo y vos necesitás no volverte loca.

[Aneris]: Así que Soledad y Andrés siguieron los consejos del doctor y anotaron a Benjamín en un jardín tres horas por la mañana. Pero las cosas no salieron bien. Todos los niños dormían la siesta a las 11, pero Benjamín jamás quería dormir y era muy inquieto. Entonces, el tiempo en que todos los nenes hacían la siesta, las maestras dejaban a Benjamín atado a una sillita con un celular para que no molestara y despertara al resto de los nenes. Un día Soledad y Andrés vieron esa escena a través de las cámaras de video que tenía el lugar. Los padres tenían acceso a esas imágenes a través de una aplicación en su celular para poder ver cómo estaban sus hijos. Al comprobar cómo trataban a Benjamín pusieron el grito en el cielo y lo sacaron inmediatamente de ahí.

Buscaron otro jardín y empezó allí la sala de 2 años. Era un grupo reducido, de ocho niños. Aunque era el único que iba sin pañales y el más conversador, a Benjamín le gustaba ir y pasar tiempo con otros nenes. A las maestras les llamaba la atención la independencia con la que se movía por el jardín y que trataba de complejizar cada juego que le proponían.  

Pero los verdaderos problemas empezaron en 2018, cuando pasó al jardín de infantes. En Argentina, el jardín de infantes también se divide en salas de acuerdo a la edad: de 3, de 4 y de 5 años. El ciclo escolar aquí va de marzo a diciembre y el corte para dividir a los chicos es el 30 de junio. Es decir que un niño puede empezar sala de 3 con 3 años y a mitad del ciclo cumplir los 4. Todo depende de la fecha de nacimiento de cada uno. 

Cuando Benjamín pasó de la sala de dos años del jardín maternal a la sala de tres del jardín de infantes, el grupo se agrandó: de ocho niños pasaron a ser 18. Y Benjamín empezaba a ser muy cuestionador. Si la maestra contaba un cuento fantástico, Benjamín la interrumpía con comentarios del tipo:

[Soledad]: “Seño, no podés estar diciendo que los lobos se ríen porque los lobos no se ríen”. 

[Aneris]: La maestra se quedaba totalmente descolocada con los comentarios de Benjamín. Y él volvía a su casa y le decía a Soledad: 

[Soledad]: “Mamá, me aburro. Mis compañeros no hablan. Les tienen que repetir dónde van las tazas, les tienen que repetir dónde se ponen las cosas, cómo se lavan las manos”. Eh… me dice “y yo no sé para que les repiten, mamá, si ya lo dicen una vez y ya está”

[Aneris]: Soledad trataba de explicarle que esas eran las normas del jardín y que la maestra quería que él y todos sus compañeros las aprendieran. Pero las explicaciones de Soledad no terminaban de convencerlo y la rutina diaria del jardín le aburría muchísimo.

[Soledad]: Entonces por ahí estaba sentado y empujaba a uno, empujaba a otro y ahí empezaban los problemas, los nenes empezaban a llorar.  Caos.

[Aneris]: La maestra lo castigaba mandándolo a la dirección pero para él no era un castigo. Ahí Benjamín se sentía a gusto: charlaba un rato con la directora del jardín y, lo mejor de todo, sabía que allí había un juego de ajedrez. 

[Soledad]: Un error gravísimo era que un comportamiento de él para llamar la atención lo llevaba a tener lo que le gustaba.

[Aneris]: Las autoridades del jardín citaban a Soledad y a Andrés a reuniones constantemente. 

[Andrés]: Sabíamos que estaba empezando a tener problemas sociales, problemas de comportamiento y no sabíamos de dónde venía.

[Aneris]: Era desesperante. En el colegio les pedían que por favor le pusieran más límites a Benjamín.

[Andrés]: Y él tenía que callarse y aprender a esperar, nos decían en el jardín.  Y tiene que ser solidario con sus compañeros que también tienen que que aprender.  

 [Aneris]: Ellos ya no sabían qué hacer. Trataban de razonar con él, de convencerlo a cambiar su actitud pero nada parecía funcionar. Lo que más les dolía era ver el comportamiento de Benjamín en los actos escolares o en los cumpleaños de sus compañeritos: 

[Soledad]: Era terrible para mí, como mamá, ver que todos los nenes estaban jugando y él no estaba disfrutando de eso. 

[Aneris]: Los juegos le parecían muy simples, entonces molestaba a los compañeros para hacer otro juego que a él le interesaba. O a veces, directamente, le agarraba la mano a Soledad y le pedía que, por favor, se fueran a la casa. 

[Soledad]: Era una situación tan angustiante, tan desesperante. No sabía cómo ayudarlo porque terminábamos viniéndonos de los actos y yo lo terminaba retando muchas veces, digo: “Benja, pero ¿por qué?”

[Aneris]: Todo empeoró en 2019, cuando Benjamín pasó a sala de 4. Seguía con problemas de comportamiento en la escuela pero también lo empezaron a notar mal en casa. Estaba muy irritable y como deprimido: 

[Andrés]: Teníamos un hijo totalmente avispado, alegre, cariñoso. Y de pronto pasó a ser un chico apagado.

[Soledad]: Fue ver un nene que era súper curioso, súper alegre, súper entusiasta, ehh, de ganas de aprender, o sea, un nene apagado y que empezaba a vomitar, vómitos cíclicos, vomitaba en la noche y  a la mañana estaba perfecto. 

