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[Daniel Alarcón]: Si escuchas Radio Ambulante o El Hilo, probablemente ya sabrás que una de nuestras obsesiones es la política. En Latinoamérica, pero también en Estados Unidos, donde la elección presidencial de este año no sólo es una de las más cruciales de la historia, pero también está reñidísima. Hay muchísimo en juego y el resultado lo decidirán unos cuantos estados. 

Esta vez hay más de 36 millones de latinos elegibles para votar, y para entenderlos mejor, junto a nuestros aliados de Noticias Telemundo, decidimos crear una nueva serie: El Péndulo. Acompañaremos al periodista Julio Vaqueiro a cinco estados decisivos: Pensilvania, Florida, Nevada, Arizona y Carolina del Norte. Escucha El Péndulo: Voto latino 2024, un podcast de Noticias Telemundo y Radio Ambulante Studios. Búscalo en nuestro canal de series Central, disponible en iHeart Radio o en tu aplicación de podcasts favorita.

Esto es Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón.

Esta historia contiene escenas impactantes. Se recomienda discreción. 

Hoy empezamos con dos parejas que, hacia finales de 2001, estaban a más de 11 mil kilómetros de distancia. Primero, estos dos.

[Erika Ávila]: Eh, mi nombre es Erika Ávila. 

[Roberto Vélez]: Bueno, yo soy Roberto Vélez.

[Daniel]: Ambos colombianos, viviendo en Australia. Y luego…

[Matías Guajardo]: Soy Matías Guajardo. 

[Claudia Seco]: Yo soy Claudia Seco Fourcade.

[Daniel]: Ellos chilenos, viviendo en Santiago. 

Y casi al mismo tiempo, Erika y Claudia tuvieron la misma sospecha.

[Erika]: Empecé a sentir un poco de náuseas. Y claro, tenía un retraso, me metí, me acuerdo que estaba en un centro comercial donde entré a la farmacia, compré la prueba y me entré al baño y me salió positiva. 

[Claudia]: Yo caché al tiro que estaba embarazada. Compré un test y me hice el test y se marcaron las dos rayas, automático.

[Daniel]: Claudia le contó a Matías enseguida. Pero Erika no. 

[Erika]: Esto era como una semana antes de Navidad. Entonces yo lo que… lo que decidí hacer fue comprarle una tarjeta y meter la prueba entre el sobre. 

[Roberto Vélez]: Y yo al principio no lo entendí. Y yo leía y veía no me acuerdo si era una o dos rayas. Y yo decía: “¿Pero esto qué es?” 

[Erika]: Le puse algo como E-T-A que es la sigla de Estimated Time of Arrival, que es como para los vuelos, ¿no? y le puse ETA: Agosto 2002.

[Daniel]: La referencia al tiempo aproximado de llegada tenía que ver con que Roberto trabajaba en aviación. Por esto mismo, apenas se casaron en 1994, se fueron a vivir a Australia. La mamá de Roberto era de allá y les pareció que era un buen lugar para que él consiguiera trabajo más fácil. Erika, abogada, empezó a trabajar en una oficina del gobierno australiano. 

Vivieron en distintas ciudades, viajaban mucho. Amaban la libertad que tenían y por eso no habían pensando en tener hijos. Pero ya con 37 años Erika cambió de opinión. Roberto también se sentía listo para ser papá y solo dos meses después Erika quedó embarazada. Ambos estaban felices con la noticia.

Matías y Claudia, en cambio, no se lo esperaban. Tenían 22 años, llevaban un tiempo de novios y eran estudiantes. Matías de Medicina y Claudia de Gastronomía.     

[Matías]: No… Cuando la Claudia me contó que estaba embarazada fue como una alegría enorme, independiente de que yo sabía que se nos iba a venir muy, muy difícil. Básicamente porque éramos muy pequeños, muy niños, ambos. Pero yo siempre recuerdo haberme proyectado como papá. 

[Daniel]: Claudia también siempre había querido ser mamá, pero era un plan a futuro. 

[Claudia]: Entonces, claramente no fue planeado, pero sí bien recibido, ¿cachai? 

[Daniel]: Con el apoyo económico de sus padres, decidieron casarse e irse a vivir juntos. 

Ambos embarazos fueron buenos, pero los partos difíciles. 

Unas dos semanas antes de la fecha probable de nacimiento, Erika empezó a sentir las primeras contracciones. Pasó casi tres días en su casa con muchísimo dolor, pero no dilataba ni rompía fuente. Terminó yendo al hospital y allá los médicos empezaron a evaluar la posibilidad de hacerle una cesárea. 

[Erika]: Y yo en ese momento dije: “¿Una cesárea a estas horas después de que he sufrido tres días? Ni de vainas, no, no puedo pensar en eso”. Entonces me acuerdo que di dos pujones dolorosísimos. Grité, me desgarré y ya los médicos, las parteras, me dijeron: “¡Pare, no más!” Y salió. 

[Daniel]: Erika dio a luz a una niña. Le pusieron Mariana y pronto le inventarían un apodo, sería su “Mananas”. 

Claudia, en cambio, ya se había pasado más de una semana de la fecha de parto y seguía sin tener ninguna contracción. Así que se fueron para la clínica y allá la empezaron a inducir… 

[Matías]: La Clau tiritaba. Un poco de nervios, un poco de emoción, los dos con esa sensación de que claramente ahí iba a haber un antes y un después. 

[Claudia]: Me decían: “Puja” y yo juntaba las piernas pese a estar amarrada, yo juntaba las piernas, decía sácame de aquí.

Y ahí Matías empezó como a hablarme, hablarme, hablarme como “Pa vamos Claudia”, no sé qué. Y ahí cacharon que la guagua había como puesto la cabeza un poco y metieron fórceps y lo sacaron. 

[Daniel]: Claudia dio a luz a un niño. Lo llamaron Matías, igual que su papá. Pero desde que nació, muchos le dirían Mati. 

La distancia, la nacionalidad, hasta las diferentes etapas de la vida en la que se encontraba cada pareja… Todo apuntaba a que estas familias no se iban a conocer nunca, pero algo que nadie pudiera haber predicho terminó uniéndolas para siempre.

La historia después de la pausa. 

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestra directora editorial, Camila Segura, nos cuenta. 

[Camila Segura]: Después de dos días, Erika y Roberto volvieron con Mariana a su casa. En ese momento estaban viviendo en Perth, una ciudad en la costa occidental de Australia. Como todos los padres primerizos iban aprendiendo día a día. Mariana, desde un comienzo, fue una bebé muy calmada. 

[Erika]: Gorda, simpática, súper risueña. Todas las mañanas, cuando yo entraba al cuarto de ella me recibía con una sonrisa enorme, además que era muy linda porque nunca lloraba por las mañanas. 

