La casa amarilla | Transcripción
COMPARTIR
[Daniel Alarcón]: Si escuchas Radio Ambulante o El Hilo, probablemente ya sabrás que una de nuestras obsesiones es la política. En Latinoamérica, pero también en Estados Unidos, donde la elección presidencial de este año no sólo es una de las más cruciales de la historia, pero también está reñidísima. Hay muchísimo en juego y el resultado lo decidirán unos cuantos estados.
Esta vez hay más de 36 millones de latinos elegibles para votar, y para entenderlos mejor, junto a nuestros aliados de Noticias Telemundo, decidimos crear una nueva serie: El Péndulo. Acompañaremos al periodista Julio Vaqueiro a cinco estados decisivos: Pensilvania, Florida, Nevada, Arizona y Carolina del Norte. Escucha El Péndulo: Voto latino 2024, un podcast de Noticias Telemundo y Radio Ambulante Studios. Búscalo en nuestro canal de series Central, disponible en iHeart Radio o en tu aplicación de podcasts favorita.
Una advertencia antes de empezar: este episodio contiene escenas de violencia y lenguaje explícito, se recomienda discreción.
Esto es Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón.
La mañana del 28 de agosto de 2019, Ismael Martínez se subió a un autobús en la avenida Tepeyac, en Guadalajara, México. Eran poco más de las 7:30 y quería llegar temprano a la oficina para salir pronto y pasar unas horas en el gimnasio.
Llevaba meses cumpliendo con una rutina de ejercicios y a los 37 años, por primera vez en su vida, estaba cómodo con su cuerpo. Se sentía guapo.
[Ismael Martínez]: Estaba viviendo una de las etapas más bonitas de mi vida. Justo en aquel entonces yo había llegado a mi peso ideal y ya estaba marcando hasta cuadritos en el abdomen. Me sentía yo la dueña del universo con mi nuevo cuerpazo.
[Daniel]: Durante el trayecto, Ismael sacó su teléfono y empezó a buscar entre sus aplicaciones hasta dar con el ícono que quería, una máscara amarilla sobre un fondo negro: Graindr o Grinder, una aplicación de citas principalmente para hombres gay que se usa sobre todo para encuentros sexuales casuales.
Esta aplicación es mucho más explícita que otras: la mayoría de los perfiles tienen fotos de torsos desnudos o con poca ropa. Además les permite a sus usuarios permanecer anónimos. De hecho ese misterio es parte del juego de encuentros espontáneos que propone Grindr. De ahí su logo: una máscara.
En su perfil, Ismael sí tenía fotos de su cara y su pecho. También incluía su edad y sus preferencias sexuales. Usaba la aplicación desde que apareció en 2009, pero desde antes había participado en foros o chats de citas similares. Nunca había tenido problemas. De hecho la mayor parte de sus encuentros sexuales han sido a través de estas plataformas.
[Ismael]: Y te voy a ser muy honesto, tuve muy buenas experiencias a través de Grindr. Incluso conocí a novios. Y pues para mí era común.
[Daniel]: Así que con la primera luz de la mañana entrando por la ventana del bus y una canción sonando en sus audífonos, empezó a escrolear.
[Ismael]: Es que esto es como los pokemones. En el Grindr uno abre donde está para ver cuál es el gay que se va cruzando en tu camino.
[Daniel]: Así funciona Grindr: el algoritmo ordena los perfiles por distancia y te muestra los que están más cerca de ti.
[Ismael]: Entonces justo pasando por Chapultepec veo este perfil de un hombre con un cuerpo atlético, es decir, con músculos y con vello corporal, que es justo como me atraen a mí los hombres. Y lo contacto.
[Daniel]: Ismael no recuerda si el perfil tenía un nombre o no. Empezaron a chatear. Ismael le pidió que le mandara fotos de su cara, pero no quiso y él no le insistió. Ya había hablado con ese tipo de personas que preferían mantenerse anónimas, así que no le pareció tan grave.
[Ismael]: Entonces yo dije: “Bueno, no importa”. Que no me mande fotos. Está rico.
[Daniel]: El hombre lo citó en su casa. Ismael chequeó la dirección, a ver qué tan cerca estaba: era Efraín Gonzalez Luna 1857, en la Colonia Americana, una zona que él conocía bien, porque alguna vez había vivido por ahí. Era muy cerca de su oficina, si pedía un carro llegaría en cinco minutos.
[Ismael]: Y la calentura es canija. Y yo en aquel entonces con cuerpazo, viendo este hombre que para mí era un bombón en las fotos, dije: “Va”.
[Daniel]: Antes de salir para allá, le envió a su mejor amiga algunas capturas de pantalla del perfil de Grindr y le compartió su ubicación en tiempo real. Había escuchado muchas historias sobre citas que no salían bien. Historias de abusos, de robos o extorsiones. Así que siempre que concretaba un encuentro así, tomaba en cuenta recomendaciones que se publicaban en redes sociales.
[Ismael]: Como tips de seguridad si vas a tener encuentros por Grindr: ”Avísale a quien más confianza le tengas, con quién vas a estar. Compártele fotos, teléfono y ubicación del tipo”.
[Daniel]: Ismael llegó muy rápido a la casa donde lo había citado el hombre, una construcción amarilla de dos pisos, de líneas rectas y simples, y con un porche en la parte de adelante. Todavía en el taxi, antes de bajarse, vio a un hombre parado afuera, junto a la reja. Aunque no había visto su cara en las fotos, asumió que era con quien había chateado. Cuando se bajó y lo tuvo más cerca, lo primero que le llamó la atención fue su mirada.
[Ismael]: Mirada muy penetrante, una mirada de esas que de verdad sientes como que te están esculcando.
