Acuario de papel | Transcripción

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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón. 

El campus de la Universidad de Oriente de Cumaná, Venezuela, está construido sobre un pequeño cerro con vistas panorámicas del Caribe. 

[Juan Savignac]: Era una joya que brillaba con luz propia. El que entraba a la universidad, aunque sea por un semestre, nunca la olvidaba. 

[Daniel]: Él es Juan Savignac Chen. Tiene 69 años y nació en la Isla Margarita, en el noroeste de Venezuela. La primera vez que salió de ahí fue a los 17, cuando se fue a estudiar a la Universidad de Oriente. 

La UDO, como también se la conoce, es una de las universidades públicas más importantes de ese país. Fue fundada en 1958 y tiene sedes en cinco ciudades del oriente de Venezuela, incluyendo Cumaná. 

Cuando Juan llegó ahí a estudiar en 1972, encontró un campus nuevecito y una pequeña ciudad dedicada a la vida universitaria.  Desde sus inicios, la UDO fue un motor de crecimiento económico para Cumaná y para el estado de Sucre, uno de los más pobres del país. 

[Juan]: La UDO llegó a representar aquí la gallina de los huevos de oro.



[Daniel]: Porque ofrecía muchísimos beneficios: comedor, transporte, descuentos en tiendas… y sobre todo la promesa de una mejor vida. Para trabajadores, profesores, vecinos, estudiantes. Tanto así que a ella llegaban a trabajar y a estudiar de todas partes de Venezuela, desde Mérida hasta Maracaibo. 

[Juan]: Amanecíamos en las calles estudiando. Y nadie…  la delincuencia era mínima, pues. Se respetaba al estudiante. 

[Daniel]: Pertenecer a la UDO era un motivo enorme de orgullo, algo que te marcaba para toda la vida. 

En 1984 la UDO le dio trabajo a Juan: una pasantía de dos meses en una de las bibliotecas más importantes de la universidad: la Biblioteca Doctor Rafael A. Curra del Instituto Oceanográfico de Venezuela. 

Juan la recuerda perfecto. En la entrada tenía una puerta con un vidrio grueso de color marrón. Al cruzar, a la derecha, había un mostrador y unos lockers de madera, para recibir los bolsos de los visitantes. La biblioteca era pequeña, poco menos que una cancha de tenis. Pero el tamaño no importaba.

[Juan]: Ese pequeño cuchitril que estaba ahí era mejor de todas. Ahí había material que no aparecía en internet.

[Daniel]: Había una sala de consultas con sus mesas para los visitantes. Había secciones de revistas especializadas, de publicaciones seriadas y, por supuesto, de libros, algunos de 200 años de antigüedad. Todos en sus estanterías de metal y de madera. 

La biblioteca era un poco anticuada, sí, pero sobre todo en sus formas. Todo era tan estricto, tan rígido y hermético… que los que trabajaban ahí no dejaban reacomodar ni un mueble. Las sillas y las mesas tenían papelitos marcados con los nombres de investigadores, para su uso exclusivo. Y además, solo la podían usar estudiantes de posgrado e investigadores. 

[Juan]: Los estudiantes rasos, como los llamaba yo, que eran los que estaban estudiando licenciatura, no tenían acceso. 

[Daniel]: A Juan le parecía absurdo que un lugar lleno de tanta información fuera tan restringido, casi hostil. Esto venía de sus años de estudiante, cuando las bibliotecas eran lugares demasiado autoritarios para su gusto. Pero ahora que Juan formaba parte de este mundo, se atrevió a pensar en transformarlo.  

[Juan]: Vamos a cambiar la tónica de esta biblioteca. 

[Daniel]: Al principio siguió al pie de la letra todas las reglas, y con trabajo metódico y duro se fue convirtiendo en uno de los mejores empleados.  Cuando pasaron los dos meses de la pasantía, le preguntó a su jefe si se podía quedar. Y él le dijo:

[Juan]: Me gusta como usted trabaja. Váyase cuando le dé la gana.

[Daniel]: Y Juan se quedó. 

[Juan]: Y eso me motivó y ahí fui, fui, fui trabajando, trabajando como la hormiguita…

[Daniel]: Hasta que sintió que había encontrado su lugar.

[Juan]: Yo era Juan en la biblioteca, era mi sitio, era mi mundo.

[Daniel]: Un mundo que por girar en torno a las ciencias del mar Juan llamó su acuario. Un mar de papel, de libros, de tesis y de revistas en el que Juan se fue sumergiendo a lo largo de más de 30 años. Uno que pensó que siempre estaría ahí… para las generaciones futuras. 

Pero ¿qué pasa cuando el ahora es tan urgente que el futuro deja de importar? ¿Qué estás dispuesto a hacer para salvar un lugar en el que otras personas han dejado de creer?

Les contamos después de la pausa. 

[MIDROLL]

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Esta historia fue producida por la periodista venezolana Nayrobis Rodríguez y por nuestro productor Pablo Argüelles. Acá Pablo. 

[Pablo Argüelles]: Durante los años que estuvo en la biblioteca del Instituto Oceanográfico de Venezuela, Juan Savignac vivió para trabajar. 

Al principio lo motivaba un instinto de supervivencia: el deseo por hacerse indispensable y no perder su trabajo. Era muy joven y sin ningún conocimiento práctico. 

