Juntos a la distancia – Transcripción

Juntos a la distancia – Transcripción

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[Jorge Caraballo, editor de Crecimiento]: ¡Hola, gracias por escuchar Radio Ambulante! Nos gustaría entender mejor quiénes nos escuchan y cómo usan los podcasts. Por favor ayúdennos llenando una encuesta corta y anónima en npr.org/podcastsurvey (escrito como una sola palabra). Es en inglés. Toma menos de 10 minutos y ayudarán muchísimo al programa. Repito: npr.org/podcastsurvey. ¡Mil gracias!

[Daniel Alarcón, host]: Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. 

Entonces antes de comenzar el episodio de hoy —el último de la temporada— quería decirles algo. Como muchos de ustedes, el equipo de Radio Ambulante está pasando cuarentena en nuestras respectivas casas. Somos más de quince periodistas, editores, productores, diseñadores de sonido, emprendedores, en casi diez países. La cuarentena para cada uno de nosotros es diferente, con diferentes retos, pero para ninguno ha sido fácil. Lo que viven ustedes —la ansiedad, el temor, el aburrimiento, el desespero— pues, nosotros también.

Lo que nos ha llenado de energía y de motivación en estos días es contar historias y saber que al otro lado están ustedes, la audiencia de Radio Ambulante. Toda la temporada han estado con nosotros, comentando, discutiendo, promoviendo, compartiendo nuestros episodios. Y lo apreciamos.

Recuerden que parte del equipo seguirá sacando episodios cada viernes, cubriendo temas de actualidad con nuestro nuevo podcast noticioso, El hilo. No hacemos exactamente lo mismo que Radio Ambulante, pero igual siento que en un momento como este, tratar de entender y explicar las noticias de la región tiene un gran valor. 

Quiero invitarlos a que se sumen a nuestro programa de membresías. Su apoyo va a ser clave para volver en septiembre con una nueva temporada, la décima de Radio Ambulante, y que sea la mejor que hayamos hecho, la más ambiciosa. Háganse miembros en radioambulante.org/donar.

Por ahora, quédense en casa y disfruten el último episodio. 

OK, entonces, para cerrar la temporada, llamamos a una vieja amiga de Radio Ambulante…

[Gabriela Wiener]: Hola, chicos. 

[Camila Segura]: Hola. 

[Daniel]: ¡Hey!

[Gabriela]: ¿Me escuchan bien?

[Daniel]: Te escuchamos, te escuchamos.

[Daniel]: Gabriela Wiener. Si nos oyen desde hace rato, probablemente ya la conocen. Es peruana. Escritora. Vive en Madrid. Camila Segura, la directora editorial de Radio Ambulante, y yo hablamos con ella en la última semana de marzo. Un mes infame para ella.

[Gabriela]: ¿Qué tal guapos?

[Daniel]: Bien.

[Camila]: ¿Cómo estás? Agh…

[Gabriela]: Podridas, podridas. 

[Daniel]: “Podridas”, dice Gaby. Quizá ya se imaginan por qué. El día que hablamos, el 27 de marzo, en España ya había más de 64 mil contagiados, casi cinco mil muertos y un sistema hospitalario colapsado. 

(SOUNDBITE DE NOTICIAS)

[Presentador]: Ese país europeo superó a China en el número de muertos. Madrid y Cataluña son las regiones más afectadas. 

[Periodista]: Con los hospitales colapsados los expertos en salud pública mantienen la esperanza de que el pico llegue en los próximos días. 

[Daniel]: OK, un detalle de la vida personal de Gaby que deben saber para entender esta historia es que vive en trio. Su marido Jaime es peruano y llevan más de 15 años casados. Hace seis años, ambos, Jaime y Gaby, se juntaron con Rosi, que es española. Los tres viven en una casa antigua y amplia con su hije Coco y su hijo Amaru en un barrio popular de Madrid. 

Pero antes de contar cómo fue ese mes infame de marzo, hay que retroceder un poco en el tiempo. No tanto, la verdad, porque una de las cosas que caracteriza esta pandemia es lo rápido que ha sucedido todo. ¿No lo sienten así? En un abrir y cerrar de ojos, el mundo cambió. Seguramente los médicos y especialistas lo ven diferente, pero para muchos de nosotros, digamos que fue relámpago. 

