Esa maldita ida allá – Transcripción

Esa maldita ida allá – Transcripción

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[Silvia Viñas]: Hola, soy Silvia Viñas. 

[Eliezer Budasoff]: Y yo soy Eliezer Budasoff. 

[Silvia]: Todos los viernes en El Hilo hablamos con expertos, periodistas y los protagonistas de las noticias para entender mejor qué está pasando en América Latina. 

[Eliezer]: ¿Cómo ha afectado la pandemia a los inmigrantes venezolanos? ¿Qué tan preocupantes son las nuevas variantes del coronavirus? ¿Qué pasará con la democracia de Estados Unidos?

[Silvia]: Entiende Latinoamérica a través de sus historias. Escúchanos en Spotify, desde tu aplicación de podcast favorita o directamente desde nuestro sitio web el hilo punto audio.

[Daniel Alarcón]: Bienvenidos a Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón.

Esta historia empieza con una travesía de Bogotá hasta un lugar perdido en la selva colombiana. Es el 2003, y estamos con Diego. Bueno, llamémoslo Diego. Quiso que le cambiáramos el nombre. Es médico. 

Este es Diego.

[Diego]: Ese traslado fue de aquí a Villavicencio en carro.

[Daniel]: De aquí. Es decir, de Bogotá, la capital, hasta una ciudad al oriente del país. Tres horas en auto. Viajaba porque iba en una brigada de salud. Ahí en Villavicencio se encontró con otras personas que también irían: un odontólogo, una enfermera, algunos auxiliares de enfermería. Pero el viaje sería más largo.

En Villavicencio se montaron en un avión y empezaron un vuelo de más o menos una hora.

[Diego]: Era un avión grande donde iba más gente. Era como de esos aviones viejos DC3 de que viajan en el… en el área rural. Entonces iba gente que llevaba los mercados, vi otras personas de salud. Llegamos allá, aterrizamos en un aeropuerto rural de La Macarena. 

[Daniel]: La Macarena, uno de los pueblos esparcidos dentro de un parque natural que lleva el mismo nombre.

[Diego]: Y bueno, ya ahí salimos del aeropuerto y nos trasladan en tres jeeps. Entonces llegamos a La Macarena, al pueblo. Mucho calor, mucho verde.

[Daniel]: Ahí les dijeron que tenían que coger dos lanchas por el río. 

[Diego]: Y vamos al sitio donde vamos a hacer la brigada: “¿Y a cuánto queda?”, les digo yo. “Bueno, como a una hora”.

Y nos vamos río abajo. Un río muy grande, con mucha vegetación a lado y lado. Yo ni siquiera sabía qué río era.

[Daniel]: Diego tampoco sabía cómo se llamaba el lugar específico a donde llegarían. Y es que no le habían dado muchos detalles, solo sabía que iba a la zona de La Macarena. Pero como fuera, todo parecía muy tranquilo.

[Diego]: Se sentía una paz en ese río impresionante. Pasaban lanchas normales, que uno decía pues aquí es todo como tranquilo, ¿no? 

[Daniel]: Después de navegar como una hora, se desviaron del cauce principal y llegaron a una especie de bahía. Ahí se bajaron. Una mujer que Diego no conocía, pero que se había presentado desde antes como la enfermera que coordinaría la brigada, les dijo que ese era el lugar. 

A Diego se le hizo raro. Solo veía árboles muy grandes. No había ninguna señal de personas y en otras brigadas en las que había estado siempre llegaban a zonas habitadas, así fueran pueblos pequeños. Pero unos minutos después, desde adentro de esa selva… 

[Diego]: Ahí salen unos… ya gente armada con uniformes camuflados con identificación de este grupo guerrillero. 

[Daniel]: Las FARC. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Un grupo que, en ese año, 2003, llevaba casi cuatro décadas de lucha armada contra el Estado colombiano. Diego, que tenía mucha experiencia en brigadas médicas, no se esperaba esto. Inmediatamente supo que esta no sería una brigada normal. 

[Diego]: Entonces yo me sorprendo y digo muy fuerte, digo: “¿Qué es esto? ¿Dónde nos trajeron?” Entonces yo lo primero que pensé esto es… es como un secuestro.

[Daniel]: Secuestro o no, lo que pasaría de ahí en adelante cambiaría su vida.

Nuestro productor David Trujillo, nos sigue contando.

[David Trujillo]: Antes de seguir, hay que tener claro que Diego es un médico ortopedista con bastante renombre en Colombia. Aunque trabajaba en una de las clínicas más prestigiosas de Bogotá, siempre le ha gustado trabajar fuera de consultorios, ir a zonas donde el acceso a la salud es precario y prestar sus servicios como médico. Este viaje que acabamos de describir, no era su primera brigada. 

[Diego]: Participaba en brigadas de salud, que me parecía un trabajo muy gratificante desde el punto de vista personal. 

[David]: Estas brigadas podían durar varios días. A veces las hacía como parte su trabajo y para las organizaciones con las que trabajaba. Como fuera, se enfocaba en hacer, casi siempre, consultas de ortopedia general, y a veces pequeñas cirugías. 

En 2003, lo contactó un colega. Lo llamaremos Camilo. Intentamos entrevistarlo para esta historia, pero después de insistirle dejó de responder.

[Diego]: Es un médico anestesiólogo, eh,  trabaja en una clínica, eh, de prestigio aquí en Bogotá. Y algún día… yo iba a operar a esa clínica, algún día lo conocí. Y yo sabía que él hacía bastantes brigadas.

[David]: Camilo le contó que pronto iba a ir a una brigada de salud pero que el ortopedista que siempre lo acompañaba tenía otro compromiso para ese día. Quería saber si él podía reemplazarlo. 

Diego le pidió más detalles.

[Diego]: Me dijo:  “Lo organiza la gente de la comunidad… la gente de tal zona”.

