Transcripción – Nohemí
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[Daniel Alarcón]: Bienvenidos a Radio Ambulante, desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Ahora que formamos parte de NPR, queremos presentarle a nuestra nueva audiencia algunas de nuestras historias favoritas. Comencemos, entonces, por aquí.
[Nohemí]: Mi primer recuerdo que yo tengo de pequeña fue cuando yo llegué a Bogotá. De antes no tengo nada. Yo tuve que haber llegado con alguien, pero mire que no me recuerdo de la otra persona que me trajo.
[Daniel]: Esta es Nohemí, y este recuerdo es de cuando tenía 7 u 8 años. Venía a Bogotá desde lo que creemos era su pueblo natal, en el Tolima, un departamento en el centro-occidente de Colombia.
[Nohemí]: Yo seguramente nunca había montado en un bus, porque eso olía muchísimo a gasolina y yo me mareé. Yo trasboque, o sea, yo venía muy mal.
[Daniel]: Hoy Nohemí. Camila Segura, Editora Principal de Radio Ambulante, investigó y produjo esta historia.
[Camila Segura]: Nohemí no se acuerda de mucho más. No tiene memoria alguna de su mamá, de su papá o de algún familiar. Años después se enteraría de que un supuesto tío la había entregado al que, en ese entonces, en el año 63 o 64, era el alcalde militar de Anzoátegui, un pueblo del Tolima. Un señor llamado Vitaliano Sánchez. Vitaliano se la entregó a su suegra, Doña María.
[Mónica Sánchez]: Mi padre la trajo fue para mi abuela. Un regalito que le trajo por allá de donde estaba.
[Camila]: Esta es Mónica Sánchez, la nieta de Doña María y la hija de Vitaliano. Ella es una de las protagonistas de esta historia. Pero volvamos a Nohemí y a lo que se acuerda después de haber llegado a Bogotá…
Nohemí: Cuando llegué, yo llegué al barrio Los Alcáceres, y vi a la bruja esa. Esa señora era terrible, era una… bruja, era una bruja.
[Camila]: La bruja a la que se refiere Nohemí es Doña María, la abuela de Mónica. Es de la primera persona de la que Nohemí se acuerda en su vida, y esa casa inmensa, el primer lugar que recuerda claramente. Ese día, Doña María le explicó a Nohemí que ella iba a encargarse de las labores de la casa y que tenía que levantarse entre las 4 y las 4 y media de la mañana.
[Nohemí]: Me recuerdo muy bien que en esa casa, el primer día que yo llegué, yo me oriné. Entonces, claro, pues, imagínese, toda la cama vuelta nada, llena de miaos. Entonces lo primero que hicieron fue levantarme y meterme dentro de la alberca. Y tome porque cochina y que cochina y que… que por qué me tenía que orinar y no sé qué… Uich, Doña María me daba a mi unas tundas, Dios mío…
[Camila]: Tundas. Lo cual significa golpes. Nohemí recibió, desde el primer día, golpes. Porque se orinaba, porque no hacía bien el oficio, por cualquier cosa. En esta casa duró como un año, pero no siempre vivía ahí. Doña María solía prestarle a Nohemí a familiares que no tenían empleada. Mónica me cuenta:
[Mónica]: Ella fue la que empezó con… con el relajo de prestarla, entonces ella se la prestaba a un tío que… que no tenía muchacha o a… o a las hermanas de ella que eran unas otras viejitas. Ellos se la prestaban, era una esclavita colectiva.
Hasta que llegó a nuestra casa, hasta que mi madre dijo, “esto es mío”.
[Camila]: Llegó un momento, entonces, en que ya Nohemí pasó a vivir definitivamente con los Sánchez: Vitaliano, su esposa Eunice y, en ese momento, sus 6 hijos. Todos eran más chiquitos que Nohemí, que tenía como 9 años. Mónica debía tener entre 1 y 2 años.
[Mónica]: Ehm, para mí Nohemí siempre estuvo ahí… Eh, Nohemí eeh… está en mis recuerdos desde siempre…
[Camila]: Nohemí se volvió como una hermana mayor de los niños, sobre todo de las más chiquitas.
[Nohemí]: Yo era la que las cuidaba, las que les daba el tetero, las que la cambiaba, las que la lidiaba.
