El guardián del puente | Transcripción

El guardián del puente | Transcripción

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[Daniel Alarcón]: ¡Hola, ambulante! Hoy estrenamos el último episodio de esta temporada. Las próximas semanas compartiremos algunas de las mejores historias de nuestros archivos, pero mientras escuchas este episodio ya estamos trabajando en la próxima temporada, la número 15!  Y esto solo es posible gracias al apoyo de oyentes como tú.  Somos una organización sin ánimo de lucro y cuando nos apoyas, tu donación se invierte directamente en nuestro trabajo periodístico.

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Aquí el episodio.

Esto es Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón.  

Durante casi veinte años, Raúl Rodriguez se dedicó a proteger la frontera entre Estados Unidos y México. Trabajaba como oficial de migración en el Puente Internacional Progreso, en el sur de Texas y todos los días empezaban igual…

[Raúl Rodríguez]: So, te vas, te pones en tu computadora, en tu caseta, quitas el cono, ya te están esperando los carros. Y le preguntas, a ver, ¿ciudadanos americanos? Es la primera pregunta. 

[Daniel]: Los que tienen el pasaporte azul, el de Estados Unidos, lo muestran y cruzan el filtro sin problema. 

[Raúl]: Si no es ciudadano americano, presénteme su documento. Lo ves… si es bueno o no, al que va manejando, qué es lo que trae. En inglés se llama playing the cat and mouse game. 

[Daniel]: Jugar al gato y al ratón… 

[Raúl]: Todo es un juego. Tú haces esto, yo hago lo otro. O sea, tienes que descifrar, ser más inteligente que tu oponente.

[Daniel]: La decisión de requisar o no tiene que tomarse rápido. 

[Raúl]: O sea, en este caso, el el de las drogas, el que es el narcotráfico, no tienes el lujo de de pasarte 30, 20 minutos en la línea, dices, tienes 45 segundos para hacer una decisión y pásale. 

[Daniel]: Cuando se encontraba con algo que iba en contra de la ley, Raúl hacía lo que correspondía: negarles el ingreso a Estados Unidos o, directamente, iniciar un proceso de deportación.

[Raúl]: Durabas a veces tres, cuatro horas por persona en una deportación. Pues, es bastantito papeleo, bastantitas cosas que tienes que hacer, desde tomarle las huellas, tomarle las fotos, tomar su declaración y asegurar de que salgan del país. 

La tensión era bastante. Yo digo que es un lugar miserable porque nadie quiere hacerlo, pero tenemos que. 

[Daniel]: Para él era un deber, uno que se tomaba muy en serio, casi que con devoción. A pesar de los horarios que apenas le dejaban tiempo para él y su familia, su trabajo era un compromiso patriótico. Pero un día, sin aviso, eso que tanto cuidaba… colapsó.

[Raúl]: Yo batallé mucho para llegar a ese puesto y para tener ese trabajo, para que me lo hayan quitado así. 

[Daniel]: Y es que, sin saberlo, durante toda su vida, Raúl había estado violando esa misma ley que él tanto defendía. 

Una pausa y volvemos

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. La periodista Desirée Yépez nos sigue contando. 

[Desirée Yépez]: Para entender cómo Raúl llegó a convertirse en el blanco de la ley que protegió durante años, tenemos que cruzar la frontera que separa Texas en Estados Unidos, de Tamaulipas, México. Allí, en una casa de adobe y piso de tierra, Raúl vivió los primeros años de su vida.

[Raúl]: Venimos de raíces humildes, agricultores. Crecimos con lo que producía el campo, con mis siete hermanos y, este mis padres. Pues era escasa, una vida muy difícil pues la la la comida era escasa. 

[Desirée]: Tampoco había agua ni luz. Su padre se la pasaba entre el campo, la bebida y el juego. Y su mamá era ama de casa. Era mediados de los 70 y la situación económica, así como el clima de esa zona, asfixiaba.  

[Raúl]: Así que nosotros en tiempos de calor dormíamos afuera porque era demasiado. Los zapatos no los empecé a sentir hasta como los cinco años. 

[Desirée]: Fue, también, más o menos a esa edad que la idea de irse a vivir al otro lado de la frontera entró a su vida. Primero como amenaza. 

[Raúl]: Pues yo era muy inquieto de chico. Para que me calmara o para que no siguiera haciendo mis travesuras, me decían te vamos a mandar para los Estados Unidos. Y yo inmediatamente me paraba y ya, ese era mi, mi medicina para que no, no ser así. 

[Desirée]: La idea de irse angustiaba a este niño que no tenía idea de qué había más allá de su rancho. Pero pronto lo empezó a sentir como una sentencia, una orden que, tarde o temprano, tendría que cumplir. Y había una razón: él había nacido del otro lado. 

[Raúl]: Pos siempre me dijeron que era ciudadano americano. Tú tienes que ir para Estados Unidos y no puedes estudiar en México, no te lo permite el país y así que te tienes que ir. 

So yo, como quiera, yo empezaba a entender un poquito por qué tendría que venirme a los Estados Unidos. No me gustaba, pero sabía que algún día se tendría que hacer. 

[Desirée]: Le contaron que cuando su mamá estaba embarazada de él, cruzó hasta Brownsville, en Texas, una ciudad que queda a menos de cinco kilómetros de donde ellos estaban y ahí dio a luz. Fue así como consiguió la ciudadanía que le serviría para hacer su vida lejos. 

Así que cuando tuvo edad suficiente para empezar la escuela, en el verano del 75, Raúl tomó su equipaje y, llorando, se despidió de toda su familia.  No podía hacer muchas preguntas, solo obedecer. Estaba asustado, a pesar de que se iba con personas que conocía. Viviría junto a su tía, que había migrado a Texas con su esposo estadounidense y sus cinco hijos. 

Cuando llegaron al punto de migración, Raúl presentó una tarjeta donde constaba que, hacía seis años, había nacido en Estados Unidos. Era su acta de nacimiento.

