Hombre de barro | Transcripción

Hombre de barro | Transcripción

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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón. 

Estamos a mediados de 1974 en el puerto de Veracruz, en México. Hace un calor sofocante en el penal Allende, una cárcel vieja, venida a menos.

[Mario Navarrete]: No es un lugar encantador, precisamente. Es un lugar eh, donde están pues los policías, hay gente entrando y saliendo, ruido. 

[Daniel]: Él es el arqueólogo Mario Navarrete. Acaba de viajar desde Xalapa, la capital del estado, a dos horas de distancia. Cuando entra en el penal, un hombre lo conduce a una habitación. Y Mario ve la razón que lo ha traído hasta ahí: una caja sucia de cartón, y adentro, un montón de pedazos de barro.

[Mario]:  Las piezas arqueológicas a las que uno les tiene tanto respeto y, este, las toca con guantes y esas cosas están tiradas allí en una caja de cartón ahí, y tienen encima basura que alguien creyó que era basurero y le echó ahí una botella de refresco.  Entonces sí causa de momento confusión y causa de momento: “Bueno, ¿qué es esto?”


[Daniel]: Lo que está viendo tiene un nombre: tepalcates. Una palabra mexicana de origen náhuatl que significa justo eso: pedazos de barro. Mario comienza a observarlos. Algunos de los fragmentos tienen un color natural. 

[Mario]: Ese color cafecito. Yo soy de barro. Así, medio quemado, chamuscado. 

[Daniel]: Otros tienen un color rosado, otros están pintados con cal. 

Mario intenta poner en orden lo que ve. Para eso está en el penal. Como perito arqueológico, para dar su opinión de experto. La procuraduría de justicia sospecha que esos pedazos de barro son fragmentos de varias  figuras prehispánicas y ha detenido a un hombre acusado de traficarlos. Este es un delito federal castigado hasta con diez años de cárcel. Así era en los años 70, y lo es hasta el día de hoy. 

Lo que Mario debe hacer entonces es dar su veredicto. Es decir,  estas piezas que ve ¿son los restos de figuras hechas hace siglos? ¿O son puros pedazos de artesanías contemporáneas? Puede sonar fácil, pero no lo es, porque en México, un país rico en arqueología, abundan los saqueadores, traficantes y falsificadores de piezas antiguas. Gente muy habilidosa capaz de desbaratar el patrimonio del país y también de sembrar caos en museos como en el que Mario trabaja, el Museo de Antropología de Xalapa, también conocido como el MAX. 

[Mario]: Un museo de antropología como el de Xalapa tiene entre su personal, pues arqueólogos que se supone son capaces de identificar piezas falsas y piezas originales.

[Daniel]: El problema es que es muy difícil determinar con absoluta certeza qué tan antigua es una pieza de cerámica. Existen varios métodos científicos, desde la termoluminiscencia hasta el radiocarbono, pero ninguno 100% infalible. 

[Mario]: Lo que pasa es que la arqueología no es una ciencia exacta. 

[Daniel]: Distinguir a simple vista entre una pieza original y una hecha por un falsificador talentoso se aprende con la práctica. Ni siquiera consiste en un trabajo visual, sino táctil, donde uno pasa horas y horas con figuras en las manos, así como Mario lo ha hecho hasta entonces, durante casi 10 años, en la bodega del MAX. Allí, en silencio, con los ojos cerrados, muchas veces, ha percibido sus texturas y sus formas entre los dedos. Es una tarea casi espiritual.

[Mario]: No te imaginas la emoción de tocar piezas originales. Con tu mano desnuda, ¿sí? Y sentirla y sentir aquella textura que es arenosa, que es lisa, que está pintada. Siente uno la belleza del rasgo humano. Una mejilla, un ojo, una oreja, un cuello, un adorno, un tocado, unas escamas, unos colmillos. 

[Daniel]: Y con la misma disposición que ha tenido con los tesoros del museo, Mario examina ahora las piezas que se encuentran en el penal Allende.

[Mario]: Tú las tocas ahí, está entrando la gente y gritando y todo. Y tú te abstraes por un momento y dices: “No estoy en el Ministerio Público, no estoy en un calabozo, no estoy en nada. Estoy en un viaje a un pasado en donde hubo arte.”

[Daniel]: Mientras toca esos tepalcates, nota que unos se sienten viejos, arenosos. Quizás son originales. Pero otras partes…

[Mario]: Parecen nuevas… ¿Cómo está esto? 

[Daniel]: Mario sospecha que alguien ha querido reconstruir varias figuras prehispánicas originales con estos pedazos de barro, reemplazando los faltantes con nuevos. Es como si frente a él hubiera partes revueltas de distintos rompecabezas, con el detalle de que unas parecen ser de hace más de mil años, y otras de las últimas décadas. O sea, un caos. 

Mario quiere expresar sus dudas. Pero en el penal Allende los peritos no están para eso.

[Mario]: No puede uno explayarse hablando como si fuera una cosa técnica. Simplemente, es decir sí o no. No hay medias tintas.

[Daniel]: Solo debe responder esta pregunta: ¿Las piezas son originales, o sea, prehispánicas?

Si dice “sí, son originales”, pertenecen al patrimonio arqueológico de México y el hombre acusado podría ser condenado a hasta diez años de cárcel.

Si dice “no, no son originales”, las piezas se convertirán en los restos de meras artesanías contemporáneas y el hombre será liberado. Mario toma una decisión:

[Mario]: “Sí, son originales.” Y ya. 

[Daniel]: El hombre es culpable. Mario regresa a Xalapa sin pensar más en el asunto. Ha cumplido con su trabajo. Pero a los pocos días recibe una carta con una fotografía. Brígido Lara, el acusado, tiene evidencia de que es inocente. 

Una pausa y volvemos. 

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. El periodista Paul Antoine Matos y nuestro productor Pablo Argüelles viajaron desde la Ciudad de México a Xalapa para reportear esta historia. Paul nos sigue contando.

[Paul Antoine Matos]: Fuimos a Xalapa porque queríamos conocer a Brígido Lara, el hombre acusado de tráfico de piezas arqueológicas en 1974.

[Brígido Lara]: ¿Cómo estamos?

