Sala de consumo | Transcripción

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[Daniel Alarcón]: Este episodio tiene escenas de consumo de drogas, se recomienda discreción. Esto es Radio Ambulante desde NPR, soy Daniel Alarcón. 

[Soundbite de archivo]

[Anuncio]: El fentanilo es una de las drogas más peligrosas que puedes probar. Es muy difícil detectarlo. Si te drogas, te dañas. La felicidad que necesitas está en ti, con tu familia, tus amigos y la comunidad. 

[Daniel]: Si vives en México, seguro últimamente has escuchado anuncios como estos. 

[Soundbite de archivo]

[Anuncio]: Cuando te ofrezcan cualquier sustancia, la que sea, nunca aceptes. Si entra a tu cuerpo, te adormecerá, perderás interés en las actividades diarias y sufrirás de ansiedad, paranoia y agresividad. Con el tiempo, tus brazos…

 

[Daniel]: Forman parte de una campaña masiva del gobierno para combatir el consumo de sustancias, como el fentanilo, el opioide sintético hasta 50 veces más potente que la heroína. Hasta hoy ha causado cientos de miles de muertes por sobredosis en Estados Unidos y Canadá. 

Ahora, en México se teme que la epidemia cruce la frontera y se esparza por todo el país. La pregunta entonces es qué hacer, cómo atacar el problema antes de que se salga de las manos. Una opción es prevenir a la población, sobre todo a los jóvenes, con anuncios como los que escuchamos; alertar sobre todos los peligros de la droga para que no haya nuevos consumidores. ¿Pero qué pasa con la gente en México que ya consume fentanilo? ¿Qué opciones tienen ellos para cuidarse? 

[Pablo Argüelles]: Uno, dos, uno, dos… 

[Daniel]: En noviembre de 2023 nuestro productor Pablo Argüelles viajó a la frontera con Estados Unidos. A la zona donde alrededor de 2018 se comenzaron a escuchar noticias de consumo de fentanilo ilícito en México. 

[Said]: Hola, buenos días. 

[Pablo]: Hola, Said. ¿Cómo estás? 

[Said]: Bien, Pablo, oye estoy llegando allí al trabajo, ¿estás ahí ya?

[Pablo]: Sí, aquí acabo de llegar. 

[Said]: Ok, permíteme unos cinco minutos, ocho, y llego, ¿ok?

[Pablo]: No te apures, aquí te espero, gracias. 

[Said]: ¡Bye!

[Pablo]: Chao. 

[Daniel]: Son las diez de la mañana de un lunes y casi no hay gente en las calles del centro de Mexicali, la capital del estado de Baja California. 

Pablo está sentado afuera de un local que tiene una puerta cerrada y ventanas protegidas por barrotes de metal. En su fachada tiene un cartel descolorido que dice: “Centro Comunitario, tu espacio seguro”. 

Espacio seguro para los consumidores de drogas. 

Said, la voz que escuchamos al otro lado del teléfono, es una de las personas encargadas de este lugar, pero aún no llega. Mientras Pablo espera, observemos el lugar donde se encuentra…   

Imagínense un barrio chino, como los que salen en las películas, con sus restaurantes típicos, sus faroles de papel rojo y sus edificios de techos curvados, como si fueran templos. El centro de Mexicali se ve más o menos así. En la ciudad ha habido una comunidad china desde hace unos cien años. Pero esta apariencia de barrio chino es nueva. En 2020, el gobierno del estado comenzó a darle ese aspecto para promover el turismo y el comercio en la zona. 

Al lado derecho de Pablo, está el Museo Wok, que celebra la herencia culinaria china de la ciudad. 

Y del lado opuesto de la calle hay un gran arco rojo que lleva a un callejón. Allí hay varios murales: un dragón gigante volando, un hombre de rasgos asiáticos apuntando una pistola, y una mujer reclinada sobre una gran flor de amapola, fumando opio. Un tanto irónico.

Un hombre se acerca a Pablo. También viene buscando a Said. 

[Mario]: ¿Van retrasados?

[Pablo]: Sí, hablé con Said y me dijo que ahorita llega. 

[Mario]: ¿Sí?

[Pablo]: Mucho gusto, soy Pablo.

[Mario]: Mario, mucho gusto. 

[Pablo]: Qué tal, Mario.  

[Daniel]: Mario cuenta que nació en Mexicali pero que a los cinco años su familia se lo llevó al otro lado, a Estados Unidos.

[Mario]: Tengo seis años que me deportaron, pero toda mi vida me la pasé allá. Aquí no conozco. 

[Pablo]: Oye y…  ¿Y tú qué consumes? 

[Mario]: Heroína.

[Pablo]: Heroína. 

[Mario]: Ey, pero aquí ya la… ‘tá muy cortada con fentanilo. Tiene que tener cuidado uno. Y porque si tú no… si tu cuerpo no tiene esa resistencia, te doblas. Yo ‘toy consumiendo desde que tengo 17 años. Tengo 55, 55. Voy a cumplir 55. Y ahora no lo hago por, por hacer la dosis y “¡ah el party!”. Sentirme la euforia. No es por la euforia, más bien, es por los dolores que tengo…

[Daniel]: Dice que en el 2008 lo operaron del brazo, se le infectó, y casi lo pierde. Y ahora la heroína le ayuda a aliviar el dolor.

