Transcripción: El vacío
COMPARTIR
Daniel Alarcón: Hey, un mensaje para los músicos que nos siguen… Escuchen bien… NPR Music ha convocado un concurso que se llama Tiny Desk Contest. La idea es encontrar un músico que no tenga contrato para que toque en los estudios de NPR en Washington, y hacer una gira por Estados Unidos con NPR Music… Graba un video de tu grupo tocando una canción original y mándalo antes del 29 de enero. Para más información vayan a npr punto ORG slash tiny desk contest.
Comencemos aquí, con Valeria Fernández. Es periodista independiente y creció en Montevideo, la capital de Uruguay.
Valeria Fernández: Yo crecí cerca de la rambla, de la playa.
Daniel: De niña visitaba a sus abuelos, en Rivera, una ciudad en la frontera entre Uruguay y Brasil. Era una frontera casi imaginaria, dos países unidos por un parque…
Valeria: Me encantaba cómo uno podía pararse en la mitad de un parque y mirar un reloj que había en el medio de ese parque, y podías ver que eran las doce del mediodía en Uruguay, y la una de la tarde en Brasil.
Para mí era como un túnel del tiempo, mágico, entrar a Brasil simplemente dando un pasito.
Daniel: Ahora Valeria vive en Estados Unidos, en Phoenix, Arizona, y digamos que es otro mundo. No solo por las razones obvias: el idioma, la gente, la cultura, el desierto…
Valeria llegó a Arizona de unos 20 años y vivió por un tiempo sin papeles, se le había vencido la visa de turista. Por los trabajos que tenía, conoció mucha gente en situaciones similares…
Valeria: Eran mexicanos, casi todos. Y yo sabía que ellos tenían los papeles chuecos, como se dice. Entonces, estar conviviendo con ellos fue lo que de alguna manera me hizo interesar más por cubrir temas de migración.
Daniel: Cuando finalmente logró arreglar su situación, el primer viaje que hizo no fue a Uruguay, sino a México. Al muro que divide Nogales, Arizona, de Nogales, México.
Muy diferente a la frontera que recuerda de niña…
Valeria: Y es impresionante ver ese muro, que parece como las espinas de un puercoespín, encima de las montañas. Un muro herrumbrado, oxidado…, que se extiende y que va siguiendo las curvas de la geografía y que corta montañas.
Daniel: Y del otro lado, el lado mexicano, se encontró con los que querían cruzar, los que no podían. En cambio ella…
Valeria: Yo pasé muy fácilmente, para el otro lado. Y ese contraste se me hizo muy, muy fuerte.
Es algo que te abre los ojos…
Cómo algunos tenemos el privilegio de cruzar con los documentos, y otros… no.
Daniel: A mí también me ha pasado. Muchas veces, uno intenta protegerse de su propio privilegio. Es decir, uno lo ignora. O trata de olvidarse de él. Pero en una frontera, y en una frontera tan militarizada como la de Estados Unidos y México, pues… Ahí no… Ahí es imposible. Están los que pasan tranquilos. Y los que no. Punto.
Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR, soy Daniel Alarcón. Esta historia es sobre fronteras. En el 2014, cuando Valeria ya estaba trabajando como periodista, cubriendo temas de migración, comenzaron a llegar niños, olas y olas de niños centroamericanos, jóvenes no acompañados.
Y se dio cuenta que la frontera no empieza en Arizona…
Valeria: Empieza mucho antes. Todo México se ha convertido durante los últimos años en una frontera para los centroamericanos.
Daniel: Entonces en julio del 2016 se fue al sur, a la frontera entre México y Guatemala. A un río llamado…
Valeria: El Suchiate… Y el río estaba lleno de gente en balsitas, cruzando, algunos de ellos con sus compras, otros quizás fueran migrantes. Era muy difícil saber quiénes eran personas que estaban tratando de entrar a México como inmigrantes y quiénes eran personas que simplemente estaban haciendo las compras del día, del otro lado, en Guatemala.
