El misterio de los fósiles | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón.
En diciembre del 2020, el biólogo Pablo Toriño trabajaba desde su casa en Montevideo. Se había especializado en Paleontología, por lo que se pasaba las tardes investigando sobre fósiles, restos orgánicos que existieron hace millones de años.
Una de esas tardes, mientras buscaba información sobre fósiles, abrió Facebook y, en su página de inicio, vio una publicación que le llamó mucho la atención.
[Pablo Toriño]: Una persona que decía, estaba exhibiendo fósiles de su colección particular, que los había comprado recientemente.
[Daniel]: La publicación era del grupo Fósiles de Uruguay, personas aficionadas a la paleontología al que él y sus colegas pertenecían. El post tenía varias fotos y cuando Pablo hizo zoom en una de ellas vio un fósil que reconoció de inmediato.
[Pablo]: Porque lo había utilizado en mi tesis era uno de los materiales de los que había leído y fotografiado también.
[Daniel]: Era un fragmento de fósil en forma de triángulo, uno que él había visto muchísimas veces, cuando participó en un proyecto de investigación en el Museo Paleontológico Alejandro Berro, en Mercedes, a cuatro horas de Montevideo. Para él no había dudas de que era el mismo de la colección.
[Pablo]: No existen dos fósiles iguales. No existen dos huesos que se rompan o se partan de la misma forma.
[Daniel]: De inmediato supo que algo andaba muy mal. Por lo que podía ver en las fotos, los fósiles no se encontraban en el Museo Berro, sino que estaban acomodados en unos contenedores blancos sobre una mesa de lo que parecía ser una casa cualquiera. Y según Facebook, esa casa parecía estar en Maldonado, que quedaba a más de cinco horas del museo. Las dudas que le surgieron a Pablo eran muy claras:
[Pablo]: ¿Qué estaba haciendo en esa publicación ese material? ¿Cómo los fósiles llegaron desde Mercedes hasta Maldonado, que es una distancia mayor todavía que la que hay de Mercedes a Montevideo? ¿Cómo viajaron todos esos cientos de kilómetros?
[Daniel]: Tratar de resolver esas preguntas lo llevaría a involucrarse en un trabajo casi detectivesco para resolver un misterio que puso en alerta a la comunidad de paleontología en Uruguay.
Una pausa y volvemos.
Estamos de vuelta en Radio Ambulante.
Nuestra asistente de producción Selene Mazón nos cuenta esta historia.
[Selene Mazón]: Ya volveremos al momento en el que Pablo vio esa publicación de Facebook. Pero antes, hay que explicar cómo fue posible para él reconocer ese fósil de la foto.
La fascinación de Pablo por los fósiles se consolidó como la de muchos paleontólogos de su generación, cuando escuchó esto en los cines:
[Jurassic Park película]: Welcome to Jurassic Park…
La película de Jurassic Park… Pablo tenía 10 años y aún recuerda lo que sintió en esa sala de cine.
[Pablo]: Toda la película me impactó. Tengo ese recuerdo de quedar boquiabierto mirándola, con los ojos como sin parpadear durante las dos horas que dura.
[Selene]: A partir de entonces, comenzó a devorar libros sobre el tema, a coleccionar dinosaurios de goma, recortar artículos de periódicos, llenar álbumes de estampitas…
[Pablo]: Siempre en algún cumpleaños yo pedía: si me regalan algo que fuera un dinosaurio. Navidades o que el día de Reyes, lo que sea, pero que hubiera un dinosaurio también.
[Selene]: A los 17 años decidió que quería estudiarlos profesionalmente, pero como la carrera de Paleontología no existía en Uruguay, se inscribió en Biología, que por lo menos tocaba el tema en algunas clases.
Y fue, durante el último año de la carrera, que se obsesionó con un grupo particular de animales prehistóricos: los gliptodontes. Los gliptodontes fueron unos mamíferos gigantescos, totalmente herbívoros, que vivieron hace millones de años en las praderas de lo que hoy son Brasil, Uruguay y Argentina. Se extinguieron hace más de 10 mil años y son parientes lejanos de los armadillos actuales o también llamados mulitas, solo que muchísimo más grandes.
Algunos gliptodontes llegaron a medir más de tres metros de longitud y más de un metro de altura, casi del tamaño de un auto pequeño. En cuanto al peso, alcanzaron más de una tonelada y media. Sin embargo, el rasgo que los hacía inconfundibles era su enorme coraza.
[Pablo]: Una coraza de gliptodonte es muy fácil de reconocer por la forma, el tamaño. Parece como un huevo gigante, pero es una caparazón y el patrón, el dibujo que tienen las plaquitas que forman la coraza, que son como pequeñas flores con relieve, es muy, muy característico.
[Selene]: Una de las colecciones más importantes de fósiles de gliptodontes se encuentra en el Museo Alejandro Berro, en el Castillo Mauá. Se trata del principal atractivo turístico de la localidad rural de Mercedes, donde viven alrededor de 40 mil personas. Aunque pequeño, este museo posee una de las colecciones de fósiles más grandes del interior de Uruguay…
[Pablo]: Estamos hablando de una colección de más de 4.000 piezas,Tenía muchísimo potencial. Una colección de mamíferos fósiles, pero también con restos de dinosaurios, de huesos y huevos de dinosaurios, también con muchos nidos, nidos fosilizados de insectos que se encuentran en lugares cercanos a Mercedes.