[Camila]: El primer día, Eunice, la mamá de Mónica, le explicó lo que tenía que hacer.
[Nohemí]: Usted tiene que ayudarme con las niñas, a yo hacer el oficio. Eh, tiene que madrugar… Que los teteros, que la comida, que…
[Camila]: A pesar de que el trabajo era duro y tenía la responsabilidad de cuidar a los 6 niños, para Nohemi el cambio no fue tan malo, pues ya no era la única niña de la casa.
[Mónica]: Nohemí era una niña… juguetona, alegre, divertida, “mamagallista”… ehm, cariñosa. Era como… como una más de nosotros, sobre todo entre las mujeres. Ah, era una amistad.
[Nohemí]: De pronto como yo no… no tenía a nadie, no tenía… nada en la vida, de pronto los niños para mí fueron mi familia. O sea, ya pues conviviendo con ellos de día, de noche, todo, pues ya yo… Para mí ellos se convirtieron en lo mío.
[Camila]: Mónica sentía que Nohemí, de alguna manera, era su hermana. Pero desde muy temprano en su vida se dio cuenta de la diferencia en el trato que Nohemí recibía por parte de sus padres, pero especialmente de su mamá, Eunice.
[Mónica]: Mi madre, nadie más. Mi madre la trató mal. Ese es el… el recuerdo que tengo: que siempre recibía unas muendas terribles, que… que mi madre entraba en unas cóleras santas por cualquier cosa, porque algo había salido mal o porque sí…
A nosotros nunca nos pegaron, pero, eh, Nohemí recibía golpes todos los días de la vida. Y había, ahm, escenas dantescas, pues, de… de un maltrato inhumano.
[Camila]: Nohemí se acuerda que la mayoría de los niños la ayudaban en lo que podían para evitar que Eunice le pegara.
[Nohemí]: Pues cuando ya más o menos presentíamos que ya iba a llegar doña Eunice, pues los chinos, ellos pues, ellos mismos corrían a ayudarme a… a guardar las ollas, a esconderlas para que no las fuera a ver sucias o… o todo el reguero que teníamos a meterlo debajo de la cama para que… Ellos se convirtieron en cómplices míos.
[Camila]: Y es que, según Nohemí, Eunice nunca perdía una oportunidad para herirla. Si no era maltrato físico, era abuso verbal:
[Nohemí]: “Es que usted es una no sé qué recogida y su mamá es una no sé cuántas que trabaja en la calle”.
[Camila]: A Nohemí le repitieron miles de veces que ella estaba en esa casa, con ellos, porque su mamá era una puta, una vagabunda, alguien que la había abandonado porque no la quería.
[Nohemí]: Yo le cogí mucho odio a mi madre biológica, o sea, yo… con ella… a metros. ¿Por qué? Porque entre más tiempo iba pasando yo iba entendiendo más en la situación en la que yo estaba. Y yo le eché toda la culpa a mi madre biológica de que por culpa de ella estaba viviendo esa situación.
[Camila]: Pero Nohemí se acuerda bien el día en que su madre biológica fue a preguntar por ella a la casa de Mónica. Nohemí llevaba como 2 años viviendo con ellos. No sabemos exactamente su edad, pero se puede calcular que tenía unos 10 años.
[Nohemí]: Yo lo supe porque doña Eunice me dijo: “Y vino su tal por cual no sé qué madre”. Yo sí alcancé a escuchar la voz de ella, mientras que estaba hablando con esta señora.
[Camila]: La oyó, pero no la vio. Nohemí estaba lavando una ropa en la ducha. Me cuenta que no se atrevió a salir del baño. Le tenía demasiado miedo a Eunice. Pero sí logró escuchar lo que Eunice le decía a su mamá:
[Nohemí]: Pero si es que la niña es una hija mía más, está como una reina… Ella tiene todo lo que usted no ha… no le puede dar. Ella está estudiando, es la princesita de acá de la casa… Claro, pues esta señora yo creo que se fue convencida de que ese era el cuento, de que era así.
[Camila]: Pero ya sabemos que no era tratada como una princesa. Abuso psicológico, golpes, trabajo incesante… Y violaciones. Varias personas. Varias veces.
[Nohemí]: El primero fue Vitaliano, el papá de Mónica. Él a mí me violó pequeña, él me tuvo que haber violado a mí por ahí como de 9 años.
