Ratas en el paraíso | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón.
En octubre del año pasado, 2023, nuestra productora senior, Lisette Arévalo, tomó un vuelo desde Quito, Ecuador.
[Capitán]: Pasajeros, muy buenas tardes, les saluda el capitán. Mi nombre es José Lizarzaburu, bienvenidos a bordo. Tiempo de vuelo una hora, cuarenta minutos, buenas condiciones. Que tenga un excelente vuelo…
[Daniel]: Un vuelo normal, en todo sentido, hasta casi el final, cuando estaban a punto de aterrizar y se hizo un anuncio:
[Grabación]: Con la finalidad de disminuir el riesgo de introducción de insectos u otros transmisores que pueden causar daños a la salud humana y biodiversidad de las islas, aplicaremos un aerosol recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Por favor…
[Daniel]: Y en ese momento pasó algo que no se ve en muchos vuelos. Los tripulantes de cabina abrieron los maleteros, uno por uno, y rociaron aerosol. Se veía como el típico ambientador que se usa para los baños. Nada muy sofisticado, pero necesario.
Lisette estaba volando a Galápagos. O como se conoce en Ecuador, las islas encantadas. Y esta fumigación aérea era solo parte de lo que le tocaría. En el aeropuerto que está en Baltra, un islote seco inhabitado que se conecta con Santa Cruz, una de las islas más pobladas de Galápagos, le revisaron todas sus pertenencias. Examinaron cada rincón de sus maletas, su bolso, su equipo de grabación. Le preguntaron si no estaba transportando semillas, plantas, frutas, comida…
Todo esto no es por show. Hay una razón detrás, algo muy concreto: es que a lo largo de los años, en Galápagos se han introducido cerca de 1.600 especies. Plantas, animales e insectos han afectado a las islas de manera impresionante y, en varios casos, han llevado a especies enteras a la extinción.
Y este viaje lo hizo Lisette para contarles sobre uno de esos animales invasores. Uno que seguramente conoces: las ratas negras.
Después de la pausa, las islas encantadas, y la guerra contra las ratas.
Ya volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestra productora senior, Lisette Arévalo, nos sigue contando.
[Lisette Arévalo]: No creo que necesiten una descripción de cómo son las ratas negras. Todos las hemos visto y estas no son diferentes. Viven en todas partes. Comen de todo. Son ágiles. Tienen buen oído. Detectan el peligro y evaden a los depredadores fácilmente. Y ni hablar de la rapidez con la que se reproducen. Son imparables.
Su paso por el archipiélago de Galápagos ha sido devastador. Se alimentan de los huevos de tortugas, aves, iguanas terrestres y marinas. Se comen los polluelos, pequeños reptiles y los invertebrados chiquitos… También se tragan todas las semillas, frutos, tallos y hojas que son fundamentales para la supervivencia de muchas aves en las islas. Han sido las causantes de que muchas especies nativas se desplacen a otros lugares o simplemente se acaben.
Y en la isla Floreana, la sexta más grande del archipiélago, su paso se siente todos los días en la vida de los, más o menos, 150 pobladores. Ha sido durísimo. Por eso, esa isla era mi destino final.
Llegar a Floreana no es sencillo. Desde Santa Cruz solo salen lanchas cuando hay suficiente gente para justificar el viaje. Yo ya había reservado un puesto en una que salió el 24 de octubre de 2023 a las 7 de la mañana. Ese día estaba nublado. Perfecto para las dos horas de travesía.
[Señor]: Señores, buenos días, bienvenidos. Pasaje por favor. Un dólar por persona, taxi acuático.
[Lisette]: Fue un viaje bastante movido. En octubre el mar es muy bravo y en la lancha rápida se siente todo. Después de saltos y mareos, llegamos.
[Guía]: Hola, qué tal chicos, bienvenidos a Floreana, recuerden que tienen que estar aquí a las 2:30 de la tarde para regresar a Santa Cruz… Cuidado la cabeza…
[Lisette]: Gracias.
Lo primero que vi cuando me bajé fueron dos lobos marinos de Galápagos. Unos animales propios de las islas que parecen focas. Uno estaba tomando el sol y el otro nadaba en el agua. Se veían contentos.
Subí por una rampa a un muelle de cemento donde estaba un letrero ya descolorido por el sol que daba la bienvenida a la isla. Había rocas negras, grandes, a la orilla del muelle. Y cuando me fijé bien, encontré algunas iguanas marinas, camufladas, tomando el sol.
De entrada Floreana se siente, justamente, como una isla. Aislada del continente, del sonido de los pitos, de la música estruendosa y las abrumadoras tiendas turísticas de souvenirs de Santa Cruz. Sentía que estaba llegando justo a lo que uno se imagina cuando piensa en Galápagos: un lugar donde prima la naturaleza y su gran variedad de animales. Pasé el muelle y entré al poblado.
Hay una calle larga… la principal. Es de tierra y llega hasta la montaña que queda en la parte alta de la isla, donde están las fincas de los agricultores que viven ahí. A lo largo de esa calle hay casas de cemento y de bloque rodeadas de árboles.
Llegué a uno de los pocos restaurantes que hay. Ahí iba a encontrarme con ella.
[Verónica Mora]: Mi nombre es Verónica Mora Flores. Estoy de presidente del gobierno parroquial 2023-2027.
[Lisette]: El gobierno parroquial es un gobierno local.
Verónica vive en Floreana desde 2009. Se mudó allá desde el continente ecuatoriano porque se casó con un galapagueño. Desde ese entonces, ella y su esposo se dedican a la agricultura en una finca. Queda en la parte alta de la isla donde el clima es más húmedo y se presta para cultivar varios alimentos.
[Verónica]: Bueno, nosotros, lo principal, las gallinas, los chanchos. Siempre hemos tenido la yuca, el maíz, el verde, hemos tenido legumbres…
[Lisette]: Siembran para su consumo y también para vender a sus vecinos o enviar a la isla Santa Cruz. Pero desde que empezaron, han tenido que lidiar con las ratas que estaban por todas partes.