[Daniel]: Medía aproximadamente 1,75, tenía algunas canas y una barba no muy tupida. Piel clara y ojos negros. Llevaba puesta una camiseta y unos shorts. No era como se lo había imaginado. Su cuerpo era un poco diferente al de las fotos.
[Ismael]: Y lo primero que veo es: “Chale, si sí era la foto fue hace algunos años o hace algunos kilos”. Y digo: “¿Quién soy yo para juzgar si siempre he sido un gordo? Y ahora sólo soy un gordo redimido. No importa. Todos merecemos placer”.
[Daniel]: Y de todos modos, lo que estaba viendo ahora igual le atraía.
[Ismael]: Seguía teniendo ese algo que a mí me gustaba, ese aire de malo, de malote…
[Daniel]: Así que cuando el hombre lo invitó a entrar, no lo dudó.
[Ismael]: Dije: “Bueno, pues pasemos”. Me pasa a su casa y me dice: “No te asustes”. Y yo: “¿Asustarme? No”.
[Daniel]: Ismael entró mientras el hombre lo guiaba desde atrás. Lo primero con lo que se topó fue con una gran sala de estar muy luminosa y una escalera ancha con baranda de metal, algo imponente, pero con cierto aire de decadencia.
[Ismael]: O sea, si se veía que había visto mejores épocas… como entrar a una casa que en su momento fue nueva y verla ya después de muchos años y decir: “Oh, aquí pasaron cosas bonitas quizá”.
[Daniel]: Mientras subían las escaleras, el hombre le comentó a Ismael que en la casa también estaba su abuelo, un hombre algo enfermo al que tenía que cuidar.
Cuando entraron a la habitación, Ismael se encontró una pecera grande con corales y peces tropicales. En un rincón, había también un pequeño altar a San Judas Tadeo, el santo de las causas perdidas, que algunos relacionan con el mundo del narco y el crimen. Ismael notó que el hombre también llevaba un collar con perlas de plástico amarillas y verdes, los colores que identifican al santo.
Sobre un escritorio, vio una computadora encendida y un monitor con la pantalla dividida en las imágenes de varias cámaras de seguridad.
[Ismael]: Por mi mente pasaron muchas cosas, pero yo solito dije: “Claro, es que la inseguridad está cabrona. Ahorita todo mundo necesita estos sistemas de seguridad. No lo culpo”. Pues la verdad, en ese momento, debo admitir, yo ya estaba, además de con los nervios de ver a este sujeto, pues con la calentura, o sea de ya, pues que pase lo que tenga que pasar…
[Daniel]: Comenzaron a darse besos, pero Ismael sentía algo de resistencia en él, como si no quisiera que lo besara en los labios. Se acostaron en la cama, Ismael boca arriba y el hombre encima de él.
[Ismael]: Me quita la playera y me ayuda a quitarme los pantalones, y se para y me dice: “Déjame saco una pastilla o los condones”. El punto es que sube el colchón, saca la mano y era un cuchillo de carnicero de este tamaño.
[Daniel]: Un cuchillo de unos 30 centímetros con un mango de madera.
[Ismael]: Y me dice: “Ahora sí ya te cargó la chingada, pinche puto”.
[Daniel]: Mientras tenía la mirada fija en el cuchillo, Ismael escuchó cómo se abría la puerta del clóset. Cuando volteó a mirar, vio salir de ahí a otro hombre, que llevaba una pistola.
[Ismael]: Y él fue el que dijo: “Ni intentes escapar, putito”. Mi primer pensamiento fue: “Putamadre, qué bueno que tengo tatuajes, así van a reconocer mi cuerpo”.
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestra productora Emilia Erbetta nos sigue contando.
[Emilia Erbetta]: La cabeza de Ismael no paraba de dar vueltas entre distintas ideas e imágenes. Su mamá, el miedo a morir, el remordimiento por estar ahí. Toda la escena había cambiado tan rápido que apenas alcanzaba a entender qué estaba pasando. Estar así, sentado en la cama, casi desnudo, lo hacía sentirse aún más vulnerable frente a esos dos desconocidos que le apuntaban con una pistola y un cuchillo. Les preguntó si podía vestirse.
[Ismael]: “Por supuesto que no. Si por calenturiento estás aquí, esto es lo que te pasa por andar de jotito. Por andar dándole las nalgas a cualquiera”.
[Emilia]: Le quitaron el reloj inteligente que llevaba en su muñeca y tomaron su celular, que había quedado junto a su ropa, tirado en el piso. Y mientras uno apoyaba el cuchillo en su abdomen y el otro le apuntaba con la pistola, le pidieron las claves para acceder a sus cuentas y sacarle su dinero.
Por los nervios, Ismael no recordaba la clave para desbloquear el teléfono y el reloj.
[Ismael]: Yo dije: “No me acuerdo. Necesito ver un teclado”. Me apachurra el cuchillo aquí y yo escucho que la pistola hace el típico click. Me dice: “¿Seguro que no te acuerdas?” Estaba temblando y así como con la voz: “Te juro que no me acuerdo. Por favor”. Y en mi cabeza estaba yo: “¿Cuál es? ¿Cuál es? ¿Cuál es? ¿Cuál es?”
[Emilia]: Tardó algunos minutos en recordarla y dárselas.
[Ismael]: “¿No que no te acordabas, puto? Abre tu banca en línea”.
[Emilia]: Ismael hizo lo que le ordenaban, pero como aún no había cobrado su salario, su cuenta apenas tenía unos pocos pesos, no era mucho lo que podían sacarle. Eso los puso más impacientes… y más violentos.
Le quitaron su billetera y fueron sacando una a una sus credenciales, sus tarjetas de crédito, y les tomaron fotos. Durante un rato, revisaron a fondo su celular, buscando formas de sacarle dinero.
