El juramento | Transcripción

El juramento | Transcripción

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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. 

Hoy empezamos en México, con dos hermanas: Julia y Maya.

Ella es Julia.  

[Julia]: Siempre hemos sido uña y mugre, o sea como que ella dice que es mi gemela un año ocho meses mayor, pero que es mi gemela.   

[Daniel]: Y ella es Maya. 

[Maya]: Digamos que siempre fuimos muy muy cercanas, muy muy cercanas. De pronto sí le interesaba mucho de lo que a mí también me interesaba o ella también se podía cuestionar cosas que yo me cuestionaba. Vivíamos la misma realidad o una realidad muy parecida.

[Daniel]: Y esa realidad pintaba bien hace más de una década, cuando Julia y Maya tenían 14 y 15 años. Empezaban a conocer gente, descubrir aficiones y crear sus identidades. 

Pero esta historia no se trata de una adolescencia digamos que convencional. Las dos hermanas tenían esa curiosidad que tienen tantos jóvenes, un afán de tragarse el mundo, pero terminaron haciendo casi lo contrario: encerrándose sin querer en una burbuja. 

Ambas recuerdan el momento en el que todo cambió. No lo vivieron juntas, no fue al mismo tiempo, pero sus experiencias fueron casi idénticas. Julia y Maya fueron llevadas a unas casas, sin saber realmente lo que las esperaba. 

[Julia]: Entonces bueno, entramos. Yo veo que alguien más está ahí, como que yo la saludo, pero como que no… Me dicen: “Bueno, ven, ven”, me meten a un baño.

[Maya]: Y tal cual me encerró en el baño, me dijo vete cambiando. Porque pues tenía que ponerme el uniforme… 

[Julia]: Una falda negra, una camisa blanca, medias, unos zapatos negros…

[Maya]: Y me pidió que rezara el rosario… 

[Julia]: Y dije bueno pues me voy a poner a rezar. Yo medio escuchaba ruido de que se movían cosas y de que llegaba gente…  

[Daniel]: Las dos esperaron hasta que por fin una mujer vino por ellas. 

[Julia]: Me lleva como a la parte de la casa donde yo supongo que era la sala. Todo estaba obscuro. 

[Maya]: Cierran las cortinas, todo todo obscuro. Se ponía una mesa, digamos, como al frente, en esa mesa se ponía todo el ceremonial. 

[Julia]: Entonces en la mesa había dos velas encendidas en las esquinas, en el centro había un yunque. 

[Maya]: Una imagen del papa, de la virgen de Guadalupe, un crucifijo, un rosario…

[Daniel]: Julia y Maya recuerdan otra cosa común en sus experiencias: detrás de la mesa había dos jóvenes, una de ellas estaba encargada de dirigir la ceremonia. Y más cerca, había otras chicas, ninguna con más de 21 años. Todas llevaban el uniforme y miraban hacia el altar en silencio. Allí, la joven dio tres golpes sobre la mesa y comenzó a leer una hoja. 

[Maya]: Como un guión muy establecido en donde se hace referencia a que se está ahí por una lucha por el reinado de Cristo, que se te va a pedir primordialidad, que se te va a pedir reserva, que se te va a pedir disciplina. 

[Daniel]: La mujer les dio un papel y les pidió que lo revisaran en silencio. Allí leyeron por primera vez que tendrían que usar seudónimos.   

[Julia]: Ya después como que me preguntan como “¿Entendiste, estás de acuerdo? Y pues yo dije sí, obviamente pues no sabía muy bien.  

[Daniel]: Entonces les ordenaron que extendieran la mano y que leyeran en voz alta algo similar a esto.

[Maya/Julia]: Juro por Dios y por mi honor de dama cristiana que pelearé por el reinado de Cristo y que no revelaré nada de la organización. 

[Daniel]: Después una de las chicas sacó una botella de jerez y unas copitas de cristal. Todas brindaron, muy rígidas, como soldados, con los pies juntos y la mirada al frente, y bebieron. La jefa volvió a dar tres golpes en la mesa y rompieron formación dando un taconazo en el suelo.

Y cuando por fin las cortinas se abrieron, las dos hermanas supieron que ya no había marcha atrás.

Julia y Maya se afiliaron a una organización conocida como El Yunque. Nació en México, en 1953. Lo fundaron un grupo de universitarios católicos que buscaban oponerse a lo que veían como una conspiración del judaísmo, la masonería y el comunismo. 

Desde entonces El Yunque ha cambiado mucho. De lo que se sabe, se ha deshecho en gran medida del antisemitismo. Pero todavía mantiene uno de sus principales rasgos: la reserva. Es decir, exige a sus militantes discreción, lo que dificulta definir sus dimensiones, características y actividades puntuales. 

Sabemos que la Iglesia Católica conoce su existencia. Sabemos que en México varios de sus miembros han ocupado puestos en gobiernos estatales y federales. Sabemos también que se ha expandido por algunos países de América Latina y que se le ha vinculado con grupos de ultraderecha, como el partido político Vox, en España.  

Hace un año, El hilo, nuestro podcast hermano, sacó un episodio al respecto. Pocos días después de publicarlo, Julia nos escribió. Este no es su nombre real. Ni el de Maya. También hemos cambiado sus voces y omitido algunos detalles de sus testimonios para proteger su identidad y la de su familia. 