[Verónica]: Y son unos animales horrorosos, horribles, que no se los puede soportar, igual. El problema como es abierto, las ratas sí se comían bastante lo que es el, el pepino, el tomate. Se iban a las chancheras, se comían el verde, incluso ellas se suben a las plantas de verde y se comen los maduros… Incluso en los gallineros que se meten a comer los huevos…
[Lisette]: Las coles, el maíz, la yuca… Ningún animal o cultivo está a salvo. Cuando estuve ahí me dieron un dato: los agricultores pueden perder entre un 50 y un 80% de sus productos por culpa de estas ratas. Gente como Verónica y su esposo tenían que gastar más dinero comprando veneno de lo que ganaban con su cosecha.
[Verónica]: Digamos son 50 pellet, de esos cuadritos, ya… Entonces eso se le pone cada 50 metros, podías cubrir ni una hectárea de producción. Entonces ellos en la noche se terminaban todito y morían las que tenían que morir y nuevamente, otra vez…
[Lisette]: Otra vez a conseguir el raticida, ponerlo y matar a las que caían. Y así, incontables veces. Las ratas simplemente eran demasiadas.
[Eliecer Cruz]: Este último año fue impresionante la población de ratas que había en Floreana.
[Lisette]: Él es Eliécer Cruz, biólogo nacido en la isla. Es el director del programa Galápagos de la fundación de Conservación Jocotoco, una ONG dedicada a la protección de la biodiversidad.
Sabe mucho sobre ratas. Especialmente sobre las que viven en Floreana y la manera en que afectan a todos los que viven ahí.
[Eliécer]: Los agricultores nos reportaban que ellos todas las mañanas se levantaban a su árbol de aguacate o de papaya a cosechar sus frutas y todas estaban la mitad comidas por ratas. Tenían que salvar una parte o eliminarla. El año pasado un agricultor sembró creo que tres hectáreas de maíz. Tenía planeado cosechar 300 quintales de maíz y por más que luchó contra las ratas con veneno logró, logró cosechar siete quintales. Se le comieron todo.
[Lisette]: Me dijo que el tema de las ratas desde siempre ha sido un problema para la gente de la isla. Su familia incluida.
[Eliécer]: Teníamos que todo el tiempo estar comprando el rodenticida para poder evitar que ingresen a la casa. Y también cuando teníamos cultivos, evitar que dañen todos los cultivos, ¿no? Todo el tiempo había, había ratas.
[Lisette]: Durante el día no se veían fácilmente. Por lo menos las grandes porque eran escurridizas y pasaban rapidísimo por el pueblo. Tal vez encontraban algún ratón por ahí. Pero en la noche, eran atrevidas… Eliécer me contó que una compañera de trabajo se despertó una noche con una rata sobre su cabeza. Y que otra las escuchaba moviéndose por la cocina, botando ollas o moviendo los platos.
Las ratas pasaban por todas partes como si fueran las dueñas de la isla. Y es que han vivido ahí por cientos de años.
Según varios registros, las ratas negras llegaron incluso antes que los primeros habitantes, a mediados del siglo XVII. Viajaban escondidas en cajas de carga o suministros de los barcos de los piratas ingleses y franceses. Por esa época, después de saquear barcos españoles, los piratas se refugiaban en Floreana.
Mientras desembarcaban y se instalaban en unas cuevas las ratas también lo hacían. Solo que a diferencia de los piratas que iban y venían, ellas se quedaron, aprovechando la vegetación de la isla y el agua. Cavaron sus madrigueras y comenzaron a plantar raíces en el hábitat de los pinzones, de los pájaros brujos, de las iguanas y las lagartijas…
Tuvieron que pasar casi 200 años para que, en 1800, las ratas compartieran el suelo con humanos. Primero con un marinero irlandés que vivió solo en esa isla durante años porque su tripulación lo abandonó. Luego, en dos momentos diferentes, cuando llegaron algunos reclusos de distintas prisiones de Ecuador que fueron enviados a hacer trabajo forzado en agricultura.
Hasta que en 1929 dos parejas alemanas se instalaron, construyeron sus casas, comenzaron a vivir de la agricultura y tuvieron a sus familias ahí. Con estas personas, durante todos esos años, vinieron animales. Y esto tuvo consecuencias:
[Eliécer]: El hombre, al asentarse en Floreana, pues vino con una serie de especies invasivas, voluntaria o involuntariamente. Asumimos que los roedores fueron involuntarios. Pero también trajeron cerdos, chivos, caballos, burros, perros, gatos… Y estos se asilvestraron y se convirtieron en plagas y diezmaron las poblaciones nativas y endémicas de la isla.
[Lisette]: Una aclaración: las nativas son las que habitan naturalmente en el ecosistema y las endémicas son las que no se pueden encontrar en ningún otro lugar del mundo.
En Floreana hay al menos 13 especies extintas y varias en peligro de desaparecer. El pájaro brujo, por ejemplo, un ave chiquita de plumas rojas y negras se extinguió hace unos 20 años. Por un lado, sus polluelos fueron asesinados por las larvas chupasangre de la mosca vampiro aviar. También introducida. Por otro, la invasión descontrolada de la planta de la mora que, durante el periodo de reproducción del pájaro limitó el acceso a sus fuentes de alimento como orugas, arañas y grillos.
Hay varias más que también han desaparecido: la lechuza de campanario, el gavilán de Galápagos y la gaviota de lava. Son animales que solo con escuchar sus nombres se sabe que son únicos.
[Eliécer]: Entonces sí ha habido, sí se ha acentuado los problemas de Floreana desde el punto de vista de biodiversidad y eso también es un, un llamado urgente para poder actuar, ¿no?
