El tesoro que cayó del cielo | Transcripción

El tesoro que cayó del cielo | Transcripción

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Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón.

[Lorena Pechene]: Les quiero invitar a que lo exploremos. Primero quisiera invitarles a que lo toquen.

[Daniel]: Esta es Lorena Pechené, guía del Museo Nacional de Colombia, en Bogotá. Le está mostrando una de las piezas más importantes de la colección a algunos visitantes. Uno de ellos es Jefferson Ramírez, periodista colombiano y productor de esta historia.

[Lorena]: ¿Qué temperatura tiene?

[Jefferson Ramírez]: Está frío. Bastante frío.

[Lorena]: ¿Y ese frío será del objeto o será del edificio? Porque este edificio está bastante frío.

[Jefferson]: Yo creo que principalmente del objeto. Y es muy irregular. Mira que la base es muy plana comparado con el resto. 

[Daniel]: Es la primera pieza que se ve cuando se entra al Museo. Está justo en el centro del edificio. Y es especial, entre otras razones, porque es la única de la exposición permanente que se puede tocar.

[Lorena]: ¿Cómo es la textura?

[Jefferson]: Yo la siento como corrugada, muy fragmentosa.

[Lorena]: Ok, ahora huélanse las manos. Si ustedes piensan en un olor cotidiano, ¿a qué se parece?

[Jefferson]: A monedas o a las llaves.

[Lorena]: Así es. Una vez me dijeron que las manos olían a pasamanos de bus. Me dio mucha risa. 

[Daniel]: El inconfundible olor a metal. Y es que, efectivamente, este objeto está compuesto por poco más de 92% de hierro y casi 7% de níquel, ambos elementos muy resistentes.

[Lorena]: ¿Alguno tiene una moneda para que lo hagamos sonar? 

[Visitante]: Listo. 

[Lorena]: Adelante. 

[Soundbite de archivo: sonido de metal] 

[Lorena]: Ajá, ahora inténtalo por debajo, a ver si suena igual.

[Jefferson]: Suena más… suena distinto.

[Lorena]: ¿Ese sonido qué nos dice? ¿Será macizo o no?

[Jefferson]: Sí, cuando uno lo toca lo siente bastante compacto, pero al golpearlo siente como si no fuese completamente compacto por dentro, sino que quizás un poco más hueco.

[Lorena]: Como si tuviera huequitos, tal vez.

[Daniel]: Pero lo que hace más especial a esta pieza es que no es de este mundo… bueno, no de este planeta. 

Hace más de cuatro mil millones de años, cuando el Sistema Solar estaba naciendo, un enorme pedazo metálico se desprendió del centro de un planeta en formación. Nadie sabe cuánto tiempo estuvo moviéndose por el espacio pero en algún momento entró a la atmósfera de la Tierra y se convirtió, entonces, en un meteoro. Viajando a una velocidad muy alta, aumentó la presión a su alrededor y por eso también su temperatura, hasta volverse una bola muy brillante con cola… lo que tú yo llamaríamos una estrella fugaz. 

Si ese objeto hubiera sido de roca, se habría reducido o incluso desintegrado por completo antes de tocar el suelo, pero como era de metal, cayó casi intacto, con alrededor de 700 kilos, a nuestro planeta. Exactamente, y por puro azar, cerca de lo que hoy es un municipio llamado Santa Rosa de Viterbo, en Colombia. En ese momento, cuando cayó, se le pudo llamar meteorito.

Desde que lo encontraron, a principios del siglo XIX, el valor de este meteorito ha sido mucho más que científico. No sólo fue la primera pieza que adquirió el Museo cuando lo fundaron en 1823, sino que se convirtió en un tesoro nacional, parte del relato patriótico de una república que acababa de nacer. Y siguió siendo un símbolo tan importante que, a mediados de 2023, desató una discusión sobre cómo los visitantes del Museo Nacional tendrían permitido interactuar con él.

Una pausa y volvemos. 

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante, aquí Jefferson Ramírez. 

[Jefferson]: La primera vez que conocí al meteorito de Santa Rosa de Viterbo fue en 2016. Desde muy pequeño me ha gustado todo lo relacionado con el espacio exterior: las galaxias, los agujeros negros, las estrellas y, por supuesto, los meteoritos. Vi el espacio de forma convencional hasta los 18 años, cuando, después de varias cirugías, quedé ciego, y por eso, el poder interactuar con esta roca extraterrestre es tan importante para mí. En mi celular tengo una aplicación que describe las fotos usando inteligencia artificial y esto es lo que dice sobre una de las que le tomé al meteorito:

[IA]: La imagen muestra una gran pieza de lo que parece ser un meteorito o una roca espacial de color oscuro y textura irregular con una superficie rugosa y apariencia porosa. Está colocado sobre el suelo, que parece ser de baldosas de piedra. 

[Jefferson]: Es una buena descripción, sí. Pero, claro, nunca será lo mismo imaginarlo a sentir la textura del metal, lo frío que es, su forma irregular, con picos y hendiduras. Además, tiene dos partes muy lisas y prolijas que al tacto se diferencian fácilmente del resto de la superficie. Son cortes: uno grande, en la base donde reposa, que abarca todo su diámetro. Y otro, más pequeño, a un lado.

Aunque conozco el meteorito desde hace un tiempo, aún me sigue impresionando su origen. Saber que esa pieza metálica recorrió el espacio durante años antes de llegar a la Tierra no deja de asombrarme. Y no sólo cuando lo toco. También me emociona mucho darme cuenta de que otras personas, con y sin discapacidad, se sorprenden tanto como yo. Me gusta percibir esa reacción que les da cuando lo miran, cuando lo tocan, cuando lo intentan alzar para calcular su peso. 

A Lorena Pechené, la guía que escuchamos al principio invitándome a interactuar con el meteorito, la conocí en 2015. Era mi profesora de braille en el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos, en Bogotá. Tiene el pelo negro, liso, es de estatura mediana y todo el tiempo se está riendo. Curiosamente odió los museos la mayor parte de su vida. Ese sentimiento empezó cuando tenía siete años y su colegio la llevó a uno. 

Lorena también es una persona con discapacidad visual. Nació ciega y describe esa primera experiencia en un museo como desagradable. 

[Lorena]: Sí, como que el hecho de que mis amigos, mis compañeros y mis profes pudieran como explorar el espacio, pudieran como saber qué era, y yo solamente me limitaba como a caminar de la mano de la profe, pues fue una experiencia, pues fue tan fea que me marcó un montón. 

