El águila | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón.
Es posible que ya hayas escuchado una noticia que nos emociona mucho. Acabamos de anunciar una nueva alianza con iHeart Media quien a partir de ahora, distribuirá nuestros podcasts; RadioAmbulante, El hilo y Central a través de su red My Cultura.
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Tal vez notarás la presencia de más patrocinios, pero no encontrarás ningún cambio en cuanto al tipo de periodismo que hacemos. Nuestro compromiso e independencia periodística siguen intactos, así como nuestra misión de narrar las historias de América Latina y las comunidades latinas en todo el mundo.
Seguiremos disponibles en todas las aplicaciones de podcasts, en NPR y por supuesto, en la aplicación de iHeart.
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Gracias también a toda la comunidad de oyentes por su apoyo y compañía. No estaríamos aquí sin ustedes.
¡Seguimos! Aquí arranca la temporada 14. Ahora sí, el episodio.
[Daniel]: Estamos en diciembre de 1939, en los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Las potencias del Eje – una alianza liderada por Alemania, Italia y Japón – se enfrentan a los Aliados entre los que está Reino Unido.
[Soundbite de archivo]
[BBC]: Uno de los tres poderosos acorazados alemanes de bolsillo, el Almirante Graf Spee, se encuentra acorralado y abatido en la bahía de Montevideo esta tarde después de…
[Daniel]: Esto que estamos escuchando es una transmisión de la BBC, la radio pública británica. La noticia es sobre la Batalla del Río de la Plata, la primera batalla naval de la Segunda Guerra Mundial. Y el único episodio de esta guerra que llegó hasta América del Sur.
[Soundbite de archivo]
[BBC]: El Graf Spee fue inmisericordemente perseguido y ametrallado por tres comparativamente pequeños cruceros británicos.
[Daniel]: Hay cientos de páginas escritas sobre esa batalla. Pero intentaré ser breve. Primero tenemos que tener en cuenta que el tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, había impuesto ciertas condiciones a Alemania, entre ellas limitar su capacidad militar. Ya no podían tener grandes barcos de guerra. Pero los alemanes trataron de burlar esas condiciones y fabricaron tres barcos con adelantos técnicos secretos, los llamados “acorazados de bolsillo”. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, Alemania ya tenía estos tres barcos surcando los océanos. Uno de ellos era el Graf Spee.
[Daniel Acosta y Lara]: Lo que hacen los alemanes es construir, precisamente, un barco con un desplazamiento de un crucero pesado con cañones de un acorazado.
[Daniel]: Él es Daniel Acosta y Lara, un historiador amateur uruguayo que aunque no había nacido en ese entonces se sabe de memoria esta parte de la historia.
[Daniel Acosta y Lara]: Los alemanes consideraban que la única forma de vencer a Inglaterra era aislarla.
[Daniel]: Es decir, hundiendo los barcos mercantes que le llevaban materias primas y alimentos. En su trayecto desde que empezó la Segunda Guerra Mundial —en septiembre de 1939— el Graf Spee hundió nueve barcos hasta que tres meses después fue acorralado por los ingleses en la bahía de Montevideo, en Uruguay.
La batalla duró tres horas y media y el Graf Spee sufrió muchas averías. Hacia la medianoche, el capitán del buque alemán decidió entrar a Montevideo, un puerto neutral, a pedir ayuda.
Al día siguiente, los uruguayos amanecieron con un buque alemán amarrado en sus costas. De repente la guerra, que había sido tan lejana, estaba ahí nomás, a la vista de todos.
[Daniel Acosta y Lara]: Y el gobierno uruguayo le dice: “Bueno, según las leyes internacionales, usted no puede quedarse más de 72 horas”.
[Daniel]: Al capitán le corría el tiempo. Debía arreglar el barco en ese lapso y volver a alta mar. Pero para él esa no era una alternativa:
[Daniel Acosta y Lara]: De alguna forma él tiene que lograr que el alto mando alemán acepte que la única salida posible para el barco es ser volado, que de otra forma corren peligro los secretos que… que tiene el barco en su… en su estructura, en su construcción, ¿no?, pueden caer en manos de los ingleses.
[Daniel]: Logró convencer a sus superiores de que era la mejor opción pero primero debía poner a salvo a la tripulación de 44 oficiales y 1050 marinos. Además de la BBC, la British Movietone —un noticiero de cine de la época— también seguía de cerca y con imágenes todo lo que estaba pasando en Uruguay.
[Soundbite de archivo]
[BM]: Meanwhile, great excitement in the port. The Graf Spee casualties were 36 killed and about 60 wounded. There is to be a sure funeral for the dead seamen. A burial at sea was impossible.
[Daniel]: Informaban que había 60 tripulantes heridos que bajaban para ser atendidos en Montevideo y que los 36 muertos serían enterrados allí. Mientras tanto, el resto de los tripulantes se pasaba en secreto a otro barco mercante alemán que los llevaría a Buenos Aires.
El 17 de diciembre de 1939, cuando se cumplía el plazo dado por Uruguay, el capitán del Graf Spee cargó de explosivos la nave e hizo detonar al barco y sus secretos.
[Daniel Acosta y Lara]: Y es más la explosión rompió muchas ventanas de Montevideo, de la zona del puerto, ¿no?
[Daniel]: Tres días después, envuelto en la bandera de la marina de guerra alemana, el capitán se suicidó.
Desde aquel momento, los restos del Graf Spee han estado en el fondo de las aguas del Río de la Plata alimentando el imaginario popular de todos los uruguayos.
[Daniel Acosta y Lara]: De chico, cuando iba con mis padres a pasear y demás, se veía un par de de mástiles, que era de un barco hundido y el mito decía que esos eran los mástiles del Graf Spee.
[Daniel]: Ya desde ese entonces Daniel empezó a obsesionarse con el tema. Y no era el único. A Alfredo Etchegaray, un relacionista público muy conocido en Uruguay, también le resultaba fascinante.
[Alfredo Etchegaray]: Cuando estudié la historia del Graf Spee, descubro que todos los intentos de rescate habían sido fallidos.
[Daniel]: Se propuso, entonces, una idea ambiciosa: ¿y si era él quien finalmente podía, al menos en parte, rescatarlo? Así que a mediados de los ‘90 empezó una serie de trámites burocráticos para que el Estado uruguayo le autorizara a explorar y a trabajar en la zona del naufragio. Varios años después, consiguió el primer permiso.
