Salones de baile | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Hola Ambulantes.
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Increíble, ¿no?
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Esto es Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón.
Hace unos meses, nuestro editor Senior, Luis Fernando Vargas, visitó a una leyenda de Costa Rica: Carlos Moreira. Mejor conocido como Gringo.
[Gringo]: Voy a enseñarle un poquito de… de lo que es Gringo.
[Luis Fernando Vargas]: Mhm. ¡Wow! Son un montón.
[Daniel]: Gringo es muchas cosas: un hombre rubio, de ojos claros, papá, comerciante, una especie de filósofo de lo cotidiano… Pero principalmente bailarín.
[Gringo]: Lo que yo llevo lo llevo en la sangre y si tengo que bailar en media calle, en media calle, bailo. Así de sencillo. Porque la pasión mía es el baile y eso nadie me lo va a quitar.
[Daniel]: Y el estrellato de Gringo, que se acerca a los 70 años, se debe a un baile en particular: el swing criollo.
Es un baile extraño. Primero que todo, no existe como género músical. Se baila con cumbia. Pero sus pasos son unos pequeños brincos y patadas y vueltas que se parecen al swing estadounidense de los años 40. Es un baile energético, juguetón y único de Costa Rica.
Gringo forma parte de un grupo de personas conocidas no oficialmente como La Vieja Guardia. Una especie de liga de superhéroes, cuyo poder es el swing criollo. Personas que le dieron forma al baile durante los años 70 y 80 en San José, la capital costarricense.
[Gringo]: Yo vengo de esos salones de baile que son la crema legítima de Costa Rica, donde el bailarín se tira al suelo, brinca y salta, pero él verá lo que hace, pero en la pista, porque en esos tiempos no habían academias.
[Daniel]: Personas que aún hoy, siguen existiendo para bailar…
[Gringo]: La vieja guardia le da larga vida al swing. O sea, que nosotros, aún muriéndonos, estamos bailando.
[Daniel]: Y Luis Fernando fue donde Gringo con una misión muy particular: entender y aprender su arte. El swing criollo.
Después de la pausa, una historia de autoconocimiento, dolor físico y otras cosas incómodas.
Ya volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta. Luis Fernando nos cuenta la historia.
Aquí Luis Fernando.
[Luis Fernando]: Ok. Lo primero: yo no bailo.
Tuve una clase –la única antes de esta historia– a los 12 o 13 años. Fue salsa o cumbia, no recuerdo bien, pero ahí decidí definitivamente que el baile, como el fútbol o andar en bicicleta, no era para mí. Supe de inmediato que yo era demasiado descoordinado y perezoso para lograr bailar en algún término que se considerara aceptable. Entonces, lo abandoné y desde ese momento, bailar, para mí, fue mover la cabeza, tal vez las manos si me siento aventurero, en el bar, al ritmo de New Order…
Pero siempre he sentido unos celos reprimidos por la gente que baila. Tengo fijada en mi mente la idea de que los que bailan son el centro de la diversión, de la fiesta. Y yo digo que no quiero ser el centro de la diversión y de la fiesta, pero, en el fondo, por más de que lo niegue y lo rechace, quiero serlo… Aunque sea un poquito. Y es que en Latinoamérica, si no bailas, te excluyes. Es como si fuera una habilidad social que a uno le hace falta. No al nivel de, digamos, hacer conversación pero tampoco tan distinto.
Ahora, con 31 años, siempre prematuro con las cosas y por ende anticipando una crisis de mediana edad, pero también buscando nuevas cosas que me hagan sentir vivo antes del inminente apocalipsis climático, pensé que bailar podría ser una buena idea.
Y ningún baile ni el merengue ni la salsa, me ha parecido tan atractivo, tan extrañamente hermoso y encantador como el swing criollo. Se siente inherentemente tico. Así como la energía y sensualidad de la salsa remite al Caribe, el saltito y la patadita del swing criollo tiene algo tan poco serio y juguetón que me hace pensar en los costarricenses. No sé cómo más explicarlo.