[Jefferson]: Porque, claro, a diferencia de sus compañeros, que no tenían discapacidad visual y recorrían todo el Museo de forma autónoma, ella se sintió excluida. Como suele pasar en los museos, no podía tocar las piezas para hacerse imágenes de ellas, pero tampoco había nadie que se tomara el tiempo para describírselas y darle una idea de cómo eran. 

[Lorena]: Entonces yo decía no, pues los museos no son espacios como donde yo pueda estar, donde… donde yo no quepo, ¿no? Era como lo pensaba. Entonces por eso también me parecían espacios supremamente aburridos. Y por lo mismo nunca me pensé en la posibilidad de estar en un espacio como este.

[Jefferson]: En 2016, un año después de conocernos, se abrió una convocatoria para hacer un curso de formación y voluntariado en el Museo Nacional de Colombia. Allí se aprendían temas como curaduría, conservación, accesibilidad, la colección del Museo, entre otros. Al final, quienes aprobaban el curso tendrían la posibilidad de ser mediadores, que es el término más adecuado para referirse a los guías del Museo. Era la segunda vez que adaptaban el curso para personas con discapacidad, y Lorena y yo nos enteramos por un mensaje que nos llegó del Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos. 

Decidimos inscribirnos. Queríamos aprender cosas nuevas, aportar en el proceso de accesibilidad del Museo y divertirnos. Bueno, a Lorena no es que le haya emocionado mucho la idea de estar en un espacio que no le gustaba, pero como es psicóloga social le llamó la atención saber en qué consistía esta estrategia del Museo de incluir a personas con discapacidad. 

Las sesiones empezaron en abril de 2016 con otras 50 personas, de las cuales tres éramos personas ciegas y una sorda. Teníamos que ir todos los sábados desde las 2 hasta 6 de la tarde. Y en esas sesiones hablábamos de todo, incluso del edificio.

El Museo tuvo varias sedes hasta que llegó a un lugar construido en la década de 1870 y que, originalmente, sirvió como la antigua sede de la Penitenciaría Central de Cundinamarca. Tiene forma de cruz y en el centro está el punto neurálgico del edificio: es una estructura que se conoce como panóptico.

[Alejandro Suárez]: Son dos palabras griegas, ¿no? Pan que significa todo o todos y óptico que se refiere a la visión.

[Jefferson]: Él es Alejandro Suárez. Hoy es el coordinador general del Programa Explorando Patrimonios, pero en ese momento era el encargado del curso y quien nos explicaba todo lo relacionado con el Museo. 

[Alejandro]: En las cárceles de esa época, y por eso se le denomina como panóptico, eran lugares que tenían una torre central de vigilancia desde la cual se podía ver todo en 360 grados. Y esa torre de vigilancia era el corazón de la penitenciaría, del panóptico.

[Jefferson]: En 1948 dejó de ser una cárcel y pasó a ser el Museo Nacional de Colombia. Esa torre de vigilancia se convirtió en el lugar de tránsito donde se conectan las distintas salas del lugar, y justo en ese punto está el meteorito. 

[Alejandro]: Entonces, lo primero que uno ve y con lo que uno se encuentra cuando entra al Museo es el aerolito, porque ese lugar y el aerolito conforman el corazón del Museo.

[Jefferson]: En ese curso lo conocí. Allí lo llaman aerolito, una palabra que también viene del griego: aer, que significa aire, y lithos, piedra. Una piedra en el aire. Así se refirieron a él desde que se convirtió en la primera pieza de las más de 17 mil que el Museo ha adquirido en 200 años. La narrativa a su alrededor y la información más detallada que se tiene sobre su historia se fortaleció gracias a una artista visual: María Elvira Escallón. 

[María Elvira Escallón]: Yo no conocía el meteorito, yo no lo conocía. Atravesé el hall, y como el meteorito es lo primero que uno se encuentra cuando llega al Museo Nacional, pues yo quedé completamente hechizada por ese meteoro, pero yo pensé que el meteoro era una piedra. 

[Jefferson]: Rápidamente supo que no, pero la impactó tanto esta cosa gigante de metal que no se decepcionó. 

[María Elvira]: En todo caso, me encantó su forma. Y me puse a averiguar y vi que el meteorito había caído en Santa Rosa de Viterbo, Boyacá.

[Jefferson]: El Sábado Santo de 1810. Esa es la información que tiene el Museo. Es imposible confirmar que esa haya sido la fecha exacta de cuando cayó, y de hecho hay varios datos que son difíciles de corroborar con precisión. Parecen más mitos fundacionales que hechos. Esa fecha, por ejemplo, Sábado Santo de 1810, es justo doce semanas antes del 20 de julio, cuando se dio el grito de independencia en Bogotá.

Entonces, comencemos con algo de lo que sí hay registro: un nombre.

[María Elvira]: Al meteorito lo encontró una niña que se llamaba Cecilia Corredor.

[Jefferson]: Según la historia que cuentan en el Museo, Cecilia estaba preparando un sancocho en ese momento y cuando estaba a punto de matar a la gallina para la receta, esta se escapó y Cecilia empezó a perseguirla. Así lo cuenta Alejandro Suárez, el director del Programa Explorando Patrimonios del Museo y que ya escuchamos anteriormente. 

[Alejandro]: Y corren mucho, corren mucho, corren mucho. Y la gallina se mete en un arbusto y Cecilia Corredor empieza a tocar, a palpar todo lo que había allí detrás y encuentra una piedra muy fría, muy fría, muy fría, muy grande, muy pesada. Y se encuentra con el aerolito.

[Jefferson]: Pero en ese momento no sabía lo que era esa piedra tan extraña ni mucho menos de dónde venía. Así que para intentar entender, Cecilia y su familia llamaron al sacerdote del pueblo. Él tampoco sospechó sobre el origen extraterrestre del objeto, no tenía cómo saberlo, pero eso sí, era muy particular. 

[María Elvira]: Y no sé cómo hicieron porque pesaba 700 kilos, pero lo llevaron al pueblo.

[Jefferson]: Ese peso equivale aproximadamente al de casi dos caballos.

[María Elvira]: Pero nadie sabía qué era, entonces no sabían qué hacer con él. Terminó sirviendo de yunque allá en la herrería del pueblo.

[Jefferson]: Y no pasó mucho más durante casi 13 años, hasta 1823, que fue cuando aparecieron los primeros registros escritos al respecto. Para ese momento los independentistas habían ganado la guerra y se estaba formando una república. El gobierno, en cabeza de Simón Bolívar, había encargado a dos científicos, uno francés y uno peruano, hacer una expedición para registrar cuáles eran los recursos minerales que tenía el territorio. Ellos, además, tenían la misión de recolectar piezas para la colección del futuro Museo Nacional de Colombia.