[Mario]: Por los dolores, parezco viejito cuando me levanto. Aaaay, todo me duele. 

[Daniel]: Y en ese momento llega Said. 

[Pablo]: Said, ¡hola!

[Daniel]: Saluda un poco sin ganas. Se ve cansado. Abre la reja del centro comunitario y entra. Mario y Pablo lo siguen.  

Si alguien los viera no se fijaría mucho en ellos. Tres hombres entrando a un pequeño edificio decaído. Pero este lugar, a unos metros de la frontera con Estados Unidos, es la primera línea de combate al fentanilo. Un combate que emplea una estrategia diferente a la del gobierno mexicano. Una estrategia vieja y reconocida en otras partes del mundo, pero que en México hoy lucha por sobrevivir. 

Ya volvemos.

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Pablo Argüelles nos sigue contando.

El centro comunitario es muy pequeño. En la entrada hay una recepción, como de hospital, y al fondo hay una pequeña sala de consulta, medio oculta por una cortina. El centro tiene un nombre distinto al del cartel que está afuera: Integración Social Verter. O simplemente Verter. Existe desde 2013 y lo dirigen dos personas: Said…  

[Said]: En Verter hago de todo. Todo, todo, hago todo. O sea, barro, acomodo, cargo la bodega, agarro los ratones. 

[Lourdes]: Es trabajar contra corriente, siempre.

[Pablo]: Y Lourdes. 

[Lourdes]: Para empezar, el tema del financiamiento, como que siempre ha sido como una constante en la organización. Y supongo que en la mayoría de las organizaciones que hacen reducción de daños, ¿no? No tenemos financiamiento fijo…

[Pablo]: Reducción de daños. Eso es lo que hacen Lourdes y Said en Verter. Es una serie de estrategias de salud pública.

Comenzó a aplicarse en los años 80, en Holanda y luego en Inglaterra. Allí los consumidores de heroína, que muchas veces compartían jeringas, comenzaron a contagiarse de VIH. 

La solución más radical que podían tomar para detener las infecciones hubiera sido dejar de consumir, pero el síndrome de abstinencia es durísimo. Entonces esas personas quizás no podían dejar de usar. O tal vez tampoco querían. 

Pero sí podían reducir las probabilidades de contagiarse con un virus que estaba matando a muchísimas personas. Y así, encontraron la solución más sencilla al problema: usar jeringas nuevas.

Y esta es la estrategia de reducción de daños que más utilizan Lourdes y Said en Verter: prevenir el intercambio de jeringas entre consumidores de drogas.  

Funciona así: Tú les llevas las jeringas que has usado y ellos te dan nuevas, gratis. Puedes elegir entre siete tipos de jeringas, con agujas de distintos calibres, la de 29, de 28, de 27… O sea, la más adecuada para tu piel y tus venas. 

Además de las jeringas, también te dan otras herramientas para que puedas consumir de forma segura: un cooker, que es una cazuelita donde preparas tu dosis; agua purificada para disolver; filtros, para que la sustancia sea lo más pura posible y torniquetes para que tus venas resalten.  

Cuando entramos al centro comunitario, Mario mete sus jeringas usadas en una caja de plástico roja. Está casi llena y en la tapa tiene un pequeño agujerito, para evitar picaduras accidentales al meter más jeringas. Luego Lourdes le pregunta su nombre y su fecha de nacimiento. Anota los datos en una computadora y le pregunta a Mario qué herramientas quiere.

[Lourdes]: ¿Qué más necesitas? ¿Agua?

[Mario]: Todo. 

[Lourdes]: ¿Todo? ¿Toallitas de alcohol? 

[Mario]: Muchas gracias. 

[Lourdes]: De nada.

[Mario]: ¡Cuídate, morro, eh! 

[Pablo]: “Cuídate, morro”, me dice al despedirse. Mario toma sus cosas y sale a la calle. Es el primer usuario de la jornada. A lo largo de los siguientes dos días vendrán por lo menos otras diez personas por jeringas y herramientas. Lourdes y Said los atienden. 

[Said]: ¿Qué aguja te sirve bien para la vena?

[Hombre1]: La roja…

[Lourdes]: ¿Qué número de jeringa te sirve?

[Hombre2]: La 29… 

[Lourdes]: La 29 es la más delgada. ¿Quieres de esa?

[Said]: Ok, ¿quieres agua?

[Lourdes]: Ok.

[Said]: ¿Cooker?

[Lourdes]: 29. ¿Te inyectas en la vena? 

[Said]: ¿Toallas?

[Lourdes]: ¿Agua?

[Said]:  ¿Algodón?

[Lourdes]: ¿Toallitas de alcohol? ¿Filtro me dijiste también?  

[Pablo]: La mayoría de estas personas viven en la calle. Algunas, como Mario, también son deportadas de Estados Unidos o también migrantes. 

