La mutación paisa | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Hola Ambulantes, antes de comenzar quiero contarles solo un poco de lo que nos costó producir la historia que van a escuchar. No solo el tiempo y el talento de nuestro productor, en este caso, David Trujillo… sino los viajes a Medellín, idas y vueltas por la ciudad. Los meses de investigación, de escritura y edición, la verificación de datos… La mezcla. Tengan todo eso en mente mientras escuchan. Ahora saquen la cuenta… Hacemos esto para 30 historias por temporada en Radio Ambulante, y otras 50 al año en El hilo.
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Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón.
Empecemos en el Hospital Universitario San Vicente de Medellín. Es 1984 y Francisco Lopera, estudiante de último año de neurología, está haciendo lo rutinario: recibir y registrar a los pacientes que van llegando.
[Francisco Lopera]: Entonces había en urgencias un paciente. La familia lo trajo porque había perdido la memoria y estaba cambiando de comportamiento y ya no podía trabajar, pues él era un campesino. Se embolataba para ir a… a ordeñar sus vacas o ir a hacer las actividades del campo. Entonces yo decidí hospitalizarlo para hacerle chequeos.
[Daniel]: Francisco le hizo algunos tests neuropsicológicos: evaluaciones de memoria, atención, concentración y hasta pruebas de razonamiento matemático. Desde antes de estudiar medicina le había fascinado el cerebro, su funcionamiento y las enfermedades que lo atacaban.
[Francisco]: Lo que me interesaba era la demencia, los problemas del lenguaje, los problemas de la atención y concentración, los problemas de razonamiento, los problemas de la memoria.
[Daniel]: Así que quería entender la forma en que el cerebro de este paciente estaba manejando los recuerdos.
[Francisco]: Cuando lo evaluamos, yo descubrí que ese paciente tenía un trastorno de memoria muy parecido a lo que se describía en los pacientes con Alzheimer.
[Daniel]: Francisco ya había estudiado el Alzheimer en la universidad y sabía algunas cosas: que es el tipo de demencia más común. Que suele aparecer con la vejez, cuando se van formando unas manchas en la zona del cerebro relacionada con la memoria. Que en algunos casos aparece de forma esporádica… pero que en otros puede heredarse. Que al principio aparecen algunos síntomas leves, como confusión espacial, olvidos repentinos o repetición de preguntas.
Que la enfermedad no mata a quien la padece, sino que en las etapas finales, la persona no puede hacer movimientos voluntarios, ni siquiera caminar o tragar, y eso termina provocando daños más graves en el cuerpo. Y que no tiene cura.
Y, bueno, además de saber la teoría, también lo había visto de cerca: su abuela sufrió de Alzheimer cuando él tenía unos 19 años y empezaba a estudiar medicina. Fue esporádico, es decir, no parecía haber antecedentes familiares. La habían llevado donde varios especialistas y no se podía hacer nada. Muy rápido dejó de reconocer a sus hijos.
[Francisco]: Y me hice pues como la promesa de que cuando yo fuera médico eso no iba a pasar con ninguna abuela, de que no reconocieran a sus hijos.
[Daniel]: Por eso se interesó tanto en este paciente. Los resultados de los exámenes apuntaban claramente hacia el Alzheimer…
[Francisco]: Pero lo único que no me cuadraba es que era muy joven: el paciente tenía 47 años. Normalmente el Alzheimer empieza después de los 65 años.
[Daniel]: Y él nunca había visto eso. Francisco investigó más y encontró algo que lo intrigó: en el mundo se habían registrado algunos casos de personas jóvenes con Alzheimer, pero no se sabía qué lo producía. Hablando con la familia del paciente, se enteró de que tanto su madre, como uno de sus abuelos, empezaron a perder la memoria tan jóvenes como él. Aunque nunca los diagnosticaron, murieron con unos síntomas muy parecidos.
El diagnóstico al que llegaron Francisco y sus colegas fue demencia tipo Alzheimer de inicio precoz hereditario. Pero no pudieron hacer nada más: lo enviaron de vuelta a su casa con recomendaciones para cuidarlo. Como el Alzheimer no tiene cura, lo único que pueden hacer los médicos es recetar algo para dormir, y para controlar la ansiedad, la depresión o la agresividad.
Aun así, Francisco no se desprendió del caso, y decidió viajar al pueblo donde vivía este hombre. Quería buscar más respuestas. Pero en ese momento, no pudo hacer mucho más para resolver el misterio. Era apenas un estudiante y no tenía cómo hacer exámenes más detallados del cerebro.
Solo recogió todos los datos posibles sobre síntomas, contexto en el que vivían, edades y, tiempo después, con un acuerdo de no revelar nombres, escribió un artículo científico junto a tres otros colegas que trabajaban en el mismo hospital para dejar constancia del extraño caso.
Al poco tiempo de conocer a ese primer paciente, la historia se repitió: llegó una mujer al hospital con síntomas parecidos. Esta vez la recibió una enfermera, Lucía Madrigal…
[Lucía Madrigal]: Una paciente en la década de los 40 que había… Pues que estaba rara. Que había cambiado. La familia decía que no recordaba a nadie y que recordaba mucho lo antiguo y lo nuevo no lo recordaba.
[Daniel]: Venía de un pueblo en la misma zona al norte de Medellín de donde era el primer hombre que había obsesionado a Francisco. Ya Lucía sabía de ese caso, y al día siguiente le contó todo a Francisco. La mujer parecía tener Alzheimer y, como el otro paciente, también era precoz. Era demasiada casualidad que esas condiciones rarísimas se dieran justo en dos personas de una misma zona.
[Lucía]: Yo le pregunté que qué podemos hacer. Y me dijo no, pues es que tampoco tenemos forma de trabajar. Eso tendríamos que tener proyectos para poderlo hacer, dinero…
[Daniel]: Francisco estaba intrigado, pero le parecía una apuesta arriesgada. En esa época, mediados de los 80, no se sabía muy bien por qué se producía el Alzheimer, y mucho menos esta variante prematura tan extraña. Como en el primer caso, tampoco tenían recursos para investigar a fondo: no podían hacer estudios detallados del cerebro o analizar el ADN, pero su intuición apuntaba a que en los cerebros de esas personas podía haber respuestas valiosas para entender mejor el Alzheimer. Francisco le preguntó si le interesaba:
[Lucía]: Y fui tirando del hilo de los datos que me habían dado y empecé a trabajar.