Pero con el tiempo fue cultivando también un espíritu de servicio: una devoción y una vocación por la pequeña biblioteca que comenzó a absorber la mayor parte de sus días. Porque Juan solía llegar a la universidad a las 5:30 de la mañana y también, de vez en cuando, acostumbraba pasar noches enteras entre sus libros.   

[Juan]: Yo estuve 45 días seguidos.

[Pablo]: 45 días durmiendo en la biblioteca. Y en esas largas jornadas y desvelos Juan comenzó a leer. 

[Juan]: Todo, todo, todo.

[Pablo]: De pasillo en pasillo, de estante en estante. Todo lo que pudiera sobre las ciencias del mar, todo lo que los investigadores dejaban a su paso. 

[Juan]: Todo papelito que tiraban yo lo agarraba, lo leía, lo procesaba. Y si había algo que no sabía, yo anotaba la palabra, la buscaba y hasta que yo no la utilizara, no la sacaba del bolsillo. 

[Pablo]: Y mientras más leía, más grande y preciosa le parecía la pequeña biblioteca. Pero Juan no solo leía, también memorizaba. Muchas veces en voz alta. Algunos de sus colegas le decían que estaba loco. Pero él dice que esa locura le permitía saber dónde encontrar el 75% del contenido de la sección de revistas, y el 100% de la sección de libros. O sea, unos 5,757 libros, 783 tesis, 900 folletos. Y unos cuantos millones de revistas, según sus estimados. Y así, cuando llegaban investigadores de todo el mundo…

[Juan]:  Rusos, chinos, francés, italianos…

[Pablo]: Y Juan los atendía… 

[Juan]: ¿Qué quiere usted?

[Pablo]: Y, digamos, le pedían información de la fosa de Cariaco, la segunda mayor cuenca anóxica del mundo; o sobre algas, camarones, mejillones, corales, peces marinos o peces de río, fitoplancton, zooplancton, ictioplancton, o quizás caracoles del Caribe, conocidos también como botutos.

[Juan]: ¡Ah, el botuto! Aquí lo tiene.

[Pablo]: Juan ya sabía exactamente dónde buscar. Y cuando sus compañeros lo criticaban por saltarse las reglas…

[Juan]: “¡No puede ser, tú estás haciendo mal el trabajo!” 

[Pablo]: Por tener un trato demasiado directo con los usuarios, por no usar el sagrado sistema de fichas bibliográficas, Juan les decía:

[Juan]: “El usuario tiene un tiempo precioso. Él no tiene un día para venir a consultar.  Ahorrémosle tiempo.“

[Pablo]: Le parecía lo más lógico volver todo más amable, más asequible. Con el tiempo, Juan fue tomando más confianza y un día se atrevió a arrancar los papelitos con los nombres de los investigadores que estaban en las sillas y mesas del área de consulta.

[Juan]: Porque todos somos la universidad. No era un grupo exquisito o de “¡Ah! Ellos son los doctores…” ¡No!

[Pablo]: Después logró conseguir el permiso de sus superiores para abrir las puertas a los estudiantes de licenciatura. Pero como no muchas personas sabían que la biblioteca existía… puso un cartel afuera, con letras bien grandotas: Biblioteca Doctor Rafael A. Curra. 

[Juan]: Entonces teníamos estudiantes visitando de todo el núcleo. 

[Pablo]: Juan quería que la biblioteca fuera un pequeño refugio en el corazón de la Universidad de Oriente.

[Juan]: Porque la biblioteca servía hasta también para llorar. Porque teníamos una mesita, lo habíamos hecho ya adrede, una mesita apartada. ¿Y eso para qué? Para aquel que quiera venir a desahogar sus penas y que nadie lo moleste. 

[Pablo]: Y así la biblioteca se extendía, lentamente, año tras año. Y esa lentitud estaba bien. Porque la biblioteca, y en realidad toda la universidad, eran un proyecto a muy largo plazo. Requerían paciencia y estabilidad. 

En 2017, más de 30 años después de empezar su pasantía, Juan fue nombrado, por fin, jefe de la biblioteca. 

Pero para ese momento, en todo el país, la paciencia y la estabilidad ya se estaban agotando. 

Aquí hay que retroceder un poco en el tiempo y salir por un momento de la universidad. Cuatro años antes de que Juan fuese nombrado jefe, en el 2013, cuando Nicolás Maduro llegó al poder, Venezuela empezó a caer en una crisis económica que no dejaría de empeorar en los siguientes años. 

Y con esa crisis económica, la situación de las universidades, que ya iba en declive, se agravó.

Porque desde hacía casi una década, cuando Hugo Chávez estaba en el poder, el gobierno había comenzado a reducir el financiamiento de las universidades públicas del país, incluyendo la UDO. Eso empeoró con Nicolás Maduro, hasta el punto que, en el 2014, la UDO solo recibió el 28% del presupuesto que solicitó. Y como la mayoría de ese dinero servía para gastos y salarios, con los recortes los trabajadores universitarios comenzaron a ganar cada vez menos. 

[Mayré Jiménez]: El profesor universitario era de clase media alta. 

[Pablo]: Ella es Mayré Jiménez, directora del Instituto Oceanográfico de Venezuela. 

[Mayré]: Ahora no, ahora somos baja. Aquí la clase media se acabó. 

[Pablo]: “Aquí”, en la universidad, y “aquí”, en el país.