Daniel: ¿Era así de informal?
Valeria: Es una frontera natural. Por un lado tenías el puerto de entrada a México, en un puente elevado, y a unos metros de distancia tenías a la gente cruzando en unas especies de llantas o gomas infladas. Te diría cientos de personas.
Daniel: En cierto sentido, la frontera entre Guatemala y México se parece más a la frontera que Valeria conocía de niña, la que separaba Uruguay de Brasil.
Y aunque parece informal, esto sólo es el primer paso. Lo que realmente le espera al migrante no es nada fácil.
Muchos de estos menores que Valeria vio cruzando nunca van a llegar a Estados Unidos. Algunos van a terminar o en un centro de detención mexicano o acá, en un albergue del Estado para menores…
Valeria: El albergue está en las afueras de la ciudad, en Tapachula, Chiapas, cercado por una muralla blanca, altísima, que sería muy difícil de trepar para escaparse. Después de que uno pasa la entrada hay una guardia de seguridad que te recibe, y es un parquecito adentro, donde hay algunos juegos como toboganes, hamacas…
Daniel: Hay palmeras enanas y otros árboles grandes y frondosos, con mucha sombra, y bancas sencillas para sentarse. Y a mano derecha ves los cuartos donde se quedan los chicos.
Valeria: Que son bastante lúgubres, diría…
Daniel: Paredes llenas de graffitis…
Valeria: Había uno, me acuerdo, que decía, “el infierno existe”, y cosas así por el estilo, ¿no? Como que varias generaciones de muchachos que han pasado por ahí, y varias manos de pintura para tratar de tapar los graffitis.
Daniel: Para esas alturas del año, en junio, ya habían pasado por ahí más o menos mil jóvenes. La gran mayoría centroamericanos…
Valeria: Pero habían, por lo menos, unos 20, 25 jóvenes ese día que yo fui.
Daniel: Y entre ellos había dos chicas transgénero: Adriana y Alexia.
Valeria: Que se estaban quedando en una parte separada, pero no muy lejos de donde estaban el resto de los varones.
Daniel: ¿Por qué querías hablar con ellas?
Valeria: Me parecía una oportunidad importante de entender por qué fue que se vinieron de Guatemala, y también entender de qué manera se las ingenia México, o cómo resuelve México, el cómo atender las necesidades que tienen ellas que son diferentes, ¿no?
Daniel: Entonces Valeria le preguntó a Adriana por qué había venido a México:
Adriana: Porque tenía problemas en mi país. Entonces decidí huir de mi país para que mi vida no corriera ningún peligro.
Daniel: Adriana tiene 16 años y creció en Guatemala. Desde muy chiquita su hermana la alentó a aceptarse a ella misma, como era.
Adriana: Porque mi hermana era la única que sabía que yo era así, y comenzó a decirme que no viviera en el miedo, que enfrentara la realidad y que lo enfrentara con mi mamá también.
Daniel: Entonces Adriana, poco a poco, comenzó a expresar quién era realmente…
Adriana: Pues gracias a Dios me aceptaron todos.
Valeria: Aunque la familia la aceptaba, y eso fue algo fácil para Adriana, tenía problemas de otro tipo, porque para poder ser independiente, para poder conseguir su propio apartamento, comprarse ropa…, tenía que conseguir un trabajo. Y eso no era fácil. La rechazaban muy seguido por su apariencia.
Adriana: Me pedían muchas cosas y me pedían que tenía que volverme a vestir de hombre. Era lo que yo no quería.
Valeria: Y como no conseguía trabajo, decidió empezar a prostituirse. Un año antes de que hablara conmigo, Adriana comenzó a recibir amenazas de los pandilleros.
Adriana: Y me pedían mucho dinero. Lo que yo podía se los daba. Después comenzaron a subir mucho las cantidades, comenzaron a mandarnos cartas con amenazas, a mí y a mis demás compañeras. Y empezaron a decirnos que si no dábamos ese dinero nos iban a matar.