[Daniel]: Pronto se darían cuenta de que esa intuición que tenían no era tan infundada. El Alzheimer se estaba investigando en otras partes del mundo, pero nadie podía prever que un hospital universitario de una ciudad colombiana podría ser tan importante en el proceso de entender la enfermedad.
Después de la pausa, nuestro productor David Trujillo nos sigue contando…
Ya volvemos.
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[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Aquí David Trujillo.
[David Trujillo]: Cuando Francisco visitaba a su abuela con Alzheimer, le sorprendía mucho la agresividad de la enfermedad y la velocidad con la que avanzaba. Él apenas estaba empezando a estudiar medicina, así que solo podía dar una explicación.
[Francisco]: Me parecía en esa época que eso era negligencia de los… de los médicos.
[David]: En realidad, en ese momento no se trataba de negligencia médica, sino de desconocimiento. Francisco fue entendiéndolo mientras avanzaba en su carrera. Así supo, por ejemplo, que el Alzheimer era una enfermedad registrada desde hacía relativamente poco tiempo. Recién en 1906 el psiquiatra alemán Alois Alzheimer describió por primera vez los síntomas particulares de una mujer: desorientación, incoherencia al hablar, pérdida de memoria…
Cuando la mujer murió, Alzheimer pudo examinar su cerebro detalladamente. Puso una partecita en el microscopio y al verla se dio cuenta de algo que Francisco también vio en la universidad:
[Francisco]: Haces una coloración especial y puedes ver una mancha en el centro. Que se ve de color amarillo. Y en la periferia una corona de… de manchas negras.
[David]: Alois Alzheimer fue la primera persona en describir estas manchas rodeadas de coronas -o placas seniles y ovillos neurofibrilares, para ser más técnicos-, y relacionarlas con una enfermedad que nunca había sido registrada. En 1907, Alzheimer publicó el estudio completo de su descubrimiento, y tres años después empezaron a llamar a esa enfermedad con su nombre. Pero pasarían décadas de investigación para entender de qué eran esas manchas rodeadas de coronas y qué las producía.
Cuando Francisco y Lucía empezaban su investigación, en los años 80, en el resto del mundo recién se comenzaban a responder esas preguntas claves sobre el Alzheimer. Primero lo más básico: esas manchas están hechas de proteínas mal procesadas. Francisco las llama “basuras”.
[Francisco]: Entonces son dos basuras: amiloide en el corazón de la placa.
[David]: O sea, la mancha amarilla es de una proteína que se llama amiloide… beta amiloide, para ser exactos.
[Francisco]: Y tau en la periferia de la placa.
[David]: La corona de manchas negras alrededor es de otra proteína que se llama tau. Pero estas manchas no están únicamente en los cerebros de las personas con Alzheimer. También aparecen en los que no tienen la enfermedad.
[Francisco]: Sí hay placas en el envejecimiento normal, pero en un grado tal, que pues que no alcanza a producir pérdida de la memoria y pérdida de las funciones mentales superiores.
[David]: Es decir, hay muchas más manchas en pacientes con Alzheimer y eso es lo que desata los síntomas.
Cuando Lucía le contó a Francisco el caso de la mujer, también le mostró algo muy importante: la genealogía. Eso era lo que solían hacer con pacientes con esta enfermedad: averiguar en su historia familiar si había casos parecidos. No para curarlo, porque aún, hoy en día, no existe nada para tratar esta enfermedad, pero si encontraban un origen hereditario, podían, por un lado, advertir a la familia sobre futuros casos. Y por el otro, recoger información valiosa para empezar a estudiar un posible tratamiento.
Lucía había empezado a estudiar medicina y luego se dedicó a la enfermería, pero siempre le interesó la psicología. Desde 1983, cuando entró al área de neurología del hospital, venía acompañando a Francisco en todas las consultas posibles. De esa forma había aprendido muy bien los procedimientos de diagnóstico, así que en este caso agarró lápiz, papel y empezó a hablar con los familiares de la mujer. Es importante aclarar que, así como en el primer paciente, hubo un acuerdo para no revelar su nombre.
Lucía les pidió a los familiares que le contaran su parentesco con ella, que le dijeran quiénes eran sus ancestros y las fechas de nacimiento. Con esa información Lucía empezó a dibujar el árbol.
[Lucía]: La genealogía tiene algunas formas especiales. Por ejemplo: los hombres son cuadraditos, las mujeres son bolitas.
[David]: Si dos personas eran pareja, Lucía las conectaba con una línea horizontal…
[Lucía]: De ellos se desprenden los hijos, que siguen siendo cuadraditos o bolitas y a todos se les coloca fechas de nacimiento…
[David]: Pero además, Lucía les hacía una pregunta clave: quién tuvo síntomas parecidos a los de la mujer. Si le confirmaban un caso lo señalaba en el árbol.
[Lucía]: Cuando queremos mostrar que están enfermos, el enfermo se sombrea, se le da una sombra negra. Entonces, todos los que tengan sombra negra han sido afectados.
[David]: Y efectivamente: se trataba de un caso de Alzheimer hereditario. Lucía no recuerda cuántas personas tenían sombra negra, pero eran muchas.
[Lucía]: Además de que esa persona estaba enferma, también había estado el papá, los hermanos del papá y los tíos y tías abuelas. La abuela también había estado afectada de algo muy parecido que la familia no sabía qué era.
[David]: A Francisco le llamó la atención esta genealogía. Había visto algo parecido en el árbol del primer hombre que llegó al hospital. Con este segundo caso empezaba a notarlo con más claridad: esta enfermedad y la forma como se presenta era algo que se conoce como -y aquí me pongo técnico- un modelo de herencia autosómico dominante.
Suena muy complejo, pero básicamente significa que la enfermedad se daba por igual en cualquier sexo. Que los padres se la heredaban directamente a los hijos. Y, finalmente, si ambos padres estaban sanos, sus hijos también.
Para Francisco era fácil ver todo esto en el árbol genealógico, y de ahí sacar una conclusión muy importante: que había un gen dominante que causaba este Alzheimer precoz. O sea, había una partecita en el material genético de estas personas que era diferente… que tenía una mutación.
Pero eso no era todo lo que podía concluir. Basándose en las leyes fundamentales de la genética, Francisco calculó la probabilidad de que alguien en esa familia tuviera la enfermedad:
[Francisco]: Si ninguno de mis padres tiene esa mutación, mi riesgo es el 0%. Si uno de mis padres tiene esa mutación, mi riesgo es del 50%. Si ambos padres tienen esa mutación, mi riesgo es del 75%.