Por el 2016, en medio de la crisis y los continuos recortes de presupuesto, los mecanismos que aún sostenían a la Universidad de Oriente comenzaron a fallar. El comedor empezó a dar una comida al día en vez de tres. El transporte universitario dejó de funcionar. Algunos profesores, cuyos salarios apenas alcanzaban para comprar una bolsa de arroz al mes, comenzaron a jubilarse o a emigrar. Y a muchos estudiantes se les presentó un dilema: comer o estudiar. 

Y esos no fueron sus únicos problemas. También comenzaron los asaltos en la UDO. 

[Mayré]: Y era de imprevisto. Y uno salía de la clase y de repente te encontrabas con el ladrón, la pistola, con otro más y “todo el mundo quieto” y le quitaban a todo el mundo las carteras, los morrales, los teléfonos. 

[Pablo]: La comunidad universitaria reaccionó. Algunos colectivos de estudiantes comenzaron a organizar protestas en Cumaná. Y las autoridades universitarias también presentaron varias denuncias ante la fiscalía. Pero la respuesta que recibían era que el gobierno no podía enviar fuerzas de seguridad dentro del campus, porque la Universidad de Oriente era autónoma. 

[Mayré]: Esa autonomía universitaria impedía que la policía o la guardia nacional, a menos que fuera un acontecimiento muy grande, tuviera acceso libre a entrar a la universidad. 

[Pablo]: La autonomía universitaria es un concepto que tiene mucha historia en Latinoamérica. Fue surgiendo hace más de 100 años en diversos países de la región, desde Argentina hasta México, como un mecanismo de defensa de las universidades frente al poder y los abusos de los Estados. A grandes rasgos, la autonomía permite a las universidades públicas elegir sus propias autoridades, definir la mejor forma de utilizar sus presupuestos y tener libertad de investigación y de cátedra. Además de que impide que fuerzas de seguridad ajenas entren en sus territorios. 

En Venezuela, la autonomía universitaria existe como ley desde 1958, año en que se fundó la Universidad de Oriente. Pero en mayo de 2016, abrumada por olas y olas de asaltos, la UDO aprobó una resolución para que las fuerzas de seguridad del Estado pudieran entrar a los campus de todas sus sedes, entre ellas la de Cumaná.

[Mayré]: Que dieran rondas adentro de la universidad para evitar–  porque como no había policía– los vigilantes de la universidad no podían estar armados. Solo tenían un garrote en la mano como única protección. 

[Pablo]: Fue una medida extraordinaria. Con esto, la Universidad de Oriente estaba sacrificando parte de su autonomía. Pero las autoridades no respondieron a esta resolución más que con actos simbólicos.

[Mayré]: Ahí a veces entraba una patrulla, daba una vuelta, pero nada.

[Pablo]: Sin el apoyo del gobierno, la UDO estaba sola. Y los asaltos siguieron impunes. 

Y luego, en junio del 2016, Cumaná estalló. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[EuroNews]: Más de 400 detenidos en Venezuela durante los saqueos de comercios. La policía ha reforzado la seguridad en la ciudad de Cumaná, donde ha tenido lugar el pillaje en medio de una ola de disturbios…

[Pablo]: Durante dos días, fueron saqueados alrededor de un centenar de negocios de la ciudad.

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[AFP]: Panaderías, supermercados y ferreterías fueron arrasados el martes en lo que comenzó como una protesta en reclamo de comida.

[Pablo]: Los disturbios se comenzaron a etiquetar en las redes sociales como “Cumanazo”. Hubo tiroteos entre la Guardia Nacional y civiles. Murió una persona y hubo veinte heridos. La violencia alcanzó barrios cercanos a la Universidad de Oriente. 

Y los rumores no se demoraron en llegar. Por el 2017, cuando Juan ya era jefe de la biblioteca y pasaba la mayoría de su tiempo ahí, empezó a escuchar algo inquietante. De vez en cuando acostumbraba tomar café con los trabajadores de mantenimiento y los guardias, y ellos le comenzaron a decir que en un barrio colindante a la UDO, llamado Los Molinos, cerca de donde había sucedido el Cumanazo, se hablaba de saquear la universidad. 

[Juan]: “Juancito, por allá se escucha que van a atacar al núcleo”… “Juancito, acuérdate de lo que te dije ayer”… “Ten cuidado, no te quedes”… “Cónchale, déjate de eso. ¡La universidad nunca te lo va a pagar!”

[Pablo]: Pero Juan les decía:

[Juan]: “No es la universidad… Soy yo. Si yo me salgo de aquí, ¿para dónde me voy?”

[Pablo]: Abandonar la UDO significaba dejar todo lo que le daba sentido a su vida. Las noches de lectura, los libros memorizados, las visitas de los estudiantes y profesores. Su trabajo. Así que siguió metido en la biblioteca. Pero también intentó sonar las alarmas con sus superiores. Y cuando lo hacía, ellos le decían:

[Juan]: “¡Eso son rumores de camino!” Chanfles, ¿cómo hace uno para que crean que el de abajo está escuchando algo que el de arriba tiene los oídos tapados? Bueno, lo que hay que hacer es esperar entonces… 

[Pablo]: Una pausa y volvemos. 