[Paul Antoine]: Mucho gusto, Brígido, ¿cómo está?

[Brígido]: El gusto es mío. Bien, bien. 

[Pablo Argüelles]: Hola, Don Brígido, ¿cómo está? 

[Brígido]: Bien, bien, pues aquí. 

[Paul Antoine]: Nos encontramos con él una mañana nublada de mayo de este año, 2023, en el norte de la ciudad. Hoy Brígido tiene 82 años y a veces le tiembla un poco la voz. Pero desde el comienzo se mostró muy confiado y desenvuelto con nosotros. Nos pareció evidente que había contado su historia muchas veces y que estaba acostumbrado a ser entrevistado. Cuando nos sentamos a platicar, lo primero que hizo fue mostrarnos un gran álbum en el que a lo largo de los años ha guardado notas de prensa. Todas sobre él. 

[Brígido]: Aquí tengo varios periódicos. Unos buenos y otros malos porque también me han atacado mucho.

[Paul Antoine]: ¿Pues podemos revisarlos en un rato?

[Brígido]: Si quiere…

[Paul Antoine]: Antes de contarnos sobre cómo llegó a la cárcel y sobre la fotografía que le envió al perito arqueólogo Mario Navarrete, Brígido nos habló de su infancia en un rancho de La Mixtequilla, una región en el estado de Veracruz, muy cerca del Golfo de México. 

[Brígido]: Ahí en esa región se pueden encontrar vestigios de diferentes tipos de, sea vasijas, sea cajetes, un plato o un fragmento de una figurilla, sea de un ser humano, como de un ave o como de un insecto. 

[Paul Antoine]: Restos de cerámica de dos civilizaciones precolombinas: la olmeca y la totonaca. En los años 40, cuando Brígido era un niño y se encontraba esos fragmentos, quedaba muy impresionado. Pero sobre sus creadores –la gente de aquellas culturas– se sabía muy poco. Todo el mundo llamaba a las piezas simplemente “ídolos” o tepalcates. Y casi nadie se interesaba por ellas. Brígido, en cambio, ya jugaba a los ocho años a hacer sus primeras figuras con el barro que encontraba en los arroyos. 

[Brígido]: Empecé, este, modelando animalitos y todo lo que teníamos en la casa como perros, marranos, burros.  Tuve muchos fracasos, tuve muchísimos fracasos. 

[Paul Antoine]: Es que el barro es muy frágil y caprichoso. Además, convertirlo en piezas que aguanten el paso del tiempo era todo un arte que Brígido tuvo que aprender por sí solo. Porque al principio, cuando llovía, sus figuras se desbarataban. Era algo que no podía entender: ¿cómo habían hecho los creadores prehispánicos para que sus piezas fueran tan resistentes? Brígido encontró la respuesta observando cuidadosamente la naturaleza.

[Brígido]: Esa parte también me dio mucha sabiduría, fíjate, porque soy muy analista. Y si me pasa algo en un lado, yo tengo que estudiar y llegar por qué me pasó eso.

[Paul Antoine]: Se dio cuenta de que cada vez que en el rancho quemaban el campo para resanarlo, los refugios de barro de unos insectos llamados rosquilla quedaban intactos.

[Brígido]: Quedan lisitas, lisitas, todas las paredes, el huequito a donde ahí vivió…

[Paul Antoine]: Y después, cuando llovía… 

[Brígido]: Te encontrabas los cajetitos llenos de agua. Los vasitos esos donde durmió la rosquilla llenos de agua. Fue una maravilla. 

[Paul Antoine]: Así fue que entendió que debía hornear sus piezas. Para mediados de los años 50, cuando era un adolescente, Brígido ya tenía un taller muy rudimentario en su pueblo y ya era capaz de copiar las figuras totonacas y olmecas que se encontraba en las ruinas, los campos y los arroyos. Pero también hacía invenciones salidas de su imaginación, inspiradas en las originales. Y mientras más talentoso se hacía, más crecía su fama por toda la Mixtequilla.

[Brígido]: Y la cuestión se corre. Y de buenas a primeras había, había mucha gente. Sea gringo, sea italiano o sea españoles. 

[Paul Antoine]: Gente que le compraba sus figuras. Y le pagaban bien: 10 o hasta 100 veces más dinero de lo que se ganaba cosechando en el campo. 

[Brígido]: Cuando yo llego a los 16, 17 años, pues yo ya sabía que mis cosas tenían un costo, ¿no? Y uno quiere tener dinero y dinero y más dinero y más dinero, ¿no?

[Paul Antoine]: Y si de hacer dinero se trataba, podría decirse que Brígido estaba en el lugar correcto en el momento adecuado.

[News reel]: From every country people come to Mexico. By air, by train and by highway… 

[Paul Antoine]: Esta es una película promocional sobre México hecha por una empresa de Estados Unidos en la década de los 50s. Justo por ese entonces el gobierno mexicano comenzó a fomentar el turismo en el país. Y, con él, viajeros de todo el mundo se empezaron a interesar cada vez más por las culturas del México antiguo.

[News reel]: What mysterious ceremonies? What solemn processions occurred here?

[Paul Antoine]: Y por los misterios de sus zonas arqueológicas, desde Monte Albán hasta Teotihuacán. Y así, artistas, políticos y coleccionistas extranjeros empezaron a llegar a México y muchos aprovechaban para llevarse en sus maletas alguna pieza prehispánica. 

Y  es que no era tan difícil conseguir piezas arqueológicas en ese momento. Por entonces, las leyes de protección de patrimonio en México tenían varias ambigüedades que hacían que su aplicación fuera difícil, y además el coleccionismo privado estaba permitido . Todo lo cual hacía que el mercado de figuras prehispánicas fuera un mundo bastante salvaje, lleno de engaños, estafas y sobornos a las autoridades.

Ese mercado por lo general funcionaba así: compradores y coleccionistas de todo el mundo contrataban a intermediarios locales para que buscaran piezas por toda la región.

Y estos intermediarios no tenían muchos escrúpulos. Las piezas las encontraban en excavaciones arqueológicas reales, pero también en sitios que rellenaban con figuras compradas a artesanos locales. Artesanos como Brígido. Él le vendía sus propias creaciones a los intermediarios y también les cobraba por restaurar y completar piezas originales rotas. 