Los científicos llegaron a Santa Rosa por rumores de que había una mina de hierro en la zona, pero en vez de eso se encontraron con el meteorito metálico en la herrería del pueblo. Inmediatamente supieron de qué se trataba y lo especial que era. A la Tierra caen meteoritos todo el tiempo, pero la mayoría de los que se encuentran son de roca. Sólo el 28% de los que caen son de este tipo en particular, metálicos. Habían encontrado una pieza perfecta para el Museo. 

Acá María Elvira lee una nota del diario del científico francés . 

[María Elvira]: Hicimos venir a la niña Cecilia Corredor a quien considerábamos la propietaria del mineral y le pagamos por él el precio que pidió: 100 francos. 

[Jefferson]: Pero había un problema. María Elvira sigue leyendo el diario:

[María Elvira]: Reconocimos, aun cuando tarde, que en vista del estado de los caminos y de los medios de transporte a disposición nuestra, era imposible llevarlo debido a su peso.

[Jefferson]: Tuvieron que dejarlo ahí. Pero la gente de Santa Rosa de Viterbo se había enterado de que habían pagado por él. María Elvira cuenta que algunas personas tenían piezas parecidas, mucho más pequeñas que seguro cayeron en la misma lluvia meteórica. Las habían recogido sin saber de qué se trataban, pero ahora tenían claro que les daban plata por ellas. 

[María Elvira]: Los campesinos con los ojos abiertísimos, dándose cuenta de que eso es un gran tesoro. Corrieron a ofrecérselos a ellos también y ellos compraron una docena de ellos.

[Jefferson]: Una parte se la enviaron a uno de los científicos más importantes de la época, Alexander von Humboldt, para que los estudiara. 

La gente del pueblo de alguna manera sacó el meteorito gigante de la herrería y lo puso en la mitad de la plaza central. Frente a la iglesia y al lado de una fuente. María Elvira encontró una foto de ese monumento durante su investigación. 

[María Elvira]: Esa imagen es el meteorito subido en una especie de columna muy atípica, un poco como desproporcionada porque el cuerpo de la columna está muy chaparro, ¿no? Está muy gordo. Pero a mí me pareció la imagen más encantadora del mundo. Eso fue una cosa poderosa para mí.

[Jefferson]: El meteorito metálico de más de 700 kilos se quedó en Santa Rosa de Viterbo durante 83 años más, hasta 1906, cuando Henry Ward, un estadounidense conocido en su círculo como cazador de meteoritos, llegó al pueblo. Ward tenía más de 70 años en ese momento y se dedicaba a recolectar este tipo de piezas para su colección privada, que era la más grande de ese tipo en el mundo. Se había hecho millonario vendiéndolas a otros coleccionistas y a diferentes museos. Él ya sabía de esta joya por los registros que habían dejado los otros científicos décadas atrás, así que llegó con la idea de llevársela… ¡Ah! y sin hablar español.

Cuando lo vio en la mitad de la plaza, encima de una columna, supo que no sería fácil llevárselo para venderlo a algún museo, como se lo había imaginado. 

[María Elvira]: Pero que pocos minutos más tarde ya tenía un plan. Y entonces se fue a hablar con el gobernador y le dijo: “Ese meteorito no se le ve bien en la plaza. Yo le voy a proponer un canje”.

[Jefferson]: Le dijo que se lo cambiaba por algo de dinero y una estatua en bronce del general Rafael Reyes, el presidente del país en ese momento, que había nacido en Santa Rosa de Viterbo. 

[María Elvira]: Pues imagínese, usted queda muy bien habiendo cambiado una piedra por el busto del presidente de Colombia, que es el hijo preferido de Santa Rosa de Viterbo. Y entonces el gobernador… ¿qué creen ustedes que le dijo? Aceptó el canje, claro, aceptó el canje. 

[Jefferson]: Y se hicieron los trámites para que el meteorito pasara a ser propiedad de Henry Ward.

Este es un fragmento de una carta que Ward le escribió a su socio contándole lo que pagó por él.

[María Elvira]: Mi pieza me habrá costado entre 1,800 y 2,000 dólares, ¿no? pero es, él dice, dirt-cheap a ese precio.

[Jefferson]: O sea, una ganga. Ward, por supuesto, se tomó una foto al lado de su nueva adquisición. En ella aparece con un traje negro y un sombrero claro. Tiene barba blanca. Está apoyando la pierna derecha en la base de la columna, como si estuviera marcando su propiedad sobre el meteorito.

El gobernador, que no tenía ni idea del mal negocio que había hecho, mandó unos militares esa misma noche a que tumbaran la columna, bajaran el meteorito y lo subieran a una yunta de ocho bueyes que lo llevaría hasta una estación del tren. Seguramente lo iban a sacar hasta el mar y después a Estados Unidos en barco. 

Pero cuando el meteorito pasaba por una estación de tren cerca a Bogotá, un periodista, Quijano Mantilla, se dio cuenta y le dijo al presidente Reyes. Este, que no tenía ni la más mínima idea del acuerdo con el gobernador, prohibió inmediatamente que el meteorito saliera del país. Mandó la policía a la estación para que se lo quitaran a Ward y llevaran la pieza a Bogotá. El periodista contó la noticia en el periódico bogotano El Mercurio y remató con esto: 

[María Elvira]: El Gobierno de la República hace muy bien en no dejar que se disponga de lo que, sin metáfora, nos ha caído del cielo. 

[Jefferson]: Pero el cazador de meteoritos no se quedó con los brazos cruzados. Argumentando que tenía documentos que validaban el canje, Ward logró que Carlos Cuervo Márquez, el ministro de Instrucción Pública, lo que en ese entonces era como el Ministerio de Educación, lo autorizara a llevarse un pedazo de 100 libras del meteorito con fines científicos. Ward le dijo esto a su socio en una carta:

[María Elvira]: Y dice: “That meteorite is mine by all rights, human and divine”. O sea, este meteorito es mío por derecho divino y humano.

Pero para sacar el fragmento de 100 libras tuvieron que conseguir una máquina especial que tardó 14 días en cortarlo. Al final el trozo resultó pesando más, unas 300 libras, que son unos 140 kilogramos, y Ward calculó que podría cobrar más de 84 mil dólares por él. 