[Selene]: Esas piezas habían sido recolectadas y clasificadas en la primera mitad del siglo XIX por el naturalista uruguayo Alejandro Berro, a quien el museo debe su nombre. Sin embargo, a pesar de ser muy valiosa, llevaba muchos años guardada sin que ningún ojo profesional le volviera a echar un vistazo.
Por eso, en 2009, junto con otros compañeros de la carrera, Pablo aplicó a un financiamiento de proyectos de investigación para clasificarlos. Ese fue su primer contacto con esa colección.
Los fósiles estaban resguardados en una habitación pequeña al fondo del museo, con una puerta de vidrio.
[Andrés Batista]: Recuerdo que la colección, la primera vez que la fuimos a visitar, la vimos en un cuartito pequeño de tres por cuatro metros a lo sumo. Un lugar bastante deplorable, que cuando llovía se…, había bastante humedad.
[Selene]: Este es Andrés Batista, quien, en aquel entonces, era estudiante de tercer año de Biología. Tenía 21 años y, junto con Pablo, era uno de los integrantes del proyecto de clasificación del Museo Berro.
Ese cuarto al que se refiere Andrés tenía a su vez una pequeña habitación anexa de techo alto, de poco más de tres metros de altura. Allí, sobre las paredes, había repisas de madera con varios huesos sueltos, pero también con hileras de cajas de cartón color naranja. Estaban clasificadas con el nombre de la especie de los huesos que tenían adentro, por ejemplo: perezosos, felinos, dinosaurios… Pero las cajas también tenían otro detalle, uno que los biólogos notaron apenas pusieron un pie dentro.
[Andrés]: Estaban mordidas, rotas. Mordidas por roedores. Hemos encontrado hasta ratones momificados en las estanterías, muchas telarañas, arañas, caca de ratón. O sea, bastante deplorable. Estaba muy poco cuidada esa colección.
[Selene]: A pesar de esto, los estudiantes estaban entusiasmados pues era una de sus primeras experiencias de investigación formal. Caja por caja, revisaban, fotografiaban y tomaban nota de lo que iban encontrando. Tenían que establecer el estado de las piezas, confirmar de qué especie eran, actualizar sus nombres y restaurar las que fueran posibles. Su referencia era un catálogo grande y viejo escrito hace más de 60 años de puño y letra por el mismo Alejando Berro, quien clasificó los fósiles con un número.
[Andrés]: Un número bastante grande con una tipografía clásica de él, que incluso nosotros nos reíamos mucho en el museo, porque… parecía un moco ese número. Era una cosa muy, muy espesa.
[Selene]: Con la información que iban recogiendo, hicieron bases de datos y digitalizaron el catálogo de piezas, que después les serviría para sus propias investigaciones. Todos los días era una sorpresa porque podían encontrarse con un fósil que no había sido estudiado antes.
[Andrés]: Nosotros éramos niños jugando en un cuarto lleno de fósiles novedoso que nunca habíamos visto.
[Selene]: Trabajaban desde que el sol salía hasta que se ocultaba, pero no les molestaba. Sentían que estaban haciendo algo importante: ayudar a cuidar y darle valor a un patrimonio histórico y cultural del país, uno que llevaba muchos años guardado y lejos de la vista del público.
Pablo se emocionaba con cada pieza, pero le ponía más atención a las de gliptodontes. Medía cada una con cuidado, las fotografiaba una por una y se esmeraba en escribir sus notas de archivo. Pasaba tanto tiempo examinándolas que empezó a saber diferenciarlas por su textura, su color o su forma. Se acuerda de una particular.
[Pablo]: Y era un fragmento de coraza de forma triangular. Estaba roto de una manera muy particular. Casi formando un triángulo perfecto. Por eso visualmente llama mucho la atención.
[Selene]: Cuando empezó a indagar más, supo que se trataba de una pieza tipo, es decir, que se usó por primera vez para describir una especie nueva: el gliptodonte Boreostracon corondanus, que vivió en los pastizales de Uruguay hace más de 20,000 años.
Al año siguiente, Pablo y sus compañeros trabajaron en la excavación y montaje de una coraza completa de gliptodonte, que un niño había encontrado cerca de un barranco. Eso, junto con la experiencia de clasificación, marcó tanto a Pablo que dedicó su tesis de licenciatura a los gliptodontes de Uruguay, donde usó como referencia muchas piezas de la colección, incluyendo la triangular que tanto le llamó la atención en ese post de Facebook del que hablamos al principio.
Pablo le hizo zoom a las fotos y notó que algunas de ellas tenían unos números en tinta negra. Estaban escritos con una caligrafía muy particular que él había visto muchísimas veces: era la de Alejandro Berro, el paleontólogo que la clasificó.
[Pablo]: Y para mí no había duda de que ese material era de la colección Berro.
[Selene]: Inmediatamente, tomó capturas de pantalla de las dos publicaciones y se las envió a sus colegas. Todos coincidieron en que no solo esa pieza en forma de triángulo era del Museo Alejandro Berro, sino también varios de los fósiles que aparecían ahí. Los conocían perfectamente, porque así como Pablo, los habían usado en sus propias investigaciones.