[David]: Una de cada nueve personas mayores de 65 años puede tener Alzheimer. Es una probabilidad alta, pero el 99% de los casos son esporádicos, es decir, que no lo heredaron. Cuando hay un familiar enfermo, la posibilidad de tener Alzheimer se duplica, y si son dos, el riesgo puede aumentar hasta siete veces.
Lo que sí era imposible solo con este árbol genealógico era saber cuál era ese gen distinto, mutado, y dónde estaba exactamente. Para eso necesitaban otro tipo de estudios.
Lucía aceptó la propuesta de Francisco de averiguar más y decidió viajar a la zona de donde venía la mujer. La idea era ampliar su árbol genealógico y, sobre todo, tomar muestras de sangre de cada persona enferma para conservar su ADN, su material genético. Aunque no tenían cómo estudiar esas muestras de forma avanzada, las guardaban con la esperanza de que algún día podrían analizarlas mejor, y con eso, tal vez, aportar a un conocimiento más detallado de la enfermedad.
Lucía llegó primero donde los familiares que ya había contactado, y ellos la empezaron a conectar con otros vecinos que también tenían los síntomas.
[Lucía]: Donde llegaba preguntábamos si habían más personas afectadas de esa misma familia. Siempre nos estaban señalando: en aquella casa hay una. Entonces, a la visita siguiente iba hasta esa casa. Allá preguntaba y luego me iba trasladando de una parte a la otra.
[David]: Todos resultaban ser familiares, algunos en grados más lejanos que otros, pero siempre tenían alguna conexión. Además, era muy común encontrar matrimonios entre parientes.
Los viajes de Lucía podían durar hasta una semana. Organizaba muy bien sus horarios para poder tener el tiempo disponible. Y todo esto lo hacía sin apoyo del hospital.
[Lucía]: Yo iba a las veredas con mi sueldo, otras veces pues le pedía al doctor Lopera. Él me daba 20 mil pesos. Ahorita parece nada, pero era mucha plata para el transporte, para comer en el pueblo.
[David]: A pesar de las muchas responsabilidades que tenía, siempre conseguía el tiempo y la plata para viajar. Le apasionaba el tema.
[Lucía]: Yo quería saber qué era lo que pasaba, que había tanta gente como con una cosa rara… todos con lo mismo, ¿no? Para aquella época no habían carreteras, era a lomo de mula que había que ir, por lo menos para que vieran a algún profesional que se… que se interesaba en ellos, ¿cierto?
[David]: En muchas de las casas que visitaba, había personas que claramente tenían la enfermedad desde hacía años pero que nunca habían sido diagnosticadas. Lucía les explicaba a los familiares que estaban haciendo una investigación científica, que querían saber el origen de lo que padecían… En varias ocasiones le dieron la misma respuesta. Francisco, que se graduó como neurólogo pero siguió trabajando en el hospital, también la escuchó cuando empezó a acompañarla a esas visitas:
[Francisco]: Ellos creían que había una maldición que producía la enfermedad en la familia.
[Lucía]: Para romper con los mitos y las creencias había que entrar a explicarles qué es lo que pasa.
[Francisco]: Y entonces planteábamos que nosotros no creíamos en la maldición, que nosotros creíamos era en una enfermedad, y que además creíamos que era hereditaria.
[Lucía]: Por eso lo estamos estudiando, para que algún día, les decía yo, haya algo con lo que se pueda paliar esta enfermedad, o que se pueda si no quitar, por lo menos hacer más suave, ¿cierto?
[Francisco]: Hubo familias que nunca aceptaron lo que nosotros les decíamos y seguían creyendo en la maldición. Otros descansaban, descansaban de saber que realmente no, no era una maldición.
[David]: Y estos últimos aceptaban ayudarles para que pudieran avanzar con la investigación. En el momento en que accedían, Francisco examinaba a las personas enfermas, les confirmaba el Alzheimer y les recetaba algunos medicamentos para dormir bien o reducir la ansiedad. Lucía registraba sus datos personales, nombres de los antepasados, familiares con síntomas parecidos y les tomaba muestras de sangre. Anotaba esa información en papel, y el árbol genealógico empezó a crecer.
[Lucía]: Primero en hojitas, después en cartulina… me quedaba pequeña la cartulina, entonces mi mamá hizo… me unió tres tablas que son con fórmica de las de escritorios. Y yo ahí a lápiz fui haciendo una tras otra, ¿cierto? Las fui pegando, y logré pegar mucha cantidad de individuos en la genealogía.
[David]: Alcanzaron a registrar a varias decenas de personas enfermas. Pero las familias en esa región del país tradicionalmente eran muy grandes: 10, 15, hasta más de 20 hijos… por eso, era muy probable que hubieran movido el gen a otros lugares. Así que Lucía y Francisco empezaron a buscar casos en pueblos cercanos… y no fue para nada difícil encontrarlos. Cuando las personas se enteraban de que ellos llegaban…
[Lucía]: Ya iban apareciendo. Van saliendo como debajo de las piedras, y en aquella época, con mayor razón, porque eran familias que sufrían las carencias habituales de una enfermedad neurodegenerativa.
[David]: Necesitaban ayuda de profesionales. Llevaban años con las mismas dificultades para cuidar a sus enfermos, con traumas psicológicos por verlos deteriorarse y, en muchos casos, perder el aporte económico de una persona que estaba en plena edad productiva. La calidad de vida de estas familias estaba muy deteriorada, y muchas veces no tenían herramientas para sobrellevar la situación.
La investigación científica no es lineal. De hecho, en muchos lugares y al mismo tiempo, se adelantan investigaciones sobre los mismos temas, y los científicos comparten sus descubrimientos entre sí con artículos publicados en revistas especializadas.
Por eso, en 1991, mientras Francisco y Lucía seguían recogiendo muestras, dos científicos dieron con una respuesta importante para entender el Alzheimer.
Tenía que ver con esas manchas en las neuronas… esas a las que Francisco llama basuras. Bueno, estos científicos descubrieron que en las células de las personas con la enfermedad había una mutación dentro del cromosoma 21. Recuerden ese número, 21, que va a ser importante. Esa mutación era la que provocaba estas manchas.