Mientras tanto, Ismael empezó a pensar en lo poco que habían servido las medidas de seguridad que había tomado con su amiga.
[Ismael]: “¿De qué sirve que le haya mandado si todavía falta una hora para que ella se empiece a preocupar por mí?” En una hora estos ya me mataron.
[Emilia]: Además, los secuestradores habían desactivado la ubicación en el celular y sacado el chip. Aún si su amiga lo intentaba, no podría contactarlo.
Ya en ese punto era evidente que nadie lo iba a rescatar, e Ismael empezó a cuestionarse por qué estaba en esa situación. Tenía miedo, sí, pero además se sentía culpable, avergonzado.
[Ismael]: “Es que soy una pendeja, una puta zorra. ¿Quién me manda? Esto me lo merezco”.
[Emilia]: En un momento, se animó a levantar la vista y mirar a su alrededor. Observó en detalle esa habitación extraña en la que llevaba casi una hora. Las pantallas, el altar de San Judas Tadeo, la puerta del clóset por la que había salido aquel hombre armado: todo lo que antes le había parecido algo excéntrico, ahora se le hacía siniestro. Pero su mirada buscaba algo más.
[Ismael]: Me acuerdo que en algún momento empecé a ver, así como de reojo, pues las ventanas o algo donde yo pudiera, no sé como para planear algún, algún escape o algo.
[Emilia]: Recordaba el camino que había hecho para entrar: el pasillo, esa gran escalera, la puerta, el porche, la reja. Sabía que llegar hasta la calle sería muy difícil. Y además, lo vigilaban muy de cerca.
[Ismael]: Como que él lo notó, que yo estaba haciendo esto con los ojos porque me dice: “Y ni te quieras pasar de listo, cabrón, porque terminas junto con los otros jotos en el patio. Tú no sabes cuántos cuerpos de jotos enterrados tenemos en este patio”.
[Emilia]: Cuerpos de jotos. Jotos, gays como él. Esas palabras lo paralizaron. Ismael sabía bien lo que significaba. Y no había por qué no creerles: en Guadalajara, la capital de Jalisco, el estado con mayor cantidad de personas desaparecidas de todo México, la idea de una fosa clandestina en un patio cualquiera era aterradora, pero verosímil.
Era una imagen que lo llenaba de pavor, pero también de otro tipo de culpa. Culpa por su mamá y lo que ella iba a sentir.
[Ismael]: Yo decía: “Ay, no va a saber dónde terminé. Voy a ser un desaparecido. La angustia de mi mamá.”
[Emilia]: Era una angustia que había visto tantas veces por televisión, cuando en la ciudad reportaban una, dos, diez desapariciones, cada vez que en Jalisco aparecía una nueva fosa.
No sabe cuánto tiempo fue exactamente, pero pasó un rato así, sumido en sus pensamientos, rezando aunque era ateo, pidiéndole a Dios salir vivo de allí, hasta que de repente, sin una razón que él entendiera, le dijeron…
[Ismael]: Te vamos a dejar salir, pero antes tienes que hacer algo. Yo le dije: “Lo que sea”. Te vas a dejar grabar. Y yo: “¿Cómo?” “Sí, te vas a dejar grabar mientras te cojo”.
[Emilia]: Ismael no sabe, no puede, no quiere decir cuánto duró todo aquello. Pero sí recuerda que después le ordenaron grabar un video más.
[Ismael]: Vas a grabar un testimonio de que te metiste aquí a robar y de que todo lo que te pasó, te pasó por puto.
[Emilia]: Era la humillación final.
[Ismael]: Y otra vez con mi mismo teléfono. Empezaron a grabar. “Yo soy Eduardo Ismael Martínez García y me metí a robar a este domicilio Efraín González Luna 1857, pero los dueños de la casa me cacharon y me dieron mi merecido”.
[Emilia]: Cuando terminó lo dejaron vestirse. Le dieron dinero para que pudiera tomarse un autobús, y le dijeron que si quería recuperar su celular, tendría que volver con 1,500 pesos más, unos 80 dólares en ese momento. Eso le hizo sentir por primera vez que sí, que lo iban a dejar ir, porque lo que querían era el dinero. El celular no les servía de mucho.
Antes de salir, uno de los hombres le hizo una última amenaza.
[Ismael]: Que no se me ocurriera ir a la policía porque yo no sabía quién era él, que él tenía contactos…
[Emilia]: Ismael no le dijo nada. En silencio, tomó su ropa, se vistió y comenzó a caminar hacia la puerta de la habitación. En pocos minutos deshizo el camino que había hecho un rato antes: para salir, pasó de nuevo junto a la pecera y el altar de San Judas Tadeo, mientras el otro hombre lo seguía de muy cerca, apuntándole con la pistola. Los dos bajaron las escaleras y cruzaron la sala hasta llegar a la puerta.
Después, atravesó el porche, y antes de salir a la calle, abrazó a este hombre como si fuera un viejo amigo, para que lo registraran las cámaras de seguridad. Así se lo habían ordenado.
No fueron más de dos horas las que estuvo ahí, pero las sintió como años, y cuando finalmente salió de la casa amarilla, ya no era el mismo que había entrado.
Una vez en la calle, empezó a caminar. No tenía su celular, ni su reloj, pero calculó que ya debía ser cerca del mediodía. Fue hasta un edificio gubernamental cercano, donde alguna vez había visto policías. Cuando llegó y contó que había sufrido un secuestro express, sin dar muchos detalles, le dijeron que debía ir a la Fiscalía.