Valeria: Y a su amiga Alexia le llegaron a disparar.
Daniel: Esta es Alexia:
Alexia: La última vez que me hicieron daño, porque fue varias veces, que me tiraron unos escopetazos. Bueno, a causa de eso mi mano quedó mal porque lo único que me dieron fue en la mano.
Daniel: Y Alexia es de las afortunadas. A varias de sus compañeras… las mataron.
Valeria: Es muy común que las pandillas pidan a las personas que tienen un negocio, tienen una empresa, que paguen una cuota, como un derecho de piso… Por existir.
Alexia: Pues por el temor de que fuéramos nosotras las siguientes, pues por eso también fue que salimos. Ajá…
Daniel: Tomaron sus cosas y se fueron de Guatemala. Llegando al río Suchiate las encontraron las autoridades de migración, y las detuvieron. Y esa es la pregunta, ¿no? ¿Qué pasa cuando las autoridades mexicanas encuentran a menores no acompañados…?
Bueno, está la ley…
Y está la realidad…
La ley dice:
Valeria: Los niños, menores de edad, y sobre todo los que viajan solos, tienen que ser trasladados a un albergue estatal para niños menores de edad, porque es el lugar apropiado para ellos, que se llama DIF.
Daniel: DIF, que quiere decir Desarrollo Integral de la Familia. Es como el instituto de la familia en México. Bueno, esa es la ley.
Valeria: Pero no siempre pasa eso. En realidad, en la mayoría de los casos, según las estadísticas que yo compilé, pasan a la custodia de una estación migratoria, lo que sería un centro de detención. Los ponen en una unidad para niños, y los tienen ahí hasta que vienen a recibir una visita del consulado de su país. Y los deportan.
Daniel: Antes de llegar al refugio donde Valeria las conoció, Adriana y Alexia pasaron primero por una de estas estaciones migratorias. Y ahí a ellas las pusieron en la unidad en donde están los hombres. En parte porque no sabían cómo tratarlas.
Adriana: Nos metieron en un cuarto oscuro, solas a nosotras dos. Y habían chavos que habían… llegaban y nos… insultaban. No nos agredieron nunca porque nunca pudieron por los seguridades de ahí, pero sí nos insultaban. Nos metían… para bañarnos no era tan cómodo.
Valeria: Ellas tenían que compartir el baño con otros varones. No necesariamente en el mismo momento, pero era un lugar que estaba medio abierto…
Daniel: Adriana se sentía muy incómoda.
Adriana: Me tenía como traumada porque sentía que se podían brincar o los iban a acosar a nosotras, no, no me podía bañar.
Valeria: Con todo lo que le había pasado en Guatemala: que la habían asaltado, que las pandillas la tenían amenazada, y ahora estar en un centro de detenciones donde sentía que la podían acosar. Ahora para ella esto era algo que le afectaba más.
Adriana: Me da más miedo. Siento que no… Me dan ganas de correr y que me van a agarrar o me van a hacer algo, sí, tengo mucho más temor.
Valeria: Ella creía que, bueno, que esas son cosas que tiene que aprender a superar y salir adelante, ¿no?
Adriana: Siempre he dicho que tengo que aprender a vivir con… con mis temores. Y esperar poderlos combatir… y dejar de tener ese temor que sentía y aún siento.
Valeria: Me pareció muy muy interesante ver cómo, a veces, estos jovencitos tratan de suprimir un poco toda esa carga que traen adentro.
Daniel: O sea, traumas.
Valeria: Sí… Ellos te dan a entender que ellos creen que estas cosas son cosas… que ellos deben de superar, ¿no? Entonces vienen como con esa carga, con ese trauma, y tratan de minimizarlo… porque parece que esa es la única forma, o el único método que encuentran de poder sobrevivir y seguir avanzando en ese viaje.