Pero la investigación científica tampoco se trata, o al menos idealmente, de una competencia de quién llega primero. El objetivo es unir esfuerzos para encontrar soluciones a diferentes problemas. En 1993, Francisco supo que Kenneth Kosik, un neurocientífico estadounidense que trabajaba en la Universidad de Harvard, iría a Bogotá. Kosik era muy reconocido por sus investigaciones del Alzheimer, e iba a dar una conferencia al respecto. Francisco no dudó un segundo y viajó hasta allá para mostrarle lo que habían hecho hasta el momento. Cuando terminó la charla, se le acercó.
Este es Kosik…
[Kenneth Kosik]: You know, when you’re in the Alzheimer field, after you give a talk, many people often come up and say, oh, there’s some else, you know, my mother has Alzheimer’s, my father. And so for maybe there was a half a second when I wasn’t sure if this was something that was going to be really super, super interesting.
[David]: Kosik dice que es común que después de dar charlas sobre el Alzheimer, se le acerquen personas a contarle que su mamá o su papá tiene la enfermedad. Cuando Francisco se le acercó para contarle lo que estaba haciendo, Kosik no pensó que iba a ser algo tan interesante…
[Kenneth]: But another half a second later, he told me about a very large family. And so we thought there was a gene, but we didn’t know the gene, and it suddenly I realized, oh, my gosh: Dr. Lopera is telling me something that is so unique, so special, that I really want to work on that with him.
[David]: Pero medio segundo después, cuando le habló sobre la familia y la enfermedad pensaron que había un gen, pero no sabían cuál. Y de repente se dio cuenta de que el doctor Lopera le estaba contando algo tan único, tan especial, que realmente quería trabajar con él.
Francisco le mostró la enorme genealogía que había estado haciendo con Lucía. Con esa información estaba muy clara la posibilidad de encontrar un gen responsable de la enfermedad.
[Francisco]: Y él me propuso que podríamos trabajar juntos para buscar si esta familia tenía esa mutación que había sido reportada en el cromosoma 21.
[David]: Por supuesto aceptaron. Era lo que Francisco y Lucía buscaban desde el principio: tecnología y recursos para poder hacer estudios más detallados.
Por esa época, una de las familias les donó un cerebro de uno de sus enfermos cuando murió. Ese cerebro se lo llevaron al laboratorio de Kosik en Estados Unidos y al revisarlo vieron que estaba lleno de las manchas típicas de la enfermedad. Confirmaron definitivamente que era Alzheimer. Con ese primer cerebro abrieron su propio neurobanco donde irían almacenando las diferentes muestras, incluyendo las de sangre que habían venido recogiendo.
Mientras tanto, en el hospital universitario donde trabajaban Fracisco y Lucía ya se estaba conociendo la investigación que adelantaban. Algunos de sus compañeros -médicos, enfermeros, psicólogos- empezaron a poner los ojos en el proyecto, y se fueron uniendo para avanzar no solo en ese estudio específico del Alzheimer, sino con otros relacionados con diferentes enfermedades neurodegenerativas. Por esa época crearon el Grupo de Neurociencias de Antioquia. Ya fue más fácil recibir recursos económicos de la universidad.
El doctor Kosik también les dio un software especial para digitalizar toda la información que tenían. Como se había vuelto más fácil organizar los datos, decidieron ir más atrás en el pasado de estas familias e intentar descubrir si había un origen común, un familiar muy, muy lejano que llevó la enfermedad a esa zona y terminó pasándola a otras generaciones.
Fueron a notarías e iglesias para buscar información de antepasados. Y ahí Lucía descubrió algo curioso:
[Lucía]: En las partidas de defunción los sacerdotes colocaban: Fulanito murió en tal fecha y tenía esta enfermedad. Antiguamente no decían Alzheimer, decían reblandecimiento cerebral.
[David]: Cuando revisaba la edad de la persona, coincidía con el promedio de vida de los enfermos que conocía: entre 45 y 51 años, aproximadamente. Eso era un indicio de que probablemente había tenido Alzheimer precoz hereditario. Empezaron a ir cada vez más atrás en la genealogía hasta que llegaron más o menos a 1645.
[Francisco]: Y luego descubrimos que sí, que verdaderamente se trataba de un tronco común. De que en Antioquia había un… un fenómeno… lo que se llama un efecto fundador. Es decir, que alguien trajo ese gen, lo sembró aquí, y se fue regando por todo el departamento.
[David]: Y en dos años de estudios con el doctor Kosik en los que analizaron el ADN de estas personas, lograron dar con algo que los sorprendió: que el cromosoma 21, el que habían estudiado los otros científicos a principios de los 90, no estaba relacionado con este tipo específico de Alzheimer precoz hereditario.
[Kenneth]: And that’s when I realized that the problem was going to be more complex. So I brought in another colleague of mine, a woman named Alison Goate. In collaboration with her, we looked at many more samples and we finally found the gene.
[David]: Kosik dice que ahí se dio cuenta de que estaban lidiando con un problema más complejo. Le pidió ayuda a una colega llamada Alison Goate, para estudiar más muestras de ADN hasta que, finalmente, lograron encontrar el gen con esa mutación que producía ese Alzheimer tan peculiar en esta zona específica…
[Kenneth]: There’s one position, one, you know, of those all that DNA, three billion letters, there’s one small mistake in one of them.
[David]: Dice: hay una parte en ese gen, una en todo el ADN de tres mil millones de letras, es decir, de información genética, que tiene un pequeño error. Ese gen con la mutación estaba en el cromosoma 14. Y esta pequeñísima alteración, minúscula, hacía que los descendientes de ese tronco común llevaran generaciones y generaciones padeciendo este tipo de Alzheimer.
Lo primero que hicieron fue contarles el descubrimiento a las personas que participaban en el estudio.
[Francisco]: Y que quedaba claro que no era una maldición, sino que era una enfermedad hereditaria y que por eso era muy importante que ellos siguieran vinculados a las investigaciones que estaba haciendo el grupo, con la finalidad de que algún día pudiéramos encontrar la manera de controlar la enfermedad.
[David]: Era una gran noticia. Habían pasado aproximadamente una década recogiendo datos, muestras… invirtiendo dinero, tiempo, trabajo, y por fin confirmaban las sospechas que empezaron con esas primeras genealogías. Pero al mismo tiempo…
[Lucía]: Es una ambivalencia porque sí, es verdad, están corroborando lo que nosotros vimos en la genealogía, en las evaluaciones médicas, pero qué pesar, porque cuando es esporádico uno dice bueno, pues, es que es esta persona y no hay más. Pero aquí uno sabe que sí, que siempre va a haber alguien que tiene esa mutación, ¿cierto?