[Raúl]: Es como un cartoncito. Y ahí dice todo y está el sellado del estado de Texas. Nacido en la ciudad de Brownsville. Y ahí también dice pues mi nombre, mis padres. 

[Desirée]: Cruzó el puente sin problemas. Lo que encontró al otro lado, a simple vista, no era muy diferente de lo que conocía. También era campo, sembríos, poca gente y casi nada de tráfico. Pero de a poco empezó a notar una serie de diferencias que marcarían su vida de ese lado del mundo. La primera pieza en descolocarse sería la de su familia. 

[Raúl]: Al principio pues todo era color de rosa, todo era bonito, todo me querían, me trataban bien, pero de poco a poco fue como quien dice este, ya cambian las cosas, ya fueron los insultos… Me la pasaba triste. Me la pasaba en los escalones atrás de la casa, sentado, pensando cuándo acabaría esta tortura. Muy solitario porque no tenía permitido tener nadie, una amistad.

[Desirée]: El  idioma era otro problema. Sin saber inglés, adaptarse a la escuela no fue fácil. Además, las personas se veían diferente. Él, moreno, no muy alto, con cabello lacio, no se parecía a los niños de la escuela, que en su mayoría eran blancos, de ojos claros y rubios. Ellos también lo notaban y se lo hacían saber.  

[Raúl]: Mis pleitos siempre fueron porque era el, era el el wet back que era el, la espalda mojada. Porque como me veo porque todavía se utilizaba eso de… te gritaban nombres o te decían cosas. Yo les decía pues por qué me vas a tratar diferente si somos de la misma nacionalidad. Y yo siempre les aventaba por enfrente soy ciudadano americano, aunque mi color de mi piel sea morena, pero siempre tengo el mismo derecho que ustedes o que cualquier ciudadano. 

[Desirée]: Pero la sensación casi todo el tiempo era que, desde que dejó el rancho de sus padres, algo dentro de él se perdió. Por eso, cada vez que terminaba el ciclo escolar, se regresaba a México a pasar sus vacaciones. Era un retorno a su origen. A casa. Su mamá lo cuidaba y lo consentía. Además, estaba su abuelo. 

[Raúl]: Cuando regresaba a mi pueblo, pues me iba con mi abuelo, era más con él y él fue el que me enseñó a pescar, a cazar, a trabajar.

[Desirée]: Con su papá era más bien distante, porque se la pasaba durmiendo de día, apostando y tomando de noche. Raúl tampoco le prestaba mucha atención, porque las horas se le iban jugando con sus hermanos en el desierto.

Pero al empezar las clases, tenía que devolverse solo a Estados Unidos.  Era una ruta que le resultaba cada vez más familiar. Salir del rancho, caminar unos cuantos kilómetros por la carretera de tierra y tomar el tren que lo llevaría hasta el Puente Internacional Progreso. Allí encontrarse con un punto migratorio donde había letreros en inglés y en español, con las banderas de Estados Unidos y México, sus respectivos carriles y las casetas donde estaban los agentes.

[Raúl]: Ya nomás llegaba al puente y ya empezaba mis nervios, ya van a empezar.

[Desirée]: Y es que siempre lo detenían.

[Raúl]: Me daban problemas, de que tú no eres ciudadano americano. Me pasaban para adentro. Que te vamos a regresar a México y que dinos la verdad. Me querían sacar la verdad, según ellos que yo era ciudadano mexicano. Dice, tú no eres americano. Tú no pareces americano. Dinos la verdad. No, pues, digo, pues si me quieres regresar a México, le digo, pero no es mi país. Te estoy diciendo que soy ciudadano americano, digo pos. 

[Desirée]: Los interrogatorios eran tan frecuentes que él ya reconocía a los oficiales. 

[Raúl]: Ya los miraba y ya se dice ay, este es el que me va a hacer la vida imposible. Había en ese entonces una oficial, una mujer, tremenda, era muy fuerte su carácter y decía las cosas pues como para que te… la palabra se llama break. O sea que te quería quebrar, te quería que dijera la verdad. 

[Desirée]: Los oficiales no cuestionaban su documento sino su aspecto. Como casi siempre le pasaba, se fue acostumbrando a ese trato y a responderles que, si necesitaban más información, se comunicaran con sus padres. Y como los agentes no tenían más argumentos, lo dejaban pasar. 

Cada vez que se sentía discriminado y acosado en ese cuarto de migración, pensaba en lo diferente que se podría tratar a la gente. Fue ahí, en su infancia, que empezó a soñar con trabajar como agente migratorio. 

[Raúl]: La idea de entrar en migración era si podría ser un cambio de cómo tratar a la gente, no por sus facciones, sino por sus documentos. 

[Desirée]: Un día, en uno de esos interrogatorios,  Raúl le dijo a un oficial que cuando fuera grande quería hacer ese trabajo. 

[Raúl]: Y uno de ellos me dijo una vez: la mejor manera de entrar a migración es que entres a la militar, le dan preferencia a los veteranos.

[Desirée]: Entonces trazó un plan. Al terminar el colegio, entraría al ejército. Pero ahora, ya reflexionando y siendo sincero consigo mismo, Raúl me confiesa que en realidad lo que perseguía era algo más.

[Raúl]: Tuve una vida muy restringida. No, no me permitían hacer mucho. Yo quería ser respetado. Y eso, eso es lo que me llamaba la atención. 

[Desirée]: Así que apenas terminó la escuela, a los 18 años, en mayo del 87, se fue de la casa de sus tíos a perseguir su meta. Tenía todo en orden: su seguro social y su licencia de conducir, como cualquier otro chico en Estados Unidos. Pero postergó la entrada al ejército para trabajar y hacer dinero porque en una de sus visitas a México conoció a una mujer con quien formaría una familia. 

A finales de los ochenta nació su primera hija, en Estados Unidos. Y, al poco tiempo, en agosto de 1990, cuando se declaró la guerra contra Irak… 

[Raúl]: Mi reacción fue de irme inmediatamente a suscribir, a firmar para entrar al Army, porque yo quería ir a la guerra.