Antes, pensó, tenía que avisarle a su mamá. Quería decirle que estaba bien, pero además advertirle por si la llamaban para extorsionarla. El de su mamá era el único número que recordaba de memoria. No quería esperar más, así que entró a un salón de belleza, el primer lugar que vio abierto, y les pidió usar el teléfono. Escuchó el tono sonar algunas veces, y cuando su mamá contestó, Ismael empezó a hablar.
[Ismael]: Y yo: “Mamá, me acaban de secuestrar. Me quitaron mi teléfono. Si te llaman para pedir un rescate por mí algo, no les creas. Estoy bien. “¿Te hicieron algo?” “No, mamá, estoy bien”.
[Emilia]: Después, pidió que lo llevaran hasta su trabajo. Les contó a su jefe y a algunos de sus compañeros que lo habían secuestrado durante unas horas, sin mencionar Grindr, y aprovechó que tenía su sesión de Facebook abierta en la computadora para hacer una publicación. En ella les advertía a sus contactos por si recibían mensajes suyos pidiendo dinero.
Unas horas después, entró en el edificio de la Fiscalía General de Jalisco para hacer la denuncia. Allí, sentado frente a dos hombres, contó del viaje en autobús camino al trabajo, la cita en la Colonia Americana…
[Ismael]: Cuando yo les dije que había sido por Grindr, “Oye, ¿cómo te quedaste de ver con una persona que no conocías?” Y yo: “Sí”. “¿Y entraste a su casa así, sin sin antes saber nada de él?” “Sí, señor”. “Ah, pues es que sí está riesgoso, ¿no?” O sea, yo me acuerdo que yo durante este proceso sentí mucho de: “Güey, pues sí, es cierto, sí me lo merezco. O sea, ¿es que quién…? ¿Quién en su sano juicio hace lo que estoy narrando?”
[Emilia]: Se sintió tan mal, tan incómodo por esas preguntas que sugerían que si había ido a esa casa voluntariamente no tenía derecho a denunciar, que decidió no contar lo del abuso sexual.
[Ismael]: Porque además yo iba para que me cogieran. Y salgo de ahí diciendo que me violaron, ¿quién me iba a creer? Yo no quería que se rieran en mi cara.
[Emilia]: Tampoco quería pasar por las pruebas físicas que seguramente le harían si hablaba sobre la violación. Podía ser otra humillación que no sabía si podía soportar.
Pero de lo que sí quería hablar, lo que no estaba dispuesto a dejar de lado, era lo de los cuerpos que supuestamente estaban enterrados en la casa.
[Ismael]: Yo le decía: “Señor, dijo que había más cuerpos”. Yo les preguntaba: ¿Y van a ir? No, Pues se tiene que abrir una investigación… señor, pero me acaban de secuestrar hace un par de horas. Si es que no es flagrancia.
[Emilia]: Flagrancia, o sea, sorprender a alguien cometiendo un delito. Ismael no entendía… cómo que no era flagrancia, si esto acababa de suceder, y él les había dado la dirección de la casa, había descrito la fachada.
[Ismael]: No es que a mí se me hubiera ocurrido: “Oiga, ahí en tal dirección hay cuerpos”. Güey, acababa de salir de que me secuestraran. Es como de: “güey, ¿qué más necesitan? ¿Qué otra prueba necesitan?” Vayan ahorita, vayan ahorita y lo van a ver”.
[Emilia]: Pero no fueron en ese momento. Simplemente terminaron el proceso de tomar su denuncia. Eso era todo por ahora. Ismael salió de la Fiscalía decepcionado, con la sensación de que no le habían creído y de que nada de eso serviría para mucho.
Quizás por eso, cuando volvió a su casa, y vio todos los mensajes que había recibido de sus amigos en Facebook, ni siquiera se animó a contarles cómo lo habían secuestrado. Un día después, a la frustración se le sumó la rabia, y volvió a publicar en sus redes sociales. Quedarse callado, esperando que alguien más hiciera algo no iba con él.
No contó todos los detalles, pero sí los suficientes. Y el más importante: que lo habían secuestrado en la casa de la calle Efraín González Luna 1857.
[Ismael]: Conté cómo me habían secuestrado. Conté toda la historia. Y fue ahí cuando empezó. Empezó a llegar: “Oye, Ismael, a mí también…”.
[Emilia]: Eran mensajes de otros hombres que le contaban experiencias muy parecidas a la suya, todas en el mismo lugar: la casa amarilla de la Colonia Americana. Antes de su secuestro, nunca había escuchado hablar de ella, pero ahora sabía que otros también pasaron ahí mismo unas horas de terror. Y si él no había sido el primero, probablemente tampoco sería el último.
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Emilia Erbetta nos sigue contando.
[Emilia]: Los primeros días después del secuestro, Ismael los pasó en su casa, donde vivía con su mamá, intentando recuperar el ánimo. No sabía bien cómo seguir, cómo retomar su vida. De la Fiscalía no habían vuelto a llamarlo, pero después de su publicación en Facebook sí estaba en contacto con otras víctimas que habían sido atacadas en la misma casa. Una de esas personas era Joe.
[Joe Reyes]: Ok. ¿Quién soy? Tengo 39 años. Y yo realmente, a diferencia de Ismael, no tengo aplicaciones de ligue, ¿no? Llámese Grindr, Tinder, este Bumble, no manejo ninguna de esas aplicaciones.
[Emilia]: O sea, no fue así cómo él llegó a la casa amarilla. Su secuestro sucedió un año antes que el de Ismael, una noche de 2018 alrededor de las siete, cuando salió a caminar.