[Lisette]: No es que no se haya actuado para prevenir estas extinciones. En 1959, el Estado ecuatoriano declaró al archipiélago como un área protegida del país. Así se creó el Parque Nacional Galápagos, una entidad enfocada en preservar las más de 7 mil especies endémicas y nativas, el área terrestre donde no están los colonos, y la reserva marina.
Por eso cuando estuve en Santa Cruz fui a las oficinas del Parque Nacional para hablar con él:
[Christian Sevilla]: Christian Sevilla, responsable del proceso de conservación y restauración de ecosistemas insulares del Parque Nacional Galápagos.
[Lisette]: Quería conocer cuáles habían sido las acciones que se habían tomado hasta ese momento para la conservación de las islas. Me dijo que el Parque se ha enfocado en combatir unas 350 especies invasoras que ya han tenido o que van a tener un impacto en el ecosistema. Y para hacerlo, han seguido algo que llaman una secuencia ecológica.
[Christian]: Las secuencias ecológicas lo que hacen es trabajar desde lo más importante hacia lo menos importante. En el caso de especies invasoras, trabajamos desde la especie que impacta mayor a los ecosistemas y vamos trabajando, así como en los top ten.
[Lisette]: Comenzaron con las cabras porque eran las que más estaban afectando los ecosistemas. Y su historia es… bueno… chocante.
Las cabras llegaron con los colonos a diferentes islas del archipiélago: Isabela, Santa Cruz, Floreana, San Cristóbal y pronto ellas las colonizaron también. Se reprodujeron sin control y andaban por todas partes. Se comían todo tipo de vegetación hasta agotarla. Causaron niveles de erosión sin precedentes y llevaron a muchas plantas nativas a estar en riesgo de extinción. Además, alteraron el hábitat de varios tipos de aves, se comían el alimento de las tortugas gigantes y las iguanas terrestres. Destruían todo a su paso. Por eso tenían que ser eliminadas. Así empezó el proceso para erradicarlas en el 2004.
Un grupo de técnicos del Parque y expertos de Nueva Zelanda las cazaban con la ayuda de perros rastreadores y disparándoles desde helicópteros. En tres años, eliminaron 240 mil cabras. Por esa época también mataron cerdos, asnos y otras especies introducidas.
La siguiente especie en ese top 10 que mencionó Christian eran los gatos, que han reducido hasta en un 40% la población de aves en diferentes regiones del mundo. Pero en esa época el Parque no encontró un método eficiente para erradicarlos. Así que saltaron al siguiente animal: las ratas.
Desde los años 80 se habían realizado varios intentos para erradicarlas poniendo veneno para roedores en ciertos lugares de las islas. Pero no fue suficiente.
[Christian]: Lo que hicimos en el 2007 es convocar a varios expertos internacionales y a varias instituciones que trabajamos aquí para crear un plan estratégico para la erradicación total de los roedores en todo el archipiélago.
[Lisette]: Estamos hablando de 7,880 km2. O sea, imagínense tratar de erradicar las ratas de casi cuatro ciudades del tamaño de Bogotá. Bastante ambicioso. Además, detengámonos un momento para pensar en lo que se estaban planteando. Una cosa es eliminar cabras, animales grandes que están más a la vista. Pero los roedores, las ratas, saben dónde esconderse y pasar desapercibidas. Son difíciles de erradicar. Pero en el Parque Nacional Galápagos estaban convencidos de que sería posible.
Ese año, 2007, se asesoraron con Island Conservation, una ONG que desde el 94 se ha enfocado en remover especies invasoras para evitar la extinción de especies nativas en islas de todo el mundo. Ellos ya habían tenido experiencias exitosas erradicando mamíferos invasores de islas en Estados Unidos.
El arma principal era un tipo de veneno.
[Christian]: El brodifacoum es un veneno de segunda generación. ¿Qué quiere decir eso? Que te afecta al sistema nervioso y lo que te hace es un anticoagulante. Entonces al final no lo consumes y te mata inmediatamente, sino que te va enfermando, enfermando poco hasta que le da un paro, digamos, al roedor en este caso.
[Lisette]: Por esta distinción un tanto técnica, los trabajadores del Parque Nacional Galápagos no lo llaman “veneno” sino “cebo”. Además de que el Brodifacoum va dentro de una mezcla especial que atrae a los roedores. Lo menciono porque es el término que muchas de las personas entrevistadas van a utilizar en esta historia. En todo caso, es un raticida que se usa en todas partes del mundo.
Así fue como un año después comenzaron por intentar erradicar las ratas en Seymour Norte, un islote plano, no habitado pero donde viven lobos marinos, iguanas terrestres y piqueros de patas azules. Primero, como medida de prevención, capturaron 40 iguanas terrestres —20 hembras y 20 machos— para tenerlas en cautiverio mientras duraba la aplicación del cebo, pues existía el riesgo de que se lo comieran. Luego siguieron con la dispersión.
Cerca de 50 guardaparques regaron manualmente el cebo a lo largo de la isla. La aplicación tardó tres meses y la erradicación fue exitosa a pesar de que en el proceso murieron 8 iguanas, una cantidad no tan significativa en comparación con la población total. Para el Parque, sencillamente fueron un daño colateral en medio de la guerra contra las ratas.
[Christian]: Lo que sí tenemos que tener claro en este tema es que toda acción tiene una reacción y más aún si el ser humano tiene… la aplica esa acción. Entonces lo que nosotros tratamos dentro de toda programa, o todo proyecto de erradicación o de restauración, es que esas, esas acciones posiblemente que pueden ser negativas, las tratamos de hacer planes de mitigación para cada una de las especies que pueden tener alguna afectación o en su caso, muchas de ellas, se vuelven positivas.
[Lisette]: Con el plan de mitigación se refiere, por ejemplo, a lo que hicieron cuando metieron a las 40 iguanas en cautiverio. Y también a lo que tuvieron que hacer con los gavilanes cuando implementaron el proyecto en dos islas más. Esa vez tuvieron que ponerlos en cautiverio por seis semanas y, antes de liberarlos, asegurarse de que no hubiera presencia del cebo en la isla.