[Desirée]: Pero en el proceso de reclutamiento se dieron cuenta de que su sentido de la audición fallaba un poco y le negaron la entrada. Fue una desilusión. Aún así, tenía que apurarse a seguir con su vida, consiguiendo dinero para mantener a la familia que crecía y a la que prefirió instalar en México. Ese mismo año nació su segundo hijo. 

[Raúl]: Dije, pues ¿sabes qué? Al cabo soy ciudadano americano. Que nazca en México. Le doy mi ciudadanía y ya. Digo, no, no va a haber problema. Pues sí, así pasó. Lo tuvimos en México. 

[Desirée]: Mientras tanto, él trabajaba en un matadero, en Corpus Christi, en la costa de Texas. Ahí conoció a alguien que le impulsaría a cambiar el curso de su historia. 

[Raúl]: Y un amigo me comenzaba a insistir: oye, no, no sé por qué estás aquí conmigo. Como él era más mayor que yo, tomó ese rol como que… como de padre, creo yo, me cuidaba mucho y me quería que avanzara. Me dice, no, tú eres ciudadano americano por qué vas a estar como un inmigrante trabajando en un trabajo fuerte, puedes tener un mejor trabajo.

[Desirée]: Este amigo le ayudó con un contacto dentro de la Fuerza Naval de Estados Unidos, en la Marina y, después de un tratamiento para sus oídos, estaba listo para enlistarse. Empezó el entrenamiento en 1992  en Florida. Parte de lo que debía hacer era ganar fuerza física, resistencia, pero también mucho trabajo psicológico.

[Raúl]: Aprendí a defenderme de las personas, a saber hablar un poquito mejor, que me salieron las palabras, que no me enojara tanto, que me tomara la calma. Aprendí mucho en la militar. 

[Desirée]: Después de cuatro meses, cuando el curso se terminó, Raúl era otra persona. 

[Raúl]: No me conocía mi familia porque cambiado totalmente de una persona con pelo largo hasta la cintura casi, con pelo bien cortito y con uniforme militar.

[Desirée]: Y ya con esa estabilidad, se llevó a los niños y su esposa a Estados Unidos. Durante cinco años, trabajó en la Marina. Empezó limpiando pisos, baños, cocinando y, de a poco, escaló hasta convertirse en policía de esa Fuerza Militar. Era un trabajo que lo obligaba a viajar mucho y esa ausencia se sentía en su casa. Por eso, en el 97, se retiró del ejército, aunque, de todos modos, su matrimonio terminó. 

Raúl empezó a trabajar en una empresa de seguridad privada, siempre pensando en conseguir el trabajo de sus sueños. Se había quedado con esa información que le había dado el agente cuando era niño y sabía que uno de los beneficios de ser veterano era que las agencias del gobierno le darían prioridad para conseguir empleo. Pero tuvo que esperar un poco. Por fin, tres años después, recibió la llamada: tenían un puesto para él.

[Raúl]: Me habían aceptado en el puente de El Progreso, Texas

[Daniel]: Vamos a una pausa y ya volvemos con la historia.

[Daniel]: Estamos de vuelta. Antes de la pausa, por fin, a los 31 años, Raúl había alcanzado su sueño: lo habían aceptado como agente de migración en la frontera, en Texas. 

Desirée nos sigue contando. 

[Desirée]: Lo había logrado. Le dieron tres meses para prepararse y aprender lo necesario para convertirse en agente migratorio. 

Aprendió sobre leyes, visas, revisión de identificaciones, y en ese mismo entrenamiento conoció a Anita. Una mujer de ascendencia mexicana que, como él, compartía el deseo genuino de proteger, servir y entregar la vida a su país. Y se enamoró. Se unieron para construir una familia donde ambos estarían dispuestos a hacer cumplir la ley. Esta es Anita. 

[Anita]: So, para mí, la patrulla era todo. Yo decía mi sangre es verde como los patrulleros.

[Desirée]: Para trabajar cuidando la frontera tienes que cumplir una serie de requisitos. 

[Raúl]: Haces un examen escrito y verbal, después te hacen una entrevista. 

[Desirée]: Como en cualquier entrevista de trabajo, pero a Raúl le hicieron unas preguntas extra. 

[Raúl]: Me preguntaron sí, oye, pues, ¿por qué tú naciste en Estados Unidos y siendo tus padres mexicanos?… Pues yo no sé, digo, pregúntale a ellos.

[Desirée]: La idea es corroborar que quienes entren al servicio no tengan antecedentes penales y que cumplan con lo que dice la ley. Tampoco pueden relacionarse con migrantes que no tengan documentos en regla. Por eso someten a los aspirantes a una investigación, en teoría, súper rigurosa. Es una indagación que le hacen a los oficiales cada cinco años en donde apuntan al círculo social: parientes, vecinos, amigos. 

Y como no encontraron nada, Raúl entró a trabajar como oficial de migración. En su primer día en el puente de Progreso, el que tanto temía cruzar cuando era chico, se reencontró con caras conocidas. Aunque ahora las cosas eran diferentes. 

[Raúl]: Vi a la persona esta, a la señora que me daba muchos problemas cuando estaba yo chico. Cuando me llegó con ella a presentarme ella, yo le digo yo ya te conozco. ¿Ah, sí? ¿Cómo me conoces? Dije, mira, yo desde chico que pasaba aquí tú eres la que me daba muchos problemas, me causabas mucho angustia, le digo, me tratabas muy mal. Dice, ahhh, disculpa, le digo pero, ya ves a hoy trabajo junto contigo.

[Desirée]: Ya en acción, una de sus responsabilidades era el contacto con los viajeros y tratar de sacar en pocos minutos la mayor cantidad de información. Para eso, desarrolló su propio estilo. 