[Aneris]: Por lo de los vómitos lo llevaron al médico, pero físicamente no tenía nada. 

Mientras tanto, Benjamín había empezado a trabajar individualmente con la psicopedagoga del jardín. Y cuando ella les informaba a Soledad y Andrés cómo iba, les decía que Benjamín hacía cosas mucho más avanzadas que lo que se esperaría para un chico de 4 años. Por ejemplo, ya sabía los números y las letras. Soledad y Andrés no se explicaban cómo había sido capaz de aprender eso sin que nadie se lo hubiera enseñado. 

[Soledad]: Todo lo que Benja fue incorporando fue a raíz de preguntas, de preguntas que nos hizo a nosotros y que él después sacó sus conclusiones y creyó que era de esa manera.

[Aneris]: Se acuerda puntualmente que un día…

[Soledad]: Estaba cocinando y viene el piojito chiquitito: 

– Mamá, mamá ¿Cuánto es diez por ocho? 

– 80, Benja. ¿Para qué querés saber eso? 

-Nada. 

Y se va. 

[Aneris]: Al rato volvió y le empezó a decir las tablas de multiplicar. Dos por uno dos. Dos por dos cuatro. Dos por tres seis. Soledad no lo podía creer. 

[Soledad]: Ahí por ahí sí me hacían ruido esas cosas y me daba hasta miedo de decir: “¿Cómo sabe, cómo saca esto?”

[Aneris]: Otra noche cuando Soledad le estaba leyendo el mismo cuento que le leía todos los días, Benjamín le señaló una frase y le dijo:

[Soledad]: Acá dice “Los tres chanchitos”

[Aneris]: Soledad pensó que se lo estaba diciendo de memoria, porque era un cuento que él ya conocía. Pero Benjamín insistió.

[Soledad]: Me leyó una palabra que no me acuerdo cuál era del libro. Y ahí me di cuenta que sí, que leía. Esta es la A, esta es la… me deletreó también.

[Aneris]: Soledad empezó a hacerse a la idea de que su hijo tal vez sí era, de alguna manera, distinto. Quizás había llegado el momento de empezar a escuchar las señales que durante cuatro años había querido ignorar.  

Andrés, en cambio, había hecho ese clic un poco antes. Todos los días él se encargaba del baño de Benjamín. Era un espacio que los dos disfrutaban muchísimo jugando y charlando de cualquier cosa. Un día, una de esas charlas lo dejó a Andrés con la boca abierta: así, como de la nada, Benjamín, con no más de 4 años, le empezó a hablar del infinito. 

[Andrés]: Él llegó a través de los números. Y me lo empezó a explicar. Cada vez podés tener números  más grandes y siempre le podés seguir sumando. Así que, siempre hay un número más grande. Así que eso es el infinito.

[Aneris]: No solo había llegado al concepto del infinito sino que lo había hecho de una manera abstracta. En cada baño, Andrés le redoblaba el juego: que cuente del uno al diez, y ahora de forma regresiva del diez al uno, y después en inglés. Benjamín lo hacía como si nada y Andrés no podía creer que fuera capaz de hacer una cuenta regresiva con números que no usaba mucho.  A partir de ahí, Andrés se levantaba en la mañana y antes de irse a trabajar le dejaba pegado en la heladera un papel con una secuencia de varios números: que cada número doblara al anterior, o que se le sumaba algo… pero uno de los números siempre estaba borrado y Benjamín tenía que descubrir cuál era. Cuando se despertaba, Benjamín desayunaba y se iba para la heladera a ver la secuencia. Después lo llamaba por teléfono a Andrés: 

[Andrés]: “Papá, ya lo descubrí. Es el siete”. Eso, bueno, le encantaba.  

[Aneris]: Benjamín era capaz de hacer todas estas cosas en su casa, y a veces también lo hacía con la psicopedagoga, pero otras, como cuando la directora del jardín le pedía que escribiera su nombre, empezaba a hacer garabatos. 

Un día, cuando Andrés lo fue a buscar a la escuela, vio que Benjamín le estaba pidiendo ayuda a la maestra para abrocharse la chaqueta. Le pareció rarísimo porque Benjamín se vestía completamente solo desde hacía ya mucho tiempo.  

Para los directivos del jardín la situación era muy confusa. Entonces le decían a Andrés y Soledad que todos los papás creen que su hijo es muy inteligente pero que cuando le habían pedido a Benjamín que escribiera su nombre, no había hecho más que un conjunto de rayas. 

[Soledad]: Entonces, claro, era como decir: “Vos me estás diciendo que el chico escribe pero yo lo traigo acá y no escribe”. No es que era el nene brillante, que en la clase te hacía operaciones, no. En algunos momentos mostraba y en otros no. 

[Aneris]: Para Andrés era muy claro lo que estaba pasando: 

[Andrés]: Se estaba tirando a menos para poder encajar con los compañeros.

[Aneris]: Había algo, sin embargo, en lo que todos coincidían: Benjamín la pasaba cada vez peor en el jardín, se aburría con todas las actividades que le proponían y no se sentía a gusto con sus pares. Evidentemente estaba somatizando toda esa angustia a través de los vómitos que no paraban. 