Christian dice que todo ese trabajo valió la pena porque desde que dejaron de haber ratas en estas islas, se comenzaron a ver resultados impresionantes. En la isla Pinzón, por ejemplo, durante muchos años no hubo tortugas jóvenes porque las ratas se las comían. Pero desde el proyecto de erradicación, ya se ven tortuguitas bebés caminando en su ecosistema.
[Christian]: Y especies de aves que no se habían visto en Pinzón comenzaron a haber. Y en Rábida un ejemplo significativo es que apareció una especie de gecko endémico, una nueva especie para Galápagos que no se la había encontrado.
[Lisette]: El gecko, un reptil muy parecido a una lagartija. Se cree que había pocas de esta especie y que, al desaparecer las ratas, pudieron reproducirse. Parecía que habían logrado ganarle a las ratas y que los ecosistemas se estaban recuperando. Pero como suele suceder, la naturaleza siempre encuentra un camino.
En 2017, diez años después de que las ratas fueron eliminadas en la isla Seymour Norte, volvieron. La teoría principal: nadaron de regreso. Se cree que ayudadas por un barco turístico. Y si no nadaron desde esa embarcación, lo hicieron desde la isla Baltra que está muy cerca de Seymour Norte, a un poco más de un kilómetro y medio. Es una distancia muy sencilla de cruzar para las ratas que, por naturaleza, son excelentes nadadoras. Hay estudios que dicen que una rata puede nadar 72 horas sin parar y que hasta saben bucear.
Así que en 2018 el Parque Nacional Galápagos y la fundación Island Conservation volvieron a tratar de erradicarlas de Seymour Norte. Pero esta vez, además de dispersarlo manualmente, usaron dos drones. Con esa nueva técnica esparcieron el veneno mucho más rápido: hasta 30 kilos en un recorrido de hasta 15 minutos. Cubrieron zonas difíciles y registraron las coordenadas geográficas por donde ya había pasado el dron, logrando que fuera una aplicación más precisa.
También pusieron manualmente casi 300 cebaderos en la isla y tierras cercanas para prevenir un posible regreso.
[Christian]: Todos estos proyectos que te he comentado lo que nos han servido es para un aprendizaje y obviamente crear mayor capacidad en tanto los guardaparques como en las instituciones para poderlo llevar a un mayor nivel.
[Lisette]: Ese mayor nivel era erradicar las ratas y los gatos ferales de una isla ya no despoblada: Floreana. Era un proyecto ambicioso que comenzó a pensarse en 2012 y que, desde el inicio, tuvo a los habitantes en mente.
Cuando el Parque Nacional Galápagos y Island Conservation llegaron ese año a contarles lo que querían hacer con las ratas, a muchas personas en la isla les pareció una buena idea. Incluida Verónica Mora, a la que escuchamos antes. Aunque también tenían sus dudas.
[Verónica]: Va a afectar el agua a los alimentos, a los animales, qué va a pasar con nosotros, con nuestra salud… Porque, una, que el veneno iba a caer en el agua y nosotros vamos a consumir esa agua. Que una rata se va a tener sed y se va a ir a morir ahí y esa agua vamos a tomar.
[Lisette]: Todas esas preocupaciones llegaron a los oídos de las autoridades, quienes se apuraron en calmarlas. Les explicaron que el Brodifacoum no es soluble en el agua, que para envenenarse tendrían que consumir una gran cantidad. Protegieron la fuente de agua con una malla para evitar que cayera cebo o que las ratas que comieran el veneno fueran a morir cerca. Y les construyeron chancheras, establos y gallineros para proteger a sus animales.
A Verónica le construyeron un gallinero.
[Verónica]: Es pequeño, pero para nosotros es suficiente, es de… bueno, es de bloque el cerramiento y tienen como un patiecito cerrado con malla y un zarán encima y con cubierta igual de techo para que duerman.
[Lisette]: Construir toda esta infraestructura, hablar con los pobladores y planificar la dispersión tardó 12 años. Durante todo ese tiempo parecía que los organizadores del proyecto habían pensado en todas las variables imaginables. Incluso la más preocupante: que las ratas encuentren una manera de volver. Tal vez a través del flujo de gente que llega: pescadores, turistas, barcos de carga o las lanchas rápidas que llegan desde Santa Cruz. Pero en todo este tiempo se han ido creando diferentes planes para que eso no ocurra, como tener perros entrenados en detección de roedores y cámaras trampa que detectarán en tiempo real si hay presencia de animales.
También decidieron implementar estrictas revisiones de las personas y mercancías que ingresan y crearon un plan que detalla todos los lugares donde podrían reintroducirse las ratas, como lugares turísticos, el puerto o unas cuevas donde descansan los pescadores.
Verónica me dijo que apoya completamente el proyecto y que, incluso, la ilusiona.
[Verónica]: En el tema agrícola igualmente ya no vamos a tener problemas, ya no vamos a tener gastos para comprar lo que es, este, el veneno para las ratas, que eso sí es bastante costoso. Entonces vamos a hacer, a tener una producción más rentable. Entonces va a ser interesante después cuando ya Floreana vuelva a florecer, como dice el refrán de este proyecto.
[Lisette]: Pero, a mí me costaba sumarme a esa ilusión de Verónica. Había venido a reportear sobre este proyecto súper planificado, de una escala masiva, en principio razonable y con buenas intenciones, pero empezaba a sentirme incómoda. Había una crueldad implícita en todo este plan que se me hacía difícil de tragar.
¿Hasta qué punto está bien que los humanos intervengan de esta manera en la naturaleza? ¿Qué hace que una especie tenga más valor que otra? ¿Cómo llegamos a aceptar que debemos capturar y exterminar para conservar? ¿Qué derecho tenemos a la hora de tomar estas decisiones?
Y con todas esas preguntas, llegó el momento de ver el proyecto en marcha.
