La voz de María | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón.
La historia de hoy ocurre en el templo de la lírica argentina. Una joya arquitectónica de los primeros años del siglo XX emplazada en el centro de la ciudad de Buenos Aires: el Teatro Colón.
Plácido Domingo, José Carreras, María Callas, Luciano Pavarotti… Todos los grandes de la ópera han pisado este escenario. Dicen los expertos que el Colón tiene una acústica única. Una de las mejores del mundo, al nivel de teatros como la Scala de Milán, la Ópera de París y el Metropolitano de Nueva York.
[María Castillo]: Cuando me senté en esa sala tuve una sensación como de que los sonidos me podían tocar el cuerpo.
[Daniel]: María Castillo de Lima es cantante del coro del teatro y recuerda perfectamente la primera vez que se presentó allí.
[María]: El momento en el que se abre el telón y te encontrás con la inmensidad. Es como estar, no sé, ante el espacio. Te da esa sensación de estar como fuera de la tierra y ver la inmensidad del universo.
[Daniel]: El Colón, un universo que puede albergar a casi tres mil personas, un público en general selecto, elegante y elitista capaz de abuchear una puesta que no consideran “a la altura” del teatro. Incluso, capaz también de molestarse si algún asistente menos acostumbrado a la etiqueta aplaude cuando no debe.
Es un lugar al margen del tiempo, en donde lo clásico es lo que domina: obras conocidas, artistas consagrados, puestas tradicionales… Un teatro que trata de abrirse a otros públicos, pero no lo logra del todo.
María llegó a ese mundo desde otro completamente diferente. Nació en São Paulo, Brasil, en 1985, y creció con los hits de Roberto Carlos que escuchaba su mamá Eunice.
(SOUNDBITE ARCHIVO)
[María]: Y recuerdo que también mi mamá cantaba y a mí con dos años, dos años y medio, también me gustaba ya cantar.
[Daniel]: Trataba de imitar a su mamá y a todos en la familia les parecía muy simpático. También estaba la influencia musical de su papá argentino, Eusebio. María era todavía muy chica cuando la familia se mudó de Brasil a un barrio en la periferia de La Plata, en la provincia de Buenos Aires, pero se acuerda de las reuniones en la casa de su abuela, cuando sus tíos tocaban las guitarras y el acordeón.
Y claro, estaba la radio. La escuchaba en su casa…
Un día dio vueltas al dial una infinidad de veces. Hasta que encontró una emisora que la fascinó…
[Radio Clásica]: La 96.7. Sintonía clásica en FM.
[Daniel]: Radio Clásica.
[María]: Y me encantaban las partes sinfónicas o los conciertos instrumentales.
[Daniel]: El dinero no sobraba en su casa: su papá era albañil y su mamá se dedicaba a las labores domésticas y a la crianza de los tres hijos. Pero con mucho esfuerzo habían logrado comprar un pequeño teclado para niños, y María lo hizo suyo. Pasaba horas en su casa intentando hacerlo sonar como los pianos que escuchaba en Radio Clásica.
Escuchando esa radio aprendió, además, muchísimo sobre ópera. Pronto empezó a destacarse en la clase de música de la escuela pública a la que iba y su maestra le habló de un conservatorio gratuito al que podía inscribirse. A sus papás les pareció una buena idea y se anotó en piano.
Poco después de haber empezado ya impresionaba a sus profesores. Tenía tanto entusiasmo que a los 15 años ya empezaba a componer su primera ópera y buscaba intérpretes entre los alumnos más avanzados.
[María]: Y bueno, ahí fue de la época que me habían apodado el pequeño Mozart del conservatorio.
[Daniel]: “El pequeño Mozart”. Pero para María esto no era suficiente, no sólo quería componer, no sólo quería tocar el piano. También quería cantar. Así que un tiempo después dejó la especialidad de piano y pasó a la de canto.
También destacaba con su voz. A sus 20, ya estaba presentándose a una audición para integrarse al coro del Teatro Argentino de La Plata, otra de las casas líricas más prestigiosas del país.
[María]: Me acuerdo que estaba con un traje negro, una camisa negra, el pelo engominado hacia atrás.
[Daniel]: Cantó El lamento de Federico, un aria -es decir un fragmento solista- de la ópera L ’Arlesiana del italiano Francesco Cilea. Esta es María cantando parte de ese aria.
(SOUNDBITE ARCHIVO)
[María]: Y recuerdo la cara de sorpresa de los jurados que se miraban.
[Daniel]: Cuando terminó de cantar, supo que lo había hecho bien. Tenía que esperar el veredicto del jurado pero algunos compañeros ya le hacían señas con el pulgar para arriba. Mientras salía de la sala y en medio del murmullo, llegó a escuchar que un reconocido director de orquesta le preguntaba a sus colegas…
[María]: “¿De dónde salió este pibe, los padres son músicos?”
[Daniel]: El pibe era María. Una voz privilegiada que llamaba la atención por su definición y madurez. Su registro entonces era de tenor. Su identidad, masculina. Pero en ese entonces no era todavía algo en lo que pensara demasiado.
[María]: O sea, yo me veía como una persona, no me identificaba con nada. Mi identidad de género era la música, era lo único que me interesaba.
[Daniel]: Y era tan buena que consiguió el puesto con facilidad y fue tenor del Teatro Argentino de La Plata durante dos años.
La música estaba primero. Pero las preguntas internas fueron llegando. Lentamente se fue dando cuenta de que su identidad era femenina.
Y esto fue una bisagra pues cuando María supo que era María, supo también -inmediatamente- que no estaba dispuesta a vivir su identidad si eso implicaba dejar de ser cantante. Para ser María tenía que tener la voz de María.
Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. La periodista Marina Abiuso junto con nuestra productora Aneris Casassus reportearon esta historia. Aquí Marina.