Julia nos dijo que militó en la parte femenina del Yunque y que quería romper con el silencio que ha cargado desde que hizo su juramento de afiliación. Así que hablamos con ella y luego con su hermana Maya. Sus historias son un acercamiento a las formas en que fueron adoctrinadas como militantes juveniles. Lo principal que les enseñaron fue que ellas serían las líderes de la sociedad en el futuro. Pero para eso primero tendrían que sacrificar mucho de sus vidas adolescentes y de quiénes eran. 

Después de la pausa, sus historias. 

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. El periodista mexicano Pablo Argüelles nos sigue contando. 

[Pablo Argüelles]: Julia y Maya nacieron y crecieron dentro de la esfera de influencia del Yunque.

Su papá militaba en la organización desde joven y en su trabajo convivía con otros miembros. En casa esto no era ningún secreto. Él mismo hablaba a veces al respecto, aunque nunca daba detalles. Era discreto. 

La mamá no estaba afiliada. Pero Julia recuerda que a veces ella le hacía comentarios velados, que si “tu papá y sus grupos”, que si “tu papá y su trabajo”. 

A veces Julia y Maya también escuchaban a sus padres discutir y mencionar el Yunque. 

Pero esto no sólo pasaba en casa. Su mamá era funcionaria del partido tradicional de derecha en México, el PAN. Y a veces, cuando Julia la acompañaba en alguna campaña, recuerda que otras personas del partido hablaban sobre el Yunque con recelo, incluso rechazo, que si tal candidato era yunquista, que si querían apoderarse del partido… 

Así que desde muy pequeñas, tanto Julia como Maya supieron de oídas que existía un grupo de gente al que sus papás estaban de una u otra forma ligados. Un grupo que era capaz de abrirles o cerrarles las puertas a oportunidades educativas, laborales y políticas. 

El Yunque era, entonces, algo cercano pero también invisible. Algo que se mezclaba inevitablemente con el resto de sus vidas, tan marcadas por el catolicismo en ese entonces. Su papá y su abuelo eran muy devotos, su escuela era católica, y podría decirse, su ciudad también. 

Y así, al comenzar sus adolescencias, sin que ellas lo esperaran,  su proceso de afiliación al Yunque comenzó.

Su hermana mayor, quien por entonces ya estaba en la organización y cursaba la universidad, las empezó a invitar a unas reuniones. 

Eran juntas que se hacían cada semana en casas de algunas amigas suyas. Sólo iban mujeres, nunca más de seis o siete. Las más grandes tenían 19 o 20 años. Se sentaban en la sala o el comedor… y platicaban. 

[Maya]: Y ahí se habla sobre la vocación cívico política, esta vocación de actuar en la sociedad, de hacer cambios en la sociedad, de blablabla… 

[Julia]: Como que te vendían un poco el “queremos cambiar las cosas, queremos como hacer comunidad.” 

[Maya]: Se hablaba sobre la importancia de la acción social. Se hablaba sobre las características de los líderes. 

[Pablo]: Y aunque nunca les dijeron qué organización estaba detrás de esos encuentros, ambas intuían que se trataba del Yunque. De todas formas, no le daban mucha importancia. A ellas sólo las atraía la idea de estar entre hermanas, salir de la casa y conocer gente, aun cuando las reuniones pudieran ser aburridas y tuvieran que rezar y hacer ejercicio en el parque. Pero cuando no tenían ganas de ir su hermana les decía:

[Julia]: “No, no, ven, vamos, vamos. Sólo es un ratito, ya te comprometiste a ir, ¿cómo que vas a faltar?” 

[Pablo]: Y a veces su mamá también las animaba. 

[Maya]: “¿Por qué no vas? Ve, es algo que a tu papá…” Y así, o sea, si, si. Recuerdo esas palabras como de “es algo que a tu papá siempre le ha ayudado” e incluso mi mamá me dijo: “Mira, tu papá siempre ha estado respaldado laboralmente.”

[Pablo]: La mamá no quiso participar en este episodio. Pero hablé con ella y me confirmó lo que acabamos de escuchar. También me dijo que en ese momento ella no veía nada de malo en esas juntas. Eran una oportunidad de formación para sus hijas, algo así como ir a hacer servicio a la comunidad. Y además conocía a las amigas de sus hijas, incluso a sus familias. No eran completas desconocidas. 

Mientras, en las reuniones, a Julia y a Maya les decían que podrían pertenecer a un grupo selecto.

[Maya]: Ya te empiezan a hacer sentir así como “eres especial”, ¿no? O sea, y no eres como el resto. “Y tú no te comportas como los mundanos de por allá. ¿no? O sea, tú te comportas como, como una buena católica.”

[Pablo]: Y que justo por esto tenían una responsabilidad de cambiar el mundo, aunque nadie les explicara realmente cómo. 

Durante esta parte del proceso de afiliación, los candidatos eran evaluados sin saberlo por otro miembros llamados afiliadores, quienes buscaban en ellos capacidad de liderazgo, personalidad atractiva, virtudes católicas. Si después de unos meses de observación, la Comisión de Admisión del Yunque consideraba que un candidato cumplía con el perfil, aprobaba su entrada y entonces se le hacía  una invitación formal. 

La de Maya fue cuando ella tenía 15 años. Me dijo que la invitó una de las chicas con las que iba a las juntas, pero no fue un momento tan memorable.  Según ella, en realidad no sabía qué esperar y por eso aceptó sin pensarlo mucho.     

A Julia, en cambio, su invitación sí la marcó más. Fue unos  meses después que la de Maya, y poco después de cumplir los 14. Recuerda que un viernes por la tarde su hermana mayor la citó en su universidad. 