[David]: Una comunidad en la zona de la sierra de La Macarena. Irían con más o menos diez personas durante dos días a atender pacientes en una área selvática muy alejada de cualquier ciudad. Camilo le dijo que todo era organizado por las personas que vivían en ese lugar, que no sabía el nombre exacto, pero sí le dijo que era alguna comunidad en la orilla del río. 

Luego le explicó cómo sería el traslado que ya contamos al principio, y en ese momento no hablaron de dinero.

[Diego]: Absolutamente nada. Porque normalmente en las brigadas no se recibe ninguna remuneración. Es más un trabajo que uno hace de… de  ayuda a la comunidad.

[David]: Para los que nunca hemos voluntariado en una brigada médica, suena sorprendente todo esto. Pero para Diego…

[Diego]: Y, bueno, me pareció como lo más natural, pues de una brigada de salud normal. 

[David]: Diego aceptó. Le contó a su familia que estaría dos días en la brigada. 

Diego nunca había estado antes en esta zona de La Macarena, que era uno de los lugares más afectados por el conflicto en Colombia. Pero sí sabía de los militares, los policías y civiles secuestrados en las selvas colombianas, incluso en esa zona. Muchos llevaban casi diez años en esas circunstancias. Había visto en noticieros las imágenes de las celdas improvisadas, de las cadenas que les ponían, de las condiciones extremas en las que tenían que sobrevivir. 

Por eso, cuando Diego vio a estas personas de Las Farc armadas frente a él, lo único que quiso fue irse de ahí, regresar inmediatamente a Bogotá.

[Diego]: Entonces me dicen: “Doctor, nosotros lo vamos a regresar, no se preocupe. Nosotros vamos a velar por su seguridad”. Entonces ahí me dicen: “No es tan fácil volver a salir de acá hoy mismo. Mañana posiblemente. Porque usted sabe que estamos en conflicto, entonces nosotros lo queremos sacar con toda la seguridad”.

[David]: Y eso medio lo tranquilizó. Es decir, no parecía un secuestro. 

[Diego]: Yo les digo, pues: “¿Y por qué yo estoy acá?”. “No, doctor, es que tenemos gente herida, gente que está mal de salud. Solamente necesitamos que nos vea unas personas”. 

[David]: Ahí entendió que la brigada no era con una comunidad cualquiera, sino con Las Farc, la guerrilla más antigua del hemisferio occidental. Una guerrilla que cometió asesinatos, masacres, violaciones, atentados con bombas, reclutamientos forzados. Una guerrilla que fue protagonista en un conflicto armado de muchas décadas y que en ese momento dejaba más de 218 mil muertos.  

Los guerrilleros les pidieron que los siguieran hacia un campamento que funcionaba como una especie de hospital. Diego obedeció. No tenía mucha opción y estaba muy confundido con lo que estaba pasando. No sabía si las otras personas de la brigada tenían claro desde el principio a dónde iban, pero tampoco habló con ellas. No se sentía seguro. La única persona que le podía dar respuestas era Camilo, el colega que lo invitó. 

[Diego]: Pero bueno, él… él siempre me dijo: “Yo no tenía ni idea, yo no tenía ni idea que veníamos acá, a un sitio de estos. Se lo hubiera dicho con anterioridad”. Me dijo: “No, yo lo entiendo y yo también me siento así. O sea, yo me siento inseguro y quiero irme ya”. 

[David]: Tal vez Camilo sí estaba igual de confundido que él, y quizás también lo habían engañado para ir allá. Fuera lo que fuera, en ese momento no valía la pena enfocarse en culparlo. Ya Diego estaba en esa situación, ahora tenía que ver cómo salir de ahí lo más pronto posible y de la mejor forma. 

[Diego]: Yo me concentré y dije, bueno, esto es… voy a hacer como si estuviera haciendo una brigada normal para poder como salirme del entorno en el que estaba. Y lo que me metí en la cabeza fue: hay gente que necesita que lo ayude, listo, yo lo ayudo, no me importa dónde esté.

[David]: Al final de la tarde, cuando llegaron al campamento en medio de la selva, les mostraron el sitio donde se iban a quedar. 

[Diego]: Eran como casuchas como hechas en… en madera, con unas camas ahí. 

[David]: Nada de comodidades. Los baños estaban cubiertos con láminas de material prefabricado, y Diego vio muy pocas construcciones alrededor.

[Diego]: Todo muy precario, sí. El sitio donde dormíamos y un sitio donde, como donde se reunían. Como una… un salón, con unas bancas. Tenían un supuesto consultorio médico.

[David]: Con lo necesario para atención básica: vendas, alcohol, medicamentos para el dolor, jeringas, agujas, hilo para suturar. Lo que sí sorprendió a Diego es que tuvieran un equipo básico de rayos X para sacar radiografías. 

Aunque no era mucho, Diego podía trabajar con eso. Entonces les preguntó a los guerrilleros cuál era el plan.

[Diego]: “Tenemos tantas personas para que nos vea, si le parece”. Siempre muy cordiales y muy respetuosos. Eso me impactó mucho. Siempre se referían a uno como: “doctor, si a usted le parece, si hacemos esto, o como usted lo quiera organizar”.

[David]: No sabe cuántos guerrilleros había en ese campamento, pero en ese momento le hablaron de unas veinte personas con heridas por combates en otros momentos y por la vida en la selva, como fracturas y esguinces. Pero por la hora, no podría revisarlas sino hasta el día siguiente. 

Pasadas las seis de la tarde, les ofrecieron un café y un caldo, y muy rápido empezaron a apagar el fuego y cualquier otra fuente de luz. La idea era quedar a oscuras cuando se hiciera de noche para evitar los bombardeos aéreos del ejército. 

[Diego]: La noche fue terrible porque no dormí un solo minuto pensando en que me fuera a pasar algo. Fue una noche realmente muy, muy complicada.

[David]: Pensaba en su mamá, en su papá, en sus hermanos, en sus hijos. Pensaba en su esposa y que le había dicho que iba a estar incomunicado por dos días. Pero nunca le dijo que estaría en una situación como esa en la que en cualquier momento podía haber un bombardeo o un cruce de disparos, y él podía resultar afectado.