Pensé que sería interesante grabarme aprendiendo a bailar swing criollo, que podría ser un capítulo de Radio Ambulante. Y apunté alto: a Gringo. Es como si todos los caminos de ese baile llevaran, de una forma u otra, a él. Su estilo y su energía al bailar son reconocidos a nivel nacional. Ha sido sujeto de un documental, infinidad de reportajes de prensa y de televisión, y ahora de este podcast.
Pero algo es cierto. Él sabe bien quién es y lo que se habla de él.
[Gringo]: De antemano. A Gringo lo pueden imitar, pero no igualar.
[Luis Fernando]: La humildad no es precisamente su fuerte. Por ejemplo, cuando hablé con él, me mencionó en más de una ocasión y con énfasis que él había inventado bailar swing criollo con cuatro mujeres al mismo tiempo.
[Gringo]: Bailaba una, pero la otra quería meterse. 2Déjeme a mí bailar, deje…” Entonces se metía ahí. Digo yo que torta. La otra decía: “No, yo no salgo usted”. Dice aquí no me queda más, o bailarlas o quedar como un cobarde, porque ahora sí es cierto, ¿qué hago?
[Luis Fernando]: Y esa vez Gringo usó cabeza, pies, cadera, codos, todo para hacer bailar a las cuatro. En YouTube se puede ver un video de una presentación de Gringo en el programa de televisión nacional Fantástico, específicamente en la sección los Piratas del Ritmo, bailando con cuatro mujeres. Búsquenlo. Es caótico. Se siente como que en cualquier momento todo se viene abajo, pero se mantiene durante minutos. Y en esa fragilidad hay una elegancia que a primera vista cuesta encontrar en el swing criollo.
Hablé con Gringo durante unas dos horas. Me mostró su vida puesta en reportajes y reconocimientos.
[Luis Fernando]: Televisora de Costa Rica.
[Gringo]: Televisora de Costa Rica fue cuando yo participaba mucho en Fantástico, era muy ganador y vea qué clase de premios nos daban: olla de presión y planchas. Dos planchas, dos percoladores y dos sartenes eléctricos.
[Luis Fernando]: Me mostró sus trajes blancos y negros, con brillantina azul o roja…
[Gringo]: Se usan solamente para presentaciones de baile o concursos de baile. O sea, estamos hablando ya más profesional.
[Luis Fernando]: Teorizó sobre el baile…
[Gringo]: Es salud, es amor, es alegría: el baile.
[Luis Fernando]: Me enumeró los salones de baile donde se vivió la historia del swing criollo…
[Gringo]: El gran parqueo, los Higuerones, los Citados, el Versalles, los Jocotes…
[Luis Fernando]: Pero Gringo me aclaró una cosa: él no me enseñaría a bailar.
Si un día usted va a bailar puedo llegarme a ver cómo… si aprendo un poquito. Yo no sé bailar nada.
[Gringo]: Sinceramente, honestamente, uno en la vida tiene que ser honesto. Me han llamado para profesor de baile. Me han dicho que cobre lo que tenga que cobrar. Pero yo no me hallo.
[Luis Fernando]: Sí. No, no, no, no…
[Gringo]: No es lo mío.
[Luis Fernando]: No sale, no sale, no sale, entiendo.
[Gringo]: No es lo mío.
[Luis Fernando]: Para él es algo innato. Me dio a entender que bailar no es solo aprender unos pasos y combinarlos. Y luego me dijo que el mejor bailarín no es él, sino el que disfruta. No comprendí muy bien, pero me lo mencionó al despedirnos, con la grabadora ya apagada, saliendo de su casa, como si debiera recordar esa frase para la posteridad.
Con Gringo no iba a aprender swing criollo. Así que recurrí a una amiga.
[Kimberly Elizondo]: Quería como chequear mis playlist a ver si ya tengo uno que sea así como… swing criollesco.
[Luis Fernando]: Kimberly Elizondo. Kim no es bailarina profesional, pero ha dado clases y baila increíblemente bien. Además fue la única persona que se entusiasmó de verdad cuando le dije que iba a aprender a bailar swing criollo. Porque es su baile favorito.