Ansioso, Pablo compartió esas capturas al director del museo.
[Pablo]: Lo primero que le pregunté fue si existía la chance de que esas fotografías hubieran sido tomadas dentro del museo. Yo ya sabía la respuesta, para mí era no.
[Selene]: Y el director se lo confirmó.
[Pablo]: Entonces yo le dije: “Bueno, tenemos un problema, porque este individuo dice tener en su poder todos estos fósiles que, aproximadamente, comparando las fotografías, se trataban de entre 60 o 70 piezas que era difícil contarlas porque entre una foto y otra había piezas repetidas…”
[Selene]: El director del museo era Aparicio Arcaus, es arqueólogo y coordinador de Museos y Patrimonio del departamento de Soriano, donde se encuentra la localidad de Mercedes. Recuerda muy bien lo que sintió cuando vio las capturas de pantalla que le envió Pablo. Este es Aparicio.
[Aparicio]: De preocupación, de pensar: “Ah, bueno, a ver qué había pasado, cómo estaba eso ahí y cómo habían aparecido esas piezas en ese grupo de Facebook”. Y tá, y fue empezar a pensar, a ver cómo habían salido esas piezas del museo.
[Selene]: Aparicio le dijo a Pablo que, de inmediato, le iba a informar de la situación a la intendencia, la autoridad local a cargo de la administración del museo.
[Pablo]: Que ellos conocían al detalle, bueno, los procedimientos a seguir. Y que iban a tomar medidas al respecto y que cualquier cosa se iban a comunicar con nosotros.
[Selene]: Pablo no podía hacer mucho más. Todo quedaba en manos del director y de la intendencia. Y junto con el resto de sus colegas, se quedaron a la espera de cualquier noticia sobre el caso.
Mientras tanto, Aparicio y la intendencia decidieron armar lo que llamaron un “expediente interno”.
[Aparicio]: En primer lugar dijimos: “Bueno, vamos a tratar de recopilar toda la información que tengamos disponible”. La idea era ya empezar a armar todo un expediente para después presentarlo ante, ante la justicia.
[Selene]: Pero al mismo tiempo, exploraron un camino paralelo…
[Aparicio]: Que era la devolución de las piezas por parte de las personas que las tenían.
[Selene]: Para eso, Aparicio le escribió por privado a la persona que había publicado las fotos.
[Aparicio]: Sin hacerme el detective ni hacerme nada parecido. Pero establecer un primer contacto para preguntar: “A ver, ¿de dónde lo había sacado?” Nada más.
[Selene]: Según su perfil en Facebook, era un hombre de alrededor de 27 años y a quien no podemos nombrar debido a la ley uruguaya. No decía ser paleontólogo ni trabajar en nada relacionado. Aparicio empezó a hablar con él.
[Aparicio]: Fui muy a lo concreto, a preguntarle por las piezas y nada más. Fueron diálogos muy breves, muy cortos, donde me di cuenta sí, que la persona era un coleccionista, que le gustaba comprar piezas de distintas cosas.
[Selene]: Según le contó el hombre, había conseguido algunas de esas piezas a través de un vendedor que las ofrecía por Facebook. Cuando Aparicio le dijo que las piezas eran del Museo Berro y que no sabían cómo habían salido de ahí…
[Aparicio]: Inmediatamente me dijo que estaba afín a devolver las piezas. Así muy, muy rápido y muy contundente, y sin ningún tipo de ofrecimiento, digamos, de mi parte.
[Selene]: Ofrecimiento de dinero.
[Aparicio]: Simplemente decir bueno, las devuelvo y punto.
[Selene]: Esa misma noche, Aparicio le escribió a Pablo para decirle que todo estaba en orden. Le contó lo que había hablado con el supuesto coleccionista y que iban a coordinar la devolución de las piezas al museo de forma presencial. Según Aparicio, lo principal era recuperarlas.
Y, aunque en teoría su estrategia iba a lograr el objetivo, a Pablo y a sus colegas les pareció un procedimiento irregular. Más allá de la voluntad del hombre de devolverlas, desconocían muchas cosas, como si tenía un historial criminal o si era seguro para Aparicio reunirse con él. Para los biólogos no había tiempo que perder.
[Pablo]: Primero, no sabíamos ni cuándo se había cometido el hurto ni si había sido más de un hurto. En estos casos lo primero es el factor tiempo. Por eso la urgencia de comunicar inmediatamente.
[Selene]: Pero Aparicio le insistió a Pablo que no se preocupara. Le dijo que algunas instituciones nacionales, como la Comisión de Patrimonio, ya estaban al tanto de la situación y habían confiado en el museo y en la intendencia para tomar las medidas que creyeran convenientes. Aunque escépticos, Pablo y sus colegas decidieron esperar.
[Selene]: Pero justo un mes después, el 20 de enero de 2021, Andrés, el biólogo que también participó en la clasificación de material en el museo, estaba navegando en la misma página de Facebook…
[Andrés]: Y bueno, me encontré con una foto que me llamó pila la atención.
[Selene]: En esa foto se veían varias placas pequeñas de forma hexagonal que, unidas, forman la coraza de un gliptodonte. En lo primero que se fijó Andrés fue en la coloración de esas piezas. Le hizo recordar el tipo de fosilización particular que se da en un río cercano al Museo Alejandro Berro.