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
[MIDROLL]
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Lisette Arévalo nos sigue contando.
[Lisette]: Cuando llegué a Floreana el proyecto de erradicación ya había comenzado con la primera implementación del cebo casi 3 semanas antes. Lo hicieron a mano en la zona poblada. Para el resto de la isla, la zona agrícola y demás, decidieron usar helicópteros.
Y ese era el sonido que predominaba en la isla.
Eran los que estaban liderando la guerra contra las ratas, que llamaron Proyecto Floreana.
Dos trabajadoras de la Fundación Jocotoco me llevaron a conocer el centro de operaciones.
Subimos por la única calle de tierra que hay hacia esa zona. El sol era fuertísimo, un calor sofocante y había polvo por todas partes. Después de unos cinco minutos, llegamos a un desvío donde había conos anaranjados y un letrero de “no pasar” y “centro de operaciones”.
[Karina]: Carlos, Carlos, ¿me copia? Permiso para entrar al centro de operaciones.
[Lisette]: El centro de operaciones es un terreno plano, de tierra, del tamaño de un estadio de fútbol.
También hay un estacionamiento para los vehículos y la maquinaria, y una zona administrativa —que no es más que una carpa pequeña—. A unos metros hay una casa donde duermen los pilotos. Desde ahí se ven muy de cerca los helicópteros. Ahí me encontré con Víctor Carrión, especialista en restauración de islas y coordinador de la implementación del proyecto Floreana para la fundación Jocotoco. Le pedí que describiera lo que estábamos viendo.
[Víctor Carrión]: Es un helicóptero con capacidad para… para seis personas, incluyendo el piloto. Pero durante esta maniobra únicamente van dos personas. Tiene tres aspas, dos esquís, unas dos bodeguitas en la parte de atrás, pero lo más importante es que lleva colgado el balde del cebo con una capacidad de 700 kilogramos de, de peso. Y eso va conectado al mando del piloto y él decide desde qué momento hacer la aplicación del cebo y en qué momento cortarlo.
[Lisette]: El balde del que me estaba contando Víctor es de acero inoxidable y tiene un motor que activa el mecanismo de dispersión. Para regar el veneno se necesita muchísima precisión porque el vuelo es súper bajo y lleva mucho peso encima. Por eso, los siete pilotos extranjeros que lo conducen son expertos, entrenados en Nueva Zelanda, el país que desarrolló la estrategia de aplicación de cebo en islas para erradicar roedores. El cebo es cilíndrico, pesa aproximadamente un gramo y es azul.
[Víctor]: ¿Por qué azul? Porque es el color que menos le atrae a los pinzones, sobre todo, que son las principales especies de aves terrestres que podrían verse afectadas. Hicimos ensayos para ver qué color es el que menos les atraía. Entonces descartamos el blanco, el amarillo, el rojo, etcétera, pero encontramos que el azulado es el que menos les atraía.
[Lisette]: Y ese cebo de color azul turquesa contiene la receta perfecta para las ratas. Después de varios estudios, comprobaron que el sabor que más les gusta es el banano. A eso le sumaron cereales como el trigo y la cebada. Pero ciertas aves como los pinzones y los búhos de orejas cortas podrían estar en riesgo de comerse el cebo, así que atraparon 64 búhos de orejas cortas y 537 aves que correspondían a cinco especies de pinzones. Más que suficiente para repoblar las islas en el caso de que las que quedaran murieran.
Todo parecía estar fríamente calculado.
Desde la carpa que funcionaba como oficina en el centro de operaciones vi cómo siete técnicos manejaban ese cebo. Estaban vestidos con un overol blanco y un chaleco verde fosforescente. Tenían guantes, orejeras, mascarillas, botas, casco, gafas… Todo eso para protegerse del polvo al momento de manejar maquinarias como retroexcavadoras y grúas.
Llegó el helicóptero y, sin descender, bajó el balde. Uno de los técnicos lo llenó con el cebo.
Y ahí el helicóptero se elevó para dispersarlo por la isla.
El veneno cayó del cielo, hectárea tras hectárea. Parecía que estuviera granizando.
Los helicópteros hacen entre 30 y 40 vuelos por día y los técnicos repiten todo cada vez. Trabajan sin parar en jornadas de casi diez horas.
Víctor me dijo que pronto se habían visto los efectos de la primera implementación.
[Víctor]: Al quinto día de haber iniciado las aplicaciones, ya empezamos a encontrar roedores muertos y también reportes de de la comunidad, ¿no? de roedores muertos en cerca de su vivienda, etcétera.
[Lisette]: Las ratas que se comen el cebo mueren lentamente y su cuerpo se degrada rápido. Es lo que comenzaron a ver cinco días después de que comenzó la implementación. La gente del pueblo sabía que, cuando se encontrara una rata muerta, lo mejor era llamar a Víctor para que él o alguien de la fundación fuera a recoger los cuerpos.
También hicieron un monitoreo por la isla para ver cuánto del cebo que habían botado se había consumido.
[Víctor]: Entonces eso nos dio una idea general de que, aproximadamente, el 80% del cebo desapareció al cuarto día de aplicación. Es un buen indicador porque implica que el cebo fue consumido por los roedores y que un gran porcentaje de la población de roedores ya fue eliminado.
[Lisette]: Además, también han revisado el cebo de las estaciones que pusieron en el pueblo.
[Víctor]: En la zona agrícola, sobre todo, que es donde los agricultores son nuestros mejores aliados para monitoreos. Ellos no han detectado roedores, ya no ven consumo, por ejemplo, de la caña de azúcar, del maracuyá, la yuca, la piña. Ya no ven ese tipo de daños en la agricultura. Entonces es un buen indicador.
[Lisette]: Tampoco las han visto en el puerto ni en el pueblo.