[Roberto Vélez]: No fue una niña complicada para nada. Ella, por ejemplo, se despertaba a las tres, cuatro de la mañana y uno iba y se arrunchaba un ratico con ella y ya se quedaba dormida otra vez, muy tranquila.

[Camila]: Mati, en cambio, era todo lo contrario… 

[Claudia]: El Mati lloraba todo el día, todo el día. Tú lo tomabas y lloraba. No lo tomabas y lloraba, le dabais leche y lloraba.

[Camila]: Esas primeras semanas fueron muy difíciles para Claudia y Matías. Vivían rendidos, pero pensaban que ese llanto constante iba a parar en algún momento y que, seguramente, así eran todos los bebés.

[Claudia]: Cuando empezamos a notar que le pasaba algo fue porque empezó a ponerse más amarillo, más amarillo, más amarillo. Ya no era amarillo, era como gris, como medio verde. 

[Camila]: Ya no parecía la típica ictericia de algunos bebés recién nacidos que se ponen un poco amarillos por el exceso de bilirrubina. Es algo que, por lo general, desaparece por sí solo unos días después del nacimiento. Pero Mati ya tenía un mes y medio y ese color, a esa edad, no era normal. Además, cada día que pasaba se ponía peor. 

[Claudia]: No era, no era amarillo, ni verde ni gris, era como fosforescente. Los ojos todo. Fue como fulminante…

[Camila]: Decidieron llevarlo a la clínica…

[Claudia]: Y me acuerdo que al Mati lo metían a la máquina y lo sacaban de la máquina. Y lo metían de nuevo a la máquina y lo sacaban de la máquina. Y se llamaban entre los doctores. Y dije una grosería así, pensando en mí. Y dije: “Algo pasa”. 

[Camila]: Cuando terminaron los exámenes, el médico les dijo:  

[Claudia]: Los exámenes dicen que hay algo en el hígado. 

[Camila]: Había que hospitalizar a Mati para hacerle más estudios y confirmar el diagnóstico. Después de unos días llegó el resultado: Mati tenía una atresia en las vías biliares. Ni siquiera su papá, que estudiaba medicina, sabía bien lo qué era eso.

[Matías]: Recuerdo que llegué a mi casa a buscar en los libros de medicina que tenía: “Atresia, atresia, atresia de vía biliar” y es una situación tan, tan rara que encontraba poca información y toda la información que encontraba era como de muy mal pronóstico. 

[Camila]: La atresia biliar pasa cuando un bebé nace con los conductos del hígado obstruidos. Estos llevan la bilis del hígado al intestino delgado, entonces si están tapados, la bilis se acumula y termina causando un daño hepático crónico. 

[Matías]: Y ese era mi hijo recién nacido. Entonces fue una situación bien, bien dura. Pero no había mucho espacio como para perderse en esa emoción… 

[Camila]: Había que actuar rápido. La única alternativa era someter a Mati a una operación gigantesca. Tenían que sacar las vías biliares enfermas y conectar el intestino delgado con el hígado para que pudiera salir la bilis. 

Solo unos días después de haber recibido el diagnóstico, Mati, con menos de dos meses, estaba listo para entrar al quirófano. Justo antes se les acercó la anestesióloga. 

[Claudia]: Ella nos trató de remover porque, en realidad, ¿cachai?, que la realidad, era que teníamos que como aterrizar, de que se veía muy malo el panorama, ¿cachai? 

[Camila]: Y es que ya se lo habían dicho: era una cirugía complicada y las probabilidades de éxito, muy bajas. 

[Claudia]: La cirugía tenía un 30% de probabilidades de quedar bien al tiro y nos olvidáramos del problema, un 30% posibilidades que en un par de años tuvieran que hacerle un trasplante de hígado y un 30% de que no servía la cirugía y había que trasplantarlo al tiro.

[Camila]: La operación duró seis horas. Claudia y Matías no podían más de los nervios hasta que finalmente los médicos llegaron a decirles cómo había salido todo. 

[Claudia]: Y entramos en el peor 30 por ciento. 

[Camila]: Había que hacerle un trasplante a Mati lo más pronto posible. 

[Matías]:  El trasplante en ese momento sonaba como un universo que se te caía encima.

[Camila]: Enseguida, Claudia y Matías contactaron a la Clínica Las Condes, la única en Santiago de Chile que hacía trasplantes pediátricos en ese momento. Ahí los médicos fueron categóricos en algo, la mejor opción era tener un hígado de un bebé, pero no era fácil conseguirlo… 

[Matías]: En Chile no existen donantes cadavéricos para niños pequeños. De modo que la única alternativa que tenía Matías era hacer el trasplante con un donante vivo. En ese caso iba a ser yo. 

[Camila]: Y es que en esa época, principios de los 2000, en Chile había un porcentaje muy bajo de donación de órganos. Las personas mayores de 18 años tenían que manifestar explícitamente su voluntad de hacerlo, pero eran muy pocas las que lo hacían. Además, la familia podía retractarse de la decisión después del fallecimiento. Cuando se trataba de bebés o niños era más difícil aún que los papás permitieran la extracción de los órganos. 

Luego de confirmar la compatibilidad entre Mati y su papá, la mejor opción era que él le donara una parte de su hígado. Y es que el hígado es el único órgano que se regenera completamente y con donar una parte es suficiente. El donante puede seguir viviendo con normalidad. Pero, en medio de todo esto, les aclararon una cosa:

[Claudia]: Nunca hemos operado a un niño, una guagua con tan pocos kilos hay que engordarlo como sea, tiene que pesar un poco más, porque si no el riesgo es muy alto. 

[Camila]: La misma enfermedad hacía que Mati perdiera mucho peso. Después de la cirugía, estuvo hospitalizado unas dos semanas hasta que le dieron de alta en una situación muy delicada. 

[Matías]: Nos llevamos al Matías a casa con todos los cuidados propios, con su guatita abierta, con corchetes, con drenajes, con mangueras y todo eso en casa. 

[Camila]: Serían días muy difíciles. Pero lo único que podían hacer era esperar a que engordara.   

Mientras tanto, en Australia, Mariana crecía con buena salud. Erika y Roberto disfrutaban sacarla a pasear en su cochecito y la rutina que iban construyendo. Cuando tenía unos cuatro meses decidieron viajar a Colombia para que la familia la conociera. Era diciembre de 2002. 

[Erika]: Las dos familias fascinadas con esta bebé que ya pues sonreía un montón, interactuaba con todos. Fue perfecto. 

[Camila]: Estuvieron en Colombia durante un mes, recibiendo el cariño de toda la familia, toda la ayuda que no tenían en Australia. Pudieron descansar y divertirse. 

[Erika]: Sentía todo ese calor humano. Yo empecé a sentir Colombia es lo máximo, ¿no?  y yo decía no, esto yo no, yo no quiero irme de acá. 