[MIDROLL]

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Durante más de cincuenta años, la Universidad de Oriente en Cumaná fue un motor de la clase media en el estado de Sucre, en Venezuela. Fue un lugar pacífico, autónomo, casi sagrado. Hasta que, en 2013, el país empezó a entrar en una crisis económica muy profunda. 

Poco después empezaron a haber asaltos dentro del campus y Juan comenzó a escuchar unos rumores muy inquietantes: que el saqueo del campus y de todos sus tesoros era inminente. Y sin ayuda del Estado, lo único que podían hacer los universitarios era esperar…

Nuestro productor Pablo Argüelles nos sigue contando. 

[Pablo]:  La espera no duró mucho. Mientras Juan y Mayré seguían yendo religiosamente al Instituto, los rumores se volvieron realidad en los edificios de Matemáticas y de Ciencias. Ahí comenzaron los saqueos. 

[Alejandro Rincones]: Estas personas utilizaron la Universidad de Oriente como ferretería. 

[Pablo]: Él es Alejandro Rincones. Estudió Química en la UDO entre el 2015 y el 2020.

[Alejandro]: Les faltaba una puerta, la iban a buscar a la Universidad de Oriente. Les faltaba una silla, la iban a buscar a la Universidad de Oriente. Les faltaba una mesa, la iban a buscar a la Universidad de Oriente.

[Pablo]: Los robos de útiles y material en el edificio de Ciencias comenzaron por lo menos desde el 2014. Pero, según Alejandro, a partir del 2017 el problema se agravó muchísimo más. Fue entonces cuando comenzaron a desaparecer ya no solo una caja de guantes por aquí o un par de sillas por allá, sino también cosas más grandes y valiosas. 

[Alejandro]: Balanzas, pesos, computadoras.

[Pablo]: Alejandro formaba parte de un colectivo estudiantil llamado Conciencia Activa, y también de la asociación de estudiantes de química. Al principio se enfocaban solamente en temas académicos. 

Pero cuando las cosas empezaron a ir mal en la universidad, comenzaron a involucrarse mucho más en su defensa. Como el gobierno no estaba respondiendo a la llamada de auxilio para protegerlos, ellos mismos tenían que hacerlo.

[Alejandro]: Muchas veces nos quedamos a dormir allí por solicitud y de apoyo a algunos vigilantes del edificio.

[Pablo]: Y esa defensa podía llegar a ser… radical. Alejandro recuerda que un día, unos compañeros del departamento de física encontraron a unos saqueadores dentro del edificio… 

[Alejandro]: Los amarraron en un pupitre, les echaron gasolina… sin prenderlos ni nada, pero para amenazarlos a ellos y para sembrar temor en ellos de que no lo volvieran a hacer.

[Pablo]: Y luego los llevaron a la fiscalía, que está justo frente al campus. 

[Alejandro]: Pero la fiscalía no procedía en nada y liberaban a los, a los detenidos debido a que no eran los estudiantes los encargados de llevar a los delincuentes ni poner la denuncia.

[Pablo]: Según la policía, las denuncias debían venir directamente de las autoridades universitarias. Alejandro y sus compañeros hablaron con la directora del campus sobre denunciar formalmente  los saqueos.  

[Alejandro]: Con mucho temor ella decía que no se atrevía a denunciarlos por las represalias que podían tomar, eh, contra ella que ya había sido amenazada en muchísimas ocasiones por estos delincuentes. 

[Pablo]: Contactamos a la directora para hablar al respecto, pero nos dijo que prefería no darnos la entrevista. 

Sin el apoyo de nadie, fue inevitable que los saqueos siguieran. En mayo de 2018, el edificio de Ciencias sufrió un nuevo golpe: el aire acondicionado en el laboratorio de Química analítica fue robado, y en la sala de lectura del departamento de Física desaparecieron unos ventanales de vidrio. Cada vez era más difícil seguir estudiando. 

[Alejandro]: Mientras más nos atrasamos, más tiempo duramos dentro de la universidad y eso nos frustraba más. Eso nos motivaba a llegar a lugares donde quizás normalmente no llegaríamos.

[Pablo]: Fue ahí que Alejandro y otros de sus compañeros tomaron una decisión:

[Alejandro]: Nos fuimos un grupo de estudiantes al barrio Los Molinos.

[Pablo]: Los Molinos, el barrio donde se sospechaba que vivían los saqueadores. 

[Alejandro]: Más que miedo, era enojo lo que nos motivó a ir allá. 

[Pablo]: Alejandro y los otros estudiantes comenzaron a bajar la pequeña cuesta que separa el edificio de Ciencias del Barrio. Era cerquita, a unos 300 metros. Y como venían desde un terreno más alto, era fácil verlos desde abajo.

[Alejandro]: Sí recuerdo unos niños que cuando nosotros nos íbamos acercando, éramos alrededor de siete personas, salieron corriendo a como a que avisarle a las personas que estaban allí, que venía alguien.

[Pablo]: Los estudiantes llegaron al pie de la cuesta. Y ahí vieron todo… 

[Alejandro]: Ahí nos encontramos con un cementerio de artefactos robados. Había unas especies de fogatas con piedra que no solo presumíamos, sino tenemos la certeza de que era para quemar el cobre que extraían de los cables, de los equipos… 

[Pablo]: Vieron carcasas de computadoras, unas 40. Y también de aires acondicionados. Todos tenían las etiquetas que los identificaban como “bienes nacionales”, o sea propiedad de la UDO. Los estudiantes continuaron caminando hacia el barrio. Las puertas se cerraban a su paso y cuando tocaban una, nadie abría. Hasta que apareció una señora…

[Alejandro]: Nos dijo que nosotros nos podíamos entrar pa allá, así como que así, que eso era territorio de ellos.

