Los extraterrestres – Transcripción

Los extraterrestres – Transcripción

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Producido por: Lisette Arévalo

[Daniel Alarcón, host]: Hola ambulantes, ¡feliz año!

Si siguen este podcast, seguramente ya han escuchado mencionar Lupa, nuestra nueva aplicación para aprender español. Con Lupa, los estudiantes de nivel intermedio tienen la ayuda tecnológica justa para entrenar su oído. Esta aplicación te pone a escuchar, para aprender español cómo realmente se habla en Latinoamérica. 

Bueno, menciono Lupa porque el episodio de hoy —además de ser realmente muy bueno— es especial. Está disponible en Lupa desde ya. Si tienen algún amigo o familiar que podría comprender esta historia y estudiarla a la vez, Lupa es para ellos. Más info en lupa.app

OK, ahora el episodio.

Una advertencia: en el episodio de hoy escucharán algunas palabras que no son aptas para niños. Se recomienda discreción. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Voz]: Radio Quito, la voz de la capital.

[Cantantes]: Van cantando por la sierra… Silencio que está dormida… 

[Daniel Alarcón, host]: Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón.

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Locutor]: Interrumpimos el programa de música nocturna para entregarles un cable urgente de noticias. 

[Daniel]: Este audio es una recreación de una radionovela transmitida en vivo el 12 de febrero de 1949 en Quito, Ecuador. Por eso en el episodio a veces van a escuchar algo así:

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Voz]: Radio Quito, la voz de la capital.

[Daniel]: Lo añadieron en esa recreación que les contaba. Pero, sigamos. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Locutor]: Según un informe de nuestros reporteros, una inmensa bola de humo y fuego ha descendido sobre la ciudad de Latacunga.

[Daniel]: Latacunga queda a un par de horas de Quito. Y la radionovela que estamos escuchando es “La guerra de los mundos”, una adaptación del libro de H. G. Wells. Fue transmitida por el periodista Leonardo Páez en la radio donde trabajaba como director artístico: la Radio Quito. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Locutor]: Los ciudadanos muy confundidos han visto con asombro como al disiparse la nube, dejaban ver unos grandes discos plateados con brillantes luces. Su actitud es hostil. Un potente rayo procedente de estas extrañas naves está destruyendo la ciudad. 

[Lisette Arévalo]: Más adelante entenderán por qué estamos oyendo una recreación y no la original, pero sonaba muy parecido a lo que acabamos de escuchar.

[Daniel]: Ella es Lisette Arévalo, nuestra productora. 

[Lisette]: Puede que algunos de ustedes sepan que una adaptación de esta misma obra fue transmitida en Nueva York. 

[Daniel]: Pero para los que no, les cuento: el actor Orson Welles transmitió su adaptación de esa novela por la estación radial de CBS el 30 de octubre de 1938, en vísperas de Halloween. 

Fue tan bien hecha, que muchos pensaron que era real. Creyeron que los marcianos estaban invadiendo su ciudad y entraron en pánico: se dice que la gente comenzó a salir de sus casas, fueron a las iglesias, entraron en shock y corrían por las calles. 

[Lisette]: Y once años después, Leonardo Páez decidió hacer lo mismo en Ecuador. Páez murió en 1991, pero escribió un libro que se llama “Los que siembran el viento” donde cuenta qué pasó el día que transmitió esta radionovela. Hoy van a escuchar un poco de lo que escribió. 

[Daniel]: Y de esto se trata la historia de hoy: supuestos marcianos invadiendo una pequeña ciudad en la mitad del mundo y los resultados inesperados de esta transmisión radial. 

Lisette nos sigue contando. 

[Lisette]: Antes de entrar en esta historia, es importante entender cómo era Quito en 1949. 

[José Laso]: Una ciudad… 

[Mercedes Gross]: Pequeña. 

[María Luisa Cerón]: Uy, muy tranquila.

[Aurora Pazmiño]: Las calles eran un poco más angostas. 

[Mercedes]: Colonial totalmente, empedrada. 

[Aurora]: En muchos barrios no había agua, tampoco luz. 

[José Antonio Gross]: Las cosas hacíamos a pie. 

[José Lasso]: Y se comunicaba cara a cara y en encuentros personales en el centro de Quito. 

[Norma Godoy]: La mayoría de gente era buena. 

[María Luisa]: Se podía salir a cualesquier hora de la madrugada, de la noche. 

[Fabián Melo]: Y nosotros felices, se vivía bien. 

