
Mala hierba | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón.
Pergamino, provincia de Buenos Aires, Argentina. Una ciudad mediana, de 100 mil habitantes, en el corazón de la Pampa Húmeda, la zona agrícola más rica y pujante del país. Un mar de soya, maíz y trigo, un lugar en el que todos los habitantes tienen un lazo con el campo: viven de él, para él… o a pesar de él.
Ahí nació Sabrina Ortiz. Y ahí seguía 27 años después, esa tarde de 2011, cuando sintió a lo lejos el rumor de un motor. Ya sabía de qué se trataba. Había escuchado ese ruido otras veces. De todos modos, se asomó a la ventana para verlo: a lo lejos, un tractor recorría lento el campo verde y brillante que estaba frente a su casa, al otro lado de una calle de tierra. Era el mosquito, como todos llamaban a esa máquina que los productores usan para fumigar los cultivos.
Después del ruido, llegó ese olor que ya conocía muy bien, pero esta vez era diferente.
[Sabrina]: Había un viento ese día… Y ese viento llevaba todo el veneno para mi casa. Y bueno, empezó a entrar, a entrar, a entrar…
[Daniel]: Chequeó que las ventanas estuvieran cerradas y bajó las persianas.
[Sabrina]: Y no sé que echaron ese día, pero era fuertísimo. Era mucho más fuerte que en las veces anteriores. Se metía por todos los orificios de la casa, era como que se iba metiendo como una cámara de gas, se hacía cada vez más fuerte y cada vez más, cada vez más, cada vez más… El aire era veneno.
[Daniel]: Y ahora ella, que estaba embarazada de cinco meses, respiraba ese veneno.
Empezó a sentirse mal. Le dolía la cabeza y tenía los ojos irritados. Su hija Fiama, de 10 años, que estaba con ella en la casa, empezó a respirar con dificultad. Ya otras veces se les había brotado la piel después de una fumigación, así que Sabrina pensó que era mejor irse. Podían regresar cuando terminaran y se disipara el olor.
Pero cuando volvieron más tarde…
[Sabrina]: Parecía que estaba más concentrado todo y que estaba todo acumulado en el aire. Y bueno, empecé a tener más dolor de cabeza, ya se me habían empezado a irritar las fosas nasales. La garganta, la boca, los labios se me lastimaron. Y en el cuerpo me empecé a inflamar, inflamar y empecé a tener náuseas, muchas náuseas, mucho dolor de panza, vómitos, vómitos…
[Daniel]: Se acostó, pensando que tal vez descansar le iba a hacer bien. Pero no logró dormirse. Estaba preocupada y además las dos seguían sintiéndose mal.
Los dolores de Sabrina se hicieron insoportables, así que salió con su marido hasta el hospital. No lo dijo en voz alta, apenas podía pensarlo, pero algo la aterraba: hacía varias horas no sentía moverse al bebé.
[Sabrina]: No quería pensar nada… nada malo. Es más, hasta tenía esa negación de ir al médico para que no me diga que había pasado algo malo, ¿no? Y sí… había pasado. Había pasado. Me dijo que estaba sin vida, ya no tenía latidos ni signos vitales. Y bueno, fue así.
[Daniel]: Sabrina apenas atinó a contarle al médico lo que había sucedido en la tarde: el tractor fumigador, el viento, el olor, la sensación de que todo la quemaba por dentro.
[Sabrina]: Y me dijo “bueno, mira, esto claramente es una… es una intoxicación, pero imagínate que si yo te firmo algo, te lo digo, a mí me salen a matar”…
[Daniel]: No supo qué contestarle. Estaba demasiado impactada por la noticia que acababa de recibir como para entender del todo lo que le decía el médico.
Pero durante los días siguientes, no pudo dejar de pensar en eso.
[Sabrina]: Como que se me hizo un click en la cabeza como diciendo bueno, esto es algo mucho más grande. Esto se trata de algo mucho más oscuro de lo que yo pienso, ¿no?
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestra productora Emilia Erbetta nos cuenta.
[Emilia Erbetta]: Sabrina creció rodeada de campo. Cuando tenía 10 años, sus papás compraron un terreno en Villa Alicia, un barrio humilde, de casas bajas y algunas quintas en el este de la ciudad. No muy lejos de ahí, a unos pocos metros, se desplegaban hacia el horizonte los campos más grandes, donde históricamente se sembró maíz, y a mediados de los 70 se extendió la soja.
[Sabrina]: Uno desde que… desde que nace se le incorpora, ¿no? Ese chip en la cabeza, en la mente de que el campo es el motor de la ciudad de Pergamino, ¿no?
[Emilia]: Lo que pone en marcha a la ciudad. Lo que organiza el año, las rutinas. En Pergamino, el 80% de las tierras están destinadas a cultivos, así que una buena o una mala cosecha define los años siguientes.
[Sabrina]: Era lo que todo el mundo quería, ¿no? El campo, la naturaleza, los movimientos de las máquinas, toda esa organización que había en la gente, porque ya se venía la cosecha o porque ya se venía la siembra, y uno va creciendo y va como admirando también todo eso, ¿no?
[Emilia]: Sabrina lo sentía como propio. Sus papás trabajaban como empleados en uno de los campos y uno de sus abuelos también había trabajado en una estancia. Aunque ellos no tuvieran ni media hectárea propia, su vida estaba por completo entrelazada con la actividad agropecuaria.
A los 16 años quedó embarazada de su primer novio. Pudo terminar la escuela con algunas dificultades, y poco tiempo después, a comienzos del 2001, nació Fiama, su primera hija.