Entonces devolvámonos a finales de febrero… 

[Gabriela]: Como en febrero, como que la… la gente periodista, tuitera, etcétera, estábamos todos creyéndonos superinteligentes y tomando distancia, ¿no?, de, digamos, el pánico que se estaba generando en algunos lugares, ¿no?

[Daniel]: El virus ya estaba matando gente en Italia pero muchos minimizaban lo que podía pasar…

[Gabriela]: Recuerdo mucho algún periodista español corresponsal, además que… que, bueno, fue como súper celebrado, ¿no?, porque él estaba transmitiendo desde Milán y diciendo que esto era como un resfrío común. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista]: No podemos hablar de, qué sé yo, de virus terroríficos como pueda ser el ébola. No. Estamos hablando de un tipo de gripe del que se curan la gran mayoría de las personas que se han infectado.

[Gabriela]: Y que de verdad que si… si seguíamos creando pánico iba a ser peor, ¿no?

[Daniel]: Para que se entienda: el 26 de febrero había menos de 20 contagios confirmados a nivel nacional. El director del centro de emergencias sanitarias aseguraba que…

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Fernando Simón]: Ahora mismo no hay información que nos indique que tengamos que suspender ningún evento. Ahora mismo no estamos en esa situación.

[Daniel]: Y la prensa española decía más o menos lo mismo.

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista]: Las personas que no tengan síntomas, aunque hayan viajado a una zona de riesgo, pueden hacer una vida completamente normal. No tienen que tomar ninguna medida excepcional, simplemente observarse.

[Gabriela]: Estaba yo en esa fase bastante de escepticismo, ¿no? de guardar la calma, de “al final esto mata menos que tantas cosas”.

[Daniel]: Jaime también. 

[Jaime]: Aunque me cueste, tengo que admitir que yo era de las personas que pensaba, cuando la cosa apenas empezaba a llegar a… a Italia, pensaba que, efectivamente, las estadísticas decían que la gripe mataba a muchísimas más personas de las que estaba matando el coronavirus y que probablemente esto pasaría.

[Daniel]: Yo creo que muchos, de alguna manera u otra, nos entregamos a la ilusión de que esto pasaría. 

Pero mientras muchos se convencían de que el verdadero enemigo era el pánico, el virus ya se estaba propagando en España. Gaby recuerda haber hablado con un amigo editor por esos días para negociar un pago o algo así, y cuando el tipo le mencionó el coronavirus y que estaba algo preocupado, a Gaby le pareció una exageración.

[Gabriela]: Y estábamos solamente a una semana o un poquito más de la cuarentena, y todavía estábamos absolutamente pensando: “Ay qué… ¿de qué me está hablando este tipo? O sea, que se tranquilice, ¿no?”.

[Daniel]: Ya para ese momento se acercaba el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, una fecha muy importante para Gaby y su familia. A la marcha fueron Gaby, Rosi, Coco y Amaru. Y terminó siendo, como de costumbre, algo masivo. 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Mujeres]: ¡Lo llaman igualdad y no lo es! ¡Lo llaman igualdad y no lo es!

[Gabriela]: La cosa es que eso: el 8 de marzo o esos días, aquí en España y aquí en Madrid estábamos haciendo una vida completamente normal.

[Daniel]: Los cafés y restaurantes llenos, discotecas y estadios de fútbol, iglesias, en fin, lo que ya sabemos. 

Pero todo estaba a punto de cambiar. 

[Gabriela]: El domingo salimos a marchar. El lunes, martes… el martes ya anuncian que a lo mejor se cierran los colegios y el miércoles ya no van. 

[Jaime]: Las medidas del gobierno español hicieron que todos nos diéramos cuenta de… de lo grave de la situación.

[Daniel]: Un país no cierra todos los colegios así nomás.

[Gabriela]: Realmente una medida tan, tan potente como el cierre de los colegios, ¿no?, o sea, te hace pensar en que esto tiene que ser de envergadura, ¿no? Totalmente.

