La ballena más famosa del mundo | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón.
En los años 90, en la Ciudad de México vivía una ballena asesina. Se llamaba Keiko y si prendías la tele o la radio en esa época, tarde o temprano te ibas a topar con él.
[Soundbite de archivo]
[Lucerito]: ¡Keiko! ¡Keiko! ¡Keiko, viva Keiko, ballenita de altamar!
[Daniel]: Le componían canciones. Aparecía en una que otra telenovela:
[Soundbite de archivo]
[Malo]: ¡Y dale con Keiko otra vez! Parece que te importa más que nosotros tu familia. Mira, un día de estos me voy a poner bien celoso y le va a pasar algo a tu amigo Keiko, ¿eh?
[Kate]: No lo digas pero ni de broma, ¿eh?
[Daniel]: Salía en películas de ciencia ficción:
[Soundbite de archivo]
[Hombre]: Keiko está llamando, hay peligro en la superficie.
[Daniel]: Y en comerciales del parque de diversiones más grande del país, Reino Aventura, donde quedaba su tanque:
[Soundbite de archivo]
[Comercial]: Estas vacaciones vamos a Reino Aventura. ¡A ver a Keiko! ¡Qué divertido! Vacaciones más divertidas en Reino Aventura con Keiko. Juegos y espectáculos incluidos…
[Daniel]: Incluso fuera de la Ciudad de México, la gente lo conocía por su nombre, como si fuera un jugador de la selección mexicana o un cantante. Una persona con la que hablé lo describió como el Mickey Mouse mexicano. Y de hecho, muchos creían que Keiko era mexicano, o sea realmente de México. Nunca se les pasó por la cabeza que pudiera haber venido de cualquier otro lado. Sencillamente era suyo.
Es que lo que había entre Keiko y México es esencialmente una historia de amor. Un amor complicado, por supuesto, porque una orca no debería vivir en un tanque en una megalópolis contaminada a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Pero eso no quita que lo amaran. Un país entero, millones de niños enamorados de una orca, un héroe local que pronto se conocería en todo el mundo. Y mientras más gente lo conociera, más complicado se vería ese amor.
¿Qué hacía una orca en México? ¿Y ese amor que tantos mexicanos sentían hacia Keiko sería suficiente para mantenerlo ahí?
Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante.
Entonces, esta ballena tenía una historia. Antes de llegar a México, a los seis años más o menos, Keiko estuvo en un parque marino en Canadá donde otras orcas, mayores, más fuertes y grandes, le hacían bullying: lo empujaban, lo asustaban, lo tenían amedrentado.
Y antes estuvo en Islandia, en un tanque dentro de un enorme galpón de concreto, esperando a que sus captores encontraran a alguien que quisiera comprarlo. No vio el cielo durante unos tres años.
Y antes de eso, cuando apenas tenía unos dos años, estuvo en el Atlántico norte. Ahí fue capturado y separado de su mamá y del resto de su familia.
Si les cuento este pasado tan desagradable es porque quizás sea posible argumentar que la vida de Keiko en Reino Aventura no era tan mala. Hasta podríamos decir que tenía algunas ventajas, empezando por la gente que trabajaba ahí y quienes, a puros efectos prácticos, eran su familia. Y esa gente de verdad amaba a Keiko.
[Renata]: O sea, yo vivía, respiraba y todo era Keiko. Toda mi vida era Keiko.
[Daniel]: Ella es Renata Fernández, trabajó con Keiko en Reino Aventura.
[Renata]: Sin lugar a dudas, fue una de las mejores etapas de mi vida. Era una fraternidad impresionante. O sea, era, pues, muy, muy, muy, muy cercana con Keiko.
[Daniel]: Renata llegó a trabajar ahí a los 20 años. Al principio cortaba pescado, trapeaba la orilla de la piscina y con el tiempo se convirtió en una de las entrenadoras de Keiko. Cuando habla sobre él, lo hace con un tono casi maternal, como si estuviera recordando la infancia de su hijo. Sus juegos favoritos, sus juguetes preferidos, su mejor amigo…
[Renata]: Era juguetón con su amigo delfín, que se llamaba Richie. Odiaba al lobo marino, al macho que había en Reino Aventura, que se llamaba Popeye. Lo odiaba, se odiaban mutuamente. Siempre nos daba sorpresas, ¿no? Que estaba de buen humor y todo lo hacía feliz. Y ese día, sabías que era un buen día. Entonces te metías al agua y jugaba contigo y jugaba con los delfines y estaba alegre, ¿no? Y de repente amanecía como pues, como con ganas de que no quería estar con nadie, se hacía a un lado, te daba la espalda y quería decir que ese día era era un día… Pues digo, es que, como todo mundo: Keiko igual que todos nosotros a veces despertamos con la peor flojera o no estamos el mejor ánimo.
[Daniel]: Tenía su personalidad, Keiko. Pero se llevaba bien con los entrenadores y con el equipo. Todos eran muy jóvenes. Ninguno tenía más de 30. Acá José Luis Solórzano, su veterinario.