Fue entonces cuando la psicopedagoga decidió tirar de la punta del ovillo.  Un día le dijo a Soledad: 

[Soledad]: ¿Por qué no vas viendo con el tema de altas capacidades? Entonces fue muy por arriba, porque tampoco ellos lo terminaban de creer. 

[Aneris]: Y, a decir verdad, tampoco Soledad. Pero de todas formas empezó a googlear para ver qué encontraba sobre el tema…  

Después de estar un rato en la computadora llegó a la página de Creaidea, una asociación dedicada a niños con altas capacidades que coordina, entre otras cosas, una ludoteca en la ciudad de Buenos Aires. Surgió por iniciativa de miembros de Mensa Argentina, la sede local de la organización internacional que reúne a personas superdotadas, es decir, con un alto cociente intelectual, algo que solo tiene un 2% de la población mundial. 

A través de Creaidea, Soledad descubrió que había otra ludoteca de este tipo también en La Plata que se llamaba “Divertido Alberto”. Se metió a su perfil de Facebook. En la portada se puede ver una caricatura de Albert Einstein andando en bicicleta. Sin pensarlo, envió un mensaje por el chat y pronto le contestó la coordinadora de la ludoteca y mamá de dos niños con altas capacidades. Se intercambiaron números y hablaron por teléfono. 

[Soledad]: Le empecé a contar toda la historia de Benja, en un mar de mil emociones y de mil sensaciones cuando no sabes qué es lo que le pasa a tu hijo. Por un lado te hablan de superdotación que no entendés nada, empezás a buscar. 

[Aneris]: Pero para esta mamá fue súper fácil entenderla. Mientras la escuchaba recordaba todo lo que ella misma había tenido que pasar tiempo atrás con sus hijos…

[Soledad]: Entonces como que me sentí espejada en otra mamá.

[Aneris]: Por lo que le contaba Soledad, estaba bastante claro que Benjamín era un niño con altas capacidades. Pero para corroborarlo, le recomendó que fueran a ver a Patricia Simao, una psicóloga especialista en el tema que durante siete años fue la coordinadora de la ludoteca de Creaidea en Buenos Aires. 

Soledad le envió un audio de Whatsapp a Patricia y le contó lo que le pasaba a Benjamín: que se aburría en el jardín, que desafiaba a las maestras, que todo el tiempo quería aprender cosas nuevas…

Al escucharla, Patricia reconoció en Soledad a los tantos papás que ya había atendido antes. De alguna manera, todos intentan justificarse: que no saben si su hijo tendrá o no altas capacidades, que no fueron ellos quienes le enseñaron todas las cosas que sabe… 

Lo primero que quería Patricia era conocer a Soledad y a Andrés. Les dio una cita en su consultorio de Buenos Aires. En esa primera entrevista hicieron un recorrido por toda la vida de Benjamín… hablaron sobre los hitos del desarrollo, sobre cómo se alimentaba y cómo dormía, a qué jugaba, cómo estaba en el jardín, qué lo frustraba…

Recién después de hablar con ellos agendó una cita con Bejamín. A él le dijeron que iría a jugar con Patricia, no le mencionaron nada acerca de que sería evaluado. Entró contento al consultorio. Patricia lo notó muy observador e independiente. Y, sobre todo, muy conversador para ser un niño de cuatro años. Esta es Patricia: 

[Patricia Simao]: El lenguaje era una cosa impresionante. Todo preguntaba y además muy de interesarse, muy de de mirar a los ojos y de preguntarte: “Hola, ¿cómo estás?”

[Aneris]: Patricia tenía un liquid paper en su escritorio y Benjamín le preguntó qué era eso. Ella le explicó que era un corrector líquido para borrar sobre papel. 

[Patricia]: Él sabía escribir perfectamente. Entonces empieza a escribir. “¿Me das un papel para escribir?” “Sí, dale”. Y se equivoca a propósito. Dice, “Uy, me equivoqué”. Muy estratégico, muy de esto de bueno, quiero el liquid y entonces me voy a equivocar a propósito para, este, para corregirlo.

[Aneris]: Hay varios tests para medir el cociente intelectual, o CI. Patricia le hizo el test de la escala de Weschler para niños. Este tipo de pruebas mide la capacidad de las personas para aplicar razonamiento lógico y resolver problemas. En el caso del test de Weschler la media de la escala siempre se encuentra en 100. El rango comprendido entre 90 y 109 se considera la puntuación estándar. Quienes obtienen entre 120 y 129 están bastante por encima del promedio y quienes obtienen puntuaciones de más de 130 son considerados superdotados. 

Pero si bien el resultado del test se puede obtener en el mismo día, para dar un diagnóstico Patricia necesitaba mucho más que eso. Así que lo vio varias veces más: conversaba con él para ver cómo se desenvolvía, qué era lo que sentía, cuáles eran sus intereses. 

[Patricia]: Se evalúa lo que es la parte cognitiva, la parte de creatividad, la parte de la personalidad. O sea, no es solo el CI. No es tan solo el número, sino también todas las otras características que lo hacen.

[Aneris]: Después de los encuentros con Benjamín, Patricia ya había llegado a una conclusión. En unos diez días les entregaría un informe detallado, pero quiso llamar a Soledad para ir adelantándole el diagnóstico psicológico. 