[Jefferson]: El ministro Cuervo Márquez, con respaldo del gobierno, escribió un documento oficial que autorizaba a Ward sacar el enorme pedazo de meteorito. 

El trozo que quedó, que es el que está en el Museo Nacional, terminó pesando 411 kilogramos, y por eso tiene un corte transversal en su base. Pero como si ese no fuera suficiente… 

[María Elvira]: El señor Ward cortó como esa pequeña… pedacito, como prominencia que tenía el meteoro, lo envolvió y se lo mandó de regalo a Cuervo Márquez.

[Jefferson]: Es decir, el corte más pequeño que se alcanza a ver es realmente la prueba del gesto de agradecimiento del cazador de meteoritos al ministro por dejarle llevar semejante tesoro. Hasta el momento se desconoce el paradero de ese fragmento. 

A los pocos meses de regresar con su botín a Estados Unidos, Ward murió atropellado por un carro en uno de los primeros accidentes automovilísticos de los que hay registro. Pero no sin antes haber cortado ese gran trozo de meteorito de 140 kilos en varios pedazos y haberlos vendido a diferentes instituciones: la Universidad de Harvard, el Instituto Smithsonian, los Museos de Historia Natural de Nueva York y de Londres, el Museo Field de Historia Natural de Chicago, entre otros. 

Pero también hubo trozos que fueron llegando a colecciones privadas. Recientemente una página web que vende rocas extraterrestres ofrecía dos fragmentos certificados del meteorito de Santa Rosa: uno de 194 gramos y el otro de 332. 

[Jefferson]: Durante su investigación, María Elvira fue a tres de los museos que tienen fragmentos del meteorito en Estados Unidos. El que más recuerda es uno del Museo Field de Chicago, que es el más grande fuera de Colombia: 100 kilogramos.

[María Elvira]: Es muy impresionante. Me decían: “Entonces usted lo puede ver, fotografiar, pero no lo puede tocar”.

[Jefferson]: Al menos no sin guantes, herramientas especiales y en condiciones de almacenamiento controladas. Detalle importante porque, como ya mencionamos, el fragmento que está en el Museo Nacional de Colombia es el único de ese meteorito en el mundo que sí se puede tocar directamente. 

Y en Santa Rosa de Viterbo se quedaron sin meteorito y sin la estatua en bronce del presidente Reyes que Ward les había prometido, porque no hay registros de que hubiera llegado. Sin embargo, hicieron una réplica del meteorito y su propia estatua. Hoy, ambas están en la plaza central. 

[Jefferson]: Entonces, volvamos a Bogotá. Para graduarnos del curso de mediación, Lorena Pechené y yo presentamos una última prueba en diciembre de 2016. Consistió en contar la historia del Museo con el meteorito en el medio del relato, invitando a los visitantes a interactuar con él. Estábamos nerviosos. Teníamos que ser claros, precisos, dinámicos y generarles una experiencia agradable a los visitantes. Afortunadamente el meteorito nos ayudó a romper el hielo. Aprobamos y pasamos a ser de los primeros mediadores del Museo con discapacidad visual. 

Después de eso, Lorena sí siguió vinculada al Museo completamente. Yo me enfoqué en mi trabajo como periodista. Pero he vuelto a ese lugar varias veces para hacer esta historia, y siempre me topo con la misma reacción de los visitantes. 

Cuando ven el meteorito por primera vez, se notan precavidos, callados, muchos con las manos cruzadas. Al frente tienen una roca que no llama mucho la atención. Pero luego, al invitarlos a conocer su historia, a acercarse a tocarlo y a interactuar con él, la experiencia cambia totalmente: 

[Visitante 1]: Parece una piedra. 

[Visitante 2]: Solo verla parece una piedra, sí.

[Visitante 3]: Huele como a oxidado, sí, como a moneda. 

[Visitante 4]: Huele a sangre también. 

[Visitante 5]: ¿A sangre? 

[Visitante 6]: Cuando a mí se me viene por la nariz, así.

[Visitante 7]: Es como hierro, ¿no? Pues da la impresión de ser hierro. Es demasiado frío.

[Visitante 8]: Pues extraño porque pensé que era de roca o de otro… de hierro no, no me lo imaginaba.

[Visitante 9]: ¿Alzarlo? No lo vamos a poder alzar, pero sí lo podemos intentar. 

[Visitante 10]: ¡Es extraterrestre! 

[Visitante 11]: Pues nos lleva como a la imaginación de todos estos mundos que están, pues además de la Tierra.

[Visitante 12]: Poder tocar una pieza del museo nos permite como generar un mejor vínculo entre nosotros y las piezas. Entonces creo que sí es como chévere eso.

[Jefferson]: Entiendo perfectamente todas esas reacciones. Sin importar si las personas tienen discapacidad visual o no, se emocionan mucho al interactuar con él. A mí también me ha pasado… y a la misma Lorena. De todos los ejercicios de mediación que ya ha hecho con el meteorito, se acuerda de uno en particular: cuando recibió a un grupo de niños con discapacidad visual de entre 7 y 13 años. 

[Lorena]: Y uno de los niños estaba muy emocionado. Y entonces él tocaba el aerolito y él, yo creo que él quería como apretar el aerolito, y apapacharlo y no sé qué. 

[Jefferson]: No era la primera vez que el niño ciego escuchaba hablar de meteoritos, pero sí era la primera vez que podía tocar uno y darse cuenta de cómo era.

[Lorena]: Creo que esa reacción genuina me pareció muy linda, también es como: “Wow, qué poder tiene una pieza como estas”. Porque él desde que supo que yo era la mediadora me dijo: “Profe, y acá está el aerolito, ¿el meteorito que mató a los dinosaurios?, profe y el aerolito no sé qué” y así como muchas, muchas, muchas preguntas. 

[Jefferson]: Entonces Lorena le confesó algo a la profesora que iba con el grupo de niños.

[Lorena]: Yo le decía a la profe: “Yo creo que yo fui así, yo creo que yo era esta niña”. 

[Jefferson]: Y si hubiera tenido una experiencia parecida cuando fue a un museo por primera vez, si hubiera podido tocar alguna de las piezas, saber cómo era, muy seguramente no se hubiera alejado de esos espacios durante tanto tiempo. 

Comparto este sentimiento. Cuando una persona con discapacidad visual como yo va a un lugar en donde las medidas restrictivas son el común denominador, un espacio donde no se puede acceder a la información de forma completa, ya sea por el tacto u otros medios, es como si le cerraran las puertas en la cara. Todo cambia cuando de entrada la experiencia es multisensorial, informativa, con un trato equitativo. Claramente a uno sí le dan ganas de volver. 