[Pablo]: La mujer comenzó a gritarles. 

[Alejandro]: Que nos fuéramos, que nos fuéramos, que nos fuéramos. 

[Pablo]: Otras personas comenzaron a salir también. Las cosas se pusieron tensas. Uno de los estudiantes comenzó a discutir con la gente que los rodeaba. Pero otros prefirieron volver a la universidad. Y, más frustrados que antes y con tanta rabia, tomaron una decisión radical: quemaron los caminos que conectaban a la universidad con Los Molinos. 

[Alejandro]: Hicimos una quema de, de, de escombros. O sea, en nuestra ignorancia pensamos que eso los podía detener, pero no, no..

[Pablo]: No pararon. De hecho, a partir de ahí todo empeoró todavía más… pues la situación política de Venezuela y el día a día de la UDO empezaron a colisionar. 

(SOUNDBITE ARCHIVO)

[Multitud gritando]: “Juramento, juramento, juramento” 

[Pablo]: El 23 de enero de 2019, frente a miles de personas en Caracas, el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó hizo juramento como jefe interino del ejecutivo…  

(SOUNDBITE ARCHIVO)

[Juan Guaidó]: ¡Juro!

[Pablo]: Es decir, como sustituto de Nicolás Maduro, quien se había reelegido poco antes en unas elecciones boicoteadas por la oposición y sin reconocimiento de la mayoría de la comunidad internacional.

Fueron semanas muy tensas. El país y el mundo entero se movilizaban a favor y en contra de Guaidó y de Maduro. Y las universidades venezolanas también comenzaron a tomar postura. 

A inicios de febrero, los rectores de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Simón Bolívar se reunieron con Guaidó para respaldarlo. Otras, como la del Zulia, la de Carabobo y la de los Andes también lo apoyaron.

Y en medio de esta ola de reconocimientos a Guaidó, el 14 de marzo el Ministerio de Educación Superior de Venezuela congeló la entrega de presupuestos a varias universidades autónomas del país.

La razón fue sencilla: al no mencionar en el documento de solicitud del presupuesto a Nicolás Maduro como –y aquí cito– “presidente constitucional de la república” las universidades se quedaban sin dinero para pagar la nómina de sus trabajadores.

Cinco días después, la rectora de la Universidad de Oriente, Milena Bravo, viajó a Caracas para reunirse con Guaidó y respaldar su plan político. Y las consecuencias no tardaron en llegar a la universidad.  

(SOUNDBITE ARCHIVO)

[Toma Rectoría Archivo]: Cuando son las nueve de la noche en el salón rectoral de la Universidad de Oriente…

[Pablo]: El 30 de abril del 2019, un grupo de hombres afines al régimen de Nicolás Maduro ocuparon la rectoría de la UDO en Cumaná. Este es el audio de un video que comenzó a circular en redes y medios venezolanos pocos días después. En el video, cuatro hombres entran a las oficinas vacías de la rectora de la UDO, Milena Bravo. 

(SOUNDBITE ARCHIVO)

[Toma Rectoría Archivo]: Milena, tu tiempo se acabó, Consejo Universitario, su tiempo se acabó. La universidad va a prosperar. Va garantizar el derecho al estudiante, el derecho al obrero, para que verdaderamente tenga una universidad digna.

[Pablo]: Los hombres no se identifican, no muestran pruebas de ser estudiantes o trabajadores de la UDO. Solo dicen que están bajo las órdenes del Ministro para la Educación Universitaria. Y luego descuelgan de las paredes de la oficina dos retratos de la rectora, una fotografía y una pintura. Y en su lugar… 

(SOUNDBITE ARCHIVO)

[Toma Rectoría Archivo]: Hazme un  favor. Pásame al único hombre que ha reivindicado el proceso histórico universitario como lo es el comandante en jefe Hugo Chávez. 

[Pablo]: Los hombres cuelgan un retrato de Hugo Chávez. 

(SOUNDBITE ARCHIVO)

[Toma Rectoría]: Seguimos venciendo, con Chávez y Maduro. ¡Viva la patria! ¡Viva la patria!

[Pablo]: La ocupación de la rectoría duró unos tres meses. Por entonces, los saqueos en la universidad ya se habían propagado hacia el corazón del campus. La universidad ya no tenía luz, los transformadores habían sido desmantelados y las clases nocturnas se cancelaron. Algunos profesores y estudiantes seguían yendo durante el día pero tenían que acercarse a las ventanas para trabajar con la luz del sol. Y cuando anochecía, la universidad se convertía en tierra de nadie. Por las madrugadas se escuchaban desde los alrededores los martilleos y los taladros de los saqueadores, que ahora estaban desmantelando la infraestructura de la universidad. Paredes, techos, suelos, escaleras. 

Por ese entonces los edificios de Matemáticas y de Ciencias ya no eran más que esqueletos. Luego vinieron también los edificios de Estudios Básicos, luego la Asociación de Profesores, después el Auditorio.  

[Mayré]: Prácticamente lo único que quedaba era el IOV. 