Vivía con su familia mientras estudiaba para ser docente y juntaba el dinero suficiente para construir su casa propia, a unos metros de la de sus padres.
Estaba ahí cuando alrededor de 2006 empezaron las fumigaciones con avionetas en los campos de los alrededores.
[Sabrina]: La primera vez quizás que escuché el avión, me asomé a ver qué pasaba y vi la avioneta con las canillas abiertas, tirando como esa nube de… de veneno, que en ese momento, honestamente no me di cuenta de que podría causar tanto daño, ¿no?
[Emilia]: Las avionetas cruzaban el campo en un vuelo rasante. Siguiendo la línea de las alas había una hilera de canillas por las que salía, pulverizado, un combo de sustancias comúnmente llamadas agroquímicos. Sabrina en ese momento no sabía cuáles, pero es posible que se tratara de glifosato, atrazina, metolaclor… algunos de los más usados en la zona para matar insectos y malas hierbas.
Los productores fumigaban unas cinco o seis veces por año. Usaban distintos métodos según la época y el desarrollo del cultivo: cuando estaba bajo, recién empezando a crecer, fumigaban por vía terrestre, y cuando estaban altos, con avionetas. Sabrina lo veía todo desde la ventana de su casa y le parecía tan normal como ver salir y ponerse el sol.
Pero aunque a ella le pareciera inofensivo, no todos pensaban igual.
[Sabrina]: Y mi papá siempre me decía que cierre todo cuando fumigaban, porque eso podía hacer mal. Pero claro, viste, no sabíamos a qué nivel podía hacer mal, ¿no?
Hasta que en un momento, empecé a ver que, bueno, mi hija ya se brotaba. Así de la nada. El médico me decía que era alérgica. Le daban medicamentos con corticoides, le daban inyect…, no se seguía brotando igual. Entonces empecé a prestar más atención a cuál era el momento en el que aparecían, ¿no? esos síntomas.
[Emilia]: Empezó a llevar un registro: cada vez que Fiama se brotaba, anotaba la fecha, los síntomas y si coincidía con el paso del avión o del tractor. Y en un momento ya no era solo la nena: Sabrina notaba que toda la familia se sentía mal después de las fumigaciones, incluso sus papás.
Decidió empezar a hablar con sus vecinos. Fue puerta por puerta. No sabía qué buscaba exactamente, pero le bastaron un par de conversaciones para entender que no eran los únicos.
[Sabrina]: Los chicos tenían exactamente lo mismo que Fiama, todos los chicos tenían el mismo diagnóstico en ese momento: piel atópica, alergia respiratoria, desprendimiento de piel, inflamación de lengua, de garganta, de todo el cuerpo, irritación.
[Emilia]: A estas alturas, le parecía obvia la conexión.
Así que decidió pedir ayuda. Empezó por el primer lugar donde pensó que podían dársela: el edificio municipal. Llegó sola, porque no logró que nadie, ningún vecino ni vecina, la acompañara.
[Sabrina]: No sé cómo llamarlo pero nadie iba conmigo… no… no movilizaba… Era como algo tan naturalizado para mucha gente que no, pero bueno, yo sabía que tenía que ir porque yo sabía que algo estaba pasando.
[Emilia]: Fue a hablar con el Secretario de Salud, un médico llamado Matías Villeta, y llevó con ella una nota donde explicaba la situación en su barrio y la historia clínica de su hija.
[Sabrina]: Porque era solamente una mamá preocupada que necesitaba saber lo que nos estaba pasando, que necesitaba que alguien me abriera la puerta y me diga: quédate tranquila mamá, que vamos a ir a ver qué pasa.
[Emilia]: El funcionario la recibió en su despacho después de media hora. Sabrina le habló de su casa cerca de los campos de soja, de los aviones fumigadores y de cómo se ponía su hijita cada vez que pasaban.
[Sabrina]: Y que bueno que yo necesitaba ayuda porque no sabía qué hacer, porque los médicos no encontraban el tratamiento adecuado para ella y que yo estaba segura de que era en relación a eso… ¿no? Y yo me acuerdo que él me dijo no, pero eso no puede ser, si no… acá vivimos todos rodeados de campo, me dijo. Si no… toda la ciudad estaría enferma, ¿no?
[Emilia]: Toda la ciudad no sé, pensó Sabrina, pero sí un barrio. El suyo: Villa Alicia.
Le rogó al funcionario que fuera a verlo con sus propios ojos. Que hablara con los vecinos, que les preguntara qué estaba pasando, porque ella sabía de primera mano que muchos otros chicos también se estaban enfermando. Eso no podía ser normal.
[Sabrina]: Ahí me dijo: Y vos cómo sabés todo eso, ¿anduviste haciendo lío?, me dijo… Anduviste haciendo lío, me dijo…
[Emilia]: El funcionario le respondió que bueno, que irían a ver, pero no le dio ninguna precisión más. Sabrina salió de la oficina decepcionada.
[Sabrina]: Estábamos muy a la deriva, no había nada que impidiera o que alejara un poquito, o que controlaran inspectores que echaban. Nada, nada, absolutamente nada. Era completamente libre y a mansalva. Entonces, esperaba que fuera el secretario de Salud con su equipo de personal, pero bueno, lamentablemente nunca fue.
[Emilia]: Así que volvió a verlo dos veces más. La segunda, el funcionario la hizo esperar varias horas antes de atenderla y, de nuevo, no le dio ninguna respuesta concreta.