Pero para 1972, cuando Brígido tenía 31 años, las reglas en México habían cambiado. Ese año se promulgó la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicas, que hoy sigue vigente. Era mucho más estricta. Por un lado, el coleccionismo privado estaría mucho más regulado: todos los que ya tuvieran piezas arqueológicas deberían registrarlas a las autoridades. La ley también prohibió la exportación de piezas, así como su transporte y sobre todo su reproducción sin permisos comerciales.

Todo lo cual nos lleva al caso tan particular de Brígido y el lugar que él ocupó en ese mercado engañoso de artesanías y piezas prehispánicas. Cuándo le preguntamos cómo entendía su negocio por aquellos años, nos dijo…

[Brígido]: Pues la verdad, la verdad que mira esto, esto, esto no le daba importancia porque yo desconocía muchísimas cosas. Mucha gente se cuidaba porque había un delito, cosa que yo no sabía,  vaya, qué tan grande o por qué el delito. Y, por ejemplo, el saqueo es un delito prohibido por nuestras leyes, ¿no? Pero si yo hacía una pieza, ¿por qué era delito?

[Paul Antoine]: Es imposible confirmar qué sabía o qué no sabía Brígido sobre las leyes en los años 50 o 70, pero lo que sí sabemos es que no veía problema en vender figuras inspiradas en piezas prehispánicas… Según él nunca hizo pasar sus creaciones por obras prehispánicas originales, lo cual sería fraude y falsificación. Siguiendo la lógica de su historia –que recordemos pasó hace mucho, lo cual la hace muy difícil de verificar hoy–  quienes cometían esos engaños eran los intermediarios, si es que decidían revender sus piezas por cientos de miles de dólares a museos y coleccionistas extranjeros. 

En ese tiempo, era un joven que más que preocuparse por las leyes, quería dinero. Brígido ni siquiera firmaba las piezas ni se enteraba a quiénes las vendían los intermediarios ni por cuánto. Entonces una vez que salían de su taller, él se lavaba las manos; pasaba a la siguiente y listo. Trabajó de esta manera por casi dos décadas.

Hasta que en 1974 su suerte cambió. A mediados de ese año, escuchó una noticia en la radio: dos hombres habían sido detenidos por tráfico de piezas arqueológicas. Estaban en el penal Allende, donde comenzamos este episodio, esa cárcel en el puerto de Veracruz .

[Brígido]: Eso corrió como pólvora entre todos los vecinos y amigos: “No, oye Brígido, que agarraron a fulano, agarraron a zutano y que no sé qué”.

[Paul Antoine]: En este caso Fulano y Zutano eran dos de sus primos que a veces vendían sus piezas. Los detuvieron con una caja llena de pedazos de barro y los acusaron de tráfico de piezas arqueológicas. Con el arresto, los vecinos comenzaron a hablar sobre Brígido, llamándolo saqueador y contrabandista de piezas prehispánicas.

Así que decidió ir al penal Allende. Quería aclarar la situación. En el penal, Brígido le explicó a unos policías que sus primos estaban siendo acusados de delito de tráfico de piezas, pero después les dijo:

[Brígido]: “Esas piezas yo las hice.” Yo me eché toda la responsabilidad.

[Paul Antoine]: Las piezas eran artesanías que él había hecho. Los policías le advirtieron que tendría que comprobar que lo que decía era cierto. Brígido aceptó y tomó el lugar de sus primos, quienes fueron liberados. Pensó que estaría en la cárcel unos pocos días, hasta demostrar su inocencia. Pero las cosas no fueron como esperaba.

[Brígido]: No, yo primero estuve 20 días en una galera. Y en ese espacio estábamos más de 230 gentes y a los 20 días, yo ya andaba como sonámbulo. 

[Paul Antoine]: Comenzaba a arrepentirse de haberse presentado en la prisión y poco a poco su esperanza de salir se esfumaba. No sabía cómo comenzar a defenderse de lo que lo acusaban y muy pronto se enteró de que le podían dar entre 3 y 10 años de cárcel. Pero su abogado concibió un plan para demostrar que Brígido era el creador de las piezas: traer barro al penal para que él hiciera una figura desde cero. Así que en secreto, sin el permiso del director de la cárcel, mandaron una camioneta al pueblo de Brígido… A unos 40 kilómetros de ahí. Consiguieron dos costales de barro y volvieron a Veracruz.

[Brígido]: Llegó el barro a las seis de la tarde. Y al otro día temprano, a las– por aquí desperté, me eché un baño, y sobre una de las mesas que había ahí, ahí me puse a modelar la pieza. Y tenía yo como dos o tres que estaban viendo como estaba yo manejando el barro, ¿no? 

[Paul Antoine]: Que eran guardias, ¿no?

[Brígido]: No, que eran presos, también…

[Paul Antoine]: Ah, eran presos…

[Brígido]: Que estábamos en la misma área. 

[Paul Antoine]: Pasaron horas. Brígido seguía moldeando ante su pequeño público. Hasta que uno de sus compañeros le avisó que el director de la cárcel venía muy apurado. Y cuando llegó, se paró cerquita de Brígido, y le dijo:

[Brígido]: “Pero sabiendo cómo está su problema,” dice, “ahora, dice, ¿está haciendo piezas dentro del penal?” Y yo agarré, me paré así sanamente porque pues yo así soy, muy espontáneo, ¿no? Ora sí que pensé lo que se me vino. Le digo: “Caray, señor director,” digo, “ya estoy preso, yo no creo que me maten porque estoy haciendo las piezas aquí.”  No me contestó nada. Y se fue. Y sigo modelando. 

[Paul Antoine]: El director lo dejó en paz. Y así, un día después, la escultura estaba lista: era una mujer sentada, de más o menos un metro y medio de altura. Estaba inspirada en una figura totonaca llamada Cihuateteo, una mujer que ha muerto durante el parto. Fue entonces que el abogado envió una foto de la pieza a Mario Navarrete, el perito arqueólogo que escuchamos al principio de esta historia.