Al otro día se levantaron temprano y desayunaron. Mientras comía, Diego escuchaba a los guerrilleros. 

[Diego]: Ellos hacen una formación por allá, porque los oye uno cantar, los oye uno gritar cosas. 

[David]: Diego dice que la mayoría eran jóvenes. Eran guerrilleros rasos, hombres y mujeres, que cocinaban, limpiaban el campamento y ayudarían con los pacientes.

También había algunos hombres mayores, por encima de los sesenta años, que daban órdenes al resto. Comandantes, seguramente. Pero entre toda esa gente, Diego nunca vio a ningún cabecilla de los que salían en las noticias, y tampoco le interesaba saber quién era quién. De hecho, según él, habló solo lo necesario con estas personas.

[Diego]: En ningún momento ni hablé con nadie de nada de asuntos políticos, de asuntos de conflicto, no me interesaba. Ellos tampoco eran muy abiertos a hablar de ese tema.

[David]: Ese segundo día Diego se dedicó a revisar a unos cuarenta pacientes. Atendía los casos en los que podía hacer algo con lo que había.

[Diego]: De pronto curaciones de algunas heridas de… cirugías no, porque no tenían la infraestructura. Tenían algo como… de hacer algo de cirugía menor, procedimientos menores, pero nada más. 

[David]: Con los casos más serios, Diego recomendaba que los trasladaran a un hospital. En eso estuvo desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde, con una pausa para almorzar. Y ya en ese momento estaba muy cansado e incómodo, así que cuando terminó les dijo que se quería ir.

[Diego]: Yo los presioné mucho para que me… “Yo necesito estar hoy en la tarde en La Macarena…”.

[David]: En el pueblo de La Macarena, desde donde se montaron en la lancha.

[Diego]: “… y quiero estar en Villavo hoy”. 

[David]: En Villavicencio, la ciudad al oriente del país a donde llegó en carro desde Bogotá. Pero no era tan fácil, porque para llegar a Villavicencio desde La Macarena había que moverse en avión. Y claro que no era una aerolínea comercial con horario fijo y viajes constantes. Era un avión que movía a la gente de la zona cuando era necesario, y con la que los guerrilleros tenían que coordinar todo. Igual, Diego seguía siendo enfático.

[Diego]: “No sé, pero yo ya cumplí con mi labor y a mí me sacan de acá”. Y bueno, esa noche no lo lograron, entonces yo estaba muy molesto. Pero dije, igual no puedo hacer nada. 

[David]: Pasó otra noche en vela, esperando que no fuera a pasarle nada malo. En la mañana les pidieron a él y a Camilo que empacaran todo y los montaron en una lancha. Diego no sabe qué pasó con las otras personas que iban con ellos a la brigada, pero no las volvió a ver. 

Justo antes de salir los detuvo un señor mayor, con bigote. Era el comandante mayor del campamento.

[Diego]: Él nos dice: “Doctores, muchas gracias por su servicio era un poquito fuerte éllo valoramos mucho. Y solamente para despedirlos les quiero decir que ustedes no pueden comentar nada de dónde estuvieron, con quién estuvieron, por qué estuvieron. Conocemos la historia de ustedes dos, de sus familias, dónde viven, dónde trabajan, qué hacen, qué no hacen. Y pues, nosotros tenemos que protegernos. Entonces les recomendamos, a partir de ahora, ningún comentario con nadie”. 

[David]: No era necesario que Diego respondiera. La respuesta era obvia. Al final se despidieron y empezaron su regreso por el río. Al mediodía llegaron al pueblo de La Macarena, ahí tomaron el avión hasta Villavicencio y luego en carro a Bogotá. Fueron dos días en el campamento estresantes, difíciles y de mucha confusión. Pero, bueno, ya estaba en su casa.

[Diego]: Y cuando yo llego, pues entonces empieza el dilema de si lo comento con mi familia, si lo comento con alguien. 

[David]: Pero recordaba muy bien las palabras de ese comandante de bigote. 

[Diego]: Cuando yo llegué aquí a Bogotá solamente hacía sino pensar en eso. Eso fue como una amenaza, o sea, eso fue una amenaza. Ya traté de olvidarme del tema… del tema, no lo comenté con nadie. 

[David]: Y siguió con su vida como si nada. 

Unos meses después, Diego recibió otra llamada de Camilo.

[Diego]: Y me dijo: “No, que mire, que nos toca volver. Que tienen unas personas complicadas y que tienen que ver sobre todo un grupo de personas que están muy mal”. 

[David]: Según le explicó, lo había vuelto a contactar alguien que organizó la brigada anterior. Diego le respondió sin dudar. 

[Diego]: Yo le dije: “No, yo no voy. Que no y no”. Yo le dije: “No, yo por allá no vuelvo, usted sabe que no vuelvo”. 

[David]: Pero Camilo siguió llamándolo e insistiendo durante varios días. Según Diego, Camilo le dijo que la persona que lo contactó estaba presionándolo mucho. Y que le había recomendado convencerlo por su seguridad. 

[Diego]: Entonces eso fue muy, muy, muy desagradable porque yo ya me sentí muy presionado. Entonces, en ese momento yo no sabía si ir a las autoridades, no ir a las autoridades. 

[David]: Diego sabía de lo que era capaz Las Farc y tenía miedo. Muy seguramente lo estaban vigilando, y si iba a las autoridades, que seguramente estaban infiltradas por las Farc, habría consecuencias. Sabía que un secuestro era muy posible. La guerrilla había estado secuestrando gente con diferentes profesiones abogados, psicólogos, ingenieros, médicos para que los ayudaran con ciertos temas o les enseñaran lo que sabían. O peor aún, podía haber un atentado contra su familia. Eso era lo que más le preocupaba. Lo haría por ellos. 

[Diego]: Por mi señora en ese momento, por mis hijos, por mis papás, mis hermanos. Somos una familia grande. Entonces yo dije no, pues yo me sacrifico, si me pasa algo a mí que me pase a mí y no le pase nada a ellos. 