Otras personas vienen por condones, a hacerse pruebas de VIH, hepatitis C, sífilis o a curar sus heridas por inyectarse. 

Estas son otras de las estrategias de reducción de daños que se practican en Verter. Todas son gratis.

Al hacerlas, Lourdes y Said, con ayuda de dos colaboradoras, anotan cada jeringa que dan, cada prueba que hacen, cada herida que curan. Esta recopilación de datos es importante. Y es algo que me dicen una y otra vez: la reducción de daños es un método que se basa en evidencia y es reconocida y recomendada por la Organización Mundial de la Salud. O sea, no es algo improvisado o hecho por pura caridad. 

Lourdes y Said también toman muestras de las drogas que las personas traen para ver, antes de que las consuman, si están adulteradas con fentanilo. Y también distribuyen naloxona, el medicamento que te puede salvar de una sobredosis. En México, está clasificado en la ley como psicotrópico y su uso está muy restringido. Pero en Verter lo traen desde Estados Unidos, allí se consigue en cualquier farmacia.

Y así, las personas entran y salen, cada una con su propia historia de consumo. Unas no quieren hablar y otras sí. Con ellas salgo a la calle y conversamos. 

[Hombre]: He consumido de todo, de todo. Ahorita en la actualidad ya al último pues el fentanilo, porque ya ni heroína es.  

[Pablo]: Y… ¿Qué le parece?  

[Hombre]: Pues, ya, francamente, ya estoy pensando en la jubilación, ¿no?, en el retiro, porque ya mi cuerpo ya está, ya me está diciendo que ya, ya basta… Todo esto no lo hago por… Uta, qué bárbaro o qué felicidad, ¿no? No. Simple y sencillamente si no hubiera usado la droga, yo ya no estuviera en esta vida ¿Me entiendes? Yo ya me… Hay cosas, que en un pasado, siendo un niño normal, me destruyeron, ¿entiendes? Y gracias a la droga he podido sobrellevar eso pero pues me destruyeron, me hice un drogadicto y todos los planes que tenía en mi vida se fueron a la borda por… gracias a otras personas. 

[Pablo]: El hombre tiene unos sesenta años. Vive en la calle y empuja un carrito de supermercado con cobijas, chamarras y botellas de agua. Me dice que antes era ejecutivo de ventas en un almacén. Hoy pasa sus días afuera del cruce fronterizo, tratando de ganarse cualquier cantidad de dinero para comer y seguir consumiendo. Esto es algo similar a lo que otras personas también me dicen. Para ellas, el trabajo varía día a día.   

Luego conozco a un joven de unos veinticinco años. 

[Pablo]: Eh, cuéntame por qué vienes aquí. 

[Floricultor]: Para que me hagan exámenes de sangre y eso, ver si no tengo alguna enfermedad que me hayan pegado. Y para ese tipo de ayuda. 

[Pablo]: Oye y cuéntame qué consumes.  

[Floricultor]: Todo: marihuana, fentanilo, heroína, cristal, dm30, pingas.  

[Pablo]: ¿Y has estado en rehabilitación?

[Floricultor]: Como unas seis, siete veces en Mexicali. 

[Pablo]: ¿Y en tu consumo te ayudó? 

[Floricultor]: No, no. Me entró la curiosidad de probar más droga, nomás. Yo nomás consumía marihuana y cristal y ahora ya fumo shiva, fumo fentanilo, pastillas, no hombre….  

[Pablo]: ¿Ahorita trabajas?

[Floricultor]: Ahorita trabajo en un restaurante aquí la vuelta, pero regularmente yo estudié floricultura. Yo te puedo arreglar una iglesia para una boda, una quinceañera, pa’ un difunto,  para bautizos, pa’ todos esos eventos yo estudié, tengo mi título de floricultura,  arte y diseño en flores.  

[Pablo]: Las horas pasan. Al atardecer, una mujer de unos cincuenta años y un hombre de unos treinta entran al centro comunitario. La mujer le pregunta a Lourdes qué tipo de ayuda ofrecen en Verter. Lourdes le explica que hacen reducción de daños, que intercambian jeringas, que no buscan la abstinencia. La mujer escucha, se ve un poco incómoda, como si no hubiera encontrado lo que buscaba. Después de un par de minutos ella y el hombre salen a la calle.   

[Pablo]: ¿Qué  los trae a este centro comunitario? 

[Madre]: Pues es que en mi familia hay un problema de consumo de drogas. Y yo miré esto y dije pues a ver si allí me pueden ayudar, porque he internado muchas veces a mi familiar en centros de rehabilitación y no, no es el… la…  no he obtenido ninguna… ¿cómo se dice? Él sigue consumiendo, sale y sigue consumiendo. Entonces, tengo que buscar otra ayuda.    

[Pablo]: Si le puedo preguntar, ¿es un familiar cercano?

[Madre]: Sí. Es un hijo mío.  

[Pablo]: ¿Cuántos años tiene? 

[Madre]: 30.