[Jaime]: Evidentemente, como cualquier persona más o menos racional, conforme fui conociendo de la gravedad del asunto y que efectivamente no era como una gripe y… y el contagio era exponencial y rapidísimo, mi opinión cambió y… y empezamos a estar en estado de alerta total.

[Daniel]: La cuarentena en Madrid se anunció el 14 de marzo. 

[Jaime]: Para ese momento yo ya empezaba a tener los primeros síntomas.

[Daniel]: Empezó a sentirse mal alrededor del 10 de marzo. No enfermo exactamente, más bien sentía malestar general. Le dolía un poco el cuerpo. 

[Gabriela]: Tenía una tos, bueno, normal de un resfrío, y tenía un dolor de cuerpo tan normal como el que puede ser un resfrío.

[Daniel]: Pero tres días después le empezó una fiebre… 

[Jaime]: Es uno de los síntomas más claros de… del coronavirus, la fiebre leve. En mi caso era entre 37 y medio, y 38 y medio.

[Daniel]: Ahí mismo, sin saber si era o no coronavirus, tomaron la decisión de aislarlo dentro de la misma casa.

[Jaime]: Empecé a tener distancias de un metro con… con mi familia. Y me recluí en… en un lado de la casa, en una habitación, para evitar cualquier contagio en caso de que fuera coronavirus.

[Daniel]: La casa donde viven ahora la alquilaron hace poco. En realidad son como dos espacios divididos por un patio. A un lado hay como una zona grande, tipo loft que es donde duermen y trabajan los tres adultos. Al otro, están las dos habitaciones de los niños, un salón, la cocina y el baño.

Jaime se aisló en una parte del loft. A los tres días, Coco, que tiene 13 años, empezó a tener fiebre y también se aisló.

La idea era esperar a ver cómo seguían, porque además el mensaje de las autoridades y de los medios era claro: 

[Gabriela]: Si eres joven lo que va a parecer es que tienes un resfriado un poco fuerte, ¿no? Y si no tienes problemas respiratorios, es decir, si no estás ahogándote, quédate tranquilo en tu casa. Trátate los síntomas y ya está. Solo llama la ambulancia, solo llama al hospital, solo acércate a un… a urgencias de un hospital si no te está entrando el aire bien.

[Rosi]: La cosa es que nosotros íbamos progresivamente oyendo toser más, más a Jaime y progresivamente verle peor. 

[Daniel]: Por si acaso, esa es Rosi. 

[Rosi]: Y mucho más tirado en la cama, que no se podía mover, hasta que un día ya se pasó… lo pasó todo durmiendo, ¿ya? Y a la vez todo el puto día escuchando la radio donde ibas viendo, como dice la ostia, que esto es verdad. Y aquí esto cada día flipando más.

[Daniel]: Esto es importante, creo. Esa sensación de agobio que sentían todos. De que cada día sucedía algo que el día anterior era impensable. La sensación de haberse despertado en un mundo inverosímil. Madrid, como todas las ciudades de España, como tantas en Europa, cerraba sus puertas. La vida pública se acababa. Llegaban noticias de enfermos, gente cada vez más cercana. Se escuchaba noticias de los hospitales al borde del colapso. Se escuchaban sirenas día y noche. Y en la casa, una cuarentena improvisada para Jaime, que, entre todo eso, seguía empeorando. 

[Jaime]: De modo que al día siete de… de tener los síntomas ya no podía hablar, ni siquiera normalmente, porque la tos me… no me dejaba… no me dejaba hablar.

[Daniel]: Se le acaba el aire al hablar. Así que decidieron que ya era hora de que alguien lo viera. Jaime se acercó al centro médico del barrio, para que midieran la saturación de oxígeno en la sangre. 

[Jaime]: Y vieron que la tenía en 90, que es muy, muy baja para una persona de mi edad. Y entonces ya me recomendaron que podían llamar a la ambulancia ahí mismo o podía volver a casa y esperar 24 horas.

[Daniel]: Y a pesar de lo mal que se sentía decidió esperar. Su razonamiento era claro: 

[Jaime]: Que eran siempre: “No, hay personas que lo necesitan más”.