Era un día de mucho frío cuando Soledad recibió la llamada de Patricia. Estaba en el auto esperando que Benjamín saliera de su clase de fútbol. 

[Soledad]: Y me dice: “Ya tengo el informe, me falta terminar de escribirlo, pero me dice Benja, eh, tiene altas capacidades, Benja es superdotado”. 

[Aneris]: Soledad se quedó muda…

[Soledad]: Y yo lloraba como un chico. No podía contestarle a Pato. No podía. En el fondo quería que no. Es es totalmente increíble porque cualquiera de afuera dice: “Pago para que mi hijo sea superdotado”.  ¿Y digo ahora cómo seguimos? ¿Y ahora cómo? ¿Cómo se va a adaptar? Y bueno.

[Aneris]: Patricia le contó a Soledad que durante la evaluación había comprobado que Benjamín era muy inteligente y creativo. Destacaba en matemáticas, pero también tenía un alto razonamiento verbal y un gran poder de abstracción. 

Le explicó que muchas de las cosas que le pasaban a Benjamín también le ocurrían a otros niños superdotados: son intensos, curiosos, perfeccionistas. Tienen baja tolerancia a la frustración y a la injusticia, hablan y razonan como adultos y les cuesta trabajar en grupo. 

Incluso ese comportamiento errático que a veces tenía Benjamín –lo de hacer garabatos cuando le pedían que escribiera su nombre, lo de buscar ayuda para cerrarse la chaqueta cuando sabía hacerlo solo– es algo característico de los niños superdotados: se camuflan cuando empiezan a ver la diferencia con sus pares, cuando se dan cuenta de que ellos saben hacer muchas más cosas que el resto de sus compañeros.   

Eso que Andrés había definido intuitivamente como “se está tirando a menos” tiene hasta un nombre clínico: síndrome de bajo rendimiento. Por eso es muy común que, pese a su inteligencia, estos niños tengan bajas calificaciones en la escuela. 

Durante esa llamada, a Soledad se le pasaron por la cabeza los últimos cuatro años de su vida como si fueran un flash: 

[Soledad]: Cuando yo me enteré de que Benja era superdotado, yo me di cuenta que no había tenido bebé. Nació y de repente pasé a tener un adulto chiquitito, ehhh, y me costó muchísimo.

[Aneris]: Un adulto chiquitito que no quería jugar a los autitos con ella pero que en cambio le preguntaba cuánto era diez por ocho mientras cocinaba.

Soledad seguía procesando la noticia cuando se la contó a Andrés. Pero él, en ese primer momento, fue un poco más optimista: pensó que ahora que ya tenían un diagnóstico claro, sería más fácil ayudar a Benjamín. 

Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que había pecado de ingenuo:

[Andrés]: Después empieza el calvario de saber realmente que es tener altas capacidades. Ahí descubrí que es una bendición o una maldición.

[Daniel]: O quizás serían las dos cosas a la vez.

Una pausa y volvemos… 

[MIDROLL]

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. Antes de la pausa, Soledad y Andrés confirmaron que Benjamín, su hijo de 4 años, era superdotado. Ahora sabían que los vómitos y la irritabilidad en su casa y el mal comportamiento en el jardín tenían una explicación. Pero se enfrentaban a un nuevo desafío: asumir que su hijo efectivamente era diferente y lidiar con todo lo que eso significaba.

Aneris Casassus nos sigue contando. 

[Aneris]: Soledad y Andrés hablaron con Patricia para ver cómo encarar el tema con Benjamín. Acordaron que sería bueno contarle sobre el diagnóstico. Entonces Soledad le dijo:

[Soledad]: “Benja, viste que fuiste con Patricia, que estuviste haciendo… Te hizo una evaluación y bueno, vos sos superdotado, tenés altas capacidades”. Nos miró, suspiró, como que se alivió, como que estaba esperando que nosotros nos demos cuenta.

[Aneris]: Le dijeron que era diferente a los demás, que tenía una forma distinta de aprender las cosas, pero que ellos siempre iban a estar ahí para acompañarlo y ayudarlo. A partir de ese momento, dejó de tener vómitos por las noches. Era como si necesitara que, de una vez por todas, lo vieran tal como era.  

[Andrés]: Y bueno, de ahí trabajar todos, porque nosotros no sabíamos ser padres de un chico de altas capacidades. Es algo completamente diferente.

[Aneris]: Soledad y Andrés siguieron yendo a consultas con Patricia. Necesitaban orientación para manejarse con Benjamín en la casa. Andrés recuerda que Patricia les decía: 

[Andrés]: No te vayas a discutir con él porque es diez veces más rápido y te la da vuelta y te la gana. Porque son terribles, son rapidísimos. Saben dónde te duele, saben dónde pegarte. Saben cómo desafiarte. Entonces discutir no. No discutas, no pelees porque es un adolescente de cuatro años.

[Aneris]: Tenían que encontrar la forma de ponerle límites desde otro lugar. Con él no funcionaba el autoritarismo, necesitaba entender por qué tenía que hacer cada cosa que sus papás le decían. 

[Andrés]: El tema es que él hasta que no, no le cierra un tema no, no te para de preguntar. Es una pregunta tras repregunta.