[Marina Abiuso]: Antes que nada, vamos con una pequeña clase de canto. Lo primero que hay que saber es que los registros vocales están divididos por género. Hay algunas excepciones, pero en la amplia mayoría de los casos el sexo de una persona resulta determinante a la hora de clasificar una voz. Se trata de una cuestión biológica, de las cuerdas vocales. Hay tres cuerdas consideradas masculinas y tres femeninas. Pueden sonar similares para muchos, pero el oído entrenado escucha grandes diferencias. María y los cantantes de la Royal Opera House de Londres nos explican:
[María]: En los hombres. El registro de bajo es la voz más grave.
(Ejemplo bajo)
[María]: El registro de barítono es la voz del medio:
(Ejemplo barítono)
[María]: Y el registro de tenor es la voz más aguda:
(Ejemplo tenor)
[Marina]: En las mujeres la voz más grave es contralto:
(Ejemplo contralto)
[Marina]: Luego viene mezzosoprano:
(Ejemplo mezzosoprano)
[Marina]: Y la voz más aguda, que es la de soprano:
(Ejemplo soprano)
[Marina]: Ya de adolescente, en el conservatorio, María sabía dónde se ubicaba su voz.
[María]: Mi registro era el registro de tenor porque sentía facilidad con las notas agudas más que con las notas graves.
[Marina]: Su voz era fácil de identificar. En ese entonces se reconocía como un varón gay y tenía una apariencia andrógina que no le molestaba.
[María]: Yo cuando era hombre tenía muchas facciones y digamos apariencia femenina. De hecho, muchas personas cuando tenía, no sé, 14, 15 o 16 años, a veces me veían y no sabían si era una chica o un chico.
[Marina]: Como tenor llegó a aquella audición del Teatro Argentino de La Plata y estuvo en el coro durante dos años. Luego formó parte de compañías líricas que la llevaron por teatros del interior del país. También dio clases mientras continuaba con su propio entrenamiento vocal. Hasta que en 2010 llegó una gran oportunidad: se abría una audición para cubrir vacantes en el Teatro Colón, el más importante de la Argentina.
Se anotó enseguida. Ganar ese lugar implicaba un avance en la carrera y también un salto económico: entrar al Colón puede ser un trabajo para toda la vida. María preparó su traje, se peinó el pelo tirante hacia atrás y otra vez eligió cantar El lamento de Federico. Tenía 25 años.
[María]: Me presento, canto y sorpresa general siempre. ¿Por qué? Porque la voz de tenor es una voz que tarda en madurar. Un tenor canta bien a partir de los 35 o 40 años. Antes es difícil que un tenor logre madurar el registro.
[Marina]: Quedó en primer lugar en la lista y se incorporó al coro. Era un gran triunfo, pero no definitivo. Es que el Colón, además de ser un teatro de referencia, también es un organismo estatal con reglas y burocracias. María había conseguido un contrato temporal pero tendría que esperar una vacante y un nuevo concurso para pasar a ser parte del grupo permanente del teatro y tener el trabajo asegurado.
Pero eso no era una preocupación muy grande en ese entonces. Era joven y ese sueldo le permitía mudarse de La Plata a Buenos Aires para estar más cerca del teatro. Después de un tiempo consiguió un departamento antiguo justo en frente: cruzando la avenida 9 de julio, la más ancha de la ciudad.
Era más que un lugar para vivir. María lo pensó como un punto de encuentro y un espacio creativo. Rápidamente transformó su hogar en un centro cultural para recibir artistas… y no sólo líricos. Sería sala de ensayo también para tango, folclore… María quería recibirlos a todos.
Pasaba los días dedicada a la música. A mediados de 2010, cinco meses después de haber ingresado al coro, María tuvo su debut en el Colón. Fue con la Ópera Manon, una puesta de la Ópera de Chicago traída a Buenos Aires con escenografía y vestuario. María tenía que usar ropa de pueblerino junto a los demás tenores.
En el mismo instante en que se abrió el telón, María, como escuchamos al comienzo, sintió que flotaba en el espacio.
[María]: De estar como fuera de la tierra y ver la inmensidad del universo.
[Marina]: Cuando entró al Colón, María llevaba unos pocos meses experimentando con su aspecto femenino. Su primera vez tuvo una excusa: una fiesta de disfraces por Halloween. Se vistió con una falda negra de la madre de una amiga, una blusa de otra y un gorro negro y dorado.
[María]: Me había maquillado rudimentariamente como podía, pero yo me sentía espléndida y mi repercusión también en las otras personas, tanto mujeres como hombres durante esa noche fue fuerte.
[Marina]: Pero la más impresionada era ella misma.
[María]: Nunca olvido una imagen de verme en un espejo de una tienda en la calle. Y volver a encontrarme con algo que yo ya era antes porque yo me vi como mujer y dije: “¿Esta persona quién es? ¿La conozco? ¿Soy yo? ¿Quizás sea yo esta persona?”
[Marina]: Por primera vez pensó que tal vez esto no era un disfraz. A partir de entonces, María empezó a buscar ropa femenina con la que cada vez se sentía más cómoda. Aunque no la usara todo el tiempo.
[María]: Mi casa parecía la casa de un señor mayor, porque yo vestía muy formalmente con saco y la casa de una muchacha de la vida porque después tenía unas ropitas que eran bastante picantonas y todo ahí tirado y me parecía la casa de dos personas, de una pareja. Y esa pareja en realidad era yo misma haciendo mis ensayos.
[Marina]: María iba y venía entre estos dos géneros. Un verano se instaló en Mar del Plata, una ciudad balnearia de la costa argentina, y se animó a una prueba más. Tenía varias semanas lejos de su rutina de tenor y decidió pasar las vacaciones enteras como mujer. Notó que eso la hacía sentirse plena.
