Fealdad – Transcripción

Fealdad – Transcripción

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[Daniel Alarcón, host]: Hace poco más de tres años publicamos los primeros episodios de Radio Ambulante en NPR. Sabíamos que ser parte de la radio pública estadounidense iba a darnos un impulso enorme. Y no estábamos equivocados. Hemos crecido como equipo en ese entonces éramos solo cinco; ahora somos más de 20. Y también hemos crecido muchísimo como comunidad: ahora hay cientos de miles de ambulantes escuchando desde todo el mundo. 

Si quieren vernos seguir creciendo y apoyar la siguiente etapa de Radio Ambulante, hay varias maneras de ayudar. Tenemos un programa de membresías, tenemos una nueva app para los oyentes que están aprendiendo español. Y para los que nos escuchan en Estados Unidos, por favor, consideren apoyar a su emisora local de radio pública. Para hacerlo, ingresen a donate.npr.org/RadioAmbulante. Donate se deletrea: D-O-N-A-T-E. Donate, en inglés. Repito: donate.npr.org/Radio Ambulante. 

¡Muchas gracias desde ya por su apoyo!

[Lupa]: Seguramente te ha pasado esto: escuchas un episodio de este maravilloso podcast y piensas, “Oh my god, Randy would love this”. O Joane o Connie o Matthew. Y luego: “¡Ay, caramba! Pero con sus dos semestres de español mi gringuito no va a entender”. Bueno, lindos, les tengo una noticia bárbara: Radio Ambulante ya tiene su propia app para todos los Matthews de tu vida. Pueden usar estas historias tan divinas para mejorar su español. El app se llama Lupa. Hay más información en la página web. Estén pendientes. ¡Chao, bellos!

[Daniel]: Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Hoy regresamos a nuestros archivos, a una historia que publicamos originalmente en el 2016.  Y bueno, comencemos con…

[Gabriela Wiener, productora]: Eh, me llamo Gabriela Wiener. Soy peruana, soy escritora. Tengo una hija y un bebé. Y dos novios: un chico y una chica. Mmm… y eso.

[Risas]

[Gabriela]: ¿Qué?

[Camila Segura, editora]: No, súper normal. 

[Risas]

[Gabriela]: ¿Algo más? No sé qué tipo de… más. ¿Digo más cosas?

[Daniel]: No, está perfecto… Está perfecto.

Gabriela es amiga mía desde hace más de una década. Es bajita  —mide metro 62—, es morena…  

[Gabriela]: Y tengo los ojos pequeños. Tengo una boca dibujada como, no sé, como de los cómics. 

[Daniel]: Tiene el pelo muy largo y negro y liso, y desde que la conozco nunca se he cambiado de peinado. 

[Gabriela]: Y tengo un poco de… de barriga, que siempre he tenido, como de si estuviera embarazada de cuatro meses. Y soy un poco corpulenta, creo. Y nada: me como las uñas y hago esas cosas.

[Daniel]: De las cosas que asombran de Gabriela es qué tan segura es de sí misma. Es de las que entra a una fiesta y se va a casa con la persona que quiera. Hombres y mujeres. 

Por eso me sorprendió enterarme de que siempre se ha considerado una mujer fea…

¿Fea? Si tiene no uno, sino dos novios: Jaime y Rocío. ¿Eso no ser exitoso?

Entonces le pregunté.  

[Gabriela]: Sí, la verdad es que incluso mi novio como que es considerado guapo dentro de lo… de la norma, ¿no? Y… y mi chica también es bastante guapa y… eh, también pienso que soy, simplemente, a veces, una afortunada o que es una ironía de la vida.

[Daniel]: Camila Segura y yo hablamos con Gabriela para entenderla un poco más, para que nos explicara mejor de dónde viene esa sensación. Y cómo la ha afectado…  

[Gabriela]: Mis amigas y yo, este, las tres, niñas de primaria, estábamos enamoradas del hijo de la directora. Era enano, o sea, era como el primero de la fila porque era el más pequeñito, tenía el pelo un poco castaño… Ehm, supongo que era como el blanquito. Tenía una cara dulce y era tímido y callado. Pero en todo caso nos tenía bastante obnubiladas, ¿no?, con… con ese pequeño tamaño y con… con eso, que no mataba una mosca en realidad, que no era el típico guapo y seductor y no sé qué, pero era el… el chiquillo dulce, pequeño y guapo. 