Pero a mediados de 2023 un mensaje amenazaría todo esto. 

Llegó al grupo de WhatsApp de empleados del Museo. Uno de los que lo recibió fue Alejandro Suárez, a quien ya escuchamos antes. 

Era del coordinador del Departamento de Comunicación Educativa y decía algo así: 

[Alejandro]: A partir de ahora ya no podemos seguir tocando el aerolito, o al menos no le podemos decir a las personas que eso suceda porque fue declarado Patrimonio Geológico Nacional. No tengo más información al respecto, pero les estaré contando.

[Jefferson]: Alejandro quedó totalmente desconcertado. No había escuchado nada al respecto de la decisión. Para él, que es experto en temas de patrimonio y actualmente coordina un programa relacionado con esto, declarar una pieza patrimonio debería implicar acercarla a las personas, no alejarla con medidas restrictivas. No le veía sentido a la prohibición de tocarla.

[Alejandro]: Sí me parece que es frustrante porque él se había convertido por años en un símbolo de la accesibilidad, ¿no? Es como todos los museos son pa que la gente vaya y mire, pero en este usted puede venir y puede tocar la primera pieza del Museo Nacional de Colombia.

[Jefferson]: Lorena se enteró justo en medio de un ejercicio de mediación con el meteorito. Estaba invitando a los visitantes a que lo tocaran cuando se le acercó el encargado de los procesos de formación de mediadores y le contó la novedad.

[Lorena]: Y yo quedé como ¿qué? Lo primero que pensé fue ¿cómo así? Llevamos 200 años con esta vaina tocándola, ha funcionado como yunque, o sea, no tiene sentido, no tiene sentido. Pues para mí no lo tiene. Claro, si tú me dices eso de un cuadro, por ejemplo, yo te digo: “Listo, la luz, el ambiente, yo qué sé”. Pero es que es el aerolito. O sea, a ver… no entiendo, no entiendo.

[Jefferson]: El que le dijo no tenía mucha más información: solo que lo habían declarado patrimonio geológico, que ahora la norma era esa. Lorena no le dijo nada más. Luego, cuando llegó otro grupo para el ejercicio de mediación… 

[Lorena]: Les dije: “Pero, me acaban de contar que ya no se puede tocar”, así tal cual. Aprovechen y tóquenlo porque no sabemos si es la última vez. Quedaron como… pero cómo así. 

[Jefferson]: Lorena no pudo dejar de pensar en eso. Estaba molesta. Pero no sólo porque las personas con discapacidad visual no puedan interactuar de forma multisensorial con el meteorito, sino porque ninguna persona en general lo pueda hacer.

[Lorena]: Pues es que, ¿cuántas personas realmente han tocado otra pieza de esas en otro lugar? Sí, una cosa es verla en una película. Una cosa es verla en un video.

[Jefferson]: Pero otra cosa es estar ahí, frente a ella. Y tocarla. Y aun si se pudiera hacer eso con otras piezas, Lorena insiste en que no es igual. 

 

[Lorena]: Porque es que si es un cuadro tú lo que vas a sentir es un lienzo, no la pieza. Si estamos hablando de un bordado vas a sentir el bordado y fácilmente tú dirías ay, esto se parece al bordado en mi casa, se parece al tendido que hizo mi mamá. Pero tú no vas a encontrar, o yo no he conocido otra pieza que tú digas: “Ah, esto se parece al aerolito”.

[Jefferson]: Sus otros compañeros también coincidían en que era absurdo.

[Alejandro]: Es una pieza de hierro. O sea, yo la verdad creo que para que un objeto de esas características se desgaste a tal punto de que deje de ser, quién sabe cuántos miles de años tendrían que pasar, ¿no? 

[Jefferson]: Y, sin ponerse de acuerdo ni comentarlo entre sí, muchos de los involucrados tomaron más o menos la misma decisión. 

[Alejandro]: Una necesaria actitud de desobediencia, de decir esto no va a pasar mientras que yo esté aquí. O sea, todo el que quiera tocar el aerolito lo va a poder hacer hasta que realmente le pongan un vidrio, una vitrina o lo que sea. 

[Jefferson]: Yo me enteré de esta prohibición casi al mismo tiempo que ellos. Por supuesto que entendí la inconformidad y el desconcierto con una decisión que nos tomó a todos por sorpresa. Pero al mismo tiempo me parecía que faltaba información… mucha. Por eso tenía que hacer preguntas.

[Daniel]: Una pausa y volvemos. 

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón.

Jefferson Ramírez nos sigue contando.

[Jefferson]: Después de enterarme de la prohibición de tocar el meteorito, averigüé y aún no había información pública al respecto. Lo único que decían mis conocidos es que había sido declarado como Bien de Interés Geológico y Paleontológico de la Nación por una entidad que se llama Servicio Geológico Colombiano. ¿Qué significaba eso?

Empecé a gestionar entrevistas con quienes supuse me podrían dar más información. Una de las primeras personas que me respondió fue una exfuncionaria del Museo que había trabajado durante varios años allí y conocía bien el meteorito. Aunque inicialmente aceptó que la entrevistara, días después me dijo que le estuvo preguntando a sus conocidos sobre la situación actual de la pieza y se había arrepentido de darme una entrevista. Me recomendó hablar sobre otros temas, como la democratización de la ciencia o el acceso de los públicos a ese tipo de piezas. Agregó que ese enfoque, y acá cito: “es más interesante que centrarlo en el meteoro, que gasta el nombre y es problemático”. ¿A qué se refería con “gastar el nombre”? ¿Por qué es problemático? No le insistí, pero este mensaje, lejos de persuadirme, me motivó a indagar aún más.

Hablé con otras personas que saben sobre patrimonio y que han trabajado en el Museo. Muchas coincidían en que el meteorito, por su composición, tiene unas particularidades que lo protegen. Una de ellas me dio un ejemplo que me llamó mucho la atención: después del incendio del Museo Nacional de Brasil en 2018, cuando se quemaron más de 20 millones de piezas de la colección, una de las poquísimas que se salvó fue un meteorito que, al igual que el de Santa Rosa de Viterbo, está compuesto en su mayoría por hierro y níquel. Y eso que había estado en contacto directo con el fuego. 