Nunca había hablado de esto con su familia. La música la había hecho muy independiente. Desde muy joven ganaba su propio dinero. Ahora era adulta, no dependía de ellos ni necesitaba su aprobación, pero quería que sus padres supieran quién era. Ellos habían vuelto a Brasil, así que los llamó por teléfono y les contó lo que estaba viviendo.
[María]: Mi mamá me dijo: “Yo siempre supe que eras una hija”. Eso fue el mensaje de mi mamá y mi papá, lo mismo.
[Marina]: Pero para ser mujer en todos los ámbitos de su vida María necesitaba saber si podía sostener su identidad también dentro de la lírica, llevando su voz a una cuerda femenina. Biológicamente se suponía que era bastante difícil, pero María ya había tenido algunas pistas de que su capacidad vocal desafiaba los límites preestablecidos. Recuerda puntualmente un día de sus primeros años en el conservatorio de La Plata cuando todavía estaba en la carrera de piano y una de las sopranos no llegaba a la nota que exigía una obra que estaban ensayando.
[María]: Y no le salía, no le salía. Y yo le decía: “¿Por qué no te sale?” “No, porque estoy enferma”. “Bueno, entonces vamos a hacer así. Vos cantá la parte que te salga y cuando viene esa nota difícil la canto yo”. Y me decía: “¿Vos? Si vos no cantás”. “Pero yo ya probé esas notas, seguro que me sale.”
[Marina]: La soprano empezó a cantar…
[María]: Y cuando vino la nota, la canté. Y la soprano me dice: “Falsettone”.
[Marina]: Falsettone, es decir, una expresión en italiano para cuando un hombre imita la voz de una mujer, un falsete. Se le dice así porque se canta con una parte de la cuerda vocal que genera una vibración que se puede decir “falsa”: es un sonido agudo pero sin vibraciones. A María se le daba naturalmente. Pero no era lo mismo cantar un par de notas que sostener ese registro agudo durante, por ejemplo, las tres horas que dura una ópera.
María no quería hacer tratamientos hormonales, menos aún operarse las cuerdas vocales. Jamás se hubiera arriesgado a algo pudiera alterar su capacidad lírica. Además estaba convencida de que podría, con esmero y entrenamiento técnico, llegar a cantar como una soprano de alto nivel.
Era cuestión de practicar –un poco para ensayar, y otro poco para divertirse–, María se creó un personaje: una supuesta princesa rusa. La llamó María Vkallasova, una mezcla de nombres de sus sopranos favoritas: María Callas, María Guleghina y Ghena Dimitrova.
[María]: Una rusa que hablaba con una voz así, era muy graciosa. Yo aprovechaba para colocar la voz como en una posición más aguda de soprano y mantener esa voz hablada como un entrenamiento que yo iba haciendo todo el tiempo como si estuviera cantando las 24 horas del día.
[Marina]: Mientras María cantaba como tenor en el coro del Colón, la Vkallasova se hizo un lugar en el under porteño. Empezó a presentarse en pequeños teatros y restaurantes donde cantaba entre shots de vodka que repartía al público. Y hasta llegó a participar en un programa de televisión.
(SOUNDBITE ARCHIVO)
[Carlos]: A ver hacete un aria cualquiera…
[María Vkallasova]: A ver puede ser…
(María cantando)
[Carlos]: Extraordinario.
[Mujer]: Cheers por la princesa…
[María Vkallasova]: Este vodka me hace cantar mejor que otros eh…
[Marina]: María aprovechaba cada oportunidad para usar su voz de soprano, incluso entre colegas del teatro Colón. Aunque claro, fuera del escenario.
Entre una función y otra, los artistas se reunían en los camarines y seguían cantando otros repertorios. Carmen Nieddu, soprano del coro desde 1993, recuerda su sorpresa cuando la voz de ese compañero -entonces varón- empezó a sonar tan parecida a la suya. Aquí Carmen.
[Carmen Nieddu]: Y lo mire así, le dije: “Ey, qué bien, le dije yo”. Y empezó a impostar “uhhh uhhh” como como soprano, ¿no? Que eso no es una ductilidad común encontrarla en los en los masculinos. Y cantó todo soprano. Todo soprano. Todo soprano.
[Marina]: Como Vkallasova, María también empezó a animarse a salir de esos escenarios alternativos. Eran pequeñas excursiones que hacía. Ir, por ejemplo, a una obra de teatro comercial, pero convertida ella también en un personaje, en su princesa rusa.
[María]: Mucha gente se lo creía y yo no me encargaba de desmentirlo. Qué rusa más morochita, decían.
[Marina]: Convertida en la Vkallasova un día se encontró en un teatro con Adelaida Negri, una soprano argentina de fama internacional.
[María]: Y nunca me voy a olvidar que me toca la espalda. Yo me doy Vuelta, la veo y viste era como ver a alguien que uno admira mucho.
[Marina]: La sorpresa de María iba a ser mayor. Adelaida se estaba prestando al juego.
[María]: Y ella me dice: “Señora Vkallasova Escuché todos sus discos”.
[Marina]: Vkallasova por supuesto no tenía ningún disco. Sí videos que alguien le había mostrado a Adelaida. Se había quedado impresionada por ese tenor del teatro Colón que, en broma, cantaba como una soprano rusa. Al terminar la función se acercó a decirle unas palabras.
[María]: Me dice: “Lo que vos hacés es muy serio. Vos no sé si te das cuenta, te lo estoy diciendo yo”. Y yo: “Ay ¿A usted le parece maestra?” “Sí, sí. Yo quiero que vengas a mi estudio porque quiero ayudarte. Quiero trabajar con tu voz”.