[Daniel]: Bueno, y según Gabi este diminuto galán…. 

[Gabriela]: Él no quería nada, absolutamente nada conmigo, eh, y le gustaba más una de mis amigas. Eh, pero una vez le dijo a alguien: “Si Gabriela fuera blanca, me gustaría”, ¿no?  Ehm, entonces yo inmediatamente me imaginé, y creo que durante un buen tiempo, me imaginé exactamente como era yo, pero blanca, ¿no? Y pensé: “Ala, sería… sería más guapa, entonces, ¿no?, si fuera… si fuera blanca”. Y mucho tiempo viví engañada con eso, ¿no?, como si el problema simplemente fuera el color de mi piel, ¿no?

[Daniel]: Otra gente probablemente no le daría tanta importancia a estas cosas. Pero para Gabriela…

[Gabriela]: En cambio, yo me puedo acordar todavía de esto y todavía cuando lo cuento, probablemente, hay algo ahí que me resuena, ¿no? Un ruido, ¿no?

[Daniel]: ¿Te acuerdas cuándo te sentiste fea por primera vez?

[Gabriela]: Sí. Yo era, eh, una niña, desde muy pequeña, que rendía muy bien en sus clases, ¿no? Muy inteligente, etcétera. También fui durante toda la primera una niña bastante popular, pero al mismo tiempo —paradójicamente— era una niña bastante maltratada. Eh, y siempre por lo mismo, ¿no?: por el tema de mi color de piel. 

Eh, y era curioso, porque me… me llamaban negra. O sea, cualquiera que me ve me identificaría más con un tema indígena o… o mochica, no con una negra, ¿no? Pero los niños me decían negra, me decían mona, etcétera. Y eso me frustraba. Eso para mí significaba ser feo, ¿no? Eso significaba estar en el… en el lado triste y fracasado, ¿no?, de la vida. Y entonces me volví una niña muy introvertida y muy tímida.

[Daniel]: Lo cual, para los que conocemos a Gabi, parece inverosímil.  Su imagen pública es todo lo contrario. Pero…

[Gabriela]: Entonces recuerdo muy bien, muy pequeña, volver a casa como con mucha tristeza, llorando, con mi madre, y diciéndole las cosas que me habían dicho durante las clases, ¿no?, en el patio. Y cuando volvía a casa y lloraba, pues mi mamá intentaba convencerme de que yo era una niña bonita, ¿no? Siempre me decía: “No, pero si tú eres linda”, ¿no?

Mis padres me mandaban ese mensaje y yo todo el tiempo pensaba que me mentían, ¿no? Entonces crecí un poco con esa idea, un poco en la contradicción, ¿no?, de lo que te dicen el mundo de afuera, ¿no?, en lo público, y lo que te dicen en… en… en privado, ¿no?

Y mientras no tenía un novio o alguien que me lo dijera, pues… Yo necesitaba encontrar el reconocimiento de fuera. No me servía lo de dentro.

Yo creo que es recién cuando empiezo a encontrarme linda, es cuando alguien más me lo dice, ¿no? O sea, con los primeros novios, ¿no? Pero que yo de repente tuviera un novio o de repente apareciera un chico que le gustara, o lo que sea, siempre me sorprendió. No deja de sorprenderme: ahora que me has preguntado que “oye, tienes dos parejas…” y todavía me parece un poco sorprendente. 

[Gabriela]: Hola, Rosi. 

[Rocío]: Hola.

[Gabriela]: Oye, quería hacerte una pregunta.

[Rocío]: A ver…

[Gabriela]: Ayer entrevisté a Jaime y a Rocío. Y… y los dos, eh, pues, dijeron un poco lo predecible, ¿no? 

¿Pensaste que era bonita cuando me conociste?