[Kim]: Siento que es muy divertido. Como que tiene un componente mucho más alto de juego que otros géneros que se bailan en pareja. Empezando porque son saltos, ¿verdad? Entonces es como estar brincando todo el tiempo a full cardio y también… O sea, el hecho de que sean saltos hace que mucha más cantidad de gente le pueda entrar más fácilmente.
[Luis Fernando]: Bueno, por lo menos, dice Kim, es más fácil que los movimientos de cadera del merengue. Entonces, saltos, cardio… No estaba en forma física, pero sonaba lo suficientemente simple.
Recibí mi primera clase de swing criollo en la sala de la casa de Kim.
[Kim]: Tu objetivo con el swing criollo… vos querés llegar a poder hacer la base y vueltas, como unas vueltas para poder bailar unas dos canciones así, seguidas y sentirte como tuanis.
[Luis Fernando]: Tuanis, o sea, cool, chévere.
[Luis Fernando]: Sí.
[Kim]: Ok.
[Luis Fernando]: Como para poder ir a un salón de baile y no hacer como el…
[Kim]: Ok.
[Luis Fernando]: No hacer el ridículo, quise decir. Empezamos buscando el ritmo de la cumbia.
[Kim y Luis Fernando]: Titititis tititis…
[Luis Fernando]: Y trasladarlo a los pies con un paso llamado el patín.
[Kim]: Y es arrastrar los pies, lo voy a hacer así, superescueto, ¿verdad? Es básicamento esto: un deslizamiento.
[Luis Fernando]: Ah, un deslizado.
[Kim]: Es como deslizado, sí.
[Luis Fernando]: Es dar un paso a la derecha –o a la izquierda– deslizando los pies para que se vea bailadito. Se puede hacer doble, también. O sea dos pasos a la derecha o izquierda y luego al otro lado.
[Kim]: TA… TA… TA… TA…
[Luis Fernando]: Kim me enseñó el patín primero porque, además de ser simple, es un paso que atiende a uno de los mayores miedos de gente ansiosa como yo, que es no tener nadie con quien bailar. O sea, el patín se puede hacer solo o en pareja.
Hay un truco con el patín, eso sí.
[Kim]: Puedes irle agregando un poquitito más de saltito cuando caés.
[Luis Fernando]: Ok.
Para que se vea como genuino swing criollo, hay que meterle un rebote al patín. El rebote es algo básico en el swing criollo, es lo que hace que se vea saltado. Es un flexionar de rodillas constante, que hace, valga la redundancia, que parezca que estás rebotando en el piso.
Es lo que permite que el swing criollo se vea ligero, juguetón. Es también cansancio asegurado.
(SOUNDBITE DE ARCHIVO)
[Luis Fernando]: Ya, ya estoy cansado.
Aún así, Kim se mantenía positiva, me aseguraba que lo estaba haciendo súper bien. En realidad, era difícil creerle. No me sentía ni con ritmo ni ligero, ni agraciado como ella o como gringo. Más bien, tenía la percepción de que mi cuerpo era un bulto pesado. No tengo la mejor relación con él. Nunca me he sentido cómodo. Bromeo constantemente con que me gustaría ser un concepto, flotando en un mundo de ideas, alejado del plano material de la realidad. Pero no es odio lo que siento. Es un sentimiento más cercano a la decepción o a la vergüenza. Como si fuera una adolescencia que ha durado demasiados años.
Cuando le pregunté a Kim sobre qué significa para ella bailar, su respuesta me hizo pensar directamente en esa relación que siempre he tenido con mi cuerpo.
[Kim]: La máxima expresión de comodidad. Porque a mí me pasa personalmente que si estoy mínimamente incómoda no puedo bailar, digamos, todavía me pasa que tal vez voy a una fiesta, voy a un bar y yo digo: “No estoy cómoda, no tengo ganas de bailar” y tal vez lo fuerzo, un poquito al inicio y de repente tengo demasiadas ganas de bailar y ya estoy bailando y hay gente conmigo bailando y ya, ahí, es cuando ya lo siento como la máxima expresión de comodidad y soltura, digamos.