[Lisette]: Y en ese tiempo tan tranquilo, sin internet, sin celulares, ni televisión. 

[Mercedes]: El punto de encuentro de todos en todo lado era la radio. Era lo único. 

[Lisette]: Esta es mi tía abuela Mercedes Gross, que tiene 78 años, y este es Fabián Melo, de la misma edad. 

[Fabián]: El radio era un elemento, un mueble que le teníamos ahí, pero poníamos una franelita encima para que no se empolve (risas). 

[Lisette]: Porque, claro, era una de las piezas más valiosas que alguien podía tener en su casa. Había que cuidarlo. Pero no todos los quiteños tenían un radio, para nada. Aurora Pazmiño tiene 81 años y me dijo que… 

[Aurora]: No había muchos radios ni luz entonces la gente solía poner los parlantes o el radio afuera. Entonces la gente se amontonaba ahí para oír los pro… los programas. 

[Lisette]: Programas de noticias, de música en vivo, procesiones religiosas, entrevistas con políticos. Había muchas formas de escuchar la radio, pero casi siempre era en grupos: vecinos, amigos, o familiares. En especial en la noche, cuando pasaban las radionovelas. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Padre Almeida]: ¿Dónde, dónde está la casa? Ya nos hemos alejado mucho del convento. 

[Hombre]: Ya llegamos. Ya llegamos ¿Veis aquella casa junto a la fuente del sapo? 

[Padre Almeida]: Sí, sí. Y… y oigo algunas voces también. 

[Lisette]: Radionovelas como esta, que a pesar de que es del 68 se parece mucho a las que se oían a finales de los años cuarenta. Esta que acabamos de oír cuenta la leyenda quiteña del Padre Almeida. Y solo para que sepan de qué va: es sobre un cura que vivía en un convento a finales del siglo 18 y se escapaba de ahí todas las noches para tomar aguardiente y visitar burdeles. 

Para crear estas radionovelas, las radios tenían un equipo dedicado a su producción: actores, sonidistas, directores, libretistas. Guillermo Villalba tiene 98 años y trabajaba como locutor en la Radio Comercial de Quito. 

[Guillermo Villalba]: Cada radio tenía su equipo de técnicos, sonidos. Y ahí teníamos los aparatos para simular que viene el caballo, que está lloviendo con papeles, con puertas, simulando las novelas.

[Lisette]: A la gente le encantaba escucharlas. Es más, era la forma más popular de entretenimiento. La gente podía imaginarse miles de historias en la cabeza, pintar como quisieran las escenas que narraban los locutores. 

En ese tiempo, una de las radios más escuchadas por los quiteños era esta que ya mencionamos: la Radio Quito, fundada por el dueño del diario El Comercio, uno de los más grandes del país. Era considerada una de las estaciones más confiables para enterarse de las noticias. Aurora Pazmiño, una oyente fiel, se acuerda con mucho cariño de esa emisora.

[Aurora]: Ahí se pasaban los mejores programas, especialmente un programa que… donde cantaban los mejores artistas. Se llamaba Cantares del Alma. Se presentaban en ese entonces Benítez y Valencia que eran todavía jovencitos. 

(SOUNDBITE DE “PARA MÍ TUS RECUERDOS” DE BENÍTEZ Y VALENCIA)

[Benítez y Valencia]: Para mí tus recuerdos. 

[Lisette]: El dúo Benítez y Valencia era uno de los grupos musicales de pasillos más famosos del Ecuador. 

(SOUNDBITE DE “PARA MÍ TUS RECUERDOS” DE BENÍTEZ Y VALENCIA)

[Benítez y Valencia]: El fantasma quien dijo… 

[Lisette]: Cuando los quiteños sabían que ellos iban a tocar en la radio, no se lo perdían por nada. Y así fue el día que se transmitió la Guerra de los Mundos, ese 12 de febrero de 1949, minutos después de las nueve de la noche. La radio ya había anunciado que iban a tocar, así que mucha gente sintonizó la emisora.

(SOUNDBITE DE “PARA MÍ TUS RECUERDOS” DE BENÍTEZ Y VALENCIA)

[Lisette]: Era un sábado, de noche. Mi abuelo José Antonio Gross tenía 17 años y estaba con sus amigos, parados en la calle afuera de un restaurante, y la dueña del local sacó su radio para escuchar la música con la gente del barrio. 