[Daniel]: No quería contribuir al colapso del sistema hospitalario.

[Jaime]: Y este tipo de pensamiento “responsable”, entre comillas, pero también un poco negacionista, ¿no?, de mis propios síntomas. Decidí no aceptar la ambulancia en ese momento y volver a casa. Y fue caminando las cinco calles que separan ese centro médico ambulatorio hasta mi casa que me di cuenta de que algo estaba realmente mal.

[Daniel]: Se tardó el doble en llegar a la casa y se sentía sin aliento. Gaby y Rosi lo vieron tan mal que decidieron llamar a la ambulancia de inmediato. 

Se demoró cinco horas en llegar. 

[Jaime]: Durante esas cinco horas yo estaba tumbado. No podía ya moverme demasiado y empezaba a sentirme realmente angustiado.

[Gabriela]: Apareció esta ambulancia, que era como de otro planeta.

[Daniel]: O sea la ambulancia en sí era la misma… 

[Gabriela]: Pero bajaron unos tipos completamente vestidos, protegidos de… de… de… de trajes aus… astronáuticos, ¿no? Con cascos, guantes, ¿no? Venían tan protegidos que ya ver eso te da miedo, ¿no? O sea, esa gente… esa gente, se llevó a… a mi marido. 

[Daniel]: Lo llevaron a una zona de urgencias del Hospital 12 de Octubre.

[Gabriela]: Uno de esos hospitales que ya ha salido en las noticias porque tenía a los pacientes tirados por el suelo. 

[Daniel]: Se quedó en un área solo para pacientes con coronavirus.

[Gabriela]: Y ahí empezó el Vía Crucis, ¿no? En una silla, ¿no?, de hospital, absolutamente abarrotada toda esa zona de gente enferma, tosiendo, sin camillas, que apenas podían atenderlos los sanitarios, ¿no?

[Jaime]: Lo más terrible fue ver cómo las ambulancias no dejaban de llegar. Llegaban al ritmo de unas… una cada media hora. Llegaban, dejaban a un paciente y se volvían a ir.

[Daniel]: Estaría en esa sala de espera por más de un día. Treinta y dos horas. 

[Jaime]: Horas que fui contando evidentemente desde la primera.

[Daniel]: Pero no es que estuvo completamente abandonado. Es decir, a pesar de lo abarrotado que estaba la sala de espera, sí se lo llevaron para hacerle la prueba del coronavirus y para hacerle unas placas de sus pulmones. Cuando le dieron los resultados, llamó a Gaby y a Rosi.

[Gabriela]: Entonces, imagínate Rosi y yo aquí. Jaime llamándonos a… ya a horas de la madrugada, sin cama, sufriendo ahí dolores horrorosos y diciéndonos: “No se asusten pero tengo neumonía en los dos pulmones”, ¿no?

[Jaime]: Para mí era difícil porque mientras más pasaban las horas notaba su… su preocupación que aumentaba. Y era muy duro ver pasar las horas. Contar las horas, ver que estabas 10 horas, 12 horas, 15 horas, 20 horas y seguíamos ahí en las sillas.

[Daniel]: Jaime, Gaby y Rosi se chateaban o se hablaban cuando podían. 

[Jaime]: Era un poco difícil porque las tomas de… de electricidad para cargar los móviles, evidentemente todos estábamos tratando de… de cargarlos al mismo tiempo. Se nos acababa la batería, cargamos un poco. 

[Daniel]: Y luego cedían la toma de electricidad a otro, que estaba en más o menos la misma situación. 

[Jaime]: No era en realidad una cuestión de… de competencia, ni de… ni de lucha. Era más bien de solidaridad, ¿no? Era como de: “Venga, yo voy a cargar un poco después de cargar tú». Y nadie se quedaba con el móvil enchufado ahí todo el tiempo, sino iba… íbamos rotándonos de una manera espontánea y casi sin decirnos nada, ¿no?

