Me autodeclaro negra | Transcripción

Me autodeclaro negra | Transcripción

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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón.

Vámonos a Salvador de Bahía, al noreste de Brasil. Era una tarde de marzo de 2020 y Lindinês, de 26 años, tenía que ir a la Universidad Federal de Bahía. 

Llegó a tiempo al salón de clases que les habían asignado y se sentó en la primera fila, cerca de la puerta. No pasó mucho hasta que anunciaron su nombre junto con el de otros cuatro compañeros. 

Cuando se levantó sintió cómo temblaban sus piernas. Por un momento pensó que el resto de las personas, casi 200, podían ver qué tan nerviosa estaba. Su corazón latía a mil. Caminó unos pocos metros en medio de un grupo de estudiantes y con cada paso sentía miradas cortantes. Algunos la señalaban. Pero no se dejó intimidar.

Entró a la sala donde la estaban esperando. Se paró frente a una mesa donde estaban cinco personas. Respiró hondo, levantó la cabeza y en tono firme dijo: 

[Lindinês]: Eu Lindines de Jesus Souza me autodeclaro como mulher preta. 

[Daniel]: “Yo, Lindinês de Jesus Sousa, me autodeclaro una mujer negra”. 

El silencio de la sala se rompió con el sonido de la cámara fotográfica que estaba ahí para registrar su piel oscura, su cabello crespo voluminoso, sus labios gruesos. Una foto de frente, otra de perfil, como si estuviera siendo fichada por la polícia.  

Pero los que la examinaban eran miembros de la “Comisión de identificación racial” de la universidad, que ese día estaban encargados de comprobar que los estudiantes que dicen ser negros realmente lo eran. 

Y es que como pocas veces en la historia de Brasil, tener la piel oscura significaba una oportunidad y no un problema. Desde 2012, bajo el gobierno de Dilma Rousseff, se creó un sistema conocido como “cuotas raciales”, donde se reservan cupos para alumnos negros, indígenas y pardos —es decir, hijos de negros con blancos o negros con indígenas. Era una medida que quería mitigar años de desigualdad social en el país. 

Solo para poner un ejemplo: a pesar de que para el 2012, un poco más de la mitad de la población se identificaba como afro, el 89% de los cupos en las universidades eran ocupados por estudiantes blancos. Y las cuotas raciales querían revertir esto, al menos en las universidades públicas.  

Por eso, para Lindinês, era raro que ese día, junto a ella, hubiera estudiantes de ojos claros, piel blanca y cabello lacio… personas que, como ella, estaban ahí porque también se habían autodeclarado negras. 

Era un fraude que llevaba ya algún tiempo, pero que Lindinês estaba dispuesta a enfrentar.  

Una pausa y volvemos. 

(MIDROLL)

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. La periodista Claudia Jardim nos cuenta.

[Claudia Jardim]: Lindinês nació y creció en Salvador, la capital de Bahía, al noreste de Brasil. Vivía con su mamá, su papá, dos hermanos y una hermana en Itapuã, una villa de pescadores y uno de los principales puntos turísticos de la ciudad. Su infancia olía a mar. Su padre trabajaba como obrero en una plataforma petrolera y su madre vendía todo lo que podía en la vecindad: yogurts, cosméticos, ropa. 

Desde muy pequeña la educaron para que sintiera orgullo del color de su piel. Pero también le enseñaron que nunca ha sido sencillo ser afro en su país.

En el siglo XVI, más de 5 millones de africanos, traficados y esclavizados durante la colonización portuguesa, llegaron a los puertos de Brasil. Eran forzados a trabajar en agricultura, en minería, en los puertos y en el servicio doméstico. Brasil fue el último país en las Américas en abolir la esclavitud. No fue hasta 1888. Pero el acceso a derechos básicos como educación, salud y vivienda siguió siendo un problema para los afrodescendientes por décadas. O mejor dicho, sigue siendo. 

A eso se le suma la violencia policial. Cuando Lindinês era niña, durante los noventas, escuchaba a su madre repetirle lo mismo a sus dos hermanos mayores: 

[Lindinês]: Não sai de casa sem documento, não usa cabelo grande… 

[Claudia]: Que no salieran sin su documento de identidad, ni que se dejaran crecer el pelo… 

[Lindinês]: Não se veste de qualquer jeito, não anda tarde na rua… 

[Claudia]: Que no andaran desarreglados o en chancletas, ni que estuvieran en la calle a altas horas de la noche. 

[Lindinês]: Não reage, não fala nada, pede ajuda, manda alguém chamar lá em casa, se tiver qualquer abordagem perto.   

[Claudia]: Que no reaccionaran si los detenía un policía y que siempre la llamaran si necesitaban ayuda. Su mamá no exageraba. 

No hay un registro oficial sobre la violencia policial en esa época, pero era una amenaza con la que familias como la suya convivían constantemente. Por testimonios y noticias, se sabe que es una realidad que no ha cambiado mucho. Además, según datos del 2020, en Bahía, la posibilidad de que una persona negra muera a manos de la policía es cinco veces mayor que la de una persona blanca. Lo que se suma a una estadística impactante: en todo Brasil casi el 80% de las personas que han muerto en interacciones con la policía son negras.

A pesar de crecer en ese mundo, su familia funcionaba como un muro de contención. La trataron siempre como una niña excepcional: por su disciplina en la escuela, su curiosidad, su chispa. A los 7 años, empezó la primaria en una escuela pública. Ahí estudiaba con otros niños negros que vivían en su mismo barrio y las calificaciones de Lindinês siempre fueron las mejores. 

Le fue tan bien que se ganó una beca para hacer la secundaria en un colegio privado y religioso de alto nivel. Uno muy costoso para familias como la suya, que ganaban poco y vivían en la periferia. 

El colegio quedaba lejos de su casa, en el centro de Salvador. De lunes a viernes se despertaba muy temprano y salía dos horas antes para llegar a tiempo a clases. Y entre una gran mayoría de estudiantes blancos y con dinero, Lindinês se sentía fuera de lugar. No podía ir a los planes que hacían sus compañeros, como ir al cine o comer helados en la playa.  

[Lindinês]: Eu ficava na biblioteca para poder usar a internet, ler os livros da biblioteca de tarde na escola, com fome porque eu estudava de manhã.

[Claudia]: Como no tenía computadora en su casa, ni plata para comprar libros, se quedaba todas las tardes en la biblioteca de la escuela y se pasaba horas estudiando ahí. Aún así, Lindinês seguía destacándose en el colegio. Me dijo que durante dos años seguidos estuvo entre los mejores 3 alumnos de toda la escuela. 

Fue por esta misma época, a los 14 años, que adoptó como propio uno de los sueños de su madre.  

[Lindinês]: Minha mãe sempre quis ser médica, mas ela nunca me impôs nada,  tipo assim ela nem falava muito sobre isso. Mas isso ficou ali, isso me pairava, né?