Fue en la tercera visita cuando Sabrina sintió que algo se derrumbaba dentro de ella. Llevaba más de tres horas sentada sola, sosteniendo sobre sus piernas las carpetas médicas de Fiama, repasando en su cabeza todo lo que había pasado en su casa los últimos cinco años. Sintió encima el cansancio de las noches sin dormir cuidando a su hija, intentando aliviarle los dolores en el cuerpo, el ardor en la piel… Es que el momento de la fumigación era solo el comienzo.
[Sabrina]: No es que te fumiguen, te lastimás y ya está, sino en todo el proceso de recuperación. El tener cuidado con dónde pones la ropa, que la crema le arde, que el inyectable le duele, todo ese proceso como mamá, tenés que atravesarlo.
[Emilia]: Y a ese cansancio, tan físico, se sumaba otro tipo de agotamiento, más emocional. Había recorrido los pasillos de la municipalidad muchas veces, había golpeado las puertas de los despachos en el Concejo, había consultado abogados, incluso había intentado hablar con el intendente. Pero siempre se encontraba con lo mismo…
[Sabrina]: Nadie me abría la puerta, vos decías fumigaciones y automáticamente la puerta se cerraba y te dejaban esperando ahí 2 horas, 3 horas y no salía nadie.
[Emilia]: Así que ese día, cuando le anunciaron que el secretario no iba a recibirla, entendió que lo que le estaban diciendo en realidad era otra cosa: que no harían nada por ella, ni por su hija, ni por los hijos de sus vecinos. Estaban solos.
Fue por esa misma época, en 2011, que quedó embarazada y perdió el bebé después de una fumigación. La escena con la que empezamos esta historia.
Ese fue el día en que la vida de Sabrina tomó un rumbo imposible de imaginar antes. No lo supo en ese momento, cuando volvió confundida y triste a su casa, con el futuro que había imaginado para ella y su familia hecho pedazos.
Después de eso, su vida se descarriló. Fiama seguía enfermándose y ella misma ya casi ni podía salir de la cama. No podía sacarse de la cabeza lo que le había dicho el médico, eso de que la pérdida del embarazo era por una intoxicación, y que si salía a decir algo lo mataban. Pensó en lo diferente que era para ella, que ya había perdido demasiado. Sentía que no tenía escapatoria.
[Sabrina]: Se siente como que te ponen un veneno en el cuerpo. Te obligan a tener ese veneno en el cuerpo, de alguna manera… Te lo incorpora y nadie te pregunta nada. Para mí es un ultraje, como una violación al cuerpo.
[Emilia]: Así pasó varios días, quizás semanas. Sin dormir, sin comer, sin fuerzas para levantarse.
[Sabrina]: Fui entrando en un pozo depresivo muy grande que me costó muchos días. Me costó entender al ser humano también porque no podía entender como no le importaba la vida de de alguien más, ¿no?
[Emilia]: Hasta que una mañana, su hija se paró junto a su cama, como esperando que esta vez sí se levantara.
[Sabrina]: Y esa mañana que, que me fue a buscar a mi hija dije “bueno, o me hundo o hago algo”. Ella se va a seguir enfermando y yo soy la mamá. Y si somos nada y somos nadie para un montón de gente yo tengo que hacer algo por mi hija. Para cambiar eso. Y bueno, decidí hacer algo.
[Emilia]: Poco a poco, una idea improbable empezó a crecer en ella.
[Sabrina]: Dije: “Bueno, lo primero que tengo que tener son herramientas para poder ir un poquito más allá”.
[Emilia]: Y así, a los 28 años y con una hija de 12, empezó a estudiar para ser abogada.
Si nadie quería defenderla, ok: iba a defenderse sola.
[Daniel]: Una pausa y volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Emilia Erbetta nos sigue contando.
[Emilia]: Sabrina empezó a estudiar Derecho en 2013, un año y medio después de perder su embarazo.
Mientras tanto se convirtió en la portavoz de las familias fumigadas de Pergamino. Una voz, al principio, solitaria. Golpeaba puertas, y se ponía al frente de los pocos micrófonos que le acercaban los medios de la ciudad. Hablaba de la situación del barrio en general, pero poco de lo que le había pasado.
[Sabrina]: Yo todavía no podía hablar de lo que fue la pérdida del embarazo, me costaba mucho… Al principio, bueno, era una loca, alguien que quería sacar provecho de alguna manera, ¿no? algún rédito económico o algo político.
[Emilia]: No encontramos audio de ninguna de esas entrevistas, pero Sabrina dice que recuerda bien la impotencia que sintió al escuchar a algunos funcionarios hablando de ella en los medios de la ciudad.
[Sabrina]: Salieron los encargados de la política de turno a hablar por la radio, por un montón de lugares, ¿no? Desestimando lo que yo pedía o lo que yo aducía, ¿no?
[Emilia]: Pese a todas estas reacciones, de a poco sus reclamos parecían encontrar algunos oídos abiertos: a fines de 2014, unos tres años después de que ella visitara por primera vez el despacho del secretario de salud, una asamblea de vecinos logró que el Concejo aprobara una ordenanza que, entre otras cosas, prohibía las fumigaciones a 100 metros de la zona urbanas.
Era un pequeño triunfo. Pero duraría poco: enseguida, el intendente vetó la medida, y aunque finalmente el Concejo la ratificó, Sabrina seguía viendo los aviones pasar muy cerca de su casa.
Tardó unos 2 años más en graduarse, hasta que finalmente obtuvo su título en 2017.