[Daniel]: Me gusta este detalle de la historia de Jaime y no me cuesta imaginármelo. Un gesto simple, solidario, que un paciente tras otro repite, porque sí, porque todos están en las mismas. Y es que el coronavirus, como sabemos, es tan contagioso que los familiares no pueden acompañar a los enfermos. Entonces, todos los de la sala esperaban, ansiosos, sufriendo y solos. 

Coco no desarrolló síntomas tan fuertes como los de su papá, entonces no se tuvo que hospitalizar. Solo se mantuvo en aislamiento. Pero Gaby y Rosi se la pasaban esperando noticias de Jaime, sin poder dormir, desesperadas.

[Gabriela]: Lo que vivimos fue auténtico miedo. Primero no saber la magnitud del daño que tenía los pulmones. Pensar que se iba a ahogar y pensar que no iban a estar ahí, ¿no? Que no iban a… a… a poder ayudarlo, ¿no?, porque estaban colapsados, ¿no?

[Daniel]: Pero en medio del desespero y la incertidumbre, Gaby y Rosi tenían que seguir. 

[Gabriela]: Teniendo que sostener la casa, el buen humor de la casa, ¿no? Además Coco preguntaba mucho cómo estaba su papá y nosotros le decíamos “bien”, pero estábamos arrasadas. Teníamos que además seguir limpiando como si no hubiera mañana.

[Daniel]: Y Jaime mantenía el contacto con su casa, contándoles cómo seguía. En la sala de urgencias la cosa solo se ponía peor. 

[Jaime]: Para el segundo día que estuve ya ahí esperando, había gente ya en los pasillos. Había una gente en el suelo, sentada, tumbados en las sillas. 

[Daniel]: Muchos de los que estaban en la sala de espera eran personas mayores. Y como todos, estaban solos. 

[Jaime]: Y me alucinaba la entereza con la que se mantenían ahí en la silla. Yo, que tengo 46 años, sentía el cuerpo destrozado y a veces la ansiedad me… me… me ganaba. Sentía que no estaba razonando bien ya, más o menos cuando llevábamos unas 20 horas ahí. Y que entre… entre la enfermedad y… y la ansiedad y el cansancio físico, todo eso me estaba enloqueciendo. Pero veía a estas mujeres tan… estoicamente, tan fuertes, tan valientes, aguantar el tipo sin pedir nada a nadie. Y era como… como súper fuerte para mí.

[Daniel]: A pesar de lo mal que estaba, en un momento dado, Jaime tomó una decisión: si lo llamaban cuando todavía hubiera personas ancianas esperando…

[Jaime]: Yo iba a rechazar la… la habitación. Me iba a plantar, iba a decirle a los doctores: “No voy a subir a una habitación. Por favor, que suba la persona que está a mi costado”, y tal.

En ese sentido, yo creo que intentaba negar… negarme a mí como una persona necesitada de cuidados, porque mi pensamiento era: “Ellas lo necesitan más. Ellos lo necesitan más”.

[Daniel]: Había una mujer mayor que llevaba casi las mismas horas que él allí…

[Jaime]: Entonces, mi última idea, cuando ya estaba en las últimas y no aguantaba más, era: “Si esta señora no sube, yo no subo”, ¿no? Para mi suerte, y para aliviar un poco mi sensación de culpa, en un momento en que yo cabeceo un poco, abro los ojos y ya no estaba esta señora, ¿no?

[Daniel]: Y entonces cuando llegan a llamarlo, ya a la hora 32… 

[Jaime]: No rechazo la cama. Me desplomo en una silla de ruedas y me llevan. Pero, todo… nada de esto ocurre sin una sensación de culpa brutal. No podía ni mirar hacia atrás porque sentía que estaban ahí todavía ancianos y ancianas que habían llegado después que yo. Pero que… pero que eso, ¿no?, que merecían la cama más que yo. Que tenían que ser prioritarios. Este tipo de pensamientos me torturó muchísimo mientras… mientras subía a la… a la planta.

[Daniel]: Para cuando Jaime subió finalmente a la habitación, recordemos que ya le habían hecho la prueba del coronavirus el día anterior. Ya instalado en el cuarto, le llevaron los resultados…

[Gabriela]: Y era negativo. Y entonces lo que nos dijeron y lo que le dijeron a él es que hay muchísimos falsos negativos. 