[Pablo]: Me cuenta que su hijo lleva 12 años consumiendo, que ha tratado de cuidarlo de todas las maneras posibles y que en algunos centros de rehabilitación, buscando la abstinencia, incluso lo maltratan… 

[Madre]: Cuando se lo llevan a un centro de rehabilitación, yo siento que lo estoy entregando a manos de verdugos. Y si está en la casa pues también veo cómo se está destruyendo… 

[Pablo]: Said me dice que tan solo hace unos pocos años, el Museo Wok que está a unos metros de Verter era un picadero, un lugar adonde la gente iba a consumir drogas. Y en los alrededores había muchas conectas, sitios donde se podía comprar la droga. O sea, era un lugar estratégico para un programa de reducción de daños. Y por eso abrieron el centro comunitario allí.  

[Said]: Todo esto era pues, lleno de personas que consumían heroína, metanfetamina y era muy visible, tengo grabaciones del caminito de aquí hasta la esquina de allá. Recogíamos las jeringas… Entonces decía: “Si ya tenemos siete, ocho, nueve personas todos los días acá afuera, solamente abramos un local y les abrimos la puerta y podrán hacerlo adentro”.

[Pablo]: Eran inicios de 2018 y Lourdes y Said querían hacer un espacio en el centro comunitario para que la gente pudiera traer sus dosis e inyectarse, sin sufrir el acoso de la policía ni las miradas de desconocidos. Una sala de consumo supervisado. Sabían que existían lugares así en Canadá y en Europa. Pero no había ninguna en México ni en América Latina. Esta podría ser la primera.

[Said]: Me atraía como que lo vanguardista en un tema así de, de salud pública y de movilización ciudadana. Lo veía yo como un tema muy subversivo. Jamás pensé en las repercusiones como políticas ni en lo administrativo.  

[Pablo]: Solo pensó en darle un espacio a las personas que lo necesitaban. Es que Said trabaja en la reducción de daños desde hace más de una década. Y desde el primer momento le pareció algo necesario. Él es consumidor y muchos de sus amigos también lo han sido. Me dice que por lo menos cinco de ellos han muerto. Entonces, una sala de consumo era algo personal. Así que él y Lourdes, quien también trabaja en esto desde hace años, consiguieron financiamiento del gobierno federal. Y comenzaron a prepararse. Leyeron sobre las experiencias de otras salas de consumo, se asesoraron legalmente, porque no había ningún marco normativo en México al respecto. O sea, no estaba prohibido. Y también hablaron con las personas consumidoras. 

[Lourdes]: Tenemos que saber, pues, obviamente ¿qué piensa la población sobre un espacio así? Si lo utilizarían, cómo les gustaría que fuera, qué horarios, qué deberíamos ofrecer en un sitio así.

[Pablo]: Y una de las primeras conclusiones fue que un espacio así debería enfocarse en atender primero a mujeres. 

[Lourdes]: Los espacios de consumo regularmente son habitados o… por hombres. Son espacios violentos donde viven mucha violencia las mujeres, tanto violencia física, violencia sexual, violencia, eh, verbal. La policía  también las violenta un poco más, más que a los hombres, las criminaliza más por el consumo entonces siempre están escondiéndose. 

[Pablo]: La sala estaría en una habitación pequeña al fondo del centro comunitario. En ella pondrían tres cubículos, cada uno con un espejo, una luz, una charola de metal donde preparar la dosis y una pequeña caja donde depositar la jeringa usada. Y la sala se llamaría así: La Sala

[Said]: Porque cuando alguien venga aquí nos va a decir: “Quiero usar la sala, puedo entrar a la sala, voy pa’ la sala.” Va a facilitar todo. 

[Pablo]: Abrieron en noviembre de 2018. Y un periódico nacional publicó un artículo al respecto. En él llamaba a La Sala un “picadero legal”.  

[Lourdes]: Bueno, el caso es que se tronó la bomba aquí, o sea, los medios locales se enteraron. Y entonces, inmediatamente, al día siguiente, ya había muchos medios que estaban viniendo acá. 

[Said]: Nos llamaban por todos lados. Hubo un momento que tuvimos que desconectar el teléfono.

[Lourdes]: Que hay un un picadero seguro. Todos así como descontextualizando todo el tema, ¿no?

[Said]: De repente llegó a oídos del presidente municipal porque estaba ya en cadena nacional la nota y él lo que hizo fue mandarnos un operativo con cuatro dependencias al mismo tiempo que era control urbano, ecología…

[Lourdes]: Venía alguien de bomberos, venía alguien de protección civil.

[Said]: Llegaron muchos policías. Me sentí mal, si, me sentí como que creí que me iban a pegar. Creí que iban a arrestar. 

[Lourdes]: Teníamos mucho miedo, si iba haber multas, teníamos mucho miedo a qué iba a pasar. ¿No?

[Pablo]: Y lo que pasó fue que los clausuraron. 

[Lourdes]: Prácticamente nos pusieron un papelito, así que decía: “clausurado” que imprimieron y que las pusieron en la puerta, en las vent… por todos lados, ¿no? Entonces ya no podíamos ofrecer los servicios a ninguna a nadie de la comunidad que venía acá. 