Daniel: ¿Y cuál es su status legal?
Valeria: Adriana y Alexia, afortunadamente, solicitaron refugio en México. Pero no entendían muy bien cómo eran los detalles del proceso de pedir refugio.
Valeria: ¿Y quién te representa? ¿Quién es tu abogado en este caso?
Adriana: Nadie.
Valeria: La procuraduría o…
Adriana: No. Sólo por migración venimos nosotras aquí.
Valeria: Entonces si tú quieres dar seguimiento a tu caso, ¿quién te informa de cómo van las cosas?
Adriana: Nadie.
Valeria: Nadie…
Daniel: Una pausa y volvemos.
–CORTE INTERMEDIO–
Daniel: Voy a sermuy honesto… Escucho las noticias por obligación moral, pero me deprime profundamente. Una manera divertida de mantenerme al día es escuchando Wait Wait Don’t Tell Me, el quiz de noticias de NPR. Es chistosísimo y muy enganchador. Y para el fin de semana del 14 de enero, el actor Tom Hanks será el invitado especial. Escúchalo en NPR ONE o en NPR punto O R G slash podcasts.
[Voz en el fondo]
Daniel: Soy Daniel Alarcón. Estás escuchando a Radio Ambulante.
Y esa es la voz de un voluntario en un albergue en Chahuites, Oaxaca. Está llamando la lista de un grupo de migrantes que van a pedir una visa humanitaria. Y aquí el dato: todas esas personas, toditas, habían sido asaltadas.
[Sigue voz en el fondo]
Valeria Fernández, la que estamos acompañando en su viaje por el sur de México, estuvo ahí ese día. Conversó con Jessica Cárdenas, la coordinadora del albergue. Y Jessica le contó que en los últimos dos años en México…
Jéssica Cárdenas: Se han tenido como mínimo… cerca de 1,500 denuncias.
Valeria: Los que asaltan a los migrantes son criminales: personas que se esconden en el camino mientras están viajando, y Jéssica me explicaba que están dentro de la misma comunidad…
Jéssica: Salen del monte, con armas, con machete o con rifle. Les piden que se desnuden, que se quiten toda su ropa, y ellos mismos les revisan la ropa a los migrantes para ver si no traen dinero, ¿no? A las mujeres las empiezan a tocar por los senos y todo eso… desnudas. Digamos también pues en ese sentido hay abuso sexual, ¿no?
Valeria: Y claro, el problema es la impunidad…
Jéssica: Desgraciadamente la Fiscalía no ha sido eficiente ni efectiva en detener estos delitos y por desgracia estos delitos hasta ahorita siguen en aumento. Desde hace más de dos años, ¿no?
Valeria: Y es justamente eso lo que me llamaba la atención. Si queremos entender la situación de los que migran, hay que entender la vulnerabilidad a la que están expuestos. Chahuites se convirtió en una nueva ruta, porque ahí es donde se pueden subir al tren. Por eso es que quise ir.
Daniel: En ese albergue en Chahuites, Valeria conoció a Abel, un chico guatemalteco de 17 años. Estaba en su tercer intento de cruzar.
Valeria: Abel me contó la historia que me han contado muchos jovencitos, ¿no? Que ellos se vienen con la esperanza de poder conseguir un mejor trabajo, es por motivos económicos. Él, como muchos, tiene un familiar en Estados Unidos, en este caso su hermano que vive en Washington, y le dijo: “¿Por qué no te venís? Acá podés trabajar podando árboles y vas a ganar mucho más dinero que allá”.
Daniel: En sus intentos anteriores, Abel nunca había logrado entrar a Estados Unidos.
Valeria: En su segundo viaje, lo detienen las autoridades de una policía municipal, cuando estaba por allá cerca de Veracruz. Le habían dicho unos amigos que se iba a poner frío, el viaje, entonces fue a una tiendita con un dinero que le había mandado su mamá a comprarse algo para abrigarse…
Abel: Este… Estaba probando una chamarra, si me quedaba…
Valeria: Estaba probándose una más gruesa, otra más fina…
Abel: Y me gustó uno y yo ya me lo tenía puesto cuando llegó la policía.