Esa primera implementación terminó el 10 de octubre y estaba enfocada en alcanzar a las ratas más dominantes. La segunda, para la que yo estuve, comenzó el 21 del mismo mes. Estaba enfocada en las que estaban ocultas en sus madrigueras. Y la última, que sería casi a mediados de noviembre, para eliminar a las crías. Querían alcanzar a todas.
Pero también hay que decirlo: otras especies han muerto por culpa del cebo. Al menos así me dijo Cecilia Salgado, agricultora y pobladora de Floreana.
[Cecilia Salgado]: Le cuento con ese pellet que se han muerto pinzones bastante. Y que los pinzones son traviesos y pican ese pellet. Yo le he visto picando.
[Lisette]: El pellet, el cebo turquesa que, supuestamente, no los atraía lo suficiente como para picarlo. Antes de que empezara el proyecto, ella estaba acostumbrada a ver a estas aves todo el tiempo.
[Cecilia]: Yo le digo: en el patio de mi casa arriba había bastantes, ya no hay. Y acá abajo tampoco.
[Lisette]: Acá abajo, en el pueblo. Y los pinzones que Cecilia sí ha visto han estado ya moribundos.
Según ella, sus animales también han sido afectados: diez gallinas y un gallo murieron por consumir el cebo. Dice que fue su culpa porque no los guardó en el gallinero. También le preocupan las vacas y chanchos que están en los graneros y las chancheras.
[Cecilia]: Es como que a usted le encierran, ¿verdad? Y vive libre y le encierran. Algo parecido les pasa a los animales también.
[Lisette]: Se estresan. Más aún cuando son animales que están acostumbrados a estar sueltos. Igualmente, a Cecilia le preocupa que sus vacas ya han pasado demasiado tiempo encerradas. Me dijo que han dejado de comer y se han enflaquecido. Entonces claro, le preocupa que al momento en que quiera vender la carne de su ganado, no vaya a tener un buen producto para vender, como había hecho hasta ese momento en Floreana y Santa Cruz.
[Cecilia]: Por eso yo ruego a Dios que se acabe pronto eso ya para poder soltar a mis puercos. Pero a los puercos sí tengo que tenerles un, un tiempo más cerrado porque el puerco es carroñero. Entonces las ratas que estén muertas por ahí se van a comer y se van a morir mis puercos. Tengo que esperar que se desintegren.
[Lisette]: Cuando hablamos todavía faltaba una dispersión más del cebo para las ratas. Además de las tres dispersiones finales para erradicar a los gatos ferales. Aunque muchos ya habían muerto por envenenamiento secundario.
[Cecilia]: Como los gatos comen ratas, sí ha habido mortandad de gatos bastante… es que en el monte hay bastante gato. Y la última puesta del veneno dicen que van a poner unas salchichas, justamente para eso, para los gatos.
[Lisette]: Una salchicha especial fabricada con una receta que viene de Australia donde esconden un veneno específico para los gatos y que se fabrica también en ese país. No me explicaron qué ingredientes tiene porque firmaron un acuerdo de confidencialidad. Pero se sabe que su sabor, su olor y su aspecto, los atrae.
A Cecilia no le quedaba más opción sino esperar a que se termine de implementar el proyecto a finales de diciembre de 2023.
[Cecilia]: Pero ya, pues ya está. ¿Qué podemos hacer? Aceptamos y tenemos que seguir adelante. Ya digo, esperemos que… Que la agricultura sea próspera. Porque ya no va a haber ratas para que se coman nuestros cultivos.
[Lisette]: Ni gatos ferales que ataquen a sus pollitos ni a las aves. Lo que más quiere es que con esto mejore la economía de la isla para que sea autosuficiente y ya no necesiten llevar los productos desde Santa Cruz, pues es muy costoso. Cuando le pregunté si creía que la isla podría, algún día, estar libre de ratas me dijo…
[Cecilia]: Esa parte todavía no estoy convencida que se van a terminar. Que se va a controlar la mayoría sí. Nos dejaran en paz, qué se yo, unos cinco o seis años, hasta diez años yo creo. Porque la rata es inteligente, le cuento. Cuando ellos ven que van a tener una comida que les hace daño, es como que, entre ellas se, se comunican. Habrá que ver todavía. Ver para creer dijo un ciego.
[Lisette]: Ya de regreso en Quito comencé a indagar un poco sobre las erradicaciones en Galápagos. Vi imágenes impresionantes como la de un gato feral con una iguana terrestre en su boca. Fotos aéreas de tantas cabras juntas que era difícil contar cuántas había. Una cabrita bebé parada encima del caparazón de una tortuga. Y unas imágenes de un antes y un después de la llegada de las cabras: la de antes, la zona se veía completamente verde. La de después, completamente destruida.
Viendo esto podía entender por qué habían considerado necesario matar esas miles de cabras. Pero también me encontré con un video que me impactó. Es un reportaje antiguo sobre la erradicación. En él se ve a un hombre con una escopeta montado en un helicóptero que sobrevuela la isla. Encuentran un grupo pequeño de cabras y, mientras ellas corren por sus vidas, asustadas por el ruido, el helicóptero las sigue. Y una por una, el hombre les dispara. Las cabras caen al piso. El helicóptero sigue como si nada.
El video está editado para que inmediatamente después aparezca una imagen de tortugas gigantes en un área completamente verde. Una forma de decir: por ellas hacemos esto.
Cuando terminé de verlo cerré inmediatamente la pestaña de mi navegador. La música tan esperanzadora que tenía el video me hizo sentir incómoda. El tono que, supongo, debía conmoverme, me abrió un hueco en el estómago. Yo ya sabía hace mucho tiempo que las cabras habían sido eliminadas así. Pero una cosa es saberlo y otra es verlo. Decir que me pareció cruel es poco.
Seguí navegando horas en Internet y encontré que hay un campo de la conservación que ha venido cuestionando estos métodos en la última década: la conservación compasiva. Sus principios básicos son: no hacer daño, reconocer que todos los individuos importan, valorar la vida silvestre, y la coexistencia pacífica. Es muy crítica, además, del tipo de acciones que los conservacionistas han llevado a cabo por años.