[Marina]: Sin cobrarle un peso trabajó con ella durante meses para reforzar su talento. Adelaida, que había cantado en el Metropolitan Opera House de Nueva York, decía que reconocía en María un color similar al de su propia voz.
Era 2011. En el Colón, María seguía con un contrato temporal. Allí todavía se mostraba como hombre, vistiendo traje y cantando como tenor. Ni se le cruzaba por la cabeza llegar con su identidad femenina. Se imaginaba lo que podrían llegar a decirle.
[María]: Nosotros contratamos a un hombre, ¿cómo que ahora sos una mujer? Te echan. Lisa y llanamente, y más en una institución tan reticente al cambio y tan clasista y anticuada como puede llegar a ser en muchos aspectos el Teatro Colón.
[Marina]: María no quería poner en riesgo su puesto por nada del mundo. Cantar era lo más importante de su vida y hacerlo en el Colón, la máxima aspiración. No estaba dispuesta a abandonarlo.
Pero un año después, las cosas cambiaron.
En 2012, Argentina aprobó una ley de identidad de género pionera que permite a cualquier persona rectificar su género con sólo expresar el deseo de hacerlo. Sin pericias psicológicas ni requerimientos médicos. María venía siguiendo el tema muy de cerca porque un amigo era parte de la militancia para conseguir la ley. Apenas se aprobó, el amigo la llamó para celebrar la noticia…
[María]: Y me dice: “¿No sería el momento para que vos hicieras el cambio, porque realmente yo te veo absolutamente con una plenitud inmensa cuando vos estás de mujer?”
[Marina]: Pero María todavía no estaba segura.
[María]: Y yo en ese momento le dije: ”Creo que todavía debo meditarlo un poco más, porque como esto es una cuestión personal, es sólo uno mismo el que puede decir cuándo y cómo y de qué manera”.
[Marina]: Como dijimos, su puesto en el coro del Colón era temporal. Sin puesto fijo su trabajo no estaba asegurado y María temía ponerlo en riesgo. Apenas se atrevía a darle a su aspecto pequeños toques que marcaban lo que estaba viviendo. Carmen, y todos sus compañeros, notaban los cambios.
[Carmen Nieddu]: Ya no traía sus sus camisas blancas de hombre, sino que traía una camisola amarilla, un chal de color fucsia. Se ataba… Él tiene un cabello divino o ella tiene un cabello divino, todo ondulado. Y se ataba el pelo, se hacía un rodete arriba y ya empezaba, como cada vez más, a usar la vestimenta femenina. O sea, con más toques, más toques, más toques, ¿viste?
[Marina]: Un año después, en 2013, al fin se abrió un concurso para su puesto. Todavía de tenor, todavía de traje, María cantó y le dieron el trabajo. Era más que estabilidad laboral. Recuerda exactamente las palabras que le dijo un compañero al terminar la audición…
[María]: Listo, ahora ya podés ser Abigaille.
[Marina]: Abigaille, un personaje femenino de la ópera Nabucco, de Verdi. María venía interpretando ese rol pero fuera del Colón. En escenarios alternativos, en los que ya se presentaba como mujer y con registro de soprano.
Ahora que ya había asegurado su puesto de tenor de forma permanente, se sentía mucho más segura de empezar a compartir su identidad.
[María]: Cuando accedo al cargo, entonces ahí ya quedó fija. Y entonces ahí dije: “Voy por todo. Pateo el tablero. Seguiré cantando de tenor acá, cantaré de soprano afuera, pero acá va a venir la persona que yo quiero ser y es María”.
[Marina]: Ahora sí estaba preparada para tener su documento femenino. Pero no fue tan sencillo como esperaba. María hizo el trámite. Cuando le enviaron su documento tenía su foto, la de María, pero aún estaba escrito su nombre anterior. Tuvo que volver a hacer todo otra vez. Cuando debía recibirlo hubo un altercado con el cartero, insultos homofóbicos y más demora.
[María]: Y el cambio de identidad de género fue una de las experiencias más violentas del sistema que tuve en mi vida.
[Marina]: Hasta que, al fin, llegó el DNI. Eligió como primer nombre el de su princesa rusa. Ahora era, legalmente, María.
[María]: Y me llamaba Felipe Marcelo Francisco Castillo. Y ahora María Francisca Flor Castillo y de Lima es el apellido de mi mamá.
[Marina]: Pero ni siquiera ya con el nuevo DNI le alcanzaba para atreverse a ser María en el Colón. Allí seguía usando el vestuario de los tenores, y –por supuesto– cantando entre ellos. Pero terminada la función, ya era María. Carmen recuerda la primera vez que la vio salir vestida de mujer.
[Carmen]: Maquillado con un vestido con tacos altos. Tanto que el personal de seguridad, lo miró así, diciendo: “¿Cómo no la vi entrar?” Porque es aparte, es muy alta, es grandota y es llamativa.
[Marina]: A partir de entonces, María le pidió a sus compañeros que la empezaran a llamar con su nuevo nombre y con el pronombre femenino. Pero para Carmen y el resto de los compañeros no era tan fácil.
[Carmen]: La transición nos costó. “Chicas, María, chicas, María…” nos corregía, ¿no?, porque uno a veces a uno se le escapaba una, se le escapaba. Le dije: “Mira, María, tenernos paciencia, le digo, nosotras somos de otra época”.
[Marina]: Un cambio amparado por la ley era toda una novedad. En el Colón y en todos lados. La ley de identidad de género era nueva y las autoridades la cumplían como podían, a veces con buena voluntad y a veces también con torpeza. La primera medida que tomó El Colón fue sacar a María del camarín de los varones. Legalmente no podía seguir ahí. Pero algunas de las cantantes del coro se resistían a recibirla en el de mujeres.