[Claudia]:  Su mamá siempre había querido estudiar medicina, pero no pudo ir a la Universidad. Estudió la preparatoria y, después de dos intentos fallidos de presentar el examen de admisión, abandonó la idea. Era algo de lo que su mamá no hablaba mucho. Pero bastó con que se lo mencionara a Lindinês para que no lo olvidara. Poco a poco comenzó a imaginarse a sí misma usando la bata blanca de los doctores. Pero cuando le contaba a la gente lo que quería hacer, muchos le decían: 

[Lindinês]: Essa é outra coisa que o racismo opera sobre a gente né? Eu nunca tinha cara de quem queria fazer medicina. 

[Claudia]: Que no tenía cara de médica… Le sugerían, más bien, las profesiones que sí eran, supuestamente, aptas para alguien como ella. 

[Lindinês]: Tinha cara de História, tinha cara de Direito, eu tinha cara de outras coisas. Enfermagem, por que você não faz enfermagem? Enfermagem parece um pouco mais com você. 

[Claudia]: Que mejor debería estudiar historia, derecho, enfermería o fisioterapia, porque en esas carreras sí había gente parecida a ella. 

En plenos años 2000, en el estado de Bahía, no era común que una persona negra, o mucho menos una mujer negra aspirara a una carrera considerada prestigiosa, como la medicina, ocupada mayoritariamente por blancos.  

Pero nada de eso la hizo desistir. Lindinês veía el mundo más allá de las costas de Bahía. Por esa época, en el colegio le asignaron leer un libro escrito por el neurocirujano estadounidense Benjamin Carson, Piense en grande.  Negro como ella, Carson había vivido la violencia de clase y racial en Estados Unidos, y se había convertido en uno de los médicos más respetados en su área. 

[Lindinês]: Viveu algo muito parecido com tudo que eu vivo, conseguiu chegar muito longe e eu falei assim, acho que eu também consigo fazer grandes coisas. 

[Claudia]: Leyó algo que le sorprendió sobre él: a finales de los 80 realizó una cirugía de gemelos siameses en la que ambos sobrevivieron. Y pensó que, a lo mejor, ella también sería capaz de realizar grandes cosas como él.

Por eso, cuando terminó la secundaria en 2011, comenzó a prepararse para el examen de admisión de la Universidad Federal de Bahía, la más importante de su estado y una de las mejores del país. Quería ser admitida en Medicina, aunque sabía que el puntaje que necesitaba para entrar era muy alto.  

Pero al poco tiempo algo cambió. Después de mucha presión social, en el 2012, tan solo meses después que Lindinês terminara la secundaria, Brasil aprobó la ley que ya mencionamos: la de las cuotas socio-raciales, que obliga a las universidades públicas a tomar medidas para la inclusión racial. Esto significa que deben reservar 50% de los cupos para alumnos de las escuelas públicas y de bajos recursos y, de este total, 25% para personas negras, pardas, indígenas y personas con discapacidad.

Cuando Lindinês se enteró de esta ley, sintió que tenía una oportunidad. 

[Lindinês]: “Pronto, pelos menos 50% das pessoas agora vão ser pessoas minimamente próximas a mim, vão ser pessoas parecidas comigo, então tenho mais chances” 

[Claudia]: Pensar que el 50% de las personas en la carrera de medicina se parecerían a ella, que vendrían de un contexto social y racial similar al suyo, aumentaba sus posibilidades de pelear por ese cupo en condiciones menos difíciles. 

Como ella, mucha gente veía la ley como una reparación histórica, un paso fundamental para democratizar el acceso a la educación superior en Brasil y reducir la desigualdad social. Era el avance más significativo en beneficio de la población negra e indígena desde la abolición de la esclavitud. 

Pero no todos en el país estaban de acuerdo y muchos criticaban la medida. 

(SOUNDBITE ARCHIVO) 

[Hombre]: Eu sou contra porque acho que todos são iguais no mundo e as oportunidades têm que ser iguais para  todos.

[Claudia]: Ciudadanos como este se oponían a la ley argumentando de que todas las personas son iguales y que todos deberían tener las mismas oportunidades. 

[Abogada]: Isso feriria a meritocracia prevista no princípio republicano, ou seja, o sistema de mérito, aquela pessoa que fosse mais capaz, ou mais capacitada intelectualmente deveria ser o dono da vaga e que isso estaria sendo violado”.

[Claudia]: Este audio es de un programa de televisión del 2012, donde una abogada dice que la ley va en contra de la meritocracia prevista en el principio republicano y que las personas más capacitadas intelectualmente son las que deberían recibir el cupo universitario. 

Pero no es tan sencillo. En Brasil, como en muchos países de la región, la educación pública no es tan buena, y mucho menos en contextos tan precarios como en el que creció Lindinês. Esto pone en desventaja a personas como ella porque los cupos en las carreras de las universidades públicas son limitados y, antes de la ley de cuotas, siempre los terminaban ocupando los alumnos con los mejores puntajes en el examen de admisión. Y, claro, no era casualidad que la gran mayoría de esas personas fueran blancas y graduadas de escuelas privadas donde recibieron una educación de mejor calidad.

 Lindinês había sido una de las mejores estudiantes en su escuela pública, sí… Y había estudiado en un colegio privado en la secundaria… Pero alcanzar un puntaje que pudiera competir con los estudiantes que habían ido a escuelas privadas toda su vida era casi imposible. Simplemente no alcanzaba a tener el mismo nivel.

[Lindinês]: Eu sabia que não conseguiria entrar em medicina jamais se não fossem as cotas.

[Claudia]: Dice que sabía que jamás hubiera podido entrar a medicina si no fuera por las cuotas. Y es que Lindinês competiría por el 25% de los cupos con otras personas que vienen de su mismo contexto social, económico y racial. Así, en lugar de competir con la nota más alta de una persona blanca y de escuela privada, lo haría con la nota más alta de las personas que aplicaban a la ley de cuotas. 

Aunque claro, eso no quería decir que no tendría que alcanzar el puntaje mínimo que exigía cada carrera. En el caso de medicina en la Universidad de Bahía, la que quería Lindinês, ese puntaje era bastante alto en comparación con las otras. 

 A pesar de que ella estudiaba muchísimo, no lograba alcanzar ese puntaje mínimo. 

[Lindinês]: Eu sempre soube que tinha que estudar muito para poder passar no vestibular. Fiz vestibular, não passa num ano, não passa no outro, não passa, eu fiz: Ah, não vou ficar aqui com a cara pra cima não.  

[Claudia]: Presentó el examen una… dos… tres veces y no podía aprobarlo. 

Así pasaron 3 años, en los que se dedicó a estudiar todos los días. Seguía viviendo con sus padres y ellos la apoyaban económicamente para que pudiera enfocarse completamente en pasar el examen. La veían como la gran promesa de la familia y no querían que se distrajera en otras cosas. Solo en vacaciones se tomaba un descanso del estudio y trabajaba en la playa como asistente de las vendedoras de acarajé, un plato típico de Bahía. 