[Francisco Santiago Ávila]: Dentro de la conservación hay un prejuicio en contra de cualquier especie que no sea nativa a el ecosistema en el que se encuentra.
[Lisette]: Él es Francisco Santiago Ávila, investigador de la conservación compasiva.
Francisco me explicó que la conservación compasiva ve un problema muy grande en el concepto de “especie nativa”. Sobre todo porque a veces parecería que lo único que determina cuáles son nativas y cuáles no, se reduce a fechas específicas.
[Francisco]: Esta fecha globalmente se ha establecido como la fecha en que cualquiera de estos ecosistemas fue hallado por colonizadores, y se estableció que ese sería para siempre el estado natural de esos ecosistemas.
[Lisette]: Pero una especie nativa no se determina solamente así. En realidad, las especies nativas son aquellas que ya existían en un ecosistema sin la intervención de los seres humanos. O sea, por más que las ratas hayan vivido en la isla por cientos de años, técnicamente nunca podrán ser consideradas “nativas”.
De todas formas, según Francisco, este es un pensamiento que añora cómo eran los ecosistemas antes de los seres humanos y busca que ese hábitat sea lo más parecido a lo que alguna vez fue. Siempre y cuando eso no implique afectar a los seres humanos, claro.
[Francisco]: Entonces nosotros nos tomamos la prerrogativa por nuestra supremacía humana de matar miles, millones de animales. Entonces lo que estamos viendo es que todo esto se está llevando por una percepción de que los ecosistemas tienen que ser de cierta manera y lo que se está creando en la conservación, es casi el tratar de hacer del mundo casi un zoológico y de mantener a todo como en un punto estático en el que todo está preservado y ningún animal se mueve a ningún otro sitio en el que no pertenece.
[Lisette]: Esto no quiere decir que no se deben conservar los ecosistemas y las especies. Al contrario, él está convencido de que se debería hacer todo lo posible para evitar las extinciones. Especialmente cuando son los mismos seres humanos los que las están causando. Sin embargo, la conservación compasiva cree que si las extinciones involucran eliminar a otros animales, los humanos no tienen por qué decidir qué especie tiene más valor que otra. Cuál merece vivir más. En especial cuando son animales que han vivido en un ecosistema por cientos de cientos de años… como las ratas, que llegaron con los piratas antes de que llegaran los primeros colonos a Floreana.
[Francisco]: La conservación debe ser un campo que protege, que toma en serio las implicaciones éticas de que nosotros hoy en día sabemos que los animales son seres que tienen emociones, que son conscientes de su vida, que muchos de ellos son sociales, como las ratas, como los gatos. Nosotros no debemos tomarnos la prerrogativa de intervenir en sus vidas por lo que nosotros queremos de un ecosistema en particular.
[Lisette]: Cuando hablé con Francisco, me dijo que este tipo de planes para envenenar islas enteras no ponen en consideración el sufrimiento de los gatos y las ratas cuando, según él, hay pruebas de que la muerte con Brodifacoum es dolorosa, lenta. Que causa hemorragias internas, dificultad para respirar, vómitos, convulsiones…
[Francisco]: Y eso es lo que estamos viendo con la conservación hoy en día. O sea que ellos no se toman dos segundos para pensar en este tipo de cosas. Ha sido una práctica que se ha establecido por décadas y entonces pues no hay preocupaciones, no hay nada más que pensar. Y seguimos adelante y seguimos matando y seguimos esterilizando y seguimos capturando para poner en captividad perpetua, etcétera, haciéndole daños a vidas de seres no humanos que, desde una perspectiva más holística, los seres humanos no tienen más ni menos valor intrínseco que todas esas vidas que estamos destruyendo por lo que nosotros queremos que la naturaleza sea.
[Lisette]: Cuando le pregunté cuál sería una mejor manera de manejar el problema de las ratas y los gatos en el caso de Floreana, no pudo darme una respuesta eficaz. Todo lo que me dijo tiene sentido en teoría, sí. Pero hay un paso muy grande entre lo que se dice y lo que se hace. Y eso revela lo complicado que es todo este asunto.
Hasta este momento en Floreana no se ha encontrado una solución que se adapte realmente a lo que piden los conservacionistas compasivos.
Quise hablar de este tema con alguien de Island Conservation, una de las organizaciones que forman parte del proyecto de erradicación. Así que contacté a la gerente de especies nativas, Paula Castaño.
Le pregunté si no considera que con este tipo de acciones los humanos están metiendo demasiado la mano en el ecosistema. Me dijo que no lo ve así.
[Paula Castaño]: Pero entonces tú tienes la oportunidad de que estas poblaciones no se pierdan. Son especies únicas que solamente existen en Galápagos. Mientras los roedores sí, obviamente existen en otros lugares también, y en este caso está causando demasiado impacto. Y no son especies que son de esa isla.
[Lisette]: Hablamos específicamente del caso de la isla Floreana. Me dijo que las especies nativas de ahí nunca aprendieron a sobrevivir a estos depredadores porque, se cree, nunca hubo roedores endémicos. Por lo que pensar que eventualmente van a evolucionar para poder convivir con las ratas parece casi imposible.
[Paula]: Cuando tú tienes la parte de la evolución y cuando son poblaciones que se están estableciendo y que no tienen un impacto, entonces empiezas a ver como un balance en el ecosistema cuando las poblaciones. Pero cuando tienes especies invasoras no hay ningún balance. Las especies invasoras acaban con las especies nativas y también afectan la comunidad que vive en la en la isla.
[Lisette]: Me explicó que lo que quieren conseguir desde Island Conservation no es restaurar por completo el ecosistema original, ese que existía hace millones de años, cuando no había personas ahí. Sino más bien darle la posibilidad al ecosistema de recuperarse junto a la comunidad para que así puedan sobrevivir juntos. Y para lograrlo, necesitan intervenir. No pueden dejar las cosas como están.