[Carmen]: Había una compañera, se fue al otro, al lado opuesto del camarín que es muy grande. Yo lo llamaría una ignorancia, ¿no?
[Marina]: Para evitar conflictos, la solución fue asignarle a María un camarín solo para ella. Una comodidad que se reserva normalmente a figuras y solistas. Pero, más allá del camarín, ya en el escenario, las enmiendas no eran tan sencillas. El Colón cumplía con la ley y aceptaba a María. Aunque allí era tenor. Como artista, podía manejarlo.
[María]: Porque nosotros en el arte, podemos ser hombre, podemos ser mujeres, podemos ser animales, árboles, reinas, emperadores… el personaje que nos toque interpretar.
[Marina]: Una vez que se acababa la obra se quitaba el vestuario y volvía a ser María. Al principio fue así, durante meses, pero llegó un momento en el que empezó a sentirse incómoda. Decidió ir a hablar con el director.
[María]: Había incomodidad. Ahí dije: “Yo no uso más”. Y lo dije yo: “Por más que esto es arte y yo acá puedo interpretar cualquier rol, yo le pido por favor que respetando mi identidad de género, se me dé el vestuario que corresponde a mi género autopercibido”.
[Marina]: A María la respuesta la tomó por sorpresa: no había ningún problema. Tendría ropa de personajes femeninos y el vestuario de las cantantes del coro.
La ropa sí, pero la voz no.
[María]: Si es una pianista, hombre, mujer trans, no binarie, género fluido, lo que sea, es un piano. Suena siempre un piano, pero acá era la voz.
[Marina]: María sabía que podía cantar como soprano. Llevaba tiempo haciéndolo fuera del Colón. Y esta fue, desde un principio, la condición que se había impuesto ella misma para aceptar su identidad.
[María]: Yo creo que si no hubiera tenido la posibilidad de cantar como soprano, no hubiera cambiado de género.
[Marina]: Pero en el Teatro había audicionado por un puesto de tenor según el estatuto interno. Cambiar de registro en el Colón, una institución burocrática y clásica en todos los sentidos posibles, era sencillamente impensable.
Unos meses después apareció la oportunidad de demostrarlo: se jubilaban dos sopranos y se abrían esas vacantes en el coro estable. María, con la confianza de su entrenamiento vocal fuera del teatro, se presentó al concurso. Era una forma de conseguir que reconocieran ese cambio de cuerda que ya había ocurrido en todos lados, menos en el Colón.
El jurado estaba compuesto por varios artistas: dos representantes de las sopranos, entre ellas Carmen Nieddu, –a la que ya hemos escuchado– , el director del coro, el pianista, una delegada veedora, cuatro maestros invitados y uno más, internacional.
Las calificaciones fueron muy dispares: algunos le habían dado un puntaje muy alto, como Carmen.
[Carmen]: Para mí, su audición estuvo muy bien y estaba recontra capacitada para para ocupar un cargo como soprano segunda.
[Marina]: Pero otros le habían puesto la calificación más baja posible. Sin medias tintas. María luego sabría qué había pasado con su audición.
[María]: “¿Qué es esto?” Dijo una persona. “¿Alguien me explica qué es esto?”
[Marina]: “Esto”, María. Sencillamente no aceptaban evaluarla en un registro femenino. Cuestionaban incluso sus razones para querer ese cambio.
[María]: Y después otro dijo “Y para qué hace esto si ya tiene el cargo de tenor? ¿Para qué le quiere quitar lugar a una soprano?”
[Marina]: La reprobaron como soprano, aunque le permitieron continuar como tenor. La evaluación debía ser técnica, pero María no tiene dudas de que el criterio no fue artístico. Supo que ser una persona trans pesó en la decisión de algunos jurados. El director invitado, por ejemplo…
[María]: También hizo otro comentario por el estilo de “¿Qué es esto? ¿Pero cómo permiten esto?” Y entonces le explicaron: “No, hay una ley de género ella cambió de género”… “Pero esto es un mamarracho”, así dijeron.
[Marina]: María aceptó el resultado. Sin quejas. No pidió un nuevo examen, no reclamó ante la dirección del teatro ni ante la Justicia por discriminación.
[María]: Yo lo quería conseguir artísticamente porque, si yo denunciaba y lo lograba, ellos iban a decir que era pura y exclusivamente, no por mérito artístico, sino porque la ley en ese momento me amparaba y bueno…
[Marina]: Pero en privado, sus sentimientos eran otros.
[María]: Yo no soy de deprimirme. Yo soy de explotar. Exploto como una especie de volcán y me enceguezco totalmente.
[Marina]: Estaba enojada. Pero no quería que nadie lo supiera. Sufrió, sí. Pero en silencio.
A María la ubicaron en el coro de tal manera que quedara en la frontera: todavía en la fila de los tenores pero muy cerca de las sopranos. Una forma de respetar la formación del coro y también su identidad. En los programas del Colón figuraba con su nombre: María Castillo de Lima. Pero en la categoría de tenor.
El público atento quizás creyera que era un error de imprenta. Ni el oído más entrenado podría haber detectado que esa mujer cantaba como un tenor con todas las voces del coro sonando juntas.
Algunos dentro del Colón sí aprobaban el cambio y querían ayudarla. Una noche después de una función María tomaba algo en el bar del teatro. El director de escena se acercó a saludarla.
[María]: Él me había visto antes como hombre. Me ve y me dice: “¡Qué linda que estás, eh! La verdad que te felicito, tengo algo más para decirte: Quiero que seas la madre de Butterfly”. Y yo digo: “Pero Hugo, ¿ vos te parece?” “Sí, absolutamente”.
[Marina]: “Madame Butterfly”, la ópera de Giacomo Puccini. El director de escena había decidido por cuenta propia darle un pequeño rol solista a María… como soprano.