Después de esos tres intentos fallidos, Lindinês, con 21 años, decidió que ya era el momento de presentarse a otra carrera. Y así lo hizo en 2015 cuando postuló a la misma universidad, pero a dos carreras donde el puntaje mínimo necesario era menor: farmacia y el bachillerato de salud. Esta última era una especie de preparatoria en salud que permitía, después de tres años, que los alumnos migraran a otras carreras en la misma área, como medicina. Lo que más le interesaba en este punto era comenzar a estudiar. 

En el primer intento, Lindinês pasó el examen de farmacia. Decidió matricularse de una vez. Su familia celebró y salieron a comer. 

[Lindinês]: E aí a gente festejou ali a entrada em Farmácia. Vai ser farmacêutica, é algo importante, é uma conquista.

[Claudia]: Le decían que estudiar farmacia era una conquista, que finalmente la verían estudiando en la Universidad más importante de su estado. 

Lindinês comenzó clases el segundo semestre del 2015 y, aunque le pareció difícil seguir el ritmo de la clase de álgebra, siguió yendo sin falta.

Tres semanas después, publicaron los resultados del examen de admisión al Bachillerato de Salud: también lo había aprobado. Inmediatamente decidió salirse de la carrera de farmacia. 

Lindinês estaba emocionada cuando se transfirió, pero desde el principio la experiencia no fue placentera. La competitividad entre los estudiantes era demoledora; y el ambiente, hostil. 

[Lindinês]: As pessoas são desonestas, as pessoas são agressivas, as pessoas são maldosas. As pessoas sabotam umas às outras, então tipo assim as pessoas se fecham num grupo para se proteger. 

[Claudia]: Los alumnos eran deshonestos y agresivos. Se saboteaban entre sí todo el tiempo, porque solo los que tenían las mejores calificaciones lograrían transferirse a la carrera de medicina… La única salida que ella encontró en ese ambiente fue fortalecer su grupo de amigos para protegerse de los demás. Solo así podía enfocarse en su meta. 

Pero sus buenas notas no siempre le bastaban para ser respetada por sus profesores y sus colegas. Lindinês era solo una de las cuatro personas negras que había en el grupo de 60 estudiantes. Y el racismo era explícito. 

Había un profesor en particular que le hacía sentir terrible. Era un hombre blanco que trataba a todos con mucho respeto y siempre con una sonrisa. Menos a ella. Una vez Lindinês cuestionó la calificación en un examen y el profesor le dijo:

[Lindinês]: Não se preocupe que você vai ficar ainda com 92, porque pra gente como você 92 é uma nota muito alta’ tipo assim para pessoas medíocres como você, medíocres a vida inteira, 92 é na média é muito alta.

[Claudia]: No te preocupes, te vas a quedar con un 92, que para gente como tú es una nota muy alta. Lindinês se enfureció. Sintió que la estaba llamando mediocre y ella era todo menos eso.

Después de dos años y medio, terminó de cursar todas las materias del Bachillerato de Salud con calificaciones altas. Lo cual quería decir que podría participar del proceso selectivo interno para la carrera de medicina. Además, como era una alumna que calificaba para beneficiarse de las cuotas raciales en la universidad, aplicaría a uno de estos cupos. Pero ese año decidió esperar, pues se estaba hablando de algo que la intimidó… 

[Lindinês]: Porque no ano que eu formava o número de fraudadores era muito maior e isso me intimidou.  

[Claudia]: Que ese año el número de personas cometiendo fraude en el sistema de cuotas raciales era muy alto. Muchos se estaban haciendo pasar por negros para entrar a la universidad. 

Pero que esto pasara no era secreto. Hasta el 2019, lo único que se necesitaba para aplicar a algún cupo de cuotas raciales era entregar una autodeclaración racial por escrito. Nadie verificaba la información. Quien dijera que era negro, indígena o pardo, para el sistema, lo era. Y punto. 

[Lindinês]: O caso mais gritante era de uma aluna que tinha uma alta extremamente competitiva, mas era branca, loira, de olhos verdes, morava na Pituba, bairro nobre aqui de Salvador.

[Claudia]: El caso más escandaloso que conoció Lindinês fue de una alumna que entró a la carrera de medicina como beneficiaria de las cuotas raciales… y que, si bien tenía calificaciones muy buenas, era blanca, rubia y de ojos verdes. Y vivía en un barrio de clase alta. 

También tenía compañeros en sus clases de Bachillerato de Salud que habían entrado a la universidad haciéndose pasar por negros. Y lo que más le preocupaba era que muchos de ellos también podrían solicitar el traslado a la carrera de medicina y ocupar uno de los cupos que ella quería. 

Lindinês veía estos fraudes en el sistema de cuotas como otra de las tantas irregularidades en Brasil que no tenían una solución clara. 

[Lindinês]: Eu me sentia muito impotente contra aquilo. A gente discutia muito, ficava conspirando, o que a gente pode fazer pra derrubar essa galera, todo mundo sabe e ninguém faz nada.

[Claudia]: Sentía mucha impotencia con todo aquello. A veces, conspiraba con sus compañeros sobre cómo podrían exponer a estas personas. Pero le daban vueltas y vueltas a la idea y no lograban llegar a ninguna solución. 

Así que por eso prefirió posponer su graduación, con la esperanza de que un año después tendría menos competencia de gente haciendo fraude. 

Mientras esperaba, Lindinês consiguió una pasantía en la unidad de urgencias de un hospital público de Salvador. Le entusiasmaba aplicar lo que había aprendido en la universidad. 

Como suele ser, este ambiente era frenético e intimidante. A Lindinês le tocaba indicarle a las familias dónde hacer el registro de entrada al hospital y dónde esperar a sus familiares heridos. Muchos llegaban en estado grave, la mayoría víctimas baleadas por la policía y cuerpos todavía esposados. Y sí, la mayoría eran negros. 

[Lindinês]: Eu recebia mães pretas, órfãs de seus filhos, que chegavam sem a menor dignidade porque eram vistos como menos gente. Corpos pretos sendo violados por alunos brancos da faculdade de medicina de Salvador, que riam na mesma sala que uma mãe chorava a morte de seu filho.

[Claudia]: Dice que recibía a madres negras que habían perdido a sus hijos y que el trato que les daban los alumnos blancos que hacían prácticas en el hospital era irrespetuoso. Las violentaban a ellas, a los pacientes y a los cuerpos una y otra vez. 

Recuerda ver, por ejemplo, cómo colocaban a los heridos en camillas de hierro heladas para que las colchonetas no se “ensuciaran de sangre”.  

Y que, cuando ya no se podía hacer más para salvar al paciente, los estudiantes de medicina veían allí una oportunidad para practicar algunas maniobras médicas. 

[Lindinês]: Eu via eles entubando uma pessoa que já estava morta. Eles enfiando a cânula num corpo que não tinha dignidade mais, assim, e eles queriam ter a oportunidade de entubar e tipo, aquele corpo podia passar por aquilo, entendeu? 