[Rocío]: Sí. Me recuerdo perfectamente cuando nos conocimos. Cuando te acercaste al grupo en el que estábamos, eh, pensé que eras muy bonita, muy atractiva.

[Gabriela]: Que desde el primer día les había parecido bonita, ¿no? Que les gustaba todo de mí [risas], que no me cambiarían nada… 

[Jaime]: Siempre he sido un gran, gran fan de tus tetas, por ejemplo. Pero también de tus piernas, de tus ojos, de tu boca: la forma de tu boca me parece preciosa. Y tu pelo también es espectacular… 

[Rocío]: Ay, nada. No hay nada que no me guste.

[Daniel]: Bueno, casi nada…

[Rocío]: Bueno, igual que fueras un poco más alta.

[Gabriela]: Te parezco pequeña.

[Rocío]: No, no… Tampoco pequeña.

[Gabriela]: Somos casi del mismo tamaño.

[Rocío]: Bueno, yo qué sé, por decir algo.

[Gabriela]: ¿Qué es lo que menos te gusta de mí? Si pudieras cambiar algo de mi cuerpo o cara, ¿qué cambiarías? 

[Jaime]: Creo que si dijera que cambiaría algo de ti, pues dejarías de ser tú. Entonces no podría cambiar nada de ti porque eso podría causar una catástrofe en algún lado de mí.

[Gabriela]: Me parece que en las preguntas que te he hecho como que no me has convencido del todo. Como si no lo hubieras dicho como si realmente lo sintieras o… o realmente te pareciera así de bonita. No sé, como que no te creo. No sé, siento que no te creo.

[Risas]

[Jaime]: Esa es una de las risas más feas que he escuchado en mi vida, por ejemplo. [Risas] Bueno, tú sabes que es así… Tú sabes que es así. 

[Daniel]: Una pausa y volvemos. 

[It’s Been a Minute]: It’s Been a Minute es un programa de entrevistas con corazón. Cada semana, platican con personas de la cultura que merecen tu atención y terminan la semana discutiendo las noticias más importantes con otros periodistas. Escucha It’s Been a Minute, de NPR, un programa que trata de encontrar sentido en el mundo a través de la conversación.

[Jorge Caraballo, Editor de Crecimiento]: Hola, soy Jorge Caraballo, editor de crecimiento en Radio Ambulante y te queremos recordar que hay muchas formas de apoyarnos. Ya sea a través del programa de membresías o a través de Lupa, la app para quienes están aprendiendo español. Y si estás en Estados Unidos, queremos invitarte a que apoyes a tu estación de radio pública local. Para hacerlo solamente tienes que ir a donate.npr.org/RadioAmbulante. Donate se deletrea: D-O-N-A-T-E. Donate, en inglés. Repito: donate.npr.org/Radio Ambulante. ¡Muchas gracias!

[Daniel]: Bueno, antes del break estábamos conversando con Gabriela Wiener. Quizás algunos de ustedes la hayan leído. Quizás no. En fin. Lo que pasa es que en 2008 publicó un libro llamado Sexografías. Son crónicas, retratos de gente que persigue el placer y que no tiene pudor. Gente como ella misma. Y cuando salió el libro, hizo un blog con el mismo nombre: Sexografías

[Gabriela]: Entonces yo iba colgando aquí todas las notas de prensa, críticas… Bueno, yo estaba muy emocionada porque era mi primer libro, ¿no? Y…

[Daniel]: Y de vez en cuando ponía su nombre en Google, a ver qué aparecía y si valía la pena subirlo al blog.  

[Gabriela]: Pero jamás me imaginé, ¿no?, que me iba a encontrar, en efecto, con… con el colegio, pero convertido en… en el infierno, ¿no?, y en… y en, directamente, el maltrato y… y el… el insulto más crudo, ¿no?, y violento, ¿no? Una violencia terrible tirada en mi cara y por las mismas razones por las que me habían dicho cosas cuando era niña, ¿no?

[Daniel]: A lo que se refiere son los llamados trolls. Esa gente anónima, cobarde, que se dedica a atacar a la gente en internet. Y Gabi se convirtió en coleccionista de los comentarios más atroces.