[Paula]: Sería, desde mi punto de vista, un poco egoísta pensar en como: “Okay, Entonces dejamos estas poblaciones y dejamos que más de 55 especies que están actualmente amenazadas en la isla desaparezcan, y otras 12 especies que en unas de ellas solamente viven en unos islotes aledaños también desaparezcan”. Si podemos hacer algo que podría ayudar a todos a realmente a restablecerse.
[Lisette]: En el caso de Floreana, ese restablecerse implica no solo eliminar todas las ratas de la isla sino devolver 12 especies endémicas. Una de esas es el pájaro brujo. Todavía hay unos cuantos en Santa Cruz. También están las especies que mencioné al comienzo: gaviotas de lava, lechuzas de campanario. Y, sobre todo, las tortugas gigantes que se creían extintas.
[Freddy Villalba]: Mira, mira las tortugas. Ellos van a ingresar al programa para la reproducción de aquí a futuro yo creo…
[Lisette]: Las tortugas gigantes de Galápagos. Las vi en el centro de crianza de tortugas del Parque Nacional y ahí me encontré con él, Freddy Villalba, un guardaparque que trabaja ahí desde hace 20 años. Ese día me mostró una tortuga muy especial.
[Freddy]: Mira la diferencia del carapacho que tienen.
[Lisette]: Estas….
[Freddy]: Sí, estos son tipo montura. Estos no son redondos como, como tú habitualmente los ves. Entonces este es el cuello mucho, mucho más largo. Las extremidades delanteras igual van a ser largas. Ellos van a poder comer tranquilamente las plantas así altas. Sí. Ellos llegan cuando se paran. Son bastante, bastante grandes.
[Lisette]: Y esta de… ¿Es de Floreana?
[Freddy]: Estas son de los que vinieron del volcán Wolf que van a ingresar al programa de reproducción de Floreana…
[Lisette]: El volcán Wolf es el pico más alto del Archipiélago, en la isla Isabela. Y es que en 2011 pasó algo increíble: se encontraron tortugas con una alta carga genética de la tortuga que se había extinguido en Floreana, cientos de años atrás. Fueron sacadas de la isla por los bucaneros y los piratas que se las llevaban en sus barcos para comérselas en sus largos trayectos. Pero cuando llegaban al volcán Wolf —que está en la punta más al norte del archipiélago—terminaban dejando algunas tortugas porque sus barcos estaban sobrecargados.
No solo dejaban tortugas de Floreana, sino de todas las islas. Y aunque tenían diferentes características —como la forma de su caparazón o el largo del cuello— se reprodujeron entre sí. Se crearon nuevas especies con diferentes cargas genéticas de tortugas que se creían extintas.
Para los científicos que hicieron el descubrimiento, esto era una oportunidad para repoblar Floreana. Entre 2015 y 2017 capturaron a machos y hembras que tuvieran un 70 a 80% de parecido con las originales para que se reprodujeran en cautiverio. En teoría esto permitirá que en algunos años existan individuos que sean prácticamente, entre comillas, puros. Y la idea era devolverlas a su isla. Pero antes, tenían que limpiarla de todas las ratas que podrían amenazar sus vidas.
Para octubre de 2023, cuando visité el centro de crianza en Santa Cruz ya tenían 660 tortugas descendientes de las floreanas. Solamente estaban esperando que se terminara de implementar el proyecto.
[Freddy]: Mira, todas estas tortugas se van para Floreana. Estas tortugas ya prácticamente ya están en edad de irse. Ya van a cumplir diez años, diez, 11 años ya son tortugas grandes…
Esas tortugas medían entre 45 y 50 centímetros. Las tenían en un hábitat completamente seco y desértico, parecido al que llegarán en Floreana. Freddy me dijo que no las alimentaban todos los días para que fueran adaptándose a cómo sería su vida fuera del cautiverio en su hábitat natural. Ese día no les dieron ni alimento ni agua.
[Freddy]: Entonces, más o menos la topografía del suelo mira cómo lucha para subir allá. ¿Sí ves? entonces, muchas veces en el intento de subir allá se va a virar. ¿Cuál es el objetivo? De que ellos mismos se aprendan a dar la vuelta solitos. Entonces por eso las piscinas los hemos hecho en las partes altas. Aquí, por ejemplo, donde las tortugas van a tener dificultad de subir, muchas veces se viran y entre ellas tienen que ayudarse muchas veces…
[Lisette]: Y esa lo logró.
[Freddy]: Ya lo logró. Mira, entonces claro que al inicio les cuesta….
[Lisette]:Cuando estuve en Galápagos me dijeron que las llevarían a Floreana en enero de 2024. Pero, por recomendación de los técnicos del proyecto, como medida de control y monitoreo, aplazaron el traslado. Ahora se supone que las llevarán en junio y las dejarán en el área donde se sabe que habitaban desde hace cientos de años. En una isla sin helicópteros y sin veneno cayendo del cielo. Sin ratas y sin gatos ferales.
Lista para ellas. Habrá que ver si ellas también lo están.
[Daniel]: La dispersión del cebo para ratas y gatos ferales terminó en diciembre de 2023. Para finales de febrero de 2024, liberaron cinco especies nativas de pinzones de las partes altas y bajas de la isla Floreana.
Cuando Lisette les preguntó sobre los resultados de la erradicación, le dijeron que esa información todavía no es pública. Pero que esperan pronto decir que la isla está libre de roedores y gatos ferales. Aunque todavía no lo pueden certificar.
Lisette Arévalo es periodista y productora senior en Radio Ambulante. Vive en Quito, Ecuador. Esta historia fue editada por Camila Segura, Luis Fernando Vargas y por mí. Bruno Scelza hizo el fact checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música original de Ana Tuirán.
Gracias a Francisco Laso por su ayuda con este episodio.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Pablo Argüelles, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, David Trujillo y Elsa Liliana Ulloa.
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