[David]: Terminó aceptando pero con la condición de que iría, atendería a los pacientes y volvería al otro día. 

[Diego]: Y así fue. Así fue. Me sentí presionado para ir, me sentí amenazado. 

[David]: Viajaron de nuevo hasta La Macarena, pero una vez ahí, en lugar de ir en lancha, hicieron un viaje de cuatro o cinco horas en carro por la selva. Diego cree que no era el mismo lugar al que había ido meses atrás. 

Pero todo lo demás sí fue muy parecido a la primera vez. También iban otras personas en la brigada: enfermeros, auxiliares, odontólogos. Diego nuevamente se enfocó en su trabajo, atendió a varios pacientes, trató de no fijarse mucho en las caras de los guerrilleros y al día siguiente volvió a Bogotá. 

Diego me dijo que en algún momento Camilo le ofreció un dinero que les habían dado por sus servicios. Eran aproximadamente dos mil dólares al cambio de la época, pero según Diego, los rechazó. Me dijo que simplemente le pidió a Camilo que no lo volviera a buscar y decidió no saber más del tema. 

Su vida siguió normal hasta que, cuatro años después, en 2005, recibió una carta de la embajada de Estados Unidos en Colombia. Le estaban notificando que su visa había sido cancelada. Se le hizo muy raro. No entendía nada. Llevaba muchos años con su visa en regla y viajaba a Estados Unidos con frecuencia. Iba a cursos de ortopedia, a congresos de medicina, a dar conferencias y nunca había tenido problemas. Siguió leyendo con cuidado la carta…

[Diego]: Y dice: “Por ser una amenaza para la seguridad nacional”. Empecé a pensar y dije, esto tiene que ser una equivocación. Me decían que me acercara a la embajada si quería tener más detalles. 

[David]: Claro que quería más detalles. Pidió una cita, pero allá solo le dijeron que había sido una decisión del Departamento de Estado, que es el que se encarga de las relaciones internacionales de Estados Unidos y puede cancelar las visas si lo ven necesario.  

Su abogado le recomendó revisar su pasado judicial. Así que averiguó en la Fiscalía a ver si tenía alguna denuncia o una investigación en proceso de la que no supiera y le respondieron que no, que todo estaba en orden. 

Diego seguía sin entender nada. Pero la cuestión se aclaró en febrero del 2008, tres años después.

[Diego]: Yo estaba trabajando en la clínica, a las seis de la mañana. Y de pronto me llama mi ex señora diciéndome angustiadísima que… que no entendía qué estaba pasando, pero habían llegado una cantidad de policías y que un fiscal solicitando… y que tengo una orden de detención.  

[David]: Lo primero que Diego pensó fue que era algún tipo de robo y que querían meterse a su casa. Le dijo a su esposa que no abriera la puerta, que él ya salía para allá. Pero ella le respondió…

[Diego]: “No, es que ya está aquí el fiscal”. Y le dije: “Pásamelo y yo hablo con él”. “Doctor, ¿cómo está?, ¿cómo le ha ido? Soy el fiscal no sé qué de la unidad antiterrorismo, y requerimos su presencia porque… ¿Usted dónde está?” “Estoy en la clínica. No entiendo qué está pasando”. “No, sí doctor, tampoco entendemos qué… dice que aquí usted tiene una orden de captura por rebelión”.

[David]: Rebelión. Es el delito de querer derrocar un gobierno con armas, es tratar de tomarse el poder de forma violenta. 

Diego solo podía pensar en una cosa.

[Diego]: Y yo decía sí, esa maldita ida allá.

[Daniel]: Esa maldita ida a allá. Los dos viajes a los campamentos de Las Farc en 2003.

Una pausa y volvemos.

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[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. 

Antes de la pausa, las autoridades habían llegado a la casa de Diego para capturarlo por el delito de rebelión. Él estaba en la clínica trabajando y hablaba con el fiscal por teléfono. 

[Diego]: “¿Qué tengo que hacer?” Entonces me dijo: “No, quédese donde está yo mando por usted a recogerlo”. Entonces yo le dije: “No, yo me desplazo a mi apartamento”. “No, si quiere mejor quédese allá y espere”. ¿No?, entonces mi esposa un mar de lágrimas, el niño chiquito…

[Daniel]: Habían tenido un bebé hacía apenas un mes.

Después de un rato, unos policías lo recogieron en un carro particular y lo llevaron hasta su casa. La calle donde vivía estaba acordonada y llena de carros de las autoridades. Diego subió a su apartamento. 

[Diego]: Terrible, porque ellos revisan mis computadores, revisan mi celular, revisan algunas otras cosas, algunos libros, algunos eh… como papeles. Bueno, eso fue una requisa del apartamento de dos horas. 

[Daniel]: Diego no sabía qué hacer, no sabía qué decirle a su esposa. El fiscal le leyó sus derechos y después le pidió que lo acompañara. No le dio más explicaciones, pero, claro, aunque no lo dijo, en el fondo Diego sabía que la razón eran esas dos idas a los campamentos de Las Farc en el 2003.

Por el delito de rebelión, Diego podría enfrentarse a una pena de entre ocho y trece años y medio de cárcel. Pero para él todo era un malentendido, bastaba con explicar qué había pasado. 

David Trujillo nos sigue contando.

[David]: Los policías lo llevaron a los juzgados de Bogotá para que un juez legalizara la captura. Allá se encontró con Camilo, a quien también habían capturado. Y ahí ya fue obvia la razón del arresto. 

[Diego]: Y yo lo miraba y yo le decía: “¿Si ve en lo que terminamos, no?”.  Yo iba con mucha rabia, la verdad. Casi que no hablaba con él.  

[David]: La Fiscalía tenía que explicarle a un juez las razones para capturarlos, y con eso definirles su situación: si los liberaban, si quedaban detenidos y en dónde o si les daban libertad condicional mientras se adelantaba el caso.