[Pablo]: El Instituto Oceanográfico donde Mayré seguía trabajando. Durante todos estos meses, ella, Juan y otros miembros de la comunidad del IOV, a pesar de todo, siguieron subiendo al campus. 

[Mayré]: Y nosotros veíamos eso y decíamos “no, esto se va a parar. Esto no va a seguir. Aquí no va a llegar.” 

[Pablo]: Habían puesto barrotes en las ventanas y resguardado los materiales más valiosos, como un microscopio electrónico. Creían que eso sería suficiente para detener a los saqueadores. Creían que si ellos seguían subiendo al campus, si demostraban que el Instituto no había sido abandonado y que había vida dentro de él, nadie se acercaría. 

Pero alrededor de septiembre de 2019, poco antes de celebrar el aniversario 60 de la fundación del Instituto:

[Mayré]: Nosotros nos fuimos un viernes y el lunes, cuando llegamos, todo lo habían roto. Habían roto rejas, ventanas, puertas y todo lo que se pudieron llevar…

[Pablo]: Se lo llevaron. Computadoras, aires acondicionados, refrigeradores. Pero Mayré y los otros no se dejaban intimidar…

[Mayré]: Hicimos nuevas rejas y las pusimos más fuerte. Y eso duró como un mes. Eso se lo llevaron. 

[Pablo]: El colapso era inminente. Fue entonces que comenzó el éxodo del Instituto Oceanográfico. Comenzaron sacando los equipos costosos que quedaban: lupas, balanzas, estufas,  microscopios… Todo lo que sirviera para poder seguir investigando y enseñando, fueran a donde fueran a parar.  Y así, de día, los trabajadores del instituto sacaban todo lo que podían. Y de noche, los saqueadores entraban. 

[Mayré]:  Lo que no se podían llevar, lo tiraban al piso y lo rompían. 

[Pablo]: Y al día siguiente: lo mismo. Los trabajadores volvían a tratar de seguir rescatando lo que quedara. Mayré se acuerda de un día cuando entró a uno de los laboratorios y de inmediato supo lo que habían hecho la noche anterior. 

[Mayré]: Agarraron el formol, que es con lo que preservábamos los organismos y lo empezaron a regar por los pisos. Eso, ese olor es horrible. Eso es con lo que preservan los muertos. 

[Pablo]: El mensaje era claro:  

[Mayré]: O sea, la idea era alejarnos de allí. 

[Pablo]: Pero los trabajadores no se iban. Pasaron unos meses así, como el gato y el ratón. Y durante este tiempo, hubo un lugar en el que los saqueadores también comenzaron a entrar: la Biblioteca de Juan. 

[Juan]: Fueron por las ventanas de vidrio, por la madera que tenía la biblioteca. 

[Pablo]: La madera de los estantes, del mostrador, de los lockers. La madera  que podía ayudar a cocinar en medio de una escasez de gas que por entonces había en Cumaná. Eran los primeros meses del 2020. A la crisis económica en Venezuela se le sumó la pandemia. Se cancelaron las pocas clases presenciales en la UDO y el campus terminó de convertirse en un terreno baldío.

Y preocupada por los miles de libros, de revistas, de tesis y folletos que tenía la biblioteca del Instituto, Mayré habló con la rectora de la universidad y le dijo: 

[Mayré]: “Profesora, esa biblioteca, que es la única en el país de ciencias marinas, es un un tesoro muy valioso. Y necesitamos resguardar los libros.” 

[Pablo]: La rectora les ofreció espacios en unos edificios que tenía la universidad en Cumaná. Y así comenzaron las misiones de rescate de la biblioteca. Montados en un par de camionetas, Juan, Mayré y un puñado de profesores y estudiantes, subían al campus bien temprano…

[Juan]: Comenzábamos a las siete de la mañana y eran las dos de la tarde y estábamos a las siete cargando y a las dos descargando. ¡O sea! 

[Pablo]: Cargando y descargando libros, revistas, folletos…

[Juan]: Nos abocamos a sacar lo más que, que podíamos. 

[Pablo]: Las misiones no podían durar más de unas cuatro horas, porque alrededor de las 11 se empezaban a escuchar los taladros y las máquinas de los saqueadores tumbando paredes. 

[Mayré]: Cuando nosotros empezamos a sentir el papapam: “¡epa, a recoger todo, vámonos!” 

[Pablo]: Todo sin ningún otro apoyo más que el de su propia pequeña comunidad. 

[Mayré]: Tuvimos mucho apoyo de profesores del exterior.

[Pablo]: De los profesores del instituto que habían dejado Venezuela, que habían emigrado para otras universidades, y que les mandaban dinero. Sobre todo para la gasolina que escaseaba, cuya distribución controlaban el gobierno y el ejército, y por la que Juan y Mayré tenían que hacer filas durante horas. Y a veces…

[Juan]: No nos echaban gasolina en las estaciones por ser del Oceanográfico. Y la directora se bajaba: “Y por favor, mire que no somos.” “¡No!” A veces nos acusaban: “Ellos son los saqueadores porque vean dónde se llevan los libros.” 

[Mayré]: Hasta nos tomaron foto y nos decían estos son los ladrones de la universidad.  

[Pablo]: Pero ellos seguían. Buscaban el apoyo de algunos estudiantes. Y a cambio de su ayuda…

[Mayré]: Mira, te invito a que me ayudes a cargar libros.