[Camila]: Aunque en un contexto bien distinto, por esos días Matías y Claudia también se refugiaron en el cariño de la familia. Aprovecharon que él tenía vacaciones de verano y se fueron unas semanas a Temuco, al sur de Chile. Ambos eran de ahí y podían también contar con ayuda y estar tranquilos mientras Mati aumentaba de peso. Pero la enfermedad seguía avanzando muy agresivamente.

[Claudia]: Un niño llorón, que le daban miles de remedios entonces era cachetón así con los corticoides, la guata redonda como una pelota de fútbol.

[Matías]: Con mucho líquido libre en su guatita. Eso se llama ascitis. O sea, tenía una barriguita así llena. Muy, muy, muy enfermo. 

[Camila]: Pero llegó el momento en que ambas familias tuvieron que volver. Unos a Santiago, otros a Australia. A Erika y Roberto les dio muy duro la despedida. Ahora, con una niña chiquita, todo era distinto. Incluso sería diferente el lugar a donde llegarían. Se iban a mudar a Darwin, un lugar más remoto al norte del país. Hicieron ese cambio porque pensaron que allí Roberto tendría más posibilidades de tener un mejor trabajo.  Pero fue una etapa difícil Roberto no conseguía nada y además, poco tiempo después Erika se enteró de que estaba embarazada. Mariana tenía 5 meses. Aunque se ilusionaron mucho con la idea de otro bebé, la situación no mejoraba.  

[Erika]: Y fueron pasando pues un mes, dos meses, tres meses y empezamos, pues, como qué  hacemos. Yo estaba muy sola, no tenía amigos, me sentía muy desamparada, desesperada con el calor. Entonces, pues yo empecé como: “¡Uy!, esta… esto no fue una buena idea habernos venido acá”. 

[Camila]: Así que se pusieron un plazo: si Roberto no conseguía trabajo para finales de abril, se devolverían a Colombia. 

[Erika]: Y yo pues casi que secretamente empecé a cruzar los dedos para que Roberto no consiguiera trabajo.

[Camila]: Y así pasó. 

[Erika]:  Llegó el 30 de abril y dijimos: “nos fuimos pa’ Colombia.  

[Camila]: Un mes antes, Matías y Claudia habían regresado del sur a Santiago. Matías tenía que volver a la universidad y a Mati lo tenía que ver el médico. No fueron buenas noticias, pues no había engordado lo suficiente, así que le pusieron una sonda en la nariz conectada a una bomba de alimentación. 

[Claudia]: En la noche le pasábamos leches especiales para engordarlo toda la noche. Las nueve horas que él dormía chuck chuck sonaba la bomba chuck chuck.

[Camila]: Después de unos meses lo volvieron a llevar a un nuevo control. Ahí el doctor les dijo que el hígado estaba muy comprometido, que Mati ya tenía el peso adecuado y que tenían que operarlo lo más pronto posible.

Decidieron que sería dentro de un mes: a mediados de julio de ese año, 2003. Durante ese tiempo debían hacerle a Matías y a Mati todos los estudios preoperatorios y también ocuparse de las cuestiones burocráticas. Una de ellas era registrar a Mati en la lista de espera nacional de trasplante de órganos. Era solo una formalidad. 

[Claudia]: Es solo un trámite, nos dijo, yo me acuerdo claro como nos dijo: “No esperen un órgano porque jamás va a llegar”.

[Camila]: En todo este tiempo, Claudia había visto cómo pinchaban a su hijo decenas de veces para sacarle sangre y hacerle exámenes. Había pasado noches enteras despierta vigilándolo, por miedo a que se ahogara con la sonda de alimentación. 

Ahora, que se aproximaba la fecha de la cirugía, tenía terror de que el trasplante no fuera la solución, sino más bien el fin de todo. Y con ese mal presentimiento, dudaba si realmente valía la pena seguir sometiendo a su bebé a tantos tratamientos. 

[Claudia]: Y yo le decía: “¿Y si no le hacemos nada?” Le decía yo: “‘¿Y si lo dejamos tranquilo?” Y Matías me decía: “Imposible, Claudia, es la muerte más indigna que le puedes dar a tu hijo. Se va a reventar por dentro. La ascitis era… esa pelota, de agua dentro de la guata. En algún momento como que iba a explotar de tan grande, se va a reventar por dentro, tiene que ser dolorosísimo eso”, me decía. No podemos no hacer nada. “No hagamos nada”, le decía yo. “Yo no quiero que tú le des un pedazo de órgano, porque cuando se muera el pabellón tú vas a estar dormido”, le decía: “Yo y lo voy a vivir sola”. 

[Camila]: Pero Matías terminó convenciéndola. 

En Australia, Erika y Roberto empezaron el proceso de mudanza para volver a Colombia. Hicieron una gira de despedida y uno de los lugares a los que fueron fue a Magnetic Island, una isla en el noreste australiano. Erika tiene muy claro un recuerdo… 

[Erika]: Nos paramos frente a unas rocas enormes a tomarnos una foto y yo en ese momento sentí una, una intuición. Me llegó como un golpe a la cabeza de decir: “Nos estamos equivocando”.

[Camila]: Pero ya no había vuelta atrás. Tenían previsto viajar el 20 de junio, pero Erika se enfermó de una gripa muy fuerte, así que decidieron aplazar el viaje. Despegaron cuatro días después. 

[Erika]: Yo la tenía en las piernas. Estaba en la ventana y Mariana dijo adiós con la mano, como, como sabiendo que nos íbamos. Fue una cosa increíble cuando yo la vi despedirse.

[Camila]: La ruta hacia Bogotá sería de Canberra a Sydney y de ahí pararían unos días en Santiago de Chile. Nunca habían estado y además querían descansar un poco. Llegaron a un apartahotel en el barrio Las Condes el martes 24 de junio de 2003. Serían cinco días de paseo con Mariana. Era pleno invierno.

[Roberto Vélez]: A mí me pareció una ciudad muy fría. La base de las nubes siempre era muy bajita, siempre había mucha nube, mucha niebla. Pero en todo caso caminamos mucho por la ciudad. 

[Erika]: La paseamos por todas partes y ella tranquila y feliz. Ella era una bebé que le sonreía a todo el mundo, coqueteaba con todo el mundo, cruzaba miradas y se reía. Hizo mucho contacto con mucha gente en Santiago.

[Camila]: Visitaron museos, fueron al cerro San Cristóbal y recorrieron distintos barrios. Su vuelo a Colombia salía el domingo y el viernes, cuando regresaban al hotel, vieron un café muy bonito que tenía un menú de desayunos típicos australianos. Les pareció la forma perfecta de rematar su ida de Australia. El plan era ir la mañana siguiente.   