[María]: Y en esta puesta en escena yo entraba con un kimono negro con un dragón, la cara toda de geisha pintada de blanco, una peluca de japonesa.
[Marina]: Con zapatos de plataforma y su metro 82 de altura, María estaba imponente. Cantó bien y disfrutó la función…
[María]: Una sensación de adrenalina inmensa.
[Marina]: Aunque había sido un papel pequeño, por primera vez María había podido cantar como soprano en el Colón. Era un triunfo enorme. Estaba feliz pero a la vez le dolía la contradicción. Sabía que esto era algo excepcional, un capricho que se había permitido al director de esta puesta y que no se volvería a repetir porque seguía atada al rol de tenor.
[María]: Me daba un poco de bronca que no me dejaran realizar plenamente mi cambio de género cuando en lo profesional también yo lo había trabajado para poder llevarlo al teatro.
[Marina]: A veces, después de una ópera invitaba a los artistas a su casa y ellos le insistían que cantara en ese registro. María complacía y cosechaba aplausos. Pero sentía que esa voz no iba a volver a sonar cruzando la avenida, en el teatro Colón, el de los grandes maestros.
[María]: Yo ya había entrado en algo que se llamaba un conformismo. Había dicho: “Y bueno, en el Colón seré, durante los años que esté en el coro, seguiré en esto, en algún momento lo solucionaré”, pero ya como que había tirado un poco la toalla de alguna manera.
[Marina]: María estaba resignada. Se había hecho a la idea de que no podía empujar más los límites del Colón. Era el teatro más prestigioso y ella era parte, pero su voz de soprano debía quedar afuera.
[Daniel]: Aunque nueve años después de haber entrado al Colón, María, sin realmente pensarlo mucho, terminaría presentándose en un concurso internacional de canto lírico y esos tres minutos frente al jurado cambiarían todo.
Una pausa y volvemos…
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Antes de la pausa conocimos a María Castillo de Lima, una cantante trans de lírica. Había entrado al Teatro Colón como hombre y tenor. Ahora, con su identidad de mujer, buscaba ser reconocida como soprano.
Llevaba años de intentos sin resultado. Ya se había resignado a seguir siendo tenor… hasta que un concurso fuera del Teatro le daría una nueva oportunidad. Marina Abiuso nos sigue contando…
[Marina]: Era 2019. Una colega de María le contó que en Mendoza, una provincia argentina a unos mil kilómetros de la capital, habría un concurso internacional de lírica. Los jurados eran prestigiosos y vendrían participantes de todas partes del mundo. Ella iba a presentarse y le propuso a María que lo hiciera. En su categoría: como soprano.
[María]: Yo le digo bueno, yo te voy a acompañar. “No, presentate”, me dice. Y yo digo “No, ¿para qué? ¿Para que me discriminen una vez más?”, le dije “Yo no”.
[Marina]: La amiga insistió y María terminó cediendo. Se inscribió, preparó varias canciones y tomaron juntas el avión. Al llegar se encontró con una sorpresa: la presidenta del jurado era María Victoria Alcaraz. Su jefa. Había asumido como directora del Teatro Colón en diciembre de 2015. La primera mujer en 110 años de historia.
María Victoria se jactaba de ser una directora cercana a la gente, pero el Colón es inmenso: cinco pisos y tres subsuelos. Mil empleados entre artistas, escenógrafos, montajistas y cada disciplina necesaria. Conocía a María por haberla visto en los pasillos del teatro, alguna vez se habían saludado. Pero eso era todo. No sabía nada sobre ella.
El día de su presentación fue como si María Victoria la viera por primera vez. María se puso un vestido largo y negro. Cuando llegó su turno, se paró frente al jurado y cantó.
[Marina]: Así lo recuerda María Victoria…
[María Victoria Alcaraz]: Descubrí la existencia de la voz de María, no de María, de la voz de María.
[María Victoria]: Me sorprendí y me fasciné, Me emocioné, me conmoví.
[Marina]: Porque esa voz no era la misma que se escuchaba dentro del Colón…
[María]: Y me empieza a escuchar y dice: “¿Cómo canta esta mujer? Y de ahí cae en conciencia, “¿Cómo? si yo. Escucho esto es una señora, una mujer, cómo que canta de tenor. “Sí, porque entró como tenor y cambió…” Ahí se empezó a enterar. Yo creo que ella se terminó de desayunar de toda esta circunstancia estando en Mendoza.
[Marina]: María Victoria ya llevaba cuatro años en el cargo y nadie le había advertido lo que estaba sucediendo con María.
[María Victoria]: Me dio como bronca, me dio pena, me dio fastidio que habían pasado años y yo no sabía que existía María.
[Marina]: En ese concurso en Mendoza, María obtuvo el segundo lugar: implicaba un premio económico, una beca de formación, y una invitación a participar en la temporada de Ópera de Tenerife. Significaba, ante todo, que un prestigioso jurado destacaba la voz de María. Su voz de soprano.
Y las repercusiones iban a sentirse también en el Colón. Antes de dejar Mendoza, María Victoria se acercó a María.
[María]: Cuando gané me dice ya vamos a empezar a hablar en el teatro porque hay que cambiar esto.
[Marina]: Ya en Buenos Aires, se encontraron en la dirección del Teatro Colón. Fue una charla extensa. María Victoria no podía creer lo que María le estaba contando…
[María Victoria]: Y ahí ella me contó que tenía documentos, que ella había hecho toda su transición, pero que en el Colón no lo habían aceptado. Y que hacía diez años que estaba viviendo así.
[Marina]: Le contó también de aquella audición para soprano a la que se había presentado cinco años antes y bajo otra dirección general, en la que los miembros del jurado habían tenido opiniones tan dispares. Después de escucharla cantar como soprano, para María Victoria era muy claro lo que había sucedido.