[Claudia]: Los estudiantes entubaban a las personas negras fallecidas y los trataban sin ninguna dignidad. 

[Lindinês]: Isso me violentava todo o dia. Todo dia eu saia da sala de espera e ia para o banheiro chorar. 

[Claudia]: Todos los días se encerraba en el baño a llorar. Sentía esa violencia como algo personal.  

[Lindinês]: Me ajudou a ver a necessidade de ter alguém parecido que entendesse minimamente o que aquelas mães, aquelas pessoas, aquelas mulheres pretas passavam…

[Claudia]: Dice que esta experiencia la ayudó a ver la necesidad de que las madres y mujeres negras que llegan al hospital sean atendidas por alguien que entienda su realidad. En especial en un país como Brasil, donde, en el 2018, tan solo el 18% de los médicos se auto identificaban como negros. 

Representar a los suyos con la bata blanca puesta se convirtió en su principal motivación. 

Finalmente, en 2019, al terminar la pasantía de un año en el hospital, Lindinês se postuló para la carrera de medicina. En el campus de Salvador había más cupos, pero la competencia, por ser en la capital de Bahía, sería mayor. Por eso, decidió postular a otro campus de la misma Universidad, uno que está en el interior del estado, a más de 500 kilómetros de distancia de la capital y de su casa. Quizás allí tendría más posibilidad. 

Aunque para aquel año, tan solo dos de 9 vacantes en total eran para alumnos de las cuotas raciales a las que podía aplicar Lindinês. De todas maneras decidió apuntarle a uno de esos dos cupos. 

Para ingresar a la carrera de medicina, no necesitaba hacer un nuevo examen porque la Universidad evaluaba las notas promedio del bachillerato de salud. Quienes tuvieran los mejores puntajes serían seleccionados. Lindinês solo tenía que llenar un formulario en línea con sus datos personales e indicar su interés en al menos tres carreras en el área de la salud. Eligió medicina, odontología como segunda opción y salud colectiva en tercer lugar. 

Un poco más de un mes más tarde, llegó el día en que anunciarían la lista de los seleccionados. Era el 3 de febrero de 2020 y Lindinês se fue a la casa de su abuela para recibir la noticia. Cuando llegó, se sentó frente a la computadora y abrió la página donde daban los resultados de medicina. 

Su nombre estaba ahí. Pero en el tercer lugar en la lista de candidatos que se disputaban por los dos cupos de las cuotas raciales.

[Lindinês]: Fiquei em choque, fiquei estática porque para mim o sonho tinha acabado, tipo assim, vou viver uma vida de frustração. Seja o que for o que eu vou fazer não vai ser o que eu queria e vou ter que conviver com isso.

[Claudia]: Quedó en shock. Pensó que su sueño se había acabado y sabía que cualquier camino que eligiera sería una vida de frustración por no haber entrado a medicina. 

Lindinês abrió otra vez el buscador en la computadora para saber si había ingresado en su segunda opción, odontología. Y sí, había pasado. Pero nunca se había visto a sí misma como odontóloga. No era lo que quería. 

La noticia cayó como una bomba sobre la familia. Una de las más afectadas parecía ser su mamá. Le propuso que fueran a la casa de la hermana de Lindinês para pasar el momento amargo. Entre mujeres le darían el apoyo necesario. Le pareció bien y, mientras se preparaba para salir, su celular empezó a sonar. Eran sus amigos, pero no se trataban de mensajes de aliento. Hasta abrir los mensajes, la frustración de Lindinês era consigo misma, por no haber sido capaz de alcanzar un cupo, hasta que vio lo que le escribieron…

[Lindinês]: Lindi, quem passou nas duas vagas, são duas brancas, são duas brancas e me mandavam fotos.

[Claudia]: Los dos cupos de cuotas raciales de la carrera de medicina habían sido otorgados a dos chicas blancas que se habían hecho pasar por negras. Le mandaron fotos para que las viera. Y sí, las dos eran de tez blanca. Una tenía el pelo lacio, color castaño oscuro y estaba en traje de baño en un pasadizo con vista al mar. La otra también tenía el pelo liso, estaba maquillada y tenía una blusa negra. Estaba mirando hacia un lado, como si posara para una foto de estudio. 

No parecían formar parte de los grupos afrodescendientes o indígenas de Brasil. 

[Lindinês]: Lindi você tá sabendo?  eu disse: ‘eu não’. ‘E o  que você vai fazer?’ Eu disse: ‘não vou fazer nada, estou cansada’. 

[Claudia]: Sus amigos no le dejaban de preguntar: “¿Qué vas hacer?”. Ella les contestaba  que no sabía, que estaba cansada. 

[Lindinês]: A minha vida é toda de questionar. Eu questiono da hora que eu acordo a hora que eu durmo, porque eu tô sempre nesse lugar de que tenho que me defender, de ter que estar provando que eu sou digna das coisas, que eu conquistei as coisas, então para mim é muito cansativo esse lugar. 

[Claudia]: Dice que toda su vida se la había pasado cuestionando todo, todos los días. Se sentía agotada de tener que defenderse siempre, de tener que probar que merece sus logros. Sentía que ya no podía más. 

Cuando llegó a la casa de su hermana se pasó horas llorando. No haber entrado por un fraude iba más allá de la frustración personal. 

[Lindinês]: Não era justo com meu povo. Toda vez que um de nós ascende, a gente carrega uma família. A gente estava sendo privado, várias famílias pretas estavam sendo privadas de ascender socialmente por causa de descaração de gente branca.

[Claudia]: Le parecía una injusticia con su gente. Dice que cada vez que una persona negra asciende socialmente, se supera, y también lo hace su familia. Le dolía saber que a tantas familias como la suya les estaban negando oportunidades. 

Pero el caso de Lindinês no era aislado. Entre 2013 y 2020, 4 mil alumnos en todo el país denunciaron fraudes en el acceso a las cuotas socio raciales ante diferentes universidades. 

Era tan grande el problema que, tanto la Universidad Federal de Bahía como otras del país, habían intentado enfrentarlo desde 2019 creando comisiones de identificación.

Estas comisiones funcionan así: convocan a los alumnos que se autodeclaran negros, pardos o indígenas, y verifican que sus rasgos fenotípicos correspondan a su autodeclaración. Lo que observan es el tono de piel,  la textura del cabello, y la forma de los labios y de la nariz. Si, según la mayoría de los cinco miembros titulares de la comisión, estas características corresponden a lo que es considerado una persona negra, parda o indígena en la sociedad brasileña, el alumno puede acceder a las cuotas raciales. 

Acá es importante aclarar algo: para aplicar a las cuotas raciales, la regla no solo considera cómo la persona se ve a sí misma, sino también cómo es vista por la sociedad brasileña. La ley no explica por qué, pero sí tiene algo de lógica. En Brasil, como en muchos otros países, el color de la piel es lo que muchas veces determina el lugar que una persona ocupa en el mundo —las experiencias y el acceso a las oportunidades. Es, en parte, por eso que no se evalúa el color de piel de los familiares. Y solo se toma en cuenta la experiencia que tiene cada persona por sus rasgos físicos en el presente.

