Transcripción: El exilio de Manuel Zelaya
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Manuel Zelaya: Ellos abrieron la puerta, me bajé y cerraron otra vez la puerta. Y me quedé en medio de la pista. Presidente de honduras, electo democráticamente por el pueblo, en medio de la pista en ropa de cama, en Costa Rica.
Martina Castro: Soy Martina Castro. Hoy en Radio Ambulante: El exilio de Manuel Zelaya. La productora Annie Murphy viajó a Tegucigalpa, Honduras, para conversar con el protagonista de esta mudanza tan inesperada, pero, a su vez, tan latinoamericana. Cuando lo conoció hacía un calor insoportable, pero este señor –alto, con bigote grande– estaba vestido todo de negro. Tenía puestas unas botas de cuero que son como su marca registrada. Y le dió a Annie una tarjeta muy simple – decía: “José Manuel Zelaya – ex-presidente”.
Esta es la historia que le contó a Annie – narrada por Daniel Alarcón.
Manuel Zelaya: Siempre estamos sujetos a ese peligro, siempre estamos sujetos a que el hombre, el ser humano… saque el animal que tiene adentro. Siempre. El ser humano adentro es un santo, pero también es un bárbaro. Y usted puede sacar el bárbaro cuando se le ocurra.
Daniel Alarcón: La historia de cómo se desarrolla este golpe, de cómo Zelaya fue expulsado de su país y de cómo, finalmente, logra regresar… es increíble. E igualmente increíble es cómo habla de ella. Imaginemos esa escena: El expresidente sentado en su sofá… Algunos amigos y familiares pasando por el patio, un olor a plátano frito inundando la casa… Esta tan relajado: las piernas cruzadas, se ríe como si estuviera contando una divertida historia en una reunión. Describe la noche más aterradora de su vida y, sin embargo, parece que lo único que necesita es una cerveza fría y unas gafas de sol. Así es cómo lo cuenta:
Manuel Zelaya: Bueno a las 5:30 empezaron los tiros, 5:20… empezaron los tiros, los disparos. Yo me desperté y me tiré de la cama así como estaba, en pijama, en buzo y una camiseta. Bajé aquí a la primera planta, donde usted está, a ver qué es lo que estaba pasando, cuando empezó en mayor con mayor violencia los disparos, la ráfaga de metralleta. Botaron las puertas y ahí me capturaron en el patio.
Daniel Alarcón: Los soldados lo metieron en un avión pequeño que lo llevó a Costa Rica [sonido de avión]. Allí se detuvieron en una pista secundaria del aeropuerto por unos pocos minutos. Ni siquiera hubo tiempo para bajar las escaleras del avión. Un soldado le dijo a Zelaya que saltara al pavimento. Así lo hizo. Justo después, arrancaron.
Manuel Zelaya: Ellos abrieron la puerta, me bajé, y cerraron otra vez la puerta. [Risas] Y me quede en medio… en medio de la pista. Presidente de Honduras, electo democráticamente por el pueblo, en medio de la pista, en ropa de cama, en Costa Rica.
Manuel Zelaya: En eso venía de uno de esos hangares venía caminando un señor, pequeño… no pequeño pero no alto… de mediana estatura. Venía caminando hasta que llegó donde estaba yo, y me dijo: “Tengo instrucciones del Presidente Arias de invitarlo a pasar”.
Daniel Alarcón: En los primeros días de su exilio le llegaron al menos tres propuestas para quedarse de manera permanente fuera de Honduras. Las rechazó.
Manuel Zelaya: Yo le dije, “No. Yo voy ahora para Naciones Unidas para denunciarlos. Voy para la OEA. Y además, dentro de cuatro días voy para Honduras otra vez, y voy por aire, por tierra, por mar, hasta que vuelva a regresar a mi patria, porque ustedes no me pueden expulsar de ahí”.
Daniel Alarcón: Entonces, Zelaya empezó su lucha por regresar a Honduras –una lucha que duraría dos años. Primero, con la OEA liderando el camino. La escena suena como algo sacado de un cómic, donde los héroes son presidentes con trajes y maletines en vez de capas y poderes especiales. Cristina Fernández, de Argentina:
Cristina Fernández: La restauración democrática en América Latina es un logro que costó demasiado.
Daniel Alarcón: Fernando Lugo, de Paraguay:
Fernando Lugo: La no intervención y la condena a toda forma de dictadura, colonialismo e imperialismo.
Daniel Alarcón: Rafael Correa, del Ecuador:
Rafael Correa: Al pueblo hondureño nuestro más afectuoso saludo. A su legítimo representante, presidente constitucional, José Manuel Zelaya.
Manuel Zelaya: Presidente Zelaya, lo escuchamos en TeleSur. Lo escucha todo su pueblo.
Daniel Alarcón: Y el mismo Manuel Zelaya:
Manuel Zelaya: Mire, mire, aquí realmente ellos están impidiendo el aterrizaje…no, no autorizan. Nos están amenazando con mandar aviones de la fuerza aérea…
Daniel Alarcón: Cada uno en su propio avión, volando hacia Honduras… para intentar juntos lo que él no lograría solo: volver a su país.
Manuel Zelaya: Nos amenazaron, nos pusieron dos aviones a que nos persiguieran y decían que nos iba a derribar. Y había más de medio millón de personas abajo en la pista, esperando mi retorno.
Daniel Alarcón: Cuatro presidentes, todos elegidos democráticamente, juntos representan más de sesenta millones de personas; y detrás de ellos, el apoyo explícito de casi todos los países de América Latina.
Manuel Zelaya: Ni dejaron que el avión de Cristina aterrizara…
Daniel Alarcón: Es más, ninguno aterrizó. Y los cientos de miles de personas que apoyaban a Zelaya, pues lo esperaron en el aeropuerto, en vano. La tensión aumentaba. Y terminó mal.