[María Victoria]: El exceso de rigor artístico, lo que tapaba era el prejuicio.
[Marina]: María Victoria decidió investigar: buscó antecedentes en otros teatros del mundo, se reunió con el director artístico, habló con cantantes externos y estudió los estatutos del Colón. Las reglas de más de un siglo.
Un cambio como el que pedía María no estaba previsto. Nunca antes alguien contratado como tenor había pedido ser soprano. Pero había algo más que no existía: la prohibición.
[María Victoria]: Y yo lo que busqué, revolví, busqué, busqué, busqué es si había alguna ley, alguna norma, alguna resolución, algo que prohibiera el cambio de registro. Y como no había nada, no, no había ninguna prohibición, bueno, entonces si no está escrito que no se puede, entonces sí se puede.
[Marina]: El Teatro Colón informó a sus empleados de una nueva resolución firmada por la directora: cualquier persona del coro que quisiera cambiar de registro de voz podía informarlo y pedir la constitución de un comité de evaluación técnica. Cualquiera fuera su género o su cuerda. Apenas publicada la resolución, María y dos colegas más iniciaron el pedido formal.
Para las otras cantantes era un trámite más sencillo: querían pasar de sopranos a mezzosopranos, dos cuerdas femeninas, una más aguda y otra más grave. El paso del tiempo había modificado sus voces y se sentían más cómodas en un nuevo registro.
María, en cambio, estaba ante la prueba de su vida. María Victoria recuerda muy bien el clima que se respiraba durante aquella audición.
[María Victoria]: Y fue un día tenso. Fue un momento tenso porque ahí se jugaba a todo o nada.
[Marina]: Todo: ser reconocida como soprano dentro del Teatro Colón. Nada: que el jurado considerara que no estaba a la altura. Era la última instancia.
El jurado estaba compuesto por María Victoria, el director artístico, una soprano reconocida internacionalmente, y el director del coro de niños. Había notarios y hasta abogados del gobierno de la Ciudad, del que depende el Teatro. El lugar elegido fue un camarín del primer piso, pequeño…
[María]: Yo digo: “¿Acá me van a hacer cantar? Les voy a volar la peluca a todos”.
[Marina]: La voz de María sonó fuerte en el pequeño camarín. Cantó el aria de Abigaille, aquel personaje femenino de la ópera de Verdi.
[María Victoria]: Estaba nerviosa, pero hasta que arrancó. Es una flor de artista impresionante. Y se lo se los comió a todos. Se los comió todos sí, tal cual.
[Marina]: María terminó de cantar y salió al pasillo. Esperó mientras decidían su destino. Primero le dieron el resultado a las otras cantantes: su cambio de registro estaba aprobado. Faltaba María. Fue la última en pasar. Buscó las caras más amigables. Sonreían. Eso la tranquilizó. Se sentía confiada.
[María]: Nunca dudo de mí. Siempre sé lo que puedo llegar. Ese ego del que hablaba, yo creo que es mi mejor compañero.
[Marina]: El director artístico del teatro tomó la palabra y le dijo:
[María]: Que habían notado que en este momento sí estaba en un momento técnico vocal apto como para poder hacer el cambio…
[Marina]: El cambio a una cuerda femenina. María apenas podía contener la emoción. Pero el maestro siguió hablando.
[María]: Consideramos, dijo, que usted va a cambiar de registro la cuerda de mezzosopranos.
[Marina]: María no había pedido pasar a esa cuerda. Algunos miembros del jurado querían que fuera mezzosoprano, un sonido más grave que el de las sopranos. Pero la voz de María, aguda y caudalosa, era la de una soprano. Toda esa discusión sucedía frente a María. Hasta que María Victoria y la otra jurado se pusieron de pie.
[María]: Y los miraron a los otros dos y les dijeron: “No. Mezzosoprano no, maestro, ya lo discutimos. Soprano. Ella es Soprano”.
[Marina]: María seguía frente a ellos. En silencio. Esperando mientras los jurados volvían a discutir la decisión que tenían que tomar.
[María]: Y yo: “La paz de Cristo, la paz de Cristo…” Una tranquilidad. Yo creo que tengo una posibilidad de evadirme muy grande, o sea de salir de la situación. Me pego un paseo por el no sé, por el espacio sideral y bajo de nuevo para no percibir ni escuchar cosas que la verdad que a otros sacarían de quicio.
[Marina]: Finalmente los jurados se pusieron de acuerdo.
[María]: Y de repente otro de los maestros dijo: “Bueno, ya está, Soprano, no se habla más”. Y firmaron el acta un poco con odio y se cerró el asunto.
[Marina]: María al fin era soprano en el coro estable del Teatro Colón, al que había llegado muchos años antes como tenor.
[María]: Me dio, más que felicidad, fue la satisfacción de haber ganado una pulseada de años. Una pulseada contra la intolerancia.
[Marina]: Carmen se alegró de tenerla al fin en su cuerda. Sabía del sufrimiento que María escondía a todos los demás.
[Carmen]: Personalmente yo estuve muy contenta porque sabía que ella estaba incómoda cantando como tenor. Me decía: “Me hace mal psicológicamente, me siento incómoda, y bueno, ella luchó y logró lo que ella realmente necesitaba y quería”.
[Marina]: Era 22 de julio de 2019. Al día siguiente María cumplía 34 años y por primera vez debía presentarse al ensayo como soprano.
A pesar de todo, le costó despedirse de los tenores. Habían sido sus compañeros y también sus aliados. No volvería a ensayar sola con ellos.
[María]: Para ellos esa cuestión de mi elección de género no era algo de lo que había que reírse o de lo que había que cuestionar. Sucedió y punto. Era Felipe, ahora es María, para nosotros es la misma persona. O sea, yo tuve un acompañamiento, a Dios gracias, de mis compañeros varones y algunas compañeras mujeres también.