[Julia]: Y yo estaba muy nerviosa, pero muy, muy nerviosa porque como que yo ya sabía lo que se venía. No sabía exactamente qué, pero yo ya sabía que se me iba a hacer la invitación. 

[Pablo]: Julia estaba inclinada a decir que no por todo lo que había escuchado sobre el Yunque desde que era más pequeña: que era un grupo que se metía en la política, que podía hacerle la vida fácil o difícil.  

[Julia]: Sí. Como que mi intuición me decía como que “Ay no…”  

[Pablo]: Pero al mismo tiempo pensaba…

[Julia]: Pues mi afiliadora es mi hermana y como, o sea… o sea, por algo ella está allí. Como que confío en su criterio… 

[Pablo]: Así que ambas se fueron a misa y después, al anochecer, se sentaron en  una banca cerca del centro de la ciudad. Ahí, la hermana le dijo: 

[Julia]: “Oye, mira, pues lo que hemos visto en las juntas, como que el mundo está muy mal, hay muchas cosas que tienen que cambiar. Y pues hay una organización de jóvenes que está intentando eso, como con ayuda de Dios… que tengamos como influencia política, no solamente que sea como hablar entre nosotros…”

[Pablo]: Julia recuerda que la escena se sentía artificial, como si no le estuviera hablando su hermana, sino una reclutadora con un guion. Pero en ese guion no mencionaba directamente al Yunque. 

[Julia]: Porque se maneja que ese ya no es el nombre oficial, sino que el nombre oficial es Organización del Bien Común. Entonces pues yo le dije así como de: “A ver, ya no me hables como con rodeos. Yo sé que de lo que estás hablando es el Yunque.” 

[Pablo]: La hermana lo confirmó. Julia le expresó sus dudas: ¿Por qué unirse si sabían que la organización tenía mala fama? Pero ella le respondió que, al fin y al cabo, compartían muchos valores con El Yunque. Y luego añadió esto: 

[Julia]: ¿Por qué no cambiar desde dentro la organización? 

[Pablo]: O sea, sí. El Yunque no era una organización perfecta. Pero si se metían, quizás ellas serían las que podrían mejorarla desde adentro. Y además, lo importante era la posibilidad de que con el Yunque podrían cambiar lo que estaba mal en el mundo.

Julia recuerda que estos argumentos la desarmaron. Y su hermana continuó con el guion. Le dijo que si aceptaba, tendría que ser discreta y que El Yunque se convertiría en un compromiso primordial. 

La hermana mayor de Julia no quiso participar en este episodio, entonces no sabemos cuáles fueron sus motivaciones para afiliarla. Pero ella  sí tiene una hipótesis. 

[Julia]: Que no… no hubiera secretos entre nosotras, que nos pudiéramos contar más cosas. O sea como que partía mucho de pues, sí, de mucho amor y del estar juntas y de compartir algo que te venden como algo, pues muy bueno, ¿no?  

[Pablo]: Al final, la hermana mayor le dijo a Julia que su otra hermana, Maya, también ya formaba parte de la organización. Esto terminó de convencerla. 

Aceptó y su hermana mayor la invitó al día siguiente a una ceremonia para celebrar su entrada. Pero no le dio más detalles. Recordemos que uno de los pilares del Yunque era la reserva. 

[Julia]: No te pueden describir las cosas, no te pueden decir que esperar. Entonces, como que esa incertidumbre de: “Ay, ¿qué va a pasar?” crea mucha angustia. 

[Pablo]: La ceremonia resultó ser el rito de iniciación por el que Julia y Maya pasaron y  que escuchamos al inicio de esta historia.  

A partir de ese momento, todas las actividades del Yunque comenzaron a sentirse como una prueba, como si los juramentos no hubieran sido suficientes y Julia y Maya tuvieran que demostrar una y otra vez su valor como militantes. 

Las dos recuerdan una prueba llamada el preliminar. Un fin de semana poco después de sus afiliaciones, y de nuevo sin saber qué ocurriría, Julia y Maya se subieron a un autobús que viajaría hacia una casa en el campo. Esta vez sí iban juntas, con otras chicas, la mayoría entre los 16 y los 20 años. Pero el ambiente no era alegre. Acá Maya. 

[Maya]: Ni siquiera te permiten abrir las cortinas. Y te llevan todo el tiempo rezando. 

[Pablo]: En un momento de ese viaje, una de las encargadas de mantener la disciplina les advirtió de una situación sospechosa. 

[Julia]: Al parecer como que alguien nos estuvo observando en el estacionamiento, no sabemos si nos están siguiendo o no, parece que hay problemas de seguridad, espero que no hayan cometido un error. 

[Pablo]: Es decir, que hubieran sido indiscretas y le hubieran contado a algún extraño sobre el viaje. El ambiente se tensó aún más. Cuando llegaron a la casa, en un lugar muy aislado, les repitieron que había problemas de seguridad, que al parecer alguien las había seguido hasta allí. Así que les presentaron a un sacerdote y a dos hombres encargados de cuidarlas junto con otras personas que estaban vigilando los perímetros. Luego las chicas fueron llevadas a un campo polvoriento. Y allí, pasado el mediodía, las pusieron a hacer ejercicio. 

[Maya]: Y siempre estás escuchando a la persona encargada de disciplina que te está gritando: “Y corriendo y corriendo. Señoritas y no sé qué y rápido” y tal. 

[Julia]: ¿Cómo no puedes disciplinar tu cuerpo? ¿Por qué no corriste lo suficientemente rápido? ¿Cómo puedes sacrificar tan poquito si estás como sirviendo a Dios? A Dios no se le dan migajas.