Con la autorización en mano, Alfredo armó un equipo de exploración subacuática que incluía a dos buzos, a un arqueólogo marino y a dos tripulantes. Daniel se enteró de la misión y logró que lo dejaran participar. Fueron varias etapas de rastreo en las que encontraron distintos objetos. Hasta que en 2006 hallaron una pieza que todo el mundo pensaba perdida. Una pieza única que ni siquiera habían ido a buscar.
[Daniel Acosta y Lara]: Además desde el punto de vista simbólico porque ver salir la pieza esa debajo del agua fue realmente impresionante.
[Alfredo]: Sientes que estás contribuyendo a la historia. Estás haciendo historia. Esta pieza estuvo bajo el agua desde 1939 y tú lograstes rescatarla.
[Daniel]: Lo que no sabían entonces es que esa pieza pondría a Uruguay en medio de un conflicto diplomático y que se convertiría en un tema de Estado hasta el día de hoy.
Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestra productora Aneris Casassus nos sigue contando.
[Aneris Casassus]: Ya vamos a volver sobre el Graf Spee y esa pieza. Pero antes necesitamos algo de contexto. Lo primero que tenemos que saber es que en 1975, durante la dictadura uruguaya, se emitió un decreto-ley conocido como de “barcos hundidos”. Entre otras cosas, permitía a cualquier interesado gestionar una autorización especial para explorar un naufragio en las aguas uruguayas y extraer objetos para su eventual comercialización: la mitad del dinero que se obtuviera quedaba para el explorador y la otra mitad para el Estado.
Con esta ley, el gobierno militar decía que quería eliminar las chatarras de barcos hundidos y así mejorar el canal de acceso al puerto de Montevideo. Pero pronto el objetivo original se perdió. Porque claro, en realidad nadie quería ir a buscar chatarra sino principalmente reliquias de los galeones hundidos entre los siglos XVI y XVIII. Esos barcos que llevaban a la Corona Española las riquezas de sus virreinatos. Los “cazadores de tesoros” encontraron en Uruguay un buen puerto donde anclar.
Buscaban documentación, estudiaban las cartas náuticas, las características de cada barco y sobre todo el tipo de carga que llevaban. Oro, querían encontrar principalmente oro. Navegaban entre la información y la especulación, entre la historia verificada y las leyendas de piratas. Y hubo varias exploraciones desde que se aprobó aquella ley pero ninguna tan pero tan exitosa como la de 1992.
[Soundbite de archivo]
[Periodista]: Y la noticia más llamativa y espectacular del fin de semana, más de 100 monedas de oro y un lingote de dos kilos fueron encontrados el sábado…
[Aneris]: El argentino Rubén Collado había encontrado el tesoro en los restos de Nuestra Señora de la Luz, una fragata mercante de la corona española que se hundió en 1752 en las costas de Montevideo. Y un año después, se subastó en Nueva York.
[Soundbite de archivo]
[Periodista]: La firma Sotheby’s se encargó de la venta. El tesoro se ofreció en 779 lotes. Y en la puja participaron coleccionistas privados, especializados y comerciantes de todas partes del mundo.
[Aneris]: La subasta dejó un saldo de 3 millones de dólares. La mitad del dinero fue para Collado y su equipo, y la otra mitad para el Estado uruguayo que con esa plata construyó una escuela y compró embarcaciones para la Prefectura.
Ok, entonces en ese contexto, Alfredo Etchegaray, uno de los que escuchamos al comienzo, pensó en la posibilidad de explorar el Graf Spee. Llevaba años estudiando cientos de naufragios en el Río de la Plata. Pasaba horas en archivos de Uruguay y de España en busca de información. Hasta que llegó al barco alemán hundido desde 1939 en las costas de Montevideo. No pensaba encontrar precisamente oro en un buque de guerra, pero tal vez sí piezas con un valor histórico invaluable.
En 1997 Alfredo reunió la documentación necesaria y presentó ante la Prefectura Uruguaya un pedido de permiso de exploración del famoso “acorazado de bolsillo”. Ahí empezó una carrera burocrática de papeles: cuando presentaba uno, le pedían otro, cuando presentaba ese, otro más… Pero no iba a darse por vencido.
A principios de 2004, siete años después de haber presentado el primer papel, al fin recibió esa llamada que tanto esperaba.
[Alfredo]: Te llama la Prefectura de la Armada Nacional, dependiente del Ministerio de Defensa y te dice que puedes iniciar los trabajos y ahí tienes que conformar todos los, los equipamientos, ¿no?
[Aneris]: Tanques y trajes de buceo, lanchas para la navegación, una especie de aspiradora para chupar barro del lecho del río, y lo más importante:
[Alfredo]: Un sonar de barrido lateral, que te hace como un scanning similar a la tecnología que se utiliza para ver un bebé en la panza de una embarazada.
[Aneris]: Un aparato que emite ondas sonoras que rebotan y pueden construir una imagen precisa del naufragio. Pero también necesitaba un grupo de especialistas con un conocimiento muy específico. Enseguida se comunicó con Héctor Bado, un buzo profesional uruguayo que ya venía haciendo este tipo de trabajos. De hecho, unos años antes, mientras Alfredo empezaba a lidiar con los trámites de exploración, Héctor había logrado reflotar un cañón pequeño del mismísimo Graf Spee para un documental del canal Discovery Channel.
[Soundbite de archivo]
[Discovery Channel]: La grúa que recuperará el cañón puede levantar 100 toneladas y requiere de un equipo de 50 hombres.
[Aneris]: Héctor murió en 2017, pero según me contó Alfredo, enseguida se entendieron muy bien.
[Alfredo]: Héctor era un buen técnico, pero mucho más soñador, más desordenado. Y como yo soy prolijo y ordenado, éramos una buena combinación.
[Aneris]: Eran una sociedad perfecta para encarar la misión. Héctor aportaría toda su expertise en bucear por las turbias aguas del Río de la Plata; Alfredo todos sus años de investigación en el Graf Spee y su paciencia para resolver cualquier traba burocrática que surgiera. Y, algo fundamental, financiaría toda la operación.
[Alfredo]: Vendiendo mis terrenitos, mis pequeños ahorros. Nunca compré Bitcoin, nunca compré oro, sólo terrenitos acá, terrenitos allá.
[Aneris]: Tal como estipulaba el contrato de exploración, la mitad de las ganancias de lo que extrajeran quedaría para ellos y la otra mitad para la Prefectura.