Desde niña, Kim ha sido alta y flaca. Se sentía rígida, incómoda. Tal vez un poco más que algunas otras chicas de su escuela. Y en aprender a bailar vio una oportunidad para cambiar eso. Poco a poco, a medida que avanzaban las clases que empezó a los 13 años, vio cómo su forma de moverse cambiaba. Se volvía más segura.
[Kim]: Fue como un gran paso en mi vida porque fue cambiando, no solo como mi actitud, personalidad digamos, como para desenvolverme con la gente, sino también como que mi cuerpo cambió como físicamente, como la forma de de moverme, de desenvolverme, digamos,
[Luis Fernando]: No creo que a mi edad bailar me vaya a cambiar la vida de una manera tan profunda o radical. Pero, en retrospectiva, viendo videos de ese primer ensayo con Kim, de mi manera de ejecutar el patín, pude percibir entre toda la torpeza movimientos que se sentían de otra persona: pequeños flashes de la postura de alguien que llega a un lugar y saluda y se presenta sin sudar de la ansiedad, de una persona que no tiene que ocultarse en capas de ironía, oraciones rebuscadas y chistes despreciativos contra sí mismo.
Aquí una pausa. Ya volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Daniel Alarcón. Aquí sigue el entrenamiento de Luis Fernando.
[Luis Fernando]: Del patín pasamos a la patada y al paso base. Los presento juntos porque la patada es la acción principal del paso base. Consiste en patadas frontales, colocando el talón en el piso. Primero izquierda, luego derecha. Una vez que dominas eso, agregas un paso más: que es colocar el pie izquierdo atrás y tirar la primera patada desde ahí.
Si logras hacer eso mientras flexionas las rodillas en el movimiento rebote, ya prácticamente estás bailando swing criollo.
[Kim]: Y de repente ta, ta, ta, ta, ta…
[Luis Fernando]: Este paso se suele hacer en pareja, como si bailaras merengue, salsa o cumbia. Uno frente al otro. Los bailarines se dan las manos solo cuando el pie izquierdo se coloca atrás. El contacto es mínimo, cuestión de un instante.
[Kim]: Casi como si quemara. Es como más bien un empujoncito, como no, mentira, no le voy a dar la mano, ¿verdad? Entonces, es como es muy como juguetón.
[Luis Fernando]: La similitud de este paso con el swing estadounidense es una especie de misterio. No hay una narrativa definida y documentada sobre el nacimiento del swing criollo. El estudio más formal del baile es una tesis del 2010 –cuatro décadas después de que empezó a bailarse el swing criollo en San José– y ahí se presentan solo teorías.
Una de las fuentes de esa tesis es ella.
[Ligia Torijano]: Mi nombre es Ligia Torijano, soy de San José, Costa Rica. Me dedico al rescate, investigación y difusión del swing criollo.
[Luis Fernando]: Ligia se adentró en el mundo del swing criollo en los años 90s, visitando salones de baile y hablando con diferentes personajes. Y más que un baile, vio belleza.
[Ligia]: Ver el lugar, el salón de baile… vestirse. Llegaban en minifalda, llevaban pantalón, gente mayor. O sea, había todo un manojo de belleza que la gente de ahí no notaba.
[Luis Fernando]: Pero era una belleza que se ocultaba en plena capital.
[Ligia]: El swing criollo siempre se estuvo creciendo subterráneamente. Entonces no era, digamos, como para… Uno que a pesar de que no era gente de plata, pero sí era una familia de cuidar a sus hijos y de que no se revolviera con la chusma, pues el swing criollo era un baile chusma, ¿no?
[Luis Fernando]: Un baile para los delincuentes, las trabajadoras sexuales, los obreros rasos. El porqué de la relación directa que se hizo entre el swing criollo y estos grupos no está muy claro. Una explicación puede estar en una de las teorías de los orígenes de este baile, en las compañías bananeras durante los años 40.