[Pablo]: Y así siguieron, sin comer ni descansar, hasta que llegó la noche. Les prohibieron cenar, con el argumento de que debían ofrecer esa comida a Dios. Y cuando llegó la hora de dormir, la de disciplina les insistió que había problemas de seguridad. 

[Julia]: Esta un poco como psicosis, ¿vale? Ya todas estamos muy incómodas, muy cansadas, hambrientas y aparte el miedo, es de noche…

[Pablo]: Así que les ordenaron acostarse con sus bolsas de dormir en el salón, el lugar más cercano a la puerta, y con sus zapatos a la mano, por si debían salir corriendo. Apagaron las luces. 

[Julia]: Y yo empiezo a escuchar ruidos afuera. Entonces yo digo como: “¿Qué onda?” ¿No? O sea, algo está pasando, pero como que todavía no reacciono  bien. Y entonces entran. 

[Pablo]: La puerta se abrió de golpe. Eran unos cinco hombres. Unos llevaban palos y otros iban cubiertos con pasamontañas. Y gritaban.

[Julia]: Como: “Hijas de la chingada, van a ver lo que les vamos a hacer…” 

[Maya]: Se escucha como supuestamente un disparo, pero es más un cohete que otra cosa. Y se van corriendo. Y prenden la luz y suenan el silbato. 

[Pablo]: En ese momento fue claro que todo había sido un montaje, que además venía con un mensaje: el mal siempre está al acecho. 

[Maya]: Ahí es donde te remarcan mucho que cómo te atreves a vivir un solo día de tu vida sin estar en estado de gracia. 

[Pablo]: Es decir, sin confesarse. Así que en ese momento el sacerdote confesó a las que quisieran hacerlo. Y todas pasaron el resto de la noche orando. La mañana siguiente volvieron a hacer ejercicio, y luego desayunaron agua y lentejas. Fue un día menos pesado. 

[Maya]: Entonces pues ya empiezas a pasarla bien. Y entonces regresas más bien con un sentimiento de unión con las personas que lo viviste, o sea, ya se vuelve como otra memoria, ya se vuelve otra anécdota. Se vuelve algo que compartes con alguien. 

[Pablo]: Julia volvió del preliminar orgullosa de haber pasado la prueba. Se sentía diferente. 

[Julia]: Mi cambio no fue negativo, o sea, contra la organización, de hecho sí fue un refuerzo. O sea, yo sentía que había cambiado un montón, que había entendido muchas más cosas, que había definitivamente reafirmado esta parte de, sí, como de sacrificar, de poner mi vida a disposición de ciertos ideales. 

[Pablo]: Pero con el tiempo, El Yunque comenzaría a pedirles más y más sacrificios. Entonces esos ideales que tanto las habían atraído al principio, se volverían más difíciles de defender. 

[Daniel]: Una pausa y volvemos. 

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Pablo Argüelles nos sigue contando. 

[Pablo]: Con los meses, las vidas de Julia y Maya en el Yunque comenzaron a tomar un curso predecible. 

El núcleo de su militancia eran las juntas que hacían cada semana con un pequeño grupo de compañeras, lideradas por una jefa. Fue en esas reuniones, que comenzaban siempre con tres golpes sobre la mesa y la invocación: “Dios, Patria, Organización”, donde Julia y Maya empezaron a entender mejor de qué se trataba el Yunque y qué distinguía a sus miembros del resto de los católicos. Maya lo explica así: 

[Maya]: Tú tienes tus características, tus obligaciones como buen cristiano, el ejercicio de la caridad, sí. Pero la Organización del Bien Común no se dedica a darle de comer a la gente. La Organización del Bien Común no se dedica a darle ropa a quien no tiene que vestir. 

[Pablo]: Lo que les enseñaron fue que la organización buscaba transformar la realidad por medio de la toma de puestos estratégicos en la política, el mundo empresarial y las escuelas y universidades. 

El éxito de esta misión dependía de que todos los miembros, incluyendo los juveniles, se sometieran a los tres pilares que mencionamos antes: la primordialidad, la reserva y la disciplina. 

La primordialidad exigía que los militantes le dieran prioridad a las actividades del Yunque. 

[Maya]:  “Oye, pero es que es el cumpleaños de mi mamá.” Bueno, pero pues no le estás dando prioridad a la organización. Porque pues esto es más importante, es por la salvación de las almas. 

[Pablo]: El segundo pilar, como ya dijimos, era la reserva. Julia me dijo que insistían mucho en que la organización era discreta.  

[Julia]: Porque se supone que la Iglesia Católica no permite las sociedades secretas. Entonces se recalca mucho que no es secreta, sino que es discreta. 

[Pablo]: Y el último era la disciplina, que abarcaba desde la puntualidad y la resiliencia física y mental hasta la obediencia. De hecho, una de las máximas del Yunque era “el que obedece no se equivoca.”

[Maya]: En la organización remarcan mucho también como esta parte combativa. Somos combativos. 

[Pablo]: Combativos en los salones de clase, en los negocios y en la política. Combativos contra la masonería, la teología de la liberación, el marxismo y el comunismo, todos los promotores de lo que la organización llamaba  “cultura de la muerte”: 

[Maya]: El tema del aborto, el tema de las adicciones, el tema de la comunidad LGBT… Es una lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte. 

[Julia]: Entonces ¿por qué está mal la homosexualidad? Porque tus relaciones amorosas tienen que estar abiertas a la vida. El que no te puedas reproducir con alguien de tu mismo sexo es que no está abierto a la vida. Por eso el aborto está mal. Por eso también los anticonceptivos están mal. 