Héctor trajo al equipo a otro colega buzo de su confianza y al arqueólogo marino que había liderado la misión de Discovery Channel. Y es que tener a un arqueólogo era un requisito que imponía el Estado para cualquier exploración en la que estuvieran involucrados objetos de valor histórico. Era una forma de asegurarse de que se trabajara con los procedimientos adecuados para su conservación. Con el equipo ya conformado, se pusieron a delinear los pasos a seguir.
Una de las cosas que querían rescatar era el telémetro del Graf Spee, un aparato óptico capaz de divisar a los buques enemigos, una especie de binocular enorme con un alcance de unos 45 kilómetros. Hacía años que Daniel —el historiador aficionado que oímos al principio— estudiaba esa pieza con obsesión. Él es técnico en vidrio y se había especializado en Alemania en la construcción de aparatos científicos usando ese material. Había conseguido documentación única sobre el telémetro: planos, manuales de operación…
[Daniel Acosta y Lara]: Y bueno, la posibilidad de acceder directamente a la pieza que estaba estudiando hace tanto tiempo, vinculado también con la producción de un libro, etcétera. Llamo a Héctor Bado, para ver si cuando sacara el telémetro podía acceder a él, ¿no?
[Aneris]: Pero consiguió algo mucho mejor. Logró que, a cambio de su conocimiento sobre el telémetro, le permitieran ser parte del grupo de rescate. Eso sí, no recibiría ganancias en caso de que las hubiera.
El equipo se puso manos a la obra. Se subían temprano en la mañana a una lancha, cargaban todos los materiales necesarios y navegaban unas dos horas hasta llegar a la ubicación del Graf Spee, a unos 10 kilómetros de la costa de Montevideo. Podían hacerlo, en general, unas dos veces por semana. Dependían mucho de las condiciones meteorológicas.
Una vez ahí, Héctor y el otro buzo se sumergían alternativamente para explorar el naufragio amarrados a una cuerda para que no los llevara la corriente.
Debían bajar unos ocho metros hasta la profundidad donde estaba el casco del Graf Spee.
[Daniel Acosta y Lara]: Uno dice ocho metros no es nada para un buzo, ¿no?
[Aneris]: Un buzo profesional puede superar los 40 metros de profundidad. Pero en el fondo del Río de la Plata, los estándares son otros…
[Daniel Acosta y Lara]: Es un barro, un limo de que el primer metro podés enterrarte hasta la cintura, ¿no?
[Aneris]: Además la zona está llena de redes y cables, de bolsas de nylon y todo tipo de basura que se arrastra desde el puerto, de piezas sueltas del mismo barco. Entre el barro y todo el material acumulado, allá abajo no se ve absolutamente nada.
[Daniel Acosta y Lara]: Se trabaja como si estuvieras de noche, sin luz ninguna. Y si querés ver una luz tenés que poner la linterna pegada al vidrio de la máscara para poder ver. Después es todo al tacto.
[Aneris]: Y no sólo eso. En este naufragio hay algo, dice Alfredo, todavía mucho más peligroso.
[Alfredo]: El Graf Spee tuvo cargas de torpedos, tres, en la proa y en la popa y el barco explotó en la parte de atrás en la popa, pero los otros torpedos están activos.
[Aneris]: Cargas explosivas sin detonar que permanecen debajo del agua desde 1939.
Pero los miembros del equipo de rescate ya sabían de los riesgos antes de empezar la misión y no iban a detenerse. Tenían un objetivo claro. Se encargarían de ubicar el telémetro en ese casco de 186 metros de largo y luego encontrarían la forma de sacarlo a la superficie.
No todos, sin embargo, estaban de acuerdo con la misión de rescate del Graf Spee. Cuando empezaron las tareas aún vivían varios alemanes exmarinos del buque. Tras el hundimiento los tripulantes heridos se habían quedado en Uruguay y el resto se había ido a Argentina. Estuvieron bajo la condición de “internados” mientras duró el conflicto, una figura que adoptaban los países neutrales cuando retenían a los combatientes de una nación en guerra. Era un régimen de libertad vigilada, es decir que tenían cierta capacidad de movimiento, pero no podían salir del país.
Al terminar la guerra, en 1945, la mayoría de ellos regresó a una Alemania en ruinas. Pero Uruguay permitió que se quedaran once tripulantes que se habían casado o tenido hijos en el país. Durante los años de guerra, gracias a la ayuda de familias alemanas que ya vivían en Uruguay, habían logrado insertarse en la sociedad local. En general, no eran vistos como nazis sino como jóvenes de 20 años a los que habían enviado a la guerra. De hecho, ninguno de ellos era un oficial de alto rango.
Daniel conocía a varios que vivían en Uruguay y en Alemania. Por su interés con el barco, hasta le permitirían un tiempo después ser miembro de la Asociación de Extripulantes, Familiares y Amigos del Graf Spee. Cuando conversaban, le decían lo que pensaban de esta expedición…
[Daniel Acosta y Lara]: Ellos consideraban que estaban violando el deseo del capitán de que el barco estuviera ahí sin ser tocado. Ellos decían que el barco estaba muerto y que no había que molestarlo. Lo cual se entiende del lado de que era la casa de ellos.
[Aneris]: Y Daniel estaba en el medio…
[Daniel Acosta y Lara]: Porque era… era amigo digamos de, de los que no querían que se sacaran las cosas y trabajaba con los que quería que sacara sacar las cosas, ¿no?
[Aneris]: Pese a las resistencias, el equipo de rescate siguió adelante. Después de varios días de trabajo finalmente ubicaron el telémetro del barco e idearon un plan para sacarlo del lecho del río. Una vez que los buzos lograran amarrarlo bien fuerte con sogas, debían engancharlo a una grúa para poder elevarlo a la superficie. Había que trabajar con mucho cuidado porque el telémetro es enorme, una pieza blindada de 10 metros de largo y 27 toneladas.
[Daniel Acosta y Lara]: Hubo que suspender varias veces porque había mucho mar y se movía todo. Y cuando manejás piezas de, de ese peso es muy peligroso que un bandazo arrastra a la grúa.
[Aneris]: Pero no solo debían lidiar con la marea… Creen que alguna vez también hubo un sabotaje. Que alguien se había metido a cortar los grilletes que sostenían el telémetro para hacer fracasar la operación. Finalmente, después de cuatro intentos fallidos, el 25 de febrero de 2004, lograron sacar el telémetro:
[Soundbite de archivo]
[Voz]: Para adelante, cuando yo te diga. ¡Bien!
[Aneris]: La imagen del enorme telémetro saliendo del agua recorrió el mundo y, por supuesto, también llegó a la televisión alemana.