[Mario]: Yo nunca fui ahí con el afán de decir, este: “Que lo metan a lo más profundo del calabozo.” No, no, no, no. Mi trabajo era muy simple: “Dime si esto es original o es falso”. Pues simplemente dije lo que me pareció:  “Sí, son originales.” 

[Paul Antoine]: Pero ahora, con foto en mano, Mario dudaba… La carta explicaba que Brígido había fabricado esa pieza, aparentemente totonaca, en la cárcel. O sea quizá Brígido no era un traficante, sino alguien con talento para elaborar sus propias figuras de barro. Un artista.

[Mario]: El caso no era discutir ahí en ese momento si era una obra de arte o no. El caso era echar abajo un diagnóstico equivocado. 

[Paul Antoine]: Así que, después de consultarlo con su jefe, el director del MAX, Mario reconoció que los tepalcates que había tocado en el penal Allende no eran, como había creído, una mezcla de prehispánicos y modernos, sino todos de Brígido. 

Días después, un juez firmó la hoja de liberación de Brígido. Y poco antes de salir en enero de 1975, cuando ya muchas personas conocían lo talentoso que era, cuando incluso la prensa local comenzaba a escribir sobre él, recibió dos invitaciones.

La primera era del director del Museo de Antropología de Xalapa: un señor llamado Alfonso Medellín y toda una eminencia de la arqueología mexicana. Quería que Brígido lo fuera a visitar para hacerle una oferta de trabajo. La segunda vino de unos contrabandistas que había conocido en la cárcel.

[Brígido]: Ya me habían invitado para llevarme a Estados Unidos para namás llevar el barro, las piezas las iba a fabricar allá.

[Paul Antoine]: Le ofrecían llevarlo al otro lado de la frontera. Ponerle un taller y llevarle el barro de su tierra para que solo se dedicara a hacer piezas falsas, las cuales podrían vender por miles de dólares a coleccionistas y museos.

Brígido tenía que tomar una decisión entre dos formas opuestas de seguir aprovechando su talento con el barro. 

[Daniel]:Una pausa y volvemos.

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Antes de la pausa Brígido recibió dos ofertas de trabajo que lo invitaban a ir por caminos muy distintos… Uno lo llevaría a uno de los museos más importantes de México; el otro, a falsificar piezas arqueológicas en Estados Unidos. Ahora tenía que decidir. Nuestro productor Pablo Argüelles nos sigue contando. 

[Pablo]: Pocos días antes de ser liberado, Brígido recibió la visita de un amigo que le preguntó:

[Brígido]: ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a ir a la invitación del señor director? Le digo: “Pues fíjate que no.” “A ver a ver, ¿cómo?¿Pero por qué no?” Digo yo: “¿Qué voy a hacer allá? ¿Y de qué voy a vivir ahí?”. No conocía ningún museo, no conocía un arqueólogo, antropólogo, no conocía Xalapa.” “Oye,” dice, “pues si te están invitando, yo te llevo.” 

[Pablo]: El amigo lo convenció. Así que, poco después, Brígido se reunió en Xalapa con el director del MAX, Alfonso Medellín.

[Brígido]: Y me dice: “Mira Brígido,” dice, “yo tengo muy buen interés de que tú colabores con nosotros y con suerte pertenezcas a nuestro equipo.”

[Pablo]: Pero primero necesitaba mostrar sus habilidades. El director le contó que se acababa de descubrir una zona arqueológica importantísima en un lugar del estado llamado El Zapotal. Ahí habían encontrado una escultura muy rara: un esqueleto sentado, con un gran tocado y un rostro calavérico sacándole la lengua a quienes lo observaran. El dios totonaca de la muerte, Mictlantecuhtli. Y el MAX necesitaba una copia. 

[Brígido]: Ese fue mi examen profesional que me puso el profesor Medellín. Ya habían venido por tres ocasiones cinco personas del departamento de restauración de México queriendo sacar esa, una copia porque aquella pieza no se puede mover porque está en barro crudo. Y si le haces tantita presión, se florea.

[Pablo]: O sea, se desbarata. Era un reto dificilísimo. Pero Brígido lo aceptó y el director le preguntó:

[Brígido]: “¿Cómo vas a hacer la obra? ¿Le vas a sacar un molde o cómo la vas a hacer?” Digo: “No, maestro,” digo, “esta pieza está modelada, pero no es para sacarle molde.” Se quedó así y se estiró un poco para atrás. “Entonces, ¿cómo la vas a hacer Brígido? 

[Pablo]: Él respondió que iba a esculpir una copia de pura vista, con sus propias manos, tal y como habían hecho los creadores originales… El director se emocionó.

[Brígido]: Pegó así en el escritorio. Y me dice: “Brígido, adelante.” 

[Pablo]: Brígido trabajó en El Zapotal durante cinco meses, esculpiendo y esculpiendo en el sitio arqueológico, frente al dios Mictlantecuhtli, hasta que logró replicarlo. Y no solo lo hizo una vez, sino que hizo tres copias de tamaños distintos. Prueba superada.

Brígido entró al MAX como restaurador en 1975. Era un gran logro. Pero para trabajar ahí tuvo que pagar un precio bastante alto.

[Brígido]: Cuando yo llego aquí, me quitan la inspiración de hacer mi propia obra. Y de ahí me agarraron. Y luego que quiero una reproducción de esta, quieron una copia de esta, copia de aquella, copia… Puras reproducciones. 

[Pablo]: Puras figuras para la tiendita del museo, todas con un sello oficial que las identificaba como réplicas.  Y así pasaron los años. 

En 1985, una década después de que Brígido se uniera al museo, el gobernador de Veracruz anunció que reconstruiría y ampliaría el MAX.  Remodelarlo era necesario. El viejo edificio tenía goteras y en una ciudad tan lluviosa como Xalapa, la gente tenía que entrar con paraguas a ver las obras. Pero el proyecto también obedecía a razones más personales del gobernador. Él era un aficionado de la arqueología y quería presumir al mundo entero la identidad mesoamericana de Veracruz. Y para hacerlo, no escatimó en gastos.