[Camila]: Y dos hermanos de Eunice: Julio y Edgar.
Le pregunto que si le parece horrible hablar de esto y me dice que no…
[Nohemí]: Para nada… No porque, a ver, a mí no me parece horrible, ¿sabe por qué? Porque para mí todo eso era como un juego. Siempre fui la sirvienta de todo el mundo, entonces para mí eso fue como si alguien me hubiera querido. O sea, en ese momento yo lo veía así, obvio que ya de adulta cuando yo ya empecé a entender la vida, obvio que eso ya entendí que era malo.
[Camila]: Aquí debo confesar algo. Cuando me contó esto, no pude aguantarme, y se me salieron las lágrimas. Y pasó algo hasta absurdo: Nohemí terminó consolándome. Hasta me ofreció agua antes de seguir, y a ella también se le quebró la voz.
[Nohemí]: [Llorando] A ver, yo tenía momentos ahí también bonitos. Entonces, ellos tenían una finca en Anolaima llena de frutas y… y había un… un… un, eh, un río, un arroyito, y pues era la… era mi único como desfogue, ¿no?, de ir y sentarme allá y estarme un rato y… Ya estaba un poquito más grandecita y como poder… poder uno llorar… Y me sentaba a pensar, y yo pensaba que por qué me daba… me tocaba a mí esa vida tan dura. Pero bueno, pensaba que eso era la vida… pensé que esa era la vida normal de cualquier ser humano…
[Camila]: No tenía nada con qué comparar. Esa era la vida: a ella le pegaban. Y la violaban. Así pasaron los años. La mayoría de la gente del barrio donde vivían —todos militares como el señor Vitaliano— se habían dado cuenta del maltrato al que era sometida Nohemí. Nadie había dicho nada, hasta que un día, una niña vecina, hija de uno de los militares, se le acercó.
[Nohemí]: Ella me dijo un día, me dijo: “Ay Nohemí, ¿usted va a seguir toda la vida soportando esta vida?”. Le dije yo: “Pero, hmm, ¿yo qué?… ¿Yo qué más hago?”, si… Yo no sabía ni coger un bus, nada, nada… Me dijo: “Nohemí, ¿usted se quiere ir para donde una tía mía a trabajar?”. Le dije, “¡pues sí, de una!”.
[Camila]: Nohemí tenía 14 o 15 años. En esa época, Eunice pasaba temporadas largas en la finca y dejaba a Nohemí encargada de la casa…
[Nohemí]: Yo decía: “Dios mío, pero si yo me voy… mis chinitas”, y con ese amor que yo les tenía a ellas…
[Camila]: Todos los niños estaban en el colegio…
[Nohemí]: Dios mío, yo… yo no hacía sino imaginarme cuando esas criaturas llegaran y la casa… desocupada. Eso sí: yo les dejé todo, yo me levanté temprano, yo les dejé almuerzo hecho, ropa lavada, todo todo. Yo dejé todo todo impecable como para… por si me encontraban por ahí no me fueran a pegar. [Risas]
[Camila]: El chofer de la vecina la recogió a la una de la tarde y así fue como Nohemí se escapó de la casa de los Sánchez.
[Mónica]: Eso fue un alivio más bien. Yo en esa época debía tener como 10, 11 años y… pasó a ser como una anécdota del pasado, ¿no?
Pues, eh, pretendimos como olvidar todo eso, y… y yo pues pensé que lo había olvidado, pero… es… eso es algo que… que… que se me quedó adentro, que se nos quedó adentro a todos, estoy segura…
[Camila]: Mónica creció, ya sin su amiga, su semi-hermana, y se convirtió en la rebelde de la familia. Se peleaba con sus papás todo el tiempo, y cuando se emborrachaba —sola o con amigos—, le salía todo el rencor y la rabia. En sus 20s, se fue de Colombia, a Europa, para hacer su vida lejos de su familia. Pero nunca se olvidó de Nohemí.