Y recordemos que la ley de cuotas también está pensada para personas de bajos ingresos, independientemente de su color de piel: las universidades públicas deben reservar 25% de sus cupos para alumnos de escuelas públicas y de familias con un ingreso inferior a un sueldo mínimo. 

Pero, como dijimos, había un vacío en estas comisiones. No evaluaban el fenotipo de los alumnos que habían ingresado a la Universidad antes de que esta doble verificación fuera creada, en 2019. Lo único que necesitaban las personas era entregar una autodeclaración. Y una vez matriculados en la Universidad, los alumnos podían pasar de una carrera a otra usando las cuotas raciales sin la necesidad de repetir el proceso. Como era el caso de las chicas blancas que le quitaron el cupo a Lindinês. 

Y ella, que había postergado un año su aplicación a la carrera de medicina pensando que tendría más chance de obtener el cupo, se llevó una gran decepción. Estaba triste, pero también enojada. 

Ya era madrugada cuando logró calmarse y pudo contarle con más detalles a su hermana lo que había pasado. La hermana le propuso dos salidas. 

[Lindinês]: Se você não quiser fazer nada, a gente não faz nada, mas também a gente nunca mais fala neste assunto.

[Claudia]: Que si ella no quería hacer nada, estaba bien, pero que tendría que olvidarse del caso, enterrarlo allí, ni siquiera volver a mencionarlo.

[Lindinês]: E a segunda opção é vamos fazer o que a gente puder, o que estiver ao nosso alcance, para que a justiça seja feita. 

[Claudia]: Y la segunda opción era hacer lo posible para exigir justicia. Si decidía pelear, tenían muy pocos días para formalizar la denuncia en la Universidad. 

[Lindinês]: Agora, você precisa decidir isso aqui e agora porque não podemos perder tempo.

[Claudia]: Tenía que decidir en aquel momento. No había tiempo que perder. 

Su hermana le decía: «El cupo es tuyo. ¿Vas a regalar algo que es tuyo?” 

Así que, apoyada por su madre y por su hermana, Lindinês se armó de valor y dijo: 

[Lindinês]: Eu fiz: então tá, a gente vai fazer, conseguiu me convencer.  

[Claudia]: Hagámoslo. Me convenciste.  

[Daniel]: Una pausa y volvemos. 

MIDROLL

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Antes de la pausa, Lindinês descubrió que los cupos de cuotas raciales para estudiar medicina en la Universidad Federal de Bahía habían sido otorgados a dos chicas blancas. Pero esto no se quedaría así. Decidió que haría lo que fuera para reclamar lo que era suyo. 

Claudia Jardim nos sigue contando. 

[Claudia]: Apenas Lindinês decidió que pondría una denuncia, su hermana llamó a una conocida que trabajaba en otra universidad del estado de Bahía y le preguntó cómo podrían denunciar un caso de fraude. 

La mujer le dijo que lo primero que tenían que hacer era formalizar la queja en la oficina de asistencia estudiantil de la universidad. Y que a pesar de que anteriormente las denuncias de fraude no habían sido resueltas, era el protocolo a seguir antes de escalar su caso a la Justicia estatal.  

El plazo para formalizar reclamos era de apenas dos días, así que Lindinês decidió ir a la mañana siguiente. Cuando llegó a la sala de asistencia estudiantil en la Universidad, se reunió con una de las funcionarias, una mujer negra como ella. Le contó lo que había pasado. Escribió su denuncia en un papel y lo firmó. La funcionaria subió el documento al sistema de la universidad que reunía todo tipo de reclamos y le dijo que tenía que esperar, que en unos días recibiría una respuesta por correo electrónico. 

Pero Lindinês no se quedó tranquila con solo ir ante la Universidad. Salió de ahí, tomó un autobús y se fue directo hasta la Secretaría de Promoción e Igualdad Racial de Bahía. Allí presentó de nuevo su denuncia ante el Observatorio de Racismo Estructural. Lo que les contó no era sorpresa para nadie. Los funcionarios habían recibido decenas de casos como el de Lindinês de diferentes universidades públicas de Bahía. Entonces la persona que recibió su queja llamó a un colectivo de abogadas y abogados negros de Bahía para ver si la podían ayudar. Una de ellas, Adalice Gonçalves, escuchó su historia y no dudó en tomar el caso. No le cobraría nada. Le dió la dirección de su despacho y acordaron encontrarse dos días después.  

Cuando Lindinês salió de allí, recibió una llamada de un periodista del diario Correio da Bahía, uno de los principales periódicos del estado. Quería entrevistarla. La hermana de Lindinês, que era comunicadora, había mandado un mensaje a un grupo de periodistas en Whatsapp contando lo del fraude en las cuotas en la universidad y que su hermana menor estaba peleando por su cupo. Les envió el número de teléfono de Lindinês para quien quisiera entrevistarla.  

Lindinês le contó su historia, pero le pidió mantener su anonimato. 

[Lindinês]: Eu realmente temo. Apesar de todo mundo saber que sou eu, não quero botar minha cara agora no jornal, porque eu não posso garantir a minha segurança. Eu tô fazendo tudo isso, mas eu tô me deslocando de ônibus porque é o meu meio de transporte, eu fico o tempo todo muito vulnerável. 

[Claudia]: Dice que temía por su seguridad. Y aunque mucha gente del entorno universitario sabía que ella había presentado la denuncia de fraude, no quería ver su cara estampada en el periódico. Tenía miedo de ser reconocida. El periodista aceptó y, al día siguiente, el diario sacó un titular que decía: “Me siento una basura, invisibilizada, dice estudiante que denuncia fraudes en cuotas de la Universidad Federal de Bahía”. 

Dos días más tarde, Lindinês llegó al despacho de la abogada, Adalice Gonçalves, también negra como ella. 

Le explicó que podía pedir una revisión de notas, la única manera prevista en la Universidad para poner una nueva demanda, y que, en ese mismo documento, incluirían la denuncia de fraude racial, con la esperanza de que la irregularidad llegara a los oídos del rector. Tenían que apresurarse. Les quedaban solo algunas horas. Pasaron la noche calculando las notas y juntas escribieron el documento que sería firmado por Lindinês.

En los días siguientes, Lindinês seguía recibiendo mensajes de sus compañeros de universidad que le preguntaban cómo estaba y si la universidad le había dado alguna respuesta.  

Algunos iniciaron una campaña en la plataforma Change.org. Querían  recolectar firmas para pedir a la Universidad que revisara quiénes eran los alumnos que habían ingresado por cuotas. También se le acercaban otras personas de la universidad a ofrecerle ayuda en lo que necesitara. 