[Erika]: Y nos fuimos para el hotel a descansar esa noche. Increíble. Mientras empacábamos yo entré a la sala y Mariana, pues ella se paraba apoyada de las mesas y en ese momento dio tres pasos y yo me morí de la emoción porque fueron sus tres primeros pasos.

[Camila]: Esa madrugada del sábado 28 de junio, Mariana empezó a lloriquear. Era muy temprano, como las 5 de la mañana, así que le dieron un tetero y todos se durmieron otra vez. A las siete, Erika y Roberto ya se levantaron para alistarse… y empezaron a despertar a Mariana. 

[Roberto]: Yo me bañé con Mariana, me acuerdo. Fue una ducha muy sabrosa, muy simpática con ella. A ella, le gustaba mucho el agua, le gustaba mucho el sentirlo a uno… pues pegarse a uno. Ella se reía mucho en las en las duchas. Entonces yo me toteaba de la risa cuando cuando la bañaba. 

[Camila]: Salieron del hotel caminando hacia el café que habían visto, con Mariana en el coche. 

[Erika]: Había que cruzar una avenida que se llama Bosque Norte y más o menos a los 30 metros Roberto me dice: “Ay, para un segundo”. 

[Roberto]: Y a mí se me desamarró un zapato. El zapato derecho. Entonces tuve que parar unos diez o 15 segundos para amarrarme ese zapato. 

[Camila]: Siguieron caminando y llegaron a la intersección de la avenida Bosque Norte con San Sebastián. Era amplia, de doble sentido. Tenían que cruzarla para llegar al café. Eran alrededor de las nueve de la mañana. 

[Erika]: Y cuando llegamos a la esquina me pasó algo muy curioso y es que yo no, no había carros, no había nadie, la calle estaba vacía. Entonces yo miré para los dos lados y dije puedo cruzar el semáforo para los peatones, estaba en rojo, y yo empecé a cruzar la avenida. Alcancé a dar unos dos pasos cuando siento que Roberto me jala hacia atrás…

[Roberto]:  Y yo la frené y le dije: “Oye, ya llegaste a Latinoamérica porque te vas a cruzar el semáforo en rojo”. 

[Erika]: Me sentí terrible y le dije: “Uy qué bruta”.

[Roberto]: Y ella se rió y dijo: “Bueno, no esperemos”. Y ahí fue donde paramos a esperar a que el semáforo se pusiera en  verde. 

[Erika]: No pasaron 20 segundos cuando sentí un estruendo, un chirrido. Como un… como una llanta. Yo no alcancé a ver nada. Yo estaba mirando el semáforo. 

[Roberto]: Y unos segundos después yo oí un estruendo por el lado izquierdo y logré pues a reojo mover la cabeza de la izquierda y ver que venía un carro encima hacia nosotros. Se montó a la acera y casi me pega a mí. Y yo logré hacer un paso hacia atrás. En ese paso hacia atrás, empujé a Erika que estaba a mi derecha empujando el coche. 

[Erika]: Sentí ese ruido y no alcancé ni a voltear la cabeza a ver qué era, cuando sentí que Roberto me empujó. Me empujó hacia atrás con fuerza y sentí que me arrancaron el coche de las manos. Sentí un dolor en las manos tremendo. 

[Roberto]: Yo miré el coche y vi que estaba desocupado. Al hacer el empuje hacia atrás, Mariana salió a volar. Entonces yo daba vueltas y no la veía. Yo no la encontraba por ningún lado. La vimos como a tres o cuatro metros de nosotros, en la acera, botada. 

[Erika]: Y yo pues mirando como en cámara lenta la placa del carro porque me di cuenta que el carro se estaba yendo. Claro, yo empecé a mirar la placa y lo primero que hice fue buscar a Mariana. Mariana estaba a cinco metros más o menos al lado de un poste. Entré en histeria total. Empecé a gritar y ella completamente tiesa al lado del andén, y yo no quería ni siquiera mirarla. No, no… Me quedé paralizada, completamente paralizada. Roberto corrió a verla.

[Roberto]: La vi con la cara hacia abajo y envuelta en el, un chal que tenía. Y ahí fue. Pues yo me boté al piso y la traté de recoger pensando mucho en que estaba herida, porque yo le veía la cabeza sangrando.

[Erika]Y Roberto la alzó la alzó con un cuidado enorme. Le cogió casi que el cuello y la cabeza con las dos manos. Y Roberto es muy grande. Él tiene unas manos muy grandes. Entonces la pudo… la recogió como si él fuera una cuchara gigante. Y yo no me acercaba. Yo le preguntaba desde lejos “¿Está viva? ¿Está viva?” Y él me decía: “Está respirando”.

[Roberto]: Sí, entendí que estaba viva. Porque le puse mi cachete cerca a la nariz y sentía que respiraba. Pero en la mano derecha tenía su cabeza y sí sentía un golpe grandísimo de la cabeza, entonces yo decía: “Esto está muy difícil porque le estaba sangrando. Tiene un chichón en la cabeza grandísimo y le estaba sangrando un oído”. 

[Camila]: Con el estruendo empezó a salir gente y muchos se acercaron a Roberto para tratar de ayudar…

[Roberto]: Yo no quería que nadie se acercara porque yo ya tenía a Mariana agarrada en mi, en mi, en mis brazos y no quería que nadie la tocara ni la moviera, porque yo pensaba en ese momento lo que menos se puede hacer es mover a alguien que se que se golpeó. Yo no sabía si se había roto la espalda o que había pasado. Entonces lo que quise fue protegerla del mundo entero.

[Camila]: Una de las personas que se había acercado empezó a hacer señas en la calle hasta que un carro se ofreció a llevarlos al Hospital Militar de Santiago, que quedaba cerca, como a seis cuadras. Se montaron rápido, Roberto siempre cargando a Mariana como si sus brazos fueran una cunita. 

[Roberto]: Y muy amablemente nos llevó, pero yo veía que él temblaba más que yo. Él estaba manejando temblando las manos, porque obviamente él sí se da cuenta exactamente qué es lo que había pasado. 

[Erika]: Yo estaba en shock, yo la oía, yo oía a Mariana gemir y yo le decía: “Aquí estamos, aquí estamos, aquí estamos, aquí estoy”. Yo le decía: “Aquí estoy, Mananas”. Pero le oía los gemidos de dolor y como, y pues muy, muy angustiante ese viaje al hospital.

[Camila]: Apenas llegaron, Erika sacó la mitad de su cuerpo por la ventana y empezó a pedir ayuda. La respuesta de los médicos fue inmediata. 

[Erika]: Salieron corriendo y la metieron en un cubículo, corrieron la cortina y me dijeron: “Usted no puede entrar”. Y yo me quedé afuera y yo solo le decía desde afuera: “Aquí estoy, Mananas, aquí estoy”.