[Gabriela]: A ver, si entras a mi blog, yo… yo ahí escogí algunos y los puse… Mira, pon “sexografiasblogspot”…

[Daniel]: Le pedí que leyera algunos. Y quiero advertirles que van a oír unas de las cosas más feas que se puedan imaginar. 

[Gabriela]: A ver, espera… Blogspot…  

“Pobre cholita sudaca que sólo sabe ser una reputa”. 

“Qué vergüenza que da el Perú y sus indios cuando se ponen a hacer huevadas”. 

“Qué fea esa huevada, esa cojuda. Sólo la tiran con una bolsa en la cara”. 

“Esa Gabriela está arrecha porque, con esa cara, ni mi perro se la quiere agarrar”. 

“Zorra, mostrita, mostra de mierda, feita y cuadrada para remate. Una cosa es que te encante el sexo, otra que seas promiscua. Jamás me la tiraría. Qué tipa tan fea”. 

“La chica necesita una buena cirugía de los pies hasta el cerebro”. 

Las mismas cosas que me habían hecho llorar, digamos, ¿no? Que si eres india, que si eres fea, que si eres puta, ¿no? Lo de siempre, ¿no? 

[Daniel]: Quiero pedirte disculpas por… por haberte obligado a releerlos… O sea, qué cosa más asquerosa. 

[Gabriela]: Sí. Bueno, la verdad es que ya, en el 2009, estas cosas me… me tumbaban, ¿no? Realmente me hacían llorar. Y ahora estoy como mucho más endurecida, ¿no?, ante estas cosas y creo que muchísimas mujeres que nos van dejando comentarios en Twitter o en Facebook o… ya estamos bastante, no sé, vacunadas contra… contra los trolls y contra estas cosas. Pero siempre duele, no te lo voy a negar. Siempre duele, ¿no?

[Daniel]: Claro que duele. Si me duele a mí. Y bueno, toda esta historia empezó porque hace poco leí un ensayo muy conmovedor que escribió Gabi sobre este mismo tema y de ahí vino la idea de traerla al estudio. Así que nos pareció bien compartir un fragmento del ensayo con ustedes. Acá va:

[Gabriela]: Sufro trastorno dismórfico corporal. Es decir, me preocupo obsesivamente por algo que considero un defecto en mis características físicas. Lo más perturbador de una enfermedad así es que ese defecto pues puede ser real o imaginario. No está claro quién o qué determina lo que es evidencia o producto de la fabulación. Es algo así como que si entre los monstruos de nuestras pesadillas, en medio de los niños de dos caras, de los bebés que nacen con sus hermanos en el vientre y los gatos con seis patas, estuvieras tú. El mal existe, como la deformidad y la putrefacción. 

Nadie podrá despreciarme mejor que yo, creo. Esa es mi conquista. La voz interior es siempre un recuento de catástrofes y barroquismo. Mis dientes torcidos. Mis rodillas negras. Mis brazos gordos. Mis pechos caídos. Mis ojos pequeños clavados en dos bolsas de ojeras negras. Mi nariz brillante y granulienta. Mis pelos negros de bruja. Mis gafas. Mi incipiente joroba y mi incipiente papada. Mis cicatrices. Mis axilas peludas y abultadas. Mi piel manchada pecosa y lunareja. Mis pequeñas manos negras con las uñas carcomidas. Mi falta de cintura y curvas traseras. 

Mi culo plano. Mis cinco kilos de sobrepeso. Los pelos hirsutos de mi pubis. El pelo de mi ano. Los pezones grandes y marrones. Mi abdomen descolgado y estriado. El tono de mi voz. Mi aliento. El olor de mi vagina, mi sangre, mi fetidez. Y aún me falta hacerme vieja. Y descomponerme.

En una época me dibujaba. Construía collages con fotografías recortadas. Unía partes de mi imperfecto cuerpo con recortes de cuerpos de modelos increíbles. En uno de mis autorretratos tengo un rubí en el pezón y mi cuerpo es el de una heroína de cómic erótico de los setenta. Soy una muñeca recortable y tricéfala a la que le he cortado el cuerpo y le he dejado los vestidos. 