[Pablo]: Mayré les ofrecía algo de comida.

[Mayré]: Un desayuno, una merienda. Y así iban más rápido porque no tenían para desayunar en su casa.  

[Pablo]: Ahora, el proceso de rescate era… atropellado. 

[Juan]: No nos daba tiempo a discernir. Era agarrar las que estaban en mejores condiciones. Pero como todo estaba entremezclado porque se llevaron las estanterías…

[Pablo]: El suelo estaba cubierto de libros y revistas. Un caos. 

[Juan]: “¿Juan, cuál? Éstas que están aquí”… “Tres de una colección”… “¿Éstas? Sí, éstas tan limpias, éstas”… “Tres de otra, cuatro de esto”… “Ésta sí sirve”.

[Pablo]: Por si fuera poco, los saqueadores habían robado los tragaluces de los techos… entonces, con los días, parte de la colección se empezaba a mojar con la lluvia. Décadas de clasificación y conservación convertidas en un mar de papel sucio. 

Un día, durante los rescates, Juan encontró regados por el suelo unos ejemplares de la revista Science, unos de los más valiosos de la colección. 

[Juan]: Se hacían su necesidad fisiológica sobre ella. ¿Qué me estaban diciendo? “Señor, este terreno es de nosotros.” 

[Pablo]: Como si marcaran territorio. Defecando, orinando. Y también quemando. Una noche a finales de mayo de 2020, Mayré empezó a recibir mensajes: 

[Mayré]: “¡Tan quemando, tan quemando el núcleo!” 

[Pablo]: Un incendio en la biblioteca central de la Universidad de Oriente. 

[Mayré]: Yo me fui ese día muy temprano, llegué todavía, todavía estaban los bomberos y todavía echaba humo y un grupo de profesores ahí viendo, muchos llorando: “Dios mío, ¿qué pasó?” 

[Pablo]: El incendio consumió alrededor de 120 mil libros de esa biblioteca que, junto a la del Instituto Oceanográfico, era una de las más importantes de la UDO.  

Se desconocen las causas del incendio. Unas versiones apuntan a que fue un accidente, a que quizás unos saqueadores estaban usando antorchas para alumbrarse mientras robaban de noche y que el fuego se les salió de las manos. Pero para las autoridades universitarias, los bomberos y algunos miembros del movimiento estudiantil, el incendio fue intencional. 

En comentarios a la prensa, la rectora de la UDO dijo, y aquí cito: “Solo mentes perversas pueden participar en una cosa tan diabólica como esta. Quemar una biblioteca es quemar la cultura, la academia, las bases fundamentales de un país.”

La colección de la biblioteca tenía un valor estimado de un millón de dólares. Su destrucción no tenía sentido. ¿Por qué entonces quemarla? ¿Por qué no solamente robar lo vendible y después irse? Este tipo de dudas  hacían difícil no preguntarse quiénes eran las personas responsables:   

[Juan]: No sé cómo, cómo catalogarlas, no soy quién para catalogar a nadie. A un libro sí lo catalogo, pero a las personas no.  

[Pablo]: Hasta ahora hemos hablado de las personas que destruyeron la universidad como saqueadores. Pero la palabra es poco precisa. Porque los saqueadores no eran todos iguales. 

Durante los casi diez años que duró su caída, la UDO se convirtió en una especie de mina pública a la que distintos grupos entraban con distintas intenciones: unos, para robar lo que pudieran, por necesidad; otros, más organizados, para aprovecharse de la impunidad que reinaba en el campus y hacer negocio con todos sus recursos; y luego otros, los grupos afiliados al gobierno, que entraban para destruir por destruir, por pura revancha política cada vez que la universidad reivindicaba su autonomía. 

El saqueo de la UDO era un ejemplo concreto de la magnitud del deterioro institucional y social que había en Venezuela. La universidad ya no era un proyecto a largo plazo entre generaciones, sino un chivo expiatorio para las necesidades más inmediatas y pasajeras.  

Con la destrucción de la biblioteca central, quedó en cenizas mucho del conocimiento que había producido la UDO desde su fundación.

[Mayré]: Ahí en esa biblioteca estaban guardadas las investigaciones de casi 60 años que había hecho la universidad. 

[Pablo]: Y así, parada frente al edificio ennegrecido por el hollín, Mayré supo que habían perdido el campus. 

Y así fue. 

Poco después del incendio de la biblioteca central, cuando seguían tratando de rescatar los libros de la biblioteca del Instituto, Mayré y Juan se encontraron con unos hombres armados.  

[Juan]: Me pegó la pistola aquí. Agaché mi gorra, mi cabeza, así. Y… “¿Quién eres tú?”

[Pablo]: Juan respondió que era el jefe de la biblioteca. Y los hombres le dijeron a Mayré: 

[Mayré]: No vengan más porque esto es de nosotros. Ya esto no es de la universidad. Esto es de nosotros.

[Pablo]: Y, desde ese día, los rescates se cancelaron.  

[Mayré]: Ya no vamos a venir más porque nos van a matar. ¿Y  muertos qué vamos a hacer? 

[Pablo]: Lo único que quedó de la universidad fue su comunidad, la cual se comenzó a dispersar por el resto de Cumaná, buscando dónde seguir estudiando, enseñando, investigando para mantener viva a la universidad. 

