Adiós al mar | Transcripción
COMPARTIR
[Daniel Alarcón]: Hola, ambulantes. Antes de comenzar quiero hablarles de algo súper importante. Hace un año, les conté que estábamos al borde de cerrar esta compañía que hemos construido con tanto esfuerzo y cariño. No sé si recuerdan. Yo sí. Les pedí ayuda, y me escucharon.
Desde entonces, han cambiado muchas cosas. Logramos reducir nuestro déficit, hemos creado nuevas alianzas, lanzamos Central, nuestro canal de series y bueno, seguimos en pie cada semana produciendo el mejor periodismo posible.
Lo que no ha cambiado es nuestro compromiso con América Latina. Nuestro compromiso con ustedes, los oyentes, con el periodismo. Entonces por eso decimos, llenos de orgullo y conscientes de nuestra responsabilidad, que aquí estamos. Y no nos vamos.
Este año, te pido que nos ayudes a construir sobre esta base, sobre lo que logramos. Hoy, 2 de cada 100 oyentes nos apoyan. Ahora, queremos alcanzar una nueva meta: que 3 de cada 100 oyentes sean parte de nuestro programa de membresías. Para lograrlo, necesitamos que 5,000 personas se sumen con una donación en nuestra campaña de recaudación más importante del año. Con solo un dólar puedes marcar la diferencia. Todo cuenta.
Si aprecias lo que hacemos, pues nada. Esta es tu oportunidad de demostrarlo. Puedes hacerlo en Radio ambulante punto org / donar. Gracias desde ya. Aquí el episodio.
Esto es Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón.
Desde hace unos años, organizaciones y gobiernos de todo el mundo tienen los ojos puestos sobre una isla del caribe panameño.
[Soundbite de archivo]
[Periodista 1]: La comunidad indígena de Gardi Sugdub se despide de su pequeña isla panameña del caribe antes de que se la trague el mar.
[Periodista 2]: Unas 300 familias serán trasladadas a tierra firme dado los efectos que están viviendo por el cambio climático y el hacinamiento en este lugar.
[Periodista 3]: Lo que para algunos todavía ven como algo lejano y no se dan cuenta que ya está ocurriendo, estos habitantes de esta isla en Panamá la tienen bien clara: que esto es ya.
[Daniel]: Gardi Sugdub es una pequeña isla en la comarca indígena Guna Yala, conocida por su archipiélago de paradisíacas playas con aguas cristalinas.
Algunos datos indican que el nivel del mar en sus costas está creciendo hasta 6 milímetros al año. Y se espera que para el 2050, Gardi Sugdub, y otras islas de la comarca, inevitablemente desaparezcan. Pero ya desde hace décadas, las inundaciones son un problema creciente en la comunidad.
Por eso se dice que el traslado inmediato a tierra firme es necesario. Y así, la comunidad que vive ahí se convertirá en la primera en ser desplazada por completo por el cambio climático en Latinoamérica.
[Daniel]: A mediados de marzo, nuestros periodistas Lisette Arévalo y Luis Fernando Vargas viajaron a Gardi.
[Betzander Arango]: Hola, buenos días. Bueno, estamos llegando a la comunidad de Gardi Sugdub. Bienvenidos…
[Daniel]: Al que escuchan es a Betzander Arango. Es de la etnia guna y residente de Gardi Sugdub. La mayor parte del tiempo trabaja como guía turístico, pero últimamente también acompaña a periodistas que van a visitar su isla.
Cuando Lisette y Luis Fernando viajaron, el gobierno había anunciado que la tan esperada entrega de las nuevas viviendas en tierra firme sería pronto. El proyecto que llevaba casi 14 años en proceso ya estaba muy cerca de estar listo: una barriada con 300 casas para los 1.300 guna de la isla. Un nuevo hogar dentro de la misma comarca, pero a 2 km de distancia de uno de sus puertos principales. Y esta mudanza implica un cambio radical para los guna de Gardi Sugdub .
[Betzander]: Prácticamente nosotros vivimos del ecosistema marino porque ahí está nuestra comida. Está la langosta, están los peces, está la tortuga. Prácticamente vivimos de ahí. Es como decir la historia del pueblo Kuna, un filósofo guna decía, que nosotros tenemos nuestro supermercado en la Madre Tierra.
[Daniel]: Queríamos saber qué significa para ellos tener que abandonar su hogar debido al creciente nivel del mar. Qué dejan atrás, cómo lidian con el hecho de que parte de su historia desaparecerá y cómo se enfrentarán a lo que viene.
Pero lo que encontramos es que, para esta comunidad, este cambio es mucho más complicado de lo que parece.
Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestra productora senior Lisette Arévalo nos cuenta.
[Lisette Arévalo]: Gardi Sugdub, a diferencia de lo que te venden en los paquetes turísticos a Guna Yala, no es una playa paradisiaca. No te recibe con agua cristalina ni arenas blancas. Cuando llegamos, nos bajamos en un muelle pequeño, un poco rústico, de piedra. Abundan en la isla. Y lo primero que nos sorprendió fue la cantidad de basura que hay en todas partes. En la tierra, en el mar.
[Betzander]: El problema más grande que yo veo, desde mi opinión, es el plástico, porque todo es… O sea, ves aquí no sé, hay como más de casi si empezamos a contar como 200 plásticos y de ahí las botellas, las tapas de las botellas.
[Lisette]: Betzander sabe que es impactante para los visitantes y, por eso, sin nosotros preguntarle, nos explica. Esa basura está en el mar, principalmente, por los mismos Guna. Por cientos de años, han tenido la costumbre de desecharla de esa manera y no cuentan con otras opciones de parte del gobierno.
Sólo que antes eran cosas biodegradables, como cáscaras de guineo, troncos, malezas, vísceras de pescados. Pero al llegar la Coca Cola, la cerveza y los snacks traídos por los propios guna o por turistas, ese manejo tradicional de la basura ahora sólo contamina. Y lo que encontramos es que hay mucha resistencia de parte de la comunidad a cambiar esa costumbre.