[Raúl]: Cada quien tiene su estrategia, cómo hacer las entrevistas. Para mí, pues siento que era muy platicador me gustaba platicar. Eso funcionaba de que yo los hacía sentir a la gente… el público se sentía un poquito más calmado, más… no muy estresado, nervioso, para contestar las preguntas. 

[Desirée]: Esta sensación de confianza hacía que le hablaran con honestidad y esto era un punto a favor. Es que su posición implicaba mucho poder: desde permitirle a un turista entrar al país, conceder o negar peticiones de asilo, hasta detener y deportar migrantes. 

Y hubo veces en que esto de hacer cumplir la ley a cualquier precio no salió bien. Raúl no olvida cuando, una noche, un chico intentó cruzar de México a Estados Unidos, donde ya había estado viviendo y, en la entrevista, le confesó algo a Raúl.

[Raúl]: Él agarró mucha confianza conmigo porque no lo regañaba, como platicando nomás. ¿Qué fuiste a hacer a México? No, pues, es que se murió mi abuela. Y ya comenzó a agarrar confianza, y dice déjeme le digo la verdad: no soy ciudadano americano. Estaba en la High School el muchacho, se iba a graduar ese año. Le dije, pues ¿sabes qué? Le dije, pues voy a tener que, voy a tener que regresarte. 

[Desirée]: Esa noche, Raúl encabezó el trámite para que el chico, que era menor de edad, regresara a México. Lo que no se imaginó es que, a la mañana siguiente, encontrarían su cuerpo flotando en el río.

[Raúl]: Me duele. Hasta la fecha me duele mucho. 

[Desirée]: Cuando revive historias como esa, casi que puedo ver cómo se le hace un nudo en la garganta. Hace pausas. Respira hondo y por ahí no puede contener un par de lágrimas. Después confirma lo que me repetirá varias veces: que ese no es un trabajo para cualquiera.

[Raúl]: Yo les decía a los oficiales: digo, tienes que dejar tu corazón en tu casa porque vas a hacer unas decisiones que no quieres hacer, pero las tienes que hacer. Y te va a doler bastante. El trabajo no perdona. Tienes que hacer tu deber, pase lo que pase.

[Desirée]: Él y su esposa, Anita, coincidían en que lo más importante era el trabajo. Aunque los aislaba del mundo. 

[Raúl]: Uno no podía juntarse con no más con cualquiera, porque si ellos se dan cuenta de que tú andas con una persona que es ilegal o que no tenga documentos, o que anda violando la ley, tu trabajo depende de eso. Las amistades son los mismas, son de esa misma ramo de migración, esos eran todos mis amigos.

[Desirée]: Y esto les resultó aún más desafiante a finales de 2003, cuando nació el primer hijo de ambos, y se complicaría un poco más cuando nació la segunda. Los dos trabajando tiempo completo en los puentes, con muy poco apoyo mutuo para criar a sus pequeños. Esta es Anita. 

[Anita]: Siempre trabajábamos horas diferentes. Era muy raro que nos tocara el mismo día de descanso. Todos los días, festivos, aniversarios, cumpleaños, era muy raro que estábamos juntos.

[Desirée]: Y a pesar de que daban todo por su trabajo, a Raúl ni siquiera el uniforme y las placas de autoridad lo salvaban de las miradas dudosas y los comentarios racistas de sus compañeros. 

[Raúl]: Me decían la nutria porque decían que yo no podía cruzar legalmente. Cuando me iba pa México, pues tenía que cruzar por el río y pues se sabe que la nutria es una rata del agua. Dice te tienes que venir por el río. Y así me pusieron la nutria, así me decían muchos.

[Desirée]: La historia de nunca acabar, durante años. Pero, dentro de todo, era un trabajo que les pagaba bien, que sabían hacer, al que se habían acostumbrado y del que habían aprendido mucho. Por ejemplo, cuando Anita empezó a trabajar en el área de aplicaciones de visa y tarjetas de residencia, se le ocurrió que Raúl, como ciudadano estadounidense, podría ayudar a su hermano menor, René, a mudarse de México a Estados Unidos.

[Anita]: René y su familia conviví mucho con nosotros. Casi cada fin de semana estaban aquí con nosotros. Queríamos que su familia estuviera aquí con él y disfrutando del país como nosotros.

[Desirée]: René y su familia tenían visa de turista, así que los visitaban con frecuencia. Pero, económicamente, su situación no era la mejor y Raúl quería ayudarlo.

[Raúl]: El único hermano que no estudió y siempre fue muy apegado a mí y me daba cosa verlo que él sus trabajos siempre eran de de agricultura, de labor, duros, maquiladoras. Trabajos que eran difíciles. Y pues sus hijos quería yo también. Como eran muy apegados a mí, digo pues te los traes, te ayudo aquí y ya.

[Desirée]: Raúl, como ciudadano estadounidense, podía gestionar una residencia permanente, una green card, para su hermano. Pero este proceso demora años. Muchos años. Así que lo iniciaron a mediados de la década de los 2000 y dejaron que el trámite siguiera su curso. 

Raúl estuvo esperando una respuesta de la oficina de inmigración sobre la residencia permanente para su hermano menor durante casi una década. Hasta que un día de abril de 2018 llegó a su oficina, como siempre… 

[Raúl]: Pues ese día llegué antes de las cuatro de la tarde a mi trabajo como todos los días bajo mi lonche, me bajo mi carro, me vine caminando hacia la oficina, ya pa cuando llegué a la oficina vi a los dos, a los dos jefes que estaban ahí, que los conocía muy bien yo. 

[Desirée]: No era común que los jefes se quedaran para el turno de la tarde. Eso le pareció raro.

[Raúl]: Y me dicen oye, ¿podremos hablar contigo en la oficina? Le digo Okay, sí, ya dije, algo pasa. Y cuando entro ahí me entregan un sobre de esos grandes y me dicen sácalo y léelo. Pues ya lo abrí, lo saqué y lo leí.

[Desirée]: Era una notificación de que estaba bajo investigación y que tenía que dejar su puesto inmediatamente. Que pronto recibiría más indicaciones. 