[José Antonio]: Estábamos oyendo a Benítez y Valencia, el mejor dúo que ha habido en el Ecuador, y el locutor dijo: 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Locutor]: Interrumpimos el programa de música nocturna para entregarles un cable urgente de noticias. Según un informe de nuestros reporteros…

[José Antonio]: Entonces paró, se hizo silencio y después nuevamente el locutor siguió hablando. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Actor]: ¡Esto es inaudito! ¡La gente corre por las calles! ¡No puede escapar! ¡Radioescuchas, la ciudad de Latacunga ha sido destruida por los extraterrestres en forma de una nube se dirige a Quito! ¡Repito: se dirige a la ciudad de Quito!

[José Antonio]: Y después, nuevamente paró, dice: 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Locutor]: Última hora, tenemos un informe de la base aérea Mariscal Sucre. Los extraterrestres están ahora en Cotocollao.

[Actor]: ¡La base aérea Mariscal Sucre ha sido tomada por el enemigo y esta ha sido destruida! ¡Están exterminándolo todo!

[José Antonio]: Ahí sí nos asustamos.

[Lisette]: Todo el mundo se lo creyó: los marcianos habían invadido Ecuador y en cuestión de minutos llegarían a Quito. Y es que las descripciones de esa supuesta invasión eran tan verosímiles e impactantes que muchas personas todavía lo recuerdan.

[Aurora]: Diciendo que habían caído, digamos, unas naves espaciales que eran… parece que platillos voladores. 

[Lisette]: Esta es Aurora otra vez. Ella tenía 11 años. 

[Aurora]: Y habían caído unos hombres pequeños, decían, pero muy fuertes. Y que avanzaban con mucha agilidad y donde iban ellos pasando iban, digamos, quemando y destrozando a toda la gente.

[Lisette]: Aurora escuchó esto y quedó en shock. No sabía qué hacer. En ese momento sus padres entraron a su habitación y le dijeron a ella y a sus hermanos:

[Aurora]: “Levántense, guaguas, y pónganse en ora… en oración, pidan a Dios”.

[Lisette]: No fueron los únicos que se pusieron a rezar. Este es Fabián Melo, quien tenía 8 años en ese entonces. 

[Fabián]: Nos pusimos todos nerviosos y, entonces, ahí salió mi mamá y la abuela a hacer las oraciones y a juntarnos y a abrazarnos para protegernos de lo que no sabíamos qué es lo que iba a pasar.

[Lisette]: Y es que el pánico se comenzó a sentir por todas partes en la ciudad. 

[Mercedes]: Yo me acuerdo clarito que decían: “Ya vienen. Es una flota inmensa”.

[Lisette]: Ella es Mercedes Gross, otra vez, mi tía abuela. Tenía 8 años cuando pasó esto. 

[Mercedes]: “¿Qué nos irán hacer? Una flota terrible de los marcianos”. Y: “Escóndanse. Guárdense. No salgan. Cuidado los niños a la calle”. 

[Lisette]: Mi tía abuela no entendía bien lo que estaba pasando. Era tan solo una niña y todo le parecía muy confuso. Pero recuerda ver a su papá angustiado, diciéndoles que no salieran de la casa. 

Para muchos, esto era el fin del mundo. Como para la mamá de José Laso. Él tenía 10 años y estaba escuchando la radionovela con su familia en la sala de la casa de sus abuelos.

[José Laso]: Y entonces, mi mamá era desesperada. Buscaba dónde protegernos. Entonces, había un… supuestamente había un sótano en esa casa y quería meternos ahí. 

[Lisette]: Los teléfonos de Radio Quito no dejaban de sonar porque la gente llamaba a preguntar si era cierto lo que estaba pasando. Pero, a pesar de esto, los locutores no pararon la transmisión. Decían que toda la información que estaban compartiendo venía de agencias internacionales confiables y del diario El Comercio. Es más, hasta el verdadero jefe de información del periódico salió hablando y entregó un boletín de información sobre la supuesta invasión marciana. 

Y para que pareciera más real, contrataron a actores que interpretaban el papel de autoridades ecuatorianas. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Actor]: Ciudadanos, como ministro de Defensa, pido a los ciudadanos de Quito mantener la calma. Estamos organizando la defensa y evacuación de la ciudad. 

[Locutor]: Tenemos en este momento en nuestro estudio al señor alcalde de Quito.

[Actor]: Gente de Quito, permítanos defender nuestra ciudad. Nuestras mujeres y niños deben salir fuera a las alturas circundantes para dejar a los hombres libres para la acción y el combate. 