Este problema es un ejemplo de las tantas maneras en las que la cultura guna choca con la modernidad. Algo que es una preocupación central en la mudanza. ¿Cómo se va a adaptar una comunidad que ha vivido durante más de 100 años en una isla, con tradiciones ancestrales, a vivir en una barriada en tierra firme en casas que fueron diseñadas para la ciudad?
Betzander nos dice que lo primero que debemos hacer es ir a hablar con los líderes de la comunidad. Los sahilas. Ellos son los que toman decisiones y representan las preocupaciones y los deseos de la comunidad.
El muelle deriva en pasillos angostos de tierra que, a su vez, derivan en otros pasillos. Es un lugar laberíntico lleno de gente y se siente interminable. La basura también está en las calles. Es un problema prominente. A veces no puedes evitar patear una lata o una botella mientras caminas.
Las calles se sienten tomadas por casas hechas con tablas de madera, zinc, a veces cemento y, una que otra, con hojas de palma. Algunas de esas casas están pintadas de colores vivos: azul, rojo, amarillo… Muchas de ellas también funcionan como tiendas de víveres o artesanías.
A los pocos minutos, llegamos a la Casa del Congreso, donde se reúnen los líderes.
[Betzander]: (Guna)
[Lisette]: Betzander nos presenta en dulegaya, su idioma, y les explica que somos periodistas. Está hablando con Nelson Morgan, el segundo sahila. Está sentado en su hamaca en el centro de la casa. Betzander nos ayuda a preguntarle por qué es que se están mudando…
[Sahila]: (Guna)
[Lisette]: El sahila nos da una respuesta larga que Betzander nos traduce.
[Betzander]: Que el mundo sepa que la comunidad de Gardi Sugdub no se va a trasladar o no se va a mudar por otros asuntos, sino más bien porque ya nuestras casas están apiñados ya nosotros no tenemos, ¿cómo se llama?, lugares para construir más casas. Esa es la idea. Y yo quiero que sepan las otras comunidades que nosotros nos estamos mudándonos por eso, no por otras cosas que de repente estén inventando. Es por la superpoblación.
[Lisette]: Nos sorprendió que uno de los sahilas, uno de los que estaba gestionando la mudanza, nos dijera esto tan tajante. Antes de ir a la isla, habíamos visto en algunas notas de prensa que el hacinamiento era un problema. Pero la gran mayoría se enfocaba en que la urgencia se debía a las inundaciones causadas por el aumento del nivel del mar. Además, el mensaje oficial sobre la mudanza, ese que salía del gobierno panameño, del Banco Interamericano de Desarrollo y de distintas organizaciones de derechos humanos decía lo mismo: era, sobre todo, un tema de cambio climático.
Fue algo que nos costó digerir. Por un lado, no podíamos dejar de pensar en todos los estudios científicos que, desde la década de los 50, han advertido una realidad innegable: el cambio climático está causando que los océanos se calienten, los glaciares se derritan y, por lo tanto, que el nivel del mar en todo el mundo se incremente, y así, pronto, llegue a tragarse islas enteras. No se puede obviar, negar… No se puede minimizar su importancia… Y aún así, sentados en la casa del congreso con los sahilas, ellos nos estaban diciendo que no era por eso que dejaban su isla.
Pero también, el sahila tiene razón. En Gardi Sugdub no cabe más gente. Mide unos 300 metros de largo y 125 de ancho. Si uno la ve desde el aire, tiene la forma del número ocho y todas sus casas se ven pegadísimas. A simple vista parecería que no hay calles ni caminos por donde pasar. Con suerte se ven una o dos calles largas. En ese espacio tan pequeño, viven 1,300 personas. Ni en Mumbai, en India, hay tanta densidad poblacional. El hacinamiento es extremo.
En cada casa, viven 3, 4, 5 familias. O sea que pueden haber entre 15 o 20 personas durmiendo en una casa pequeña. Y es que la población en Gardi no deja de crecer. En su cosmovisión, creen que deben recibir a todos los hijos que la vida les mande.
Construir un segundo piso no es una opción para la gran mayoría. El concreto, que es lo que puede sostener una estructura así, es caro, y hay muchas familias que no pueden pagarlo. La mayor parte de la gente no tiene trabajo fijo. Viven del turismo o de la pesca. Al día a día. Y utilizar otro tipo de materiales no es aconsejable, pues los fuertes vientos y las tormentas se pueden llevar parte de la estructura. Es algo que ya pasó cuando se construyó un segundo piso de concreto pero con techo de zinc en la escuela de la isla.
Entonces, los habitantes de Gardi Sugdub han optado por robarle espacio a las calles, estrechando cada vez más el espacio público. En la isla las temperaturas pueden subir un poco más que los 30 grados centígrados, y caminar entre tantas casas y tanta gente es sofocante.
Cuando estuvimos ahí, nos encontramos con un gran ejemplo de cómo este hacinamiento afecta la vida cotidiana. El lugar está en el centro de la isla: la escuela.
[Ambi escuela]
[Lisette]: Es un pabellón de aulas con un área de cemento en el medio que mide unos 24 metros cuadrados. Piensen que ni siquiera es la mitad de una cancha de basketball. Ahí vimos a un profesor dando su clase de educación física.
[Arcelio Yanqui]: Erickson, despacio, ah, no trote, suave porque no hay espacio…
[Lisette]: Había unos 15 niños intentando trotar. Su profesor se llama Arcelio Yanqui. Nos acercamos cuando terminó su clase y le preguntamos cómo afecta a sus alumnos la falta de espacio.
[Arcelio]: Por ejemplo, si yo lo comienzo a hacer un ejercicio de velocidad, hay un tropiezo el mismo pared está cerca de eso. Me preocupo mucho para para no dar mucho esos ejercicios físicos. Porque a ellos le gustan correr, a veces yo tengo que estar pendiente para buscar problemas.