[Ligia]: Una forma de entretenimiento que tenían las bananeras a los obreros era la proyección de películas. Donde venían películas de Glenn Miller y Benny Goodman, aquellas películas de la Segunda Guerra Mundial donde se veían las parejillas bailando aquí las tiraban por todo lado.
Si usted las ve y las analiza esas películas, el swing criollo tiene seis tiempos y el baile del indie y el boogie woogie y el Jipi tienen seis tiempos y está el agarre de la mano.
[Luis Fernando]: La teoría de Ligia es que los obreros de las bananeras –y aquí hay que aclarar que muchos de ellos eran de San José– veían las películas, copiaban lo que podían de memoria, y luego regresaban con el baile de vuelta al valle central, donde está la capital. Pero de nuevo, no hay mucha claridad en el asunto.
Lo que es claro es que hay un componente de clase instaurado en la marginación que tuvo el swing criollo durante décadas. Gringo, por ejemplo, me contó de un cartel que se puso en un salón de baile que apuntaba a un público de clase media y que decía: Prohibido Bailar Swing Criollo. Esto para evitar que la llamada chusma llegara.
Y sí, bailar swing criollo era prohibido en muchos lugares, no por ley, pero sí por sanción social. Y aunque técnicamente no era ilegal, siempre la legislación hizo las suyas para excluir a estos bailarines.
Es momento de hablar de una ley con un nombre inverosímil: la Ley sobre Vagancia. Una primera versión empezó a regir en 1864 y la última se derogó sólo hasta 1994. Sí, verificamos esto y tampoco lo creíamos. ¿Quién era vago? Pues aquel que no pudiera demostrar que tuviera trabajo. Como Gringo, que durante bastante tiempo de los años 70 vivió de bailar. No era que le pagaran por bailar si no que él era tan popular, guapo y encantador que alguien siempre terminaba invitándolo a comer o a dormir. Era común que la policía llegara a los lugares donde estaban bailando y los detuvieran a él y a sus amigos.
[Gringo]: Nos agarraban en los salones a las nueve, diez, once de la noche. Todos los días. La policía nos veía bailando y decían: “Estos ¿qué hacen? Solo baile y baile. Son unos vagos”.
[Luis Fernando]: Los llevaban a la comisaría y los encerraban en una celda pequeña.
[Gringo]: No porque habíamos hecho un robo, no porque habíamos hecho o vendido droga. No. Es porque estábamos bailando a esas horas y no teníamos una colilla que era la de la Caja del Seguro Social.
[Luis Fernando]: Se refiere a un papel que indica que tienes un trabajo formal y cotizas a la seguridad social. Duraban presos hasta la mañana siguiente, cuando cambiaba el turno. Le pregunté a Gringo cómo se sentía cuando pasaba esto.
[Gringo]: Usted se siente como la persona más baja porque a usted lo meten con los chicheros, los meten con los delincuentes, con aquel que mató a otro, con aquel que fue y asaltó un banco y llegó y lo metieron ahí y yo estaba ahí de casualidad ¿me entiende? Se siente algo muy bajo.
[Luis Fernando]: Pero Gringo y sus amigos seguían bailando, porque su única ley es que se baila hasta morir.
(SOUNDBITE DE ARCHIVO)
[Luis Fernando]: Cuando intento coordinar los brazos, se me descoordinan los pies.
Kim terminó la primera clase y me dejó la tarea de practicar. Y así lo hice. Tal vez no practiqué de forma religiosa, pero sí fui diligente. Y en cuanto a la coordinación, fue frustrante. Hubo días en que no me salía ningún paso, otros en que sentí que bailaba swing criollo. Hubo días en que simplemente me dolían horrible las piernas y me quería morir. Me adelgacé, luego creo que engordé pero bajé de nuevo. Pero también entendí a mi yo de 12 o 13 años que dijo: “Esto es demasiado complicado para mí”.
Entonces, hablé con una experta.
[Cecilia Méndez]: Hola, corazón. Pura vida. ¿Y tú?