[David]: Mutación o maldición… para los que padecen la enfermedad viene a ser lo mismo. El nombre técnico que le dieron es E280A en presenilina 1… Pero Francisco y su equipo le pusieron otro nombre más sencillo, que coincide con la forma como se les dice a las personas de esa región del país.
[Francisco]: La mutación paisa, que es única de acá.
[David]: Y es importante dejarlo claro: hasta el momento, esa mutación paisa, que está específicamente en el cromosoma 14, no se ha registrado en ningún otro lugar del mundo. Es más, tampoco se ha encontrado otra población así de grande con Alzheimer precoz hereditario.
En 1996, publicaron un artículo sobre ese descubrimiento en Nature, una de las revistas científicas más reconocidas internacionalmente. Cinco meses después, publicaron otro artículo en la revista médica JAMA, sobre las características clínicas que tiene este tipo de Alzheimer tan particular que existe en Colombia.
La investigación no paró ahí. Con el tiempo siguieron uniéndose más voluntarios para hacerle seguimiento a la enfermedad y saber cómo iba avanzando en nuevas generaciones. El Grupo de Neurociencias de Antioquia siguió alimentando su base de datos con miles de personas de unas 25 familias de la región que tienen la enfermedad. Ahí también están registradas las personas que tienen la mutación paisa, y hoy son aproximadamente 1.500.
Aunque solo con una muestra de sangre se puede revelar si alguien tiene la mutación paisa incluso antes de desarrollar síntomas, el Grupo de Neurociencias optó por mantener la confidencialidad de esa información. Los investigadores sí tienen acceso a ella, pero tienen el deber ético de no compartirla con nadie. Lo hacen para evitar el impacto psicológico que podría causarle a una persona saber que en unos 10 o 20 años va a perder la memoria. Y que en un tiempo más, va a terminar postrada en una cama sin poder hacer nada. Además, aunque la prueba es muy confiable, pueden haber errores humanos en el proceso, y es un tipo de información que no debería compartirse si no hay absoluta certeza. El impacto de saber eso podría ser muy fuerte, y el Grupo de Neurociencias aún no tiene la capacidad para brindar ayuda emocional adecuada y permanente. Lo único que saben estas personas es que tienen probabilidades muy altas de padecer Alzheimer precoz… y también sus hermanos y sus hijos y sus nietos…
Lo que sí ha venido haciendo el Grupo desde principios de los 90 es ofrecer apoyo a los familiares y cuidadores de los enfermos para poder sobrellevar la situación. Lucía, que terminó haciendo un doctorado en psicología clínica, se encarga de esos proyectos.
[Lucía]: Monté unos talleres que yo los llamaba psicoeducativos para que ellos pudieran hablar del enfermo, de la enfermedad, de cómo se sentían ellos.
[David]: También dan talleres de cuidados.
[Lucía]: Cuidados básicos de enfermería, cuidado de la piel, cambios de posición, terapia respiratoria, prevención de heridas y, si las tienen, cuidado de las heridas, nutrición, cómo movilizar al paciente, cómo bajarlo de la cama sin que el cuidador se canse tanto, ¿cierto?
[David]: Es una forma de retribuir todo lo que les han dado y le siguen dando a la investigación: genealogías, muestras de sangre, la posibilidad de escanear su cabeza, la donación de los cerebros de los familiares que mueren, los viajes hasta Medellín, la hospitalidad cuando los visitan en sus casas…
Ese compromiso que tienen con la investigación es por las ganas de algún día encontrar algo para tratar la enfermedad, tal vez para retrasarla, ojalá para curarla… Lo que sea, pero algo. Y aunque puede que para mucha gente el Alzheimer no parezca tan duro para el que lo padece, porque finalmente se le va a olvidar, porque no hay dolor físico, al principio puede haber momentos de lucidez en los que se chocan con la revelación de padecer una enfermedad incurable, que cada día los pone peor.
No me imagino lo aterrador que debe ser crecer sabiendo que hay una posibilidad grande de que algún día te pierdas, de que vas a desaparecer aún estando ahí… ¿Cuál será el último momento que se quede en la memoria? ¿Dónde vas a vivir? ¿Con quién? Luego pienso en ese otro lado, en las personas alrededor que van viendo el deterioro: si ya es devastador ver que una sola persona cercana se enferme, no me imagino cuando son varias y además tener que cuidarlas.
Quise conocer con más detalles qué significaba el día a día de uno de estos cuidadores y también qué sentían los miembros de esas familias al saber que hay una probabilidad altísima de tener la enfermedad. Así que decidí viajar a Medellín para hablar con algunos de ellos.
Ya volvemos.
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[David]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy David Trujillo.
Lucía me puso en contacto con un enfermero que trabaja en el Grupo de Neurociencias de Antioquia y que en su árbol genealógico tiene la mutación paisa. Se llama Francisco Piedrahita.
Nos encontramos en la sede del Grupo en Medellín. Llegué temprano ese día, a finales de julio del 2021, y me dijo que fuéramos a uno de los consultorios para conversar con calma. Mientras caminábamos, empezó a hablarme de su familia…
[Francisco Piedrahita]: Yo vengo de una… de una unión de dos primos hermanos, por el lado de mi papá, la abuela se enfermó, el abuelo se enfermó, todos los hermanos de mi papá se enfermaron, el único que queda es él. Y por el lado de mi mamá también ya se han muerto cuatro, dos con la enfermedad.
[David]: Y su abuelo materno, que era hermano de su otro abuelo, también se enfermó…
En total, Francisco logra contar unas 12 personas de su familia que sabe que han tenido Alzheimer precoz. Aunque su mamá tiene 63 años y su papá 70, hasta el momento no han tenido síntomas.
[Francisco]: La enfermedad ha tocado muy de cerca a la familia y nos ha atacado por todos los lados. Me parece, pues, casi un milagro que mi papá y mi mamá… esté con ellos porque yo hacía la cuenta y yo, para estas épocas, yo no tendría ni papá ni mamá, porque yo dije, bueno, si aquí todo mundo se va a enfermar ellos también se van a enfermar.
[David]: Pero así es la mutación: a veces se hereda, a veces no… Aunque cabe la posibilidad de que se desarrolle más adelante. Nunca se sabe.