[Daniel]: Una pausa y volvemos. 

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Camila Segura nos sigue contando.

[Camila]: Erika y Roberto se tuvieron que quedar en la sala de espera del hospital mientras examinaban a Mariana. 

[Erika]: Yo me acuerdo que yo temblaba mucho. Las piernas me temblaban, me flaqueaban. Y Roberto, pues completamente pálido, callado, me abrazaba. Pero no, no podíamos ni hablar. 

[Roberto]: Todo fue muy lento, todo era muy, muy confuso y esperamos horas, horas y horas esperando a que alguien saliera a contarnos qué estaba pasando.

[Camila]: Como a las cuatro horas vieron que una médica se les acercaba. 

[Erika]: Y nos dijo: “Por favor, siéntense”. Se mordía mucho los labios y las manos… se apretaban los dedos y empezó a mirar para el piso. Nos dijo: “Su hija está muy mal, ella está muy mal”. Eh…“Quiero decirles que pues va a ser muy difícil que ella salga de esto”. 

[Camila]: Entre el llanto y la angustia, Erika no podía dejar de hacerse una pregunta. 

[Erika]: ¿Pero cómo diablos nos pasa esto a nosotros en este momento? En el último día en Santiago yendo a desayunar. Es que era una cosa tan absurda. 

[Camila]: Después de que trasladaron a Mariana a la Unidad de Cuidados Intensivos, por fin los dejaron verla. 

[Erika]: Entro y veo a mi bebé llena de cables, por todas partes, en la cabeza, en las manos, con, con sondas, con agujas, con todo lo que uno jamás quiere ver a un bebé en ese estado. Y con un trapo que le cubría el cráneo. Yo la vi y empecé a temblar. Y le volví a decir: “Mananas, aquí estoy”. Y me le acerqué y le cogí la mano, el brazo y ella pues no reaccionaba. Estaba completamente ida y ahí yo me eché en la cama con ella, a acariciarla y hablarle y a digerir un poco todo esto. 

[Camila]: Parte de lo que les había dicho la médica era que si Mariana sobrevivía iba a quedar muy mal… podría quedar ciega, con una discapacidad permanente a nivel cognitivo y posiblemente en silla de ruedas porque la lesión era en el tallo cerebral. 

[Erika]: Entonces pues encontrarnos con esa noticia… Yo sentía mucho alivio de de verla con vida, pero también le le decía: “No te quedes si no… no te quedes, vete tranquila, porque si lo que tienes que hacer es irte, vete”.

[Camila]: Las próximas 48 horas serían cruciales para ver qué tanto daño le había causado el carro. 

Le hicieron varias pruebas para comprobar su capacidad de reacción. Y el lunes, dos días después del accidente, la doctora con la que habían estado hablando se paró con ellos frente al cuarto donde estaba Mariana y les dijo:   

[Roberto]: Que básicamente… que no había nada que hacer, que eso no iba a cambiar. 

[Erika]: Ya confirmamos que su bebé tiene muerte cerebral.

[Camila]: Mariana seguía viva sólo porque estaba conectada a las máquinas, pero nunca iba a volver a respirar por sí sola. 

Después de darles las condolencias, les dijo que ya era decisión de ellos cuándo querían desconectarla. 

[Erika]: Y yo le dije: “Nosotros queremos donar los órganos”. 

[Roberto]: Me acuerdo que ambos médicos se les abrieron los ojos, o sea, que una, fue una, una, una apertura de una puerta que ellos no estaban esperando. 

[Camila]: Erika y Roberto estaban registrados como donantes en Australia, así que no dudaron de la decisión. Pero como ya dijimos, en Chile no era una práctica común. Por eso, la reacción de la doctora…

[Erika]: Ella se quedó muy callada y me miró y me dijo como: “¿Están seguros?” Y le dije: “Sí”.

Entonces dijo: “Yo tengo que comunicar esto a las directivas, a las directivas del hospital”. Y así fue.

[Camila]: De inmediato, el hospital llamó a la red de trasplantes y Mariana quedó anotada como donante. Empezaron a cruzar los datos con los pacientes en lista de espera y a evaluar las compatibilidades.

[Erika]: Y ahí ellos encuentran un bebé de nueve meses que necesita un hígado, porque está en peligro de muerte. Y nos dijeron: “¿Ustedes acceden?” y les dijimos: “Absolutamente. Ya, háganlo, hagamos esto mañana y que hagan lo que puedan”.

[Camila]: Un rato después, sonó el teléfono de Claudia. 

[Claudia]: Y era la Tere. La Tere era la secretaria de la Unidad de Trasplante.

[Camila]: A Matías también lo llamaron. Estaba haciendo rotación en un hospital…

[Matías]: Me dicen: “Matías. Necesitamos que se vengan con el Mati urgente a la clínica”. “¿Pero qué pasó?”

[Claudia]: Y me dice: “Claudia. Te tengo una noticia: hay un órgano para el Mati”.

[Matías]: ¿Pero cómo si esto lo íbamos a hacer en dos semanas más, conmigo, donante vivo, no existen los donantes pediátricos en Chile…? 

[Claudia]: “Sí, Claudia, pero hay un órgano para el Mati completo”. 

[Matías]: Apareció un donante que tiene exactamente la misma edad y que tiene exactamente la misma talla que el Matías.

[Claudia]: “¿Y qué significa completo?” Me dijo: “Un órgano completo que viene con la vía biliar, que viene completo, que viene es un hígado para el Mati”.  “Pero Tere”, le dije yo, “¿y qué es mejor? ¿Es mejor lo de Matías o esto?” “Claudia”, me dijo, “esto es mil veces mejor, esto es como un milagro que tengan esto”. 

[Camila]: Matías salió enseguida para su casa, a buscar a Claudia y a Mati. Apurados agarraron algunas cosas y les avisaron a sus familias. Se fueron de inmediato a la clínica. 

Para poder hacer el trasplante, Mariana tenía que seguir conectada mientras le hacían la cirugía para sacarle todos los órganos que podía donar: el hígado para Mati pero también sus válvulas cardíacas y sus córneas.  

El miércoles 2 de julio a las 10 de la mañana, Erika y Roberto entraron a despedirse de su bebé.

[Erika]: Y me le acosté al lado. Me despedí. Le di las gracias por haber sido esa fuente de felicidad que nunca habíamos conocido y le di las gracias por todo eso, por todos esos meses tan, tan divinos. Yo le corté un mechón de pelo, yo quiero quedarme con esto..

[Camila]: Después de un rato, llegaron unos enfermeros para llevársela a la sala de cirugía.