[Pablo]: Las razones de la clausura fueron burocráticas: Verter no tenía actualizados todos los permisos que el gobierno municipal requiere para establecimientos donde se brindan servicios. Said y Lourdes me lo confirmaron. Pero también me dijeron que antes de la clausura deberían haber recibido un primer aviso, una advertencia. 

Así que buscaron la ayuda de la Comisión de Derechos Humanos del estado para negociar la reapertura con el gobierno municipal. Y unos seis meses después, ya con permisos en mano, reabrieron el Centro Comunitario.

[Lourdes]: Con la condición de que no tuviéramos un sitio de consumo. Claro que, como ya lo habíamos aprendido, pues más vale pedir perdón que permiso. Ya teníamos, como mayor experiencia en el camino y dijimos: “No, no podemos dejar de dar este servicio”. O sea, ya nos lo estaban pidiendo entonces, porque las mujeres que la habían utilizado antes de la clausura ya estaban diciendo: “Oye pues queremos entrar a la sala…”  Y bueno.  

[Pablo]: También reabrieron La Sala. Era mediados de 2019. Desde entonces ha recibido unas 1.900 visitas. Y ahí, mi última tarde en Mexicali, acompaño a una mujer. Me pide que la llame Marta, pero ese no es su verdadero nombre. 

Tiene unos 55 años. Nació en Mexicali, pero creció en California. La deportaron en 2020 por posesión de metanfetaminas. Me dice que consume heroína desde hace más de 20 años. 

Antes de conocer La Sala, Marta consumía en su casa, sin la supervisión ni la ayuda de nadie. También llegó a hacerlo en picaderos. Me dijo que se escondía y que no se atrevía a convivir con gente que no fuera consumidora. 

Ahora se ve relajada. Se sienta en uno de los cubículos de La Sala. Enciende la luz blanca que está sobre el espejo. Y empieza a sacar de su bolsa sus herramientas: El cooker, la jeringa, toallitas de alcohol, el filtro…

[Pablo]: ¿Y ahorita qué vas a usar?

[Marta]: Heroína, nomas heroína. 

[Pablo]: Marta saca la dosis de una bolsita de plástico. Me dice que le costó unos tres dólares. Es más o menos del tamaño de una moneda y de color marrón oscuro, es heroína de goma negra. La mete en el cooker y empieza a molerla con la culata de la jeringa. 

[Pablo]: ¿Y a esta le vas a hacer prueba para ver si tiene fentanilo o no?

[Marta]: No, sí tiene. 

[Pablo]: Sí tiene. Marta se levanta para lavarse las manos. Mientras, me dice que sólo analiza sus dosis para ver si tienen fentanilo cuando no compra la heroína en su lugar habitual. A mí no se me ocurre preguntarle más, si le gusta el fentanilo o no, por ejemplo. Sólo observo. Marta le pide a Said un encendedor, se sienta y calienta la dosis en el cooker

[Marta]: Se tiene que calentar para que se disuelva más pronto. Mira… así se está calentando y se está desbaratando. A mí que me gusta se me hace feo el olor. 

[Pablo]: ¿A qué huele? 

[Marta]: No sé. A heroína. No te digo que lo huelas porque te pones loco.

[Pablo]: Cuando la dosis está lista, Marta la succiona lentamente con la jeringa.

[Marta]: Tienes que tener cuidado porque si no le haces un gancho a la jeringa y te duele.

[Pablo]: ¿Dónde te vas a inyectar ahora?

[Marta]: Aquí en mi mano. 

[Pablo]: Se limpia con una toallita de alcohol la parte dorsal de su mano izquierda y luego intenta inyectarse en una vena. Pero no lo logra. Lo vuelve a intentar otras dos veces, pero nada. Veo como la sangre empieza a ingresar por la jeringa y mezclarse con la droga.

[Pablo]: ¿Qué pasó? 

[Marta]: Se me tapó…

[Pablo]: Me dice que la vena no quiso agarrar la aguja allí. Así que pasa a su antebrazo izquierdo y lo vuelve a intentar en otra vena. Se empieza a ver un poco incómoda. 

[Pablo]: ¿No está pudiendo…?

[Marta]: Mhmhm.

[Pablo]: Y yo siento que esto está pasando porque yo estoy allí, observando. Así que me salgo de La Sala para darle privacidad. 

[Marta]: Mhmm, si quieres cuando la agarre te digo.

[Pablo]: Afuera espero un par de minutos, hasta que Marta me llama. Ya agarró.

[Pablo]: ¿Y cómo te sientes ahora?

[Marta]: Aaah, bien, bien… 

[Pablo]: Marta comienza a quedarse callada. Su cabeza cae ligeramente, sus manos se abren. Su cuerpo entero se relaja, como si se quedara medio dormida. Yo estoy a su lado, en silencio. 

Said y Lourdes están afuera del cuarto, a tan solo un par de metros, trabajando en sus cosas, pero también atentos. 