[Andrés]: Era muy blanca, grisácea, y tenía una textura que por más que no, no la podía sentir con mi mano, lo podía ver, bastante porosa y puntiaguda en algunas zonas.
[Selene]: Cuando Andrés le hizo zoom a las fotos, se dio cuenta de que las plaquitas tenían escritos números con una caligrafía que él conocía muy bien: la de Alejandro Berro.
Esta vez la publicación sí decía explícitamente que aceptaban ofertas de dinero por las piezas y –cito– pues “ya no tenía espacio en su casa”. Andrés estaba atónito. Lo primero que sintió fue enojo.
[Andrés]: No tanto con quien lo estaba ofreciendo, sobre todo lo más indignante y lo que enoja más es el descuido por parte de la institución.
[Selene]: Y es que, a pesar de que los biólogos sabían de las dificultades que presenta su profesión… falta de financiamiento o incluso de interés… esto iba más allá…
[Andrés]: Nunca habíamos estado en frente de un posible robo de estos materiales que tanto, que tanto queremos, ¿no? Que tanto hemos trabajado.
[Selene]: Al igual que Pablo con la primera publicación, Andrés tomó capturas de pantalla y se las compartió a sus colegas. Esto ya no se trataba de un caso aislado. Algo estaba pasando en el Museo Alejandro Berro y ya no podían esperar de brazos cruzados.
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Antes de la pausa, conocimos el trabajo titánico que los biólogos Pablo Toriño y Andrés Batista, entre otros colegas, hicieron para revisar y actualizar la clasificación de la colección de fósiles del Museo Alejandro Berro, una de las colecciones más importantes de Uruguay. Años más tarde, en diciembre de 2020, Pablo descubrió que algunas piezas de esa colección estaban en una publicación en un grupo de aficionados de Facebook. El director del museo se comunicó con el autor de la publicación para la devolución de unas piezas. Pero tan solo un mes después, Andrés descubrió otra con más fósiles. Solo que esta vez los estaban vendiendo.
Selene Mazón nos sigue contando.
[Selene]: Cuando Andrés le contó lo que había visto en Facebook, Pablo se volvió a comunicar con Aparicio, el director del museo. Quería saber cuál sería la respuesta de la intendencia y del Museo después de haber descubierto este segundo caso y si había alguna novedad sobre el primero. Él y sus colegas insistían que lo más importante era hacer la denuncia ante la policía.
[Pablo]: Porque la policía, a través de las Fiscalías, tiene la potestad de actuar de oficio, es decir, de tomar decisiones rápidas y proceder al allanamiento de los domicilios de los implicados ante un caso de un hurto, de un bien patrimonial como es este caso.
[Selene]: Cuando le pregunté a Aparicio qué pensaba de lo que decía Pablo me contestó esto:
[Aparicio]: Puede ser que de repente haya otras visiones de cómo haber encarado el tema. Pero bueno, esta fue la que nosotros creímos mejor, priorizando, siempre, la recuperación de las piezas en primer lugar.
[Selene]: Y así lo hizo de nuevo. Contactó a esta segunda persona y esta también aceptó devolver las piezas al Museo. Aparicio me aseguró que eso era parte de la estrategia de la intendencia para regresar los fósiles lo más pronto posible, para luego armar el expediente y llevarlo a la policía.
A los biólogos la insistencia en esta estrategia les estaba preocupando mucho. Temían que, al avisarles, las personas de las publicaciones de Facebook se deshicieran de algunas piezas en el camino. Para ellos se trataba de un asunto que merecía una medida inmediata, formal e institucional.
[Pablo]: Daba la sensación, desde lejos, de que las autoridades competentes, de quienes uno espera que se hagan cargo de bienes patrimoniales como estos, no estaban tomando las decisiones correctas, no estaban haciendo las cosas de manera garantista y esta colección estaba siendo depredada.
[Selene]: Y es que nadie del museo ni siquiera sabía la cantidad exacta de las piezas que faltaban.
[Pablo]: Si tú tienes una colección de lo que sea, o puede ser incluso una biblioteca y de la noche a la mañana, algunos de tus libros aparecen a la venta en Internet, más allá de que tú trates de recuperarlos, lo primero que tienes que hacer es revisar completamente tu biblioteca para saber si no faltan otros más.
[Pablo]: Pablo y sus compañeros no sabían qué hacer. Al final de cuentas se encontraban lejos, y no contaban con un organismo nacional especializado como una Asociación de Paleontólogos con protocolos a seguir. Su único contacto era la dirección del Museo. Entonces se les ocurrió pedir ayuda a otras instituciones nacionales como la Comisión de Patrimonio y el Comité de Tráfico Ilícito, las mismas que, según Aparicio, la intendencia también habían contactado.
Por su cuenta, los biólogos enviaron una carta dirigida donde informaban sobre lo sucedido, daban su recomendación de realizar la denuncia ante la policía para que se encargaran del caso y pedían su intervención.
También firmaron otra carta dirigida a directores y responsables de colecciones de fósiles en la que les decían que estuvieran alerta y que cada tanto revisaran sus inventarios.
Los biólogos actuaban un poco a ciegas. Era la primera vez que se enfrentaban a un caso así.