[Erika]: Roberto y yo nos pusimos detrás de la camilla y empezamos a empujarla entre todos, pues los enfermeros y nosotros detrás. Y de pronto empiezo yo a ver que empiezan a salir todos los familiares de pacientes y nos hicieron una calle de honor. Era como todo el mundo salía y con la cabeza agachada y nosotros caminando. Y yo sentía como el redoble de los tambores, ¿no? Sentía como si la fueran a ejecutar. Y yo sentía esos tambores adentro de mi cabeza como ese ritmo, ¿no?

[Camila]: Erika y Roberto se quedaron en la sala de espera mientras duraba la operación.

[Erika]: Y bueno, finalmente, sale un médico con una neverita de esas. Un esquí azul en la mano. Para, nos ve, nos abraza, y se va. 

[Camila]: Llevaba el hígado para Mati. 

[Erika]:  Y después de un rato nos llamaron y nos dijeron Ya pueden verla. Y entramos a la sala de cirugía y… y claro, ahí ya Mariana, ya estaba completamente fría. Y yo lo único que hice fue alzarla. Dije: “Por fin te puedo alzar”, porque nunca la pude alzar en esos días porque estaba conectada a aparatos. Y la alcé y sentí, en medio de todo, felicidad, de poder alzarla para mí, porque era alguien a quien yo llevaba alzando diez meses. Y me acuerdo que le dije: “Por fin te puedo alzar”.

[Camila]: Claudia y Matías habían llegado a la Clínica Las Condes, el lugar donde le harían el trasplante a Mati. Hicieron rápido los papeles de admisión y los médicos se lo llevaron directamente a la UCI. Lo internaron en un sector aislado. Claudia y Matías no se le despegaban de al lado. Pronto llegaron sus hermanos a acompañarlos. Y un rato después sus padres, que habían salido de Temuco apenas les habían avisado. A eso de las 6 y media de la tarde, los doctores fueron a buscar a Mati.

[Claudia]: Cuando entregué a mi niño pensé que se iba a morir. Siempre, siempre, siempre pensé que se iba a morir. 

[Camila]: Era un procedimiento complicadísimo y largo… Después de unas 4 horas, en la mitad de la operación, salió un médico para darles una actualización de cómo iban las cosas: 

[Matías]: “Oye, estamos progresando con la cirugía del Matías. Está difícil. Pero estamos bien. Está todo en control”.

[Claudia]: Que ya habían sacado el órgano, el hígado del Mati, que en realidad estaba, era una piedra literal, era un trozo de piedra el hígado del Mati.

[Camila]:  Ahora venía el proceso de trasplantarle el hígado de Mariana.

La noticia del trasplante se había filtrado a los medios y varios periodistas ya estaban reporteando en la puerta de ambos hospitales. Era histórico desde el aspecto médico. 

[Soundbite de archivo]

[Periodista]: Los padres decidieron donar todos los órganos posibles de su guagua, convirtiendo a Mariana en el donante más pequeño en la historia de los trasplantes en Chile.

[Camila]: Pero había algo más: por esos días, parlamentarios de distintos partidos habían presentado un proyecto para cambiar la ley de trasplante. Si se aprobaba, todos los chilenos serían donantes a menos de que expresaran lo contrario. Se pretendía con ello aumentar las tasas de donación  para salvar vidas. Y por otro lado las circunstancias en que había muerto Mariana eran tan impactantes que llamaba la atención desde todo punto de vista. 

En un momento, la directora de la UCI del Hospital Militar les preguntó a Erika y Roberto si estarían dispuestos a hablar con la prensa. Ellos aceptaron pensando que se iban a encontrar con dos o tres periodistas, pero eran decenas. Quedaron aturdidos con los reflectores de las cámaras, y en medio del duelo, respondieron todas las preguntas que eran prácticamente variaciones de la misma: “¿Por qué donar los órganos de su bebé?” 

Estos son ellos, hablando con la prensa, poco tiempo después de despedirse de Mariana.

[Soundbite de archivo]

[Roberto]: Al perder a Mariana lo que quisimos es seguir dando y básicamente esa es la enseñanza que nos dio.

[Soundbite de archivo]

[Erika]: El mayor regalo de ella fue la generosidad mientras estuvo acá y creo que fue lo que aprendimos de ella. Por eso quisimos dar también y ayudar a rescatar otras vidas. 

[Camila]: En esas primeras declaraciones se les ve muy tranquilos, contenidos. Y después darían varias entrevistas más. No sólo a medios chilenos, también los empezaron a buscar periodistas de Colombia y Australia. En todas las entrevistas parecían igual de sosegados. Ésta es una periodista de las tantas que los entrevistó esos días: 

[Soundbite de archivo]

[Periodista]: Es súper difícil hacer esta pregunta, pero cuesta entender a alguien. A mí, por lo menos, que una persona que vienen de visita a un país en donde pierden a una hija más, encima le hagan este gran favor al país. O sea, y más encima ustedes no sientan rabia. O sea, si uno los mira y no se ven como unas personas con odio, digamos, ¿cómo logran eso? 

[Erika]: Gracias a Mariana. Era una chiquita tan, tan llena de amor y de felicidad que… Y un corazón tan inocente que no puede albergar un sentimiento de odio y rabia. No podemos hacerlo nosotros porque sería deshonrar su memoria, yo creo. 

[Camila]: Yo también les pregunté cómo lograron esa tranquilidad y por qué accedieron a dar tantas declaraciones. 

[Erika]: En medio de todo este shock y toda esta tristeza yo necesitaba tener la cabeza ocupada.

[Camila]: Porque, además, Erika también tenía que pensar en su otro hijo, que nacería en octubre. Ambos necesitaban estar fuertes para recibirlo. 

A unos ocho kilómetros de distancia, en la clínica Las Condes, otros tantos  periodistas esperaban para conseguir una declaración de Claudia y Matías. Fue por las noticias que ellos se enteraron quién era la donante y los detalles del accidente. Estaban abrumados en medio de la incertidumbre por la evolución del trasplante, pero igual salieron a hablar con los medios. Tenían algo que decir: 

[Soundbite de archivo]

[Claudia]: De decirle que se lo agradecemos de todo corazón. O sea, el el gesto que ella hizo puede salvar la vida de nuestro hijo, que ya es maravilloso. 

[Soundbite de archivo]

[Matías]: Y es verdad que nos faltan palabras para para describir lo que estamos sintiendo en este momento y el sentimiento de profundo agradecimiento que tenemos hacia, hacia esta esta pareja. 

[Camila]: El trasplante duró unas ocho horas y cerca de las dos y media de la mañana los médicos se acercaron para hablar con Claudia y Matías: la operación había salido bien, pero las horas siguientes serían cruciales. Lo estarían monitoreando en un sector especial dentro de la UCI. 