[Sabrina]: Fue muy fuerte porque dije “Bueno, llegué. Ya estoy en el escalón que quiero estar en la puerta de entrada para el objetivo que quiero tener”.
[Emilia]: Para ese momento Sabrina y su marido habían tenido otro hijo, Ciro, que muy pronto también comenzó a enfermarse. A los tres años, se le inflamaban la boca y la garganta después de las fumigaciones y llegó a bajar 5 kilos en un mes, hasta que finalmente le diagnosticaron una inflamación de los ganglios linfáticos en el intestino.
Y Fiama tampoco había mejorado, al contrario: a los 16 años, ya había pasado por varias cirugías, incluso estuvo un tiempo en silla de ruedas y finalmente le diagnosticaron osteomielitis crónica, una enfermedad rara que provoca quistes en los huesos. Suele producirse por una bacteria, o después de una fractura, pero este no era el caso.
[Sabrina]: Le hicieron todos los estudios previamente de todas las enfermedades que podían estar causando eso. Todas fueron descartadas. Desde las más simples hasta las más complejas. No había un diagnóstico para eso. No había un desencadenante para eso, no tenía nombre.
[Emilia]: También ella había tenido problemas de salud más graves: mientras estudiaba sufrió dos accidentes cerebro vasculares. Fueron años de ir de doctor en doctor, alternando las horas de estudio con las horas en los consultorios médicos. Y fue en una de esas tantas consultas que un médico le recomendó a Sabrina que toda su familia se hiciera un estudio toxicológico.
[Sabrina]: Para nuestro dolor más grande, ¿no? determinaron de que el nene tenía 120 veces más de veneno de lo que podía tolerar. La nena tenía 100 veces más y yo 58 veces más.
[Emilia]: El informe del laboratorio mostraba lo que Sabrina ya sospechaba: los tres tenían en su orina altos niveles de glifosato, un herbicida desarrollado por una empresa agroquímica gigante, la estadounidense Monsanto, que seguro habrán escuchado nombrar. Ella, además, tenía restos de un insecticida.
Con esos resultados, Sabrina tomó una de las decisiones más difíciles de su vida. Una noche, después de una fumigación, dejó su casa para no volver. Los médicos le habían recomendado que se mudara a otra parte de la ciudad y aunque se resistía a la idea, sentía que no tenía ya otra opción. Pero sabía que aunque eso fuera un alivio para ellos, no era una solución real.
[Sabrina]: Mis padres vivían ahí, los chicos que estaban alrededor. No podíamos mudar a un barrio entero, no era posible y además no era justo, ¿no?
[Emilia]: Fue después de todo eso, ya como abogada, que Sabrina llegó en 2018 al Juzgado Federal Número 2 para presentar su demanda contra cuatro productores agropecuarios. La denuncia hablaba de envenenamiento y de la infracción de una ley nacional que regula el tratamiento y la manipulación de residuos peligrosos. Habían pasado ya 7 años desde el día que perdió su embarazo.
Por miedo, hizo la denuncia de forma anónima. No era muy optimista, pero…
[Sabrina]: Para sorpresa nuestra… a la semana ya había ordenado el juez federal siete diligencias para poder investigar qué era lo que estaba pasando, ¿no?
[Emilia]: Al ver que el juez respondía bien, se presentó con nombre y apellido para ampliar la denuncia. También aportó documentación nueva, como los resultados de los exámenes toxicológicos que se había hecho su familia. Estaba a la vez escéptica y entusiasmada: era la primera vez que alguien en la justicia le prestaba atención.
Pero no eran los únicos ojos sobre ella.
[Sabrina]: Cuando empezaron a identificarse nombres puntuales, ¿no? de qué sector era y quiénes eran los productores, bueno, ahí empezaron las amenazas con mi familia, conmigo…
[Emilia]: La primera llegó a su casa, un día en que estaba con su hija y su perro. Sabrina vio desde adentro cómo un hombre se acercaba al pequeño jardín delantero. Llevaba algo en las manos, pero al principio no logró identificar qué era.
De repente, un disparo.
[Sabrina]: Mi hija estaba, me acuerdo en su habitación y yo corrí para… para agarrarla a ella y quedé ahí, paralizada, abrazándola a ella. Y bueno, cuando salgo veo al perro que estaba muerto…
[Emilia]: A lo lejos, escuchó la voz de un hombre que gritaba, la insultaba y le decía que la iba a matar si no paraba con las denuncias. Le pareció que era la voz de uno de sus vecinos. El mismo que había fumigado el día que ella perdió su embarazo.
[Sabrina]: Dije wow, esto, esto va a ir mucho más allá, porque además recién comenzaba todo ¿no?
[Emilia]: Igual, siguió adelante. Como abogada querellante, Sabrina tenía muchas más formas de intervenir en la causa judicial. Ya no era tan solo una mamá preocupada, una vecina. Ahora podía, por ejemplo, ser parte de la investigación, aportar pruebas. Pero al principio no sabía del todo cómo hacerlo. Era ensayo y error.
Con la investigación ya en marcha, empezó para ella un trabajo casi detectivesco, artesanal.
[Sabrina]: Un trabajo muy pero muy engorroso esto de bueno, saber en qué época se fumigaban, dónde compraban los productos, cuál era la cadena de comercialización que se presentaba para comprar, qué tenían en cuenta para fumigar.