[Soundbite de archivo]
[Noticiero alemán]: Der tonnenschwere Entfernungsmesser des 1939 vor Montevideo.
[Aneris]: Las autoridades de la Prefectura de Uruguay decidieron exhibir el telémetro en la entrada del Puerto de Montevideo y durante esos primeros días muchísima gente se acercó a verlo. El diario El País de Montevideo, uno de los más leídos en Uruguay, le encargó a Daniel que escribiera una serie de fascículos sobre el tema. Él tenía material más que suficiente para hacerlo: fotos, planos, gráficos de la pieza. Pensaban que sería un producto que le interesaría a sus lectores, pero nunca imaginaron qué tanto.
[Daniel Acosta y Lara]: Se volvió un un best seller, digamos, para el diario y el diario vendía 50.000 números más el día que salía el fascículo.
[Aneris]: No era poca cosa para un diario que en esa época tenía una tirada máxima de unos 100.000 ejemplares los domingos y para un país de tan solo 3 millones y medio de habitantes. De pronto, el telémetro había reavivado la fascinación de los uruguayos por el Graf Spee.
Desde que se embarcó en la misión, Daniel suponía que comercializar una pieza de esas características sería algo complejo. No se trataba de monedas de oro que se podían vender fácilmente en cualquier subasta.
[Daniel Acosta y Lara]: El telémetro es una pieza muy difícil de vender. De tasar… ¿Cuánto sale? Ehh. Digamos el único que puede tener interés en una pieza por el estilo, por su tamaño, es un museo.
[Aneris]: Pero ese no era su problema. Él se había incorporado al grupo de rescate, sin ningún tipo de interés económico. Sólo quería conocer más sobre el barco y ahora podía ver con sus propios ojos ese objeto al que le había dedicado años de investigación. El problema era, en todo caso, de Alfredo que ya llevaba mucho dinero invertido.
[Alfredo]: Un solo día la Asociación Nacional de Puertos nos cobró más de 10.000 dólares el alquiler de un pontón, por ejemplo. El Banco de Seguros nos cobró 3.000 dólares un solo día por un reaseguro, querían un doble seguro de esa plataforma flotante.
Y hay que pagar el combustible del barco y el marinero que te manda la prefectura para controlar que hagas las cosas bien. ¿Entiendes? Es muy burocrático y muy costoso.
[Aneris]: Pero ya habría tiempo de ocuparse del futuro del telémetro y recuperar la inversión. Alfredo tenía un permiso de exploración sobre el naufragio hasta 2009 y no iba a desaprovecharlo. Durante los siguientes meses, cuando el tiempo lo permitía, el equipo siguió navegando hasta el Graf Spee en busca de otros elementos para rescatar. Hasta que un día, una de las imágenes del sonar de barrido lateral, le dio la ubicación exacta de unos de los cañones más grandes del buque. Se decidieron a ir por él y empezaron con las tareas para intentar reflotarlo. Una vez más, Héctor Bado y el otro buzo se tiraban alternativamente al agua para explorar el lugar donde estaba el cañón. Y una de esas veces en las que Héctor se sumergió los 8 metros hasta llegar al casco, pasó algo inesperado…. Daniel lo recuerda muy bien
[Daniel Acosta y Lara]: Él iba tocando el borde del barco hasta que toca una forma como un pico…
[Aneris]: Una cosa puntiaguda. Apenas sospechó de lo que se trataba, Héctor volvió a la superficie. Tenía que contárselo al resto del equipo…
[Daniel Acosta y Lara]: La cuestión es que él salió y dijo: “Encontré el águila. ¿Qué hacemos?”
[Aneris]: El águila del Graf Spee, la insignia que llevaban todos los buques nazis. Una pieza de bronce de dos metros de alto, casi tres de ancho y unos 400 kilos. Un águila que mira al frente, con sus alas desplegadas y sus garras aferradas a una esvástica. Una pieza emblemática que el equipo de rescate ni siquiera había ido a buscar.
[Daniel Acosta y Lara]: Nadie pensaba en el águila porque nosotros descartamos que se la habían llevado.
[Aneris]: Se creía que apenas se había hundido el buque, los alemanes habían encontrado la forma de recuperarla para evitar que se convirtiera en un trofeo de guerra en manos enemigas.
[Daniel Acosta y Lara]: La cuestión es que no. El águila estaba, precisamente, atornillada a la popa. Y por supuesto, entre sacar un cañón a sacar esa pieza emblemática, se decidió sacar la pieza.
[Aneris]: Llevaría su tiempo. El águila estaba fijada con 149 tornillos grandes de bronce que los buzos, pacientemente, tendrían que desenroscar.
[Daniel Acosta y Lara]: Pero además había que mantener en secreto el, el descubrimiento y la boya que pusimos con una botella de agua mineral que apenas se veía para poder volver al lugar de de la extracción, ¿no?
[Aneris]: Así fue que los buzos se sumergieron durante cuatro días a aflojar esos tornillos cubiertos de alquitrán que llevaban casi 70 años bajo el agua. Era algo riesgoso, estaban trabajando casi a ciegas, al tanteo, con una pieza pesadísima que en cualquier momento podía soltarse y venírseles encima.
Cuando al fin lograron soltar todos los tornillos, amarraron el águila a una grúa montada sobre un pontón, esa especie de plataforma flotante. Y así, el águila empezó a elevarse en la Bahía de Montevideo.
[Daniel Acosta y Lara]: Había bastante mar, entonces cabeceaba mucho el pontón y la pieza subía y bajaba y giraba.
[Aneris]: Era 10 de febrero de 2006 el día que, como escuchamos al comienzo Daniel y Alfredo sintieron que estaban siendo parte de la historia.
El equipo de rescate sabía del impacto que podría generar este hallazgo. Antes de empezar a navegar rumbo al puerto de Montevideo tomaron una decisión.
[Daniel Acosta y Lara]: Propusimos tapar la esvástica porque la pieza tenía tiene una fuerza muy importante desde el punto de vista simbólico y, y para la gente que sufrió bajo el símbolo de la esvástica, ¿no?
[Aneris]: Ahora sí. Con el águila ya fuera del agua y la esvástica tapada con una lona amarilla, era momento de dar a conocer la noticia.
[Daniel Acosta y Lara]: Y en el momento que, que estábamos volviendo a Montevideo en el pontón. Es un barco muy lento, este Etchegaray me dice: “Mandé 6.000 mails comunicando la extracción del Águila”, ¿no?