[Lisette]: A Arcelio le ha tocado inventarse de todo para que los niños puedan hacer ejercicio. Ese día que estuvimos ahí, vimos cómo los hacía trotar en círculos y dar piruetas sobre unas colchonetas pequeñas. Se sentía la urgencia de tener más espacio con cada bote del balón y en lo lento que tenían que andar para no tropezarse los unos con los otros.
Por eso, Arcelio está ansioso por mudarse. En tierra firme les han prometido una escuela nueva, grande, con diferentes espacios y canchas para practicar todo tipo de deporte.
[Arcelio]: Hasta mismos muchachos me han preguntado cuando vamos a cruzar, cuando vamos a jugar allá. Y yo le respondo de que no, no sé la fecha y depende de la situación o lo que están arreglando, trabajando, cuándo termina y cuándo nos entrega.
[Lisette]: Esa incertidumbre era causada por varios retrasos en la entrega, y aún en ese momento en que fuimos, la fecha de mudanza no era concreta. Era más una promesa. Esas ansias de cruzar a tierra firme las oímos con frecuencia en el resto de nuestro viaje. Madres, padres, niños, niñas y jóvenes con los que hablamos. Ahí empezamos a entender que, tal vez, el hacinamiento del que nos habló el sahila era un problema más palpable y cotidiano para Gardi Sugdub que el cambio climático.
Aunque hay que mencionar algo importante: el hacinamiento y el cambio climático en Gardi Sugdub no son excluyentes y, de hecho, se relacionan. Como la gente necesita más espacio para atender la sobrepoblación, han hecho algo a lo que llaman “rellenar”. Y este proceso los ha vuelto más expuestos a las inundaciones, ese problema que los medios resaltan una y otra vez en su cobertura de este tema.
[Lisette]: ¿Y podemos ver el relleno de su casa?
[Augusto]: Ven, vamos acá. O sea. Aquí empieza.
[Luis Fernando Vargas]: Ajá….
[Lisette]: Él es Augusto Walter. Tiene 72 años y es el secretario de la comunidad, la mano derecha de los líderes. Lo seguimos por unos callejones de tierra y unas cercas hechas de palos altos y delgados. Llegamos al final de su terreno. Daba al agua y tiene un muelle improvisado de tablas de madera. Al lado de ese muelle, están los baños: dos estructuras hechas con planchas de zinc. La isla no tiene agua potable. Sólo tiene un acueducto desde una fuente de agua en el continente que pasa bajo el océano hasta la isla.
Agusto señaló al suelo y nos dijo…
[Augusto]: Todo eso es relleno. Todo eso era pura agua.
[Luis Fernando]: Wow. Pero son muchos años de trabajo, ¿no?
[Augusto]: Sí, por eso…
[Lisette]: Esa tierra que nos sostenía, que sostenía el baño y el muelle, sólida y compacta, indistinguible del resto de la isla, fue creada por él. Eran varios metros, horas y horas y horas creando tierra donde no la hay. Sin equipo pesado, sin excavadoras ni furgones. Luego, señaló el otro lado del muelle, hacia un relleno que todavía estaba en proceso.
[Augusto]: Y así empezamos con el relleno y uno le va echando cosas después.
[Lisette]: Cosas como cascajo del río, ramas secas, hojas, piedras, cáscaras de coco, pero también botellas plásticas y todo tipo de basura. No muy diferente a la que encontramos contaminando el muelle: envolturas, tapas, fundas plásticas. Estos son los materiales que funcionan como soporte, para después cubrirlos con arena y ganarle unos cuantos metros al mar.
[Augusto]: Cada año yo voy aumentando mi terreno, voy aumentando mi terreno, relleno, hecho tierra y voy saliendo.
[Lisette]: Los gunas han hecho relleno desde hace décadas. Por eso, la isla es mucho más grande de lo que era cuando se mudaron por primera vez a ese territorio, hace más de 100 años. Pero es una práctica que también ha generado problemas. Hasta hace un par de décadas era muy común rellenar con corales que quitaban del arrecife que está en el archipiélago. Eso los ha dejado más vulnerables a las inundaciones pues funcionan como una barrera natural que protege la costa.
[Diwigdy Valiente]: Hemos… Matado a esos corales. Lo hemos utilizado como material de construcción y hoy en día el levantamiento del nivel del mar es peor cada vez y termina ocasionando los problemas que, que estamos viviendo.
[Lisette]: Él es Diwigdi Valiente. Es guna y vive en la comarca, pero en una isla que está a casi tres horas en lancha de Gardi Sugdub. Trabaja como director de programas para la conservación de arrecifes de coral en la ONG Wildlife Conservation Society. Es activista y se dedica a divulgar a su comunidad los efectos del cambio climático y el aumento del nivel del mar en el archipiélago de Guna Yala. Él está convencido de que el daño al arrecife de coral y el aumento del nivel del mar son temas preocupantes, urgentes.
[Diwigdy]: Nosotros hemos perdido la capacidad de recibir afectaciones por las mareas, de recibir golpes por las por las olas. Hemos perdido todas esas, esas, eh, habilidades que tenían los corales alrededor de las islas para protegernos.
[Lisette]: Este problema se documentó ya hace 20 años. Un estudio realizado por el Instituto de Estudios Tropicales del Smithsonian analizó el arrecife de coral de la comarca. Encontró que Gardi Sugdub no era la única que había afectado los arrecifes sino que también el resto de la comunidad guna que vive en el archipiélago. Se encontró que unos 20 kilómetros habían sido extraídos para crear rellenos y barreras artificiales contra el mar. Para que tengan una idea: con esa cantidad de coral, se habían creado un total de 60 mil metros cuadrados de tierra en las islas alrededor de la comarca. Imagínenselo.
A raíz del estudio del Smithsonian, se crearon medidas para prohibir la extracción de corales en el archipiélago. Los corales son importantísimos en el ecosistema marino. Quitarlos es como deforestar un bosque, pues es el hogar de muchos otros animales del mar. Sin embargo, es algo que estaba naturalizado por los gunas.