[Pablo]: Yo reconozco que en este momento desconocía completamente cuáles eran los procedimientos a seguir. Para mí la opción natural era comunicar a la institución y después la institución era la que tenía que hacerse cargo, obviamente.
[Selene]: Pablo temía que se estuvieran enfrentando a una red más compleja de tráfico de fósiles, que involucrara a más de una persona, a más de un intermediario.
Aunque los fósiles son considerados un bien patrimonial, en Uruguay hay un vacío legal en cuanto a su compraventa. La ley vigente de 1971 no es muy clara sobre la legalidad de las transacciones, solo especifica que no pueden salir del territorio nacional. Esa ambigüedad facilita un mercado negro de fósiles en redes sociales.
[Pablo]: Pero claro, una cosa es comprar y vender un fósil que haya sido colectado por alguien en una playa o en un campo o en un barranco y otra cosa es comprar y vender fósiles que han sido hurtados de un museo. Son cosas completamente distintas.
[Selene]: Por petición de la intendencia, Pablo y el grupo de biólogos armaron un informe detallado con toda la información que tenían hasta ese momento: relataron cómo se habían dado cuenta de los robos e identificaron a tres personas relacionadas con las publicaciones: al coleccionista aficionado de las primeras fotos en Facebook, que tenía unos 27 años y vivía en Maldonado, y a dos vendedores: uno que había sido mencionado por el coleccionista y otro que había hecho la segunda publicación en redes. Ambos vivían en Mercedes, tenían 24 años. Aparicio había contactado por Facebook a dos de ellos: al coleccionista y al segundo vendedor.
En el perfil de uno de los vendedores, los biólogos encontraron unas fotos de septiembre de 2020. Eran de una visita al zoológico que está cerca del museo.
[Pablo]: Lo cual a nosotros nos da la pauta de que, por lo menos en esa época, esa persona estuvo ahí y probablemente el hurto se había producido en ese momento.
[Selene]: Pablo y los biólogos entregaron el reporte a la intendencia a finales de enero, principios de febrero. Hasta ese momento habían apoyado en todo lo que les pedían, pero también estaban impacientes. Había pasado más de un mes desde la primera publicación y no había señales ni de la denuncia ni de la devolución de las piezas.
[Pablo]: Es algo que incluso lo discutimos nosotros aquí: la posibilidad de trasladarnos y efectuar una denuncia policial en nombre de nuestra comunidad de paleontólogos al ver que no se estaba haciendo.
[Selene]: Mientras tanto, Aparicio siguió en contacto con las personas de las publicaciones de Facebook para la devolución de los fósiles. Según él, la intendencia tardó en concretar la entrega de las piezas y realizar la denuncia porque, en esas semanas de enero, se cruzaron algunos factores externos, como el carnaval y que tres personas del área jurídica se contagiaron de coronavirus.
Puede parecer que un feriado nacional y tres personas enfermas no es mucho, pero no hay que perder de vista que estamos hablando de una intendencia con poco más de 80.000 habitantes.
Pero los biólogos no estaban muy convencidos. Para ellos, la intendencia tenía información más que suficiente para hacer la denuncia. Y esta diferencia de opiniones los terminó por separar. Aparicio siguió con su estrategia por su cuenta. Aquí él.
[Aparicio]: Empezamos a atar algunos cabos, empezamos a ver también por otras informaciones que nos pasaron, fuimos armando y recomponiendo un poco el puzzle de información hasta, bueno, que se dio realmente con los responsables del hecho.
[Selene]: A principios de febrero, después de casi dos meses desde la primera publicación, Aparicio y un funcionario de la intendencia viajaron a Maldonado, donde vivía ese coleccionista y lograron que les entregara alrededor de 60 piezas. Dos días después, Aparicio se encontró en Mercedes con el vendedor de la segunda publicación y este le devolvió dos fósiles más.
Según Aparicio, el objetivo se había cumplido, así los biólogos no estuvieran de acuerdo con sus métodos.
[Aparicio]: Puede ser discutible el proceso, pero yo prioricé la recuperación de esas piezas. Pero después, obviamente a la policía le tocaba otra cuestión, que era investigar, porque capaz que había más piezas o otras piezas de otros lugares. O bueno, otro escenario completamente distinto al que nosotros aportamos, tal vez podía haber mucho más atrás de eso.
[Selene]: Fue hasta el 19 de febrero de 2021, dos meses después de esa primera publicación, que finalmente la intendencia denunció el caso a la fiscalía. Ahora tocaba esperar.
Pero pasó un mes, dos, tres meses… y no había avances en el proceso. Durante ese tiempo, la intendencia había pedido manejar el tema con absoluta discreción para no interferir con la investigación. En Mercedes, solo los involucrados sabían lo que pasaba en el Museo Berro.
Pero a fines de mayo de 2021, un diario de Montevideo reveló el asunto al público y la noticia la replicaron en varios medios.