[Pablo]: Julia me dijo que algunas de estas enseñanzas sí la incomodaban. Por ejemplo, para ella el matrimonio homosexual no tenía nada de malo.

[Julia]: Entonces yo decía como de: “No, pero si están partiendo del amor y la religión es sobre el amor y Dios, ámense los unos a los otros ¿por qué una relación basada en el amor va a estar mal?”

[Pablo]: Pero silenciaba esos pensamientos. Maya también. Y es que esto era parte de su preparación. Por algo les repetían tanto la frase de: “El que obedece no se equivoca.” Era parte de alistarse para una misión trascendente, que iba mucho más allá de la adolescencia. Era una misión de vida.   

[Maya]: Para que cuando de verdad tú estés en algo ya inserto en la sociedad, cuando tú ya estés en un trabajo, en un puesto político,  en donde sea que tú estés, puedas dar una buena lucha. 

[Pablo]: Así que cada mes pagaban una cuota de unos 5 dólares, que sacaban de sus ahorros y de vender galletas en el colegio. Asistían a cursos sobre muchos temas, desde oratoria hasta el funcionamiento del sistema político mexicano. Para cultivar su nacionalismo, estudiaban la historia de México, que se les enseñaba como una epopeya que comenzó cuando los españoles trajeron la civilización europea y la religión católica a una tierra de habitantes inmersos en la edad de piedra. 

Ellas eran las herederas de esa epopeya. Para recordárselo venían a darles conferencias militantes que ya ocupaban puestos en medios de comunicación o en la política. Maya recuerda que un día las visitó un representante del Vaticano. 

[Maya]: Nos pidieron que nos quitáramos el uniforme. O sea que no mencionáramos cosas de la organización aunque él estaba en un curso de la organización. 

[Pablo]: También aprendieron que por entonces el Yunque tenía presencia en Argentina, Colombia, Chile, Brasil, Estados Unidos, Francia y España. 

[Julia]: Pues eso te crea como un pensamiento de: “A ver, sí, es verdad que es gente con mucho poder.” Entonces te da como entre temor, pero también como decir así de: “Oh no, sí se logran cosas aquí, sí hay como ese poder de transformar la realidad.” 

[Pablo]: Y ellas, como militantes juveniles, podían empezar a transformar sus propias realidades de varias formas. Una de sus tareas era informar al Yunque sobre lo que sucedía en sus escuelas. Maya me dio un ejemplo: 

[Maya]: Mi maestro de matemáticas hoy habló sobre el aborto y posiblemente tiene una postura a favor. Mi maestro se llama fulanito, fulanito y trabaja en tal escuela. Ahora también lo pienso y digo, qué peligroso: porque eso sí podía ocasionar… a ver, si resultaba que en esa escuela había un puesto de poder de alguien de la organización, pues ese maestro de matemáticas podía terminar sin trabajo. 

[Pablo]: Pero su tarea más importante era afiliar a más personas. Por lo menos una al año. 

[Maya]: Tu tarea es conquistar almas, ¿no? Tu tarea es sumar almas para el reinado social de Cristo. Claro que eso hace que sientas y pienses cosas de manera diferente. 

[Pablo]: Cosas como que de verdad has sido elegido sobre el resto de los católicos. Y justo por eso no podías conquistar a cualquiera. Como dijimos, las militantes afiliadoras tenían que observar cuidadosamente a sus candidatas. Incluso asistían a un curso dedicado exclusivamente al tema de la conquista de nuevos miembros. Julia recuerda una ceremonia en la que escribió en un papelito los nombres de las personas que quería afiliar.

[Julia]: Íbamos uno por uno, nos acercábamos como a la mesa principal o como el altar ese, había una canastita. Y entonces decíamos como: “Prometo afiliar a tres personas” y ponías el papelito ahí”. Yo sabía que estaba mintiendo y saliendo de ese curso, yo dije: “Es que yo no le quiero hacer a la, o sea, a la gente, a mis amigas… Yo no, yo no quiero que vivan esto realmente. Y yo no quiero que me resientan si al final no les gusta”.

[Pablo]: Maya también sentía algo similar. Pero había mucha presión, sus jefas se lo recordaban todo el tiempo. 

[Maya]: O sea, sí era una tortura porque todo el tiempo te están insistiendo sobre a cuántas personas vas afiliar y en cuánto tiempo. 

[Pablo]: Y es que en realidad el Yunque juvenil en el que Julia y Maya militaron era bastante endogámico.

[Maya]: Si era algo que yo ya notaba en esa época que yo decía: “Es que la mayoría, la gran mayoría de las personas que estamos aquí es porque nuestras familias son de la organización”. Casi nadie de los que eran afiliados sin que su, o sea, que no tuviera nada que ver con la organización antes, entraban o duraban tiempo dentro de la organización. 

[Pablo]: Maya me dijo que en los cursos a veces les insistían que necesitaban gente nueva. Pero ¿a cuántas escuelas nuevas y familias nuevas tienes acceso si eres una adolescente de unos 15 años? Conquistar entonces podía ser muy difícil. Una vez Julia trató de afiliar a una de sus mejores amigas del colegio. 

[Julia]: Y que tenía como una vida, no sé si decirla así, pero como más liberal. Y era como yo empecinada en afiliarla aunque el perfil no daba. O sea, el perfil no daba.  Así como quiero que esté aquí conmigo y poder contarle más cosas. 