[Lisette]: Después el locutor pidió que siguieran sintonizados porque informó que habían logrado comunicarse con uno de sus reporteros que estaba en Cotocollao, en el norte de Quito. 

El que salió hablando era Leonardo Páez, el periodista y director artístico de la radio. El mismo que escribió el libro donde describe todo esto. Ahí cuenta la escena que narró cuando salió al aire. 

Dijo que estaba viendo un espectáculo maravilloso: marcianos desplazándose de izquierda a derecha, como si fuera una danza clásica. Que los contornos de sus armazones a veces brillaban y que veía como una línea con luz verde, como la de los fósforos de Bengala. 

Páez también dijo que estaba viendo una estructura metálica, parecida a un poste de luz, de la cual salía un largo brazo con una mano gigante. Y que de esa mano, salía un disco transparente que giraba y que disparaba un líquido amarillo. Narró, además, que vio cómo, cuando ese líquido cayó sobre una casa, la casa desapareció. 

De repente, el lente del disco transparente lo miró y Páez dijo algo como esto: 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Actor]: Los marcianos… los marcianos están atacando Cotocollao. Los tanques del ejército han sido destruidos. Nada los detiene. Están avanzando a Quito. ¡Están avanzando! ¡Corre! ¡Corre! 

[Lisette]: En ese momento, el locutor anunció que Leonardo Páez había sido desintegrado por los marcianos. Los pocos quiteños que habían estado dudando de que la transmisión fuera cierta, empezaron a asustarse. 

La escena que describen algunos de los que vivieron ese momento es de puro horror: dicen que había gente que salió de sus casas, a correr desesperada por las calles cargando…

[María Luisa]: Colchones, maletas, canastas y todo lo que podía la gente. Todo el mundo llorando desesperada la gente. 

[José Laso]: Por el terror mucha gente iba a golpear las iglesias, a tratar de confesarse sus pecados. 

[José Antonio]: Y bajaban hombres que decían que eran liberales y decían que le perdonen los pecados que han tenido durante su vida y se hincaban: “Dios mío, diosito lindo, perdóname todo lo que he hecho”. 

[Aurora]: Y lo que se oía era las ambulancias, ambulancias sí se oía porque la gente asustada… había personas que sí les había dado unos ataques. 

[Lisette]: En su libro, Páez cuenta que muchas mujeres embarazadas se fueron a los hospitales, porque a algunas, por el susto, se les adelantó el parto y otras porque ya les tocaba. Que hubo varios choques de autos en las calles, y que había gente que quería lanzarse por las ventanas para morirse antes de que llegaran los marcianos. Que parejas que tenían planeado casarse meses después, decidieron irse a la iglesia para hacerlo esa misma noche, antes de morir. O que algunas personas se confesaban infidelidades. Que había gente que empezó a quemar billetes o se los regalaba al que pasara. Y que hubo otros que sacaron sus botellas de whisky para ponerse a beber y compartir al que quisiera. Todos estaban viviendo esos minutos como si fueran los últimos de sus vidas. 

Es más, cuenta que las fuerzas de combate ecuatorianas se movilizaron a Cotocollao para enfrentar a los supuestos marcianos. Imagínense, un montón de militares armados manejando a las afueras de Quito para enfrentarse a los extraterrestres. 

Los que estaban dentro de la radio no tenían idea de que todo esto estaba pasando en las calles de la ciudad. Guillermo Villalba, el que trabajaba en la Radio Comercial, tenía 27 años en ese entonces, y me contó que a él le contrataron para esto. 

[Guillermo]: Para simular intercambios. Para transmitir y comunicar de la llegada de los marcianos. Y decían: “Aló, Gran Colombia, intercambiamos”. 

[Lisette]: Gran Colombia, otra radio del Ecuador. Este intercambio entre las radios fue una estrategia más de Páez para simular que la invasión era real. Porque, claro, ya no era solo la Radio Quito narrando esto, sino distintos medios de comunicación.

Pero Guillermo y los que estaban en el estudio ni se imaginaban que los quiteños podían creer que la transmisión fuera cierta y que estaban desesperados esperando el fin del mundo. Para ellos, era evidente que era una radionovela: no solo era una novela conocida, sino que, además, se sabía de lo que había pasado en Nueva York 11 años antes. Y es que no solo por los efectos de sonido que eran evidentemente creados, sino que había otro detalle absurdo: durante la transmisión de la supuesta invasión marciana, había publicidad de una gaseosa que se llamaba Orangine. En el libro de Páez dice que había pautas como esta: 

(SOUNDBITE DE ANUNCIO)

[Voz]: Los boletines informativos que están escuchando, señoras y señores, tienen el patrocinio exclusivo de Orangine, el insuperable refresco de naranja.