(SOUNDBITE ARCHIVO)
[Desayunos Informales]: El fin de semana en La Diaria se publicó una nota muy llamativa que habla de unos hurtos en el Museo Paleontológico Alejandro Berro. Desaparecieron 50 fósiles muy valiosos, con un gran valor científico… Esta pérdida no la descubrió ni un funcionario del museo ni un visitante, sino que fue descubierta por un científico…
[Selene]: La colección de fósiles del Museo Alejandro Berro, que durante décadas estuvo en la sombra del anonimato, ahora estaba bajo la mirada y en boca de todo Uruguay. Escaló, incluso, a nivel político. Representantes del partido opositor al de la intendencia –la autoridad del Museo– salieron a los medios a pedir la creación de una llamada ‘Comisión Investigadora’ que tenía como objetivo, y acá cito: “investigar el robo de valiosos fósiles” en el Museo Berro. En concreto, la misión de esta comisión era saber si el caso tenía elementos para ser llevado a la policía, algo que desde febrero, ya estaba en sus manos.
Fueron semanas de mucha turbulencia mediática, de declaraciones encontradas sobre cómo habían ocurrido los hechos o de personas ajenas al caso. Y por eso, para evitar cualquier desinformación, Pablo se convirtió en el portavoz de los biólogos ante los medios y comenzó a dar varias entrevistas. Pero al hacerlo…
[Pablo]: De cierta forma se intentó involucrar nuestra participación como si fuera como si tuviéramos un interés político de perjudicar a la institución que está al frente del museo, que es la intendencia de Soriano. Y nada más alejado de la realidad. Nuestro rol es un rol técnico. Nuestro rol fue un rol de denuncia.
[Selene]: Le pregunté a Aparicio sobre las reacciones de la noticia del robo de fósiles en Mercedes y aunque reconoció que hubo mucha agitación política que iba más allá de lo técnico, no quiso decirme mucho más sobre el tema.
Un poco más de un mes después, a mediados de junio, la policía citó a declarar a los tres acusados: el coleccionista y los dos vendedores, y también a Aparicio, Pablo y a Andrés, en calidad de testigos.
[Pablo]: Brindamos nuestra declaración de cómo detectamos el hurto e hicimos una serie de recomendaciones que a nuestro juicio eran los pasos que había que dar.
[Selene]: La recomendación más importante era ir a la casa de estos individuos y revisar si tenían más piezas que pertenecieran al Museo. Aquí Aparicio de nuevo:
[Aparicio]: Ahí empiezan las indagaciones. Nos piden diferentes detalles del funcionamiento del museo. Y nosotros como que la información que dimos fue tan contundente que la policía actuó muy rápido sobre las personas, muy fácil llegaron a ellos.
[Selene]: El 12 de julio de 2021, la policía hizo tres allanamientos en la casa de los acusados para revisar si tenían más piezas. Para determinar si las que encontraron en esas casas pertenecían al Museo o no, le pidieron a Pablo que los acompañara mediante una videollamada. Al final de cuentas, él las conocía como la palma de su mano.
En la casa del coleccionista aficionado, se recuperaron 134 fósiles. Al parecer muchas eran de Brasil y otros de diferentes partes del mundo. En la casa de uno de los vendedores de la segunda publicación se rescataron tres piezas más. Según las pericias realizadas después, ninguna de ellas pertenecían a la colección.
Una vez recuperados los fósiles, a los tres acusados se les notificó que serían investigados: a los dos vendedores por hurto a una institución pública y al coleccionista aficionado por posesión de fósiles robados. Intentamos hablar con uno de ellos, pero no tuvimos respuesta.
Pero faltaba saber lo más importante: ¿cómo habían salido esas piezas del Museo? Esa duda la ayudaría a resolver ella:
[Stella Alciaturi]: Mi nombre es Stella Alciaturi, soy abogada y además soy fiscal letrada departamental en el Departamento de Soriano, ciudad de Mercedes.
[Selene]: Stella llegó al caso en diciembre de 2021, luego de los allanamientos. Revisó las pruebas y las declaraciones del expediente para dar una sentencia y cerrar el caso. Y, aunque me negaron acceso al expediente completo, con la ayuda de Stella, informes policiales, noticias locales y algunos testimonios de vecinos, intenté reconstruir lo que sucedió…
La historia se remonta a principios de la década de los 80, cuando la colección de fósiles de Alejandro Berro llegó a su ubicación actual después de varias mudanzas. Desde entonces, el museo ha estado cerrado al público de forma intermitente ya sea por falta de personal o por mantenimiento.
[Stella]: El museo se encontraba en una situación bastante edilicia, bastante precaria…
[Selene]: Por eso, en 2018 Aparicio había impulsado una remodelación ambiciosa, que fue aprobada por el área de obra y arquitectura de la intendencia. Además de una nueva imagen a la fachada del edificio, con este plan el museo iba a incorporar nuevas salas temáticas de historia y arqueología, un laboratorio de investigación, así como un espacio para guardar los fósiles de la colección con condiciones especiales de temperatura, humedad y seguridad.
El tiempo estimado del proyecto de remodelación era de un año y medio o dos. Sin embargo, las obras fueron interrumpidas más adelante por la pandemia de Covid. Durante estos trabajos, la colección de fósiles fue sacada del lugar en el que estaba, aquel cuarto en el que Pablo, Andrés y compañeros comenzaron a estudiar y catalogar los fósiles, y la pusieron temporalmente en otra habitación, una que está atrás del museo.
Entonces, según Stella, una tarde que cree ser de septiembre de 2020… Una pareja de jóvenes de unos 24 años, los dos vendedores que ya mencionamos, estaban de paseo en el Castillo Mauá cuando vieron esa habitación en la parte trasera del Museo.