Joe iba por la calle Efraín González Luna cuando un hombre lo arrinconó. Intentó zafarse, esquivarlo, pero era más grande que él y a empujones logró meterlo en la casa. Cuando vio por primera vez el post de Ismael, Joe no podía asegurar que este fuera el mismo hombre que lo había atacado a él. Pero cuando empezaron a compartir sus experiencias, ambos notaron que mucho de lo que habían visto coincidía. La dirección de la casa, para empezar, pero también lo que había adentro.
[Joe]: La casa es una casa de dos pisos. Es una casa vieja. No sé, una construcción como de 1960, más o menos. Nosotros entramos por la puerta de servicio. De ahí me subió a las a la segunda planta pidiéndome que no hiciera bastante ruido, porque en la habitación contigua se encontraba su papá y que estaba muy enfermo. En la habitación había muchas imágenes de San Judas Tadeo y había como cuadros muy psicodélicos y demás.
[Emilia]: Estuvo secuestrado casi una hora. En ese rato, una mujer joven entró a la habitación, le apuntó con un arma y le quitó el celular. Si quería recuperarlo debía volver con 3 mil pesos mexicanos, unos 150 dólares. Como a Ismael, antes de dejarlo ir, lo amenazaron.
[Joe]: Que si yo reportaba que me habían secuestrado en esa casa, él iba a decir que no era cierto, que tenía bastantes conectes con la Policía de Guadalajara, entonces que él iba a decir que yo me había metido a su casa y que a mí me iba a ir súper mal.
[Emilia]: De todos modos, pese a las amenazas, al día siguiente Joe fue a la Fiscalía acompañado por su mamá. Y lo que le pasó ahí también fue parecido a lo que vivió Ismael.
[Joe]: Ya sabes, fue esa parte de revictimización de: “¿Y qué estabas haciendo ahí? ¿Y por qué en la noche? ¿Y por qué en esos cruces? ¿Y por qué si te estaba jaloneando, no pediste auxilio?”
[Emilia]: Joe, desconcertado, intentaba responderles. Para terminar, les dio la ubicación de la casa por Google Maps.
[Joe]: Precisamente porque yo no sabía qué casa era, pero sí identificaba el cruce de las calles. Y bueno, ante un evento traumático me ha quedado claro que no olvidas ciertas cosas. No podrías olvidar algunas otras o quieres olvidarlas, pero no como detalles más grandes.
[Emilia]: Le dijeron que eso era todo, que podía irse, que lo llamarían después. Joe pensó que era suficiente como para que hicieran algo, pero desde la Fiscalía no volvieron a contactarlo.
[Joe]: Y ya. La denuncia quedó ahí en el olvido.
[Emilia]: Joe intentó no pensar más en eso, ni tampoco lo habló con nadie. Quiso enterrarlo en el pasado. Hasta que un año después, en 2019, se topó con la publicación de Ismael. Y entonces los recuerdos volvieron todos juntos.
Ismael le propuso que participara con él en unas entrevistas. Quería visibilizar la historia y Joe aceptó. Ismael contactó a todos los periodistas que conocía. Una de las que respondió fue Sara Leos Andrade, que trabajaba en el Canal 44 de la Universidad de Guadalajara. Sara todavía recuerda cómo organizaron todo en el estudio del canal para la entrevista con ellos: las luces apagadas, una manta negra en el piso.
[Sara Leos Andrade]: Todo… todo era oscuro. Y ellos sentados en un, en un banco dándome la espalda a mí mientras yo les preguntaba. Estaban asustadísimos, muy, muy, muy asustados
[Emilia]: Después de la entrevista, Sara fue con un camarógrafo hasta la Colonia Americana para tomar imágenes de la fachada de la casa. Las incluyó en la primera parte del informe, que salió publicado en la televisión y en la página web unos días más tarde. Estaba algo emocionada, le parecía importante cubrir una historia así, podía tener un impacto en la sociedad conservadora de Guadalajara y quería ayudarlos a buscar justicia.
Pero a los pocos días, Ismael se dio cuenta de que habían bajado el video de las redes del canal. Buscó a Sara para que le explicara qué había pasado.
[Ismael]: Y ella misma fue la que me contó que habían ido dos personas mayores a la oficina y que el acuerdo al que habían llegado es que se bajaran todos los contenidos de todas las redes que hicieran señalamiento a esa casa.
[Emilia]: Esas dos personas se suponía que eran las dueñas de la casa. Le pregunté a Sara sobre esto y me dijo que había sido su jefe el que había tomado la decisión.
[Sara]: Si entendí bien, fue que sacamos una casa, un domicilio, un dato personal, lo que sea. Entonces por ahí iba como el tema de que tenemos que bajarla para… por seguridad. Okay. Se bajó y pues nada. Si mi jefe inmediato me dice: “Hay riesgo, hay riesgo”. O sea, no sé cómo explicarlo, pero pues yo no volteé y dije: “No, no, no necesitamos que quede publicada esa. Yo no, no, porque a ver, sí hay miedo en la prensa mexicana”.
[Emilia]: Después de hablar con Sara, llamé a su jefe, el periodista Víctor Chávez, y le pregunté qué había pasado. Víctor, que aún trabaja en el Canal 44, me confirmó lo que me había dicho Sara, y me contó que habían recibido un pedido formal de los dueños de la casa, que estaba alquilada, para que quitaran la nota porque comprometía la seguridad de terceros.
Pero la de Canal 44 no fue la única publicación relacionada con el tema que se dio de baja. Pasó lo mismo con un reportaje de TV Azteca, que hizo Alejandra Gómez Gómez, y Jorge Covarrubias, un periodista freelance que estaba cubriendo el caso, no continuó con su investigación.