[Marina]: Porque no todas las compañeras estaban contentas con la noticia de tener a María entre las sopranos. Aquí Carmen de nuevo:
[Carmen]: Hubieron algunas quejas, disconformidades. Yo siempre digo en una pareja hay diferencias, imagínense en un grupo de 106 personas. Y bueno, las personas que no la aceptaron o estaban incómodas lo dieron a conocer… con un gesto, con un no saludo, con… a lo mejor un… una queja con el maestro.
[Marina]: Decían que la situación de María se había resuelto rápido en comparación a otros reclamos, más antiguos, todavía desatendidos. Reclamos de todo tipo que salían a flote ahora -justamente- cuando una persona trans conseguía ingresar como soprano al coro.
María escuchaba las quejas de esas compañeras con una calma sorprendente. Pero esa calma tenía una explicación:
[María]: Yo estaba muda ese día. Se ve que fue tanta cantidad de nervios retenidos hasta el último momento, un estrés tan grande, que al otro día mi instrumento dio lo último que tenía en esa audición. No podía hablar.
[Marina]: Y quería ocultarlo. Tenía miedo que al escucharla tan mal pusieran en duda su desempeño del día anterior.
[María]: Porque si hubiera podido hablar me hubieran escuchado.
[Marina]: Pasaron los ensayos y María se fue acomodando en su nuevo rol. Otra vez, fue su voz la que limó asperezas y despejó dudas. María Victoria lo fue comprobando.
[María Victoria]: Que después, cuando me cruzaba con alguno del jurado que, que no estaba muy seguro, dice: “Bueno, María Victoria, tengo que reconocer que vos tenías razón. Había que hacerlo, había que hacer esa, esa evaluación y permitirle el cambio de registro”…
[Marina]: María consiguió lo que años antes era impensable para el Teatro y para todos los que, como Carmen, llevaban tantos años trabajando allí.
[Carmen]: Es un cambio bastante grande aceptar la primera soprano trans en el Teatro Colón.
[Marina]: En 2020, en plena pandemia, las autoridades del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidieron que el teatro Colón fuera parte de la semana del orgullo, que en Argentina se celebra en noviembre. Decoraron el frente del edificio histórico con banderas del arcoiris y organizaron un concierto para transmitir por internet. Dentro del teatro, vacío por las restricciones del Covid, sonó un piano y una única voz: la de María.
[Marina]: Hubo críticas. No todas las personas aceptan la diversidad. María lo sabe y convive con eso. Dice que hasta logra divertirse leyendo los comentarios de odio, que puede ignorarlos, que no la afectan.
[María]: Siempre digo que el agravio habla más de la persona que lo emite que de hacia dónde quieren dirigir ese agravio.
[Marina]: En la calle, eso sí, la historia es otra.
[María]: Sí, respondo. Soy argentina. Respondo y los mando allá lejos donde ustedes ya saben. Y nadie se anima, porque con el tamaño. Y la fuerza que tengo salen todos corriendo…
[Marina]: María participa de actividades con amigas trans y travestis. Pero tiene su propia forma de vivir su historia.
[María]: Viste que algunas personas trans, todo lo que tiene que ver con su pasado les pesa, les duele, les molesta. Yo estoy tan segura de. Quién soy y de quién fui. Que no me interesa. Yo lo amo a Felipe. Felipe es parte de mí, Felipe es lo que yo soy. Yo lo abrazo, lo quiero. Soy yo misma.
[Marina]: Esa seguridad María la transforma en alegría. Carmen no puede recordar ni un día en el que la haya visto triste.
[Carmen]: María es muy fuerte. Es muy fuerte. Es difícil verla triste. Siempre está alegre. Siempre está dándote impulso. Ella siempre, como decimos acá en Argentina, es muy pum para arriba.
[Marina]: Si antes algunas compañeras no querían compartir camarín con ella, ahora nadie quiere quedarse afuera.
[Carmen]: El camarín de María es una fiesta. Está con una sonrisa con… ¿Por qué? Porque está segura de lo que hace, de lo que entrega, de lo que canta, de su actuación, de su interpretación, de su… de todo.
[Marina]: Y a pesar de que María conserva los dos registros: soprano y tenor, ella ya tomó una decisión.
[María]: Que la voz de tenor no me da tanta plenitud como la voz de soprano. O sea la voz de soprano a mí, yo siento que se me estalla el ser en lo que hago.
[Marina]: Tiene, eso sí, una pequeña excepción: en su rol docente. María da clases de canto y si un alumno varón lo necesita, ella puede hacer sonar su voz de tenor para dar un ejemplo.
María continúa su propio entrenamiento. En diciembre tendrá la oportunidad de ser solista en una ópera contemporánea, “La ciudad ausente”, de Ricardo Piglia. María se prepara.
[María]: Si yo hubiera sido Felipe, con estar bien suficiente, sí es un buen tenor. Con ser María, la soprano trans, con estar bien no es suficiente. Tengo que descollar.
[Marina]: Tiene que deslumbrar a ese público exigente, el del aplauso esquivo. Pero confía que esa voz, su voz de soprano, al fin sonará plena en el teatro Colón, el de la acústica perfecta.
[Daniel]: Marina Abiuso es periodista especializada en temas de género y derechos humanos. Coprodujo esta historia con Aneris Casassus. Aneris es productora de Radio Ambulante. Ambas viven en Buenos Aires.
Esta historia fue editada por Camila Segura y Luis Fernando Vargas. Bruno Scelza hizo el factchecking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música de Ana Tuirán.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Andrés Azpiri, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Nancy Martinez-Calhoun, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, David Trujillo, Ana Tuirán y Elsa Liliana Ulloa.
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