[Emilia]: Como ya había hecho unos años atrás, volvió a salir puerta por puerta a hablar con sus vecinos para juntar más evidencia. Esta vez, no se limitó a Villa Alicia, sino que buscó casos en otros barrios que estuvieran, como el de ella, en la frontera entre el campo y la ciudad. Y lo que encontró fue abrumador.
[Sabrina]: Sumamos más de 70 historias clínicas, y muchos testimonios que hablan de lo mismo. En Villa Alicia había muchos chicos con autismo, también bebés que nacieron con malformaciones y que terminaron falleciendo. Abortos espontáneos, hipotiroidismo, muchas muchas enfermedades… leucemias o tipos de cánceres, en muchas personas jóvenes.
[Emilia]: Por esa misma época, Sabrina conoció a Alejandra Bianco, una maestra que vivía en Santa Julia, otro barrio lindero al campo, al sur de Pergamino, no muy lejos de su casa.
El marido de Alejandra estaba enfermo, tenía cáncer de páncreas y de hígado. Sus hijos, también: uno tenía cáncer en la tiroides, y el otro una enfermedad de la sangre, más rara, llamada púrpura trombocitopénica idiopática. Y ella misma había tenido un tumor en el útero.
Pero hasta que un médico se lo sugirió, Alejandra nunca había pensado que tener a toda su familia enferma no podía ser una casualidad.
Ese día, camino a su casa después de la consulta, paró en un almacén de su barrio. Quería sacarse una duda. Esta es Alejandra.
[Alejandra Bianco]: Y le pregunto al almacenero, ¿no? al señor ¿Vos no sabés qué pasa acá en el barrio, si hay algún enfermo de cáncer? Entonces me mira y me dice “Ale, acá en Pergamino… en el barrio, dice: Bueno, ¿te acordás tal vecino? Sí. Bueno, ese falleció de cáncer, y ahora esta fulana de tal, fulano de tal. Sí.” Y la verdad es que me llamó mucho la atención. Ahí fue el momento en que a mí me llama la atención…
[Emilia]: Llegó a su casa con una idea.
[Alejandra Bianco]: Me siento en mi casa y hago en una hojita como una especie de censo. Nombre, apellido de los vecinos, dirección, DNI, si tiene alguna enfermedad que me pusieran si o no y eh, que me explicaran qué enfermedad tenían y la firma.
[Emilia]: Dejó varias de estas planillas en los negocios del barrio. Dos semanas después las recogió y se sentó a mirar los resultados…
[Alejandra]: Y la verdad es que me alarmó. Era mucha gente, mucha gente fallecida ya, y mucha gente enferma de diferentes tipos de cáncer, ¿no? Cáncer de estómago. Cáncer de mamas, cáncer de páncreas, tumores en la cabeza….
[Emilia]: Eran más de 50 casos en un espacio de tres manzanas.
Pero en ese momento Alejandra no lo asoció con las fumigaciones. No sabía mucho del tema, apenas había escuchado algo sobre una vecina de Villa Alicia llamada Sabrina, pero entre el trabajo, los problemas de salud de sus chicos, de su marido y suyos, no había prestado demasiada atención. De hecho, al principio, lo asoció con un transformador eléctrico que había en el barrio, muy cerca de su casa.
Fue Sabrina la que la contactó después de escucharla hablar sobre lo que pasaba en Santa Julia en algunos medios locales. Le contó de los agroquímicos, de los análisis que se había hecho con su familia, incluso le recomendó que ella también se los hiciera. Fue así que Alejandra descubrió que ella también tenía glifosato en la sangre.
Cuando se sumó como querellante en la causa judicial, e incorporó su historia clínica, la de su familia y la de algunos de sus vecinos al expediente, Sabrina le hizo una advertencia.
[Alejandra]: Ella me dice bueno, vos preparáte porque seguramente te van… te van a amenazar… te van a querer asustar. O sea, bueno, gracias a Dios nunca nada. Pero si viste gente que… que ha querido hacerme quedar como la loca del barrio, la mentirosa.
[Emilia]: La mentirosa. Lo mismo que decían de Sabrina. Pero la actitud de Alejandra, esas ganas de involucrarse, no era la más común entre los vecinos. Al contrario, desde el principio Sabrina se había encontrado con mucha resistencia…
[Sabrina]: Mucho miedo, mucha vulnerabilidad también… En realidad cerraban la puerta o te decían directamente que no, no querían meterse en eso, que ya sabían que era eso, pero que no querían meterse en eso, porque bueno, ya sabían lo que se podía venir o que trabajaban en relación de y tenían miedo de perder el trabajo… eh… no querían directamente hablar.
[Emilia]: Podía entender ese miedo. No le era ajeno. De alguna manera, ella también lo sentía. Después de las amenazas, sabía bien a qué se enfrentaba. Había perdido la ingenuidad de años atrás, cuando visitaba despachos y oficinas del gobierno pidiendo ayuda. Y ya hacía tiempo que había dejado de hablar de agroquímicos: prefería llamarlos agrotóxicos. Había pasado horas y horas leyendo sobre sus potenciales efectos sobre la salud, revisando la legislación en otros países, consultando informes médicos. Sabía que en otras partes del mundo había otras personas pidiéndoles a los grandes laboratorios que rindieran cuentas por los efectos de sus productos.
De hecho, Monsanto, que ahora es propiedad de Bayer, enfrenta demandas millonarias en Asia, en Europa y en América Latina por los efectos sobre la salud del glifosato.
[Soundbite de archivo]
[DW]: Nuevas protestas contra el herbicida con glifosato de Bayer vuelve a causar dolores de cabeza al gigante de la química.