[Mayré]: Sí, sí. Por toda la ciudad… Estamos aquí, estamos aquí, estamos allá. 

[Pablo]: Dando clases en centros comerciales, en casas de profesores y en cuartos prestados en otros edificios de la ciudad. Y si bien por varios años la deserción estudiantil en la UDO aumentó y aumentó, según Mayré, desde el 2022  han comenzado a volver algunos estudiantes. 

[Mayré]: Porque vieron que sus profesores seguimos. 

[Pablo]: Y los profesores siguen, según ella, por un sentimiento de pertenencia, pero también podría ser por un sentido de vocación, de gratitud. Por el deseo de ayudar a jóvenes a terminar sus estudios, así como ella recibió ayuda de sus profesores años atrás.

[Mayré]: Yo viví como quien dice la época de oro de la universidad donde teníamos todo. Lo viví, lo disfruté. Y ahora que está en ruinas, ¿me voy a ir? No. 

[Pablo]: Ella y otros profesores se quedan para continuar ese proyecto a muy largo plazo llamado universidad pública. Pero…

[Juan]: Pero no podemos seguir un curso sin biblioteca.  

[Pablo]: Hay partes de la universidad que quizás sean irrecuperables. De los 21 millones de ejemplares que según Juan había en la biblioteca del Instituto Oceanográfico, se lograron rescatar unos 16 mil. En total unos 3 mil libros y unas 13 mil revistas. Pero hoy están apilados, sin estanterías. 

[Juan]: Los libros tienen una parte que se llama pie. ¿Para qué sirven los pies? Para caminar o para pararse. Ellos traen un pie. Los libros deben estar de pie porque si están acostados, se deterioran. 

[Pablo]: Y además están en cuartos que no fueron hechos para ser bibliotecas.  

En diciembre de 2022, Juan recibió una llamada. Uno de los encargados de los edificios en los que están resguardados los libros le pedía que fuera… 

[Juan]: Estoy subiendo al primer piso después de haber hecho los saludos respectivos.

[Pablo]: Y sintió un olor. 

[Juan]: Fétido, fétido, fétido, por demás.

[Pablo]: Entró al cuarto donde estaban los libros… y vio que se estaban pudriendo por la humedad. Y como un mes después, en otro edificio de Cumaná donde está resguardada la mayoría de los libros y revistas de la biblioteca, unos 15 mil, Juan descubrió que en los techos había murciélagos, y que sus excrementos estaban infectando los libros. El encargado del edificio le dijo: 

[Juan]: No… Estos libros van a tener que sacrificarlos. Y yo:  ¿Cómo? 

[Pablo]: Para Juan, la mera idea de tener que sacrificar los libros fue un punto de quiebre. 

[Juan]: ¡Una increíble…! ¡Agh! ¡Tanto esfuerzo!

[Pablo]: Porque además, a medida que pasa el tiempo, la esperanza de volver algún día a la biblioteca se desvanece.  

[Juan]: Soy el jefe de la biblioteca, ¿pero de cuál biblioteca? De una que solamente existe en mi mente, en mi corazón, en mi recuerdo; en que a cada ratico, vea cómo me llega un un chispazo y empiezo a escribir cosas. 

[Pablo]: Juan nos mostró unos cuadernos en los que ha estado escribiendo últimamente: los Trabajos de Literatura Gris. 

En el mundo de la bibliotecología, la literatura gris es todo aquel material que es difícil de clasificar, y que no está destinado a ser publicado. Los escritos de Juan son así: una mezcla entre manifiesto bibliotecario, guía práctica, tratado filosófico… Pero también, más recientemente, se han convertido en un testimonio muy claro de lo que Juan encontró y perdió en su biblioteca.

[Juan]: Mi tristeza está ahí, mi dolor está ahí. 

[Pablo]: En uno de los últimos fragmentos de Literatura Gris que Juan compartió con nosotros, escribió que se acerca la hora de colgar los libros, es decir, de retirarse. Cerrar la puerta de su biblioteca. Por ahora, no sabemos cuándo y cuánto se necesitará para reconstruirla. Solo queda esperar.  

[Daniel]: Esta historia fue producida por Pablo Argüelles desde Ciudad de México y por Nayrobis Rodríguez desde Cumaná. 

Queremos agradecer por su gran ayuda a la fotógrafa venezolana Fabiola Ferrero, quien ha documentado durante años la crisis en su país. Pueden ver su trabajo en su cuenta de Instagram: Fabiola Ferrero. 

Esta historia fue editada por Camila Segura, Luis Fernando Vargas y por mí. Bruno Scelza hizo el fact checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Ana Tuirán, con música original de Ana.

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, David Trujillo, y Elsa Liliana Ulloa.

Carolina Guerrero es la CEO. 

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO.

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

 

Créditos

PRODUCCIÓN
Nayrobis Rodríguez y Pablo Argüelles


EDICIÓN
Camila Segura, Daniel Alarcón y Luis Fernando Vargas


VERIFICACIÓN DE DATOS
Bruno Scelza


DISEÑO DE SONIDO 
Andrés Azpiri y Ana Tuirán


MÚSICA
Ana Tuirán


ILUSTRACIÓN
Cristina Estanislao


PAÍS
Venezuela


TEMPORADA 13
Episodio 9


PUBLICADO EL
11/14/2023

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