[Lisette]: Pero a pesar de esto, para los que estaban escuchando la transmisión, todo era demasiado real. Así lo recuerda mi tía abuela Mercedes. 

[Mercedes]: Era tan perfecta la narración que… que todo el mundo ni dudarlo, ni dudarlo, porque narraban inclusive la forma de las… de las naves que venían. Entonces, ¿quién va a dudar? 

[Lisette]: Quién va a dudar. 

[José Laso]: En una ciudad así pequeña la gente éramos muy ingenuos, ¿no? 

[Lisette]: Este es José Laso otra vez, al que su mamá quiso esconder en un sótano cuando escuchó sobre la invasión marciana. Él es académico e investigador, y escribió el prólogo del libro de Páez. 

[José Laso]: Nuestro marco informativo era Quito. No había la globalización. Entonces, claro, éramos extremadamente parroquianos, ¿no? 

[Lisette]: Después de 15 minutos más o menos de transmisión, los que estaban dentro de la radio se enteraron de lo que estaba pasando en las calles de Quito, el desespero y el pánico. Entonces los locutores de la Radio Quito dijeron algo parecido a esto.

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Locutor]: Anunciamos a toda la ciudadanía que no existe ninguna invasión marciana. Lo que están escuchando es una radionovela de Radio Quito totalmente de ficción. Mantengan la calma, es tan solo una radionovela. 

[Daniel]: Pero lejos de calmar a los quiteños, este anuncio los alborotó aún más. Y las consecuencias fueron tan inesperadas como violentas. 

Una pausa y volvemos. 

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[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Antes de la pausa estábamos en 1949, en Ecuador. La emisora Radio Quito estaba transmitiendo una recreación de “La guerra de los mundos” y la gente estaba convencida de que los marcianos estaban invadiendo su ciudad. Cuando los locutores se enteraron del caos que se estaba formando y anunciaron que se trataba de una radionovela, hubo varias reacciones. Una de las personas que se acuerda de esto es Aurora Pazmiño. 

[Aurora]: Entonces la gente que oyó eso se montaron, se puede decir, en iras. Se enojaron mucho. 

[Daniel]: Llamaron a la radio a insultarlos y les dijeron cosas como: “Ahora viene la segunda parte de la invasión, cabrones”, “No saben lo que les espera, malparidos”, entre otras cosas más. Pero eso sería solo el comienzo de los trágicos resultados de la transmisión de “La guerra de los mundos” en Quito. 

Lisette nos sigue contando. 

[Lisette]: Para entender los hechos que vendrían después del anuncio de que la invasión no era real, hay que entender un poco el contexto social y político del país en 1949. Ecuador había salido de una guerra con Perú hacía siete años, recién había ocurrido la Segunda Guerra Mundial y solo cuatro años antes se había lanzado la bomba atómica. Entonces cuando escucharon que los marcianos invasores venían a matarlos, era como si todas esas guerras y ataques finalmente hubiesen llegado a Quito. O como José Laso lo pone:

[José Laso]: Era la guerra de los mundos, ¿no? De los mundos pequeños que eran Latacunga, Ambato, Riobamba, porque ese era el mundo para el Ecuador de esa época, ¿no?

[Lisette]: Y fue ahí cuando los quiteños decidieron levantarse en contra de la radio que les hizo creer que el fin del mundo había llegado. José estaba en la casa de sus abuelos en el centro de Quito y, después de escuchar esta aclaración, él recuerda ver por las ventanas… 

[José Laso]: La gente que subía. Las multitudes que subían con palos, indignados. 

[Lisette]: Y no solo eran los vecinos de José los que salieron a protestar afuera de la radio. Mi abuelo, todavía afuera del restaurante donde estaba con sus amigos, comenzó a ver que… 

[José Antonio]: La gente salió e iba engrosando conforme iban caminando por la 10 de Agosto y luego la Guayaquil hasta llegar a la Plaza de Independencia.

[Lisette]: La plaza más importante del centro histórico, un punto de encuentro frente al Palacio de Gobierno, a pocas cuadras de la entonces Radio Quito. Y los que estaban ahí no solo tenían palos y piedras. 

[Aurora]: En ese entonces nosotros, como no había luz, se acostumbraban a tener en las casas para salir a la madrugada o de noche unas antorchas con kerosén. 

[Lisette]: Esta es Aurora Pazmiño otra vez. 