[Raúl]: So, me quité mi cinto, se los entregué, mi placa y mis credenciales. Y me dicen okay, dice luego, pero qué pasa, ¿qué está pasando? Dice “no, pues no sabemos”. So, dicen espera que te llamen. Okay, está bueno. Y era viernes. So, me dicen preséntate el lunes. Yo nunca pensé que fuera algo malo, porque, pues, nunca había hecho nada.

[Desirée]: Sin saber qué estaba pasando Raúl se regresó a su casa. Obviamente, estaba nervioso  pero no le quedaba más opción que esperar. El lunes a primera hora se fue a la oficina a ver si alguien le explicaba mejor de qué se trataba todo eso. Y se encontró con novedades. 

[Raúl]: Me quitaron el acceso a todo. No podía hacer nada, nomás sentarme en un cuartito con la una secretaria que estaba ahí y, o sea, que no podía revisar mi email, no podía revisar nada, o sea, nomás estar sentado y no hacer nada. Y me estaba volviendo loco.

[Desirée]: Al día siguiente, lo mismo; y un par de días después, igual. Hasta que finalmente lo convocaron a una reunión. 

[Raúl]: Era muy oscuro, muy frío y me meten en un cuartito así como las películas de de doble vidrio y no hay nada. Nomás una mesita y dos sillas y me sientan y me dicen te vamos a poner bajo juramento y te vamos a leer tus derechos. Ah, ok, entonces esto ya está un poquito más serio. 

[Desirée]: Una vez instalados en lo que claramente sería un interrogatorio, uno de los oficiales lanzó la primera pregunta: Raúl, ¿sabes por qué estás aquí?

[Raúl]: Digo, no. Le digo, la mera verdad, no, no sé, no tengo ni idea. Me saca un sobre y pone un acta de nacimiento en frente de mí y dice ¿sabes qué es esto? Le digo no, la mera verdad no. Nunca lo había visto. No sé qué es. Digo, sé que es un certificado de nacimiento, pero no sé de quién es.

[Desirée]: Le ordenaron que leyera con detalle. La respuesta estaba ahí, en los datos que aparecían impresos.

[Raúl]: So, lo leí. Ya vi que mi nombre estaba ahí. El nombre de mis padres.

[Desirée]: Era suyo. Pero lo que seguía se sintió como una bala en medio de sus ojos que estallaba su cerebro. Lugar de nacimiento: Tamaulipas, México.

[Raúl]: Dice, bueno, ese es tu acta de nacimiento verdadera. Tú eres mexicano y no, pues ya sentí que se me vino, se me fue la sangre hasta los pies. 

[Daniel]: “Eres mexicano”… Lo dijo como si se tratara de una sentencia de muerte. Y en parte lo era, porque la persona que había sido hasta ese instante -o la que le habían dicho que era- no existía más.

Una pausa y volvemos

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Desirée nos sigue contando. 

[Desirée]: Al revisar minuciosamente la documentación, los investigadores encargados de tramitar la residencia para su hermano identificaron que el acta de nacimiento de Texas de Raúl había sido registrada por una partera que estaba condenada por fraude. Es decir, alguien contrató a esta mujer para procesar ese papel, después de que él naciera en la casa de adobe, en Matamoros. 

[Raúl]: Es una sensación muy fea que te digan una noticia así, como cuando te dicen que te vas a morir. ¿Ahora qué hago? ¿Qué voy a hacer? Se te viene todo el mundo abajo.

[Desirée]: No sabía qué sentir, qué pensar. Eso sí, tenía clara la respuesta cuando le preguntaron si sabía esto. Si había ocultado y falsificado información durante todos esos años.

[Raúl]: Y le digo no, pues no, no sabía la mera verdad, le digo la única manera que podemos saber si es, si es verdadera o no, le digo hablarle a mi papá, digo podremos hablarle a mi papá ahorita mismo le digo porque yo también necesito saber que si él por qué me mintieron o por qué, es este, si es verdad. 

[Desirée]: Los agentes accedieron y Raúl se comunicó con un sobrino que vivía en el rancho, en México, para que llevara a su papá hacia Estados Unidos. Y aunque la frontera entre México y Estados Unidos se siente inmensa por la política migratoria, la distancia entre un lugar y otro es de apenas unos ocho kilómetros. No era complicado. Acordaron encontrarse en una cafetería, donde estarían los oficiales. 

Pasadas unas dos horas, su papá finalmente llegó.

[Raúl]: So, se sentó y ya los agentes le presentaron lo mismo el acta de nacimiento. Y dicen ¿Qué es Raúl suyo? y dice: es mi hijo. Okay. ¿Dónde nació su hijo? Y dice en Brownsville, Texas. Y le enseñaron el acta de nacimiento. Dice ¿quién es esta acta? Y dice pues es falsa, dice, es falsa. Yo volteé y le digo, apá, dígale la verdad. Yo también quiero saber cuál es la verdad.  Y en ese momento él agachó la cabeza y dijo que sí, dice tú naciste en México. Los agentes le preguntaron, ¿él sabía? Dice no, mi hijo nunca supo. Pues ya perdí todo en ese momento.

[Desirée]: Toda su vida Raúl Rodríguez había sido un inmigrante indocumentado defendiendo un país que, en ese momento, no lo defendería. Que rechaza a quienes son como él. Su identidad como veterano, como agente, como ciudadano estadounidense estaba construida sobre un fraude. Años de trabajo y sueños acabados en unos segundos.

Raúl quería saber por qué, cómo, cuándo, quién construyó esa mentira alrededor de su identidad. Quería saber todo. Lo exigió. 

[Raúl]: Mi papá se quitó de toda culpa. Él le echó la culpa a una tía mía y a mi mamá. Dijo que ellas hicieron todo y no, él no sabía. No se dio cuenta de qué, ni cómo, ni cuándo. Dice, yo no sé nada. Ellas hicieron los trámites sin que yo supiera. Se limpió las manos y dijo que no sabía nada, pero que sí sabía que había nacido en México. 