[Aneris]: Para el momento en que llegaron al puerto, Alfredo y Daniel dicen que ya todo era un caos.
[Alfredo]: Había una horda de periodistas, horda de periodistas. Era una especie de cosa Apocalipsis Now parecía.
[Daniel Acosta y Lara]: Yo viví algo que debe vivir, no sé, Maradona, debe haber vivido cualquiera de estos ídolos mediáticos. Íbamos en un camión de la Armada con el águila en la caja del camión y los periodistas se trepaban al camión andando. Pero era imposible frenarlos.
[Aneris]: Todos los reporteros querían tener la imágen del águila y hablar con los protagonistas del rescate. Este es el buzo Héctor Bado dando una declaración a la agencia internacional Associated Press apenas llegaron al puerto.
[Soundbite de archivo]
[Héctor Bado]: El águila estaba en la popa. Es el emblema nacional alemán de la época. Y hasta el día de hoy, por lo que sabemos es la única que sobrevive en el mundo, ya que fueron retiradas de los otros barcos alemanes…
[Aneris]: Y no sólo los periodistas estaban interesados en el águila. Un crucero había amarrado al puerto de Montevideo y los turistas tampoco se querían perder la oportunidad de ver la insignia nazi.
Mientras tanto, Alfredo se había comunicado con el Comité Israelita del Uruguay para ver si tenían algún tipo de objeción con que el águila se exhibiera. Según me contó, le dijeron que no. Sólo le pidieron que pusiera un acrílico transparente delante de la esvástica.
Consiguió que un hotel cercano al puerto de Buceo de Montevideo le prestara el espacio para exponer el águila al público de forma libre y gratuita. Daniel calcula que unas cinco mil personas se acercaban cada fin de semana hasta allí.
[Daniel Acosta y Lara]: El Graf Spee tiene una fuerza magnética rara en la sociedad uruguaya y hay muchos mitos, mucho folclore.
[Aneris]: Daniel recuerda muchísimas cosas absurdas que pasaron en esos días de exposición.
[Daniel Acosta y Lara]: Venía gente con un palo de madera y me decía: “Esto es parte de del mástil del Graf Spee” o venía con un bulón de bronce y me decían: “En mi familia esto está desde los años 40 y es parte del Graf”. Y yo le decía: “Mire, señora, yo no puedo saber ni puedo garantizar ni firmar un papel que diga que es parte del Graf Spee”.
[Aneris]: Otro día, alguien que decía ser rabdomante se acercó a ver la pieza. Los rabdomantes son esas personas que con péndulos buscan agua u objetos ocultos bajo la tierra. Aseguraba que había descubierto un campo magnético en el pecho del águila y que estaba vinculado a una fuente magnética de Europa Central. Eso, en realidad, tenía una explicación mucho más racional:
[Daniel Acosta y Lara]: El águila tiene un campo magnético porque tiene hierro. Es decir, es fundición de bronce, no es, no es bronce sólido y está contaminado con hierro y el hierro se carga magnéticamente.
[Aneris]: Era una cuestión de física y Europa Central obviamente no tenía nada que ver en eso. Un día apareció un escritor diciendo que uno de los marinos del Graf Spee, que estuvo alojado en un cuartel de la ciudad uruguaya de Sarandí del Yi, a más de 200 kilómetros de Montevideo, había traído consigo los clavos de Cristo.
[Daniel Acosta y Lara]: Inmediatamente se formó un grupo de gente que viajó a Sarandí del Yí a hacer excavaciones alrededor del cuartel buscando los clavos de Cristo y aparecían con clavos de herradura. Digo: “¿Pero a ustedes les parece que esto puede sostener a Cristo un clavo que tiene dos centímetros?” Bueno, y así.
[Aneris]: Pero había cosas que sucedieron durante esos días que no eran para nada absurdas ni divertidas sino más bien preocupantes.
[Daniel Acosta y Lara]: Iba gente y la escupía. Otra gente iba y hacía el saludo nazi.
[Aneris]: En otra oportunidad, Daniel recuerda que alguien le comentó:
[Daniel Acosta y Lara]: “Qué injusto”. “¿Cómo?”, le digo, “¿qué injusto?” “Sí, Qué injusto. Tres contra uno. No, así no vale”.
[Aneris]: Se refería a los tres buques ingleses que habían atacado al Graf Spee. Daniel, enseguida, le contestó:
[Daniel Acosta y Lara]: ¿Cómo que no vale? Digo, es la guerra. Además, el barco está bien hundido. Más allá de que uno tenga… Digamos que a mí me interese como pieza de ingeniería, etcétera. El barco servía a intereses espurios. Era representante de un régimen terrible. No. ¿Y eso? La gente pierde muchas veces el pie. Sí, la. Una admiración, esta que te digo que es un poco insólita, hace que la gente pierda el pie de lo que en realidad era.
[Daniel]: El águila estaba generando reacciones inesperadas y no podía seguir estando ahí. El problema era a dónde llevarla y qué hacer con ella.
Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. Aneris nos sigue contando.
[Aneris]: Como escuchábamos antes de la pausa, mientras el águila estaba expuesta en el hotel de Montevideo hubo situaciones muy absurdas pero también preocupantes. Y según dice Daniel Acosta y Lara, el historiador amateur al que venimos escuchando desde el comienzo, eso empezó a encender las alarmas.
[Daniel Acosta y Lara]: Digamos muchos, entre ellos el Gobierno, no querían que fuera una pieza donde para verla se peregrinara y hubiera gestos nazis o inclusive de agresión.
[Aneris]: Tenerla exhibida requería de ciertas condiciones de seguridad. Alfredo había pagado un guardia para la custodia durante esos días, pero estaba claro que el hotel era un lugar temporal de exposición. El águila no podía seguir indefinidamente ahí.
Así que después de un mes, decidieron sacarla del hotel. Con la enorme repercusión que había generado el tema, la noticia no pasó para nada desapercibida y con el correr de los días los medios uruguayos se empezaron a preguntar…
[Soundbite de archivo]
[Periodista 1]: ¿Dónde está el águila del Graf Spee? La respuesta en este informe.
[Periodista 2]: La poderosa águila que algún día representó al régimen nazi ahora está en un depósito de la Armada Nacional. Para más seguridad, descansa en una caja sellada ante escribano público.
[Aneris]: La Armada Nacional se había hecho cargo de la custodia del águila y, hasta que se definiera su futuro, nadie más podría verla. Y, a pesar de que Alfredo tenía permiso para subastarla, pronto comenzaron a aparecer los cuestionamientos.