[José Luis]: Perdí muchos momentos de mis hijos por estar cuidando a Keiko. Perdí muchos momentos de mi vida personal por estar con Keiko y se convirtió en parte de la familia. Salíamos de viaje y de repente me hablaban: “Oye, Keiko, fíjate, que anda… no quiso trabajar en la última función.” Pues ese día me regresaba yo de vacaciones. Dejaba a mis hijos solos y me venía yo aquí a ver qué pasaba con Keiko. Entonces se convirtió en un personaje importante para todos.
[Daniel]: Keiko era el centro de sus vidas: lo alimentaban con la mano, le daban masajes en la panza.
[Renata]: Bueno, pues era el consentido. Consentido consentidazo.
[Daniel]: Es que para mucha gente, las ballenas asesinas simplemente tienen algo magnético, algo hechizante. Y Keiko no era la excepción…
¿O sea tú no sentiste una conexión mística con Keiko inmediatamente ni hacia él, ni él hacia ti?
[Renata]: Yo hacía a él por supuesto que sí. O sea, pero él, pues siempre era como que se tomaba su tiempo con todo mundo, se tomaba su tiempo. Y de repente como que ya poquito a poco se acercaba a que lo tocaras…
[Daniel]: Y si lo tocabas realmente eras de las personas más afortunadas…
[José Luis]: La imagen de esta especie es espectacular, el tamaño, los colores, la piel… Son animales que son hermosos. Y a la gente le fascinaba.
[Daniel]: En temporada baja, cuando en Reino Aventura no había shows entre semana, Renata y los otros entrenadores nadaban y jugaban con Keiko durante horas. Si él no se sentía bien, se quedaban a dormir para acompañarlo durante la noche. Y hasta donde Renata y los otros veinteañeros sabían, Keiko en verdad disfrutaba pasar tiempo con ellos, sin premios ni pescados de por medio.
[Renata]: Nos subíamos a unas lanchitas que tenían una cuerda que eran como parte del show para los delfines. Bueno, pues Keiko jalaba la lanchita y nos subíamos todos y nos tiraba y luego nos empujaba otra vez y luego volvía a esperarse a que nos subiéramos y volvía a jalar toda lanchita por todos… Y eso pues fuera de entrenamiento, era por puro gusto.
[Daniel]: Ahora… el amor por Keiko no venía solamente del equipo de Reino Aventura, sino de toda la gente que venía a visitarlo.
[José Luis]: Cuando llegó Keiko se convirtió en la mascota favorita, se convirtió en el ser más visitado. El parque que estaba diseñado para recibir 12 mil gentes por día, llegó a recibir hasta 34 mil gentes por día.
[Renata]: O sea Keiko ya como que se convirtió en la, pues ya sabes, en la mascota… de México.
[Daniel]: Una afirmación como esta es difícil de comprobar, pero lo intentamos… Hablamos con muchas personas que crecieron en la Ciudad de México en los 80 y los 90, y nos dijeron una y otra vez que Keiko tenía un aura muy especial; que verlo en Reino Aventura era como pasar una tarde con tu mejor amigo de tres toneladas. Era la ballena asesina a la que le contabas tus secretos: cómo te iba en la escuela, quién te gustaba. Era ese tipo de relación.
Y luego estaban los shows en el parque, donde los visitantes podían ver a su mascota favorita muy de cerca. En la cúspide de la fama de Keiko podía haber 200 personas esperando dos horas antes de que se abrieran las puertas. Para entretenerlas un par de payasos iban y venían tocando sus trompetas, haciendo chistes. Los fines de semana había tres shows por día, los más de 3 mil asientos del teatro siempre ocupados.
Las funciones eran legendarias. Primero salían los leones marinos, luego los delfines – incluyendo a Richie – y luego… Keiko
[Soundbite de archivo]
[Presentadora]: ¡Y ese fuerte aplauso que se escuche para Keiko!
[Daniel]: Los niños se sentaban en las filas delanteras para ser empapados con los saltos de su amigote. Los entrenadores montaban a Keiko, se agarraban de sus aletas y cruzaban la pequeña piscina saludando a la multitud.
[Presentadora]: Y también se necesita de mucha fuerza para sostenerse de las aletas de Keiko…
[Daniel]: También había una plataforma para que Keiko se subiera y la gente lo viera de cuerpo completo y admirara su tamaño. Y a veces también se acercaba al borde del agua, abría su enorme boca y un entrenador metía su cabeza. Y el teatro entero contenía la respiración…
Y luego, incluso cuando el show terminaba, el espectáculo de Keiko seguía.
[José Luis]: Recuerdo muchas, muchas, muchas ocasiones que la gente terminando el show se quedaban o se acercaban a la piscina… Y hubo gente que preguntaba: “Oiga, ¿y cómo manejan ese robot?” Porque no creían que fuera de verdad. Recuerdo una señora que la pasé yo con su hijo porque me dijo que era un robot. Dije: “No, señora, pase a verlo.” Y cuando lo vio de cerca y cuando le sopló en la cara, este, se puso a llorar la señora y me dice: “Es que no es posible que haya algo tan hermoso en el mundo.”
[Renata]: Y luego habían otros que si nos tocó de que si Keiko pues como era como de la familia de las vacas. Porque pues era blanco y negro y una vaca marina… Bueno, o sea, entre risa y ternura y susto de todo lo que se pensaba.