[Mónica]: Siempre tenía ese mugre en el fondo de mi corazón y siempre surgía en los momentos más… más increíbles… No era… no era muy a menudo, era muy de vez en cuando, era algo que siempre terminaba confesando: esto fue lo que hicimos en mi familia, esto fue lo que hizo mi madre y… y esto fue lo que hicimos nosotros, después. Que dejamos eso así. Eso, esa confesión, siempre volvía…
[Camila]: Mónica se alcoholizó durante años, hasta que un día decidió dejar de tomar…
[Mónica]: Y después de… después de la desintoxicación, viene la terapia y ya hay que sacar el mugre. Y ahí, en ese proceso, que duró varios años, llegó un momento en el que se hizo evidente que el asunto de Nohemí era el asunto más grave de mi vida. Era lo que yo tenía que resolver… [Llorando] Eso hice… ehm, pedí que me dieran el número, mi madre tenía el número y… de ella, y…
Camila Segura: Y la llamó.
[Daniel]: Una pausa, y volvemos.
[Kelly McEvers, host de Embedded]: Hey, I’m Kelly McEvers, from Embedded. Bill Spencer works at a coal mine in Kentucky, and when I started to ask him about a future without coal, he knows what I’m gonna say…
So if …
[Bill Spencer]: Coal goes out, I’m done for…
[Kelly]: Coal Stories, on the NPR One App or wherever you get your podcasts.
[Guy Raz, host de How I Built This]: What does it take to start something from nothing? And what does it take to actually build it? I’m Guy Raz. Every week on How I Built This, we speak with founders behind some of the most inspiring companies in the world. Find it on NPR One or wherever you get your podcasts.
[Daniel]: Están escuchando Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. Cuando Nohemí era una niña fue llevada de su pueblo natal a vivir con los Sánchez, una familia acomodada de la capital colombiana, Bogotá.
Ahí estuvo años como empleada doméstica sufriendo todo tipo de abusos, hasta que finalmente pudo escaparse a los 15 años. Pero felizmente la historia no termina ahí. Décadas después encontró una aliada inesperada: Mónica, una de las hijas de la familia que abusó tanto de ella.
Camila Segura continúa la historia.
[Camila]: Devolvámonos un poco. Durante años, entonces, Mónica sintió una gran culpa por lo que pasó con Nohemí. Creció viendo cómo su mamá insultaba a Nohemí y le pegaba por cualquier cosa. Y claro, Mónica nunca hizo nada porque tenía solo 9 años cuando Nohemí, de 15, logró escaparse.
Pero cuando Mónica ya era grande, después de haber hecho terapia, volvía al tema con su hermana Marta. Eran conversaciones telefónicas de horas. Hablaban de sus papás, de sus hermanos, y muchas veces de Nohemí.
Marta era la única de los 7 hermanos que había hablado con Nohemí un par de veces, así que Mónica le pidió el teléfono.
Mónica vivía en Montreal y Nohemí en Soacha, cerca de Bogotá. Era un día del 2004 cuando sonó el teléfono de Nohemí.
[Nohemí]: Yo llegaba de trabajar cuando cuando, “ring ring ring”. Contesté yo: “Aló”. “Hola, Mico”, a mí solamente me dicen Mico ellos. Le dije yo: “¿Con Martica?”, y como la voz de ellas se parecen, me dijo: “No, mamita, hablas con Mónica”. Y yo: “¡Ay!, no”… ¡Ay! si había tenido días malos, ese fue el día más hermoso de mi vida.
[Camila]: Hablaron como 4 horas, y Nohemí le contó todo lo que le había pasado después de escaparse de su casa. Al año de estar donde la tía de la vecina, el señor de la casa la botó a tiros a la calle porque Nohemí había hecho una fiesta. Durante meses vivió en los parques cercanos hasta que un día se fue con un tipo que le pagaba un hotel y la obligaba a acostarse con él.
Cuando el hombre dejó de pagar el hotel la botaron a la calle. Ahí consiguió su primer trabajo pago en una panadería, y en ese mismo lugar —un par de meses después de prostituirse—, conocería al papá de sus 3 hijos: un hombre bueno, con el que no funcionó el matrimonio, pero que le pagó la primaria y le ayudó a conseguir trabajo.
Nohemí le contó todo esto y más. Le compartió uno de sus dolores más grandes: cuando su primer hijo tenía 16 años, una bala perdida lo mató en el colegio.
Siguieron hablando de todo, y Mónica le dijo:
[Mónica]: Que yo era consciente de lo que había pasado, y del maltrato que ella había recibido. [Llorando] Y… Y que eso no se hacía. Era la primera vez que le… lo decíamos… claramente.