[Diwigdy]: Los gunas piensan que los corales son piedras todavía y no entienden la relación simbiótica que tienen con algas y cómo estas algas dependen de la temperatura del mar, para poder mantenerse vivas y para poder mantener a los corales sanos. Y si no tenemos corales sanos y perdemos también la biodiversidad que existe gracias a los corales, vamos a tener que comenzar a ir a pescar cada vez más lejos y los peces van a ser cada vez más pequeños. Y esto también son problemas relacionados con el cambio climático que no terminamos de entender o de asimilar como parte de un problema que no nace de nosotros.
[Lisette]: En su cosmovisión, los gunas están interconectados con la naturaleza y hay una fuerza natural que provee los peces, los corales, el bosque, todo lo que necesita la comunidad para vivir. Se trata del mar. Al que llaman Muu Billi. En su idioma, dulegaya, significa, más o menos, abuela mar. Es parte de su espiritualidad e identidad. Es difícil conciliar que esa fuerza que les da de comer, que les da sustento, les arrebatará el lugar donde viven.
[Diwigdy]: Eso yo creo que realmente hace que el pueblo Guna vea con dificultad la realidad de que el cambio climático es real y de que por decirlo de alguna manera, la Tierra nos está pasando factura. Obviamente no todos los problemas relacionados al cambio climático vienen del pueblo Guna.
[Lisette]: Sino de los países que más contaminan: Estados Unidos, Alemania, Rusia, India, China… Comparado con ellos, la huella de carbono de los guna es insignificante. Pero eso no quita que sus acciones hayan causado graves problemas en su ecosistema. Y, por lo tanto, en su cotidianeidad.
[Diwigdy]: En las islas de Gardi puedes ver en los meses de lluvia cómo el agua le llega a los tobillos todo el tiempo por un periodo de extensión largo, semanas, días. En las islas se inunda.
[Lisette]: De todas maneras, la gente con la que hablamos en la isla nos dijo que esas inundaciones siempre han ocurrido. No lo ven como algo directamente ligado a la extracción de los corales o al cambio climático. Aun así, en los últimos años, han decidido rellenar un poco más alto para intentar protegerse del agua.
Y es que en la historia reciente de Gardi, sí ha habido tormentas más fuertes de lo común. Como una en noviembre de 2008 que inundó todo por días hasta que el agua dejó de golpearlos. Los guna estaban acostumbrados a las tormentas durante esa época del año, pero ninguna como esa. Fue, según registros del boletín del congreso Guna, un evento que los llevó a pensar en la relocación más seriamente, en caso de que ocurriera otra vez un desastre natural como ese. Y mencionaban, quizá por primera vez, el peligro inminente del cambio climático.
Pero, entonces, ¿por qué el sahila nos dijo que la verdadera razón de la mudanza se debe, no al cambio climático, sino al hacinamiento? Diwigdi cree tener una respuesta para eso.
[Diwigdy]: Vivir la realidad de un desplazamiento no es algo fácil, es algo bastante traumático. Yo he vivido en ansiedad los últimos años de mi vida pensando solamente en que no le voy a poder decir a mis hijos, a mis nietos o a mis bisnietos que nosotros vivimos en islas, porque tal vez las islas ya no van a estar cuando ellos estén vivos. Entonces esa ansiedad y ese temor, yo creo que causa negación en muchos de nosotros.
[Lisette]: Se trata de una especie de duelo anticipado. Para Diwigdi, este contraste es un problema.
[Diwigdy]: Entonces, yo creo que sí tiene que haber una reconciliación entre la cosmovisión indígena y el conocimiento científico moderno. Para que nuestro pueblo realmente pueda florecer.
[Lisette]: Para eso, dice él, se requiere también que el gobierno ponga de su parte. Que haya herramientas pedagógicas que estén en armonía con la cosmovisión de los guna.
[Diwigdy]: Si eso no pasa, créeme que las personas van a seguir negando lo que es el cambio climático y van a seguir habiendo estos conflictos entre nuestra cosmovisión y la realidad actual.
[Lisette]: Y, como dijimos antes, no fue solo el sahila el que nos dijo que su mudanza se debía al hacinamiento. Nos lo dijo Betzander, nuestro guía; Augusto, el secretario… y muchas personas con las que hablamos los días que estuvimos ahí. Tenían el mismo tono de molestia ante la idea de que el mar les quitará su isla. Y nadie lo expresó tan claramente como Magdalena Martínez cuando le preguntamos cómo la hacía sentir que dijeran que su isla iba a desaparecer algún día.
[Magdalena Martínez]: Me hacen sentir mal porque la gente dice: «Oh, se están yendo porque no quieren ahogarse, porque la isla se va a hundir». Y no es así. Es por hacinamiento.
[Lisette]: Magdalena tiene 74 años. Se notaba fastidiada, como si las advertencias sobre el cambio climático fueran condescendencia.
Nos dijo que, de todas maneras, pensaba mudarse a la nueva barriada. Está cansada del hacinamiento y le emocionaba tener una casa nueva, pero nos dijo que no abandonará del todo su isla, porque siempre estará yendo y viniendo.
[Magdalena]: Es mi lugar. Es donde tengo mi familia, donde conocí a mi esposo. Mis suegros. Mi cuñada vive ahí. Para mí es mi nega. Mi nega es mi espíritu, mi vida.
[Lisette]: Cuando visitamos la isla, en realidad no se hablaba de una mudanza completa. El tamaño de las 300 casas construidas por el gobierno hacía físicamente imposible mudar a todos los habitantes de Gardi Sugdub. Además, había personas que no se querían ir.
Conversamos con Lenín Ávila, por ejemplo. Nos dijo que tiene apego a la tierra, no muy diferente a Magdalena.