[Daniel]: Así que ahí lo tienen: Keiko, estrella ocasional en la tele; orca sagrada; confidente telepático y mejor amigo de incontables niños mexicanos. Y esta era su vida: apapachos constantes de sus entrenadores, sesiones de juego con sus amigos los delfines y espectáculos para miles de fans fascinados.
Pero todo estaba a punto de cambiar.
En 1992, Reino Aventura cerró por una temporada para que se hicieran renovaciones. Y Keiko, que ya para entonces era un adolescente, tuvo un poco de tiempo libre: unos seis meses sin espectáculos ni espectadores. Fue entonces que una compañía productora vino con una propuesta:
[Oscar Porter]: Querían grabar un cortometraje de la vida de Keiko, ¿no? No se identificaron que eran de una compañía grande, sino decían que era una compañía que filmaba cortometrajes.
[Daniel]: Él es Óscar Porter, el director del parque en ese entonces.
[Porter]: Para nosotros no fue gran negocio, pero pues ayudaba para tener a Keiko entretenido. Ni sabíamos del impacto que iba a tener esto, ni cuánta gente iba a intervenir.
[Daniel]: Porter me dijo que estaba tan ocupado con las remodelaciones del parque –instalación de nuevos juegos, liquidación de contratos, coordinación de más de 600 empleados– que ni siquiera leyó el guion que le dieron.
Pero ese guión es la razón por la que les estoy contando esta historia y la razón por la que quizás ya sepan quién es Keiko, aunque lo conozcan por otro nombre. La compañía detrás de la propuesta era un estudio de cine estadounidense: Warner Brothers.
Y no querían hacer un cortometraje, sino una película. Ahí, Keiko iba a tener el nombre que ustedes quizás conocen: Willy.
De la película Liberen a Willy.
Si son cuarentones como yo, es probable que la hayan visto. Pero si no lo son, o ya se les olvidó de qué va, les cuento.
Una de las productoras me dijo que la película se puede resumir así: Niño rebelde, ballena rebelde. El niño rebelde es Jesse, de doce años, y vive con su familia adoptiva en Portland.
La ballena rebelde es Willy. Capturado y separado de su familia, luego metido en una piscina pequeña en un acuario destartalado. Tiene tres manchas negras debajo de su mandíbula y su aleta dorsal cae hacia un lado, o sea tiene un peinado emo, versión orca.
Entonces, el niño decide que tiene que salvar a Willy.
[Soundbite de archivo]
[Jesse]: ¡Vamos a hacerlo, Willy, tú puedes hacerlo, amigo!
[Daniel]: Llevarlo de vuelta al mar y a su familia.
[Jesse]: ¡Tengo mucha confianza en ti Willy!
[Daniel]: Y de alguna manera, contra todo tipo de obstáculos…
[Jesse]: ¡Vamos, puedes saltarlo!
[Daniel]: Lo logra.
Lo que la mayoría de la gente recuerda es el afiche de la película. Es icónico, el de la historia: Willy está en el aire, saltando sobre un rompeolas al atardecer. El mar lo espera. Y el niño está parado justo debajo, rociado por un chorro cristalino de agua, con un brazo triunfal alzándose hacia el cielo y casi rozando la panza de la ballena.
Y debajo de la imagen hay una frase que dice: ¿Hasta dónde serías capaz de llegar por un amigo?
Cuando Warner Brothers tuvo que encontrar a la orca que iba a tener el papel de Willy, no es que hubiera un montón de ballenas asesinas de dónde escoger. Obviamente los productores fueron a SeaWorld, el parque marino emblemático que queda en San Diego, en California. Pero aparentemente el parque pidió algunos cambios en el guión: en vez de que Willy se escapara al mar al final de la película, ellos querían que simplemente se pasara a un acuario más grande.
O sea, ya no Liberen a Willy sino Muden a Willy. Claramente la idea no prosperó.
Así que los productores siguieron buscando. Para que la película funcionara, necesitaban algo en específico: una ballena que se viera triste y que viviera en condiciones… no ideales. Necesitaban una ballena por la que los niños sintieran lástima. Una ballena que los niños quisieran salvar.
Hasta que encontraron a Reino Aventura y a Keiko. Y la verdad es que, aunque es posible que Keiko fuera feliz en el parque, no estaba muy saludable que digamos. Pesaba unos mil kilos menos de lo recomendable, no porque no lo alimentaran, sino porque el agua tibia afectaba su apetito. También tenía parte de su piel irritada con algo llamado papiloma. Se veía mal, pero según el veterinario, no era nada serio.
Pero lo más inquietante era su tanque. Era pequeño, preocupantemente pequeño. Una de las productoras de la película me dijo que era más chico que algunas piscinas en mansiones de Beverly Hills. El agua ni siquiera era de mar, sino que era agua dulce con sal añadida. Renata, la entrenadora, me dijo que revisaban los niveles de salinidad con frecuencia. Y aunque hacían todo lo posible por su orca favorita, nadie tenía la ilusión de que las condiciones de Keiko eran ideales.