[Camila]: Hablaron del abuso que sufrió a manos de la mamá de Mónica, Eunice, y Mónica sintió la necesidad de pedirle perdón por lo que su mamá le había hecho.
[Nohemí]: Le dije: “Mire, todo lo que ella me hizo yo ya se lo perdoné”. Me dijo: “No, Mico, no es justo que ella hubiera hecho contigo lo que hizo”. Y pues como ellas sí se daban cuenta de todo eso, fue lo que a ellas las fregó tanto.
[Camila]: Durante mucho tiempo, Mónica había sospechado que Nohemí había sido maltratada también por su papá. Era una duda que no la dejaba en paz, así que en esa primera llamada, se atrevió a preguntarle.
[Mónica]: Y ella me dijo: “No, nena, no, tu papi es muy buena gente…” y no sé qué y… y no… Y… Y bueno, entonces, pues, yo… le creí.
[Camila]: A partir de esa llamada, Mónica y Nohemí empezaron a hablar frecuentemente por teléfono. Mónica estaba cansada de vivir en Canadá. Se sentía sola, culpable y soñaba con volver a Colombia.
[Mónica]: Pues, cuando uno está lejos, uno idealiza todo, ¿no? Entonces, eh, yo empecé a hacerme un… una escena, pues, divina en la que todos íbamos a estar otra vez juntos, a vivir felices y a comer perdices, y nos perdonábamos todo.
[Camila]: Compartió la idea con Nohemí pues el plan la incluía a ella:
[Nohemí]: Ella quería, en Cartagena, hacer un condominio. Y a cada uno hacerle una cabaña. Y que nos fuéramos todos y nos reunieramos allá. Entonces, yo le llevaba la idea, pero yo sabía que eso nunca iba a ser posible. Empezando porque, ¿yo con ellos cómo voy a vivir? O sea, no. Ahí sería nuevamente la esclava de ellos, y yo esclava ya no soy.
[Mónica]: Empecé a… a hacer un plan en mi cabeza que era… ir a vivir con ella cuan… pues cuando ya estuviéramos viejitas, y ya sería yo quien la consintiera y quien le devolviera un poquito todo el amor que yo había recibido de ella.
[Camila]: En el 2008, Mónica vendió todo y volvió a Colombia después de vivir más de la mitad de su vida en el extranjero. Llegó a donde su mamá, en Bogotá, aunque su prioridad era ver a Nohemí, así que un par de días después de su llegada se fue para la casa de ella. Me cuenta sobre este primer encuentro después de más de 30 años.
[Mónica]: Una emoción, una… una… una alegría muy grande, y además una familiaridad muy grande. Ahí me contó más cosas de mi mamá. Cosas que yo no… no recordaba. Me contó la escena dantesca en la que mi madre le arrancó el cabello con… con un cepillo, de una manera increíble. Ella se sentaba, le cogía una mecha y la enrollaba en el cepillo, y, cuando la estaba cerca de… del cuero cabelludo, tenía y jalaba.
[Nohemí]: Hasta que me dejó toda la cabeza llena de sangre.
[Camila]: El nivel de maltrato contra Nohemí fue atroz. Sorprendente incluso para Mónica, que creció en la misma casa. Y había algo más, quizás lo más perturbador: a pesar de todo, Nohemí no solo tendía a culparse a sí misma, sino que se sentía agradecida con Eunice por todo lo que le dieron, por enseñarle a cocinar, por darle casa y comida. A pesar de que nunca le pagaron. Mónica quedó espantada.
[Mónica]: Hágame el favor, y que mentira que le dieron nada, ¡no le dieron nada, le quitaron todo y no le dieron nada!
[Nohemí]: Entonces ella me decía: “Usted no tiene que agradecerle nada a mi mamá. ¡Nada!”.
[Camila]: Mónica pasó los siguientes años en Colombia, intentando reconciliarse con su pasado. Primero con su mamá, y no lo logró. Después con su papá, y esta quizás fue la sorpresa más dura de su vida adulta. Se fue a la costa a vivir con él, y se encontró con un hombre agresivo, cruel. Pero además, él empezó a contarle historias de borracheras y mujeres, como si estuviera hablando con un amigo del cuartel. El padre del que ella se acordaba era otro, y ahora, tenía más dudas que nunca.