Pero no era un proceso rápido ni sencillo. 

[Diego]: Mientras definen eso lo dejan a uno en un calabozo, una celda oscura, horrible, terrible, con un colchón para acostarse. 

[David]: Lo metieron ahí con Camilo.

[Diego]: Había varias celdas. Pero eso es un callejón, celdas acá y celdas acá, y un baño comunal. Había un patio para salir a almorzar o a tomar diez minutos de sol. Y yo estuve casi diez días en un calabozo. 

[David]: Ya ahí adentro su esposa lo visitó  y él pudo explicarle todo.

[Diego]: Ella sabía de esa brigada, pero no dónde había llegado. Y yo le dije: “No, yo creo que fue esta maldita brigada donde fui”. Y bueno, ella de una fortaleza inmensa, con un niño de veinte días de nacido, asumió todo. Se puso con mis hermanas a organizar las cosas de los abogados, de tratar de estar bien. Mi mamá se empezó a enfermar. 

[David]:Porque, claro, la situación era difícil no solo para Diego, sino para su familia. 

El proceso en el que estaba Diego era una acusación colectiva. La Fiscalía había capturado a varias personas que venían investigando desde 2004 por apoyar a Las Farc, específicamente al Frente Primero, uno de los más grandes y el que tenía más relaciones con el narcotráfico. 

Las personas que estaban siendo acusadas les vendían víveres a los guerrilleros, también pasajes de avión en la zona, les daban apoyo logístico. Diego y Camilo estaban ahí por haberles dado servicio médico.  

[Diego]: Eso es un expediente gigantesco, porque como era de tanta gente. Pero la parte de los médicos era de un expediente de setenta y pico de hojas, 78 hojas… era menos de una hoja. 

[David]: Ahí estaba el testimonio de la jefe de logística del Frente Primero que se había desmovilizado en 2007. El documento decía que ella se encargaba de buscar médicos para llevarlos a atender a sus compañeros. Diego no está seguro, pero cree que tal vez se trataba de la mujer que se presentó como la enfermera que coordinaba la brigada. 

Como fuera, esta mujer dio información de los vuelos en los que se movieron los médicos, las coordenadas de los lugares donde atendieron a la gente y los reconoció en fotos. Además, aseguró que habían ido por voluntad propia y que por esa labor recibieron dinero, lo cual Diego niega. 

Entonces  llegó el día de la legalización de la captura ante el juez.

[Diego]: Eso fue un lunes. Yo estaba convencido que a nosotros nos iban a dar libertad condicional mientras se hacía el juicio o lo que fuera, según decía mi abogado. 

[David]: Porque no tenían antecedentes, porque no representaban un peligro para la sociedad. Pero el juez determinó que lo que había encontrado la Fiscalía era suficiente para que todas las personas capturadas siguieran el proceso detenidas en una cárcel. 

[Diego]: Eso fue el derrumbe total. O sea, ya venía derrumbado, esto fue lo peor. 

[David]: Los trasladaron a la cárcel La Picota, al sur de Bogotá. Una de las más grandes e importantes del país. 

[Diego]: Eso fue una depresión total, yo ya ni hablaba. Solamente pensaba en mi familia. O sea, eso fue muy fuerte, empiezan a salir las cosas en los medios de comunicación. 

[David]: Un médico reconocido involucrado con Las Farc y además en la cárcel. Era una noticia tremenda. 

El ingreso a la prisión fue difícil. Requisas, fotos, tomas de huellas, reseña. Luego los metieron a él y a Camilo en un cuarto pequeño y oscuro con unas treinta personas que entrarían por diferentes delitos. Después de muchas horas, los llevaron ante un directivo de la cárcel.

[Diego]: Yo creo que era el director o el subdirector de la cárcel, no sé quién era. Y lo van pasando. «¿Ah, usted? Uy, qué descrédito usted pa’ su universidad, ¿no?». Empiezan como a uno a amedrentarlo, y a decir: “Ah, es que usted estuvo en tal parte, ¿no? Es que no le da ni pena…” Yo no le respondo nada, y bueno, ya… “Tienen que ir al patio cuatro que es el patio de la guerrilla”. 

[David]: Diego recuerda que había como unas veinte celdas en ese patio, cada una de unos tres metros cuadrados.  

[Diego]: Ahí podían meter cuatro, si querían. Había un camarote de cemento, uno dormía en el camarote, otro en el camarote, otro en el piso, y si podían meter otro en el piso, ahí. Cuatro personas en ese espacio, sin colchón.

[David]: Esa noche lo metieron en una celda con dos personas más, sin Camilo. Y no tuvo más opción que dormir en el piso.

[Diego]: Ufff, no… Yo quería morirme, la verdad quería morirme. Terrible, terrible, yo quería dormirme y no… no volver a despertar. 

[David]: Pensaba también en que era una injusticia estar ahí, que todo lo que estaba pasando era un error. Y no podía disimular esa rabia que tenía con Camilo.  

[Diego]: Tenía rabia, y tenía rabia, y tenía rabia, y… solamente le decía: “¿Por qué pasa… por qué, por qué tuvo que pasar esto? ¿Por qué, por qué no, no, no fueron claras las cosas, no sé qué?” Y él siempre me decía: “Yo no tenía ni idea, no tenía ni idea, no tenía ni idea…”.

[David]: Diego no podía hacer más, no tenía sentido seguir pidiéndole explicaciones que no le iba a dar. Su decisión fue dejarle de hablar, y nunca se volvieron a reconciliar. 

Para sorpresa de Diego, las otras personas del patio no lo trataron mal. 

[Diego]: Ellos muy respetuosos: “No sabemos por qué están acá, no entendemos, siéntanse tranquilos, aquí no les va a pasar nada. Aquí tenemos una disciplina, aquí se levanta uno a tal hora, se bañan a tal hora y la salida es a tal hora”. Ellos mandan en el patio. Ellos dicen qué se hace, qué no se hace, qué se come, qué no se come.  