Primero: encargó la construcción del nuevo edificio a una firma estadounidense. Segundo: ordenó a los alcaldes de los distintos municipios de Veracruz enviar al MAX piezas arqueológicas de sus regiones. Algo, que, recordemos, era ilegal. Y tercero: se fue de compras al extranjero, y no precisamente por ropa nueva. Fue a casas de subasta muy prestigiosas, como Sotheby’s, por piezas de las culturas que habitaron el estado de Veracruz. Y así comenzaron a llegar muchas y nuevas figuras al MAX. Un día, unos meses antes de la apertura del museo, Brígido estaba trabajando cuando uno de los conserjes vino a verlo. 

[Brígido]: Me dice, este: “Oiga maestro, no hombre… qué chingonería de piezas llegaron ayer.  Si quiere vamos pa’ que las vea.”

[Pablo]: Brígido acompañó al conserje para ver las piezas recién llegadas desde Estados Unidos. Varias de ellas ya estaban fuera de los embalajes. Y sí eran una chingonería, una maravilla. Había un caballero águila, una figura sentada, un dios conocido como Xipe Totec…

[Brígido]: Yo cuando las veo, yo me quedé y digo: “Híjole…”

[Pablo]: “Híjole”… Estaba seguro que eran suyas.

Pero… cuando vio las piezas, ¿cómo las reconoció? ¿Cómo supo que eran suyas?

[Brígido]: Pues oye, uno sabe lo que hace. Todo eso lo tengo aquí. Dentro de mi mente y de mi memoria. Todo, todo.  

[Pablo]: Pero ese día, cuando las vio, se quedó callado.

[Brígido]: No sé si decirle al director o no decirle.

[Pablo]: Pasó un día, pasó otro. Y no dejaba de dudar… Porque, en realidad, nadie tenía que enterarse. Las figuras de Brígido podían pasar por originales. Podía ser un secreto entre él y las piezas.

[Brígido]: Caramba, cómo le hago, cómo le hago y cómo… Pero ya un día se me vino un pensamiento así, tajante, que tenía yo que decirlo.

[Pablo]: Así que fue a hablar con uno de sus mentores en el MAX y cuando el director del museo se enteró… 

[Brígido]: Nunca me dijo nada. Y todos los arqueólogos… Nadie me dijo nada.

[Pablo]: Las piezas de Brígido fueron guardadas en la bodega del museo. El tema permaneció en secreto. Hasta que se inauguró el nuevo MAX unos meses después, en octubre de 1986. Hubo invitados ilustres, incluido el presidente de México. Y también él:

[Eugenio Logan Wagner.]: Me llamo Eugenio Logan Wagner.

[Pablo]: Eugenio es un arquitecto mexicoestadounidense que vive en Texas. En los años 80, hizo periodismo independiente junto con una colega llamada Mimi Crossley. Publicaban sobre arqueología para medios como el Washington Post y el New York Times. Mimi y Eugenio viajaron desde Estados Unidos a Xalapa para cubrir la inauguración del museo. Y ahí, el nuevo director –Medellín acababa de morir– les contó sobre Brígido.

[Eugenio]: Oye, fíjate que el restaurador de las piezas de cerámica antes hacía sus propias obras y creían que estaba saqueando y lo arrestaron.

[Pablo]: Fue una charla rápida. Pero lo suficientemente intrigante para que Eugenio no la olvidara. De vuelta en Estados Unidos, él y Mimi comenzaron a buscar medios que quisieran publicar algo sobre la inauguración del MAX. Pensaron en la revista Connoisseur, especializada en Bellas Artes y coleccionismo. El editor de la revista había sido el director del Museo Metropolitano de Nueva York, el Met, durante casi una década. 

[Eugenio]: Y le encanta esos temas de medio escándalos en el mundo del arte. Y luego, luego cuando le mencionamos lo de Brígido Lara nos contrató ahí en el lugar:  “No, ¿sabes qué? Vamos a hacer un artículo sobre él.” 

[Pablo]: Así que Eugenio y Mimi regresaron a México y buscaron a Brígido. Pasaron varios días con él, incluso fueron a su pueblo. Le preguntaron sobre sus métodos…  

[Eugenio]: Y nos platicó de sus técnicas para que se viera vieja la pieza. A veces le echaba Coca Cola, a veces orines, lo que sea, como que tenía todas sus fórmulas ahí, exóticas.

[Pablo]: Y también aprendieron más sobre su estilo al verlo trabajar. 

[Eugenio]: Podíamos empezar a identificar la manera en que hacía las manos, por ejemplo. Como que tiene un estilo que dices: “¡Ay, ese es un Brígido!”

[Pablo]: Por los dedos muy finos y detallados. Durante unos seis meses, Eugenio y Mimi estuvieron investigando y viajando. Se la pasaban revisando catálogos de distintos museos en todo el mundo, luego volvían a Xalapa y le mostraban las imágenes a Brígido.

[Eugenio]: Esta es tuya, ¿sí o no?

[Pablo]: ¿La del Museo de San Luis en Missouri?

[Brígido]: Sí, ¿cómo no?

[Pablo]: ¿Y el Ehecatl, es decir el Dios del Viento del Museo Metropolitano de Nueva York?

[Brígido]: Sí, efectivamente. 

[Pablo]: ¿Y las del Museo de Arte de Dallas?

[Brígido]: Yo las hice. 

[Pablo]: Antes de publicar el artículo, los periodistas contactaron al MET, al Museo de San Luis y al de Dallas. Querían contarles lo que habían investigado y que pudieran comentar al respecto. Ni el Met ni San Luis respondieron enseguida. Pero el Museo de Arte de Dallas sí.

[Eugenio]: Y luego, luego dijeron: “¿Ah sí? Bueno, vamos a hacerle pruebas a ver qué fecha nos da.” 

[Pablo]: Los resultados de las pruebas de termoluminiscencia demostraron que las tres piezas del museo no habían sido hechas entre los años 600 y 900 d.C., como se creía, sino que eran contemporáneas. Y así, en marzo de 1987, el director del museo de Dallas viajó junto con una curadora hasta Xalapa. Brígido se acuerda que estaba entrando a la oficina del MAX cuando ellos lo señalaron en voz alta y se le acercaron. Según él muy exaltados… 

[Brígido]: Y metiendo las manos a unas mochilas, sacando folders donde traían las fotos y que supuestamente les llegó la versión que yo decía que esas piezas eran falsas. Y era el reclamo que a mí me venían a hacer. 