[Daniel]: Los falsos negativos pasan por varias razones: muchas veces toman la prueba mal o demasiado temprano o, a veces, los mismos kits están defectuosos. España compró pruebas rápidas que resultaron ser un fiasco. Solo tenían un 30% de capacidad de dar un resultado preciso. 

Pero los síntomas de Jaime eran tan claros que le dijeron que lo iban a tratar como un positivo. Lo pusieron en un cuarto con José Antonio, un hombre de 53 años también falso negativo. Ahí se acompañaron.

[Jaime]: Que, bueno, en esos días que compartes ahí te… empiezas a conocerte y a contarte la vida. Lo que hacíamos era ver las noticias sin parar, ¿no? 

(SOUNDBITE DE ARCHIVO)

[Periodista 1]: España cumple una semana de confinamiento y las cifras del coronavirus siguen escalando. 

[Periodista 2]: España comienza a vivir sus peores días de esta crisis, con el número de fallecidos duplicándose cada día. 

[Periodista 3]: En Madrid, la región más afectada, los hospitales están desbordados con las UCIs al doble de su capacidad. 

[Jaime]: Veíamos que se hablaba del colapso de los hospitales, que se hablaba de las experiencias que nosotros mismos acabábamos de padecer y… y era una sensación extraña. Y no voy a decir que reconfortante, pero sí… sí, por lo menos sentías como que la atención mediática y de todos puesta en… en lo que te estaba pasando a ti, ¿no?

[Daniel]: Un grupo de médicos y enfermeras se movían sin parar, atendiendo a uno y a otro. La precariedad con la que tenían que trabajar era evidente. 

[Jaime]: A veces entraban las enfermeras, que para entrar tienen que ponerse un… un traje especial, y a veces no tenían esos trajes especiales y tendrían que poner unas bolsas de plástico de basura para poder entrar. Todo esto era muy penoso de ver. Y ellas mismas a veces se desarmaban y nos decían que la primera vez que se tuvieron que poner una bolsa de basura habían llorado porque se daban cuenta de la escasez del material.

[Daniel]: Y a veces cuando Jaime y José Antonio estaban viendo las noticias, las enfermeras les decían: 

[Jaime]: “No veaís tanto eso porque os vais a deprimir. Tenéis que… que estar con mucho ánimo vosotros, porque si vosotros no tenéis ánimo y no nos recuperáis todo nuestro trabajo, no va a servir para nada”. Y así trataban de darnos ánimo, nos contaban… nos hacían bromas. En fin, son… es un trabajo sacrificado y noble el que… el que hicieron todos los sanitarios ahí.

[Daniel]: En total Jaime estuvo cuatro días en el hospital. Y la verdad es que tuvo suerte. Nunca lo tuvieron que pasar a cuidados intensivos, ni mucho menos intubarlo. Al día siguiente de llegar al hospital, le volvieron a hacer la prueba y esta vez sí dio positivo. Igual, respondió bien al tratamiento que le dieron, pero no es que se hubiera curado. 

Cuando le dieron de alta, todavía tenía algunos síntomas y algunas secuelas. En una situación normal, lo hubieran dejado en el hospital hasta que terminara de recuperarse. Pero dada la emergencia que se vivía en Madrid en esos días, necesitaban la cama para otro paciente. 

Y entonces, el 24 de marzo volvió a casa, donde vendría la segunda parte de este reto.

[Gabriela]: Entonces ya cuando Jaime ha venido acá, era un positivo en toda regla, ¿no?, lo cual nos puso bien nerviosas. Porque una cosa era tener a alguien sospechoso aquí en tu casa, por más que tuviera todos los síntomas, y otra cosa es que ya alguien venga con su pergamino de positivo, ¿no? Y ahí fue cuando ya… bueno, todavía le quedan dos semanas de cuarentena, y ahí fue que partimos la casa en dos.

[Daniel]: En cierto sentido ya lo habían hecho antes pero de manera un poco improvisada, siguiendo el mínimo sentido común. 