[Soundbite de archivo]
[TODAY NEWS]: Friday, a jury in San Francisco find biochemical Monsanto liable for former school groundskeeper Johnson cancer….
[Emilia]: También ha estado en el centro de polémicas por varias prácticas cuestionables, como tratar de imponer a las comunidades campesinas el uso de sus semillas transgénicas. O por los efectos del monocultivo en lugares como México, Sri Lanka o Burkina Faso.
Pero no era necesario irse tan lejos. Mientras Sabrina intentaba hacer reaccionar a sus vecinos de Pergamino, a unas pocas horas de ahí, un pueblo entero se estaba levantando contra Monsanto. Se trataba de Malvinas Argentinas, una localidad en Córdoba de 12 mil habitantes, muy pobre, donde la empresa había llegado con la promesa de crear 400 empleos. Quería instalar ahí una planta de acondicionamiento de semillas de maíz transgénico pero la resistencia fue feroz: el pueblo entero se organizó contra el proyecto porque temían que la planta contaminara el agua y el aire durante los procesos químicos a los que se someten las semillas. Hicieron asambleas, acamparon, e incluso bloquearon el acceso al terreno donde Monsanto quería construir la planta.
Un grupo de médicos, entre los que estaba Medardo Ávila Vázquez, se unió a la causa de los vecinos de Malvinas Argentinas. Medardo llevaba algunos años investigando los efectos de las fumigaciones en la salud de los bebés que nacían en la periferia cordobesa. Todo empezó en 2007, cuando él era Subsecretario de Salud de Córdoba y un grupo de madres lo contactó porque algo estaba enfermando a sus hijos y no sabían qué.
Como en Pergamino, también en Córdoba había muchos casos de cáncer, asma, hipotiroidismo. Pero a Medardo, que es neonatólogo, lo alarmó especialmente la cantidad de niños con malformaciones congénitas.
[Medardo Ávila]: Solamente el 2% de los nacimientos en la Argentina, pero en todo el mundo nacen con malformaciones y de pronto nosotros en las terapias intensivas en neonatología se nos empezaban a llenar las terapias de niños malformados. Había muchísimos niños malformados.
[Emilia]: Niños que nacían con alteraciones cardiovasculares, o problemas en el desarrollo del cerebro, por ejemplo.
[Medardo]: Y cuando empezamos a ver estos niños malformado. ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Dónde vivían sus madres? Nos encontramos que sus madres vivían en el territorio fumigado y con ellas quedaron embarazadas, fueron fumigadas.
[Emilia]: Junto a otros médicos, empezó a investigar, a leer, a hacer preguntas. Y descubrieron que en la mayoría de los casos, las madres habían estado expuestas a las fumigaciones en el primer mes de embarazo.
[Medardo]: Es la etapa embriogénica. Si ella está sometida o expuesta a agroquímicos, el riesgo de que tenga niños malformados es seis veces mayor que en una persona normal. Entonces, bueno, eso generó que nos involucremos y empecemos a debatir y a denunciar que estaba pasando esto.
[Emilia]: En seguida, él y otros médicos se sumaron a las denuncias de los vecinos y en 2008 lograron que un juez cordobés prohibiera las fumigaciones cerca de zonas urbanas. Incluso, llevaron a juicio penal a unos productores, y se sumaron a las denuncias contra Monsanto por los efectos cancerígenos del glifosato.
Pero en Pergamino las cosas eran distintas. No solo no había resistencia ni organización popular, sino que la presencia de Monsanto y de otras empresas de biotecnología era cada vez más fuerte. Sabrina llevaba varios años viendo cómo entregaban útiles escolares y hacían donaciones en centros de salud. Una relación tan estrecha, que hizo posible que Monsanto publicara un video como este…
[Soundbite de archivo]
[PUBLICIDAD MONSANTO]: Estamos comprometidos con la semillas, por eso dedicamos tanto esfuerzo a su estudio, a la tecnología, a la innovación, es que al final el premio es grande… sentirnos parte de una mesa familiar…
[Emilia]: Son dos minutos en los que habla de Pergamino como si empresa y ciudad fueran una misma cosa, mientras se ven imágenes del pueblo, la plaza principal, los chicos en bicicleta, la ruta de entrada, los laboratorios, las máquinas trabajando en la cosecha al atardecer.
De alguna manera, era Sabrina contra todo lo que le daba sentido a los pergaminenses, a esa identidad de la que hablábamos al principio.
Pero con el tiempo, dejó de estar tan sola. No solo conoció a Alejandra. Con otras mujeres formó el colectivo Madres de Barrios Fumigados de Pergamino, y entró en contacto con grupos de otros pueblos que también denunciaban los efectos de las fumigaciones. También conoció a Medardo, que más tarde se sumó como perito en su causa judicial.
Así Sabrina se fue enterando de todos los lugares donde pasaba lo mismo que en Pergamino y supo que no solo en Córdoba, también en Entre Ríos y en Santa Fe –allí donde se concentra la mayor superficie cultivada– crecían los reclamos ciudadanos por mayor control. Y detrás de ellos, historias en primera persona, como la suya y la de sus vecinas. Otros nombres, otros pueblos, el mismo dolor.
[Daniel]: Vamos a una pausa y ya volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Los dejo con Emilia…
[Emilia]: Fue también en Córdoba, en un pueblo llamado Río Cuarto, que en 2006 la bióloga Delia Aiassa comenzó a investigar la relación entre los agroquímicos y el daño genético. Esta es ella.