Esta misma fuente también me mencionó que National Geographic tiene una lista de museos en los que sí se pueden tocar meteoritos. En algunos hay incluso fragmentos del meteorito de Santa Rosa de Viterbo. Este dato me llamó mucho la atención. A la artista María Elvira Escallón, a la que ya escuchamos antes, no la habían dejado tocar directamente los fragmentos del meteorito cuando visitó algunos de estos museos. Entonces les escribí al Museo Field de Historia Natural de Chicago, al Museo de Historia Natural del Smithsonian, en Washington D.C., al Museo Geológico y Mineralógico de Harvard y al Museo de Historia Natural de Londres. Quería que me explicaran cuáles son sus criterios para dejar tocar algunas piezas y otras no.

Mientras llegaban esas respuestas, acudí al Museo Nacional de Colombia para entender cómo estaban lidiando con esta situación. Conversé con él… 

[William López]: Mi nombre es William Alfonso López Rosas y actualmente soy el director del Museo Nacional de Colombia del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes. 

[Jefferson]: William también es uno de los creadores de la primera maestría en museología que hubo en Colombia. 

Empezó diciéndome que a él también lo tomó por sorpresa todo este tema. A principios de 2023, a los pocos meses de empezar su cargo, se reunió con su equipo para hablar sobre adecuaciones que se debían hacer en el Museo. 

En ese momento alguien del área de Registro de Colecciones mencionó que, hacía unos días, había llegado un documento. Era del Servicio Geológico y le pedía al Museo notificarle sobre el estado del meteorito, que ahora era Patrimonio Geológico de la Nación. William le pidió a su equipo hacer esa tarea, pero entonces empezaron a pensar que nunca habían tomado las mismas precauciones para protegerlo como sí lo habían hecho en el caso de otras piezas. 

[William]: Las colecciones del Museo Nacional son colecciones que cristalizan esos valores de nación. Entonces son colecciones que hay que dar a conocer y al mismo tiempo proteger enormemente.

[Jefferson]: Divulgación y protección, claro. Pero la idea que tenían desde un inicio era que con el meteorito no era necesaria esa protección. 

[William]: Y claro, empezaron todo el debate muy interesante sobre conservación preventiva de un objeto que pareciera que no hay que proteger. 

[Jefferson]: El problema era que dentro del Museo no tenían muy claro cómo debía ser esa protección del meteorito. Ni siquiera sabían si ya estaba desgastado por las condiciones en las que se encontraba. 

Decidieron entonces pedirle un informe técnico a los expertos en el tema: el Servicio Geológico Colombiano. La pregunta exacta que le hicieron fue: “¿El aerolito puede sufrir deterioro si se toca de manera permanente?”.

Una de las personas que recibió ese documento fue Victoria Corredor, geóloga de esa entidad y líder del Grupo Museo Geológico. También hablé con ella y empezó contándome que en el 2018, el gobierno nacional sacó el decreto 1353. Fue importante porque por primera vez se reguló todo lo relacionado con el patrimonio geológico y paleontológico de la nación. 

Ahí quedó claro, entre muchas otras cosas, algo crucial. Esta es Victoria.

[Victoria Corredor]: En nuestra legislación, todo el material extraterrestre es patrimonio. 

[Jefferson]: O sea, el meteorito de Santa Rosa de Viterbo y otras muchas piezas similares de colecciones públicas y privadas. Todas. Y eso quiere decir que requieren la misma atención y protección que las piezas arqueológicas o los edificios históricos emblemáticos. 

De esa forma se evita, por ejemplo, lo que pasó con este meteorito en 1906.

[Victoria]: Entonces para el caso colombiano, ningún material extraterrestre estaría posibilitado para la venta, para el comercio.

[Jefferson]: Y así, desde ese decreto, el Servicio Geológico tiene la tarea de registrar todas las piezas extraterrestres que hayan en el país. No es que esa institución las vaya a recolectar, porque realmente no es su dueña… pero tampoco lo son quienes las tienen.

[Victoria]: Como es un bien de interés nacional, o sea, es de todas las personas, tú no eres dueño de esa pieza, sino lo que vas a pasar a ser es un tenedor de esa pieza. 

[Jefferson]: Ese proceso se llama trámite de tenencia. Una vez que la institución o la persona pide ser la tenedora del material extraterrestre y el Servicio Geológico lo aprueba, este les da una serie de recomendaciones para conservarlo de la mejor manera posible. 

[Victoria]: Entonces tú te vas a comprometer a tenerla en un buen estado, en una conservación ideal, y a que si algún científico, si algún investigador la requiere, tú la puedas prestar, facilitar para favorecer el conocimiento de todos. 

[Jefferson]: La tenencia inicial es de diez años, y al cumplirse este tiempo, el Servicio Geológico evalúa la condición de la pieza para decidir si se prorroga por otros diez. 

[Victoria]: Ellos tienen la obligación de mantenerla, mantenerla bien, avisarnos si la van a movilizar, tienen que mantenerla en el espacio en el que nos dijeron y no le pueden hacer ninguna intervención tampoco sin notificarnos a nosotros.

[Jefferson]: Si esto no se cumple, se declina la tenencia del objeto y el Servicio Geológico pasa a ser su tenedor. 

Con esta regularización, el Museo Nacional de Colombia dejó de ser el dueño y pasó a ser el tenedor de la pieza. Cinco años después de que saliera el decreto, el Servicio Geológico le pidió que lo registrara, y ahí fue cuando el director se enteró de la situación y decidió con el área de Conservación pedirles el informe sobre el estado del meteorito.

A los pocos días, el Servicio Geológico les respondió. Por un lado les dijo que, basándose en un estudio exhaustivo que hizo la Universidad Nacional en 2006 sobre la composición del meteorito de Santa Rosa de Viterbo, pudo determinar que la pieza está en buen estado. Pero, por otro, que debido a que está conformado mayoritariamente por hierro, y acá cito: “es posible determinar que se trata de un material susceptible a procesos de oxidación y corrosión derivados de su contacto con el oxígeno y la humedad”. Así que enfatiza en la importancia de implementar medidas de conservación preventiva para protegerlo. 

[Victoria]: Son cosas muy puntuales: necesita estar apartado de humedad. El meteorito está, ¿sí?, dentro de una edificación, pero nosotros estamos en Bogotá, que es muy húmedo. Entonces, la humedad del ambiente también es un factor a verlo.

[Jefferson]: También hay que cuidarlo del tacto permanente. 

[Victoria]: Uno siempre tiene las manos de pronto con fluidos, que también pueden ser un factor y se puede ir oxidando el hierro, como nuestras llaves, las llaves que tocamos todos los días, esas también se van oxidando, se van oxidando. No en 20 años, quizás, sea algo muy notorio, pero sí. Ningún elemento es completamente imperturbable, así sea muy duro. 