[Desirée]: Su mamá murió en 2013, unos 5 años antes de esa conversación con su papá, entonces no puede verificar lo que le dijo. Pero Raúl no le cree.

[Raúl]: Mi madre no hacía ningún arreglo, ningún proceso, ningún decisión sin él. So, para que él le haya echado la culpa a mi madre. Pues creo que fue algo que no fue muy correcto. 

[Desirée]: Más tarde, Raúl confrontó a su tía y ella negó todo. Traté de comunicarme con el padre de Raúl, pero no tuve una respuesta. Y desde hace años Raúl no tiene contacto con su tía, entonces tampoco pude conocer su versión de los hechos. 

Mientras Raúl hablaba con su papá y los agentes de migración,  Anita estaba afuera de la cafetería, aterrada, esperando a su esposo. Cuando terminó la reunión los vio salir… 

[Anita]: Y mi suegro estaba llorando y le estaba diciendo a Raúl lo siento, mijo lo siento, perdóname, lo siento. Y Raúl estaba llorando también y él dijo, pues ni modo qué hago, voy a tener que regresar a México. Desafortunadamente mi suegro tomó todo, toda la fuerza de mi coraje ese día. Él tenía la culpa en ese momento que yo iba a perder mi esposo, mis hijos iban a perder su papá, él iba a perder su trabajo, posiblemente yo iba a perder mi trabajo también porque estoy casada con un… un.. que no tiene documentos. Íbamos a perder todo lo que habíamos trabajado tantos años  y haber sacrificado tanto y lo íbamos a perder en ese momento. 

[Desirée]: Los agentes le aseguraron a Raúl que no iban a poner cargos en su contra por falsificación; pero que sí entregarían el reporte a la agencia de control de aduana y frontera en la que trabajaba pues no podía seguir trabajando ahí al no ser ciudadano estadounidense. 

En medio del shock, Anita trató de recuperar la calma y pensar en soluciones. No había tiempo que perder y había que blindar a Raúl de la amenaza de una deportación. 

[Anita]: Y en ese momento como que me prendió el foco lo que estaba pasando. Le dije: No, no, no, no, no. Te vas inmediatamente a la casa. Ahí te voy a encontrar. Le dije no hables con nadie, no firmes nada, no admitas nada. No digas nada a nadie ni a nadie ni a nadie. 

[Desirée]: En el camino de regreso a casa, él solo podía pensar en que la vida lo estaba poniendo exactamente del otro lado de ese muro que miles de personas quieren cruzar a diario, de esa línea que marca el destino de miles de migrantes. Esa línea que él pensó, ya había quedado atrás. 

[Raúl]: De tantas personas que había deportado, nunca vi la… nunca vi ese lado de de de qué sucedía después de eso, hasta que me tocó a mí. Ahora me tocaba a mí vivir lo que lo que yo había lo que había hecho mucha gente. 

[Desirée]: Anita empezó a analizar todas las opciones rápidamente. Como una experta en el servicio de inmigración, sabía que tal vez no estaba todo perdido porque ella, al ser ciudadana, podía reclamar la tarjeta de residencia para su marido. Pero tenía que reportar lo que estaba pasando. 

[Anita]: So, hablé con dos supervisores y les expliqué lo que estaba pasando. Y me preguntó uno, me dice ¿Usted, tú no sabías? Le dije, si él no sabía, ¿Yo cómo voy a saber? ¿Yo qué tengo que hacer para no perder mi trabajo?

[Desirée]: Le dijeron que tenía que reportarlo a otro departamento. Así lo hizo y después se fue a su casa, con la tranquilidad de que al menos ella podría seguir trabajando. Como era evidente, Raúl no podría volver. 

Cuando se supo lo del acta de nacimiento falsa, el servicio de aduana y seguridad fronteriza le pidió la renuncia. Pero él se negó porque hacerlo, en sus palabras, sería aceptar una culpabilidad que no le correspondía. 

Y extrañamente para Raúl, mientras resolvían su situación laboral, le llegaba el pago de su salario. 

[Raúl]: No me presenté a trabajar, pero todavía estaba en los libros como empleado. Ellos mismos supieron que yo era ilegal y todavía me siguieron pagando. O sea, que ellos mismos violaron sus propias leyes. 

[Desirée]: En agosto de 2019, poco más de un año después de que lo suspendieran, a Raúl le llegó una carta indicando que su contrato había terminado. Fue un tiempo en que la vida se transformó: Raúl sin poder trabajar, claro, y ahora eran ellos los que debían llenar formularios, buscar abogados y, si estaban en la calle, evitar a la ‘migra’.  

[Raúl]: Cuando me quitaron todo, este… pues yo quedé en el limbo. Ningún documento, ningún nada. De estar en una una una posición de autoridad, de que pues básicamente me sentía invencible. O sea, no tenía miedo de nada. Ahora tener el miedo de que ahí viene un policía si me para, me dan.. me van a correr, me van a mandar pa México y a esconderme. Miraba a un policía y me le sacaba la vuelta y me iba por otra calle y así. 

[Desirée]: Para entender su pánico, no basta con saber del contexto migratorio de Estados Unidos. Seamos específicos. Raúl vive en Texas, uno de los estados que más rechaza la migración. Donde a pesar de la presencia de población latina, que asciende a más del 40%, la discriminación y la violencia no pasan desapercibidas, como le consta a Anita. 

[Anita]: Aquí en Texas la tema es contra los mexicanos, es contra cualquier extranjero. Ese tipo de pensamiento, desafortunadamente la tiene mucha gente aquí en Texas. 

[Desirée]: De todas maneras aplicó a la residencia como esposo de Anita. Pero parte de ese trámite fue una entrevista donde le preguntaron si en el pasado había hecho una declaración falsa de ciudadanía estadounidense, o si había votado en una elección federal como inmigrante sin documentos. Y claro, dijo que sí, explicando que todo eso sucedió porque no sabía que no lo era. La justificación no fue suficiente y le negaron la residencia, a pesar de tener esposa e hijos estadounidenses. 