[Renata]: Se hizo lo que se pudo con lo que se tenía y la intención siempre fue la mejor. Trajimos entrenadores, los mejores veterinarios. El pescado era de primera calidad. O sea no fue como de: “Ay bueno, pues vamos a darle…” No sé… Ya sabes, como “algo más baratito para ahorrar.”
[Porter]: Reino Aventura no era un parque rico, no era un parque millonario. Era un parque bonito, grande para la ciudad, pero realmente hacer un delfinario para tener una ballena haciendo el show pues era demasiado inversión para tan poquito show, ¿no?
[Daniel]: Así que olviden casi todo lo que les he contado hasta ahora, el amor y los apapachos y los juegos y los fans… Y miren en cambio a través de una cámara de cine: Keiko, una ballena debilucha, con un virus notorio y una aleta dorsal caída, nadando en una piscina minúscula.
Era justo lo que la película necesitaba.
El estreno de Liberen a Willy en Estados Unidos fue el 16 de julio de 1993.
Fue un hit ese verano y las reseñas fueron positivas. Todo iba de maravilla, hasta que algunos periodistas empezaron a preguntarse por la estrella de la película, y en Estados Unidos comenzaron a salir noticias sobre su salud.
[Soundbite de archivo]
[NBC]: Keiko is very sick. At three and a half tons, he’s severely underweight by two tons. The teenager paces in a dirty pool that’s much too small.
[Daniel]: Todos los reportes decían más o menos lo mismo: Que Keiko estaba enfermo, flaco y que vivía en una piscina demasiado pequeña. Este reporte hasta añade el adjetivo, “dirty” o sea sucio, algo que Renata niega.
En todo caso, muy pronto Keiko pasó de ser la mascota querida de México a ser su orca moribunda. Y los millones de niños del mundo que se habían enamorado de Willy, no estaban contentos con la noticia de que su orca favorita siguiera en cautiverio.
[José Luis]: Empezamos a recibir dinero de los niños de Estados Unidos, una cartita con 1$, $2 para liberar a Willy, se volvió una cadena, se volvió un problema que inclusive se hizo tan fuerte y tan grande que internacionalmente recibíamos visitas de periodistas de diferentes lados.
[Renata]: Todas las entrevistas y las revistas y los noticieros pues empezaron como a presionar y, digo, tuvimos muchísima mala publicidad.
[José Luis]: Bueno, llegamos a recibir periodistas que decían que Keiko ya estaba en sus últimos momentos, que se iba a morir, que cuál era la reacción o cuándo lo íbamos a liberar. Porque se confundió la película con la realidad.
[Daniel]: Y en Hollywood, Warner Brothers también estaba recibiendo su buena dosis de presión. Comenzaron a llegar bolsas y bolsas llenas de cartas de niños de todo el mundo, todas exigiendo la misma cosa: Liberen a Willy.
O más bien: Liberen a Keiko.
Entonces, si el estudio de cine y Reino Aventura querían evitar una pesadilla de relaciones públicas y no romperle el corazón a millones de niños, quedaba claro que alguien tenía que liberarlo. Pero ya no en una película. Sino en la vida real.
Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón.
Entonces, Warner Brothers entendió que tenía un problema. Grave. Reino Aventura también.
¿Qué hacer con una orca enferma, desnutrida, que algunos especulaban que se podría morir en cualquier momento? Había mucha presión. Poco dinero. Y ninguna idea parecía funcionar.
[José Luis]: Cuando empezó a ser tan complicado, el manejo de Keiko ante los medios, ante los activistas, lo primero que se pensó fue en venderla.
[Daniel]: ¿Pero quién lo iba comprar? En algún momento el parque Sea World estuvo interesado…
[Renata]: Para mí, eso era la mejor opción en su momento. O sea, yo dije bueno, pues qué padre que se vaya ahí, que va a tener amigos, va a estar con orcas, va a estar encantadísimo.
[Porter]: Cuando empezamos a platicar sobre la posibilidad de que Sea World se interesara por Keiko empezaron unos ataques terribles contra Sea World de los ambientalistas. Así al grado de que eran ya amenazas de que iban a cerrar el parque, allá, que lo querían cerrar, que cómo era posible que tuvieran animales encerrados.
[Daniel]: Y el temor a la mala prensa tumbó la posibilidad de un trato. Así que Sea World se echó para atrás. Y bueno, también estaba él:
[Soundbite de archivo: canción de Michael Jackson]
[Daniel]: Michael Jackson, el entonces rey del pop, había escrito la canción de la película. Y corrían rumores de que quería adoptar a Keiko.
[José Luis]: Michael Jackson apareció por ahí como un posible candidato para llevárselo a su parque diversiones a Neverland o no sé cómo se llamaba su parque de diversiones.
[Renata]: ¡Bueno! Entonces ya me veía yo en Neverland ahí, este, ya sabes, disfrutando de las mieles del evento. Pero pues no.
[Daniel]: Hasta había un grupo que proponía llevar a Keiko al Golfo de México y entrenarlo para seguir un barco y nadar más de 7.000 kilómetros hasta Islandia. Una pésima idea para una orca que no había estado en el mar en más de una década.