[David]: Diego no tenía problema en seguir las indicaciones, sus ánimos no estaban para meterse en problemas. La rutina era sencilla:

[Diego]: Levantarse, bañarse… 

[David]: Con agua fría…

[Diego]: Ah sí, helada (risa), helada. Desayunar, a las diez de la mañana lo sacaban a uno como una hora a un patio donde había mucha gente. Y yo no miraba a nadie, caminaba como de un lado pa’ otro. Y el resto del día leía y escribía, leía y escribía, era mi rutina. 

[David]: A veces escribía cosas de medicina que iba encontrando en los libros que leía. Otras veces intentaba escribir lo que pasaba, lo que sentía. Era duro.

[Diego]: Yo lloraba todos los días. O sea, yo… la sensibilidad era terrible. 

[David]: Sobre todo porque tenía muy poco contacto con su familia. Solo a través de llamadas y en las visitas de los domingos que no eran en las mejores condiciones: en medio del patio, alrededor de muchas personas, sin siquiera poder conversar con tranquilidad.

En ese momento, nada podía hacerle ver con optimismo su caso. Ahí la Fiscalía debía mostrar las pruebas y la investigación que demostrarían que Diego sí había cometido el delito de rebelión, y que por eso debía permanecer en la cárcel. 

Claro, Diego tenía derecho a su defensa para al menos seguir el proceso fuera de la cárcel, pero como su abogado no logró la libertad condicional desde el primer momento, decidió seguir el proceso con otro. 

[Iván Cancino]: Mi nombre es Iván Cancino González. Soy abogado penalista y vivo en Bogotá, Colombia.

[David]: Iván Cancino es uno de los abogados penalistas más conocidos del país. Ha tomado casos muy mediáticos, incluso controversiales. Como abogado logró la primera condena por bullying en el país, y ha defendido a personas relacionadas con narcotráfico, paramilitarismo y corrupción.

Supo del caso de Diego porque un sobrino suyo era el mejor amigo del hijo de Diego, pero incluso desde antes conocía su trabajo como ortopedista reconocido. Cuando la familia de Diego lo contactó, sabía lo polémico que era el caso por lo que ha significado Las Farc para Colombia, y más en ese momento cuando un acuerdo de paz era casi impensable. Si capturaban a una persona involucrada con esa guerrilla lo más seguro era que la condenaran a pasar varios años en la cárcel. Incluso, como lo asegura Cancino, ya existían casos similares al de Diego.

[Iván]: Y muchos fueron condenados, no por ejercer la medicina, sino por pertenecer a una cadena de… de delitos relacionados con guerrilla y con terrorismo.

[David]: Hay que aclarar que colaborar con la guerrilla es delito. Recibir dinero de una organización criminal también lo es, aunque sea por venderles medicinas o prestar servicios médicos. 

Así que cuando se reunió con Diego en la cárcel, Cancino fue claro con lo que se debía hacer. 

[Diego]: Y él dice: “Hay que decir la verdad y solamente la verdad, y yo lo defiendo a usted si usted me dice la verdad. Si no me va a decir la verdad, pues no podemos trabajar. Y aquí no vamos a utilizar artimañas. Y téngalo por seguro que yo a usted lo saco de esto”.

[David]: Diego no tuvo problemas con esa condición. Su verdad era que no pertenecía a Las Farc. Nunca negó que hubiera ido dos veces, pero siempre aseguró que no lo hizo por afinidades con la guerrilla ni con la lucha armada. Su versión de los hechos era que la primera vez fue engañado para ir a una brigada de salud como las que ya había hecho. Y que la segunda fue por  miedo, un miedo que le impidió acudir a las autoridades cuando debía. 

Cancino ha criticado públicamente a Las Farc y a la izquierda en general, y se ha opuesto a los acuerdos de paz que hubo después entre el Estado y esa guerrilla. Pero eso, según él, no tuvo nada que ver con defender a Diego. 

[Iván]: Es que son dos cosas muy diferentes. La profesión no tiene nada que ver con ideologías. En lo personal creo que cualquier persona tiene derecho a… a un abogado. Pero además yo estaba seguro que el doctor no era un miembro de Las Farc, para nada. 

[David]: Pero ciertamente era muy probable que el juez no creyera esa versión, y podía terminar involucrando a Diego con el resto de la gente implicada que sí parecía tener nexos muy claros con la guerrilla. Además, las audiencias podían demorarse mucho, tal vez un año o más, por la burocracia.

[Diego]: Yo en esa angustia tan terrible le dije a mi abogado muchas veces: «Quiero ya buscar la solución más rápida a este problema. Si la forma mejor de salir de acá es declararme culpable, hágalo”. 

[David]: Así se resolvería su situación más rápido. Tal vez podía llegar a algún acuerdo con la fiscalía y pedir que le redujeran su posible condena o lograr que le dieran detención domiciliaria. Y sí, eso le impediría trabajar mientras cumplía la pena, pero en ese momento prefería eso. 

[Diego]: Yo este martirio y este martirio que está teniendo mi familia no lo voy a tener más. Se me acaba la vida, listo, a mí se me acaba la vida. Pero a mi familia no la quiero involucrar más en esto.

[David]: Pero en realidad a su familia también la iba a terminar afectando esa decisión. Y aunque el abogado entendía su desespero y en ese momento no sabía qué herramientas iba a usar para defenderlo, estaba seguro de que se podía demostrar esa inocencia.  

[Iván]: Las respuestas se buscan en la cabeza y después en la ley y en la jurisprudencia. No podía asegurarle ningún resultado positivo, pero le dije que tuviera fe, que yo veía un caso ganable. Yo estaba seguro que era una locura condenar a un médico por ir a operar. 

[David]: Porque lo comparó con su propia profesión: así como un abogado tiene el derecho y el deber de defender a cualquier persona, también un médico debe atender a cualquier persona que lo necesite.