Hablé con ellos también. Por WhatsApp, Alejandra me explicó que no publicar su reportaje fue una decisión editorial del canal, porque consideraron que no había suficientes elementos y no tenían la versión de las personas acusadas. Por su parte, Jorge me dijo que en su caso no había otra explicación más que el miedo. Había ido a ver la casa y algo de lo que percibió ahí lo hizo detenerse.
[Jorge]: Me lo pareció de aspecto un poco sombrío, ¿no? Me quedé helado, la verdad. Y creo que también yo me sugestioné al respecto. Y ya no le di seguimiento al tema por cuestiones de… pues de seguridad. Yo vivo cerca de ese lugar. Y las cosas en materia de seguridad por acá la verdad es que no pintan nada bien.
[Emilia]: E Ismael sabía eso, que hacer periodismo en su país es un trabajo de riesgo. Desde el año 2000, más de 160 periodistas han sido asesinados en México. Y a pesar de que una parte de él podía entender estas decisiones, eso no impidió que se sintiera más solo y desprotegido.
Empezó a no querer estar allí, en Guadalajara, ni siquiera en México. Y el miedo aumentó cuando empezó a recibir amenazas por Grindr de cuentas anónimas.
[Ismael]: Recibía mensajes como del tipo: “¿Sí te acuerdas que tomamos fotos a tus credenciales, verdad, putito?” Y cuando yo quería contestar, me bloqueaban.
[Emilia]: De todos modos, a pesar de las amenazas, nunca dejó de usar realmente la aplicación. Todavía le gustaba pasar el rato navegando entre perfiles, conversando con desconocidos o sexteando. Siempre había disfrutado de ese coqueteo virtual y hasta su secuestro, Grindr había sido para él un lugar seguro. No quería renunciar a eso.
Pero pasaron varios meses hasta que se animó a tener de nuevo una cita. Fue un día de abril de 2020, a comienzos de la pandemia. Estaba en su casa, aburrido y un poco desconcertado por todo lo que pasaba en el mundo, cuando le entró un mensaje de un perfil sin foto. Según la aplicación, esta persona estaba a unos 20 minutos de su casa.
Ismael contestó al saludo, porque así hacía siempre, y enseguida le pidió unas fotos. Si no, no quería seguir conversando. Y cuando las recibió, le gustó.
El chico le dijo que si quería podían verse, así que Ismael le pasó la dirección de su casa. Le pareció que recibirlo ahí, con su mamá durmiendo en la otra habitación, era más seguro que salir él hacia una casa ajena. Media hora más tarde, su cita estaba en la puerta con una botella de vino tinto en la mano.
Ismael le pidió que no hiciera ruido, para no molestar a su mamá, y lo llevó hasta su cuarto. Comenzaron a conversar hasta que…
[Ismael]: No sé en qué momento me dormí. Solamente recuerdo al día siguiente despertar en mi cama. Mi cuarto hecho un desastre…
[Emilia]: Y él completamente mareado, como desorientado. Notó que el lugar donde tenía guardada la copia de la denuncia por su secuestro estaba revuelto también. Y que el papel ya no estaba donde él lo había dejado. Entendió todo en un segundo.
[Ismael]: Yo supe que habían sido ellos en cuanto vi que no estaba la denuncia. Y la verdad es que no sé qué me… qué me metieron, porque yo duré con esa sensación de drogado como una semana.
[Emilia]: Esta vez, decidió no ir a la Fiscalía ni publicar lo que había pasado en sus redes. Le daba vergüenza y después de ese día, empezó a sentir que no estaba seguro en ningún lado. Algunos meses después aceptó la invitación de una amiga y viajó a Estados Unidos con la intención de quedarse.
Aterrizó en Denver en noviembre de 2020. No tenía permiso para trabajar, solo una visa de turista, pero igual consiguió un puesto en una pequeña licorera. Se enamoró de un hombre mayor que él. Estuvieron juntos seis meses, hasta que Ismael notó que cada vez se volvía más controlador. Le costó mucho aceptar que, de nuevo, estaba en una situación vulnerable. Sentía que el secuestro había cambiado algo muy íntimo en él, en su vida. Como si hubiera torcido su camino.
[Ismael]: Después del secuestro, mi vida se vino en picada. Y que ha sido una serie de malas decisiones tras otras, pero una serie de… sí, de malas cosas tras otras.
[Emilia]: Durante los siguientes tres años, intentó poner sus cosas de nuevo en orden. Había empezado a beber y logró dejar el alcohol. Consiguió un trabajo que podía hacer desde su casa. Comenzó a juntar los papeles para pedir asilo y regularizar su situación migratoria en Estados Unidos. Pero nunca logró dejar de pensar en esas horas que pasó en la casa amarilla de la Colonia Americana, en Guadalajara.
Y por eso, en marzo de 2024, nos escribió un correo contándonos su historia. Y unos días más tarde, aprovechando el aniversario de Grindr, publicó un largo hilo en X, en el que narraba su secuestro con detalle.
El hilo se hizo viral en pocas horas. En un par de días, su timeline se llenó de respuestas con testimonios más recientes. Los secuestros de la casa amarilla de la Colonia Americana no habían parado después de su denuncia. Y a diferencia de los comentarios a su primera publicación, acá la gente ya se atrevía a incluir fotos de la casa, y también capturas de pantalla de Grindr, con fotos de un hombre blanco, de ojos claros y labios gruesos. Era el secuestrador. No sólo había una casa, también había una cara. Lo único que faltaba era un nombre.
Y ese nombre llegó unos meses después, a fines de mayo de 2024.
[Soundbite de archivo]
[Noticiero]: El imputado es Jesús Cornelio N, quien deberá permanecer en prisión preventiva justificada como medida cautelar…
[Emilia]: Jesús Cornelio N. Ismael no se enteró por la televisión sino por otra víctima.