Hasta que…
[José Luis]: Apareció en el escenario un señor que se llamaba David Phillips.
[Daniel]: Mejor conocido como Dave.
[Dave]: Whales are just so otherworldly, so majestic, so incredibly amazingly intelligent, social, powerful…
[José Luis]: Fui lo vi. Y un muchacho joven con pantalones de mezclilla, tenis, eh, la camisa agujerada, dije: “Bueno, pues es un activista como tantos, no creo que tenga nada. No podemos irnos con cualquier pelagatos que venga a decir que va a llevar, a llevarse a Keiko.”
[Daniel]: Pero Dave Phillips era todo menos un pelagatos. Para comenzar, era científico, titulado en biología. En los años 80, había abandonado el laboratorio para dedicarse al activismo por el medioambiente. Se hizo conocido liderando la lucha en contra de los barcos atuneros, que mataban a miles de delfines en sus redes. Pero comenzó su carrera en la campaña Save The Whales, el movimiento para proteger a las ballenas de la pesca industrial.
El objetivo era muy quijotesco, pero en 1982 los activistas de Save The Whales, entre ellos Dave, consiguieron que la Comisión Ballenera Internacional prohibiera la caza comercial de ballenas a nivel mundial.
En su camino de activista, Dave había aprendido dos cosas. Primero: las ballenas son brillantes, inteligentes, mágicas. Así de simple. Son una de esas especies que te enamoran en un instante.
Segundo, que cuando se trata de campañas, la clave del éxito es que tu mensaje esté en todas partes. Por eso, en los años siguientes, Dave llegó a trabajar con productores de Hollywood, metiendo mensajes ambientalistas en películas taquilleras como Arma Mortal II:
[Soundbite de archivo]
[Coro]: ¿¡Atún!?
[Niña]: Papá, no puedes comer atún.
[Papá]: ¿No puedo qué?
[Niña]: ¡Mamá, matará a Flipper!
[Mamá]: No comemos atún, porque los delfines mueren asfixiados en las redes.
[Daniel]: La ciencia, el activismo y Hollywood. Dave se movía en esos mundos. Los entendía. Más allá de su pinta de hippie, tenía todo lo necesario para entender el caso de Keiko y lo que podría representar.
Es decir, si alguien podía salvar a Keiko, era Dave.
Por medio de sus contactos en Hollywood, Dave había recibido el encargo de los productores de Liberen a Willy para ver qué tan factible era convertir la trama de la película en realidad.
Tomó un vuelo a México y visitó a Keiko en Reino Aventura.
[Dave]: I was completely freaked out. I was sitting up at the bleachers, looking down at this whale in this tiny pool, and he didn’t look good.
[Daniel]: Lo que vió le pareció chocante.
Una orca nadando en círculos pequeños en una piscina tan enana que la cruzaba de un lado al otro en cuestión de segundos. Para que entiendan por qué le parecía tan terrible – tengan en cuenta que una orca silvestre está acostumbrada a nadar hasta 160 km diarios.
Le pedí a Dave que me diera las razones por las que Keiko no era el candidato ideal para volver al mar. Y me dio muchas. Para empezar, Keiko tenía que ponerse más fuerte, más sano y subir de peso. Y no había forma de que eso se pudiera hacer en un tanque en Reino Aventura. ¿Pero entonces dónde? Se descartaba la idea de mandarlo a otro parque marino.
[Dave]: And where are we supposed to bring him? We couldn’t bring him into the captive facility. I’m thinking, where are we gonna go?
[Daniel]: Le tendrían que construir un tanque completamente nuevo. Algo que probablemente costaría millones de dólares. Y luego tendrían que pasar años –y gastar millones más– enseñándole a Keiko las habilidades básicas para sobrevivir en el océano.
La cosa es que Keiko llevaba viviendo con humanos y sin su familia desde que era un cachorro de dos años. Tenía millones de fans humanos, pero ningúna orca amiga. Había tantas cosas que nunca había aprendido, habilidades que ningún entrenador en el mundo sabía cómo enseñarle.
Por ejemplo… No sabía cómo cazar, o sea era incapaz de perseguir un pez vivo y atraparlo con sus dientes. Pero la situación era aún más grave: Keiko no sabía cómo comer peces vivos. Imaginen: si alguien le daba un pez pegando coletazos, él ni siquiera sabía qué hacer. Como si no fuera comida.
Y luego estaba el tema del lenguaje. Cada familia de orcas tiene un dialecto diferente y era improbable que Keiko se acordara del que hablaba antes de su captura hacía trece años. De hecho, llevaba años sin vocalizar. Esto era algo crucial para su supervivencia: las orcas casi nunca viven solas en mar abierto.
Si Keiko iba a sobrevivir afuera de su tanque, tendría que reintegrarse a su familia. Pero si él no hablaba su idioma… sería difícil. Y además estaba el pequeño detalle de que nadie sabía realmente cuál era la familia de Keiko, ni dónde estaba. Se creía que en algún lugar del Atlántico norte, probablemente cerca de Islandia.
[Dave]: How are we gonna get him back to Iceland? It’s a whaling nation, are you kidding me? What? We’re gonna go over to Iceland and convince them that we wanna bring back this whale ‘cause the world wants to save him?