[Luis Fernando]: es Cecilia Méndez. Tiene 62 años y baila desde los 15. Gringo era un nombre obvio para esta historia, es espectáculo asegurado. Pero otro nombre que sonaba una y otra vez era el de Cecilia. Una bailarina como ninguna otra, pero de perfil más bajo. Es tímida, tuvimos que hablar varias veces antes de hacer la entrevista, que por cierto la hizo a distancia mientras visitaba Nueva York, donde bailó como embajadora no oficial del swing criollo frente a la estatua de la Libertad. Me envió un video.
(SOUNDBITE DE ARCHIVO)
La introducción de Cecilia al swing criollo fue por casualidad, cuando sus tías que la cuidaban iban a los salones a bailar.
[Cecilia]: Y al principio no me gustaba. Yo decía: Ay no, qué feo, qué feo que brincan. ¿No, no, no, no. Y ya después era yo también la que estaba dando brincos ahí, ¿verdad? Y seguí bailando toda mi vida. Es más, si hablamos de vicios, es el único vicio que he tenido. Ni tomo ni fumo ni trasnocho. No, nunca he amanecido en la calle, pero el baile… mmm… no lo he podido dejar.
[Luis Fernando]: Esto a pesar del estigma que causaba bailar swing criollo. En los años 70 y 80, era literalmente etiquetarse.
[Cecilia]: Decían que solo las mujeres de la mala vida. Las mujeres de la vida alegre. ¿Es que llaman? Se suponía que la gente que llegaba ahí era gente vagabunda que no tenía trabajo y que andaba haciendo, robando y haciendo cosas malas. Y en realidad eso, eso no es cierto. Para mí eso tal vez allá en los salones de de San José Centro, ¿verdad? Pero no, donde yo iba, no, no se veía eso de prostitución y esas cosas, no. Sí llegaban gente así, claro que sí, pero no todo el mundo se podía catalogar igual.
[Luis Fernando]: Cecilia hacía cosas como bajarse dos paradas de bus después del salón y caminar, para que no vieran que iba ahí. Y es que hoy en día, para personas de mi edad, el swing criollo es una actividad no solo muy folclórica sino ya institucionalizada hasta el punto de que hay presentaciones en teatros y eventos culturales. Un baile que se enseña en las academias, junto al tango, el bolero y la salsa. Ya no es algo censurable que representa una parte de la sociedad de la que se prefiere no hablar.
En gran medida, esta institucionalización se debe a los esfuerzos de Ligia Torijano, a quien escuchamos hace un rato, que fue la que propuso volver al swing criollo patrimonio intangible del país en el 2011. Ahora, en teoría, hay un esfuerzo activo del Estado por preservar el baile, pero se habla más de los pasos que del contexto en el que se desarrolló. Creo que le debemos a personas como Cecilia y Gringo no quitar las partes de la historia que le parecen incómodas a la sociedad conservadora costarricense y que sea esta cosa alegre y poco controversial. Un vicio muy tico.
Pero, en fin, hablé con Cecilia con las mismas intenciones que tiene un aprendiz que busca a una maestra. Buscando sabiduría, guía, y a la vez, palabras de confort. Le pregunté qué consejo me daba en mi aprendizaje.
[Cecilia]: Vea, mi amigo Luis Fernando, apréndase los pasos básicos, que en realidad son dos o tres. Después de los pasos básicos usted ya se va montado. Usted ya se va montado en el avión. Es solamente dejarse llevar.
[Luis Fernando]: Me dio a entender que el baile es más espontaneidad e instinto que técnica.
[Cecilia]: Yo nunca le dije: “Mira, enséñame ese paso”. No, no, no, no, no, jamás, sino que uno veía y ya uno hacía ahí, o sea, le salía le salían unos pasos que nadie hacía, sino que eso era inspiración de cada uno.
[Luis Fernando]: Creatividad pura. Y es que para Cecilia bailar es un estado meditativo.
[Cecilia]: Cuando yo estoy bailando, se me olvida todo. Y mi cuerpo se mueve al ritmo de la música. Ni siquiera puedo mirar para ningún lado. Solamente enfocada en mi cuerpo, bailando. Y me hace tan feliz.