Valeria: Y le preguntan…
Abel: “Su documento, por favor”.
Valeria: Documentos para identificarse…
Abel: “No, nosotros no llevamos, somos inmigrantes”. “¿De dónde son?”, dijo. “Somos de Guatemala”. Y después nos dijo a todos: “Acompáñenos a la patrulla”.
Valeria: Lógicamente Abel y sus amigos no querían irse con la patrulla, pero los subieron a la fuerza, prácticamente, y les dijeron —que fue lo que más me extrañó— que si alguien les preguntaba por qué los habían detenido, que no dijeran nada…
Abel: “Ustedes no van a hablar nada”, dice.
Daniel: ¿Por qué le pidieron documentos?
Valeria: Me imagino que porque vieron su aspecto, a lo mejor no estaba muy bien vestido, a lo mejor lo juzgaron por su apariencia, por sus rasgos físicos. Y por eso le pidieron documentos, sospechando de que a lo mejor estaba en el país ilegalmente.
Daniel: O sea, la policía en México hace exactamente lo mismo que hace la policía estadounidense en muchos casos… contra mexicanos. Excepto que lo hacen contra centroamericanos, como Abel.
Abel: Después nos llevaron donde están todos los detenidos. Ahí es donde estuvimos 11 días encerrados.
Valeria: Y después lo deportaron. Vuelve a Guatemala y se queda solamente por dos días, porque cae en la cuenta —muy rápido— de que en Guatemala no tiene ningún motivo por el que quedarse. Y por delante tiene la posibilidad de quizás llegar a Estados Unidos y que le cambie la vida completamente, ¿no?
Daniel: Y cuando lo conociste, ¿cuál era su perspectiva? Digamos, lo había intentado ya dos veces, había fallado dos veces. ¿Y lo iba a intentar una tercera vez? ¿Por qué?
Valeria: Me decía que esta vez era diferente porque había conocido a otros jóvenes que estaban haciendo lo mismo. Entonces ya no tenía que viajar solo, porque viajar solo es muy duro y muy riesgoso. Pensaba que a lo mejor viajando en grupo iba a ser más difícil que los asaltaran, iba a ser más entretenido… Ya tenía amigos, entonces se sentía acompañado en el viaje.
Daniel: Abel conoció muchos chicos que estaban pidiendo la visa humanitaria, y según la ley, él también la podría pedir. Pero…
Valeria: Abel me dijo que él no, que él prefería seguir adelante, subirse al tren, y no esperar. Y la última vez que lo vi fue justamente subiéndose al tren.
Abel: Ahí está la migración ahí arriba…
Migrante: ¿Como cuánto tiempo está allí?
Abel: ¿Dónde? Está ahí por la orilla de… Ahí está la máquina de amarillo, ve.
Migrante: ¿Pero cuánto tiempo se va a estar aquí el tren?
Abel: Saber… A veces se mantiene unos 10 o 15 minutos…
Daniel: Este tren es “La Bestia”, del que tanto se habla. Y subirse requiere cierta destreza física, atletismo. Es que es muy peligroso
Valeria: O sea, si tú no sabes cómo agarrarte para subirte al tren, te succiona… y está, pues, lleno de personas que han perdido una pierna, un pie, un brazo…
Daniel: ¿Tú lo viste subir?
Valeria: Sí. Y lo que creo que pensé en ese momento fue: ¿qué es lo que le espera por delante? ¿Le tocará encontrarse con los Zetas? ¿Intentarán secuestrarlo? Cuántas otras cosas no le quedan por ver a Abel… y ¿va a ser el mismo Abel que yo conozco ahora cuando llegue —si es que llega— al otro lado?