[Daniel]: ¿Y qué? ¿Lo iban a devolver a Islandia? ¡¿Un país que seguía cazando ballenas?! ¿De verdad iban a aceptar a Keiko sólo porque los niños del mundo querían salvarlo?
Y luego estaba el tema del dinero. Sacó la cuenta de cuánto costaría todo el proyecto, así por encima, un millón, cinco, ocho… Cuando llegó a diez millones de dólares, dejó de contar.
Volvió a California convencido de que era imposible.
Pero ya en casa, Dave comenzó a darle vueltas. Había una manera de ver a Keiko, como una ballena asesina que necesitaba ser salvada. Pero poco a poco, Dave se dio cuenta que había otra: Keiko, la oportunidad de contar una historia de esperanza sobre el mar.
Después de todo, Dave había vivido en carne propia el poder que las ballenas ejercen sobre las personas. Había visto el poder que podían tener las campañas publicitarias, como la de Save The Whales. Así que esto podría ser algo mucho mayor. ¿Qué tal si Keiko la ballena se convertía en Keiko el símbolo?
[Dave]: That’s what got me over my own view that this is only one whale. And then it’s like, yeah, he’s one whale, but he’s gonna be the most famous whale in the world.
[Daniel]: Y así superó sus dudas. Claro, Keiko era solo una ballena. Pero iba a ser la ballena más famosa del mundo.
Una de las primeras cosas que hizo Dave fue crear una organización: The Free Willy Keiko Foundation. Luego tocó conseguir la plata. La US Humane Society donó un millón de dólares. Dave también consiguió que un magnate de las telecomunicaciones llamado Craig McCaw le diera otro par de millones.
Por su parte Warner Brothers también accedió a aportar dos millones de dólares, lo cual parece mucho… hasta que te das cuenta de que ya habían recaudado 150 millones con la película original y que para ese momento Liberen a Willy II ya estaba en producción.
Con todo ese dinero Dave convenció a un pequeño parque marino en la costa de Oregon que dejara que la fundación construyera ahí una piscina inmensa, cuatro veces más grande que la de Reino Aventura. Un lugar donde Keiko podría comenzar su rehabilitación.
Ahora, lo único que le faltaba a Dave era la ballena.
En principio ésta era la parte más difícil, sobre todo tomando en cuenta lo famoso que era Keiko en México. Pero para Reino Aventura la presión ya era demasiada.
[Porter]: Para mí ya se había vuelto esto, francamente, en una pesadilla, ¿no? Todos los días tenía que pasarme tres horas o cuatro horas de mi trabajo –que era administrar el parque y de hacer que las atracciones funcionaran– estar atendiendo a toda la bola de gente que venía a saber de Keiko, ¿no? Y sobre todo a muchos ambientalistas. Que eran hasta a veces hasta pesados, ¿no? Y groseros. Y como que decían que estábamos matando nosotros a Keiko ¿no? Por tenerlo ahí en esa alberca…
[Daniel]: Cuando Dave volvió al parque para hablarles sobre su plan, era claro que ya no era un pelagatos, sino un hombre serio, con los recursos para sostener el proyecto ambicioso.
[Porter]: Y nunca hablamos de que lo compraban ni nunca hablamos de que nosotros lo vendiéramos, sino más bien la idea que teníamos nosotros es que si seguía con nosotros encerrado, se iba a morir ahí, ¿no? Y era dificilísimo convencer a la gente de que nosotros no queríamos hacer negocio con la salida de Keiko. Y tanto David como yo, en ese tiempo, platicábamos de la posibilidad de que íbamos a hacer todo lo posible para atenderlo muy bien y para hacer que fuera un animal feliz.
[Daniel]: Durante los siguientes meses trabajaron en un plan: el parque iba a donar a Keiko, sin cobrar un solo peso.
En febrero de 1995, dos años después del estreno de la película, se anunció en una conferencia de prensa que Keiko dejaría Reino Aventura para irse a su nuevo hogar temporal con una piscina mucho más grande, con agua fría, de mar. Era el siguiente paso antes de regresar a la vida silvestre.
El plan de Dave era rescatar, rehabilitar y liberar. Pero para la gente en Reino Aventura, esto era algo difícil de asimilar. Recordemos cuánto querían a Keiko. Dejarlo ir no iba a ser fácil.
[José Luis]: Sabía yo que el futuro era incierto. Keiko era un animal que se había trascendido. Pero ya tenía yo una orca. Ya tenía yo mi Rolls Royce. No quería yo perderlo, ¿no?
[Renata]: Es como si cuando tu hijo te va a decir… No, pues lo vas a llevar a la universidad. Bueno, qué pasa si, si va la universidad, está solo y algo pasa, ¿no? Algo grave y está triste y… No sé, siempre tienes miedos.
[Daniel]: Pero igual lo dejas ir, ¿no? No dejas que tus temores le quiten oportunidades a tu hijo. Para Renata despedirse de Keiko era algo doloroso, pero noble. Le habían pedido que acompañara a Keiko a Oregon unos meses, para que la transición fuera más suave. Aceptó, por supuesto, y se tragó todas sus dudas.