[Aneris]: Establecieron una especie de democracia en la casa con dos reglas básicas: amor y respeto. Y Patricia los ayudó con algunas técnicas para poder contener las emociones de Benjamín. Por ejemplo, si se frustraba mucho cuando perdía en un juego, decirle que eso era también parte del aprendizaje; explicarle que algunos límites eran innegociables, pero que otros los podían consensuar; que muchas veces ellos realmente no sabían las cosas que les preguntaba, pero que podían buscar información y aprenderlas juntos. 

Benjamín también comenzó a ir a los encuentros mensuales de la ludoteca de La Plata y la pasaba súper bien, por fin se sentía a gusto. Soledad y Andrés disfrutaban al verlo llegar: era como si todos esos niños tuvieran un imán con el que se atraían entre sí. Jugaban juegos de mesa, hacían experimentos, conversaban de cosas que les interesaban… Pero además, para Soledad y Andrés era un espacio de catarsis: podían compartir su experiencia y aprender de otros padres. Por ejemplo: que la mente de un superdotado funciona muy diferente al del 98% del resto de las personas del planeta. Tienen una forma distinta de procesar la información y una mayor eficiencia a nivel neuronal. Eso se puede ver, incluso, en los estudios por imágenes. Pero Soledad me lo explicó de una forma más fácil. 

[Soledad]:  Imagínate un cerebro y una selva. O sea, un montón de ramas, un montón de hojas, un montón. Bueno, esa sería la mente de un superdotado, cuando recibe una información o cuando trata de resolver algo. O sea, no va a lo concreto, siempre se ramifica.

Si a un nene, por ejemplo, como Benja le decís dos más dos. Por ahí se te queda mirando. Pero se te queda mirando porque está buscando la complejidad, porque no puede entender que sea tan simple lo que le estás preguntando. 

[Aneris]: Junto con el psicodiagnóstico, Patricia había elaborado un informe especial para el jardín de Benjamín. Ahí constaba que Benjamín es superdotado, es decir, que su CI es mayor a 130, pero no se especificaba el número exacto. Es que hay un consenso general entre los padres por mantenerlo en reserva y así evitar que se genere una especie de competencia. Además, muchas veces es un número que puede ser malinterpretado por los docentes. 

En ese informe, Patricia recomendaba que al año siguiente, en 2020, con Benjamín de 5 años, empezara directamente primer grado de la escuela primaria, junto a compañeritos de 6 años. Es decir que se saltara la sala de cinco del jardín. No solo ya sabía muchos de los contenidos que se dan en ese grado sino que tenía la madurez suficiente como para estar con niños mayores. 

Esto fue en agosto de 2019, a mediados del ciclo escolar. Pero para poder implementar esa promoción que sugería Patricia, Benjamín debía pedir una autorización a la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, es decir, lo que sería el ministerio provincial de Educación. Y es que la ley provincial de educación establece que las salas de 4 y 5 del jardín de infantes son obligatorias para todos los niños, así como también los seis años de educación primaria y los seis de secundaria. 

Mientras esperaban la autorización del ministerio, en el jardín lo pasaron  momentáneamente de la sala de 4 a la sala de 5 por esa mitad de año que quedaba. Según les había dicho Patricia, sería también mejor para Benjamín porque podría cerrar el ciclo del jardín de infantes con un egreso a fin de año. Pero el cambio de salita no fue como esperaban.

[Soledad]: Los padres de sala de cinco no lo querían a Benja. Y los nenes venían y le decían a Benja: “Yo quiero ser tu amigo, pero mi mamá no me deja”.  Porque se había colado. 

[Aneris]: Hasta hicieron dos reuniones para hablar del caso de Benjamín y de niños superdotados pero no les quisieron informar a Soledad ni a Andrés sobre el contenido específico de esos encuentros.  

[Soledad]: Fue ensañarse, ensañarse con un nene, adultos. 

[Aneris]: Benjamín empezó a estar más irritable que nunca. Soledad iba a cada rato al ministerio para tratar de apurar las cosas, pero todo era muy burocrático. Y, como el cambio de sala había generado conflicto entre los padres, el jardín decidió devolver a Benjamín a sala de 4. 

[Soledad]: Era romperlo a Benja de todos lados. O sea, nadie se preocupó por resguardarlo en ese momento y nosotros como papás que estábamos en el medio de algo nuevo, o sea, era todo desorganizado, dentro de, no sé, de un mar todo revuelto y Benja en el medio. 

[Aneris]: Soledad y Andrés sentían que el jardín estaba manejando muy mal las cosas. Más de una vez ellos les habían ofrecido la capacitación gratuita que hace Mensa para los maestros y por una cosa u otra nunca lo habían puesto en marcha. 

Recién en diciembre de 2019 —al final del año escolar— el ministerio autorizó la promoción de Benjamín para que pasara de sala de 4 a primer grado. Para que Benjamín tuviera ese cierre de ciclo que les había aconsejado Patricia, terminó participando del acto de egreso de la sala de 5 pero del turno mañana. De esa forma, no tendría que cruzarse con los padres del turno tarde que lo habían rechazado. 

[Soledad]: Vos imagináte la crueldad. Benja terminó recibiendo su medalla con turno mañana que no conocía a nadie. Menos sentimiento, menos pertenencia, menos humanidad que eso…

[Aneris]: Ya había sido suficiente. Era hora de buscar otra escuela para Benjamín. 