Si a Marta le diera una sobredosis, si sus uñas y labios se pusieran azules, si su piel se enfriara o si dejara de respirar, Lourdes y Said estarían allí para darle naloxona, el antídoto que es capaz de bloquear el efecto de la heroína. Y Marta sobreviviría.  

Entonces, mientras la veo sentada en su cubículo, casi dormida, todavía bajo los efectos de la droga, sinceramente, me alegro de que esté aquí. 

Y así pasan unos diez minutos. Luego, de repente, Marta despierta. Echa su jeringa en la cajita de desechos y comienza a limpiar con desinfectante todo el cubículo: la charola de metal, el espejo, la luz…

[Marta]: Y luego la luz, mira, para que te mires bien. Te digo que está bonito aquí, ¿verdad?  Así, con todas estas cositas que tiene…

[Pablo]: ¿Y cómo te sientes de saber que estás aquí acompañada por Said o…?

[Marta]: Mhm, ey, aquí estás seguro. 

[Pablo]: Aquí estás seguro, dice.

[Marta]: No se muere uno. No sé. Si hay una sobredosis aquí lo atienden a uno. 

[Pablo]: Sigue limpiando, con muchísimo esmero. Y luego se va. 

Todo lo que les he contado hasta ahora puede dar la impresión de que el trabajo que hacen Lourdes y Said es sencillo, sin contratiempos ni dificultades. Como si el centro comunitario existiera en un vacío y las circunstancias de allá afuera no los afectaran. 

Pero las cosas no son así. Los días que estoy en Mexicali noto a Lourdes y a Said cansados. Y no esconden el hecho de que Verter está en crisis. 

Sobre todo desde que en 2019 el gobierno de López Obrador cortó el financiamiento a todas las organizaciones civiles del país, incluyendo las que hacían reducción de daños con consumidores de drogas. 

[Said]: Pues a partir de ahí sí vino pues la debacle ¿no? O sea, todo el mundo, dijimos: “Ya vamos a valer madre, ya vamos a desaparecer”. 

[Pablo]: Said me dice que con los recortes, muchas de esas organizaciones han cerrado. Verter ha sobrevivido gracias al apoyo de organizaciones internacionales. 

[Said]: El financiamiento que tenemos es de Estados Unidos y de Europa.  Las jeringas las cruzamos de Estados Unidos y nos las cruzan varias activistas de Estados Unidos. Los cookers, el agua también nos los regalan de Estados Unidos.  Todo es de Estados Unidos. 

[Pablo]: Pero los problemas no se limitan al financiamiento. Said me dice que cada vez menos personas vienen al centro comunitario. Primero, porque muchas han muerto, sobre todo desde la llegada del fentanilo. Esto es difícil de comprobar. Al cierre de esta historia, no existen datos oficiales actualizados sobre el número de muertes por consumo de opioides en México. El año más reciente para el que se tienen datos completos es 2021, cuando sólo se reportaron 19 muertes. Pero el mismo gobierno ha admitido que hay un subregistro que no refleja la realidad del consumo de fentanilo en el país. 

Said también me dice que a Verter vienen menos personas por la gentrificación del centro de Mexicali . 

Desde entonces ha habido detenciones de personas consumidoras que viven en la calle, así como traslados forzosos a un centro de rehabilitación privado que no está certificado por el gobierno y donde se han reportado abusos físicos y psicológicos.

Además, los comerciantes del centro histórico se han expresado en contra del Centro Comunitario. Quieren que el ayuntamiento lo cierre, porque la gente que viene a Verter no encaja con la nueva apariencia del barrio. 

[Lourdes]: Para las personas aquí, una persona que consume es una persona que… mal viviente, que no se quiere a sí misma, que se quiere morir. Y que es la causante de todos los males de… que ocurren aquí en la ciudad, ¿no? 

[Said]: Es muy fuerte ver eso y ver que nadie hace nada, ¿no? Que la gente los discrimina a pesar de que trabajan para la gente, lavan carros, hacen trabajo que nadie quiere hacer. Y bueno, de ahí ya viene todo el tema del estigma y la discriminación, la invisibilización que tenemos al ejecutar e implementar estos programas. No sabemos quién sí los vea como buenos, quién sí los vea como costo efectivos. 

[Pablo]: La tarde en que me despido de Lourdes y Said, lo hago con la sensación de que están bajo una presión enorme y de que el trabajo que hacen puede desaparecer en cualquier momento. Al subirme al taxi que me lleva a la estación de autobuses, veo el barrio chino por última vez. El pequeño centro comunitario de Verter parece estar en medio del set de una película. 

[Anunciador]: Pasajeros con destino a Tijuana, en horario 15:30, Autobuses ABC Plus, favor de pasar a autobús 4093, es tiempo de salida… 

[Pablo]: Ahora me voy a Tijuana, a casi tres horas de camino, para visitar otra organización que también se dedica a la reducción de daños. Allí, en un contexto diferente, aprenderé más sobre los daños a los que se enfrentan las personas consumidoras. Daños que tienen menos que ver con las drogas y más con la política, los estigmas y los mercados ilegales que las rodean desde hace años.  