[Pablo]: Querían que Brígido les demostrara que las tres piezas que ellos tenían en Texas eran en verdad de él.

Brígido los llevó a la bodega del MAX, donde estaban guardadas muchas de las réplicas que él había hecho, esas que llegaron con la reconstrucción del museo. Y ahí les mostró a los texanos unas figuras:

[Brígido]: No, hombre, estos hombres cuando las vieron, no hallaban qué hacer.

[Pablo]: No sabían qué hacer: eran muy parecidas a las tres que ellos tenían en Dallas. 

El director y la curadora volvieron a Estados Unidos persuadidos de que sus piezas eran de Brígido. Y a finales de abril los museos de San Luis y de Dallas anunciaron que Brígido decía ser el creador de varias piezas en sus colecciones y que los análisis científicos que estaban haciendo ya estaban demostrando que algunas eran, en verdad, modernas.

De la noche a la mañana, varios periódicos en Estados Unidos replicaron la noticia. Fue una verdadera sacudida al mundo del arte. Por un lado porque las colecciones de arte mesoamericano de algunos de los museos más importantes del mundo podrían perder su valor en cientos de miles de dólares. Pero también porque se tambaleaba el conocimiento que hasta entonces se creía tener sobre la cerámica de las culturas prehispánicas de Veracruz. De repente una pieza que se creía de estilo totonaca se convertía en un Brígido Lara.

Después de toda la investigación que hicieron, Eugenio y Mimi le creyeron a Brígido. Es decir, que sus piezas eran hechas por él.

[Eugenio]: Y no eran copias así, réplicas, eran piezas que él se inspiraba en el arte prehispánico, pero hacía sus propias creaciones. 

[Pablo]: Brígido le dijo a Eugenio, a Mimi y a otras periodistas lo mismo que nos dijo a nosotros: que él nunca hizo pasar sus creaciones por piezas prehispánicas. Para Eugenio, él no cometió ningún delito.

En el fondo, la noticia también ponía en evidencia las formas en las que museos y coleccionistas habían adquirido piezas mexicanas durante décadas. Finalmente, en junio del 87, el artículo de Eugenio y Mimi se publicó en Connoisseur y Eugenio empezó a recibir llamadas de coleccionistas privados donde le decían…

[Eugenio]: “Oye, creo que tengo una pieza de Brígido Lara.” 

[Pablo]: De repente, Brígido pasó de ser un artesano anónimo de un pequeño pueblo a un artista. Un artista que había puesto en jaque a algunos de los museos más importantes y poderosos del mundo. Y así vivió su fama durante años, contando que su obra había estado expuesta en el MET, vendiendo figuras de barro certificadas y también haciendo restauraciones y peritajes para el MAX. Y cuando llegó la pandemia, se retiró.

Un día antes de que Paul y yo volviéramos de Xalapa a la Ciudad de México, Brígido nos invitó a su taller…

[Brígido]: ¡Hola, hola!

[Pablo]: ¡Brígido, hola!

[Brígido]: Adelante, adelante, ¿cómo están?

[Paul Antoine]: ¿Cómo está?

[Pablo]: Allí nos comenzó a mostrar todas sus herramientas. En el centro del cuarto había una gran mesa de concreto donde hacía sus figuras. Y en una esquina había tres botes grandes llenos de barro crudo traído desde los arroyos de su pueblo.

[Pablo]: ¿Este barro cuánto tiempo lleva así madurándose?

[Brígido]: Más de veinte años.

[Pablo]: Este es el barro de más de 20 años. 

[Brigido]: Sí, más de 20 años…

[Pablo]: Nos enseñó que un buen barro es como un buen vino. 

[Brígido]: Este pedazo de barro lo agarras así… 

[Pablo]: Cada uno tiene su propio aroma, su elasticidad y también su textura. 

Por fin, podíamos ver cómo el barro se moldeaba a su voluntad.

[Brígido]: Con este barro yo puedo hacer lo que quiera. Cualquier pieza de cualquier cultura. 

[Pablo]: Estar en el taller dio sentido a mucho de lo que ya sabíamos sobre Brígido. Antes de ir a Xalapa leímos periódicos viejos, vimos películas y también hablamos con conocidos suyos. La mayoría fueron charlas muy ligeras tipo: “Brígido, es muy amable, es muy talentoso”. Pero una de esas personas también nos dijo algo que nos intrigó más: que en Santiago de Chile, en el Museo Chileno de Arte Precolombino, hay una pieza mexicana. Y que, a juzgar por su apariencia y su estilo, esa pieza quizás era de Brígido. 

Paul y yo buscamos la pieza en el catálogo en línea del museo. Ahí se le nombra Xipe Totec. Es un hombre de barro de más o menos un metro de altura. En el rostro tiene una máscara y en el resto de su cuerpo una falda y la piel de otra criatura. Cuando lo vimos, lo que más llamó nuestra atención fue lo finos que eran sus pies y sus manos porque, tal como nos dijeron Eugenio y otras personas con las que hablamos, Brígido tiene una obsesión con hacer pies y manos muy detallados. Y por eso, aquel día en el taller, cuando Brígido sacaba piezas y más piezas de una enorme caja de madera y nos las mostraba… 

[Brígido]: ¿Cómo ves?

[Paul Antoine]: ¡Mira!

[Brígido]: Estas son manos. 

[Pablo]: Paul y yo nos lanzamos una mirada de inmediato. Brígido acababa de sacar de la caja unas manos de barro muy parecidas a las que tenía la pieza chilena. Tan parecidas que Paul dio ese pequeño grito. Creo que en ese momento ambos sentimos que quizás estábamos por desenmascarar una pieza más de Brígido, una que había logrado sobrevivir la gran revelación de los años 80. Así que Paul sacó su celular y le enseñó a Brígido la foto que teníamos de la pieza.

[Paul Antoine]: Brígido, yo quería preguntarle sobre estas manos. 

[Brígido]: Ajá.

[Pablo]: Él vio la foto. Y cuando Paul le preguntó si reconocía la pieza, nos dijo que sí. 

[Paul]: ¿Cómo reconoce que es suya?