[Francisco Piedrahita]: No, mi mamá me repetía cualquier cosa y yo me quería morir. Mi papá decía se me olvi…, se me perdió… y yo ay, ya va a empezar. Fue pasando el tiempo, pasando el tiempo, pasando el tiempo. Cuando ellos empezaron como más o menos de 55 años hacia arriba, ya yo me fui tranquilizando, porque entre más mayor se va como disminuyendo el riesgo de desarrollar la enfermedad.
[David]: Se refiere a este Alzheimer precoz: si pasan de los 50 sin síntomas, es más probable que no tengan la mutación.
Francisco tiene 42 años y creció en una finca en la misma zona al norte de Medellín. Desde que tiene uso de razón ha tenido enfermos de Alzheimer alrededor, y no solo en su familia, también los vecinos… con los que finalmente estaba conectado en el árbol genealógico.
Francisco recuerda verlos cuando era niño…
[Francisco]: Caminaban por ahí pero no hablaban ni nada, y como ellos van adoptando una posición como agachaditos y miran a uno fijo a los ojos entonces a uno le daba miedo. Me acuerdo que mi hermanito lloraba y gritaba porque le daba mucho miedo. Nosotros en ese tiempo no sabíamos qué estaba pasando con nuestros seres queridos, simplemente se decía “se embobó”. “Le dio la bobera, le dio de la bobera” y ya está. Porque es que la palabra Alzheimer no existía.
[David]: Bueno, no existía para ellos… nadie se las había enseñado. Ningún médico les había dado un diagnóstico. Pero luego, a mediados de los 80, llegó Lucía. Francisco tenía unos siete años.
[Francisco Piedrahita]: Yo me acuerdo la primera vez que llegó la doctora Lucía. Ella llegó a mi casa y le dijo a mi mamá: oíste, contame una cosa, por aquí hay gente así, así, así, y ¡ja! Empieza mi mamá: vea, en tal parte hay una. Allá se murió otra, allí otra, y ahí otra, y ahí otra, otra, otra, otra, otra. Lucía se quedó pasmada, ¿cómo así? ¿Tantos?
[David]: Sí, muchos. Ahí Lucía empezó a hacer lo que ya contamos: las genealogías, las tomas de muestras. Tiempo después, Francisco recuerda que fueron médicos del Grupo de Neurociencias de Antioquia a explicarles la investigación.
[Francisco Piedrahita]: Nos hicieron una reunión en la escuela veredal y ahí fue en donde se hizo oficial, a todo mundo le dijeron: esto es lo que ustedes tienen. Se llama así, se llama asá, se manifiesta de la siguiente manera. Ahí fue donde ya todos nos enteramos.
[David]: A Francisco también le tomaron muestras de sangre a los 14 años. Luego, en 1995, fue cuando confirmaron la mutación paisa, en el cromosoma 14, y les dijeron que era muy importante seguir con la investigación para dar con un posible tratamiento del Alzheimer. Y aunque siempre les dejaron claro que no sería pronto, sí fue una luz para estas familias… y, de hecho, en muchos casos, esa es la única esperanza que tienen para tal vez romper con esa herencia.
[Francisco Piedrahita]: Nosotros vivimos eternamente agradecidos con ellos por ese compromiso, por ese amor, por esa dedicación en buscar una solución para esta enfermedad de nosotros.
[David]: Francisco estudió para ser auxiliar de enfermería, y en 2009 Lucía lo invitó a dar con ella los talleres que le ofrecen a los familiares de los enfermos. Desde entonces trabaja en el Grupo de Neurociencias de Antioquia, involucrándose de lleno en el tema del Alzheimer precoz más allá de lo que ha vivido en su familia.
Conocer a Francisco me impactó. Toda su vida rodeado de esta enfermedad tan dura y aun así escoger seguir viéndola a todas horas, en cada momento. Él me lo explicó así:
[Francisco Piedrahita]: A mí sí me estaba eso afectando mucho porque yo me estaba poniendo muy sensible. Me tocó, en realidad, hacer una retroalimentación mental y continuar. Este es mi trabajo. Y hay que ayudar y colaborar.
[David]: En un momento pensé que después de tantos años de estar tan cerca de la enfermedad, tal vez se había acostumbrado a ella… así fuera de cierta forma. Pero no.
[Francisco Piedrahita]: A veces pienso y yo digo pero un mundo tan grande y tocarnos solamente a nosotros con esta enfermedad. Uno siempre está como con ese temor latente. Hay días que uno se levanta o se pone a pensar en eso y dice, bueno, ¿y ahora quién sigue? ¿Y ahora quién sigue?
[David]: Ahora se está acercando a sus 45 años, y ya tiene primos de casi su misma edad a los que les están empezando los síntomas. Y aunque sus papás no han desarrollado la enfermedad, ellos no saben si tienen o no la mutación paisa. Y él tampoco lo sabe. Y ese es tal vez el dilema más grande que pueda tener una persona como Francisco. Saber o no saber.
[Francisco Piedrahita]: Yo no me voy a poner a buscar lo que no se me ha perdido. Si llevo 42 años y para ser feliz y donde estoy no necesito esa información, para los otros… lo que me falta de acá en adelante, tampoco la voy a necesitar. Entonces con saber no voy a solucionar ni voy a arreglar nada, yo creo que así está bien.
[David]: Confieso que antes de escuchar esta respuesta yo pensaba que sí, que querría saber sin dudarlo un segundo. Yo soy de los que vive mejor con certezas. Pero luego entendí el punto de Francisco: esa información no va a cambiar nada en la práctica. Seguramente solo aumenta la angustia de saber que viene lo inevitable y de siempre estar pensando que ya llegó el momento. Y, como me dijo, a él, en últimas, la enfermedad como tal no le da miedo padecerla…
[Francisco Piedrahita]: Porque en realidad es una enfermedad que a mí se me olvida y no duele. Para mí es más miedoso pensar es ¿yo a quién me le voy a ir a arrimar? ¿Yo a quién le voy a ser carga?
[David]: Para muchas personas de los que tienen la mutación paisa, o en realidad a cualquiera que tenga la posibilidad de desarrollar Alzheimer, esa es su mayor preocupación. ¿Quién me cuidaría? ¿Para quién voy a ser una carga?