[Daniel]: Una pausa y volvemos. 

[MIDROLL]

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestro productor Pablo Argüelles nos sigue contando. 

[Pablo]: Estoy en un Uber en Tijuana y voy hacia un barrio que se llama Zona Norte, que está a unos metros de la frontera. 

Allí está la organización de reducción de daños PrevenCasa. La gente le dice La Preven y existe desde el 2004. 

Tijuana tiene uno de los cruces fronterizos más concurridos del mundo. Y se nota. En el camino a la Preven veo a muchísima gente en las calles, negocios abiertos, oficinas, coches con placas de México y de California y también patrullas de la Guardia Nacional, una fuerza de seguridad federal creada por el presidente López Obrador. Está desplegada por todo el país y la mayoría de sus miembros son militares. 

[Pablo]: Aquí está bien, muchas gracias. 

Al bajarme del coche afuera de La Preven, veo a unos tres o cuatro hombres sentados en la banqueta, rodeados de mochilas y bolsas. Uno de ellos se está inyectando en un brazo.    

Por afuera, la Preven parece una casa común y corriente, de dos plantas, como la mayoría en el barrio. La puerta está abierta. Entro y veo que hay un patio con varias sillas de plástico bajo una gran carpa, es como una sala de espera al aire libre. A la derecha hay una habitación.

[Alfonso]: Pues mira, este es el primer punto, que es el programa de intercambio de jeringas para inyección de metanfetamina y heroína. O pipas para consumo de cristal o pipas para consumo de fentanilo. Son personas que ya tienen un consumo de años, que ya tienen una dependencia, especialmente a los opioides.

[Pablo]: Él es Alfonso, trabaja en la Preven. Nació en el barrio y creció en sus calles, conviviendo con consumidores de drogas, trabajadoras sexuales, migrantes y también con familias locales que viven ahí desde hace generaciones. Habla de la Zona Norte con mucho orgullo. Ofrece darme un tour por La Preven, para ver los servicios de reducción de daños que dan. Así que salimos de la habitación y volvemos al patio. Veo a una enfermera tomándole los signos vitales a un hombre.

[Alfonso]: Hay un registro de los pacientes y las pacientes que llegan a diario  y de ahí pasan a una consulta médica o al servicio que sea requerido. Vamos a ir caminando…

[Pablo]: Avanzamos por un pasillo muy largo que conduce hacia el fondo del terreno. A la izquierda hay una hilera de tres pequeños camiones, estacionados uno detrás del otro. 

[Alfonso]: En los camiones se usan para aplicar las pruebas rápidas de VIH, sífilis, hepatitis C. Porque son espacios, digamos, un poco más confidenciales. 

[Pablo]: Claro…

Y a la derecha está la casa con puertas que llevan a distintas habitaciones. 

[Alfonso]: Y estos espacios son también para consulta médica, consulta psicológica, algún tipo de terapia.

[Pablo]: La Preven se siente como un pequeño hospital y es mucho más grande que el centro comunitario en Mexicali. En ella trabajan unas veinte personas, la mayoría voluntarios o pasantes de medicina, de enfermería y  psicología. Al igual que Verter, La Preven dejó de recibir financiamiento del gobierno federal en 2019. Desde entonces sobreviven con donaciones internacionales. El día que visito hay muchísima actividad. Veo a personas consumidoras que vienen a cambiar jeringas, a consultas médicas o a bañarse en las regaderas del centro. Veo a una funcionaria de la ONU repartiendo información en creol para migrantes haitianos. Y también a un grupo de periodistas reporteando sobre el tema del fentanilo. 

[Alfonso]: Contextualizando: en el 2018 tuvimos la llegada del fentanilo aquí. Quienes lo detectan, curiosamente, es la misma comunidad. No fue ni el Ejército ni la militarización ni aduana ni nadie. Sino fueron los mismos consumidores que empezaron a llegar a acercarse y empezaron a decirnos: “Oye, ¿qué es esta sustancia que tenemos acá?” ¿No? “¿Qué es esto que nos está haciendo tener efectos diferentes? ¿Y qué es esta sustancia que nos está haciendo perder, amigos y amigas y compañeros de consumo?”

[Pablo]: Así que empezaron a dar talleres comunitarios para informar sobre el fentanilo, además de distribuir naloxona y enseñar a ponerla… Y luego, en octubre de 2022, abrieron una sala de consumo seguro. Es decir, seguían los pasos de Verter. Alfonso me dice que tenían mucho miedo a la reacción del gobierno.

[Alfonso]: Porque si bien no están regulados estos espacios se pueden malinterpretar, ¿no? Y se puede dejar de ver como  una intervención de salud pública y un espacio comunitario. Ya vimos la experiencia de Verter.

[Pablo]: La clausura por parte del ayuntamiento.

[Alfonso]: Lo que pasó, y eso creo que nos enmarcó mucho y nos dio, como también pausa para pensar y decir: “Bueno, ¿de qué forma la podemos abrir?”