[Daniel Acosta y Lara]: Hay una pulseada entre los que consideran eso patrimonio y consideran a los rescatistas piratas, ¿no? Es decir, que lo que quieren es beneficiarse y no siguen ningún tipo de procedimiento arqueológico, por más que, en el equipo de extracción, tiene que participar un arqueólogo marino.
[Aneris]: De ese lado justamente estaba William Rey, director general de la Comisión del Patrimonio Cultural de Uruguay hoy en día. Y vicepresidente de la Comisión cuando sacaron el águila. Este es William:
[William Rey]: Yo entiendo que ese bien era un bien de interés cultural y que, por lo tanto, no era una buena acción realizar tareas de rescate con propósitos, digamos económicos, con propósitos de sacar el mejor rédito comercial.
[Aneris]: Pero en realidad la opinión de William no importaba demasiado porque en los años ‘80, uno de sus antecesores en la Comisión de Patrimonio había considerado que el Graf Spee no era un monumento histórico de Uruguay. Es decir que la Comisión no podía tener ningún tipo de injerencia en el rescate ni en la preservación de los objetos encontrados en el buque alemán.
La Armada Uruguaya —a través de la Prefectura— era el único organismo del Estado que tenía cartas en el asunto. Y, de momento, no dejaría que nadie se llevara el águila de su galpón. Es que el Gobierno del entonces presidente Tabaré Vázquez había empezado a tener cierto reparo en que la pieza fuese a subasta.
[William Rey]: Llevar a un remate público hace también que, eh posibles grupos neonazis puedan interesarse por la pieza, comprarla y seguir alimentando el odio que para nada es conveniente.
[Aneris]: Pero para Alfredo, esa posibilidad era parte de una fantasía…
[Alfredo]: Y se imaginan que hay hordas de neonazis caminando por las calles con millones de dólares en camiones queriendo comprar el águila que no es cierto.
[Aneris]: El contrato estipulaba la subasta, porque, según Alfredo, esa era la forma más precisa de saber cuál era el valor de la pieza en el mercado. Según él, el precio podría arrancar en ocho millones de dólares y llegar hasta los cuarenta. William, por su parte, cree que los rescatistas tienden a aumentar el valor de sus piezas porque es parte de su negocio.
Al parecer, resolver qué hacer con el águila llevaría bastante más tiempo. Pero el caso había puesto de alguna manera el tema de los rescatistas o “cazatesoros” en el centro de la agenda pública. Así que, para evitar más problemas, en septiembre de 2006, nueve meses después de su extracción, el presidente Tabaré Vázquez, firmó un decreto que suspendió indefinidamente la recepción de solicitudes de búsquedas subacuáticas. En ese documento, se reconoció a los naufragios como —y cito— “sitios arqueológicos sumergidos” que “forman parte del acervo nacional”, que “deben ser preservados para el pueblo uruguayo de hoy y para las futuras generaciones”.
A todo esto, el asunto del águila ya estaba haciendo ruido a escala internacional. Para 2007 , William ya había pasado de ser vicepresidente a presidente de la Comisión de Patrimonio y recibió una llamada del embajador alemán en el país. Su gobierno estaba alineado con la posición de William y también quería impedir la subasta a toda costa. Por eso habían enviado una nota a la Cancillería uruguaya asegurando que, por tratarse de un buque de guerra, el Graf Spee era aún propiedad del estado alemán. Pero que, de todos modos, Alemania donaría los restos del barco —incluida el águila— para que fueran a un museo en Uruguay.
El reclamo sobre la propiedad no tenía asidero porque después del hundimiento del Graf Spee, Inglaterra —a través de un testaferro uruguayo— había comprado los restos del buque a Alemania. Los ingleses querían explorar el naufragio y descubrir los secretos militares del barco enemigo. Entre 1941 y 1943 hicieron varias expediciones en las que se llevaron algunas piezas. Después de algunos años, el testaferro murió sin descendencia y los restos del Graf Spee se consideraron abandonados y pasaron a ser formalmente propiedad del Estado Uruguayo.
Pero más allá de la discusión sobre quién era el propietario, a William también le interesaba que la pieza fuera a un museo. Entonces aprovechó aquella comunicación con el embajador para profundizar en esa idea.
[William Rey]: Yo me acuerdo que en aquel momento le planteé al embajador alemán que la musealización de esas piezas requería también de un apoyo económico, que yo podía hacer gestiones para eso, pero que quería saber si Alemania podía colaborar. Y en ese momento el embajador me dijo tengo que pedir instrucciones a Berlín, pidió las instrucciones y Alemania dijo “No, no podemos colaborar en nada”.
[Aneris]: Es decir, por un lado Alemania reclamaba la propiedad de la embarcación pero por el otro no se quería hacer cargo de ella.
[William Rey]: Eso parece lógico, en parte porque se trata de una nave de guerra, una nave que izó la bandera nazi y que, bueno, posiblemente ni el gobierno alemán de la época ni nadie quisiera estar vinculado a ello.
[Aneris]: Por fin, a mediados de 2007, el parlamento de la ciudad de Montevideo llegó a un acuerdo sobre qué hacer con el águila. Se aprobó exhibirla en una muestra sobre la batalla del Río de la Plata. Sin embargo, según dice Alfredo, una nueva intervención del embajador alemán truncó ese proyecto.
[Alfredo]: Lo cual es una enorme intromisión en la independencia de un país, una vergüenza internacional.
[Aneris]: El águila siguió en el depósito de la Armada por meses que pronto se fueron convirtiendo en años, en muchos años… Y durante ese tiempo nadie se preocupó demasiado por las condiciones en que estaba guardada. Después de pasar décadas bajo el agua, este tipo de piezas necesitan ser conservadas en ambientes especiales, en condiciones muy específicas. Nada de eso se hizo con el águila, asegura William. Tampoco con el telémetro que siguió en la entrada del Puerto de Montevideo desde que lo sacaron del fondo del Río de Plata. Fue completamente vandalizado, quedó solo la carcasa y los intentos por comercializarlo no llegaron a nada. Tratamos de hablar con algún representante de la Armada o del Ministerio de Defensa de Uruguay, pero al momento de cerrar este episodio, no habíamos tenido respuesta.