[Pablo]: Pero sus esfuerzos no llevaron a nada. Era difícil lograr que sus realidades dentro y fuera de la militancia coincidieran. De hecho, con los meses Julia comenzó a sentir que tenía una doble vida. En una era simplemente Julia, empática y juguetona, entrando a la adolescencia, empezando a descubrir nuevas emociones y experiencias. 

Pero la Julia del Yunque era mucho más tímida y pasiva, con el miedo constante de no estar dando la talla, de no cumplir con todas las obligaciones de la organización. La recuerda como una época de mucha soledad: primero porque en casa sus papás discutían mucho y eso la afectaba; pero además porque en el colegio no podía hablar con sus amigas sobre el Yunque; y en el Yunque apenas había gente de su edad. Maya pasó por algo similar. 

[Maya]: Vives en una burbuja, pero también tú construyes tu propia burbuja. Es como una especie de aislamiento. Obviamente no un aislamiento total. Pero sí empiezas a pensar que el resto de las personas son diferentes e incluso empiezas a cuestionarte con quién deberías juntarte y con quién no. Empieza a haber este sentido de superioridad moral. Y entonces ahí empezar a descalificar muchas, muchas otras formas de vida, muchas otras formas de pensar, y sí, catalogarlo entre los buenos y los malos. 

[Pablo]: Pero en el Yunque, si eras una mujer, esa sensación de superioridad tenía sus límites. Porque las militantes tomaban varios cursos sobre el papel que las mujeres debían ocupar en la organización y en el mundo. 

[Julia]: Algo que se nos justificaba mucho era que como amas de casa, como madres ejerciendo la maternidad también era una forma de lucha porque estabas educando. 

[Maya]: Era como clases de buenos modales para nosotras. O sea, cómo ser una señorita, cómo ser una dama cristiana, cómo ser una buena esposa, cómo ser una buena mujer, cómo -eso para mí fue como terrible, o sea el estar yo sentada teniendo que aprender cómo pelar un plátano con cubiertos y decir: “¿En este momento a los hombres qué les están enseñando y a nosotras nos tienen aquí?” 

[Pablo]: Este tipo de cuestionamientos comenzaron a apilarse. A los 15 años, Julia pasó dos semanas en una casa de retiro con unas 60 compañeras, algunas de otros países. Estaban divididas en equipos y Julia recuerda que en el suyo conoció a una chica. 

[Julia]: Y platicábamos de dudas y platicábamos de cosas que nos inquietaban, cosas que nos gustaban. O sea, como que platicamos, platicamos, platicamos. Entonces yo sentí como una conexión muy, muy, muy, muy fuerte con ella y hubo una noche que se supone que teníamos que estar dormidas, pero que nos quedamos platicando…

[Pablo]: Afuera de la cabaña donde dormían.

[Julia]: Yo le dije de dónde era y mi nombre verdadero y ella me dijo de dónde era y su nombre verdadero. Y… éramos tocayas.

[Pablo]: Fue un momento bonito. Pero Julia dice que alguien dentro de la cabaña las escuchó hablar. Entonces al día siguiente, una de las encargadas de disciplina las cambió de cabaña y de grupo. 

Ese fin de semana, las chicas fueron llevadas a un monte despoblado. Y en la ladera comenzaron a hacer ejercicio. Al anochecer las reunieron alrededor de una gran fogata y las dividieron en dos equipos para jugar a la “búsqueda de bandera.” 

El juego es simple: cada equipo recibe tres pelotas y debe evitar que las contrincantes se las roben. Además, hay jugadoras que son como policías y que tienen el poder de atrapar a las adversarias y llevarlas a “la cárcel”. 

[Julia]: Empezábamos a notar que había chicas, o sea, eso que se lo estaban tomando muy en serio.. 

[Pablo]: Se estaban poniendo más agresivas, se empujaban, se gritaban. 

[Julia]:  Ya se sentía más que un juego. Mucho más intenso, mucho más impuesto. 

[Pablo]: Después de lo que se sintió como una eternidad,  atraparon a Julia y la llevaron a la cárcel. Ahí vio a su jefa, la de las juntas, quien no tenía más de 19 años. 

[Julia]: Y la veo como hecha bolita en el suelo, como con su cabeza entre las rodillas, quedándose dormida. Pues yo me acerco y le digo: “Oye, ¿estás bien? ¿Necesitas algo?” Y es como: “No, no, no, solo estoy cansada.” Y para mí fue como un shock, como decir todas estamos cansadas y tú estás aquí, como pues ya durmiéndote. Qué onda, o sea, se supone que todas deberíamos de estar aportando.

[Pablo]: Y cuando llegó otra compañera a rescatarlas, la jefa no quiso salir. 

[Julia]: En ese momento yo dije como: “No, no se vale, no sé qué, por qué hace eso?” Y ahora digo “no, o sea pobre, o sea, todas estábamos sufriendo muchísimo.”

[Pablo]: Al acabar el juego, pasaron el resto de la noche junto a la fogata, tratando de mantenerla prendida. No tenían ni bolsas de dormir. 

Y al día siguiente, de vuelta a la casa de retiro, la de disciplina les dijo que el sentido del campamento había sido llevarlas al extremo para que conocieran sus propias debilidades. Algo similar a lo que vivieron en el Preliminar. Esa vez, Julia se sintió convencida. Pero ahora ya no tanto… 

[Julia]: Me di cuenta de que nada de lo que decían sobre la generosidad, sobre la solidaridad, tu compañera y hermana de lucha. Eso no tenía sentido. Que como que a la mera hora cada quien sólo ve por sí misma. Y como que ahí fue como un corto circuito para mí y decir es que tampoco está mal eso, o sea, tampoco está mal que cada una vea por sí misma. Entonces, el decir como no, no, o sea este como sentido de colectividad está basado en algo muy erróneo porque no todas podemos sacrificar lo mismo o la misma cantidad.   