Periodista hombre: En Tegucigalpa manifestantes en apoyo al presidente Manuel Zelaya…
Periodista mujer: Se ha derramado sangre de nuestros compañeros…
Periodista hombre: Homenajearon a los dos manifestantes asesinados…
Periodista mujer: Los golpistas en este momento no están sintiendo el dolor que está sintiendo en verdad el pueblo hondureño por lo que ocurrió ayer.
Daniel Alarcón: Este fue su intento más dramático de volver a casa, pero no el único. No se rindió. Vendrían otros. La siguiente vez trataría de cruzar la frontera desde Nicaragua –un gesto simbólico, más que nada.
Manuel Zelaya: Yo llegué hasta la frontera y entré y levanté la cadena y me pasé… Y estuve ahí, y me tomaron fotos dentro del territorio nacional. Pero los militares estaban ahí para capturarme.
Daniel Alarcón: Zelaya no tuvo opción sino volver a territorio nicaragüense. Al final, pasa la mayor parte de su exilio –cerca de un año y medio- en la República Dominicana. Y esto es lo clave: no solo es que cambia de hogar… su identidad también cambia. Pasa de ser un hombre importante, alguien que firma decretos, que camina por la alfombra roja y es homenajeado en cenas estatales, a ser un simple exiliado, un ser que tiene que matar el tiempo, lejos de la acción, en una isla del Caribe. Sigue siendo un hombre importante, pero a su vez es un extranjero. Está a la espera.
Manuel Zelaya: Las relaciones humanas, que son al final relaciones de poder en cuanto a los intereses, son difíciles de contemplar cuando estas en otra sociedad, porque te volvés una persona desconocida. Siempre sos un extranjero.
Daniel Alarcón: De vez en cuando, el presidente dominicano lo llama para ver cómo está. Desde lejos Zelaya observa, impotente, cómo la situación en Honduras se deteriora cada vez más. Uno que otro familiar o amigo lo visita, pero el tedio es lo que predomina. Casi dos años de tedio.
Daniel Alarcón: Zelaya prefiere no contar cómo logra volver a Honduras.
Manuel Zelaya: Eso lo dejo para la historia, porque como hay personas que colaboraron los puedan sacrificar. Me meti clandestinamente, de una forma muy limpia, pasando todas las barreras durante tres días y tres noches hasta que llegué a la embajada de Brasil.
Daniel Alarcón: ¿Por qué Brasil? Porque tiene una buena relación con Lula, el presidente. De manera que cuando llega a Tegucigalpa se dirige a la embajada. Pero no puede entrar. Es lunes por la mañana, y lo dejan esperando en la puerta. Hay protocolos que hay que seguir, y esto es un incidente internacional.El guardia debe llamar a un empleado de la embajada [comienzan a sonar timbres de teléfonos], quien a su vez tiene que llamar al embajador, quien debe llamar al canciller brasilero, quien debe llamar a Lula.
Todos deben, de manera oficial, decidir si Zelaya puede entrar o no. Mientras tanto, él se encuentra a pocas cuadras del Palacio Presidencial, aquel que alguna vez dirigió. La capital hondureña está llena de enemigos políticos, de soldados y policías que sólo quieren arrestarlo –y él está en la calle, esperando.
Manuel Zelaya: A las dos horas, ellos me dijeron que entrara. Me pusieron al Canciller Amorin por teléfono. Le dije, “Canciller, yo he venido aquí en son de paz a buscar un diálogo, para ver si podemos restituir el hilo democrático. Y quisiera que usted me permitiera el refugio de la embajada”. Entonces me dijo, “Nuestra casa es su casa, presidente”.
Daniel Alarcón: Bueno, casi. De igual manera, es un gesto importante de parte de los brasileros. El nuevo gobierno –el que lo tumbó del poder- está furioso de que Zelaya haya logrado entrar a la embajada. Prohíben el acceso y las condiciones adentro empiezan a empeorar. Zelaya sigue esperando. Pero esta vez no está en una isla tropical; está sitiado –dentro de las fronteras de su propio país, sí, pero sin estar en su casa.
Manuel Zelaya: Cuatro meses, rodeados, durmiendo en el piso, en el suelo… Por días nos cortaron el agua, la luz, los teléfonos, nos tenían un bloqueo del celular. Los alimentos eran racionados…. En las noches nos ponían música, a todo volumen, para que no durmieramos, y nos iluminaban con reflectores toda la embajada para que la noche fuera el dia.
Manuel Zelaya: En este preciso momento Honduras espera la llegada del expresidente Manuel Zelaya. Sus partidarios lo aguardan en las calles de Tegucigalpa tras meses de exilio…
Daniel Alarcón: Después de dos años de negociaciones e intentos fallidos de reconciliación, finalmente llegan a un acuerdo. Zelaya vuelve a su país, de manera oficial, en mayo del 2011. Ahora, viva en su casa –cuyas paredes aún están plagadas de huecos de balas. Lidera un nuevo partido político. En las próximas elecciones, su esposa será la candidata para presidente.
Honduras, según la mayoría de sus ciudadanos, incluyendo Zelaya mismo, sigue siendo un desastre. El país más peligroso del mundo, según las Naciones Unidas. Pero, para Zelaya, eso no es el punto.
Manuel Zelaya: Quiero volver a mi casa. Mi patria, mi pueblo… Siempre supe que iba a volver, aunque fuera en cuatro tablas [risas], pero iba a volver, aunque sea para enterrarme, pero iba a volver aquí.
Martina Castro: Esta historia nos llega gracias a la productora Annie Murphy – profesora de periodismo en Berkeley, California. La crónica fue narrada por nuestro productor ejecutivo, Daniel Alarcón.
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