[Delia]: Cuando hablamos de daño genético estamos hablando de roturas a nivel del ADN en las células, en el núcleo celular. Y significa que ha interactuado ese organismo o que ha estado expuesto a un agente que tiene la capacidad de…de interactuar con el ADN y romperlo.
[Emilia]: En el laboratorio, Delia había expuesto a ratas y anfibios a distintas concentraciones de agroquímicos. También lo hizo con células aisladas, como los linfocitos. Trabajó especialmente con glifosato, el herbicida más usado en su provincia. El mismo que Sabrina y sus hijos tenían en su organismo.
Delia me explicó que hay muchas sustancias que rompen el ADN, no solo los agroquímicos. Algunos medicamentos, por ejemplo. O la radiación ultravioleta. Factores como el estilo de vida, el cigarrillo o ciertos virus, también pueden provocarlo. Todos a lo largo de nuestra vida vamos a sufrirlo en cierto grado: no existe el daño cero.
[Delia]: Nuestro organismo tiene mecanismos para reparar ese daño, el problema es bueno, a medida que pasan los años ese daño va aumentando de alguna manera porque se enlentecen todos los procesos de reparación, porque por ahí pueden empezar a fallar…
[Emilia]: Voy a intentar explicarlo de una manera sencilla: hay distintas razones por las que un organismo puede fallar en reparar el daño. Puede ser por la edad o por predisposición genética, por ejemplo. Por la razón que sea, cuando el error se fija en la célula, esta puede empezar a dividirse sin control. Y cuando una célula se divide sin control puede formarse una neoplasia. O sea, un tumor.
Delia fue muy insistente en algo: estamos siempre en el terreno de la posibilidad. No podemos decir que alguien expuesto a un agroquímico va a desarrollar, sí o sí, algún tipo de cáncer. Como no todas las personas que fuman terminan con un tumor en el pulmón. Pero cuando hay daño genético, sí está comprobado científicamente que el riesgo es mayor.
[Delia]: ¿Por qué te aclaro esto? Porque te van a decir algunas personas “Ah! Yo viví 60 años en el campo, rodeado de cosas y nunca tuve nada, ni tengo cáncer ni tengo la otra cosa”.
[Emilia]: Un argumento muy parecido al que le dio el Secretario de Salud de Pergamino a Sabrina cuando fue a verlo por primera vez. Si lo que vos decís es cierto, le dijo, estaríamos todos enfermos.
[Delia]: Hay un montón de variables que actúan: el estilo de vida, la alimentación. Pero nosotros nos vemos en la obligación de decir “esto es una sustancia que a usted le va a estar causando un daño” y de la misma manera que los componentes que tiene el cigarrillo, tienen la capacidad de interactuar con el ADN y romper el material genético. Bueno, los plaguicidas tienen esa capacidad también.
[Emilia]: La diferencia es que, en última instancia, podemos elegir fumar o no. Tomar sol con o sin bloqueador, pero Sabrina y sus vecinos no tenían esa opción.
Sabrina y Delia se conocieron en una charla sobre agroquímicos en Pergamino y volvieron a encontrarse un tiempo después, cuando Delia fue la encargada de hacer un análisis biomolecular para ver si ella y su familia tenían daño genético.
En el informe del estudio, que se incorporó a la causa judicial, Delia señaló que Sabrina y sus hijos presentaban un número de células con daño mayor al basal. O sea, en poblaciones con estilos y condiciones de vida similares, el daño es estadísticamente menor.
[Sabrina]: Fue muy duro saberlo, porque todos saben que significa un daño genético y los riesgos que representan. Así que no terminó solamente con saber que estábamos llenos de veneno, sino que además de eso, tenemos daño en las células del cuerpo…
[Emilia]: Pero el informe decía algo más. Que el daño puede ser reversible si se elimina la causa, y que eso disminuye el riesgo a desarrollar enfermedades. O sea, todavía se podía hacer algo. Pero, para eso, las fumigaciones tenían que parar.
A fines de 2018, el juez ordenó que se tomaran muestras de suelo y agua en los campos de los productores imputados, en el suelo de los jardines de los vecinos, y en el agua que consumían. La casa donde había vivido Sabrina fue uno de los lugares elegidos.
El estudio lo hicieron científicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, INTA, que encontraron restos de 19 plaguicidas en la tierra y de 18 en el agua. Algunos de estos químicos, decía el informe, son considerados cancerígenos y otros son disruptores endócrinos, o sea que alteran el equilibrio hormonal. El agua, concluía, no era apta para el consumo humano.
Medardo Avila, el médico cordobés que escuchamos antes, participó en esta parte de la investigación como perito. En su declaración ante el juez, advirtió sobre un riesgo extra: el que surge de la combinación de los agroquímicos, que nunca se usan de a uno. Es un principio básico de la toxicología: cuando mezclás dos venenos se potencia su toxicidad. Por eso, en combo, los agroquímicos pueden ser aún más peligrosos.
A Medardo le sorprendió muchísimo encontrar tanta cantidad de agroquímicos en el agua de Pergamino. En eso era distinto a todos los otros lugares que había estudiado.
[Medardo]: Lo que nos enseñó Pergamino es que la gente no solamente respira el aire contaminado con los agrotóxicos que se están fumigando, sino que también los toma con el agua con la que se baña, consume para beber o o hace la comida.
[Emilia]: Ya no alcanzaba con protegerse cuando pasaba el avión o con cerrar las ventanas cuando pasaba el tractor fumigador. El veneno podía salir directamente del grifo.