[Aurora]: Entonces la gente cogió esos mecheros y avanzaron a Radio Quito.

[Lisette]: Sí, la gente fue con antorchas al edificio donde funcionaba la radio, que era el mismo lugar donde funcionaba el diario El Comercio. Estaban dispuestos a todo. La multitud rodeó el edificio y entre gritos e insultos lanzaron piedras y ladrillos a las ventanas. 

Pero eso no era suficiente. Comenzaron a gritar “¡Candela!” y entraron a la planta baja, destruyeron las máquinas y prendieron fuego a todo. La multitud quería no solo destruir las instalaciones, sino quemar el edificio y a todos los que estuvieran adentro. Cada vez más y más gente se unió a la destrucción y llevaron latas de gasolina para avivar las llamas. 

Los que estaban adentro de la radio sabían que la gente que estaba afuera estaba muy molesta, pero nunca se imaginaron que iban a incendiar el edificio. Y a pesar de que escuchaban a las personas gritar “¡fuego!” y veían por la ventana a la gente cargando latas de gasolina, solo se dieron cuenta de que los querían quemar cuando vieron la humareda.

Guillermo Villalba, el locutor de Radio Comercial que fue invitado a participar en la transmisión, se acuerda que en un momento dado vio cómo el humo subía de la base del edificio hasta el segundo piso, donde estaba Radio Quito.

[Guillermo]: Sentíamos nosotros angustia, desesperación el momento que comenzamos a oler humo. Y ahí cada cual por su lado trataban de salir. 

[Lisette]: En ese momento, el locutor de Radio Quito volvió al micrófono y pidió ayuda al gobierno, a los policías, a los bomberos, a la gente que los estaba escuchando. José Laso, que seguía en su casa escuchando la transmisión, lo recuerda bien. 

[José Laso]: Desesperados pedían ayuda y socorro. Y la gente creía que todo era parte del drama, parte del juego, parte de la comedia y de la representación de la Guerra de los Mundos, ¿no? Y… y entonces era esa terrible ambigüedad entre la realidad y la ficción. 

[Lisette]: Los que no estaban quemando El Comercio veían las llamas y el humo que salía del edificio.

[José Laso]: Pues la gente preguntaba, ¿qué es lo que está pasando en Quito? La gente no sabía que se estaba incendiando el periódico o si en realidad los marcianos ya estaban en la plaza grande, ¿no? Porque era en el centro de este Quito pequeñito, ¿no? 

[Lisette]: Finalmente los bomberos respondieron al incendio y llegaron a las afueras del periódico para intentar apagar el fuego, pero a Fabián Melo le contaron que… 

[Fabián]: El pueblo no le dejó que eche una sola gota al… al edificio. “Si usted echa una gota de agua les matamos a ustedes”. 

[Lisette]: Y con esa amenaza los bomberos se retiraron. La gente no permitió bajo ninguna circunstancia que ayudaran a las personas que estaban en el edificio. Y ni siquiera les importó el riesgo de que las llamas se expandieran a las casas de al lado.

Finalmente, los manifestantes afuera de El Comercio anunciaron que dejarían salir a los artistas, locutores, periodistas y trabajadores de la radio y el periódico por una sola puerta. Dijeron que las vidas de ellos serían respetadas y que solo querían que Leonardo Páez se entregara. 

Según dice Páez en su libro, lo querían a él porque lo veían como —y cito— el “hombre de la mente diabólica, que siendo quiteño, por desgracia, a Quito ha traicionado, poniéndolo patas arriba”. 

Los trabajadores de la radio y del periódico comenzaron a salir uno por uno. Pero no todos lo lograron porque las llamas comenzaron a subir y cerraron el paso hacia la puerta. Uno de ellos fue Guillermo Villalba. 

[Guillermo]: Del último piso hasta abajo ya estaba en llamas. ¿Y nosotros por dónde salíamos? Así que tuvimos que lanzarnos a un edificio al lado del último piso de la azotea de donde funcionaban los estudios de radio. 

[Lisette]: Al lado del edificio de El Comercio había un colegio de monjas. 

[Guillermo]: Yo salí y me lancé a un planchón hirviendo que había estado ahí y me quemé las manos y muchas partes del cuerpo. 

[Lisette]: Guillermo quedó inconsciente por el humo que había inhalado. Más tarde alguien lo sacó de ahí —todavía desmayado— y lo llevaron a un hospital. 