[Stella]: Una habitación semi derruida, con una puerta de madera que estaba destruida, por la cuál podían acceder y salir libremente cualquier persona en todo momento.
[Selene]: En el suelo de ese cuarto sin puertas había muchos fósiles regados por todas partes. Los hombres recogieron varios y se los llevaron.
La sentencia del caso no especifica los detalles de cómo se los llevaron, pero lo que sí dice es que, una vez que los jóvenes sacaron los huesos, intentaron venderlos por internet. Y para eso…
[Stella]: Simplemente los habían numerado con etiquetitas que decían 1,2,3,4. O sea, así simplemente un número para ofrecerlos en venta. Y tampoco habían advertido al comprador acerca del origen de este material.
[Selene]: El coleccionista que hizo la primera publicación en Facebook fue uno de los compradores. Los fósiles le fueron enviados por correspondencia, a través de un servicio de autobús. El pago de la transacción fue de 15,500 pesos uruguayos, es decir, unos 360 dólares.
[Stella]: Son piezas que se compraron muy baratas porque el valor que tienen es cultural, no es comercial. Y para las personas que no sean muy instruidas con respecto a esto, no tienen mayor valor.
[Selene]: Entonces, para la fiscal, lo ocurrido era claro: se trataba de un hurto simple. No era un grupo organizado experto en robar museos o un trabajador vinculado al museo que se los estuviera robando para venderlos. Fue un robo oportunista.
El robo ocurrió durante las obras de remodelación del museo, en medio de la pandemia, a plena luz del día, sin que nadie se diera cuenta.
Para Pablo y sus compañeros todo esto pudo haberse evitado.
[Pablo]: Las mudanzas internas y las refacciones y las remodelaciones de los museos son los momentos de mayor vulnerabilidad de las colecciones. Y es ahí donde hay que tener el mayor cuidado. Y es lo que no se hizo aquí.
[Selene]: El 23 de agosto de 2022 se publicó la resolución del caso. Como los jóvenes no tenían antecedentes penales, la condena fue de seis meses de libertad bajo prueba. También fueron sentenciados a realizar tareas comunitarias de seis horas semanales durante los primeros dos meses.
Como el coleccionista aficionado desconocía el origen ilícito del material, fue liberado sin ninguna pena.
De acuerdo con el fallo judicial, se logró la restitución de 66 piezas al Museo. Según Stella:
[Stella]: La Fiscalía incautó todo, se recuperó todo y se devolvió todo. Si existía algún material más que haya tenido algún destino diverso, bueno, no lo vamos a saber.
[Selene]: He producido esta historia a la distancia. A 7,300 kilómetros para ser exactos. A pesar de que he hablado con algunos habitantes de Mercedes y personas de la comunidad paleontológica de Uruguay, ha sido un reto: hay algunos silencios, todos mantienen la diplomacia, no se señala a nadie directamente. Y la separación geográfica solo ayuda a mantener todo opaco.
Así que mi compañero Bruno Scelza, verificador de datos de Radio Ambulante que vive en Montevideo, viajó a Mercedes en septiembre de 2023. Queríamos ver el estado de la colección.
[Bruno]: ¿Cómo estás, Aparicio?
[Aparicio]: Hola, Bruno. Bueno, bienvenido. Bienvenido al Museo Berro.
[Bruno]: Muchas gracias por, por invitarme.
[Selene]: Fue Aparicio quien recibió a Bruno en el Museo Berro.
[Bruno]: ¿Qué estamos viendo acá en la entrada?
[Aparicio]: Bueno, acá estamos un poco en el hall de entrada del, del museo. Ahora estamos justo en, en, en plena etapa de cambios de todo este sector histórico, digamos, del museo.
[Selene]: Ha sido un largo periodo de cambios pues la remodelación, que empezó hace unos años, aún no ha terminado.
En el salón principal hay un cartel acompañado del logo del museo: un gliptodonte. En él, se menciona que ya se finalizó una primera etapa y que ahora se encuentran en la segunda. De antemano, piden disculpas a los visitantes por las molestias ocasionadas.
Ese día, viernes por la mañana, solo estaba trabajando una funcionaria. El museo estaba prácticamente vacío. Bruno era el único visitante. Aparicio le contó a Bruno que el mayor flujo de visitas ocurre durante los fines de semana y los días feriados.
Empezaron el recorrido. Con orgullo, Aparicio le contó de los avances de la remodelación hasta ahora y le mostró las nuevas salas dedicadas a la historia del barón de Mauá, propietario original del castillo. Había muchas pinturas y una amplia sección de la historia del lugar. Estaban exhibidos varios objetos.
[Aparicio]: Estamos acá en lo que es la sala exclusiva del antropolito de Mercedes, una de las piezas de la prehistoria del Uruguay más representativas.
[Selene]: Entre ellos, el “Antropolito de Mercedes”, una pequeña representación humana hecha por pueblos indígenas. Siguieron caminando por los espacios nuevos como la fachada, el laboratorio y la reserva técnica. En esta última, están almacenadas la mayoría de las más de 4 mil piezas de fósiles de la colección. Ahí, Bruno le preguntó:
[Bruno]: Y las piezas de gliptodonte que se habían robado ¿están acá, en esta reserva?