Lindinês solo les pedía que si sabían de fraudes anteriores, no se callaran y lo denunciaran frente a la rectoría de la universidad para demostrar que lo suyo no era un caso aislado. 

Pero no todos la apoyaban. Otros compañeros empezaron una campaña en su contra en el grupo de Whatsapp del Bachillerato de Salud. Eran hijos de gente de mucho dinero en Bahía, entre ellos latifundistas.

[Lindinês]: A galera dizendo que eu era recalcada, que eu era desonesta. Ah, desferindo vários chingamentos, Invertendo totalmente os valores, deturpando tudo.

[Claudia]: Decían que era una resentida, deshonesta y amenazaban con darle una golpiza. Que ella estaba destruyendo los sueños de muchas personas de convertirse en médicos.

Mientras tanto, los medios de comunicación no dejaban de buscarla. Ella aceptaba las entrevistas pero seguía hablándoles en condición de anonimato.

Dos semanas después de que decidiera denunciar su caso, Lindinês se enteró que su reclamo había sido escuchado por las autoridades. La universidad publicó en su página web una convocatoria citando a todos los alumnos cuotistas a presentarse a la comisión de identificación a la semana siguiente. Decenas de alumnos tendrían que hacer una autodeclaración pública presencial para que los miembros de la comisión pudieran comprobar que eran efectivamente negros, pardos o indígenas. 

Cuando Lindinês vio la convocatoria, dice que se sintió escuchada, visibilizada.

[Lindinês]: Eu finalmente me senti vista, ouvida. Algo que nos anos anteriores a gente falava no curso que deveria ter, que deveria acontecer e que até aquele momento não existia. Nunca imaginei que ia acontecer pelas minhas mãos. 

[Claudia]: Y que nunca se imaginó que ese cambio del que tanto había hablado con sus compañeros fuera a ocurrir por una acción suya. 

La comisión de identificación racial citó a los alumnos para el inicio de marzo de 2020. En ese momento, estalló la pandemia por la Covid-19 y muchos países estaban implementando medidas de cuarentena. Pero en Brasil, el gobierno de Jair Bolsonaro minimizaba la gravedad de la pandemia. Así que la propagación del virus no interfirió con la convocatoria de la comisión de identificación. 

Finalmente llegó el día. Por la tarde Lindinês tomó un autobús hacia el campus de la capital Salvador, a unos 25 kilómetros de su casa. Tuvo que ir sola. Su hermana y hermanos no podían faltar al trabajo, y su mamá tenía que quedarse a cuidar a su abuela que estaba enferma.

Y esto nos lleva a la escena con la que comenzamos esta historia. 

Cuando llegó al salón todas las miradas se voltearon hacía ella. La sala estaba repleta de alumnos que harían la autodeclaración pública. Había familiares acompañando a sus hijos. El ambiente era denso. La miraban mal. 

Para algunos, estar allí era una segunda oportunidad de demostrar que habían sido perjudicados por el fraude. Para otros, Lindinês era la culpable de lo que pasaría con su futuro.

[Lindinês]: E meus colegas todos brancos lá, me odiando. 

[Claudia]: Que sus colegas blancos la odiaban. Y estaban dispuestos a todo para hacerse pasar por negros. 

[Lindinês]: Tinha gente que tinha feito bronzeamento artificial, teve gente que resolveu entrar na transição capilar naquela semana, com foto dos parentes de algemas nos pés dizendo ‘Ai meu avô  era escravo’, teve gente que apareceu com advogado…  

[Claudia]: Dice que hubo gente que se había bronceado artificialmente. Otros se raparon el cabello para no mostrar que eran lacios. Hubo compañeros que llevaron  fotos de sus abuelos negros para decir que habían sido esclavizados. Y también gente acompañada de abogados que decían que la comisión era ilegal, porque ya habían sido aceptados como beneficiarios de las cuotas, cuando aún no había la doble verificación. 

[Lindinês]: Pessoas que a gente sabia que tinha dinheiro e que além de se fazer de louco fingindo que era preto, se fazia de louco fingindo que era pobre. 

[Claudia]: Y que, además, había personas con dinero que no solo se hacían pasar por negros, sino que fingían también ser pobres. 

Lindinês estaba muy nerviosa. Se sentó en la primera fila del salón junto a la puerta porque quería tener una ruta de escape en caso de que alguien quisiera agredirla. Mientras esperaba que la sesión comenzara, la gente del salón no dejaba de hablar. Lindinês evitaba mirar en dirección a los alumnos que ni de lejos podrían hacerse pasar por negros. Quería evitar cualquier confrontación porque, según ella, todos sabían que ella era la razón por la que estaban allí. 

Se puso a escuchar música para relajarse mientras esperaba su turno, pero no funcionaba. Tenía taquicardia. Llamó a su madre para que la calmara. Le gustó escucharla, se sintió apoyada pero seguía muy nerviosa. 

[Lindinês]: Não sei como meu corpo não pulava do chão de tão nervosa que eu estava. 

[Claudia]: Sus piernas temblaban tanto de los nervios que no sabe cómo todo su cuerpo no se movía de manera involuntaria.  

Al comienzo de la sesión, uno de los miembros de la comisión explicó la importancia de la ley de cuotas, su papel de reparación histórica y de inclusión. Enseguida dio el puntapié inicial de la autodeclaración: dijo su nombre completo y se autodeclaró blanco. Y sí, efectivamente su piel era clara. Hubo silencio en la sala. 

Lindinês observó atenta a los demás alumnos para ver su reacción.  

[Lindinês]: Ai as pessoas começam a se olhar. Aí olha pra cor do braço, olha pro colega do lado. Isso é muito bom, isso é fantástico. Aí tipo assim, várias pessoas, eu me autodeclaro preto, eu me autodeclaro pardo, eu me autodeclaro branco. 

[Claudia]: Las personas se observaban a ellas mismas. Veían sus propios brazos, miraban a la persona de al lado… Mientras tanto,  los demás funcionarios de la comisión continuaron con sus propias autodeclaraciones: negros, pardos, blancos… 

Era evidente el malestar entre los estudiantes blancos que estaban allí para autodeclararse negros. Si alguien con su mismo color de piel no se declaraba negro, ¿cómo podrían ellos hacerlo? 

[Lindinês]: É o que eu chamo de constrangimento pedagógico. 

[Claudia]: Era una especie de vergüenza pedagógica, dice Lindinês. 

Después de la presentación de los miembros de la comisión, los estudiantes fueron divididos en grupos de cinco personas a los que iban llamando a salas más pequeñas para la autodeclaración. Lindinês había perdido la noción del tiempo cuando llegó su turno. Fue la primera de su grupo en pasar frente a la comisión. 

Escuchó su nombre, se levantó y caminó entre los demás estudiantes. Al entrar en la sala que le asignaron, levantó la cabeza frente a la comisión y en tono firme dijo lo que escuchamos al inicio de esta historia.  

[Lindinês]: Eu Lindines de Jesus Souza me autodeclaro uma mulher preta.