Mientras tanto, el edificio seguía quemándose, las llamas cada vez más altas. Aurora Pazmiño las recuerda. Ella vivía en una calle que sube a la cima del Panecillo, una loma desde donde se podía ver toda la ciudad.

[Aurora]: De arriba se veía todito el incendio después de oír y eran unas llamas y el humo altísimo, imagínese todo el centro y se veía, ahí se veía. 

[Lisette]: Fabián Melo recuerda cómo se sintió al ver el fuego. Vivía a unos tres kilómetros de distancia de la radio. 

[Fabián]: Pucha, terror. Imagínese lo que es un guagua de ocho años que empiece a ver una llamarada que subía y las chispas que subían. ¿Qué le digo? En ese entonces yo me imaginaba que se iban hasta el cielo, 10 metros, 12 metros. 

[Lisette]: Ya eran cerca de las 11 de la noche, dos horas después de que empezó la transmisión. Ya habían llegado los policías y alejaron a los manifestantes lanzándoles gases lacrimógenos. El Ministerio de Defensa envió tropas y caballería para apoyar a los policías. Una vez cercado el lugar, los bomberos pudieron acercarse y comenzar a apagar el fuego. Eran las 11 y media de la noche. 

Mientras tanto, dentro del edificio, Leonardo Páez logró salir saltando por una ventana hacia el tejado del colegio . Él continuó su escape caminando por los techos de las casas contiguas, tratando de alejarse lo más posible de la muchedumbre que quería quemarlo. Hasta que llegó al techo de una casa donde había una familia en una azotea. Les hizo señas para que lo ayudaran y enseguida lo hicieron. Lo dejaron pasar a su casa y le dieron una habitación. 

Páez les pidió que contactaran a su familia y le dijeron que lo harían, pero le advirtieron que los policías lo estaban buscando por todas las casas del sector. Ya eran pasadas las 12 de la noche. 

Los bomberos lograron apagar el fuego por completo y los manifestantes se fueron a sus casas. La calma se fue recuperando poco a poco y la ciudad apenas durmió esa madrugada. 

A la mañana siguiente, los quiteños fueron a ver qué pasó en el lugar. El edificio donde funcionaba la Radio Quito y El Comercio quedó completamente destruido. Solamente quedó la fachada. Había cenizas por todas partes. Todo lo que estaba dentro se quemó, incluyendo el guion adaptado de “La guerra de los mundos” de Eduardo Alcaraz y la grabación original de la transmisión. Por eso la que escuchamos es solo una recreación. 

La mamá de José Laso lo llevó a ver los escombros. 

[José Laso]: Me impresionó mucho porque en el primer piso de El Comercio estaban las impresoras del periódico y había unas ventanas bajas que se podía ver el interior, quemado. Y a mí me impresionó mucho ver en el piso de… de El Comercio que me parecía un espejo. Porque se había derretido el plomo de los tipos. Y me impresionó mucho ver las máquinas de escribir retorcidas, ¿no? Por el incendio.

[Lisette]: Ocho personas murieron por el incendio. Entre ellas dos artistas que estaban en el estudio de radio durante la transmisión: el violinista Perfecto Alvarado y el pianista Raúl Molestina. Pero además, ahí también estaban dos personas que acompañaban a Páez mientras él hacía su trabajo: su novia Clemencia y un sobrino de ella. 

Y bueno, fuera de la emisora, el pánico también tuvo su impacto: se dice que algunos se suicidaron por la desesperación de la supuesta invasión marciana. Se habla de que en total pudieron haber muerto alrededor de 20 personas.

En los días siguientes al incendio, varios manifestantes y personal de la emisora fueron detenidos por la policía. Pero no dejaban de buscar a Páez por todas partes. Páez se había escapado del centro de la ciudad y estuvo escondido en la casa de un conocido de su familia, a las afueras de Quito. Estuvo ahí cuatro meses. Un día su abogado le recomendó presentarse directamente frente a un juez en el Palacio de Justicia y le dijo que su defensa ya estaba preparada. Páez aceptó. 

En el juicio lo acusaron de incendiario y de provocar una “reacción colectiva” que causó la destrucción de El Comercio. Pero Páez y su abogado demostraron que los directivos de Radio Quito eran conscientes de lo que iban a hacer y que firmaron un contrato con el guionista Eduardo Alcaraz. Paez argumentó que él solo estaba siguiendo órdenes de sus superiores. Fue absuelto de todos los cargos y salió libre. 