Nadie quiere ser simpático. Ninguna mujer quiere ser sólo agradable. Hay pocas cosas tan en desuso como la belleza interior. Algunas veces me he aplicado el ejercicio de juzgar estéticamente a otros, como una gran entendida. Todos sabemos que para la gente realmente hermosa este no es un tema de conversación. Los guapos de verdad ni se dan cuenta de lo guapos que son. Pero para la gente fea tampoco. Para ellos no es un tema: es el único tema. De hecho, alguien que no hable del físico de los demás, aunque no sea una persona guapa, sólo por la abstención ya puede considerarse un poco guapa. En cambio, a alguien regular, incluso alguien semi-guapo, le afea bastante hablar de la belleza o la fealdad de los otros. 

¿Estoy loca? Creo que poca gente se siente atraída por mí a primera vista. Tanto que cuando ocurre me sorprende, y esto puede ser muy molesto en un mundo donde casi la mitad de la población tiene una anécdota acerca de un amor fulminante. Y claro, cuando me conocen sí ven mis cualidades, también físicas, como mis pechos grandes, mi cabellera negra y brillante, mi boca pequeña y dibujada con ese punto de exotismo e indefensión. Sobre todo desnuda parezco una nativa amazónica recién capturada. Eso da morbo, morbo colonial. Sí, eso dicen mis amantes o mis amigos, que a veces son genios feos.

Considero que si mis amantes o mis amigos son feos, también es un problema mío. Me afean más. Me pasa lo mismo con lo que escribo: lo que escribo siempre me afea. No hablaré aquí del odio que le tengo a las escritoras que, además de escribir bien, son portentos femeninos. Tengo a una enterrada en mi jardín. La belleza mata.

Ser un hilo de conversación, un tema, un post para el escarnio público. En la foto que alguien colgó en un blog anónimo, yo estaba sentada en el suelo comiéndome un plátano. A continuación hay 395 comentarios en los que me llaman fea o en los que se explayan —sobre todo los hombres— que supuestamente me tiré estando casada y lo puta que soy en general. Lo de puta nunca me ha dolido particularmente; no perdamos el tiempo en eso. Pero lo otro, lo otro, es evidencia.

Alguna vez, yo también me odié de esa manera. Si la dismorfia corporal es una enfermedad mental, ¿me lo estoy imaginando todo? ¿Soy fea? ¿Soy en realidad bella? Y si me lo estoy imaginando, ¿por qué hay gente hablando de eso? Escribiendo sobre mi fealdad. ¿Por qué es un tema? ¿Por qué me ama entonces un hombre bello? ¿Debería ser bella? ¿Querrían que fuera bella para así justificar su dolor, su apetito, su virulencia? ¿Tiene, en ese caso, que ver más con mi impureza moral que con la física? ¿No que era linda, como decían mamá y papá? ¿Será la mezcla de ambas cosas? ¿Estoy loca si me hago estas preguntas? ¿Nadie más se las hace? 

Hay un dibujo. Una pequeña viñeta que hice a partir de una frase que me dijo un día alguien que me ama a pesar de mis trastornos, de mis complejos, o precisamente por ellos. Me dijo: “Me hubiera gustado conocerte de niña y decirte que eras la niña más bella del mundo”. En mi dibujo él viaja al pasado, me encuentra, me siento en sus rodillas, y como él es el hombre más bello que yo he visto nunca, me dice esa frase al oído y yo le creo. Y nunca más se me olvidará. Así, en esa historia alternativa de mi vida, yo creceré sin el trastorno y no me haré más preguntas. 

[Daniel]: Me parte el alma escuchar esto. Porque, claro, como Gabi, ¿cuántas mujeres hay que se sienten así? Pero también le pregunté si había habido algunos momentos en que se ha sentido bonita.

[Gabriela]: Lo típico: también te sientes bonita cuando te dicen que has adelgazado después de una gastroenteritis o… o después de una depresión o una tristeza. También te sientes bonita por temas así de banales, ¿no?