[Gladis Betancur]: Buenas tardes…
[David]: Hola, Gladis…
Francisco me recomendó que hablara con su prima, Gladis Betancur. A ella le tocó cuidar a su mamá, Magnolia Piedrahita. Un año después de que su bebé recién nacido muriera, empezaron los primeros síntomas. Magnolia tenía solo 47 años. Al principio fueron cosas que parecían pequeñas… por ejemplo, le llevaba café al esposo y cuando volvía a la cocina con la taza vacía…
[Gladis Betancur]: Como que decía, ¿yo… yo llevo el pocillo o voy a servir el tinto? Entonces iba otra vez y le servía tinto. Amá, pero usted ya le llevó tinto a mi papá. Ah, ¿sí? Ah, bueno. Y al momentico volvía y lo hacía.
[David]: También contaba lo mismo, una y otra vez… Cuando eso pasaba, Gladis, en su desconocimiento, la hacía caer en cuenta.
[Gladis]: Ma, ya me dijo. Entonces ella agachaba la cabeza y se ponía triste.
[David]: Y es que Magnolia ya lo había visto de cerca: una de sus hermanas, por ejemplo, había muerto con Alzheimer con menos de 40, y al poco tiempo a su mamá, o sea, la abuela de Gladis, le empezó la enfermedad y también murió.
[Gladis]: Mi mamá era una de las que decía “ay, Dios permita que a mí no me dé porque qué miedo uno sin saber dónde está parado”. Como que la tuvieran que cuidar, como que le tuvieran hasta que poner la ropita. O sea, ella vivía como muy preocupadita por eso.
[David]: Aunque hubo momentos de negación, siempre llega el momento en el que la enfermedad se revela.
[Gladis]: Por ejemplo, nosotros no pensamos que mi mamá estaba tan mal hasta un día que se salió desnuda.
[David]: Ese día, Gladis iba caminando hacia la casa de su mamá. Desde afuera la alcanzó a ver.
[Gladis]: Cuando la vi cogiendo una ropa, o sea, que la habíamos acabado de lavar, salió a coger esa ropita para ponérsela. Yo le pegué fue el grito y yo “Amá, pero por Dios, ¿usted qué está haciendo aquí así? Venga”. Y ahí mismo pues la entré.
[David]:En ese momento, Gladis entendió.
[Gladis]: Yo me puse a llorar. Ya uno verla desnudita afuera uno ya dice: está muy mal.
[David]: Y efectivamente. Cuando la llevaron al Grupo de Neurociencias confirmaron el diagnóstico: Alzheimer precoz… muy avanzado. Para ese momento, Magnolia solo tenía 49 años.
Gladis no vivía con su mamá en ese momento. Aun así, ella fue la que se dedicó a cuidarla casi por completo. No hubo un acuerdo explícito con el resto de la familia. Pero ella siempre ha sido un gran apoyo para sus hermanos y es la que les ayuda a tomar decisiones. Así que empezó a ir a los talleres del Grupo de Neurociencias para aprender sobre cuidados básicos y tener apoyo psicológico.
Ahí le recomendaron no tocarle el tema de la enfermedad a Magnolia para no afectarla emocionalmente. Es una indicación que los médicos suelen dar porque, aunque seguro se les va a olvidar, es mejor evitar el golpe emocional del momento. Por eso, Gladis nunca pudo hablar con ella sobre lo que sentía. Igual, el deterioro fue muy rápido, y aunque podía moverse y hacer algunas cosas por sí sola, cada vez era más difícil sostener una conversación con ella.
[Gladis]: O sea, ya la palabra no era clara. Por ejemplo, ella lo último que dejó de… de decirnos fue a la… a mi hermanita la menor, que ya no era capaz decirle mi niña, entonces le decía mi lila. ¿Y yo qué pasó? ¿Quién, a dónde está? Vela, vela. Y yo, ¿Quién es esa? La lila. Pero ya muy enredadita.
[David]: Cinco años después, su capacidad de habla se deterioró definitivamente. Aunque Gladis está segura de que a veces Magnolia la reconocía…
[Gladis]: Como que yo llegaba y ella hacía como el gesto de que se alegró. Y ya. Y eso… uff, súper duro, súper duro. O sea, uno no sabe qué puede pasar por la cabecita de ellos. ¿Sabes? A veces se le venían las lágrimas y uno no sabía el porqué.
[David]: Otras veces se ponía muy agresiva: gritaba, le pegaba a las personas, dañaba las cosas, no se quedaba quieta… La zona del cerebro donde empiezan a aparecer las manchas de proteínas también tiene que ver con las emociones. Por eso, los enfermos de Alzheimer tienen estos síntomas de inestabilidad emocional.
[Gladis]: Traté de ser lo mejor posible, pero a uno a veces también le da impaciencia. Uno quisiera como salir corriendo porque uno es por Dios ¿yo qué voy a hacer? O sea, yo a veces, literal, yo me sentaba a llorar.
[David]: Gladis también tuvo que lidiar con que su papá se volvió adicto al alcohol y a las drogas. Para facilitar las cosas, decidió llevarse del todo a su mamá a su casa. Como tenía que cuidarla la mayoría del tiempo, tuvo que dejar de trabajar. La situación económica se puso crítica. Además de los gastos de la casa, Gladis tenía que pagar el transporte para hacer las diligencias de su mamá, reclamar los medicamentos, pedir exámenes médicos. Y, claro, Magnolia necesitaba cosas especiales: suplementos alimenticios, pañales…
[Gladis]: En esas el papá de mis hijas también se le dio por irse de la casa. 20 años de matrimonio y se acabaron también por tanta situación. Usted sabe que a uno le toca descuidar todo porque está ese enfermo ahí que es el que le… le requiere todo el tiempo de uno.
[David]: No todos los hermanos la ayudaban, y los que sí lo hacían era solo en momentos específicos y por poco tiempo. Tampoco daban mucho dinero y no era constante, así que la hija mayor de Gladis, que tenía 16 años y era la que más ayudaba con los cuidados de Magnolia, decidió empezar a trabajar para aportar económicamente.
El círculo social de Gladis se redujo. Y no solamente porque ya no tenía tiempo para salir, sino porque las personas dejaron de buscarla. Sus amigos se alejaron, incluso la familia extensa.
[Gladis]: La gente a diario es con excusas: “ay, es que yo no voy, ay, porque es que no me gusta verla así”. Otros: “ay, no, es que ella, ella grita mucho, entonces ay, no”. Pero ni siquiera una llamada al menos para uno: “¿Ustedes cómo están? ¿Cómo está la mamá?” O sea, no. Se alejaron del todo.
[David]: Solo menciona a unas cuantas personas que sí estuvieron con ella todo el tiempo. Entre esas está su primo Francisco, el enfermero del Grupo de Neurociencias.