[Luis Fernando]: Es algo más que una habilidad social. Es un espacio donde callás al mundo y te enfocás en vos mismo, en el ahora, y por unos minutos no tenés problemas. Es, tal vez, una definición de alegría.
(SOUNDBITE DE ARCHIVO)
[Luis Fernando]: Ensayé las vueltas, pero ya sin preocuparme por hacer el ridículo. Después de hablar con Cecilia. Ya me dejó de importar. Me sentía pleno, victorioso y seguro de mí mismo.
Estaba pensando en una forma de invitar a Cecilia a bailar… Ya saben, una prueba final para cerrar la aventura, cuando vi anunciada una actividad en un instituto cultural. Una celebración del swing criollo: tarde-noche de baile y tertulias.
Decidí ir. A ver qué encontraba. Fue un viernes lluvioso y al llegar, la mayoría de personas eran de la tercera edad, como si el swing criollo fuese este vestigio del pasado que se niega a morir. Al poco tiempo, aparecieron Gringo y Cecilia. Cecilia iba con un vestido negro, de falda corta y unos tacones que parecen incompatibles con el swing criollo.
Minutos antes de que comenzara el evento, la sala ya estaba llena con personas de todas las edades. Eran unas 60 o 70 personas. Empezó con un foro. Una de las invitadas era Cecilia. Se habló del pasado, sí, de cómo era bailar swing criollo en la San José de hace 40 años, pero también, para mi sorpresa, del presente: los mejores salones para bailar actualmente, y de la nueva guardia del swing.
(SOUNDBITE DE ARCHIVO)
[Presentador]: Dice la pregunta: Cuando salen a bailar, ¿cuál es la relación de ustedes con los bailarines de la nueva guardia?
[Luis Fernando]: Al principio del episodio mencionamos a la vieja guardia, o la guardia dorada. El grupo de bailarines que definió lo que era el swing criollo en sus inicios… El grupo al que pertenecen Gringo y Cecilia. Ahora existe algo que se llama la Nueva Guardia, que es gente más joven, incluso adolescentes, que están aprendiendo swing criollo, a veces en academias, y bailan de una forma más saltada y energética.
A veces, se ha querido formar una narrativa de rivalidad entre las guardias, como si ambas no pudieran coexistir en Costa Rica. Lo cierto es que no se mezclan, pero como dijo Cecilia en el foro, es más por una cuestión de edad.
(SOUNDBITE DE ARCHIVO)
[Cecilia]: Sí, son mucho más rápidos que nosotros. En realidad nosotros estamos más lenticas, ¿verdad? Y yo tengo muy buena relación con los jóvenes.
[Luis Fernando]: Aunque no baila mucho con ellos pues, según ella, la edad ya le pesa. Pero al verla bailar esa noche después del foro, no se le nota. Tiene una energía que yo nunca podré tener. Cuando se acabaron las presentaciones de ambas guardias quedó la pista abierta para todo el público y pensé que era el momento de poner a prueba todo el entrenamiento de semanas. Fui donde Cecilia, que ya se iba, y le pedí bailar un minuto. Se sorprendió y yo me sorprendí de que se sorprendiera.
Bailamos la base. Me perdí, fallé pasos, pero no hubo ansiedad. Por fin, por primera vez en todas estas semanas, ya en el contexto de fiesta y bailongo, me divertí y bailar torpemente no se sintió como un problema. Fui feliz y entendí lo que me había dicho Cecilia, uno se deja llevar.
Al terminar nos dimos un abracito, como cuando una madre abraza a su hijo antes del primer día de escuela sabiendo que hay un mar de experiencias que se le abrirán a partir de ese momento.
[Daniel]: Luis Fernando Vargas es nuestro editor senior, vive en San José. Muchas gracias a Gabriela Noriega por su ayuda en la producción.
Esta historia fue editada por Camila Segura. Bruno Scelza hizo el factchecking. El diseño de sonido y la música es de Andrés Azpiri.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, Ana Tuirán, David Trujillo y Elsa Liliana Ulloa.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.