[Ismael]: Me contacta y me dice: “Oye, amigo. Ya lo detuvieron”.
[Emilia]: Con el mensaje, recibió también un link. Era el comunicado de la Fiscalía del estado de Jalisco, que anunciaba la captura y daba algunos detalles más. Ismael lo leyó perplejo. No había ninguna mención a la casa de la Colonia Americana, sino a un domicilio en otra colonia, a 15 minutos de allí. Pero Ismael sabía que Jesús Cornelio N. era el hombre de Grindr porque el comunicado iba acompañado de una foto, en la que se veía solo su cara, con los ojos cubiertos por una franja negra. Y aunque estaba un poco más viejo, y desgreñado, para Ismael no había dudas: era él.
Cuando terminó de leer, se quedó congelado durante unos minutos. Al fin estaba pasando lo que esperaba desde hacía cinco años.
[Ismael]: Fue una sensación de, por un lado, de mucho alivio, de mucho rencor. De mucha sed de venganza. Me dio mucho gusto saber que lo iban a tener privado de su libertad. Por un momento, sí, por un momento sentí este… esta sensación de por fin se va a hacer justicia.
[Emilia]: Pensó que quizás, ahora sí, podría volver a México. A estar con su mamá, con sus amigos, en su ciudad de siempre. Todo lo que había tenido que dejar atrás.
Pero esa idea no duró mucho.
[Ismael]: De repente fue: “Ey, sólo lo detuvieron. Tú no sabes cuánto tiempo va a estar ahí. Y además acuérdate que no está solo”.
[Emilia]: Es que al proceso le faltaba mucho, y la captura era preventiva. Ni siquiera había empezado un juicio y tampoco había garantías de que si eso pasaba, lo fueran a sentenciar. Las posibilidades eran muchas, incluso que lo liberaran por vencimiento de términos o hasta por falta de pruebas.
Pero Ismael iba a hacer lo que estuviera a su alcance para que esto no pasara. Enlazado a sus tuits virales anteriores, publicó en X el comunicado de la Fiscalía y la foto de su secuestrador, con un pedido.
[Ismael]: Que si hay alguien más que haya sido víctima y que esté en México, vaya y denuncie, vaya y denuncie y vaya y denuncie…
[Emilia]: En pocas horas, su inbox se llenó de mensajes.
[Ismael]: Nuevas víctimas, me empezaron a contactar para preguntarme a dónde denuncio, con quién voy, qué tengo que hacer, yo también fui víctima de este sujeto.
[Emilia]: Armó un grupo de WhatsApp con diez de esas víctimas para compartir las novedades sobre el caso y apoyarse en el proceso judicial. Aunque no todos están seguros de sumar sus denuncias. Como Joe, a quien ya escuchamos antes.
[Joe]: Me gusta que mucha gente esté tomando denuncias y demás y ahorita me encuentro dubitativo: entre volver a ratificar mi denuncia o quedarme así. ¿Por qué? Porque nada me garantiza que yo también tenga esa seguridad de que no me va a pasar nada.
[Emilia]: No le teme sólo a su secuestrador o a sus cómplices. Lo que siente es también un miedo al proceso judicial, y, de alguna manera, un miedo a sí mismo, al impacto que puede tener en él volver a revisitar eso que le pasó.
[Joe]: Es volver a exponerme, es revivir. O sea, es ver si me van a prestar el apoyo o no. Es abrir esa caja de Pandora que no quería abrir otra vez. No quiero… Hoy sí te digo: “No quiero, no quiero abrir esa caja todavía…”
[Soundbite de archivo]
[Operadora de la Fiscalía]: Bienvenido a la Fiscalía del Estado de Jalisco, si conoce el número de extensión márquelo ahora.
[Emilia]: Después de la detención de Jesús Cornelio N., me comuniqué varias veces con la Fiscalía. Quería conocer algunos detalles de la investigación. En la primera llamada, en julio de 2024, me confirmaron que ya se habían incorporado 11 denuncias en su contra, y que no descartaban que estuviera involucrado en más casos. Pero que si quería saber más, tenía que comunicarme por correo.
Escribí en varias oportunidades a la Dirección de Comunicación Social de la Fiscalía y luego al Portal de Transparencia, el área autorizada para dar información a la prensa. Especialmente quería saber si había denuncias sobre hechos sucedidos en la casa de la calle Efraín Gonzalez Luna y si se había realizado algún allanamiento en ese domicilio. También pregunté si había indicios de que Jesús Cornelio N. perteneciera a una organización mayor. Me respondieron que se trata de información reservada.
En Guadalajara, la casa amarilla de la Colonia Americana es ya casi una leyenda urbana. Alrededor de ella se tejen historias, rumores, relatos estremecedores que pasan de boca en boca, en mensajes en redes sociales. Incluso hay un posteo en el foro Reddit sobre ella y hasta un video en Tik Tok. Pero su reputación no es nueva. Tampoco empezó en 2019, con la difusión de Ismael sobre su caso.
Las noticias se remontan, al menos, hasta 2006, cuando la periodista Vanesa Robles escribió una crónica en el periódico Público sobre esa casa misteriosa plantada en medio de una colonia tradicional de la ciudad. De ese artículo ya no quedan rastros, porque Público cerró en el 2011. Vanesa tampoco guarda una copia, pero aún recuerda el día que una amiga que vivía cerca le habló sobre la casa de Efraín González Luna.
[Vanesa Robles]: Y me hablaron de esa casa que era famosísima por, por estos secuestros.
[Emilia]: Vanesa le preguntó a su amiga si los que vivían ahí eran los dueños y le dijo que no, que era una familia que estaba allí hacía muy poco, muy probablemente alquilando.