Pasaron cinco años con el águila guardada sin que ni siquiera Alfredo pudiera volverla a ver. A todo esto ya había otro presidente en el poder: José Mujica que había heredado un problema que tampoco sabía cómo resolver. Pero ya sabemos que Alfredo es un hombre muy perseverante. No iba a rendirse tan fácilmente. Quería recuperar su dinero. Así que en 2011 inició un proceso judicial contra el Estado uruguayo. En la demanda, Alfredo exigía que se cumpliera con el contrato: es decir que se rematara el águila y el telémetro y se repartieran las ganancias.
[Alfredo]: El contrato y la ley dice que el 50% del beneficio es para aquellos particulares que arriesgan su tiempo y su trabajo. Acá hay el trabajo de muchas personas, muchas familias. Son años y décadas de trabajo a riesgo, a puro riesgo económico y de vida y obstáculos burocráticos.
[Aneris]: Pero para la Justicia no era un tema tan fácil de resolver porque, como cree Daniel, había muchas cosas en juego.
[Daniel Acosta y Lara]: Entonces siempre está la resolución, que si yo a nivel político, ¿no?, resuelvo a favor de lo de los contratistas. Me estoy haciendo cómplice. Y si no lo hago, estoy incumpliendo. Es decir, ellos presentan demandas para los cuales tienen razón. Más allá que estés de acuerdo o no con la extracción de de esos tesoros tienen razón porque el Estado firmó.
[Aneris]: Pero el pedido fue rechazado en primera instancia, en el Tribunal de Apelaciones y en la Suprema Corte de Justicia. En las sentencias se dejó en claro, además, que los bienes rescatados del Graf Spee eran propiedad del Estado uruguayo. Entre fallo y fallo pasaron otros tres años más.
[Alfredo]: Y ponen objeciones técnicas infundadas en mi opinión. Y entonces rechazan, porque claro, el temor es a la subasta pública. Nosotros no tenemos problema en que no haya subasta pública.
[Aneris]: Para esa altura, Alfredo sólo quería que le pagaran.
[Alfredo]: Existe siempre por encima de todas las cosas, el derecho constitucional, que está por encima de cualquier decisión pequeña de un juez a la justa compensación. Eso está en la Constitución, además de que está en el contrato y además de que está en la ley. Es muy fácil ser generoso con el trabajo ajeno. Acá se requiere un acuerdo que puede ser a largo plazo aparte pueden decir bueno, vamos a compensarte y te vamos a pagar en 15 años, a lo largo de 15 años, en en 100 cuotas, en 200 cuotas, todo es posible, pero nunca robarte, ¿entiendes?
[Aneris]: Mientras hablábamos y me contaba todo esto, aproveché para preguntarle a Alfredo cómo se lleva con ese mote de “cazatesoros”. Y bueno, claramente no demasiado bien.
[Alfredo]: Yo no soy cazador de tesoros, soy un apasionado por la cultura primero que nada. Cazatesoros era aquellas personas que anuncian cosas falsas, cuyo negocio es el inversor que logran a través de mentiras.
[Aneris]: Es decir, personas que dicen haber descubierto un tesoro que no existe y sacan dinero a inversores para las supuestas operaciones de rescate.
[Alfredo]: Pero personas que trabajan en proyectos culturales verdaderos, con la ley, con contrato, con proyectos arqueológicos, conservando la información, exhibiendo al público sin cobrar un solo centavo. Antes eso estaba bajo el agua. Nosotros le dimos al público en general de acá y del planeta información, información histórica.
[Aneris]: A pesar del revés judicial, era evidente que Alfredo no iba a bajar los brazos. En 2007, durante la segunda presidencia de Tabaré Vázquez, volvió a la carga. Inició otro proceso contra el Estado. Y en 2019, cuando ya habían pasado 13 años desde el rescate, al fin hubo sentencia.
[Soundbite de archivo]
[Periodista 1]: Esta historia del Graf Spee viene de lejos, ¿no? Estaría llegando a su fin ahora con esta decisión judicial.
[Periodista 2]: El fallo judicial ordenó al Ministerio de Defensa y a la Prefectura Nacional a vender las piezas del buque alemán Graf Spee que no solo es el águila, esa famosa águila sino también es el telémetro.
[Aneris]: Esta vez la Justicia sí había decidido estar del lado de Alfredo. Un fallo ordenaba al Estado a vender el águila y el telémetro para pagarle al grupo de rescate. El Estado, a través del Ministerio de Defensa, apeló el fallo, pero a fines de 2021 el Tribunal de Apelaciones confirmó la decisión de primera instancia. Para ese entonces, ya había otro presidente en Uruguay: Luis Lacalle Pou. Ya era el cuarto gobierno que había tenido que lidiar con este tema. Y ahora que la subasta sí parecía inminente, la polémica volvió a estallar.
Poco después de conocerse la sentencia, hablé con Ariel Gelblung, director para Latinomérica del Centro Simon Wiesenthal, un organismo internacional de derechos humanos que lucha contra el antisemitismo y el racismo. En el Centro habían recibido con preocupación la noticia. Ariel me dijo que ante una subasta existían tres situaciones posibles:
[Ariel Gelblung]: La primera, que alguien lo quiera tener para digámoslo entre comillas, para consumo personal, es decir, dentro de su casa, su mansión o de su propiedad, y no para ser exhibido públicamente, que haga lo que quiera.
[Aneris]: La segunda opción es que alguien lo quiera comprar para llevarlo a un museo.
[Ariel]: Y por supuesto, este es el objetivo deseado. Es decir, que quien lo vaya a tener es para mostrar lo que nunca debe suceder.
[Aneris]: Y luego está la tercera posibilidad…
[Ariel]: Que es la única que para nosotros implica peligrosidad es aquella persona que quiera tenerlo para reivindicar lo sucedido y glorificar un régimen que fue nefasto para la humanidad.
[Aneris]: Para Ariel, lamentablemente, pensar en algo así no es tan descabellado como cree Alfredo.
[Ariel]: Que existen, sí existen. Existen y ha habido un rebrote en los últimos años, pero no sólo de los que hablan de glorificar el régimen nazi, sino en general de mucha gente que se adscribe a distintos totalitarismos.
[Aneris]: El Estado tenía una última instancia para apelar. Pero paralelamente, y por fuera del proceso judicial, las partes seguían buscando alternativas para tratar de ponerse de acuerdo. En una oportunidad, el propio presidente citó a Alfredo a su casa para tratar de encontrar una solución:
[Alfredo]: Y me dijo si podía aceptar una compensación económica si había un proyecto cultural, pero no me dijo qué y le dije que sí, por supuesto. Nosotros queremos terminar con este tema.