[Lenín Ávila]: ¿Por qué? Me gusta, ya tengo tiempo, años de estar acá en esa isla. Sé que va a ser un poquito duro para la gente que van a cruzar. No se van a acostumbrar de una vez, poco a poco, porque muchos han vivido aquí todo el tiempo de lo que ellos han sido su hogar.
[Lisette]: Y Eivin, a quien encontramos cerca de un abastecedor mientras hacía pulseras para vender. Nos dijo que tampoco quería irse. Tenía reservas de cómo sería vivir en tierra firme.
[Luis Fernando]: ¿Y por qué te sentís mejor acá?
[Eivin]: Un ejemplo, si la brisa queda muerta, entonces lo que va a haber es mosquitos. Y acá no. Uno tiene que aguantar eso o si no repelente tiene que comprar eso.
[Luis Fernando]: Claro.
[Eivin]: Y entonces acá no y hace más fresco que allá.
[Lisette]: También conocimos personas que tenían sentimientos encontrados sobre la mudanza. Yadiles Mojica, una estudiante universitaria, nos dijo que, aunque le parece una gran oportunidad, le preocupa que se pierda la cultura. En especial por el entorno en el que los niños van a crecer en la nueva barriada.
[Yadiles Mojica]: Aquí los niños corren descalzos en bóxer o en lo que sea, pero están disfrutando porque su niñez allá va a ser diferente, porque el ambiente va a cambiar.
[Lisette]: Por su lado, la maestra Loydé Luther nos dijo que sabe que es necesario precisamente por los niños, pues en la barriada estarán más cerca de la nueva escuela. Pero le encanta vivir en la isla.
[Loydé Luther]: Hay mucha brisa, es más tranquilo. No sé, eso es la tranquilidad de la isla, el sonido del mar, la brisa y uno puede asomarse y ver el mar. De pronto puede, puede ver algunos delfines o no.
[Lisette]: También había gente que se mostraba escéptica respecto a la mudanza debido a los continuos retrasos. Se había convertido en una especie de fantasma en la isla, una presencia constante en la que muchos creían y otros no. Pero cuando estuvimos ahí, en marzo de este año, los líderes estaban seguros de que ya, por fin, iba a suceder. Y estaban felices de mostrarnos su prometido nuevo hogar. Así que fuimos a ver eso mismo. Lo que se les ofrecía.
[Daniel]: Una pausa y volvemos
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestro editor senior Luis Fernando Vargas nos sigue contando.
[Ambi trayecto]
[Betzander]: ¿Sí son cinco minutos?
[Conductor]: ¿A dónde?
[Betzander]: Para llegar a la barriada.
[Conductor]: Sí… no, menos.
[Luis Fernando]: Para llegar a la barriada nueva desde Gardi Sugdub, tienes que tomar una lancha y viajar unos 10 minutos. Luego, desde el puerto, puedes caminar por unos 20 minutos montaña adentro o ir por 5 minutos en uno de los muchos carros que transportan turistas y residentes de la comarca a la ciudad.
Los guna nombraron a la nueva barriada Isberyala,que significa “tierra del níspero” en su idioma. En el terreno de 14 hectáreas, hay muchos árboles de esta fruta. Fuimos con Betzander Arango, nuestro guía, y Edilbertina González, vicepresidenta del comité de la comunidad que supervisa la construcción. Era un día extremadamente caluroso y se sentía aún más al estar a 2 km en tierra firme, lejos de la brisa del mar. Nos adentramos a la barriada en carro. Se sentía infinitamente más grande y espaciosa que la isla.
[Betzander]: Ahorita estamos viendo las mulas o algunas maquinarias trabajando, gente trabajando que son contratados por la misma empresa. Así que…
[Luis Fernando]: Las calles todavía no estaban asfaltadas, sino que tenían grava. Todo el barrio tiene un diseño por cuadras, todas las casas son de material prefabricado y concreto, una copia de la otra, con calles amplias donde podían pasar tractores y maquinaria pesada. No es muy distinta a una barriada de bien social en Panamá. Excepto por algo.
[Betzander]: Ahí bueno, también está la casa del Congreso (idioma Guna) y (idioma Guna), que esa es la eh, donde se hace la Asamblea. Es donde están los donde van a estar los sahilas aquí…
[Luis Fernando]: Betzander se refiere a las casas tradicionales donde se van a reunir los líderes de la comunidad. Estas, a diferencia de las casas donde vivirán las familias, conservan el diseño tradicional de madera y techo de palma. Son estructuras sagradas ubicadas en el centro de todo. Fundamentales para prevenir el olvido de su cultura y preservar algo de su modo de vida. Ha sido un punto fundamental en toda la planificación que, en realidad, comenzó mucho antes de que se supiera que el mar estaba subiendo 2 mm al año en el archipiélago.
Según los líderes, la idea de construir una nueva barriada viene desde finales de los años 90. Ya para ese entonces, no cabía nadie en la isla. Pero no se comenzó a construir hasta 10 años después, cuando varias familias guna donaron sus terrenos a 2 km del puerto, para que la gente pudiera mudarse. Al principio, intentaron hacer las casas tradicionales de su cultura, con palma y madera, diseñadas para el calor y con espacios amplios para las familias numerosas, solo con los recursos de la comunidad, pero fue imposible. Era demasiado caro.
Así que le pidieron ayuda al gobierno de Panamá, y después de años de negociaciones e insistencia, lograron que se financiara la construcción en el 2019. El gobierno se enfocó principalmente en el argumento de que el cambio climático estaba afectando a la isla y decidió que las casas serían el modelo de casa de beneficencia social que manejaban, no lo que querían los gunas en un principio. Pero era mejor que nada.
En los siguiente años, las cosas se empezaron a mover: el Banco Interamericano de Desarrollo se comprometió a apoyar la construcción de la barriada y la adaptación de la comunidad. Organizaciones internacionales y diplomáticos de varios países como China y Reino Unido los visitaron para asesorarlos en diferentes temas y mostrar su apoyo. Y el proyecto de la barriada coincidió con la construcción de una escuela modelo y un hospital que el gobierno ya estaba haciendo en la zona.