Y este argumento convenció a Diego de seguir adelante con el proceso y defender su inocencia. Eso y otras cosas… 

[Diego]: La fortaleza de mi familia, de mi señora en ese momento. Me decía, yo no puedo fallar, tengo que ser fuerte. O sobrevives o sobrevives, y la forma de sobrevivir es tratando de llevarlo lo mejor posible dentro de todo lo malo. 

[David]: En el patio de la cárcel donde estaba Diego había personas que podían ser muy violentas, así que su decisión para poder sobrellevar la situación fue evitar cualquier tipo de discusión. Y sí, la mayoría de las veces todo era tranquilo, pero a veces había peleas entre presos, algunas con navajas.  

Incluso, un día, un guardia los llamó a él y a Camilo para atender a dos hombres que se habían dado puñaladas y estaban graves.

[Diego]: Entonces los llevan a la enfermería, y ahí nos llevan a que atendamos a esas personas. Hacemos una labor médica ahí. Los salvamos. eran unos delincuentes comunes, pero había que salvarlos, pues es que la salud no se le niega a nadie. 

[David]: La misma convicción que lo había movido a atender a los guerrilleros en el campamento. 

[Diego]: Y aún estando allá en ese momento tan duro, uno no pierde esa mentalidad de que hay que ayudar a la otra persona, hay que ayudar al ser humano. Nuestra labor es salvar vidas, dar salud, dar bienestar, no importa quién. 

[David]: Una mañana temprano, cuando Diego llevaba un mes en la cárcel, entraron varios guardias al patio. Dijeron que las personas que fueran llamando recogieran sus cosas y los acompañaran. Entre esas personas estaba Diego. 

Les explicaron que los iban a trasladar de cárcel y los hicieron hacer una fila para decirle a dónde iba cada uno. 

[Diego]: Yo le dije: “¡¿Cómo?!, ¿a dónde?, ¿yo qué he hecho?” Y ese día me desespero terriblemente y les digo: “No, esto es una injusticia, no sé qué”.

[David]: Cuando hay muchas personas en un patio tienen que mover algunas donde haya espacio, así sea en otra ciudad. Después de un rato le dijeron que se quedaría en la misma cárcel, pero que lo iban a trasladar al pabellón de alta seguridad.

[Diego]: Cuando a ti te dicen: “Pabellón de alta seguridad”. Y cuando uno oye por las noticias que en el pabellón de alta seguridad están los delincuentes más terribles del país, pues ahí otro derrumbe.

[David]: En ese pabellón estaban los jefes de Las Farc y los de las Autodefensas Unidas de Colombia, un grupo paramilitar y terrorista de extrema derecha. Ambos bandos eran enemigos a muerte y convivían en un mismo espacio. En las celdas de arriba estaban los guerrilleros y abajo los paramilitares. Pero ahí hubo otra sorpresa para Diego.

[Diego]: Ahí todos confluyen, ahí no hay conflicto, el conflicto se acaba ahí. Amigos, conversan, unos le lavan la ropa a otros para conseguir un dinero. 

[David]: Dentro de todas las dificultades por las que estaba pasando, estar en ese lugar lo hizo sentir más tranquilo. De hecho había menos gente, no había tantas peleas.

[Diego]: Bueno, ahí me dedico a hacer deporte, a seguir leyendo. Les ayudé en la parte de enfermería. Ahí ya me dieron permiso para trabajar en la enfermería. Entonces casi que lo tomé como si fuera un rural. Ya como afrontando un poco más la situación. Y bueno, esto va a pasar, pero no sabemos cuánto tiempo. 

[David]: A Diego lo empezaron a visitar diferentes organizaciones para documentar su caso y asesorarlo jurídicamente.

[Diego]: Gente de la Cruz Roja fue a visitarme, gente de la ONU, gente de Human Rights Watch... Eran aterrados con lo que veían que estaba pasando y ellos decían: “Pues el conflicto, estas son las consecuencias del conflicto”, ¿no?

[David]: El caso de Diego no era el primero en el mundo con esas características. De hecho en la cárcel empezó a leer sobre Khassan Baiev, un cirujano checheno que, en los noventa, durante el conflicto en su región, atendió de forma humanitaria a muchísimas personas con heridas de guerra, tanto civiles como soldados de ambos bandos. Incluso le salvó la vida al jefe más importante de la guerrilla chechena. 

La policía secreta rusa lo empezó a perseguir, y algunos extremistas chechenos también querían matarlo por atender soldados rusos. Al final, varias organizaciones internacionales lo ayudaron a salir de Chechenia y pedir asilo político en Estados Unidos. 

Guardando las distancias entre los casos, Diego se sentía identificado con Baiev. Y después de leer sobre el checheno tenía mucho más claro que había una legislación internacional que protege la labor médica en cualquier conflicto por encima de los bandos que se enfrenten. La salud es un derecho fundamental, no se le puede negar a nadie.

Desde que Diego entró a la cárcel, su mamá empezó a ponerse muy mal.

[Diego]: Una depresión profunda que le agravó una enfermedad que empezó a tener por ver la situación en que yo estaba. Ella me fue a visitar una vez, no más. Destrozada totalmente, porque a pesar de que era muy fuerte no concebía que hubiera esa injusticia que se estaba cometiendo. 

[David]: Ya Diego llevaba más de un año en la cárcel y aunque su abogado le aseguraba que todo iba a salir bien, dependía del tiempo y la disposición de las autoridades para avanzar en el caso. 

Un domingo de marzo de 2009, Diego recibió visita de su familia y le contaron que su mamá estaba en el peor momento. Ya no se podía hacer más. Fue un impacto muy fuerte para él, y al final de esa tarde, cuando ya su familia se había ido, quiso hablar otra vez con su esposa para volverle a preguntar por su mamá. Cuando terminó de hablar con ella, se fue para su celda.

[Diego]: Ese día, por la noche, murió mi mamá. Bueno, yo pedí un permiso para ir al… al sepelio, y el permiso no me lo iban a conceder, pero mi abogado puso una acción que tenían que resolverla, y finalmente se logró. Eso fue terrible también porque me llevaron como si fuera el delincuente más delincuente, o sea, dos tanquetas de la policía para llegar a la funeraria. 