[Gabriela]: Pero cuando Jaime volvió… ese momento fue un momento como de iluminación máxima, porque habíamos, digamos, que visto las orejas al lobo. Nos había respirado en la nuca. El coronavirus nos había pisado los talones. Entonces de repente nos volvimos organizadísimas.

[Daniel]: Mucho más rigurosas. Cuando hablamos con ellas, Jaime ya tenía tres días en casa y ya tenían su rutina. 

Limpiaban todo el día y ya ni se asomaban por ese lado de la casa, ni siquiera para pasarles la comida, que a falta de mejor sistema, la dejaban en el suelo tres veces al día. Y por la noche…

[Gabriela]: Por la noche recogemos todo con guantes y mascarilla, ¡jua!, al lavaplatos.

[Jaime]: A veces abrimos una puerta para poder estar… tener la sensación de estar juntos, pero con mascarillas y manteniendo un par de metros de distancia.

[Daniel]: Hay que aclarar que la casa tiene un solo baño. 

[Gabriela]: Entonces el único lugar espacio común de las infectadas y de las sanas es el baño.

[Daniel]: Y por lo tanto tuvieron que imponer un protocolo bastante estricto para evitar contagios.

[Gabriela]: Jaime y Coco se encargan de… de la limpieza de ese lugar, ¿no? Entonces tienen… para que nosotros entremos, tienen que ser súper, súper responsables. Entonces hay una espray de lejía con jabón, hay otro espray de jabón de baño. Y hay bayetas, ¿no? Y cada cosa que tocan, ¿no?, para tirarle de la cadena, el pomo del… del grifo del… del lavabo, el pomo de la puerta. 

[Daniel]: Jaime y Coco tienen su propio papel higiénico, su propia pasta de dientes, sus propias toallas. Todo separado. 

Pero han encontrado la manera de resolverlo, y aparte del problemita de compartir un solo baño, la verdad es que Rosi y Gaby sienten que son muy privilegiadas. 

[Gabriela]: Realmente nosotras hemos comprendido que alquilamos esta casa, hace no mucho, además, porque era la casa…

[Gabriela y Rosi]: Del coronavirus (risas).

[Gabriela]: Es la casa perfecta para el coronavirus.

[Daniel]: Cuando hablamos, estaban sentadas en la cocina, a la que llaman “el lugar fronterizo”. En la cámara se veía detrás de ellas una puerta.

[Gabriela]: Detrás de esa puerta es… es el lugar de los… los leprosis (risas) El valle de los leprosis está detrás de esa puerta. Decidimos que en la cocina no entraban más los coronavirídicos. Los covids no entran a la cocina. Los covids se quedan solamente en su zona y nosotros vamos surtiéndolos, sirviéndoles de lo que necesiten.

[Daniel]: Es que desde que volvió Jaime, en la casa hay dos grupos. 

[Gabriela]: Los covid vs. los pandis. Los covid son la gente que está con coronavirus y los otros, podríamos serlo o no, que son los portadores asintomáticos no diagnosticados. 

[Daniel]: Portadores asintomáticos no diagnosticados. Pandis.

[Gabriela]: Rosi y yo podríamos ser unas pandis. Por eso es que no salimos a la calle. 

[Daniel]: Y por lo tanto cada tos, cada estornudo, es motivo de estrés. 

[Gabriela]: Algún mínimo estado febril es de absoluta sospecha y entonces empezamos a mirarnos así: “Eso es una tos. Eso… ¿has tosido? ¿Eso… Eso es un estornudo?” (risas nerviosas). O sea, todos nos miramos así todo el rato. Todo el rato estamos bajo sospecha y alarma, ¿sabes?

No sé, todo da miedo.

[Daniel]: Pero, bueno, igual hay que seguir viviendo. 

[Gabriela]: Bueno, primero, estoy tomando de una botella de cerveza que acaba de dejar Rosi aquí, de su boca (risas). Esto es algo completamente inapropiado, que no… que no está recomendado por la OMS.