[Raúl]: Ya cuando estaba a punto de deportación, que ya me habían dicho que me iban a deportar le dijimos a nuestro abogado que si podía hacer una cancelación de deportación. Era un proceso muy difícil de calificar porque tienes que tener ciertas cosas para calificar para ese proceso. Una es de que no tengas antecedentes criminales, que vivas aquí más de diez años.

[Desirée]: También hay que demostrar que la persona, en caso de ser deportada, enfrentaría muchas dificultades o riesgos. Algo que ellos podían probar, justamente por el trabajo que durante años Raúl había hecho, enfrentando a personas con mercancías ilegales o implicadas en tráfico humano. Pero como todo proceso migratorio, esto toma tiempo, dinero y paciencia. De hecho, se aceptan máximo 4000 cancelaciones de deportación por año en Estados Unidos. Así que de a poco, mientras llegaba su turno, Raúl se acoplaba a su nueva vida, puertas adentro y en medio de una crisis profunda.

[Raúl]: Hmmm, destrozado. No dormía, no no, yo estaba muy, muy muy emocionalmente muy mal. Me la pasaba solo, o sea no me gustaba estar con la gente, con nadie. Muy enojado con el mundo, el gobierno, con Dios.

[Desirée]: Mientras esperaba la noticia de si lo iban o no a deportar, Raúl se hizo  cargo de los quehaceres: limpiar, cocinar, cuidar a los niños, a sus animales. Al mismo tiempo batallaba con una depresión que lo llevaba a lugares muy oscuros. En uno de esos días de desesperación, su esposa Anita hizo una publicación en Facebook, buscando encontrar apoyo de alguna forma. Su mensaje llegó hasta la activista Diane Vega. 

[Diane Vega]: Yo les ayudo a los veteranos que no son ciudadanos. Es muy difícil decir exactamente lo que hago porque es algo que no es lo normal.

[Desirée]: Ella también estuvo en el ejército. Cuando se retiró, entró a estudiar Sociología y ahí, hablando con su director de tesis, se enteró de algo que le pareció absurdo. 

[Diane]: Me dijo ¿sabes qué?, hay veteranos que son deportados. Dije, ¿qué?, no es cierto. Hay veteranos que se van. Yo, si pudiera, yo, si tuviera el dinero, yo me iría igual a otro país. Me dice, no, son deportados.

[Desirée]: Y es que un detalle que tal vez no todos conocen, es que para enlistarse al ejército de Estados Unidos no hace falta ser ciudadano, pero sí tener la residencia. De hecho, México está entre los principales países de origen de personas que luego llevan el uniforme militar estadounidense. Sin embargo esto no garantiza que, después de servirle al país, accedan a la ciudadanía o que, en caso de tener alguna complicación legal, no sean deportados a su país de origen.

[Diane]: No importa si el veterano estuvo en combat o no combat. Hay veteranos que los han sacado de aquí después de que se fueron a Vietnam. La guerra de Vietnam. Una de las peores. Y cuando regresaron a los Estados Unidos, no los querían. 

[Desirée]: La indignó tanto que en 2019 se unió a la organización Repatriate Our Patriots, que justamente tiene la misión de asistir a veteranos que ya fueron deportados o que corren ese riesgo. Además, ofrecen ayuda psicológica y una red de acompañamiento bajo el lema: “Nunca abandones a un compañero caído”. Entonces,  cuando vio la publicación en Facebook que hizo Anita, supo que tenía que contactarla.

[Diane]: Es muy difícil cuando ves a alguien que trabaja para la migra, deporta a las personas y luego a lo mejor lo van a deportar también a él. So, le mandé un mensaje a la pareja de Raúl y le dije ¿Sabes qué? No estás solo. Y cuando quiera hablar, por favor, aquí está mi número, hablamos.

[Desirée]: Esto que puede resultar mínimo, para la familia Rodríguez significó un montón. Porque Raúl no solo había perdido sus papeles, sino también su sentido de comunidad, de pertenencia. Después de 18 años en un lugar que limitaba su interacción con las personas, quienes habían sido sus amigos dejaron de serlo al saber que ahora era indocumentado. También lo agobiaba esta idea del karma, de que estaba pagando lo que él mismo le había hecho a otros. Y bueno, también rabia con su familia por haberle mentido de esa manera durante años. 

Por eso, las palabras de Diane eran una puerta hacia una comunidad que no sabía que existía y en la que podía sentirse integrado, sin ser juzgado por su pasado. 

Cuando Diane habló con Raúl, se encontró con un soldado derrotado.

[Diane]:  Me decía: ugh, no sé, mejor me voy, mejor no dejo a mi familia que que pase por todo eso. Le dije, ¿sabes qué? Eres un soldado, no puedes. Lo único que sabemos hacer es pelear y sabes qué, ahorita, ya no estás solo.

[Raúl]: Pues desde entonces tenemos una bonita relación. Ella me habla de vez en cuando y yo le hablo, le mando mensajes. ¿Hey, cómo estás?, nos hablaba de cómo estás, te sientes bien y o sea que siempre estuvo al tanto. Ha sido una buena persona conmigo y con los demás y los ayuda moralmente y a veces hasta económicamente a los que lo necesitan. 

[Desirée]: Y aunque hoy Diane ya no es parte de la organización, el vínculo se mantiene, porque a través de ella Raúl descubrió que había otras personas con sus mismos miedos. Por ejemplo, entre 2013 y 2018, Estados Unidos dictó sentencia de deportación a 250 veteranos y deportó a 92. Y por eso Raúl empezó también a ayudarlos, acompañarlos, mientras esperan respuestas a la regularización de sus estatus migratorios.