[Brígido]: No, pues es que la, la… ahora sé que mi obra pues la puedo conocer donde quiera, porque yo siempre les digo que, como tu letra, tu letra, tú la vas a conocer aquí y en China y en el tiempo que sea. 

[Pablo]: O sea, lo mismo que nos había dicho antes. Que uno siempre reconoce su trabajo. Yo le insistí en la pregunta…

[Pablo]: Esta imagen que que estaba viendo, ¿usted podría decir que está 100% seguro que es de usted? 

[Brígido]: Claro, claro que sí. 

[Pablo]: Con mucho orgullo aseguró que ese hombre de barro, el que estaba en Chile, era suyo.

Esa tarde nos despedimos de Brígido. Y, al volver a la Ciudad de México, quisimos investigar más…

[Alfredo Delgado]: Bueno. 

[Pablo]: Hola, Doctor, habla Pablo Argüelles, el periodista de Radio Ambulante.

[Alfredo]: Ajá, dígame usted.

[Pablo]: ¿Cómo está?

Llamamos a Alfredo Delgado,  el actual director del MAX. Conoce bien a Brígido y también fue perito arqueólogo durante muchos años. Quisimos hablar con él antes de llamar al museo de Chile para  que analizara la pieza con nosotros. Le enviamos por correo imágenes y las observamos juntos por teléfono. Alfredo no tardó en decirnos que el hombre de barro no le parecía prehispánico, sino moderno.

[Alfredo]: Sí, totalmente falso. 

[Pablo]: Según él, la composición de la figura no tenía sentido, era una mezcla de estilos de distintas épocas y culturas: la cabeza parecía azteca, la falda maya y la máscara… como la de un héroe de la lucha libre y el cine mexicanos: El Santo. O sea, el hombre de barro era como un “grandes éxitos de las figuras mesoamericanas” combinado con la cultura popular mexicana del siglo XX. Alfredo nos dijo que quienquiera que haya hecho la pieza era un buen artesano. Pero también nos dijo que no creía que fuera de Brígido. 

[Alfredo]: Definitivamente creo que no es del maestro Brígido. 

[Pablo]: ¿Qué le hace decir eso?

[Alfredo]: No es el estilo de Brígido ni en la cocción ni en el acabado ni en las proporciones. Brígido, si la hubiera hecho, yo creo que hubiera cuidado más los detalles en el sentido de hacerlo parecer más prehispánico y que no hubiera dudas de su autenticidad. 

[Pablo]: ¡Hm! Le digo porque se la mostramos dos veces a él y él nos dijo que era suya 100%. 

[Alfredo]: Mire, hay piezas originales que el maestro dice que son suyas… 

[Pablo]: ¿Ah sí? 

[Alfredo]: Sí… Y que sabemos que son de excavación. Y él dice de pronto: “Ah, esa yo la hice.” Tiene tanta obra que ni se acuerda.

[Pablo]: Y sí, Brígido hizo cientos –sino miles– de piezas entre los años 50 y 60. Es probable que a veces confunda las que pasaron por sus manos con las que nunca tocó. Pero también es posible que quiera atribuirse obras ajenas. Para Alfredo, Brígido quizás también quiera moldear su historia a su conveniencia.

[Alfredo]: Brígido lo quiere pasar como que él hacía artesanías y que no sabía lo que estaba vendiendo. Que el problema que pasaran por originales no era suyo, sino de los traficantes. Y no: él sí sabía lo que estaba haciendo. Por supuesto que lo sabía. Este…

[Pablo]: Qué interesante lo que me dice porque justo hablando con Brígido, él nos decía que él no sabía…

[Alfredo]: Bueno… pues él quiere crear su propio mito, claro que sí. Yo quiero mucho al maestro, por supuesto, pero “Yo tengo otros datos.”

[Pablo]: Y es que Alfredo nos dijo que Brígido, antes de llegar al MAX, sí trabajó con otro falsificador en Veracruz y nos recordó que cuando otros falsificadores eran atrapados, era común que dijeran que las piezas eran creaciones suyas: meras artesanías populares. Tal y como hizo Brígido cuando se presentó en el penal Allende en 1974. Al respecto Brígido nos dijo que no conocía este tipo de mañas y negó haber trabajado con otros falsificadores. 

Mientras nos contaba esto, Alfredo siguió observando el hombre de barro del museo chileno. En un momento empezó a ampliar las imágenes para observar con más atención los detalles… Y luego, después de fijarse en las extremidades del hombre de barro, nos dijo:

[Alfredo]: Mire, a lo mejor sí es de Brígido, ¿eh? Le voy a decir un secreto que pocos conocen. En las esculturas de Brígido, tiene una obsesión con los pies y están muy bien detallados. 

[Pablo]: ¡Hmm!  

[Pablo]: Ahora Alfredo dudaba… Y nosotros colgamos la llamada bastante desconcertados. Nos dejó pensando no solo si la pieza que está en Chile sería o no un Brígido sino también en algo más grande: que puede ser monumentalmente difícil distinguir una figura original de una falsa… 

De todas maneras, teníamos la sospecha final de Alfredo, así que llamamos a otro arqueólogo del MAX. Él también vio fotos de la pieza y estuvo de acuerdo con Alfredo: no era prehispánica porque no tenía coherencia desde un punto de vista estilístico. Incluso se atrevió a decir que sí le parecía que era hecha por Brígido. 

Con esta información y con estas dudas, decidimos que ya era hora de contactar al Museo Chileno de Arte Precolombino. Hablamos con ella: 

[Pilar Alliende Estévez]: Soy Pilar Alliende Estévez.

[Pablo]: Pilar es arqueóloga y la encargada de las colecciones del museo. Empezamos por contarle la historia de Brígido y nuestras sospechas de que la pieza que tenían en el museo podía no ser original. Después, ella nos contó lo que sabía: La pieza llegó a Chile alrededor de la década de 1970 de manos del fundador del museo, un arquitecto y coleccionista de ese país.   

[Pilar]: Esa pieza él la compró en un remate en Estados Unidos. Entonces también coincide un poco la historia, ¿no?