¡Cuídense!
Abel: ¡Gracias!
Daniel: Unos 10 días después de despedirse de Abel, Valeria se encontraba en la Ciudad de México, la ciudad que muchos migrantes consideran la mitad de la ruta.
Valeria: Ellos se sienten como triunfadores. Sienten que… que ya, estando ahí, están un poquito más cerca de Estados Unidos.
Daniel: Allí Valeria visitó un último albergue. Uno que, por casualidad, acababa de abrir.
Valeria: Es un albergue que está en un barrio. Es como una casa. Y es diferente que el resto de los otros porque no es transitorio, es un lugar donde se pueden quedar por mucho tiempo, tienen obviamente sus cuartos compartidos, un comedor donde conviven. Y esa noche que llegué estaban haciendo como una reunión con uno de los organizadores en la biblioteca-iglesia, ¿no? El multipurpose, como decimos en inglés.
Daniel: Era un salón con mucho eco, con un altar a un lado y estantes llenos de libros al otro.
Valeria: Y el coordinador del albergue, es que es padre Alejandro Solalindes, sacerdote muy conocido, dijo: “Ay, Valeria! No te quedes acá esperando, pasá, pasá, —y me dice— acá podés estar, acá podés entrevistarlos”. Y me mete a un cuarto con estos 20 chicos para que los entreviste a todos a la vez.
Daniel: Los chicos estaban en círculo, sentados en unas sillas blancas de plástico.
Valeria: Todos están hablando a la vez. Todos hablan a la vez, uno habla encima del otro, y yo me pregunto “¿cómo voy a hacer para entrevistar a todos a la vez?”. No había oportunidad de sacar la grabadora en ese momento porque me estaba presentando y era muy chocante, yo sacar la grabadora en ese momento, ¿no?
Daniel: Entonces Valeria trató de romper el hielo.
Valeria: Entonces les digo: “Soy migrante, como ustedes”. Y ahí pusieron el grito en el cielo: “¿Cómo? ¿Qué? No, no, no, no. Eso es una burla”, me dicen. “¿Cómo migrante? Eso no es migrar”, dice uno. “Eso no es migrar. Migrar es pasar por muchas cosas”. “Migrante es el que lo aguanta todo”. “Migrante es el que sufre en el camino… por llegar”.
Y la verdad que me dio un poquito de vergüenza… Y fue una pequeña lección de humildad, porque con la mejor intención yo quería relacionarme con ellos, y, de pronto, otra vez ellos me echan en cara o me hacen notar ese privilegio. Ese privilegio… de tomarse un avión. Ese privilegio de tener un pasaporte para atravesar la frontera. Ese privilegio de haber estudiado inglés. Ese privilegio que uno tiene hasta con el color de la piel por parecer más anglosajón o más europeo, que hace que no te detengan como lo detuvieron a Abel. Ese privilegio de poder hacerme invisible… si es que quiero…
Daniel: En el próximo episodio de Radio Ambulante: ¿Qué pasa con los menores no acompañados que sí logran llegar a Estados Unidos?
“…su manera de protegerse es alejarse o causar problemas.”
Valeria Fernández es periodista independiente. Vive en Phoenix, Arizona. El viaje a México del que nos contó en este episodio lo hizo con el apoyo de una beca del International Center for Journalists. Vamos a dejar un link a su documental, Two Americans, en nuestra página web.
Esta historia fue editada por Silvia Viñas, Camila Segura, y por mí.
El diseño de sonido fue realizado por Ryan Sweikert.
El resto del equipo incluye a Luis Trelles, Fe Martinez, Elsa Liliana Ulloa, Barbara Sawhill, y Caro Rolando. Nuestros pasantes son Emiliano Rodríguez, Andrés Azpiri y Luis Fernando Vargas.
Carolina Guerrero es la CEO.
Conoce más sobre Radio Ambulante y sobre esta historia en nuestra página web: radioambulante.org. Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.