[Daniel]: Ya volvemos.

[Daniel]: Estamos de vuelta. Aquí Pablo.

[Pablo]: Julia volvió del campamento desilusionada. Pero en casa no dijo nada. Allí tampoco tenía mucho espacio para desahogarse. Apenas hablaba con sus papás y con su hermana mayor sobre lo que vivía en el Yunque. En realidad, Maya era la única con quien sentía la confianza para hablar. 

[Maya]: Fue compartir nuestras inconformidades, compartir nuestros enojos, compartir nuestros cuestionamientos…

[Julia]: Alguien más lo está dudando. O sea, no soy la única, alguien más está viendo las fallas de esto. 

[Maya]: Este tema de la obediencia, cuestionarnos mucho este tema de la jerarquía… Entonces eso nos hacía como decir, no, o sea, esto no funciona, esto no sirve. 

[Pablo]:  Y aunque para ellas era relativamente sencillo identificar qué no servía, era mucho más difícil reconocer que quizás, detrás de esos cuestionamientos crecientes, lo que de verdad querían era romper el lazo que las unía al Yunque. 

[Julia]: Obviamente quería que se rompiera, pero yo no lo hacía tan consciente. O sea como que no me lo quería decir en voz alta o tan claramente a mí misma como de: “Ya, te vas a salir.” 

[Pablo]: Las dudas se prolongaron durante meses. Porque, al final pensaban que tal vez no todo estaba tan mal. En el Yunque había gente que querían y con la que compartían un sentido de pertenencia. Y además les habían dicho que esa era su vocación. Y por eso el mero hecho de pensar en la ruptura las podía llenar de culpa. 

[Julia]: Era un conflicto interno muy grande, muy, muy, muy grande. O sea, y eso de que sabía que se acercaba el día de junta y que mi estómago estuviera hecho un nudo y decir como: “Sí voy, no voy, sí voy, no voy, no sé qué hacer, no quiero…”

[Maya]: Bueno… Pero…  ¿Y si de verdad Dios quiere esto? O sea, y bueno, no la estoy pasando bien, pero tal vez Dios quiere que ofrezca eso. Tal vez Dios quiere que me esfuerce, tal vez, o sea,  entonces eso era lo que también me hacía quedarme. 

[Julia]: Porque te venden mucho esto también de que, pues, hay personas pasivas ¿no? Son gente que entró y que se salió o renunció, pero que no te puedes salir. Tú hiciste un juramento. Entonces tú realmente nunca dejas de ser parte de. 

[Pablo]: Cuando Julia comenzó a poner pretextos para faltar a las juntas, su hermana mayor, su afiliadora, comenzó a preguntarle qué pasaba. 

[Julia]: Yo no le daba muchas explicaciones. En realidad. Hasta que hubo un punto en que le dije como es que yo tengo muchas dudas y nadie, nadie te las responde Y también yo le dije: “Tú me dijiste que las cosas se podían cambiar desde dentro y no se puede cambiar nada”. 

[Pablo]: La hermana no le respondió. Poco tiempo después, Julia dejó de ir por completo a las juntas y cursos. Y su jefa le pidió que se vieran. 

[Julia]: Y le dije como lo de la vocación cívico política, como de el sentirnos que somos los elegidos, que no cualquiera puede entrar, a mí eso no, no, no, no me checa. Y le dije: “Y toda la parte de que tú y yo somos menos que ellos, que los hombres y a mí eso ya.”

[Pablo]: La jefa le pidió que le escribiera una carta donde explicara sus motivos de renuncia, pero Julia nunca lo hizo. Simplemente se salió de ese mundo. Eso fue poco más de dos años después de haber entrado. En casa nadie cuestionó su decisión ni sus padres ni su hermana afiliadora ni Maya. 

[Maya]: De hecho, creo que de alguna forma también a mí me hacía como cuestionarme más. 

[Pablo]: Empezó a investigar sobre el significado de la vocación y sobre si pertenecer al Yunque podía considerarse eso, un llamado de Dios. 

[Maya]: Para, según yo, con fundamentos, poder decir no está mal si me salgo. O sea, también era como intentar justificar mi salida. Lo que concluí fue que si de verdad se quería hacer un cambio en la sociedad, era, pues de verdad metiendo las manos en comedores comunitarios, en… no sé, o sea, de verdad, hacer un impacto a una diferencia en el entorno, en la vida de las personas, no en juntas secretas o en juntas discretas o en juntas reservadas, ¿no? 

[Pablo]: En un curso, Maya comenzó a rebelarse con pequeñas cosas…

[Maya]: Cambiarme de cuarto, hacer pijamadas sin que se dieran cuenta, esconder comida, no porque tuviera hambre, pero yo quería hacer cosas prohibidas. 

[Pablo]: Y luego también en las juntas. Un día, su jefa les dijo que esas reuniones eran sacramentales; es decir, tenían el poder de sanar el alma y limpiar los pecados menos serios. Algo así como lo que hacen el agua bendita o una bendición. Allí Maya explotó.

[Maya]: Directamente le dije a la jefa: “Lo que tú estás haciendo es sacrilegio”. “No, claro que sí y no se qué y blablaba.” A la siguiente junta llegué. Le dije mira, ya investigué esto, esto, esto, esto, esto y esto y esto. Y mira lo peligroso que es que tú estés diciendo lo que estás diciendo. 