[Claudia]: Yo, Lindinês de Jesus Souza me autodeclaro una mujer negra. 

Silencio.

La comisión, formada por 5 personas, entre blancas y negras, la escucharon con atención, tomaron nota, la fotografiaron, y le preguntaron si quería decir algo más. A pesar de los nervios, Lindinês tomó la palabra. 

[Lindinês]: Queria dizer que estou muito feliz, isso pra mim é um marco na minha vida porque finalmente justiça está sendo feita e que a gente vai ocupar as nossas vagas porque elas são nossas.

[Claudia]: Dijo que estaba feliz y que ese era un momento determinante en su vida porque sentía que finalmente se estaba haciendo justicia, porque los alumnos negros como ella ocuparían los cupos que eran suyos por ley. 

Después, Lindinês firmó un papel donde constaba su autodeclaración. El papel pasó de mano en mano entre los cinco miembros de la comisión. Y por mayoría simple se daría el veredicto, que sería colgado luego en la página web de la universidad.

A pesar de que, por un lado, estaba tranquila porque la presencia de la comisión parecía garantizar que los que cometieron fraude serían expuestos; por otro lado, se sentía violentada. 

[Lindinês]: Apesar de reconhecer a validade, acho um processo extremamente traumático e doloroso. Mas acho válido passar porque se é esse o jeito que a gente vai garantir que a vaga vai ser de um dos nossos, que seja.  

[Claudia]: Fue un proceso traumático y doloroso, dice. Pero si ese era el camino para asegurarse de que personas negras pudieran entrar a la Universidad, valía la pena. 

Apenas se despertó a la mañana siguiente, corrió a prender la computadora para actualizar la página de la Universidad. Esperaba que ya estuviera publicada la nueva lista de estudiantes admitidos a la carrera de medicina y que su nombre apareciera allí. Ya no en el tercer puesto, sino al menos en el segundo, quizás en el primero. Pero nada. 

Desde entonces pasaba casi todo el día frente a la computadora, en una espera interminable. 

[Lindinês]: Eu olhava o site todos os dias, várias vezes ao dia. De manhã, de tarde, de noite, várias vezes.

[Claudia]: Actualizaba la página web de la universidad todos los días, varias veces. En la mañana, tarde y noche. Y nada.  

Hasta que una semana después salió un resultado parcial en la página web. Al lado del nombre de las personas que habían defraudado el sistema aparecía la palabra ‘diferido’, pospuesto. Algo se estaba moviendo. Lindinês se alegró. 

[Lindinês]: Sabia por questão da classificação geral, do resultado geral, quem eram os próximos né? Mas ainda não tinha saído a lista com meu nome. 

[Claudia]: Dice que por los resultados del examen ya se sabía quiénes serían los próximos en ser aprobados para el curso. Pero aún no salía la lista con su nombre y ella necesitaba ver eso. De los 172 alumnos que fueron sometidos a la evaluación de la comisión, 31 no cumplían con las características del reglamento, y debían ser expulsados de la universidad. De estos, 11 estaban en el curso de medicina. Y claro, entre los nombres de quienes cometieron fraude estaban las dos chicas blancas del grupo de Lindinês. En un documento público el veredicto de la comisión dice sobre cada una de ellas: “La candidata no presenta rasgos fenotípicos que la identifican como una persona negra en la sociedad brasileña”.  

Intenté comunicarme con estas dos estudiantes para saber qué pensaban ellas de todo esto, pero no fue posible. Envié varios correos a diferentes departamentos de la universidad —rectoría, grupo de estudiantes, asesoría de comunicación— pidiendo su contacto, pero no recibí respuesta. Las busqué en redes sociales y nada. Y, antes de cerrar esta historia, el asesor de prensa de la universidad me dijo que no podía compartir sus números de teléfono o correos electrónicos.

Volviendo a Lindinês, los meses pasaban y la universidad no publicaba la nueva lista de convocados. Ella se sentía en el limbo. 

Una tarde de viernes del 7 de agosto de 2020, estaba cuidando a los hijos de una amiga y se desconectó de su celular. Estaba entretenida con los niños viendo películas. 

Ya era de noche cuando se acordó de revisar el celular. Cuando miró la pantalla, tenía decenas de mensajes. Lo primero que pensó fue que alguien se había muerto. Pero cuando abrió el primer mensaje, se sorprendió. 

Era de su grupo de amigos de la universidad y decía: “Felicitaciones, médica, estamos contigo”. No entendía bien qué estaba pasando, hasta que alguien le dijo:  

[Lindinês]: Já saiu’. E eu fiz: Saiu o quê? ‘O resultado’. Nisso eu já comecei a tremer. 

[Claudia]: Ya salió. Que ya había salido el resultado. Lindinês empezó a temblar. 

Nerviosa, dejó todo y entró al sitio web de la Universidad. Nunca le costó tanto escribir las iniciales U F B A. En la pantalla titilaba el anuncio de nuevos ingresos. Y cuando leyó su nombre, no podía creerlo. 

[Lindinês]: Meu deus, me chamou. Me chamaram, me chamaram, me chamaram.

[Claudia]: “¡Dios mío! Me dieron el cupo, me dieron el cupo, me dieron el cupo.” 

Habían sido cinco largos meses de espera desde que se había parado frente a la comisión para autodeclararse negra. La casa de su amiga estaba al lado de la de su abuela. Sin pensarlo mucho salió corriendo, gritando, para contarle a su madre y a su abuela que lo había logrado. No podía contener la emoción. 

[Lindinês]: Aí sentei no chão da sala. Chorei nos pés da minha avó, chorei, chorei. Ela sentada na poltrona dela e eu fiz: me chamaram, me chamaram”.

[Claudia]: Cuenta que se sentó en el piso de la sala, a los pies de su abuela y llorando le decía: “¡Me dieron el cupo, me dieron el cupo!” 

Y no solo eso. Le contó que era la primera en la lista de los estudiantes de medicina en el campus de Vitoria da Conquista de la Universidad Federal de Bahía.

[Lindinês]: Foi grandioso, foi épico. Porque junto tinha o nome de uma galera que também cumpria os requisitos e que como eu  estavam mudando o destino de suas famílias.

[Claudia]: Fue grandioso, épico, porque ahora, junto a su nombre, estaba gente que cumplía con las reglas y podrían cambiar el destino de sus familias. Eso era lo más importante para ella. 

Al lograr que la Universidad reconociera el fraude, a 31 estudiantes negros y pardos que habían sido excluidos de la selección inicial, se les garantizó el ingreso ese año.   

[Lindinês]: A gente conseguiu derrubar fraudador de todos os cursos. 

[Claudia]: Lograron sacar impostores de todas las carreras, no solo de medicina.

Finalmente, el 17 de agosto de 2020, llegó el día de enviar los papeles para la matrícula. 