Hay un momento en el que siempre me siento bonita, y es más o menos como a la cuarta copa, o quinta, y entro al baño, este, y me veo en el espejo y me veo preciosa. Es más, ese es el momento en que me quito las gafas ya definitivamente porque ya no veo tan bien —ni con gafas ni sin gafas— y me veo y veo y vuelvo al… al bar, o sea, sintiéndome una triunfadora total. O sea y realmente me veo hermosa. No sé por qué. Es una especie de… el alcohol, también, de embellecedor. Supongo que tiene que ver con eso, con la seguridad, pero yo diría que es una cosa comprobable, ¿sabes? O sea, hay fotos. Hay fotos. [Risas] Hay fotos. Hay fotos de ese momento y sí, estaba hermosa, ¿sabes?

[Daniel]: Ok, —le dije— ¿pero y sin alcohol? 

[Gabriela]: Bueno, me he sentido muy bonita cuando me he sentido muy amada.

[Daniel]: Lo que puede ser peligroso, ¿no? 

[Gabriela]: Por un lado es… es increíble la experiencia de ver… de verte en los ojos de la otra persona y verte embellecido por ese amor. Pero por otro lado es una trampa porque es como la dependencia de algo externo para confirmarte como alguien apreciable, ¿no?, atractivo, ¿no? Pero también me parece muy humano y me parece muy lógico que… que esto ocurra, ¿no? Creo que pasa todo el tiempo.

[Daniel]: Y claro, tomando eso en cuenta, la única solución duradera es la de un proceso interno, de creérselo uno mismo, de aprender a apreciarte como eres. Y quizás lo más alentador de nuestra conversación con Gabi fue esto que me contó: que sí es posible, que uno puede llegar a hacer las paces con la cara y el cuerpo que te tocó. 

[Gabriela]: Nada, he dejado cosas de las que dependía muchísimo y que me daban esa seguridad de sentirme bonita, que eran cuatro cosas. No, dos: eran mi rizador de pestañas, porque tengo las pestañas súper pequeñas y finas y para abajo, y, eh, un poco de polvos a lo Michael Jackson para uniformizar pues mis marcas, manchas, sudores y brillos, ¿no?

[Daniel]: Y aunque no parezca, algo tan simple puede ser revolucionario. 

[Gabriela]: Porque a veces como que uno empieza a depender de unas cosas que crees que te dan la belleza total, y de repente dejas de usarlas y estás igual, ¿no?

[Daniel]: Gabriela Wiener es cronista peruana y vive en Madrid. Su libro más reciente es “Dicen de mí”. 

Camila Segura, Silvia Viñas y yo editamos esta historia.  El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música de Luis Maurette. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Lisette Arévalo, Gabriela Brenes, Jorge Caraballo, Victoria Estrada, Miranda Mazariegos, Patrick Moseley, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, Luis Trelles, David Trujillo, Luis Fernando Vargas y Elsa Liliana Ulloa. Carolina Guerrero es la CEO.

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, y se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

Amigos, felices fiestas y feliz año. Vamos a hacer una pausa hasta el 14 de enero, pero cuando volvamos vamos a Quito, Ecuador en 1949.

[Locutor]: Interrumpimos el programa de música nocturna para entregarles un cable urgente de noticias.

[Daniel]: El día que una emisora de radio empezó a reportar que los marcianos estaban invadiendo al país.

[Locutor]: Según un informe de nuestros reporteros, una inmensa bola de humo y fuego ha descendido sobre la ciudad de Latacunga.

[Mercedes Gross]: Yo me acuerdo clarito que decían: “Ya vienen, es una flota inmensa”.

[Daniel]: ¿Cómo reaccionaron los quiteños a esa noticia? Escuchen, en el próximo episodio de Radio Ambulante. ¡Feliz año!

Créditos

PRODUCCIÓN
Gabriela Wiener


EDICIÓN
Camila Segura, Silvia Viñas y Daniel Alarcón


DISEÑO DE SONIDO
Andrés Azpiri


MÚSICA
Luis Maurette


ILUSTRACIÓN
Regina Rivas


PAÍS
Perú


PUBLICADO EN
17/12/2019

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