[Jefferson]: El Servicio Geológico también dejó claro en su informe que el meteorito no puede quedarse como está. Acá cito su recomendación: “Toda medida de conservación preventiva que se emplee para evitar un probable proceso de corrosión, será siempre la opción más efectiva para proteger este tipo de patrimonio y evitar su deterioro a futuro”.

Pero antes de pensar que efectivamente hay que meterlo en una urna de vidrio, vale la pena hacer una aclaración: en Colombia, los objetos considerados patrimonio nacional deben tener, además de un valor científico, uno educativo y uno cultural. El meteorito cumple con las tres, por lo que la decisión de cómo exhibirlo y su interacción con los visitantes debe ser coordinada por todas las partes involucradas, y así tener en cuenta cada factor. 

El informe del Servicio Geológico se basa únicamente en las ciencias naturales que, por supuesto, son fundamentales. Pero igual le pregunté a Victoria por qué no consideraron aspectos educativos o culturales en su respuesta al Museo. 

[Victoria]: Porque la pregunta que ellos nos hacían era muy específica y era: ¿El aerolito puede sufrir deterioros si se toca de forma permanente? O sea, hay una pregunta específica, nosotros somos una institución del Estado, nosotros tenemos que contestar específicamente lo que nos están preguntando.

[Jefferson]: Pero insistí porque ya conocía la lista de los Museos que tienen meteoritos que se pueden tocar: 

¿Y para ese patrimonio no se tienen justamente en cuenta esos referentes internacionales que identificaba anteriormente?

[Victoria]: Claro que sí. Claro que sí se tienen en cuenta.

[Jefferson]: Entonces, ¿por qué van en contravía?

[Victoria]: Bueno, vuelvo a insistir en que nosotros no hacemos una prohibición, hacemos unas recomendaciones de conservación, desde la parte técnica.

[Jefferson]: Ella dice recomendaciones, pero son recomendaciones que el Museo tiene que acatar. El Servicio Geológico es la autoridad sobre este tema y si ya dejó claro que el meteorito está en riesgo, sencillamente no puede quedarse expuesto como está. Si vuelven a revisar la tenencia en diez años y ven que el Museo no hizo nada, fácilmente pueden quitárselo. Esa es la posición de la entidad: tienen que proteger el patrimonio como sea. 

Cuando llegó la respuesta del Servicio Geológico, el director del Museo estaba esperando que le dijeran que el meteorito no solo estaba bien sino que podía seguir donde estaba. Este es William otra vez:

[William]: Me sorprendí cuando me dijeron que, efectivamente, la roca posiblemente podía tener un deterioro en su integridad física y química. Entonces dije: “Bueno, ok, una cosa es lo que yo crea y otra cosa es lo que crean los especialistas”. Como museólogo, como funcionario público, como director del Museo, tengo que atender al llamado de atención que nos hacen los especialistas. No puedo ser indiferente.

[Jefferson]: Había que acatar la norma. La primera estrategia que implementó y la más inmediata fue pedirles a los mediadores que no dejaran que los visitantes tocaran el meteorito. Lo cuestioné por esa decisión. Al fin y al cabo esta es la herramienta educativa que mejor permite crearle una experiencia significativa a la gente. 

Teniendo en cuenta ese valor cultural tan importante, ¿por qué la instrucción hacia los mediadores y las personas de educativa es: “No toque el meteorito, no deje que la gente lo toque”? Y es todo con ánimo restrictivo. 

[William]: Yo estoy contigo, como educador de museos, pero como funcionario no tengo otra opción que cumplir la norma, cumplir el reglamento que la institución que regula el agenciamiento de esas piezas nos dice.

[Jefferson]: Y por eso, el 2 de agosto de 2023, le pidió al área de Conservación que diseñara un nuevo montaje que permitiera la exhibición de la pieza sin afectar su conservación. 

¿Y cuál sería ese nuevo montaje? Bueno, no está claro.

Entre las propuestas que escuché estaba meter al meteorito en una especie de cámara subterránea con un vidrio protector encima. De esa forma se podría ver desde arriba, pero protegido de la humedad del ambiente. La verdad suena a que sería una urna de cristal convencional, pero en un hueco. 

También supe de la propuesta de crear una réplica exacta. Una hecha de los mismos materiales y que se pueda tocar. Me mencionaron, además, la instalación del piso lunar que hay en el Museo de Historia Natural del Smithsonian, donde dejan tocar un pequeñísimo fragmento de dos centímetros. Tal vez podrían hacer lo mismo con el meteorito. ¿Pero entonces tendrían que cortar otro fragmento? ¿O dejarían expuesta sólo esa parte? 

Cuando entrevisté a William, en octubre de 2023, seguía sin saberse cuál iba a ser esa nueva instalación, pero me dejó entender que, probablemente, no iba a ser convencional. 

[William]: La forma en que los museos hacen caso es siempre creativa. Es decir, no puede ser burocrática ni puede ser unidireccional. Aquí se cumple la regla fundamental de los museos: los museos son complejos. Entonces, por eso digo que la respuesta del Museo es museológica, o sea, compleja. 

[Jefferson]: Esto realmente no me respondió nada. Ok, va a ser compleja la solución, pero cuál va a ser. William me aseguró que hará lo posible por escuchar todos los puntos de vista y proponer colectivamente la mejor estrategia.

[William]: Yo creo que habría que reiterar que, que tenemos toda nuestra disposición profesional y toda nuestra actividad curatorial y museográfica para que el aerolito siga siendo una pieza clave de nuestro proceso, del relato que cuenta el Museo, pero por el otro lado, de la aproximación multisensorial y siempre muy abierta y polifónica de nuestros públicos a nuestros patrimonios.

[Jefferson]: Parecía que todo iba a ser muy concertado y transparente, así me lo hizo entender William. Pero a veces las preguntas pueden incomodar. Después de que lo entrevisté, seguí indagando para hacerle seguimiento al tema. Al poco tiempo una persona del Museo, que prefirió no dar su testimonio para evitar problemas, me dijo que en una reunión el coordinador del departamento de Comunicación Educativa les pidió no darme más información. Que lo que sucediera con el meteorito no se podía filtrar.

A principios de febrero de 2024 recibí las respuestas de los museos internacionales sobre sus políticas para dejar tocar los meteoritos de sus colecciones. Solo para recordar cuáles fueron: el Museo Field de Chicago, el Museo de Historia Natural de Londres, el Museo Geológico y Mineralógico de Harvard y el Museo de Historia Natural del Smithsonian. 