Edilbertina, del comité de la barriada, nos comenzó a dar un tour por el lugar.
[Edilbertina]: Esa… Llegamos a la calle 5.ª. Esa es la calle 5.ª de la última. Es…
[Luis Fernando]: Aprovechó para tomar fotos de todo. Desde hace meses venía documentando el avance del proyecto para la comunidad para rendición de cuentas. Estar ahí, parados en medio de la hilera de casas color beige con amarillo, se sentía como ver todos esos años, casi 15, de trabajo por fin concretados. Pero, a medida que lo íbamos recorriendo, era evidente que el proyecto aún no estaba listo.
Algunas casas estaban abiertas, con hombres trabajando en ellas y mujeres guna limpiando otras. Nos acercamos a una con Edilbertina.
[Lisette]: ¿Podemos entrar a una?
[Edilbertina]: Sí, vamos a entrar una para ver.
[Luis Fernando]: Las casas, de unos 40 metros cuadrados, tenían dos cuartos, un baño, cocina, una pequeña área para la sala y el comedor. Pero todavía no había agua ni luz. Un hombre trabajaba en la instalación. Atrás tenían un lavadero para la ropa y un terreno amplio. En total, cada familia tendrá un terreno de 300 metros cuadrados.
[Ambi nueva barriada]
[Luis Fernando]: Ok. de este murito que está acá hasta allá es tu terreno.
[Edilbertina]: Si está por allá el el punto que está ahí ¿ve? Un punto rosita son 300 metros cuadrados que le entregaron a toda la familia para construir otra casa más.
[Luis Fernando]: Si eso es un espacio bastante grande, ¿no?
Ella ya tenía ideas para su propia casa…
[Edilbertina]: Atrás el terreno es de nosotros. Así que yo quiero agrandar cuando cuánto casa yo voy a poner para la familia Otra familia más.
[Luis Fernando]: Es decir, cuando ya esté viviendo en su casa, quiere construir otra estructura en el patio trasero para que pueda vivir una familia más.
[Ambi nueva barriada]
[Luis Fernando]: ¿Qué espera ponerle a su casa? ¿Qué es lo primero que quiere?
[Edilbertina]: Ah, atrás voy a poner mis yucales para mi comida.
[Luis Fernando]: Había una esperanza en la expresión de Edilbertina. No tanto de lo que era la barriada en ese momento, sino de lo que podría llegar a ser. Será el primer asentamiento grande que los turistas encontrarán antes de partir a las islas. Algo que muchos están viendo como una oportunidad para generar ingresos por medio de tiendas.
Pero, además de que todavía no había luz ni agua, había otras cosas por resolver, cosas importantes. Por ejemplo, el costo de la electricidad. Gardi Sugdub funciona con una planta para la cual se compra la gasolina comunitariamente y paga un valor simbólico. Entre $5 a $10. En cambio, la barriada nueva contará con servicio eléctrico de una empresa privada, como el resto del país, un servicio de 24 horas que muchas familias no pueden pagar.
También, estaba el manejo de la basura, porque todavía no había un plan de residuos. Además, estaba el tema de cómo se van a proteger de los mosquitos de la zona y las enfermedades que transmiten. No había un plan de prevención para eso. Otra cosa que los guna estaban pidiendo era una cerca alrededor de la barriada para crear una barrera contra animales salvajes, como felinos y serpientes, un problema que no tenían con el mar como vecino.
No había respuestas ni de la comunidad ni del gobierno a estos interrogantes. Pero fueron justamente esos cuestionamientos los que nos ayudaron a entender lo mucho que significaba el traslado. Era más que una logística, era un cambio de vida. Un choque entre la tradición y la modernidad.
Nadie era más consciente de esto que Betzander, nuestro guía. Este es él durante el recorrido cuando le preguntamos si estaba emocionado por ver su propia casa.
[Ambi nueva barriada]
[Lisette]: Pero a nivel personal como que emociona ver lo que podría ser tu próxima casa.
[Betzander]: Bueno, de emocionarme no, es como si de repente para mí fuera como yéndome a Panamá. Así que no es tanto de emoción en sí. No sé, no sé cómo describirlo.
[Luis Fernando]: Betzander ya había dejado Gardi Sugdub para estudiar turismo en Suiza con becas que ofrecía el gobierno, y había vuelto porque sentía la necesidad de preservar su cultura. A veces, su apatía ante la mudanza nos parecía como si pensara que la barriada era una afrenta contra ese deseo de que el modo de vida guna continuara.
Pero en cierto momento de nuestro recorrido, Edilbertina le mostró a Betzander la que sería su casa. La de él y su familia. Era la primera vez que la veía. Entramos y Betzander no habló mucho. Se dedicó a ver los espacios a su alrededor: las dos habitaciones, el baño, la cocina. Casi como si se estuviera imaginando cómo y dónde cabría su vida. Cuando salimos a la parte de atrás, se quedó viendo todo el terreno y nos empezó a decir que se podría plantar un huerto ahí. Luego nos dijo:
[Ambi nueva barriada]
[Betzander]: Me siento feliz ahora porque vi mi casa.
[Lisette]: ¿Qué dijiste?
[Betzander]: Me estaba preguntando cómo me sentía y que yo no me… no siento nada. Ahora sí que me siento feliz porque vi mi casa.
[Luis Fernando]: Porque esa casa era una promesa de una vida, en teoría, un poco más cómoda y estable, con más espacio, con electricidad y agua potable constante. Porque sí, en Gardi Sugdub se vive el cambio climático —como las inundaciones, el nivel del mar y un clima cada vez más caliente—, pero también se vive la falta de trabajo formal y los servicios básicos. El abandono estatal es evidente.