Lo conversó con sus hermanas, y ellas le confirmaron recuerdos de escenas violentas. Así que volvió a llamar a Nohemí, para resolver su duda de una vez por todas.
[Nohemí]: Entonces, ella un día me llamó y me dijo: “Mico”… Me dijo: “Mico, yo necesito que tú me digas una cosa: ¿mi papá te violó?”.
[Mónica]: Me dijo: “Sí, nena”. Me dijo: “Él me hizo eso, él me violó, él fue el primero que me violó”.
[Camila]: Este fue un punto de quiebre para Mónica.
Su pregunta —y la mía— a Nohemi fue: ¿y por qué nunca los denunció?
[Nohemí]: ¿Su merced cree que a una pobre idiota —sin nombre, sin nada— le van a parar bolas? ¿Quién va a creer que yo voy a ir a denunciar a un prestigioso capitán de la Armada?
[Mónica]: Entonces yo le dije: “Bueno, pues ahora me tienes a mí, y si quieres los denunciamos, y yo contigo hasta el fondo, pero vamos… pero a fondo.”
[Camila]: Y así fue. Comenzaron con algo simple: un reclamo en forma de carta a los papás de Mónica, recopilando la historia de Nohemí, incluyendo todos los maltratos. Así empieza la carta:
[Mónica]: Mamá, papá:
Llega el día en que consideramos inaceptable continuar guardando silencio sobre aquel asunto que destrozó nuestras vidas.
Me refiero a aquella niña que tú, papá, arrebataste a su madre y tú, mamá, esclavizaste miserablemente. Al parecer se llamaba María…
[Camila]: Mónica les mandó a cada uno de sus papás una copia de la carta por entrega certificada. Y esperó, a ver qué reacción había.
[Mónica]: No hubo ninguna respuesta a la carta. Ninguna.
[Camila]: Al día siguiente de haberles mandado la carta, Mónica le mandó un correo electrónico a todos sus hermanos, a sus hijos, a sus cuñados, a su ex-marido. Envió la copia de la carta que les mandó a sus padres y una explicación de sus razones:
[Mónica]: Que ya era tiempo, pues, de que… de que asumiéramos esa culpa que tenemos todos. Eso fue lo que aprendí en mi terapia: hay que mirar las cosas de frente, ir a buscar la verdad y sacarla. Y la ropa sucia no se lava en casa, sino se lava afuera, y se pone al sol, y se abre, y se pone para que se vaya todo lo malo.
[Camila]: Sus hermanos no reaccionaron bien. Según Mónica, pensaban que era injusto tener que pagar.
[Mónica]: Lo que les preocupaba era lo que eso podría costar.
[Camila]: Pero no solo era la plata, sino la reputación, el nombre de la familia, lo que angustiaba a sus hermanos.
[Mónica]: Eso es lo que les da vergüenza: que los vecinos se enteren. ¡Como si no se hubieran enterado! Allí está la niña zarrapastrosa, eh… maltratada, golpeada, siempre en harapos. Que no estudia, que no… que no tiene atención médica, que se le están pudriendo los dientes. Todo el mundo vio eso.
[Camila]: Después de toda la reacción negativa de sus hermanos, y dado que ya era evidente que ni Vitaliano ni Eunice iban a responder al reclamo de la carta, Mónica le preguntó a Nohemí si quería que pusieran una tutela.
La tutela es un mecanismo legal que pretende garantizar la protección judicial inmediata de los derechos fundamentales. La palabra clave aquí es “inmediata” por lo que normalmente hay un tema de prescripción, es decir, del tiempo que puede pasar desde que se vulneran los derechos.
Cuando Mónica le preguntó, Nohemí dijo:
[Nohemí]: “Pero nena, y ¿qué?… ¿o qué?… o sea, yo no tengo ni idea de eso”. Dijo: “No, tú no te preocupes por nada de eso”.
[Mónica]: Y… Y ya, teniendo mi testimonio y mi… y mi colaboración, ya… ya es otra cosa. Me dijo: “Si tú me ayudas, pues claro que sí, yo los denuncio”. Yo le dije: “Yo creo que sí deberías hacerlo, y eso es lo que te ofrezco: que yo te apoyo”.