[Pablo]: Porque estaba deformando la doctrina católica, atribuyéndole a las juntas del Yunque un poder que no tenían. Y así, Maya dejó de ir a las reuniones cuando tenía unos veinte años.

[Maya]: Si yo no hubiera dejado de ir, yo creo que a mí me hubieran como empezado tal vez a relegar o a intentar como contener. Hasta que, pues me harté y ya no, ya no volví. O sea, fue ya… ya no más.

[Pablo]: Han pasado más de diez años desde que Julia y Maya salieron de la rama juvenil del Yunque. Aunque podría pensarse que militaron muy poco tiempo, las secuelas de esos años las siguen acompañando. Maya suele hablar al respecto con otras amigas exmilitantes. 

[Maya]: ¿Y por qué siempre que nos reunimos, caemos en la cuenta de algo nuevo, de algo que decimos “guau, yo no lo había visto así”? O sea, y a veces hasta me da miedo porque digo y lo que me falta de darme cuenta al respecto. 

[Pablo]: Y es que muchas cosas que hasta hace pocos años veían como “lo normal”, ahora ya no tanto. Julia me dio un ejemplo. 

[Julia]: Algo que yo absorbí mucho, mucho –y es algo con lo que yo sigo teniendo problemas– es como el sometimiento del cuerpo y el sacrificio del cuerpo o el castigo del cuerpo. O sea, yo puedo aguantar muchísimo tiempo estando incómoda. 

[Pablo]: También suele ceder su tiempo y priorizar lo que los demás quieren. Es como si aún siguiera los mandatos de primordialidad y disciplina. 

Pero no se trata solamente de que una parte del Yunque todavía acompañe a Julia y a Maya. También llevan años tratando de reencontrar las partes más íntimas de sus identidades, las que sienten que tuvieron que silenciar durante sus militancias.

Al respecto Julia me contó una historia. Más o menos un año después de su salida del Yunque, empezó a notar que en el colegio una de sus compañeras se veía muy triste. Era obvio que algo le estaba pasando. Hasta que un día se desbordó. 

[Julia]: Empezó a llorar y a llorar y a llorar. Y fue como: “¿Qué pasa? O sea, ¿estás bien, necesitas algo? Y tal”. Y pues ya, en ese momento nos contó a todas…

[Pablo]: Les contó que su prima había quedado embarazada y no quería tener el bebé. Así que le pidió ayuda para abortar. Pero ella le respondió que no podía hacerlo porque no estaba de acuerdo. Entonces su prima hizo todo sola. Tuvo un aborto clandestino y en el proceso, murió. 

[Julia]: Entonces pues obviamente ella se arrepentía muchísimo. O sea, estaba en un duelo muy intenso. Y entonces para mí fue como un momento muy fuerte como ver todo ese dolor, o sea, había sido también por sus creencias súper católicas, súper religiosas. Y que ahora ella pues se las estaba como replanteando. Ella decía como: “¿Quién soy yo para haberle dicho a mi prima que eso estaba mal?” Como “¿en qué momento yo fui capaz de hacer eso?” Entonces a mí eso como que me causó un shock muy grande porque fue como…  ¿a quiénes estamos lastimando tanto por tener opiniones tan firmes? Más allá de que estén bien o mal, sino como la falta de empatía a la que te llevan y llevarte a no acompañar a la gente en momentos muy difíciles. A gente que quieres, ¿no?

[Pablo]: Julia no sabía cómo consolar a su amiga. Pero mientras la escuchaba podía sentir que se identificaba con ella y sus sentimientos. Para ella, esto es algo que de haber seguido en el Yunque probablemente no se hubiera permitido. 

[Julia]: Yo a lo mejor le hubiera dicho como: “O sea, pues qué triste, pero qué bueno que te negaste”, ¿no? O sea, yo sabía que hubiera sido capaz de hacer eso. Entonces, o sea, sí fue como: “Pues no, ya no soy capaz de hacer eso. Y ya no quiero hacer eso.” Entonces sí, ese fue como un gran momento. 

[Pablo]: El momento en el que se dio cuenta de que estaba recuperando uno de sus rasgos más valiosos: la empatía. Y aunque ni Julia ni Maya podrán recuperar aquellos años de su adolescencia que le dieron al Yunque aún les quedan muchos años más para hacer con ellos lo que ellas quieran. Comenzando quizás, por hablar.

[Daniel]: Para conocer más sobre el funcionamiento del Yunque en la actualidad, les recomendamos escuchar el episodio de El hilo que mencionamos al inicio de esta historia. Lo pueden encontrar en elhilo.audio solo tienen Yunque en el buscador de episodios. 

Pablo Argüelles es periodista y productor de radio mexicano y vive en Madrid. Esta historia fue editada por Camila Segura, David Trujillo, Luis Fernando Vargas y por mí. Bruno Scelza hizo la verificación de datos. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música original de Ana Tuirán. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Elsa Liliana Ulloa y Désiree Yépez.

Carolina Guerrero es la CEO. 

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

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Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

Créditos

PRODUCCIÓN
Pablo Argüelles


EDICIÓN
Camila Segura, Luis Fernando Vargas, David Trujillo y Daniel Alarcón


VERIFICACIÓN DE DATOS
Bruno Scelza


DISEÑO DE SONIDO 
Andrés Azpiri 


MÚSICA
Ana Tuirán


ILUSTRACIÓN
Pepa Ilustradora


PAÍS
México


TEMPORADA 14
Episodio 31


PUBLICADO EL
04/22/2025

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