Lo anotaron en un nuevo colegio privado y en marzo de 2020, cuando tenía cinco años, empezó primer grado. Fue todo ilusionado a su primer día de clases. Creyó que por fin le iban a enseñar cosas nuevas. Pero al tercer día, Soledad y Andrés recibieron una llamada de la directora. Benjamín se había presentado en su oficina y le había dicho que quería “renunciar”. Había usado exactamente esa palabra. La directora se los contaba casi riéndose, le pareció hasta simpático. Pero Andrés y Soledad, que estaban empezando a sumar experiencia, prendieron la señales de alerta:

[Soledad]: Ojo porque ya te está dando un mensaje. Si quiere renunciar al tercer día es porque realmente ya está aburrido. 

[Aneris]: Es que recordemos una cosa: Benjamín ya sabía hacer casi todo lo que se suele enseñar en primer grado. Leer y escribir; sumar y restar. Pese a que se había adelantado un año, el contenido de primer grado también le quedaba chico.

Todo fue de mal en peor porque unos días después de haber empezado la escuela, llegó la pandemia del coronavirus y se suspendieron las clases presenciales. Benjamín tenía solo 30 minutos diarios de clases por zoom. Para él no era suficiente: le parecía todo demasiado fácil y quería hacer más cosas. Entonces Soledad y Andrés hablaron con la directora y Benjamín empezó a participar también de los zooms de segundo grado. Hacia la mitad del año – julio de 2020– llegaron a la conclusión de que ya no tenía sentido que siguiera asistiendo a los zooms de primero. Todo lo que le daban en las clases de segundo lo resolvía sin problemas. El tema era que –legalmente– Benjamín seguía estando en primer grado. 

Para regularizar esta situación, Soledad y Andrés pensaron en un plan: que Benjamín rindiera libre segundo grado. Es decir que a través de un examen certificara que ya sabía todo el contenido correspondiente a ese grado. Pero este tipo de exámenes de validación no está permitido en la provincia de Buenos Aires, donde ellos viven. Porque, como ya dijimos, la ley establece la obligatoriedad de asistencia para los seis años que dura la primaria. Entonces averiguaron para hacerlo en la ciudad de Buenos Aires, un distrito que sí permite este sistema. 

Pero antes de poner en marcha el plan, hablaron con Benjamín. Le preguntaron si quería rendir el examen y él dijo que sí.

En noviembre de 2020, con seis años, Benjamín hizo el examen de segundo grado. Fue oral y escrito vía zoom porque aún seguían las restricciones por la pandemia. Andrés y Soledad no estaban seguros de cómo saldrían las cosas. Ya sabían que cuando Benjamín se sentía evaluado, solía camuflarse. Pero esta vez, no lo hizo: 

[Andrés]: Fue espectacular. Sacó diez en todo.

[Aneris]: Desde ese momento, Soledad y Andrés se quedaron tranquilos: además de haber cursado segundo grado por zoom en el colegio de La Plata, tenían el certificado de la ciudad de Buenos Aires en el que constaba que había aprobado el año con calificación sobresaliente. 

Así que a fin de año, Soledad presentó todos los papeles en la escuela para matricularlo en tercer grado. Es decir que iría dos años más avanzado que los chicos de su edad.

Pero ahí se llevaron una sorpresa. La directora les dijo que, como el examen había sido en otra jurisdicción, igual necesitaban la autorización especial del ministerio de la provincia. Soledad no lo podía creer, otra vez deberían lidiar con toda la burocracia. Juntó todos los papeles y los presentó ante el ministerio. 

Pasaban los días y no tenían respuesta… En marzo, cuando estaban por empezar las clases, aún seguían esperando una resolución. Pero Andrés y Soledad se pusieron firmes. Hablaron con una inspectora del ministerio de Educación provincial: 

[Soledad]: Le dije: “Silvia, Benjamín no va a empezar repitiendo el año”. No, pero si vos no lo mandas te vas a meter en un lío porque tengo que hacer una denuncia. Te va a ir a la asistente social. Le digo mirá que venga, que venga asistente social, que venga el ministro, que venga quien tenga que venir. O sea, yo no voy a hacer que mi hijo, por una cuestión de ustedes y de arriba que no me contestan, repita algo que ya no solamente cursó, sino que también rindió libre.

[Aneris]: Después de esa charla, lograron que la inspectora y la directora de la escuela le dieran una autorización de emergencia para que empezara en tercer grado hasta que se expidiera el ministerio. Ese año las clases comenzaron en forma presencial y Benjamín estaba contento. Por fin sentía que estaba aprendiendo algo nuevo. 

Pero en junio, cuando Benjamín ya había cursado la mitad de tercer grado, el ministerio emitió su resolución: Benjamín debía volver a segundo grado. Argumentó que, por un lado, ya se le había permitido un adelantamiento en forma excepcional y por única vez cuando pasó de sala de 4 a primer grado. Y por otro, que debía estar seis años calendario en la escuela primaria, tal como indicaba la ley. 

Soledad y Andrés todavía recuerdan la reunión por zoom que tuvieron con la funcionaria del ministerio cuando les dio la noticia.

[Soledad]: Y yo decía: “¿Esto es en serio?Vos me estás diciendo que mi hijo después de estar medio año o medio ciclo lectivo en un grado, con unos compañeros, simplemente porque Provincia dice que cada chico tiene que estar sentado seis años lo tengo que hacer retroceder. ¿O sea, dónde estás velando por primero la salud de mi hijo emocional. Los derechos de él. O sea, dónde queda Benjamin en todo esto?”