[Daniel]: Quiero hacer un paréntesis aquí. Siento como que tengo que explicar por qué tanta risa. Camila y yo nos reímos mucho con Gaby y Rosi en esa llamada, mientras nos contaban quizás la experiencia más traumática de sus vidas. Pero era tarde en Madrid, más allá de la medianoche, y tanto Gaby como Rosi se veía agotadas. El estrés constante de vivir con la paranoia se notaba en sus caras. 

Pero se reían a carcajadas. De lo absurdo que era todo, de lo doloroso. Del susto que ya había comenzado a menguar, pero que había dejado sus cicatrices, claro. 

Era catártico para ellas, creo. Y para nosotros —para mí y para Camila, digo para nosotros era como escuchar un testimonio del futuro. Cuando hablamos, la situación que veía yo en Nueva York se parecía cada vez más a lo que ellas me describían de Madrid. Las calles vacías, la incertidumbre. Las sirenas de las ambulancias que corrían constantemente. Y Camila estaba en Bogotá, donde ya llevaba dos semanas en autoaislamiento. 

No sé si se escucha la ansiedad en nuestras voces, pero quizá en las risas se nota que nos estamos desfogando. Para ellas era un tire y afloje entre la paranoia necesaria para cuidar a la familia, el agotamiento y unas ganas enormes de volver a la normalidad. 

[Gabriela]: Sabemos que cada cosa que hacemos, incluso coger una botella, podría ser la diferencia entre, por ejemplo, seguir adelante con los diez días que nos quedan para volver a reunirnos como familia o volver a empezar un nuevo ciclo si alguna de las dos enfermamos.

[Daniel]: ¿Han llorado mucho?

[Gabriela]: Uf. Yo he llorado en todas partes. He llorado en la ducha. Sobre todo limpiando. He llorado muchísimo limpiando. 

[Daniel]: Creo que por el mismo hecho de haber llorado tanto, fue tan fácil para Gaby y Rosi reírse así esa noche. 

[Gabriela]: Tenemos una ventana con rejas que da al patio. Yo le toco la ventana, ¿no?, me alejo y no nos salu… Jaime y yo nos saludamos y mantenemos una conversación como si fuera un… un preso, digamos.

También a través de esa puerta, Coco y yo nos acariciamos. Como es… como es un poco translúcida juntamos nuestras manos y hacemos esas cosas.

[Jaime]: Hace casi un mes que no abrazo a mi hijo pequeño, bueno, eso es muy difícil, la verdad. Incluso con… con Coco que estamos juntos en este lado de la casa, tenemos miedo de tener un contacto directo, de abrazarnos o de besarnos, porque porque leemos y vemos cosas de recaídas. Y esto es muy, muy difícil. Preferimos mantener todavía esa… esa distancia. 

[Daniel]: Dos semanas después de nuestra conversación, Gaby publicó un post en sus redes, anunciando que habían vencido el coronavirus. Eran tres fotos de la familia completa, todos abrazados y sonrientes. Juntos.

Esta historia fue escrita por Camila Segura y por mí, con producción de Luis Fernando Vargas y Victoria Estrada. La música y el diseño de sonido son de Andrés Azpiri y Rémy Lozano. Andrea López-Cruzado hizo el fact checking

El resto del equipo incluye a Lisette Arévalo, Jorge Caraballo, Miranda Mazariegos, Patrick Moseley, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, David Trujillo y Elsa Liliana Ulloa. Carolina Guerrero es la CEO.

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, y se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO. Este episodio es el último de la temporada, pero quiero recordarles que tenemos otro podcast: un podcast de noticias que sale cada viernes. Se llama El hilo. Búscalo en elhilo.audio.

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar y apoyarnos toda la temporada. Nos vemos en septiembre. 

Créditos

PRODUCCIÓN Y EDICIÓN
Camila Segura y Daniel Alarcón


ASISTENCIA DE PRODUCCIÓN
Luis Fernando Vargas y Victoria Estrada


DISEÑO DE SONIDO
Andrés Azpiri


MÚSICA
Rémy Lozano


ILUSTRACIÓN
Pepa Ilustradora


VERIFICACIÓN DE DATOS Y HECHOS
Andrea López-Cruzado


PAÍS
España


PUBLICADO EN
04/27/2020

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