[Renata]: Yo tenía que estar a la par del proyecto. O sea, yo no podía estar diciendo: “Sí, pero qué pánico que se lo lleven a mar abierto y y pues, a ver si la libra o no la libra”. O sea, como que siempre hubo ese miedo de si se lo llevan y no funciona. Siempre.
[Daniel]: Y en México mucha gente tenía esas dudas. Las despedidas son así… sobre todo cuando no sabes qué te trae el futuro. Te sientes culpable… como si estuvieras traicionando a un amigo. Porque mucho antes de que saliera Liberen a Willy, Keiko ya era un símbolo. Un orgullo nacional.
[Renata]: Pues sí fue, hijo… trágico para México en ese momento. La gente, yo conocí a gente, y se echaban a llorar ahí en ese momento. Y me decían: “Es que no es posible, ¿por qué se lo van a llevar? ¿Y por qué?”
[Daniel]: Querían que se quedara. Pero muchos estaban dispuestos a dejarlo ir porque lo amaban y querían lo mejor para él. Y por eso era tan ofensivo para Renata escuchar cómo en Estados Unidos se decía que Keiko estaba siendo rescatado de una vida terrible en México.
Cuando tú leías o te enterabas de la cobertura internacional, ¿qué sentías?
[Renata]: No, pues, coraje, impotencia. Porque pues, sí, obviamente que nosotros hacíamos entrevistas y de repente salía el reportaje completamente editado de una manera que que nos dejaban pésimo cuando yo era parte del cuidado de Keiko.
[Daniel]: Unos días antes de que Keiko dejara México, el equipo de Reino Aventura le organizó una fiesta de despedida. Fueron sus entrenadores, los miembros del equipo, la gente que limpiaba la piscina… Hasta los payasos que tocaban la trompeta. Los amigos de Keiko, su familia humana.
[José Luis]: Entramos al agua con Keiko algunos a jugar. Keiko, te digo, era, era un animal súper dócil y nos permitía jugar…
[Renata]: Entonces todo el mundo nadó con Keiko, Keiko estaba con todos e iba de uno al otro, le aventamos la pelota. Entonces tuvo buenos momentos.
[José Luis]: Fue una fiesta muy emotiva, al final terminamos todos llorando. Abrazándonos…
[Renata]: Sí, sí sí… Bueno, pues, imagínate el lloradero. No pues, todo mundo lloraba. No, no, no es que era tris-tísimo…
[José Luis]: Porque sabíamos que se iba nuestra mascota. Y nuestro amigo. Keiko no era únicamente el trabajo para todos nosotros.
[Daniel]: El 6 de enero de 1996 llegó la hora de que Keiko se fuera.
El traslado al aeropuerto se haría de madrugada para evitar el calor, el tráfico y también a toda la gente que de seguro intentaría decir adiós.
Ahora, mover una ballena no es sólo un problema de ingeniería, sino de entrenamiento. Sacar a Keiko de su tanque en Reino Aventura y subirlo a un avión requería una buena medida de su cooperación. Y para eso había que practicar.
Lo habían hecho durante meses. Keiko nadaba a una parte poco profunda de la piscina y allí se subía a una especie de camilla hecha a la medida. Era un movimiento que Keiko tuvo que repetir semana tras semana y con el que debía aprender a estar cómodo. Porque, si todo salía bien, pasaría unas 14 horas en esa camilla. El reto entonces era que mantuviera la calma, que no se agitara, que no resistiera. Debía confiar en sus humanos.
La noche del traslado fue ruidosa y caótica. Keiko estaba acostumbrado a los espectáculos, pero no a esto. He visto los videos y créanme que es una locura. La piscina no parece formar parte de un acuario sino de un lugar en construcción, lleno de luces, de pitidos, de gritos y del movimiento y los aullidos de los motores. Hay un tumulto de gente y máquinas. Es estresante, incluso viéndolo. Y para Keiko, a pesar de que era una orca de por sí acostumbrada al escándalo de un parque de diversiones, debe haberlo sido también.
Cuando llegó el momento de nadar a la parte poco profunda, Keiko se rehusó, una y otra vez. Hasta que unas doce personas lo acorralaron con una red y lo dirigieron a la camilla. Lo acomodaron, y cubrieron su piel con una crema grasosa, la misma que usarías para un bebé.
[Renata]: Lo estábamos tranquilizando, le estábamos hable y hable todo el tiempo pa’ que oyera nuestra voz. Como que, pues sí, estaba así como: “¿Qué está pasando?” Sí. O sea el ojo así, obviamente, como que súper abierto y seguramente no la ha de haber pasado bien. Pues no.
[Daniel]: Y luego una grúa lo elevó para meterlo en un contenedor con agua y más de una tonelada de hielo. Y en esas, Keiko comenzó a vocalizar, algo que hacía muy poco. El contenedor estaba sobre un tráiler, listo para cruzar toda la ciudad hacia el aeropuerto. Allí lo esperaba un avión de carga enorme. Dave Phillips, Renata y Solórzano iban con él.