[Aneris]: Andrés y Soledad estallaron de la bronca. 

[Soledad]: Y dijimos esto hay que frenarlo. O sea, no vamos a dejar que lo sigan rompiendo a Benja ni que sigan rompiendo a más chicos. Ahí dijimos un basta. Éramos otros padres, no los del 2018, 19, con más experiencia. Ya saturados del manoseo de los sistemas educativos. 

[Aneris]: Sistemas educativos que, según Soledad, no están preparados para las diferencias:

[Soledad]: Todos los chicos tienen que calzar 35 de zapatos, da igual que te quede grande o que te quede chico, si te queda chico, aguantate el dolor. Si te queda grande, aguantate lo que te baile.

[Aneris]: Soledad y Andrés decidieron entonces ir a la justicia. Fueron al Colegio de Abogados de La Plata para buscar quién los representara y dentro de la lista de abogados matriculados estaba ella:

[Fabiana Rogliano]: Mi nombre es Fabiana Rogliano. Soy abogada de Benjamín.

[Aneris]: Fabiana es especialista en derechos de niños y adolescentes. Recuerda muy bien el día que, después de haberse reunido con Soledad y Andrés, conoció a su pequeño cliente:

[Fabiana]: Cuando se acerca a mi escritorio lo primero que me dice es: “Yo no sé lo que vas a hacer vos y no me importa lo que vas a hacer. Lo único que te digo es que si no lo lográs, yo a la escuela no vuelvo”.

[Aneris]: Fabiana les explicó a Soledad y a Andrés que se estaban vulnerando dos derechos básicos de Benjamín: por un lado el derecho a la educación… 

[Fabiana]: Y otra era el derecho a la salud, porque consecuentemente de este rechazo se le generaban a él un montón de cuestiones desde su aspecto psíquico, emocional.

[Aneris]: Y que por ello podían iniciar una demanda contra el ministerio de educación provincial. Fabiana entonces redactó un documento donde pedía que Benjamín pudiera continuar el tercer grado y lo presentó en los tribunales de justicia. Acompañó el escrito con el psicodiagnóstico elaborado por Patricia y con los resultados del examen libre de segundo grado que había rendido en la ciudad de Buenos Aires. También con un informe del colegio en el que decían que Benjamín había podido generar vínculos sociales con su grupo de pares y había logrado un sentido de pertenencia en tercer grado, alcanzando una estabilidad emocional.

Mientras el caso avanzaba en la justicia, Fabiana y los papás de Benjamín lograron, con una medida expeditiva, que no lo movieran de grado.

[Soledad]: Ahí yo reviví. Benja estaba a resguardo. No lo podían volver para atrás. Y ahí a empezar con toda la movida legal.

[Aneris]: Pidieron la intervención en el caso del asesor de menores y de la defensora nacional de niños y adolescentes. Ambos quisieron conocer a Benjamín. Y luego el juez también lo quiso entrevistar. 

Soledad sabía que ese era el camino que tenían que seguir pero por momentos no soportaba que Benjamín tuviera que pasar por esa situación.

[Soledad]: Yo le pedía a Fabiana y al juez: “Basta de observarlo”. Desde que tiene uso de razón prácticamente está siendo observado. En el jardín por la psicopedagoga, por la directora, por la docente. O sea, basta.

[Aneris]: Pasaron los meses y Benjamín terminó tercer grado en medio de la incertidumbre. Había podido continuar gracias a una autorización provisoria pero aún no había sentencia definitiva sobre su caso.

Recién el 10 de febrero de 2022, ocho meses después de haber presentado la demanda y a pocos días de iniciar el siguiente ciclo escolar, se dictó la sentencia: Benjamín, con 7 años, estaba en condiciones de iniciar cuarto grado. 

Además de darle la razón a la familia, el fallo exigía a las autoridades educativas que presentaran un plan para acompañar su trayectoria escolar teniendo en cuenta sus altas capacidades. El caso de Benjamín sentaba un precedente: 

[Fabiana]: No hay otro caso de altas capacidades con un fallo judicial tan contundente y que ordena a la Dirección General de Escuelas, digamos, un poder que ordena a otro poder, efectuar un plan que los contemple y que no los deje fuera del sistema.

[Aneris]: En marzo de 2022 Benjamín empezó cuarto grado en otro colegio privado. Volver a cambiar de escuela fue como dar inicio a una nueva etapa.

[Soledad]:  Fue el primer año que empezó físicamente y legalmente en el mismo lugar. Y por suerte empezó supercontento. Tiene un colegio que es una maravilla, lo cuidan, lo resguardan un montón, con límites, obviamente.

[Aneris]: Soledad y Andrés encontraron una escuela donde están dispuestos y tienen ganas de aprender a lidiar con niños de altas capacidades. 

De hecho, Patricia, la psicóloga, ya fue a darles una charla a los docentes sobre el tema: les habló sobre las características y los mitos de los niños superdotados y sobre qué pueden hacer con ellos para lograr que aprendan y se sientan a gusto en el aula.   

Además, los maestros, los funcionarios del ministerio y los papás de Benjamín se reúnen periódicamente para ver si hay que hacer ajustes en su plan de estudios. 