[David]: Fue demasiado incómodo para él y para el resto de su familia. Tanto así, que el comandante del operativo se dio cuenta de que era una exageración hacer todo eso. Y al día siguiente, en la misa…

[Diego]: Él fue un poquito más respetuoso. Me llevó en una patrulla que la parquearon lejos, me dejó caminar, pero acompañado de dos personas vestidas de civil. Se fueron de corbata. Yo les agradecí el respeto que hayan tenido por la muerte de mi mamá. 

[David]: Por esa época ya el caso se estaba moviendo otra vez, y ya lo habían citado a él y a su colega Camilo a las audiencias en Villavicencio.

En total fueron tres audiencias en las que la Fiscalía aseguró que eran culpables por ayudar a Las Farc, que sus investigaciones lo confirmaban. La defensa de Diego se enfocó en demostrar que él no se alzó en armas, que no podían acusarlo de rebelión. Este es de nuevo su abogado, Iván Cancino.

[Iván]: El argumento no era negar que se había ido al sitio había interceptaciones telefónicas, videos, declaraciones sino que conseguimos el respaldo de muchas organizaciones de médicos en las que lo respaldaban diciendo que los médicos tenían el deber y el derecho en sí mismo de atender y practicar la medicina a cualquier persona en cualquier situación.

[David]: El argumento era claro: Diego lo que hizo fue una labor humanitaria de salud. 

Aun así, la Fiscalía insistía en decir que según la investigación, Diego y Camilo sabían desde el principio dónde iba a ser la brigada. En los medios de comunicación siempre apareció que La Macarena era territorio de Las Farc, y ellos tenían muy claro que esa era una zona de conflicto, o zona roja como se le dice en Colombia. 

Pero la defensa de Diego recurrió al Derecho Internacional Humanitario. 

[Diego]: En las zonas rojas los médicos pueden ir. No hay territorio vedado para un médico en el país, ni en el mundo. Y eso lo dice la Cruz Roja y lo dicen los acuerdos de Ginebra. No hay ningún territorio vedado para un médico que va a cumplir con su labor específica de dar salud.

[David]: La Fiscalía, por su parte, puso en evidencia el hecho de que Diego no acudió a las autoridades cuando regresó. Argumentó que ese era su deber, y que seguro le hubieran ofrecido protección. Pero el abogado aseguró que esto, sencillamente, no era tan fácil.

[Iván]: Hay una coacción o amenaza por parte de un grupo guerrillero para que los atienda, que hace imposible decir no a esa atención.

[Diego]: No estaba jugando con unas personas al margen de la ley que, como dijo mi abogado, fueran una perita en dulce. Estaba con el grupo guerrillero más antiguo y que no se ponen a jugar con nada, y que son contundentes en sus acciones. 

[David]: Así que no creía que, realmente, pedir protección para él y su familia iba a ser suficiente.  Pero además, el abogado Cancino argumentó otra cosa: 

[Iván]: En Colombia y en otros países por tratados internacionales la reserva médico paciente es absoluta. 

[David]: Y esa protección que le da la ley a los médicos, y que también la tienen  abogados y religiosos, era lo que diferenciaba a Diego y a Camilo de las otras personas implicadas en el proceso. Eran varios los que sí estaban involucrados directamente con Las Farc: personas que les vendían víveres, les ayudaban con transporte o con protección.

[Iván]: Además recibían una remuneración constante, mensual. Entonces al lucrarse también hacían parte de la organización y podían participar al menos de un concierto para delinquir. 

[David]: Después de estos argumentos, todo quedaba en manos  del juez. 

[Diego]: Afortunadamente llegamos a un juez justo. Que hizo aplicar la ley como está escrita, sin interpretaciones: a nadie se le puede negar una atención en salud, independiente si hay conflicto o no. 

[David]: Y les concedió detención domiciliaria a él y a Camilo. En abril de 2009, después de haber pasado poco más de un año en la cárcel, Diego volvió a casa.

[Diego]: Cuando yo… salimos de La Picota, no, eso fue volver a vivir, volver a ser persona como tal. Eso fue como haber visto la luz al final del túnel. Poder estar en la casa, con mi familia. 

[David]: Poco después, a Diego le concedieron la libertad condicional y volvió a trabajar en la misma clínica donde estaba antes de que pasara todo. En mayo de ese año fue declarado inocente y esa decisión fue ratificada en segunda instancia. 

Diego fue absuelto por el delito de rebelión, pero el haber ido a una brigada de salud en la selva, lo que él pensaba que era su vocación, le había costado poco más de un año en la cárcel. 

[Daniel]: Diego ya entabló una demanda contra el estado colombiano por daños y perjuicios. Todavía trabaja en la misma clínica en Bogotá, y aunque dejó de ir a brigadas de salud, dice que volvería a participar en alguna, pero con muchas más precauciones.

Desde que estuvo en la cárcel dejó de hablarse con Camilo. Hasta el momento siguen sin tener contacto.

David Trujillo es productor en Radio Ambulante. Vive en Bogotá. Este episodio fue editado por Camila Segura y por mí. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Rémy Lozano con música de Rémy. Andrea López Cruzado hizo el fact-checking. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Jorge Caraballo, Aneris Casassus, Victoria Estrada, Xochitl Fabián, Fernanda Guzmán, Miranda Mazariegos, Barbara Sawhill, Elsa Liliana Ulloa y Desirée Yépez

Carolina Guerrero es la CEO. Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. 

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar. 

Créditos

PRODUCCIÓN 
David Trujillo


EDICIÓN
Camila Segura y Daniel Alarcón


VERIFICACIÓN DE DATOS
Andrea López-Cruzado


DISEÑO DE SONIDO/MEZCLA
Andrés Azpiri y Rémy Lozano


MÚSICA
Rémy Lozano


ILUSTRACIÓN
Emilio Cruañas


PAÍS
Colombia


PUBLICADO EN
01/26/2021

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