[José Luis]: Finalmente salimos y nos dimos cuenta que al llegar al estacionamiento había miles y miles de gentes gritando que no se lo llevaran. Perdón ¿eh?… este… Yo venía sentado en el contenedor en la parte de arriba, del lado derecho. Y cuando vimos a la gente que no nos dejaba salir del parque porque decían que Keiko era suyo. Fue, fue la verdad muy emotivo.
[Daniel]: Había tanta gente que la policía tuvo que ayudar a abrir el paso. Y cuando finalmente salieron a la calle, por ahí de las 2 de la madrugada…
[Soundbite de archivo]
[Periodista]: Y estaremos pendientes. Desde aquí nos sumamos a esta calurosa despedida de Keiko después de 11 años de estar en nuestro país. Bueno, pues le deseamos un feliz viaje allá a los Estados Unidos…
[Daniel]: Había reporteros informando sobre el trayecto. Se suponía que la ruta del convoy era un secreto, pero Keiko se encontró con miles de personas a lo largo del camino, niños en pijama, niñas con banderas mexicanas. Coches y motos se acercaban los conductores saludaban, sonaban los claxons.
[José Luis]: Valga la comparación, yo fui a recibir alguna vez al Papa y no había visto yo una manifestación tan grande como la del Papa y como la de Keiko…
[Renata]: Llenísimo, no… Todos los pasos peatonales por donde pasamos estaban llenos de gente con pancartas gritando, aplaudiendo… O sea, súper súper emotivo…
[José Luis]: Las calles gritando. Y con letreros y con sábanas pintadas con grasa de zapatos: “Adiós, Keiko”, ¿no?
Y luego, en algún punto del camino tan lento y pesado, un mariachi comenzó a tocar una vieja canción, Las Golondrinas.
[Soundbite de archivo]
[Mariachi]: ¿Adónde irá, veloz y fatigada, la golondrina que de aquí se va?
[Daniel]: La verdad es una locura ver la emoción en los rostros de la gente, la sensación tan palpable de pérdida. Dave me dijo que algunas personas trataron de subirse al contenedor. Así que el convoy avanzaba lo mejor que podía, frenaba, y avanzaba de nuevo a lo largo de las calles abarrotadas. Una ciudad y un país entero se estaban desvelando para ver por última vez a su adorada ballena.
[Archival]: Podemos escuchar el entusiasmo de la gente despidiéndose de Keiko, aquí se están arremolinando cerca del contenedor que que lleva precisamente a Keiko, vamos a escuchar: “Que se quede, que se quede.”
[Daniel]: Que se quede. Que se quede. Keiko quizás las escuchaba…
[Renata]: Yo, bueno, no dejé de llorar desde el primer momento que se subió hasta que llegamos al avión. O sea, de verdad que sí era como, o sea, un momento espiritual para mucha gente. El 90% –no, no, ¿cuál 90?– el 98% de los mexicanos nunca van a poderse ni acercar ni de cerca ni de lejos ni en vida libre ni en cautiverio en su vida otra vez a una orca, ¿no?
[Daniel]: Pero Keiko ya no era de Reino Aventura. Y mucho menos de México. Ahora le pertenecía a la historia que se estaba contando sobre él, a la secuela de la película que lo había convertido en una estrella. Una secuela en la vida real, mucho más ambiciosa y sin un final feliz asegurado.
Alrededor de las 5 de la mañana, con más de tres horas de retraso, el avión que llevaría a Keiko a su nuevo hogar despegó. Era un amanecer precioso en la Ciudad de México.
Con Keiko sólo iban sus veterinarios. Dave y Renata iban en otro avión, volando a su lado.
[Renata]: Desde la ventanita veíamos el avión de Keiko. O sea, veíamos el avión gigantesco y era pues también rezando. Nada más ahí, como que dices por favor, que todo salga bien, que llegue bien, que esté bien. ¿No? Muchas cosas pueden salir mal. Muchas.
Era como un sentimiento como de, bueno, pues es lo mejor para él. Entonces lo tenemos que dejar ir. Pero pues, pues de pues sí, pero de absoluto amor. Y pues sí, admiración, ora sí que por lo que fue, por lo que había sido, ‘ora sí que por todo lo que lo que representaba Keiko para México, ¿no?
[Daniel]: Como si esos años nadando círculos en Reino Aventura hubieran sido en realidad un servició público para México. Para sus niños fans, que compartían secretos con su amigo orca, que hizo reír a tantos, llorar de la emoción a otros más.
Y ahora, con esa misión cumplida, le tocaba irse.
[Soundbite de archivo: Las Golondrinas versión Ana Tuirán]
[Daniel]: Este episodio es una coproducción con Serial Productions y el New York Times. El resto de la historia de Keiko se contará en cinco episodios en las siguientes semanas en inglés. Puedes encontrar un link a esa serie en nuestra página web.
Esta historia fue reporteada y escrita por mí y producida por Pablo Argüelles, con edición de Camila Segura, Luis Fernando Vargas y Natalia Sánchez Loayza. Bruno Scelza hizo el fact checking. El diseño de sonido y la música son de Andrés Azpiri.
Gracias a Jen Guerra, Katie Mingle, Alissa Shipp, Julie Snyder y Ira Glass.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Barbara Sawhill, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa y Desirée Yépez.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
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