No es que no haya problemas. A veces Benjamín se pelea con algún compañero; lo normal, lo que le pasa a todos los chicos. Pero desde la escuela lo resuelven distinto. Ante cada situación, los maestros hablan primero con Benjamín y luego charlan con toda la clase para ver cuál es la mejor forma de llegar a una solución.  

[Soledad]: Y ya deja de estar en foco. Pasa a ser uno más, aún con sus diferencias, porque las tiene, o sea, toda su emocionalidad, su intensidad muchas veces en algunos aspectos, pero es uno más.

[Aneris]: Y finalmente entra a la escuela feliz. 

[Soledad]: Benja entraba con la cabeza gacha, como sintiendo vergüenza de quién era y ahora no.

[Aneris]: Fui a la casa de Soledad, Andrés y Benjamín un lunes y aún estaban sorprendidos por lo que había pasado ese sábado. Era día de la ludoteca, pero Benjamín había preferido faltar para ir al cumpleaños de uno de sus compañeros de la escuela. 

[Andrés]: O sea, para nosotros que deje la ludoteca, que era lo número uno, donde él podía estar con sus pares. Y no quiera ir porque se iba a perder el cumpleaños de su compañero, para nosotros es excelente.

[Aneris]: En estos años, Soledad y Andrés aprendieron que ser superdotado está muy alejado del típico estereotipo de Einstein que muchos de nosotros tenemos en la cabeza. Tienen una forma distinta de aprender, pero eso no significa que no necesiten que los estimulen, les enseñen y los acompañen. 

[Soledad]: Se asocia la superdotación con ser el mejor, con ser súper, con ser… Y no es así.  No digo que mi hijo sea el mejor. Digo mi hijo es lo que es.  Y la realidad es que hay muchas más lágrimas dentro de las familias de chicos superdotados de lo que imagina la gente. 

[Aneris]: Es que la mayoría no llega al diagnóstico porque su hijo descubrió una fórmula matemática, sino porque ese niño viene de pasarla mal durante mucho tiempo. 

Cuando crezcan, algunos de estos niños tal vez brillarán en algún área, algunos otros pasarán desapercibidos y otros capaz fracasen en cada cosa que se propongan. Pero en definitiva, solo una cosa importa: 

[Soledad]: Yo quiero, como todo padre, que sea feliz. Y que sea lo que sea. Si quiere ser no sé pintor de portones y es feliz, ya está. 

[Aneris]: Que sea simplemente feliz y que no esperen de él nada fabuloso.  

Tal vez cambie de opinión en un tiempo pero, por ahora, Benjamín tiene bastante claro lo que quiere ser cuando sea grande…

[Benjamín]:  Futbolista y dentista…

[Aneris]: La elección tiene una explicación bastante contundente…

[Benjamín]: Porque si sos dentista te pagan un montón de plata y así más fácil comprarte una casa.

[Aneris]: Bueno, una casa y algo más…

[Benjamín]: Y comprarme la Play 6 cuando salga.

[Aneris]: ¿Ahora tenés Play?

[Benjamín]: ¿5-2?

[Aneris]: ¿5-2? 3

[Benjamín]: Tengo la Play 3…

[Aneris]: Y es que Benjamín, como cualquier niño, no puede dejar de ser el que es… En su caso, un superdotado. 5-2, en vez de 3. Para qué hacerlo simple, si complicado es más divertido.

[Daniel]: La semana pasada Benjamín terminó de cursar 4to grado y en marzo de 2023 empezará 5to con 8 años. Tendrá dos años menos que sus compañeros de clase.

Aneris habló  con una representante del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires. Dijo que a raíz de la experiencia de Benjamín están revisando normativas y procesos internos para no volver a cometer los mismos errores. 

Si bien no está del todo probado, se estima que la superdotación es, en la mayoría de los casos, hereditaria. Pero hasta el momento ni Andrés ni Soledad han querido hacerse el test para conocer su CI. Prefieren no saber… 

Aneris Casassus es productora de Radio Ambulante y vive en Buenos Aires.

Esta historia fue editada por Camila Segura y por mi. Bruno Scelza hizo el fact-checking. El diseño de sonido es de Ana Tuirán y Rémy Lozano, con música original de Rémy. Un agradecimiento a los doctores Ignacio Appendino, Diego Montes de Oca, Gabriela Morell, Franco Scattolo y Esteban Vaucheret por su ayuda con esta historia.

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolás Alonso, Lisette Arévalo, Andrés Azpiri, Pablo Argüelles, Diego Corzo, José Díaz, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Juan David Naranjo, Ana Pais, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa, y Luis Fernando Vargas.

Natalia Sánchez Loayza es nuestra pasante editorial.

Selene Mazón es nuestra pasante de producción.

Carolina Guerrero es la CEO.

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios. Se produce y se mezcla en el programa Hindenburg Pro. 

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

 

Créditos

PRODUCCIÓN
Aneris Casassus


EDICIÓN
Camila Segura y Daniel Alarcón


VERIFICACIÓN DE DATOS
Bruno Scelza


DISEÑO DE SONIDO
Ana Tuirán


MÚSICA
Rémy Lozano


ILUSTRACIÓN
Franco Zacha


PAÍS
Argentina


TEMPORADA 12
Episodio 14


PUBLICADO EL
12/20/2022

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