Todos tienen fragmentos del meteorito de Santa Rosa, pero ninguno los exhibe al público. Son pequeños y sólo los tienen disponibles para investigadores, como María Elvira Escallón, que los pueden manipular con guantes, herramientas especiales y en superficies limpias. La razón general y que todos comparten es que no pueden exponer cada meteorito que tienen en sus colecciones. Muestran los que consideran más significativos por diferentes razones… y sí, algunos de esos se pueden tocar: los que son grandes, pesados, de hierro, que tienen un valor educativo importante y de los que existen otros fragmentos en instituciones dedicadas a su investigación. 

Les pregunté directamente si expondrían y dejarían tocar el del Museo Nacional de Colombia, teniendo en cuenta su material, su peso y su importancia cultural. Las respuestas fueron variadas: el de Historia Natural de Londres dijo que la pregunta era demasiado hipotética para responderla directamente, pero que el tamaño de la pieza no sería un factor definitivo para tomar esa decisión, sino su valor histórico y social. 

El de Harvard respondió que definitivamente sí lo exhibiría y lo dejaría tocar. La razón: por su gran tamaño y porque hay suficientes fragmentos protegidos que se destinan a la investigación. Aunque reconoce que tenerlo expuesto acelera la oxidación y el deterioro, me dijo que el público tiene derecho a acceder a esta pieza. 

Y el del Smithsonian, que de todos estos museos es el que tiene la exposición más amplia de meteoritos metálicos que se pueden tocar, dijo simplemente que sus piezas pesan entre 88 y 1,167 kilogramos, así que se puede asumir que sí dejarían tocar el que está en Colombia, que pesa más de 400 kilos. 

Regresé al Servicio Geológico con esta información. Hasta ese momento, finales de febrero de 2024, seguían sin retomar las conversaciones con el Museo sobre lo que iba a suceder con el meteorito, pero Victoria me dijo que estaban dispuestos a llegar a acuerdos. 

[Victoria]: Es realmente no, no manejar ningún extremo. Lo ideal sería encontrar un punto medio: tanto la protección del patrimonio, como la accesibilidad al usuario y al público, teniendo presente tanto la parte geológica como la parte cultural y la parte educativa de la… pues del meteorito como tal.

[Jefferson]: Le conté sobre las respuestas de los museos internacionales y le pregunté si, teniendo en cuenta estos ejemplos, estarían abiertos a dejar tocar el meteorito. 

[Victoria]: Mmmm… siempre y cuando medien unas condiciones de conservación. Es decir, no, no te puedo concretar algo en este momento, porque no, digamos, no estaría en la libertad de hacerlo, pero es una opción.

[Jefferson]: También volví al Museo. Después de que William, el director, me aclarara que él es el único vocero de la institución, que así son las políticas de comunicaciones, me dijo que efectivamente no habían retomado las reuniones con el Servicio Geológico. En ese momento estaban concentrados en la contratación anual de su personal. Una vez resolvieran eso, podrían enfocarse en el tema del meteorito. Ahora, respecto a las respuestas de los museos internacionales se mostró muy interesado. 

[William]: Me gustaría mucho que si les llegaron esos conceptos por escrito, pues traerlos a la mesa de negociación con el Servicio. Y, claro, nos sirve mucho, nos serviría mucho.

[Jefferson]: Acepté. Sí, es cierto que esa tarea la deberían hacer las entidades involucradas en este tema, pero al final lo que percibí en todo este proceso es que simplemente están acatando lo que dice un decreto… uno que nunca tuvo en cuenta las particularidades de una pieza como el meteorito de Santa Rosa de Viterbo. Y si esta investigación nos ayuda a contemplar otras posibilidades fuera de la restricción, perfecto. Después de todo, para que haya un daño significativo en la pieza faltan miles y miles de años… Y eso me pone a pensar: ¿para quiénes estamos cuidando el patrimonio?

Pero un mes después de hablar con William, el Ministerio de Cultura le pidió la renuncia para empezar lo que llamaron “un proceso de transformación administrativa”. Mis fuentes me contaron que el tema de la contratación del personal era un caos y necesitaban solucionarlo inmediatamente. Para eso nombraron una nueva directora, Liliana Angulo. 

Ella, por el momento, no se ha manifestado públicamente respecto a cómo procederá el Museo con el meteorito o si está dentro de sus prioridades. Al cierre de esta historia sigo sin saber si las respuestas de los museos internacionales que le compartí a William sirvieron de algo. Por ahora, el meteorito continúa en el centro del edificio y con la instrucción para los mediadores de evitar que las personas lo toquen. Pero algunos, según me han dicho, siguen desobedeciendo.

[Soundbite de archivo: canción] 

[Daniel]: Esta canción es de Jaime Castro y los Filipichines, un grupo de Santa Rosa de Viterbo de música tradicional carranguera. En ella mencionan al meteorito. 

[Soundbite de archivo: canción]: Santa Rosa, receptor del meteorito, religión y monasterio donde se hablaba de Dios. 

[Daniel]: Después de su investigación, María Elvira Escallón hizo una muestra artística en 2015 en el Museo Nacional, en la que contó la increíble historia del meteorito. 

Le enviamos un correo a la nueva Directora del Museo Nacional preguntándole por su posición sobre lo que está pasando con el meteorito. Hasta el momento no hemos recibido su respuesta.

Jefferson Ramírez es periodista y vive en Bogotá. Produjo esta historia con David Trujillo, nuestro productor senior, y Shayra, su perra guía y fiel acompañante. Esta historia fue editada por Camila Segura y por mí. Bruno Scelza hizo el fact checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri, con música original de Ana Tuirán.

Gracias a Natalia Sánchez Loayza por ayudarnos a encontrar información clave para esta historia. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Barbara Sawhill, Luis Fernando Vargas y Elsa Liliana Ulloa.

Carolina Guerrero es la CEO.

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

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Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

 

Créditos

PRODUCCIÓN
Jefferson Ramírez y David Trujillo


EDICIÓN
Camila Segura y Daniel Alarcón


VERIFICACIÓN DE DATOS 
Bruno Scelza


DISEÑO DE SONIDO 
Andrés Azpiri 


MÚSICA
Ana Tuirán


ILUSTRACIÓN
Diego Corzo


PAÍS
Colombia


TEMPORADA 13
Episodio 29


PUBLICADO EL
04/30/2024

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