[Claudia]: Lo dejaron en la casa de vidrio, que no era una pieza, era un box. El número seis. Y yo le decía: “La casa de vidrio”

[Camila]: Claudia y Matías lo veían a través de ese vidrio. Estaba lleno de mangueras y cables. Solo podían tocarlo los médicos y las enfermeras, pero ellos no se apartaban ni un minuto de ahí. Hasta que después de un rato, decidieron irse a la casa a descansar. Había sido un día larguísimo y de muchísima tensión. 

Erika y Roberto tenían que encargarse de las cuestiones burocráticas. Habían decidido cremar a Mariana y necesitaban una autorización especial para trasladar las cenizas a Colombia. Pero además se había abierto una causa judicial por lesiones personales.

Gracias a los testimonios de varios testigos, la misma mañana del accidente la policía logró localizar a la persona que iba manejando el carro. Era una mujer de unos 30 años que venía de una noche de fiesta. Había tomado y, luego del impacto, ni siquiera se detuvo un segundo… siguió conduciendo. Al rato, los carabineros llegaron a su casa, la identificaron y se la llevaron detenida a una comisaría. 

A Erika y Roberto les asignaron un abogado de oficio y dos días después del accidente tuvieron que ir a declarar al juzgado. 

[Erika]: Y yo estaba sentada y llorando. Y de pronto se nos acerca una señora, una mujer de unos 50 años, 55 años. Y me dice: “Perdón, ¿usted es la madre de Mariana?” Y le dije: “Sí”. Y ella se atacó a llorar. Y me dijo: “Yo soy la mamá de la mujer que atropelló a su hija”.

[Camila]: Fue un encuentro breve, pero la mujer alcanzó a contarles que su hija venía de un proceso de depresión muy fuerte. Que vivía con ella, tenía un hijo de nueve años y estaba desempleada. Que su hija se la pasaba encerrada, que no hacía nada y que la noche anterior se había puesto contenta cuando su hija le había dicho que por fin quería salir, que quería ir a bailar. Y que a la mañana siguiente, cuando llegó, se había ido directo a su cuarto sin saludarla ni contarle lo que había pasado. Ver a esa mujer ahí, destrozada por lo que había hecho su hija, conmovió mucho a Erika. 

[Erika]: Y yo… mi reacción fue pararme, abrazarla y decirle: “Dígale a su hija que la perdonamos”.

Sentía mucha tristeza por esa mujer, podía relacionarme con esa angustia de ella como mamá, de alguien que había cometido una falta tremenda, injustificable todo.

[Camila]: Erika pensaba en ese niño de nueve años, en toda la situación que estaban viviendo en esa casa.  

[Erika]: Y por eso es que yo no podía sentir ningún tipo de… de odio, ni porque decía es que esto que me está pasando a mí es es un dolor muy único, pero el de ellos también. O sea, lo que debe estar sintiendo esta mujer es… tiene que ser peor de alguna manera. A nosotros nos pasó. Ella lo hizo. Ella lo causó.

[Camila]: El proceso judicial recién estaba empezando pero ellos, en ese punto, ya solo querían irse a Colombia. El caso deberían seguirlo a la distancia con el abogado. 

Junto a sus familias, que habían viajado a acompañarlos, plantaron un pino en el lugar del accidente y pusieron una placa en homenaje a Mariana. Y antes de irse de Chile quisieron hacer una última cosa: conocer a Mati. 

Erika y Roberto llegaron a la clínica donde seguía internado. Les habían preparado un lugar especial para el encuentro, íntimo, ya sin la prensa. Les sorprendió ver a una pareja tan joven.  

[Erika]: Y nos sentamos a hablar, a conocernos y ellos pues a darnos las gracias en todos los tonos, a expresar su solidaridad y sus condolencias. 

[Claudia]: Yo creo que no fui capaz de decir mucho, y eso que hablo harto, pero no me acuerdo. Yo tengo la sensación de que no dije nada. No inadecuado ni adecuado. Fue solo agradecimiento. Me da la sensación. 

[Camila]: Fue una reunión cálida, pero a la vez distante. Los doctores les habían dicho que estos encuentros no son aconsejables. De hecho, la confidencialidad de la información del donante y del receptor está estipulada por ley. Y no es solo para garantizar la transparencia del sistema, sino también para no interferir en el proceso de duelo de la familia del donante y para no generar un sentimiento de culpa en la familia del receptor. De todas formas, ambas parejas quisieron hacerlo.  

Después de hablar un rato, Erika y Roberto entraron a ver a Mati en el box 6, la casa de vidrio.  

[Erika]: Y yo me acerqué mucho y lo que hice fue acariciarle el brazo. Le pasé mi mano por el brazo y lo primero que él hizo fue moverlo y dije: “Esto fue lo que esperé yo todos esos días en la clínica con Mariana”. Yo le pasaba la mano por el brazo y no lo movía, no lo movía, no lo movía y apenas acaricié a Matías muy suavemente su brazo se movió y dije: “¡Uy, no! Pues fue como gracias, pero esto lo esperaba hace días”.

[Roberto]: Pues a mí me ayudó a de pronto a cerrar algún ciclo de duelo el poder decir todo esto sirvió para algo.

[Camila]: Intercambiaron emails y ya. Llegó la hora de irse a Colombia.  

[Erika]: Para mí lo peor fue el despegar ese avión. Yo empecé a llorar porque yo había hecho muchos vuelos, habíamos venido a Colombia, había viajado dentro de Australia, volado, y siempre Mariana estuvo en mis piernas y yo estaba viajando con un cofre en mis piernas.

[Camila]: Ya en Bogotá hicieron una ceremonia en homenaje a Mariana. Encontraron una iglesia que les permitió no hacer nada religioso. Llegaron familiares y amigos y pasaron un video con los momentos que habían grabado durante los diez meses que vivieron con ella.  

En Santiago, Mati estuvo internado mientras se recuperaba. Todo parecía estar funcionando. Después de un mes, regresó a su casa con un catéter por el cual le pasaban medicación, le hacían exámenes periódicamente. Estaba inmunosuprimido para que su cuerpo no rechazara el hígado trasplantado. Debían cuidarlo con las comidas y estar completamente aislado para no contagiarse de ninguna enfermedad. 

Pasó por varias complicaciones, pero poco a poco su salud fue mejorando. El 23 de septiembre de 2004 festejaron su primer cumpleaños, y hasta hubo unos pocos invitados. 

En Bogotá, Erika y Roberto se instalaron en un apartamento de los papás de él. Y poco tiempo después nació su segundo bebé: fue un niño al que llamaron Emilio. 

A pesar de que al principio no había querido saber nada del caso judicial, pasado un tiempo Erika empezó a obsesionarse con la investigación. Seguían en contacto con el abogado, al que le habían dejado un poder.  

[Erika]: Ya después de pasar todo ese shock inicial y todo ese dolor, yo quería que se hiciera justicia. Era eso. 