[Aneris]: Alfredo también había pensado en muchas alternativas a la subasta para recuperar su dinero. Proponía, por ejemplo, que el águila original se quedara en un museo de Uruguay y que se hicieran varias réplicas para vender a diferentes museos del mundo que estuvieran interesados en la pieza. O que se hicieran instalaciones artísticas a través de hologramas. Siempre, me dijo, con un fin histórico y educativo.
[Alfredo]: La esvástica no está prohibida en Alemania si es para fines didácticos, si es para fines museísticos. Está prohibido, si la utilizas para cosas negativas, ¿entiendes? El Museo del Holocausto de Israel tiene libros Mi lucha, banderas nazis y de todo, pero se exhibe en ese contexto, mostrando el horror del Holocausto simultáneamente, como se muestra en Auschwitz.
[Aneris]: Entre conversaciones y conversaciones sobre qué hacer, finalmente el expediente siguió su curso y en noviembre de 2022 la Suprema Corte de Justicia tuvo la última palabra: revocó los dos fallos que ordenaban la venta y rechazó la demanda de Alfredo argumentando que ya había caducado su derecho de reclamar contra el Estado. Ratificó, además, que las piezas eran propiedad de Uruguay.
Después de 16 años, Alfredo había perdido la pelea y parecía ser que esta historia, de una vez por todas, había llegado a su fin. Ahora sólo restaba que el Estado definiera qué iba a hacer con el águila.
La respuesta llegó en junio de 2023 de boca del presidente Lacalle Pou. Esto dijo en una conferencia de prensa:
[Soundbite de archivo]
[Lacalle Pou]: Se nos ocurrió que ese símbolo de violencia, de guerra, podía sufrir una transformación virtuosa en un símbolo de paz y en un símbolo de unión como lo es una paloma.
[Aneris]: Estaba anunciando que el águila se iba a fundir por completo y que ese bronce se usaría para esculpir una paloma. A su lado estaba el escultor Pablo Atchugarry, el más reconocido de Uruguay. Sería el encargado de la obra.
Cuando Alfredo escuchó el anuncio no lo podía creer. El proyecto le parecía una completa locura. Y no era el único.
[Soundbite de archivo]
[Periodista 1]: Prácticamente una unanimidad de críticas al hecho de fundir el águila del Graf Spee.
[Periodista 2]: Esa decisión generó polémica y rechazo incluso en la coalición de gobierno.
[Periodista 3]: Personalidades de la cultura e integrantes del propio gobierno, como por ejemplo la subsecretaria de Educación y Cultura, Ana Ribeiro, manifestaron sus discrepancias públicas con el proyecto.
[Aneris]: William Rey, el director de Patrimonio, también fue uno de los que salió a criticar la iniciativa:
[William Rey]: Destruirla o transformarla en un objeto ritual son manifestaciones análogas. O sea, no ayudan a establecer un espacio de reconocimiento histórico.
[Aneris]: Las críticas al proyecto venían de todos lados. Incluso hasta se lanzaron iniciativas en la plataforma change.org para juntar firmas a favor de preservar el águila.
[Alfredo]: Increíblemente, hubo una coincidencia, apoyo total a salvar la pieza incluyendo eh, muchas instituciones de la colectividad que decían: “No se puede destruir la historia” porque si destruís la historia nos eliminás el testimonio para la memoria, para recordar, para no repetir los errores del pasado.
[Aneris]: Se criticaba al presidente, además, por haber lanzado esta declaración mientras el país estaba en medio de una grave crisis de abastecimiento de agua potable y de ocuparse de este tema luego de no haber participado de un acto en homenaje a víctimas de la dictadura. Daniel fue otro de los que cuestionaba el proyecto:
[Daniel Acosta y Lara]: Un presidente, ocupándose de esto, cuando tenemos, este, otras, otras crisis ¿no? mucho más importantes. ¿Por qué? Y bueno, yo creo que tiene que ver precisamente con que el presidente y el resto de los políticos están bajo el mismo embrujo del Graf Spee. Es decir, saben que es un producto, finalmente, que mueve a la opinión pública.
[Aneris]: Si —como dice Daniel— el presidente había tenido la intención de que se hablara del águila para tapar otras cosas, pues bien que lo logró. Lo que tal vez no había previsto era semejante aluvión de críticas negativas.
Dos días después de haber anunciado el proyecto, Lacalle Pou habló con la prensa en un evento público. Los periodistas, por supuesto, le preguntaron por el tema del momento:
[Soundbite de archivo]
[Periodista]: Su iniciativa de la paloma de la paz, presidente, bueno, ha despertado algunos comentarios adversos.
[Lacalle Pou]: En estas pocas horas que han pasado creo que hay una abrumadora mayoría que no comparte esta decisión. Y si uno quiere generar paz lo primero que tiene que hacer es generar unión. Y claramente esto no lo ha generado. Así que lamentablemente sigo sosteniendo que es una buena idea, pero a un presidente le corresponde escuchar y representar. Así que hoy hablé temprano con Pablo Atchugarry y vamos a desistir lamentablemente la idea, pero me parece que es lo que quiere la mayoría de la gente…
[Aneris]: Y así, en 48 horas, la idea de la paloma se hundió.
18 años, cuatro gobiernos y miles de opiniones después, las cosas siguen exactamente igual. El águila contínua en una caja en un depósito, escondida, pero no olvidada. Y nadie sabe qué hacer con ella.
[Daniel]: Alfredo Etchegaray analiza hacer nuevas demandas en los tribunales de Uruguay e incluso llevar el caso a la justicia internacional en busca de una compensación por las tareas de rescate de los objetos del Graf Spee. No ha podido volver a ver el águila desde que la rescataron en el 2006.
Desde la Embajada de Alemania en Uruguay nos informaron que, pese a los fallos judiciales, Alemania sigue considerándose dueña de los restos del Graf Spee y que hoy, ya pasado el riesgo de la subasta, están de acuerdo en que la pieza se exhiba en un museo de Alemania o Uruguay.
Aneris Casassus es productora de Radio Ambulante y vive en Buenos Aires. Este episodio fue editado por Camila Segura. Bruno Scelza hizo el fact-checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Rémy Lozano con música de Rémy.
Un agradecimiento a Jorge Cabaleiro y a Juan Antonio Varese a quienes también entrevistamos para este episodio.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Adriana Bernal, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Barbara Sawhill, David Trujillo, Ana Tuirán, Elsa Liliana Ulloa, Luis Fernando Vargas y Desirée Yépez.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.