Páez se libró de ir a la cárcel pero algo no lo dejó vivir tranquilo: cada vez que caminaba por las calles de Quito recibía reacciones extremas y contradictorias de la gente. Por un lado, había personas que lo invitaban a tomar un trago y a contarle cómo vivieron la transmisión de “La guerra de los mundos”. Otros se acercaban a él y lo felicitaban por su gran trabajo con la radionovela. Algunos le decían que se habían reído mucho. Otros le decían que gracias a los marcianos se separaron de sus parejas infieles. Y otros que participaron en el incendio no se podían perdonar a sí mismos. 

Pero esos comentarios un tanto cómicos no lo salvaron de perder su credibilidad y su reputación como periodista. Muchos lo acusaron de que él publicaba solo noticias falsas. Y cuando los diarios o emisoras le daban trabajo, le decían que publicara con un seudónimo o sin su firma. Le pagaban poco dinero y a duras penas le alcanzaba para comer. Solo en una radio lo dejaron transmitir radionovelas a su nombre y gracias a ese espacio, Páez ganó un premio por su trabajo como escritor de teatro. Con ese dinero que ganó, decidió emigrar a Venezuela y no volver más. 

Radio Quito estuvo cerrada por dos años. La volvieron a abrir en 1951. Y por mucho tiempo en Ecuador, las personas de otras ciudades llamaban a los quiteños con el apodo de “marcianos”, como burla de su ingenuidad. 

Pero en realidad no es algo para reír. Para muchos es un evento terrible que marcó sus vidas para siempre, como a Guillermo Villalba. 

[Guillermo]: Cada cual se salvó como pudo de ese momento de angustia que no quisiera volver a acordarme. Ese es un hecho trágico, completamente.

[Lisette]: Entiendo por qué no quiere acordarse de esto: estuvo a punto de morir. 

En los días siguientes a la transmisión, Guillermo se recuperó de sus heridas, pero las quemaduras en sus manos lo dejaron sin huellas digitales. Y las secuelas de ese día todavía pueden verse en él. Los doctores le dijeron hace poco que tiene una herida en el pulmón por todo el humo que inhaló ese día. 

Cuando yo era pequeña y caminaba por las calles del centro histórico de Quito con mi abuelo, él siempre me contaba historias de la ciudad: me enseñaba dónde vivía con mis bisabuelos, dónde iba al colegio, dónde estudiaba mi abuela. 

Y muchas veces llegábamos al lugar donde funcionaba Radio Quito en su juventud —el edificio reconstruido, que ahora desentona con su fachada moderna, hasta extraterrestre, depositado en medio de una calle colonial. Nos parábamos ahí y mi abuelo me contaba lo que pasó ese día como una curiosidad, una anécdota entre muchas, un detalle folclórico de nuestra ciudad y de nuestra historia.

Y mientras escuchaba la historia de la radionovela, de nuestro breve apocalipsis quiteño y la reacción violenta que vino después, pensaba: ¿quiénes son realmente los extraterrestres en esta historia?

[Daniel]: Lisette Arévalo es productora de Radio Ambulante. Vive en Quito. Esta historia fue editada por Camila Segura, Luis Fernando Vargas y por mí. El diseño de sonido y la música son de Andrés Azpiri. Andrea López Cruzado hizo el fact checking. 

Gracias a Juan Carlos Méndez por su ayuda en este episodio. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Gabriela Brenes, Jorge Caraballo, Victoria Estrada, Rémy Lozano, Miranda Mazariegos, Patrick Moseley, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, Luis Trelles, David Trujillo y Elsa Liliana Ulloa. Carolina Guerrero es la CEO.

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, y se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

En el próximo episodio de Radio Ambulante: un niño entra a la biblioteca de su escuela, escoge un libro, lo lee y después…

(SOUNDBITE DE ARCHIVO) 

[Periodista]: Polémica en Chile por la distribución de un libro con contenido erótico a estudiantes de enseñanza básica.

[Galo Ghigliotto]: Fueron una semana o diez días donde se habló todos los días del tema. 

[Daniel]: Un país de cabeza por un libro, la próxima semana.

Créditos

PRODUCCIÓN
Lisette Arévalo


EDICIÓN
Camila Segura, Luis Fernando Vargas y Daniel Alarcón


DISEÑO DE SONIDO
Andrés Azpiri


MÚSICA
Andrés Azpiri


ILUSTRACIÓN
Regina Rivas


VERIFICACIÓN DE DATOS Y HECHOS
Andrea López-Cruzado


PAÍS
Ecuador


PUBLICADO EN
01/14/2020

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