Y sí, tal vez los pobladores guna opinen que el cambio climático sucederá en el futuro, pero esas casas en la nueva barriada están ahí, ahora, debido a eso, no a sus necesidades diarias. Nos lo dijo Augusto Walter, el secretario de la comunidad que nos mostró el relleno.
[Ambi nueva barriada]
[Lisette]: ¿Usted cree que el gobierno les apoyaría en esta relocación, si es que no fuera por este discurso del cambio climático?
[Augusto]: No.
[Lisette]: ¿Por qué?
[Augusto]: Porque conozco quiénes son ellos. Ellos nos están apoyando es por los otros países que han venido pensando en eso y han venido por eso. Y entonces el gobierno también quiere aprovechar.
[Luis Fernando]: Y es que desde que se empezó a mencionar que el cambio climático era una de las más grandes motivaciones para reubicar la comunidad, se encontró apoyo: delegaciones de países y organizaciones no gubernamentales no han parado de llegar a la isla para ver cómo ayudarlos a cubrir sus necesidades básicas, como pensar en maneras para manejar la basura y las aguas residuales en la nueva barriada, por ejemplo.
Es difícil, como periodistas, hablar del caso de Gardi Sugdub. Porque cuesta entender. Entender que el cambio climático, uno de los problemas más importantes que está enfrentado la humanidad, no es un tema que preocupa de inmediato a los guna y con el que no se identifican. Tal vez es hartazgo de que recién ahora decenas de periodistas, científicos, políticos y activistas se acerquen una y otra vez a ver su realidad… Y a decirles cuáles son sus problemas, sin realmente vivirlos.
Y es más difícil de entender cuando uno ve los restos del coral en los rellenos. Esa especie que se sabe que tenemos que proteger y cuya destrucción, nos dice la ciencia, ha causado problemas irreversibles. Da impotencia y frustración. Porque ese daño les ha costado, a ellos y a la naturaleza, pero lo han hecho para sobrevivir.
Es muy fácil juzgar que se aferren a su isla cuando no experimentamos lo que significa para ellos migrar. Ser indígena, en muchos lados, y Panamá no es la excepción, implica una discriminación y exclusión casi aseguradas.
Es difícil… Porque todo es más sencillo desde la otra orilla.
Dejamos Gardi Sugdub con angustia. Porque nosotros también estamos viviendo un duelo. Uno diferente, claro, desde una posición más cómoda y distante, pero que no deja de ser un sentimiento de pérdida. Gardi Sugdub no será la única relocalización de una comunidad con el peso del cambio climático apegada a ella. Es más, es la primera de muchas en las próximas décadas. Es una historia del futuro. Y también es una historia que arrastra consigo los miles problemas del presente: desigualdad, discriminación, abandono estatal. Mundos y culturas incapaces de reconciliarse.
Y así, con ese duelo y con el duelo de los guna en mente, con la incertidumbre de una mudanza que no se tenía del todo planeada, esperamos la fecha de traslado…
La mudanza se dio dos meses después. El 29 de mayo de 2024, el gobierno entregó a las familias las llaves de sus casas y les dijo que podrían mudarse en unos días. Este es el presidente de entonces, Laurentino Cortizo.
[Laurentino Cortizo]: Estoy seguro que la gente que tenemos nosotros que trasladar, que comienza casualmente el lunes 3 de junio, no quisieran trasladarse de su isla. O sea, no es fácil. Es un proceso. Y este es un tema que, vuelvo y repito y lo he repetido y lo seguiré repitiendo es un producto de la crisis climática.
[Luis Fernando]: La nueva barriada costó 12 millones de dólares. La reubicación de la población era una especie de prueba de los otros 63 desplazamientos isleños que el Estado planea llevar a cabo antes del 2050, año en el que se calcula que desaparecerán todas las islas.
Durante la entrega de las llaves, el entonces presidente dijo que Panamá, a pesar de sus esfuerzos por ser un país carbono negativo, tiene que invertir dinero en atender la crisis de cambio climático, y que los países desarrollados tienen que hacer su trabajo para cumplir con el Acuerdo de París que, entre otras cosas, busca que se reduzcan sus emisiones.
El mensaje era claro: el gobierno panameño era el primero en América Latina en hacerse cargo de la reubicación de una comunidad completa de refugiados climáticos. De hecho, así ha sido reconocido por el Fondo de Población de las Naciones Unidas. Era como si Cortizo no quisiera perder la oportunidad de que se lo ligara a tremenda hazaña, pues un mes después de que se entregaran las llaves, habría cambio de gobierno. Había algo de espectáculo incluido en toda la ceremonia.
Betzander y su familia fueron unas de esas personas que recibieron sus llaves. En un video que nos mandó, se lo ve parado con su mamá frente a su nueva casa, donde una trabajadora social del gobierno les dijo:
[Señora]: Aquí están sus llaves, agarre las llaves usted también porque es suya también, mi reina linda. Agárrele. Aquí está en nombre del presidente y el señor ministro.
[Luis Fernando]: Por mensajes de WhatsApp, Betzander nos dijo que su mamá estaba muy contenta porque había anhelado por mucho tiempo tener esa casa.
La mudanza oficial de las personas de Gardi Sugdub comenzó el 3 de junio y duró tres días. El gobierno envió oficiales del Servicio Nacional de Fronteras, Senafront, y del Servicio Nacional Aeronaval, para asistir a las personas ese día. La llamaron “Operación Dulup”, que quiere decir “langosta” en idioma dulegaya.
La mudanza comenzó a las 7 de la mañana. Llovía a cántaros. Había charcos en las estrechas calles de la isla. El peligro de una inundación era inminente. Nos comunicamos con Betzander, para que nos contara cómo iba todo por allá.
[Soundbite de archivo]
[Luis Fernando]: En un video que nos mandó de ese día se ve a gente en uno de los puertos con botes cargados de maletas, sillas de plástico, muebles de madera, cobijas, escobas…
[Betzander]: Saliendo el primer bote. Igual aunque ya se fueron algunos, pero este el primer bote ya con el Senafront.