Ese mismo día se graduó en el Bachillerato de Salud. Para ese entonces, los gobernadores brasileños también habían implementado restricciones por la pandemia, por lo que su ceremonia fue en línea. Pero aún así, Lindines dice que se vistió para la fiesta. Se puso un vestido fucsia largo y se arregló el cabello para que sus rizos estuviesen perfectamente voluminosos. 

Pero se divirtió con un detalle que agregó a propósito: 

[Lindinês]: Pus o vestido de havaianas, e pus no Instagram assim: Olha como a gente forma e com havaianas sempre no pé. 

[Claudia]: Se puso chanclas, todo un símbolo nacional en Brasil. Y compartió en sus redes sociales una foto de su look todo formal, pero en chancletas. 

Había mucha gente viendo la transmisión de la graduación por YouTube. Toda su familia estaba conectada: su padre, su mamá, su hermana, su sobrina, su abuela… 

Lindinês estaba contenta y nerviosa. En la graduación estaban las dos chicas que defraudaron al sistema. Tenía miedo de que en el chat apareciera alguna campaña de odio en su contra. Pero no. Todo lo contrario: recibió mensajes de aliento y fuerza. 

[Lindinês]: Quando chamou meu nome, eu lembro que pessoas que eu não conhecia comentaram, tipo: ‘Parabéns Lindi. Isso aí, máximo respeito’, essas coisas não lembro exatamente mais. 

[Claudia]: Mensajes como “Felicitaciones Lindi, mis respetos” y cosas así. 

Inscrita en la facultad de medicina, comenzó las clases en línea el 8 de septiembre de 2020. Pasaba todo el día frente a la computadora. Pese a las restricciones de la pandemia, la Universidad convocó a los alumnos para algunas prácticas presenciales. El campus donde iba estudiar estaba fuera de la capital, en la ciudad de Vitória da Conquista, a más de 10 horas de distancia en autobús. 

Como Lindinês entró más tarde a las clases ese semestre porque estaba esperando la confirmación de su ingreso, no asistió a una de las ceremonias más significativas: la entrega de la bata blanca, un requisito para las prácticas, así que Lindinês buscó una costurera que pudiera hacerle una a su medida. Llevaba bordado en el bolsillo del lado izquierdo su nombre, y el nombre de la carrera: Medicina. Cuando finalmente quedó lista, Lindinês se la puso para que su abuela la viera. Para ella ese momento fue su tan esperada ceremonia de la bata blanca. 

[Lindinês]: Foi legal porque foi mais uma daquelas coisas que a gente diz: aconteceu, né? Eu não tô louca. Eu não tô sonhando, eu não tô dormindo, tá acontecendo, é verdade tem meu nome aqui, sou eu mesma, tem escrito medicina embaixo, então é o curso. 

[Claudia]: Dice que fue el momento en que confirmó que todo lo que había pasado era real. Que no era un sueño, que no estaba loca. Ver su nombre escrito junto a la palabra “medicina” en la bata blanca era todo lo que siempre había querido por años. Y cuando su abuela la vio, no podía dejar de sonreír, satisfecha. 

Sería la primera de las pocas veces que su abuela disfrutaría verla vestida con la bata blanca. 

En enero de 2022, su abuela falleció.

Cuando suspendieron parcialmente las restricciones por la pandemia y las clases volvieron a ser presenciales, finalmente pudo ir a la universidad. Cuando se presentó, el pasillo repleto de alumnos, bullicioso, de pronto, se quedó en silencio. Ella intuía que algunos aún estaban molestos por su denuncia. Lindinês saludó con un gesto de cabeza y entró al salón. No hubo reclamos ni ofensas. 

Y desde entonces Lindinês ha llevado el curso con la seriedad que la acompaña desde pequeña. Se apoya en su grupo de amigos para cursar los próximos años de carrera y mira hacia el futuro.

No tiene dudas de que cada segundo de toda esta pelea ha valido la pena y no solo por ella. Esta mujer negra de 28 años sabe que no se trata solo de una conquista personal. 

[Lindinês]: Quando eu entrei na faculdade coloquei minha família na faculdade. Não era Lindi que estava entrando. Era a neta de dona Candida, a filha de dona Palmira, a irmã de Juci, a tia de Marcela, a tia de Aisha. 

[Claudia]: Dice que cuando entró a la universidad puso a toda su familia allí. No era solo Lindinês la que estaba haciendo todo esto. Era la nieta de doña Candida, la hija de Palmira, la hermana de Juci, era la tía de Marcela y de Aisha. 

[Lindinês]: Minha sobrinha que tem um ano e meio vai ter uma tia que é médica.  A medicina pra ela vai ser uma opção, não vai ser algo improvável.  Ela não vai crescer sem nunca ter lidado com uma médica preta. 

[Claudia]: Que su sobrina, que aún es un bebé, va a tener una tía médica, que la medicina para ella ahora será una opción, no algo improbable como lo fue para Lindinês. Pero además, va a crecer y poder ser atendida por médicas negras, como ella. 

[Daniel]: Entre los 53 alumnos de su clase, apenas Lindinês y otros cinco colegas son negros, entre ellos un refugiado haitiano. Lindinês sigue estudiando en la Universidad y, por ahora, planea ejercer en el Sistema Unificado de Salud, el sistema público de acceso gratuito a toda la población. 

Para el 2022, luego de una década de la ley de cuotas, las matrículas de alumnos negros, pardos e indígenas en las universidades públicas y federales aumentó en 205%.  

Una de las chicas blancas que había tomado el cupo de las cuotas raciales en lugar de Lindines puso una demanda y un juez obligó a la universidad a crear un cupo adicional para acomodarla. La otra fue expulsada. 

Para hacer esta historia hablamos con el vicerrector de la Universidad Federal de Bahia, Penildon Filho, y la profesora Juliana Oliveira de la Comisión  de Identificación Racial de la universidad. También conversamos con la abogada de Lindinês, Adalice Gonçalves y con el profesor Juarez Xavier, de la Universidad Estatal Paulista. Agradecemos al colectivo de abogadas y abogados negros de Bahía. 

Este episodio fue producido por Claudia Jardim, es periodista brasileña, y vive en Tailandia. 

Esta historia fue editada por Camila Segura, Lisette Arévalo, Natalia Sánchez Loayza y por mí. Bruno Scelza hizo el fact-checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri, con música original de Ana Tuirán. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolás Alonso, Pablo Argüelles, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Rémy Lozano, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Laura Rojas Aponte, Barbara Sawhill, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas.

Carolina Guerrero es la CEO. 

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa de Hindenburg PRO.

Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

Créditos

PRODUCCIÓN
Claudia Jardim


EDICIÓN
Camila Segura, Lisette Arévalo, Natalia Sánchez Loayza y Daniel Alarcón


VERIFICACIÓN DE DATOS
Bruno Scelza


DISEÑO DE SONIDO
Andrés Azpiri


MÚSICA
Ana Tuirán


ILUSTRACIÓN
Julia Tovar


PAÍS
Brasil


TEMPORADA 12
Episodio 27


PUBLICADO EL
04/11/2023

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