[Camila]: Mónica contactó a varios abogados que rechazaron el caso.
[Mónica]: Por lo que la historia, pues, era tan vieja. Pero entonces me pareció evidente que no… no era una historia vieja —lo que… lo que le hicieron sí, de robársela, pues, y… y esclavizarla, y maltratarla, eso es viejo—, pero lo que le siguen haciendo hoy, eso es un derecho fundamental que le están violando: es el derecho a conocer la verdad.
[Camila]: La verdad a la que se refiere Mónica es a la verdad de la historia de Nohemí, de su identidad, de sus orígenes. Es un poco confuso, pero intentaré explicarlo de la manera más clara posible.
Los Sánchez siempre le contaron que un tío de ella había mediado para que su mamá se la entregara en adopción a Vitaliano. Pero el único documento de esta presunta adopción lo encontró Nohemí en la casa de los Sánchez. Y a pesar de que aparece ahí la que creemos es su mamá —una mujer llamada Rosario Arias— entregándola a la abuela de Mónica, el papel no está firmado por la mamá, sino por el tío. Y la niña que figura ahí, ni siquiera se llama Nohemí.
[Camila]: Cuando Nohemí tenía como 23 años se fue para su pueblo, y con este documento, con el nombre de su mamá que aparecía ahí, fue capaz de encontrar en la iglesia su partida de bautismo.
[Nohemí]: Cuando encuentro la partida de bautismo, oh sorpresa que mi nombre no es Nohemí por ningún lado, sino María Arias.
[Camila]: Mónica se sentía obligada a ayudar a Nohemí a descifrar su historia, así que siguió insistiendo por todos los lados posibles. Se metió a Internet, sacó un modelo de tutela, y se encargó de hacer ella misma un borrador. Un poco después dió con una abogada, Ximena Castillo, que, cuando vió la tutela que había escrito Mónica, no dudó en tomar el caso. Corrigió lo que había hecho Mónica y la radicó. Esta es Ximena:
[Ximena Castillo]: No pretendíamos revivir términos judicialmente fenecidos por el delito de tortura, de violación, de tráfico de personas. Sino reivindicar a Nohemí como un ser humano con derecho a una identidad y a una familia, al igual que sus hijas. Es decir, porque Noemí no termina en Nohemí, Nohemí sigue y las hijas de Nohemí también tienen derecho a saber de dónde vienen.
[Camila]: Pasaron la tutela a un juez municipal. Nohemí, Vitaliano y Eunice declararon. La abogada me contó que estuvo presente sólo en la declaración de Vitaliano.
[Ximena]: Y Vitaliano no tiene ninguna aceptación de esos hechos, ni ningún asomo de arrepentimiento.
[Camila]: Traté de hablar con Vitaliano, con Eunice o con alguno de los hermanos de Mónica, pero me dijeron que su abogado preferiría que no dieran declaraciones.
En los testimonios que dieron Eunice y Vitaliano a la corte, la frase “obra de caridad” se repite varias veces. Eunice declara que no la puso de empleada porque —y abro comillas— “¿quién pone a una niña de 5 o 6 años o 7 a manejar una estufa de gas para que estalle?” —cierro comillas—. Y cuando a Eunice le preguntan cómo disciplinaba a Nohemí, dice: «Como castigaba a mis hijos: una palmada, un zangoloteado en el brazo”.
Cuando le preguntan a Vitaliano cómo eran las condiciones de Nohemí en su casa, responde: “A ella se le consideraba una empleada del servicio, no empleada, sino pues alguien especial que estaba criándose con nosotros».
Así se defendieron los Sánchez, y, en esta primera tutela, ganaron. El juez dijo que los delitos ya habían prescrito.
Nohemí apeló y volvió a perder en un juzgado superior, en donde se argumentó que su demora en reclamar demostraba su falta de urgencia a la hora de amparar sus derechos. Ximena me explicó estos fallos en los siguientes términos
[Ximena]: Hubo un problema de… de apego a la formalidad y de pereza de los funcionarios judiciales que tuvieron, eh, el caso bajo su conocimiento.
Hubo… abulia, indolencia, como suele suceder en este país, donde es frecuente que la ley sea para los de ruana. Pero no para favorecerlos, sino para discriminarlos.