[Aparicio]: Las piezas están acá, están acá, ya están acá, no incorporadas definitivamente a la colección. Pero están todavía en cajas separadas. Pero están… volvieron acá. Después, nosotros lo que estamos haciendo sí es una revisión de justamente de la numeración, para bueno, ver si no hay más faltantes para, bueno, ver todas esas cuestiones. Pero nada, ese es el laburo que se hace constantemente.
[Selene]: A más de dos años del robo, no hay un informe claro sobre el avance de la revisión de fósiles.
Al día siguiente, el sábado por la tarde, Bruno volvió al museo. Quería grabar sonido ambiente en el horario en que hay más público. Y ahí se dio cuenta de algo: había un pasillo por el que Aparicio no lo había llevado en el recorrido del día anterior.
Se metió por allí y se encontró con una sala amplia, muy bien iluminada. Lo que más le llamó la atención era la diferencia entre este espacio y los otros donde estaban en exposición algunas de las otras piezas. En otras salas tenían problemas de iluminación y carteles en un estado precario, muchos dañados por la humedad. En esta, en cambio, la coraza del gliptodonte está en el centro de la sala, en una vitrina grande rodeada de letreros explicativos. Es imponente. A un lado está gran parte del esqueleto y al otro lado, un póster enorme que narra todo el proceso desde que fue descubierta hasta su llegada al museo. Es un espacio bien conservado, el mejor del área paleontológica.
Pero sobre otra parte de la colección, hay cierta preocupación. En agosto de 2021, dos inspectores de la Comisión de Patrimonio Cultural de Uruguay visitaron el museo y, a pesar de que reconocieron los avances que se hicieron durante la remodelación, también criticaron el estado en el que estaban guardados los fósiles en la reserva técnica. El informe que hicieron después de la visita, decía que algunos huesos estaban guardados en bolsas de plástico. Que algunas piezas pesadas estaban mezcladas con otras pequeñas y esto incrementaba la posibilidad de que se dañaran.
Bruno aprovechó su visita a Mercedes para conversar con algunos habitantes. Quería preguntarles si sabían del robo. La mayoría dijeron que sí, pero que no conocían muchos detalles. Y cuando les preguntaba por el museo, le llamó la atención que varios admitieron nunca haber entrado. Aquí una de las respuestas más representativas…
[Bruno]: ¿Y qué es el museo? ¿Qué tiene el Museo?
[Vecina]: No sé porque nunca he entrado. ¿Pa qué? ¿Pa qué querés que te diga si nunca he entrado? Me tenés que llevar a ver qué hay… Y si no, no sé. Bueno, entrevistá a otra… Anda, anda, busca otra vieja. Allá tenés para entrevistar.
[Selene]: Al fin y al cabo, ¿qué significado tienen unos huesos olvidados en un museo para nuestras vidas? Mercedes es una comunidad que enfrenta problemas como el desempleo, la falta de servicios por estar lejos de la capital, o tener la tercera tasa más alta de suicidios en el país. Hay una desconexión entre el museo y su gente. Y para Pablo la misma Paleontología tiene cierta responsabilidad en esta apatía…
[Pablo]: Es necesario que la paleontología se retroalimente con la comunidad, no con la comunidad solamente científica, profesional, con los paleontólogos, sino con la comunidad en general.
[Selene]: Es decir, sacar la paleontología de los pasillos o laboratorios de la academia para empezar a conversar con la gente, con la sociedad. Porque al hacerlo, asegura Pablo, se puede aportar al sentido de pertenencia que podamos tener los humanos con el territorio en el que habitamos.
[Pablo]: Nos obliga a volar con la mente mucho más allá de la escala temporal de una vida humana. Y a la larga, ese pensamiento sostenido a lo largo del tiempo nos ayuda también a cuestionarnos nuestro rol o nuestro lugar en la Tierra, en el planeta como especie, por ejemplo, y nos ayuda a entender desde otra perspectiva qué lugar en el mundo estamos ocupando hoy, cómo hemos llegado hasta aquí. Y también hasta, en cierto sentido, qué responsabilidad nos cabe…
[Selene]: Cuando empecé esta historia quería saber más sobre el hallazgo de la coraza de gliptodonte que está exhibida en el Museo Alejandro Berro. Después, me enteré del robo de los fósiles y la historia se fue transformando. Quise descubrir respuestas sobre lo que parecía ser un delito misterioso.
Pero como ocurre muchas veces con las historias de detectives… la respuesta siempre estuvo a la vista de todos. Es la más sencilla. Desinterés, descuido. Algo que habla de la distancia que hay entre un patrimonio y la comunidad que lo rodea. Y ese, quizá, es el verdadero crimen.
[Daniel]: Un agradecimiento especial a Roxana Ferrari, Luna Gil, Felipe Montenegro, Martín Ubilla, Mario Vignolo, Sandra Rush y Marcelo Sosa, quienes también fueron entrevistados para esta historia.
Selene Mazón es asistente de producción en Radio Ambulante y vive en la Ciudad de México. Este episodio fue editado por Camila Segura, David Trujillo, Natalia Sánchez Loayza, y por mí. Bruno Scelza hizo el fact-checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Rémy Lozano, con música original de Rémy.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Barbara Sawhill, Ana Tuirán, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.