[Sabrina]: Si está en el suelo, está en el aire, está en los alimentos, está en todos lados. ¿Cómo nos vamos a escapar de eso?
[Emilia]: Quizás escapar no fuera posible. Porque como pensó Sabrina tantas veces, no se puede mudar un barrio entero. Y que las fumigaciones se acabaran por completo tampoco parecía realista, porque implicaría un cambio de paradigma total en la agricultura intensiva, que utiliza más de 500 millones de litros de agroquímicos al año, y es el motor de la economía argentina.
Pero las fumigaciones sí podían alejarse.
Eso fue lo que dictaminó el juez Carlos Villafuerte Ruzo en junio de 2019, cuando estableció que los aviones no podían fumigar a menos de 3000 metros de las zonas urbanas, y que las terrestres no podían acercarse a menos de 1095 metros. La distancia surgió de un estudio realizado en Córdoba por Delia y su equipo, que descubrieron que así disminuía significativamente la capacidad de daño de los agroquímicos.
El juez también ordenó que el gobierno de Pergamino entregara agua potable en los barrios afectados e imputó penalmente a tres de los cuatro productores denunciados por Sabrina. Con la decisión, ella sintió cierta esperanza.
[Sabrina]: Pero también, te debo confesar que se siente un dolor muy grande porque quisiera que nunca, nunca hubiera pasado todo lo que pasó. Si… está bien, logramos esta medida, trabajamos mucho. Yo me acuerdo en noches sin dormir leyendo, porque como te decía, yo realmente me sentí de esta manera, despojada de herramientas, muchas veces. Pero en ese momento era como ir a la guerra con una gomera, ¿no?
[Emilia]: Una gomera: una cauchera, una resortera. Así se sentía: como David frente a Goliat. No podía pensarlo como una victoria, porque había perdido demasiado en el camino, pero al menos parecía que las cosas en Pergamino empezaban a cambiar.
La vida de Sabrina no volvió a ser la misma después de la batalla judicial. En los años que duró el proceso siguió sufriendo amenazas: un día, encontró su auto cubierto de tallos de soja. Otra vez, dejaron bidones de agroquímicos en la puerta de su casa. En 2020, un año después del fallo, una camioneta sacó del camino a su papá en una ruta cercana a Pergamino.
Todos en la ciudad saben quién es Sabrina. Su nombre y su cara han salido en notas periodísticas y en informes de la televisión local y nacional.
[Soundbite Archivo]
[Periodista 1]: Estamos con Sabrina Ortiz, que es quien inició una denuncia por contaminación del agua, fumigaciones irresponsables, ahora nos va a explicar ella..
[Periodista 2]: Nosotros hablamos con Sabrina Ortiz, es una de las vecinas que comenzó el reclamo y que ha realizado…
[Emilia]: Como abogada, le ha costado conseguir trabajo. Aún hoy siente que muchos la miran con recelo, como la mujer que mordió la mano que les da de comer. Algunos, incluso, se lo dijeron en la cara.
Las autoridades de la ciudad tampoco la acompañaron. Al contrario: el gobierno municipal apeló dos veces el fallo del juez y también negó que el agua de Pergamino esté contaminada. Por eso, en 2023 la causa llegó hasta la Corte Suprema, que finalmente ratificó las medidas cautelares. Al momento de publicar esta historia, los productores agropecuarios denunciados por Sabrina están a punto de ir a juicio oral. Y los científicos determinaron que gracias a los límites en la fumigación los niveles de agroquímicos en el agua se redujeron a la mitad.
La justicia y la ciencia, entonces, le dan la razón a Sabrina. Pero Pergamino…
[Sabrina]: Pergamino sigue siendo complejo. Acá hacemos carreras… maratones para recaudar fondos, para luchar contra el cáncer, y corren con la remera de Monsanto-Bayer.
[Emilia]: A Alejandra, que perdió a su marido por esa enfermedad, también le cuesta entenderlo.
[Alejandra]: Es muy extraño, porque no hay un solo vecino de la ciudad que no haya tenido o no tenga un enfermo de cáncer, ¿no? O algún fallecido por cáncer y de todas formas es como que lo naturalizan…vos decís ¿qué pasa? Es muy lamentable, es muy triste que la gente de la ciudad no se dé cuenta que no es casual que nos enfermemos.
[Emilia]: Para Sabrina, esa naturalización es una derrota. Su propia historia personal es la base de una demanda internacional contra Monsanto, pero en su pequeña ciudad, no encuentra el mismo reconocimiento.
[Sabrina]: Puedo asegurar que lo que más me cuesta es la gente de Pergamino… la cero empatía, ¿no? Porque tenés varias clases…
[Emilia]: Varias clases de personas con las que se ha cruzado en estos más de 15 años…
[Sabrina]: La gente que no tiene información, que está siempre en otra que no se enteró de nunca de nada. Tenés la gente que intenta conocer y que tiene ya la información y que decide qué hacer, ¿no? Si sumarse o quedarse donde está porque también le llega por la canilla de su casa. Y tenés aquella gente que sabe, que es conocedora, que es instruida, que… y que bueno, nada…
[Emilia]: Nada. No hacen nada. Deciden no hacer nada. Sabrina no los entiende. Tal vez porque para ella, esa nunca fue una opción.
[Daniel]: Emilia Erbetta es productora de Radio Ambulante y vive en Buenos Aires. Esta historia fue editada por Camila Segura. Bruno Scelza hizo la verificación de datos. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música de Ana Tuirán.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa, Luis Fernando Vargas y Desireé Yépez.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
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