[Camila]: La abogada presentó una insistencia y esta pasó a la Corte Constitucional, la cual, el 12 de diciembre del 2012, le dió la razón a Nohemí.
La corte ordenó que Vitaliano y Eunice tienen que indemnizar a Nohemí con plata. Pero además, le ordenó al Ministerio del Interior encargarse de buscar a la familia de Nohemí y actuar para evitar que esto ocurra con otros menores de edad.
El fallo de la corte fue noticia en todos los medios colombianos…
(SOUNDBITE DE NOTICIEROS)
[Periodista]: La Corte Constitucional condenó a una familia de Anzoátegui, Tolima, a decirle…
[Periodista]: Esclavitud en pleno siglo 21. Mucha atención, porque la Corte Constitucional ordenó…
[Periodista]: El Ministerio del Interior deberá encontrar a los padres de una mujer que desde los 6 años de edad fue sacada de su hogar en Anzoátegui, Tolima, y esclavizada por una familia…
[Camila]: Pero es que, aunque trágica e indignante, la historia de Nohemí es mucho más común de lo que quisiéramos creer. Solo en Colombia, hay 750 mil personas que trabajan como empleadas del servicio doméstico, y todos los días se reciben cientos de denuncias de abuso de todo tipo.
En este contexto, las acusaciones de Nohemí tal vez no sean demasiado sorprendentes. Lo sorprendente es el tipo de fallo que hizo la corte que muchos describieron como “histórico” por la forma como supera el obstáculo de la prescripción.
Unos días después del veredicto, los hermanos de Mónica sacaron un comunicado en el que dicen que, para ellos, “las acusaciones no tienen sentido alguno”, y que “esta situación resulta terriblemente dolorosa por sus orígenes y consecuencias”, ya que se ven “en la desagradable obligación de tener que sacarla a la luz pública “. Y añaden que el “origen real de todas estas acusaciones es la brillante capacidad intelectual, elocuencia, y, al mismo tiempo, graves problemas mentales de nuestra hermana Mónica».
Ximena, la abogada, responde así:
[Ximena]: Pues a mí me encantaría que en Colombia hubiese varios enfermos mentales como Mónica. Personas tan inteligentes, tan solidarias y tan valientes. Y con tanto sentido de su responsabilidad. Me encantaría que este fuera un país lleno de ese estilo de mentes.
[Camila]: Ahora a Nohemí le queda esperar el resultado que dé el juez en una corte civil del monto con el cual será indemnizada. Y sin duda, para una mujer en su situación, ese dinero puede llegar a cambiar su vida. Pero hay algo aún más emocionante:
[Nohemí]: [Llorando] O sea, yo como quisiera tener acá a mi mamá y abrazarla, y tenerla aquí acostada y darle mucho besitos y quererla, y a mí sí me gustaría encontrarla. Me encantaría encontrarla y trae… si ella de pronto estuviera así en mala situación o algo. No importa lo que haya pasado, ¿ya… ya qué?… ¿Ya qué importa? Pero como me encantaría tenerla, tener un hermano. O sea, la sangre mía.
[Camila]: Y es que, en últimas, el caso legal de Nohemí se trató de eso, de una niña que nunca tuvo la oportunidad de conocer a su mamá, de saber nada sobre su familia biológica. Y ahora, con ese reporte que deben darle los del Ministerio del Interior, tal vez, algún día no tan lejano, podrá saber algo sobre su historia.
[Daniel]: En los 5 años que han pasado, Nohemí —con la ayuda del Ministerio del Interior— logró dar con el paradero de su mamá biológica. Se conocieron en agosto del 2014.
Lastimosamente, el encuentro no fue lo que ella había esperado. Hoy no tienen ninguna comunicación.
Según una orden judicial, la familia Sánchez debía pagar una indemnización, pero ese dinero aún no le ha llegado a Nohemí.
Camila Segura es la Editora Principal de Radio Ambulante. Vive en Bogotá. Esta historia fue editada por mí. La mezcla y el diseño de sonido son de Andrés Azpiri.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Jorge Caraballo, Patrick Mosley, Ana Prieto, Barbara Sawhill, Luis Trelles, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa, Luis Fernando Vargas y Silvia Viñas. Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
Conoce más sobre Radio Ambulante y sobre esta historia en nuestra página web: radioambulante.org.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.