[Luis Fernando]: Algunas familias, como la de Betzander, decidieron postergar su mudanza para otro día. Algunas otras personas de la isla fueron a ver cómo salía ese primer bote a cargo de las instituciones del gobierno panameño. Pero quienes más estaban ahí eran los periodistas tomando fotos y filmando cómo los agentes del Senafront cargaban el bote y asistían desde el puerto. Y es que, según lo que podíamos ver en ese video, ese momento puntual parecía hecho más para la prensa que para la gente de Gardi. Porque, en realidad, hasta el cierre de esta historia, la nueva barriada ni siquiera estaba del todo lista para vivir.
[Betzander]: Ahorita mismo no hay agua porque no hay luz.
[Luis Fernando]: Betzander nos dijo que habló con la persona que estaba revisando el instalado eléctrico y le dijo que estaba mal hecho. Que recién en un mes, tal vez, tendrían electricidad. Del agua había menos información. Todo eso como resultado de malentendidos entre el gobierno y la empresa de electricidad y la burocracia. La solución: muchas familias están llevándose los paneles solares que un gobierno pasado instaló en sus casas. Pero de nuevo… Alguien se está quedando sin electricidad.
[Betzander]: Me mudo el 8., dios mediante, y yo me llevo el panel para que haya luz en mi casa y siquiera para tener un ventilador ahí. Porque sino imagínese dicen que hace calor en la noche y mucha chitra, mosquitos.
[Luis Fernando]: El calor sin brisa y los mosquitos. Dos problemas que nunca tuvieron en su isla y que ya sabían desde hace mucho tiempo que podrían ser un malestar en el continente. A eso se le sumaba que, para cuando comenzaron la mudanza, seguía sin haber un plan de manejo de desechos y seguían los problemas con los pagos de electricidad, agua y gas. Las cosas continuaban casi como cuando nos fuimos y aún así los mudaron.
El centro de salud en la isla seguía trabajando como siempre porque en la nueva barriada no hay uno. Y porque los guna de otras islas seguirán yendo para que los atiendan ahí. El supuesto hospital en tierra firme nunca se terminó de construir. Y la escuela de Gardi Sugdub todavía no cerraba porque, como ya dijimos, la nueva todavía no estaba completamente lista. La vida seguía haciéndose en medio del mar y muy pocos habían abandonado la isla. Muy diferente a lo que tanto se escuchó en los medios de comunicación por esos días.
Al tercer día de traslado pudimos hablar con Magda Martínez, la mujer que nos dijo que le molestaba que les llamaran desplazados climáticos. Ella estaba emocionada por la mudanza, ansiosa de vivir en su nueva casa. Pero esta vez su tono de voz era diferente.
[Magdalena]: De verdad que estoy muy decepcionada. Solamente hay como diez personitas ahí en la barriada porque no contamos con agua.
[Luis Fernando]: Ella había empezado su proceso de mudanza, pero lo detuvo.
[Magdalena]: El agua es lo más importante y ahora mismo ese pozo no da para nosotros. Y si ya no tenemos agua, figúrese ahora, dentro de unos meses menos agua vamos a tener. Así que estoy muy triste por ese lado y no me puedo quedar en la vivienda porque necesito agua y luz.
[Luis Fernando]: Para ese punto, el problema ya no era el nivel del mar o el hacinamiento. Era uno que conocen desde hace mucho: no ser vistos, realmente vistos, por el gobierno.
[Magdalena]: Tenemos que amoldarnos y ver qué hacemos. Luchar para todas estas cosas se consigan nuevamente. Así que es triste ir a un lugar y empezar de la nada. Habiendo dejado atrás todo un mundo de recuerdos. Bueno, pero así es la lucha diaria del indígena, del campesino, de las personas humildes.
[Luis Fernando]: Mientras tanto el mar crece. Los guna que se quedaron siguen rellenando y haciendo barreras contra el porque qué otras opciones tienen. Los que decidieron mudarse tratan de comenzar en un nuevo lugar. Y con el beneficio de la distancia, vemos la situación con la idea de que el planeta ya no es el mismo… De que las cosas se pondrán más difíciles para ellos. Y para muchos de nosotros.
[Daniel]: Isberyala fue construida en el área protegida de Narganá en Panamá. Y, según una investigación periodística del medio digital Mongabay, no se hicieron los estudios ambientales necesarios antes de la construcción de las viviendas. Lo cual puede provocar que la zona protegida continúe degradándose a medida que crezca la población.
Para finales de noviembre del 2024, casi seis meses después de la fecha de mudanza, los guna que viven en la nueva barriada tienen problemas con el servicio eléctrico y de agua. Además, continúan buscando una solución para la recolección de basura.
Este episodio fue realizado gracias al apoyo de Oxfam en América Latina y el Caribe, una organización internacional que trabaja para combatir la desigualdad y la pobreza, promoviendo la justicia económica, social y de género.
Gracias a Héctor Guzmán, del Instituto Smithsoniano de Estudios Tropicales por su asesoría.
Esta historia fue producida y reporteada por Lisette Arévalo y Luis Fernando Vargas. Lisette es productora senior de Radio Ambulante. Vive en Quito, Ecuador. Luis Fernando es editor senior de Radio Ambulante y vive en San José, Costa Rica.
Este episodio fue editado por Camila Segura, Natalia Sánchez Loayza y por mí. Bruno Scelza hizo el fact-checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Rémy Lozano con música original de Rémy.
The rest of the Radio Ambulante team includes Paola Alean, Pablo Argüelles, Lucía Auerbach, Adriana Bernal, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Barbara Sawhill, David Trujillo, Ana Tuirán, Elsa Liliana Ulloa y Desirée Yépez.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
Si te gustó este episodio y quieres que sigamos haciendo periodismo independiente sobre América Latina, apóyanos a través de Deambulantes, nuestro programa de membresías. Visita radioambulante.org/donar y ayúdanos a seguir narrando la región.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.