Tiempo después, Magnolia tuvo una convulsión muy fuerte. Esto puede pasar en algunos pacientes con Alzheimer avanzado, y en su caso le quitó la movilidad y la puso definitivamente en cama. Ya ni siquiera podía alimentarse por sí misma.
A Gladis se le aumentaron sus responsabilidades. Ahora tenía que hacer absolutamente todo por su mamá. No faltaron los momentos de impaciencia, de desesperación, de impotencia, pero a pesar del deterioro…
[Gladis]: Uno siempre es como con la esperanza de que se van a aliviar, aunque es por allá en el fondo, pero uno siempre es bueno, de pronto…
[David]: De pronto si me esfuerzo, de pronto si la cuido mejor, de pronto si intento hablarle, de pronto si la ayudo a resistir un poco más hasta que la ciencia encuentre algo… Pero esas ilusiones duraban poco.
[Gladis]: Uno saber que… que está ahí pero que no está. O sea, qué calidad de vida tiene una persona así. Que si tiene un dolor, o sea, ella no le sabe decir a uno dónde le duele. O sea, es como, como un bebé.
[David]: En 2017, cuando tenía 60 años, Magnolia se enfermó de neumonía. Como lo cuenta Gladis, no se quejó de ningún dolor. Solo sabían que era grave por la fiebre tan alta y los resultados de los exámenes que le hacían. Ya estaba muy deteriorada, así que su médico prefirió darle todos los medicamentos y cuidados necesarios en casa. Pero no aguantó mucho tiempo. Murió a los días, después de haber vivido más de una década con Alzheimer diagnosticado.
Gladis tiene 42 años y hasta el momento no ha tenido síntomas de la enfermedad. Aún sigue muy ligada al Grupo de Neurociencias de Antioquia. Desde 2013, es voluntaria en un ensayo clínico que incluye a 252 personas que podrían tener la mutación. Entre esas también está la mamá de Francisco, el enfermero. Y, como suele pasar en estos estudios en humanos, a una parte de las personas les han venido aplicando un placebo. A la otra parte, una molécula experimental que, de funcionar, tal vez ayude a tratar la enfermedad. Esperan que los resultados finales del estudio salgan en 2022.
Finalmente, ¿cómo se siente vivir como con ese miedo de que… de que hay algo ahí?
[Gladis]: Pues… cómo te digo, uno trata, uno trata de… de no darle importancia, pero igual sí, siempre hay un temor. Y más que todo mis hijas: Si a mí no me da, ellas se salvan. Si a mi me da, uno dice, hay una probabilidad de que también sigan ellas.
[David]: Y como ahí estaba Tatiana, su hija mayor, le hice la misma pregunta…
[Tatiana Rojo]: Pues digamos que yo en ese momento yo miedo no siento. Pues por algo el estudio de Neurociencias ha durado tanto tiempo y yo digo si eso no estuviera funcionando hace mucho lo hubieran terminado.
[David]: De hecho, desde 2015 están estudiando un caso que podría ser el más importante en estos 30 años de investigación. En ese momento descubrieron a una mujer en su base de datos que se llamaba Aliria Piedrahita. Aunque tenía 72 años y la mutación paisa, no había desarrollado síntomas de la enfermedad.
Cuando le hicieron estudios detallados en un hospital en Boston, descubrieron que tenía otra mutación que evitaba que hubiera mucha tau, la basura que forma las coronas negras alrededor de las manchas o placas seniles. Eso hacía que no tuviera síntomas de la enfermedad. En pocas palabras, en la biología de Aliria podría estar la respuesta para encontrar la cura del alzhéimer, y no solamente la de este tipo hereditario y precoz.
En 2019, el doctor Francisco Lopera y sus colegas publicaron el caso de Aliria en la revista Nature. Un año después, Aliria murió de cáncer cuando estaba a punto de cumplir 78 años y recién habían empezado los síntomas. Pero ahí no terminó su aporte a esta investigación: la familia donó el cerebro para que pudieran seguir estudiándolo y entender la forma cómo funcionaba. Si logran imitar lo que hacía ese cerebro en una persona con Alzheimer, podrían retrasar los síntomas o hacerlos menos fuertes.
Francisco, que en este momento tiene 70 años, no se atreve a decir en cuánto tiempo saldrían resultados de los análisis del cerebro de Aliria. Insiste en que va a seguir involucrado en la investigación hasta cuando pueda. Y aún cuando él no esté, otras personas van a continuarla. Si algún día logran dar con la cura del Alzheimer, Francisco habría cumplido esa promesa que se hizo cuando apenas empezaba a estudiar medicina hace más de 50 años: que ninguna abuela iba a dejar de reconocer a sus hijos.
[Daniel Alarcón]: El Grupo de Neurociencias de Antioquia sigue buscando otras personas que tengan la misma particularidad de Aliria, no solamente en esa región. También investigan otras enfermedades neurodegenerativas.
Si vives en Colombia y tienes a un familiar con Alzheimer, puedes contactarte con el Grupo de Neurociencias de Antioquia e inscribirlo en el programa de Plan de Prevención para el Alzheimer. Si quieres más información, hemos puesto un link en la descripción del episodio.
David Trujillo es productor de Radio Ambulante. Vive en Bogotá. Gracias a nuestra productora Lisette Arévalo por entrevistar al doctor Kenneth Kosik y darle fuerza a este episodio.
Esta historia fue editada por Camila Segura y por mí. Desirée Yépez hizo el fact-checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Rémy Lozano, con música original de Rémy.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolás Alonso, Xochitl Fabián, Fernanda Guzmán, Camilo Jiménez Santofimio, Ana Pais, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas.
Emilia Erbetta es nuestra pasante editorial.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.
[Eliezer Budasoff]: Hola, soy Eliezer Budasoff, presentador de El hilo. Hace 20 años, cuando la recesión tenía a la Argentina hasta el cuello, el gobierno restringió la cantidad de dinero que cada persona podía sacar de los bancos. A eso se le llamó el Corralito…y provocó un estallido social que marcó generaciones.
[Multitud]: ¡Que se vayan, que se vayan… !
[Manifestante 1]: ¡Todos se tienen que ir!
[Manifestante 2]: ¡Le han tocado el bolsillo a todos, la gente tiene hambre!
[Eliezer]: Esta semana, en El hilo: el aniversario del Corralito y sus repercusiones en un país que hoy vuelve a sufrir una profunda crisis. Escuchalo el viernes en Spotify o tu aplicación de podcast favorita.