[Pablo]: Porque la compró en una subasta, tal y como había hecho el gobernador de Veracruz con las piezas de Brígido. Y con la figura venía un certificado de datación.

[Pilar]: Da una fecha muy amplia. El fechado le sale entre 650 d.C. y 1450. Y es en un pie y en la zona de la cabeza. 

[Pablo]: Es decir, las pruebas –realizadas por un laboratorio en Estados Unidos– solamente se hicieron en el pie izquierdo y en la cabeza. En 1981 el hombre de barro pasó a formar parte de las primeras mil obras con las que se abrió el Museo Chileno de Arte Precolombino y muy pronto se convirtió en una de las más emblemáticas de la colección. Y luego, el 5 de marzo de 1985, durante uno de los terremotos más fuertes en la historia reciente de Chile, cayó de su soporte y se quebró en 135 pedazos.

[Pilar]: Y quedó en evidencia que el brazo, uno de sus brazos era falso. 

[Pablo]: Durante las restauraciones de la pieza, los expertos vieron que el brazo izquierdo estaba lleno de yeso, con una malla de metal. Y se dieron cuenta de que en realidad todo el hombre ya había sido reconstruido antes, de una forma bastante tosca, con fierros para unir algunas piezas por dentro y también con un pegamento aplicado a altísimas temperaturas, lo cual impidió que se hicieran pruebas de termoluminiscencia posteriores. 

[Pilar]: La persona que restauró o que, que armó esto era una persona que le interesaba la apariencia externa y su trabajo como lo haría un conservador, un restaurador, eh, por dentro no le importó nada. 

[Pablo]: Pilar nos dijo además que los restauradores del museo vieron que las piezas del hombre de barro eran una mezcla.

[Pilar]: Veías que había partes que eran, posiblemente, originales y las otras eh, agregadas. 

[Pablo]: Y después nos aclaró algo:

[Pilar]: Eso se considera una pieza auténtica. 

[Pablo]: Y sí, según los principios del Museo Chileno de Arte Precolombino, una figura así, restaurada, con una mezcla de piezas antiguas y contemporáneas, se sigue considerando como una pieza patrimonial. Y por eso sigue hoy en exhibición. Pero Pilar tampoco se cerró a la posibilidad de que toda la pieza fuera hecha por Brígido.

[Pilar]: Si es un Brígido, que puede ser, o sea, no sé, sería un Brígido que se quebró y fue restaurado. 

[Pablo]: Y que después llegó a una subasta en Estados Unidos y fue vendido al fundador del museo chileno. Puede ser. Para Pilar, la función de un museo es investigar sus colecciones.

[Pilar]: Y tiene que siempre ser supertransparente en eso. Pero para declarar una pieza falsa, como tal, hay que hacer mucho más análisis. 

Análisis científicos mucho más minuciosos que complementen las evaluaciones de peritos arqueólogos. Pilar nos explicó que ahora no hay agenda ni dinero para hacer un estudio así. Pero también nos dijo:

[Pilar]: Evidentemente yo esta información se la voy a pasar a registro.

[Pablo]: Para que en el inventario quede escrito que Brígido Lara, mexicano, reproductor de piezas precolombinas mesoamericanas, sostiene haber construido esta pieza. Por ahora seguirá en exhibición. Habrá que ver qué deciden hacer con ella: si le hacen los análisis científicos, si la sacan de la colección, si le ponen algún texto aclaratorio para los visitantes o si, sencillamente, la dejan como está.

Durante nuestro reporteo, Paul y yo nos repetimos una y otra vez lo que nos dijo Mario Navarrete, el perito que escuchamos al inicio de esta historia: la arqueología no es una ciencia exacta. Fue nuestro recordatorio cada vez que encontrábamos análisis científicos sin conclusiones, o cuando los expertos nos expresaban sus reparos.

[Pablo]: Pero lo cierto es que… cuando comenzamos a averiguar sobre el hombre de barro que está en Chile, nos obsesionamos por saber si era original o falso. Queríamos una respuesta clara, sin medias tintas. Sin embargo, lo que encontramos fue algo diferente. Un hombre de barro más complejo. Un hombre cuya historia no se ajusta del todo a las fronteras entre lo original y lo falso, entre lo antiguo y lo contemporáneo. 

Las obras de Brígido han sido expuestas de forma anónima en algunos de los mejores museos del mundo. Y ya no es una locura pensar que quien nos escuche pueda encontrarse alguna vez, en algún museo, con una figura de la costa de Veracruz catalogada como prehispánica… 

Pero que esa figura, un hombre de barro por ejemplo, pueda ser de Brígido.  

Un Brígido Lara… auténtico.

[Daniel]: Brígido sueña con recuperar algunas de sus piezas regadas por el mundo y exponerlas en un museo con forma de tortuga que quiere construir en Tlalixcoyan, su pueblo en Veracruz. 

Gracias al Museo de Antropología de Xalapa y a su director Alfredo por todas las facilidades que nos dieron. También a Pilar Alliende, al Museo Chileno de Arte Precolombino, a Eugenio Logan Wagner y a Jesse Lerner.

Paul Antoine Matos es periodista mexicano y verificador de datos para la Agence France-Presse. Pablo Argüelles es productor de Radio Ambulante. Gracias a este episodio descubrieron que son vecinos de la misma calle en la Ciudad de México.

Este episodio fue editado por Camila Segura, Natalia Sánchez Loayza, Luis Fernando Vargas y por mí. Bruno Scelza hizo el factchecking. El diseño de sonido y la música son de Andrés Azpiri. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Nancy Martinez-Calhoun, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Barbara Sawhill, David Trujillo, Ana Tuirán, y Elsa Liliana Ulloa.

Carolina Guerrero es la CEO. 

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO.

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

Créditos

PRODUCCIÓN
Paul Antoine Matos y Pablo Argüelles


EDICIÓN
Daniel Alarcón, Natalia Sánchez Loayza, Camila Segura y Luis Fernando Vargas


VERIFICACIÓN DE DATOS
Bruno Scelza


DISEÑO DE SONIDO / MUSICA
Andrés Azpiri


ILUSTRACIÓN
Gabriela Sánchez


PAÍS
México


TEMPORADA 13
Episodio 1


PUBLICADO EL
09/19/2023

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