[Camila]: Erika le preguntaba cosas, le pedía pruebas. Pero con el tiempo se enteraron de que la mujer pasó solo una noche en la comisaría y que –como el delito es excarcelable y no tenía antecedentes penales– no cumplió ninguna condena. Erika trató de olvidarse del caso, aunque había preguntas que no se podía sacar de la cabeza.  

[Erika]: Entonces todo el tiempo pensábamos: ¿Qué habría pasado si yo no me hubiera enfermado en Australia y hubiéramos llegado el día que teníamos que llegar? ¿Qué qué habría pasado si yo no hubiera parado a amarrarme los zapatos? ¿Qué habría pasado si yo hubiera cruzado esa esquina con el semáforo en rojo?

[Camila]: Las preguntas nunca se han ido, pero en ese momento tenía que ocuparse de lo que estaba por venir. Ahora estaba embarazada de su tercer hijo y sentía que volver todo el tiempo sobre el accidente era una fuente de sufrimiento. Cuando nació el bebé, Martín, sintió que definitivamente debía dar vuelta a la página. 

[Erika]: Y ya en ese momento yo de verdad que a mí… para, para mí Martín fue el sentido de justicia y dije: “No necesito más”. 

[Camila]: El 2 de julio del 2004, un año después de la muerte de Mariana, Erika había recibido un correo de Claudia. Decía que los estaban pensando mucho por el aniversario y le contaba que con Mati habían vivido momentos difíciles, pero que iban bien. Unos meses después, Claudia le volvió a escribir porque quería contarle algo. 

[Erika]: Y me dice: “Tuvimos un niño, nació en enero, y se llama Martín”. Y yo como: “No puede ser esto no puede ser”. Y le contesto: “Le digo yo también tuve un hijo niño y se llama Martín”. 

[Camila]: Claudia y Matías leyeron juntos la respuesta de Erika.

[Matías]: Con Clau nos miramos y dijimos: “Pero estamos conectados de una manera en que no entendemos. No existe mucho espacio para entender esta historia si es que no es un milagro”. 

[Camila]: Erika pensó algo parecido…

[Erika]: Es que fue algo tan increíble que yo decía: “Sí, esto es, esto es una una de esas cosas que uno siente como… si hay unas casualidades, unas coincidencias, un destino que une, definitivamente lo hay”. Y pues ahí estaba la prueba de eso, ¿no? 

[Camila]: A partir de ahí, siguieron en contacto esporádico. Hasta que en 2018, Matías y Claudia hicieron escala en Bogotá rumbo a unas vacaciones en Punta Cana. Para ese entonces ya tenían cuatro hijos y les avisaron a Erika y Roberto que estaban en la ciudad. Las dos familias se encontraron en un parque. Mati ya tenía 15 años. 

[Erika]: Y estos niñitos corrían por todas partes. Matías estaba sentado muy callado, muy pues… conmigo y yo lo tenía como abrazado. No hablaba mucho. Muy introvertido.

[Camila]: Claudia le contó que esa mañana, mientras se alistaba, Mati estaba apurando mucho a sus hermanos. Estaba ansioso por salir… 

[Erika]: Llegó un momento en que uno de los hermanos le dijo: “Pero ¿qué es el afán? ¿A quién vamos a ver?” Y Matías contestó: “A mi otra familia”. Y yo me ataqué a llorar.

[Claudia]: ¿Y sabéis qué? El Mati tiene una afinidad con la Erika y con Roberto, que no la tiene con nosotros. El Mati, no nos da beso. El Mati a mí no me da beso ni para el cumpleaños, pero te morís como besuqueaba a la Erika y a Roberto. 

[Camila]: Fue un encuentro emotivo para ambas familias. Estuvieron todo el día juntos; y luego Claudia, Matías y los niños siguieron su viaje. 

Cada tanto, se mandaban algún mail o mensaje de whatsapp. 

Y se volvieron a ver en una fecha muy especial. Fue en 2023, a veinte años del trasplante, esta vez en Santiago de Chile. Claudia y Matías los recibieron en su casa y ahora tenían un quinto hijo. Y Mati, con 20 años, ya estaba en la universidad. Este es Mati:

[Mati]: Estuvimos harto rato juntos, casi toda la tarde juntos. Y fue igual choro porque estaban como felices de verme.

[Camila]: Claro que él también estaba feliz de verlos. 

[Mati]: Y si no hubiera sido porque decidieron donar, yo por ejemplo no estaría aquí. A lo mejor me equivoco. Siento que en parte lograron vivir un poquito el duelo como de perder la hija sabiendo que alguien más vivió con eso.

[Camila]:  Y no, no se equivoca. 

[Erika]: Es una cosa muy especial que uno siente como un calorcito en el alma, ¿no? Es como: “Uy, acá está ¿no? Y ahí hay algo de Mariana en este niño”. Y nos sentimos muy cercanos. Para mí eso pues… no tiene explicación, pero a la vez es lo que le da sentido a todo esto. 

[Daniel]: Las familias Guajardo y Vélez siguen en contacto, pero aún no saben cuándo se volverán a encontrar personalmente. 

Una vez que se graduó de médico, Matías se especializó en trasplantes hepáticos. 

La nueva ley de trasplante en Chile se promulgó solo hasta el 2010, casi siete años después del trasplante de Mati. Establece que todos los chilenos mayores de 18 años son donantes de órganos una vez fallecidos, a menos que hayan expresado su voluntad de no serlo. 

Los invitamos a consultar sobre la donación de órganos en sus países y a registrarse como donantes.  

Esta historia fue producida por Camila Segura y Aneris Casassus. Camila es la directora editorial de Radio Ambulante. Aneris es productora de Radio Ambulante y vive en Buenos Aires. Un agradecimiento especial a Daniela Cruzat, productora senior de El Hilo, quien hizo las entrevistas en Santiago de Chile. 

Este episodio fue editado por mí. Bruno Scelza hizo el fact checking. El diseño de sonido y la música son de Andrés Azpiri.

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Lucia Auerbach, Adriana Bernal, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Barbara Sawhill, David Trujillo, Ana Tuirán, Elsa Liliana Ulloa, Luis Fernando Vargas y Desirée Yépez.

Carolina Guerrero es la CEO. 

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

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Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

Créditos

PRODUCCIÓN
Camila Segura y Aneris Casassus


EDICIÓN
Daniel Alarcón


VERIFICACIÓN DE DATOS 
Bruno Scelza


DISEÑO DE SONIDO / MÚSICA
Andrés Azpiri 


ILUSTRACIÓN
Juan Felipe Almonacid


PAÍS
Chile, Colombia y Australia


TEMPORADA 14
Episodio 02


PUBLICADO EL
10/01/2024

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