[Vanesa]: Mamá, papá, no sé si hijos muchos, pero sí este chico que se llama Jesús que presumía, por ejemplo, tener, este, nexos con gente muy poderosa de los gobiernos federales.
[Emilia]: Jesús. O sea que ese nombre ya lo conocían los vecinos de la zona desde 2006.
En ese momento, Vanesa fue hasta la Colonia Americana para hacer algunas averiguaciones. Logró que varios vecinos hablaran con ella off the record y entrevistó a un hombre joven que había sido secuestrado allí. No había llegado a través de Grindr, claro, porque en 2006 ni siquiera existían los teléfonos inteligentes, sino que lo había llevado un hombre al que había conocido sobre Avenida Chapultepec mientras estaba de fiesta en un bar.
Vanesa protegió la identidad de la víctima con un nombre falso. No sólo para cuidarlo de quienes lo habían secuestrado, sino también para protegerlo de la mirada y los prejuicios de su círculo social.
[Vanesa]: Todo esto ocurre en un entorno de un conservadurismo tremendo, que no permite, además, que las víctimas homosexuales o que las víctimas heterosexuales que se quieren ir a echar un polvito puedan denunciar sin antes ser juzgadas enjuiciadas por una sociedad y una cultura hiperconservadora, ¿no?
[Emilia]: Y ese conservadurismo es otro manto de protección para quienes cometen delitos como este. No solo en Guadalajara, sino en todo México. Vanesa publicó el artículo, pero no hubo demasiadas repercusiones. Unos años más tarde abandonó el periodismo y hoy trabaja en una organización de derechos humanos en Guadalajara.
Pero cuando le pedí conversar para esta historia, regresó a la Colonia Americana para ver cómo estaba la situación alrededor de la casa amarilla hoy, después de la detención de Jesús Cornelio N. Esta vez ya nadie quiso hablar con ella, ni siquiera en off. Tampoco su amiga.
[Vanesa]: La gente está súper cerrada. Claro, el contexto de violencia del país ha cambiado demasiado, O sea, somos un país con más de 115.000 desaparecidos. En 2006 este contexto no existía.
[Emilia]: Y, como ya dijimos, Jalisco es el lugar del país donde desaparecen más personas. Hay más de 15 mil denuncias y se estima que muchos casos ni siquiera llegan a esa instancia.
[Vanesa]: Este es el contexto que envuelve casos como el de la casa amarilla de la calle González Luna. Esta familia donde se perpetran estos delitos se jacta de tener conexiones con el poder y pues ahí es como muy difícil que alguien, uno, se anime a denunciar primero, y luego pueda seguir su causa ante las autoridades con quienes casi nunca pasa nada, ¿no?
[Emilia]: Ismael ha sido uno de los pocos que sí se animó. En 2019, después de su secuestro, y también ahora. Cuando se enteró de la detención de Jesús Cornelio N, decidió que quería sumar su testimonio a la nueva investigación. Supo que su denuncia original estaba archivada y comenzó un camino muy burocrático para que la sacaran y la incorporaran a la carpeta de investigación actual. En este momento, ese trámite sigue en proceso.
Desde la detención, Ismael no puede dejar de pensar en las víctimas que vinieron después de él, en todo lo que hubiera sido diferente para ellas si hubieran tomado en cuenta su denuncia. Por eso, espera que la justicia vaya más allá de una posible condena.
[Ismael]: Todas las diez víctimas que yo conozco, a la mayoría, sólo a Joe le pasó antes que a mí. Pero a la mayoría les pasó después que a mí. Yo sé que es muy irreal, pero mi expectativa sería que, primero la Fiscalía ofreciera una disculpa por su falta de actuación. Ofreciera una disculpa a las víctimas. Que fueron víctimas por falta de… Por su incompetencia
[Emilia]: Pero esa es su visión racional de lo que debería pasar. Cuando piensa en su propia historia, le cuesta más entender esa cadena de responsabilidades. De tantas veces que lo han culpado, de alguna forma se lo creyó.
[Ismael]: Y ese es el Ismael que se deja ir en la ansiedad, que muchas veces todavía toma control de mí. Que todavía me dice: “Güey, al final la neta tu sabes que sí tienes la culpa por cachondo”. Y a veces cuesta mucho trabajo apagar a ese Ismael, a esa vocecita que de repente todavía me dice… Porque además, la situación es que la sociedad me refleja que esa voz está correcta, ¿sabes?
[Emilia]: Esa voz en su cabeza que cuando dice: “Te lo buscaste” repite lo que todavía hoy muchos le dicen en sus redes, lo que le dijeron en la Fiscalía, lo que también le dijo su secuestrador. Y eso lo lleva de nuevo a la casa amarilla de la Colonia Americana. Como si todavía hoy una parte de él siguiera ahí dentro.
No es fácil, pero cuando logra librarse de ella, cuando recuerda que no hay nada por lo que tenga que avergonzarse, su cabeza sale de esa habitación e Ismael puede fantasear con la idea de volver a México, de caminar libre por las calles de Guadalajara, el lugar donde creció.
Quizás, si esta vez hay justicia, la voz se apague definitivamente y esa fantasía se convierta en realidad.
[Daniel]: Hasta este momento, la investigación contra Jesús Cornelio N. sigue en proceso. Ismael aún vive en Estados Unidos.
Emilia Erbetta es productora de Radio Ambulante y vive en Buenos Aires. Esta historia fue editada por Camila Segura y David Trujillo. Bruno Scelza hizo el fact checking. La música y el diseño de sonido son de Andrés Azpiri.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Lucía Auerbach, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Barbara Sawhill, Ana Tuirán, Elsa Liliana Ulloa, Luis Fernando Vargas y Desirée Yepez.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.