Ese acompañamiento emocional ha sido clave en un proceso agotador y de trámites infinitos. Es que una vez que Raúl ingresó el pedido de cancelación de deportación, la primera respuesta fue negativa. Pero no se rindió y apeló. Y en un segundo juzgado se llevó una sorpresa. Ese día, la jueza le dijo: 

[Raúl]: Dice no puedo creer lo que está haciendo este país por contigo. Digo, he leído tu expediente, dice. No hay nada malo con tu caso, contigo como persona. Antes, has hecho mucho más de lo que se requiere de una persona. Estuviste en el ejército, estuviste con migración, casi 25 años de servicio a este país. Y para que ellos te hayan hecho esto y que te hayan hecho batallar tanto, dice… Lo voy a hacer todo, voy a hacer todo bien para ti y te voy a otorgar la residencia. 

[Desirée]: En noviembre de 2022, un año en que Estados Unidos deportó a más de 72 mil personas, a Raúl, en cambio, le aprobaron la cancelación de la deportación. Un triunfo en medio de tantas derrotas, y hace poco le entregaron un permiso de trabajo, como parte de su proceso de regularización. Ahora está a la espera de que le llegue su green card que, espera, suceda este año. 

Fue una victoria. Se siente temporal, pues no se sabe qué va a pasar ahora que Trump está en el poder, pero algo positivo después de siete años de miedo, angustia y rabia. Aún así, descubrir la verdad lo cambió por completo. 

[Raúl]: Es como que sí, que te dicen ah, ya no eres quien pensabas. O sea, ya no eres la persona que tú creías ser. Tú, en tu corazón y en tu mente, pues estás confuso, ¿no? No sé si ya no soy esa persona. ¿Quién soy? 

[Desirée]: Y a pesar de que ha buscado respuestas por todos lados, nadie le dice nada…

[Raúl]: Todos evitan el tema y mi padre pues completamente se desterró de mi vida porque no quiere confrontar la situación o darme explicaciones quizás. 

[Desirée]: El suyo no sería un caso aislado. A finales de los 2000, la prensa local publicó que desde 1960, al menos 75 parteras en Texas habían sido condenadas por registrar fraudulentamente como estadounidenses a miles de bebés nacidos en México. 

Y sin su papá para responder, Raúl ha tratado de encontrar o construir su origen por sí solo, un pasado que se remonta a las poblaciones afro que se asentaron y se mezclaron con las comunidades indígenas en el norte de México, tras la abolición de la esclavitud en ese país. 

[Raúl]: Y yo cuando me pasó esto, yo me hice un ADN este para saber de mis raíces. Tengo el 76% de sangre indígena y el 4% de sangre negra. Hasta la fecha todavía hay muchas tribus allá y de ahí son mis abuelos. Por eso tengo sangre negra y por eso soy moreno y pues tengo las facciones indias. 

[Desirée]: Y a pesar del silencio del padre que ahora tiene unos 85 años, su hermano René, que sigue en México, no lo ha abandonado.

[Raúl]: Él se siente muy culpable. Me pidió perdón y dije: pues no, no hay por qué. Digo, tú no hiciste nada. Yo decidí hacer esto por ti y pues, salió mal. Y no es culpa tuya ni mía, le digo, pues son nuestros padres, que hicieron eso, ese fraude cuando yo cuando era pequeño.

[Desirée]: El impacto de esta mentira quizá se sentirá por generaciones. Raúl Jr., el segundo hijo de su primer matrimonio y que obtuvo la ciudadanía gracias a él, la perdió. Hoy enfrenta el riesgo de ser deportado mientras espera que le legalicen los papeles, porque su esposa es de Estados Unidos. Pero, con el antecedente, es muy difícil que esto suceda. Lo reconoce Anita, que sabe cómo funciona el sistema. Un sistema del que ya está agotada.

[Anita]: Para el fin de este año ya me voy a retirar porque ya no puedo. No, no puedo soportar lo que estoy haciendo más. Mentalmente, el trabajo ha sido muy difícil. Con las entrevistas y los casos, yo no miro papeles. Yo miro una familia. Yo miro la persona que está atrás de esos papeles y cómo la decisión que yo hago afecta tanto a esa persona y el poder que yo como trabajadora tengo de decir tú te quedas o no te quedas, yo te voy a deportar o no te voy a deportar.

[Desirée]: Mientras eso pasa Raúl se dedica a cuidar de su rancho, que queda a unos 15 kilómetros de la frontera… de ese muro que divide a las personas entre legales o ilegales, según los papeles que tengan. Y a pesar de que por ahora él está fuera de peligro, el adjetivo ilegal le quedó marcado.

[Raúl]: Le voy a mostrar algo. El tatuaje que me hice es de un alien, un extraterrestre con la gorrita de la Marina y con la seña de la paz. Ahora pues es lo que soy. Le digo: Soy ilegal. Soy un ilegal, alguien que sirvió en el servicio militar de Estados Unidos. 

[Daniel]: En los primeros cien días de gobierno de Donald Trump, se han deportado a casi 140.000 personas y detenido a otras decenas de miles de migrantes. Muchos casos han sido denunciados por la arbitrariedad y la ausencia de un debido proceso.

Desirée Yépez es periodista y vive en California. Esta historia fue editada por Camila Segura, Luis Fernando Vargas y por mí. Bruno Scelza hizo la verificación de datos. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri  con música de Ana Tuirán. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Andrés Azpiri, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Laura Rohas Aponte, David Trujillo y Elsa Liliana Ulloa. Samantha Suazo es pasante de Radio Ambulante Studios. 

Carolina Guerrero es la CEO. 

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

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Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

 

Créditos

PRODUCCIÓN
Desirée Yépez


EDICIÓN
Camila Segura, Daniel Alarcón y Luis Fernando Vargas


VERIFICACIÓN DE DATOS
Bruno Scelza


DISEÑO DE SONIDO 
Andrés Azpiri


MÚSICA
Ana Tuirán


ILUSTRACIÓN
Fiorella Ferroni


PAÍS
Estados Unidos


TEMPORADA 14
Episodio 37


PUBLICADO EL
06/03/2025

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