[Pablo]: Por eso no le hicieron  promoción en medios ni en redes cuando la abrieron en 2022. 

[Alfonso]: Acá, lo que importa es que lo sepa la comunidad, ¿sabes? La gente que va a usar el espacio con ellos sí, hacemos una promoción del espacio y para que vengan y lo utilicen. 

[Pablo]: La sala está al fondo del largo pasillo, en la parte más oculta y tranquila de todo el terreno. Al entrar me parece por lo menos tres veces más grande que La Sala de Mexicali. Hay un sillón muy amplio, una mesa con sillas… 

[Alfonso]: Hay gente que solamente llega a descansar porque tuvo una jornada laboral muy fuerte. Hay gente que solamente llega a utilizar una regadera y a quedarse dormida en el espacio, que solamente llega a maquillarse. Tons’ de repente la droga deja de ser el centro de atención. Si no es crear la comunidad. Y la gente empieza platicar de otras cosas que afuera no se puede hacer. Y eso es bien bien importante.

[Pablo]: Porque afuera, en la calle, nunca sabes quién te puede estar escuchando. 

[Alfonso]: Por ejemplo, a los clientes de las trabajadoras sexuales, ¿no? gente que está hostigando a las chicas, ¿no? Gente que trata de abusar de las personas. Entonces adentro dicen: “Bueno, aguas con ese cliente, no, ese me hizo esto a mí, ten cuidado”. Y son cosas que afuera no se tocan, sino en espacios muy específicos. 

[Pablo]: A la sala de consumo vienen sobre todo mujeres. Al igual que en Mexicali, el equipo de La Preven las consultó antes de abrir el espacio. 

[Alfonso]: Había chicas que no querían entrar al principio porque decían: “No, yo quiero consumir con mis compañeros o compañeras”, ¿sabes? Allá en la calle. Entonces, fue todo un reto empezar a facilitar el espacio, a decirle mira ese espacio es para ustedes. Ustedes pueden tener control de este espacio. No va a ver nadie que les va a juzgar.

[Pablo]: Poco a poco fueron viniendo. Y fueron ellas quienes le pusieron su nombre al espacio: La Zona. Primero, porque el barrio en el que están se llama así, Zona Norte. Pero también porque esa palabra, “zona”, evoca un espacio diferente, delimitado y seguro. 

Este acto de dar la palabra a las personas consumidoras, de escucharlas y de usar su lenguaje y de no hacer nada sin su punto de vista es un patrón que veo repetirse una y otra vez a lo largo de mi viaje. 

[Lili]: Bueno, lo primero que hay que hacer es conocer nuestra comunidad. 

[Pablo]: Ella es Lilia Pacheco, la directora de La Preven. Hablo con ella en mi segundo día en Tijuana. 

[Lili]: Estar nosotros involucrados en sus costumbres, en sus tradiciones, en el lenguaje. Influye mucho que es frontera. Influye mucho que vienen, personas deportadas y que muchos de ellos solo hablan inglés o hablan un español mucho más pocho ¿no? Como le llamamos aquí. Así que sí tenemos que entablar como esas conversaciones para ver, no la persona a qué se refieren, ¿no?, cuando dice una erre ¿no? Quiere una erre.  

[Pablo]: Una erre es una jeringa, algo que yo no sabía. 

[Lili]: ¿Ajá? Y entonces tal vez otro de la comunidad dice “ah, una erre es un cuete”.

[Pablo]: Cuete. Otra forma de decir jeringa. 

[Lili]: O en ocasiones llegan deportados y dicen: “¿Me das una insulina?” Entonces ya sabemos que no necesita la insulina, que es una hormona para el tratamiento de la diabetes. No. Una insulina se le llama a la jeringa también. 

[Pablo]: Muchas de las personas que La Preven atiende son deportadas de Estados Unidos. Gente que llega a Tijuana y que no tiene familia ni redes de apoyo ni casa donde vivir ni documentos para hacer los trámites más esenciales en la ciudad.

[Pablo]: Lili me dice que a lo largo de más de diez años de conversar con la comunidad se ha dado cuenta de que las personas no solo consumen para  anestesiar los dolores físicos y emocionales. A veces las razones son mucho más rutinarias… 

[Lili]: Cuando entrevisto a las personas que usan metanfetamina o el cristal digo: “Ah, ya entiendo por qué empezó a usar cristal” ¿No? Ya entiendo que necesitaba rendir más en el trabajo. Alguien le ofreció: “Mira para tu turno nocturno. Consume metanfetamina y vas a tener, pues, más energías” y entiendo por qué lo empezaron a usar. Porque la dinámica de la economía de este, de esta ciudad o de este país, pues también te puede llevar, ¿no?, a este tipo de conductas para tratar de resolver alguna problemática.  

[Pablo]: Hablando con Lili, me doy cuenta de que la reducción de daños va más allá de unas jeringas o un espacio seguro donde consumir… 

[Lili]: La reducción de daños es ofrecer mucho más servicios, centrarnos en qué necesita la persona para que pueda tener una mejor calidad de vida.  Muchas personas llegan aquí por su jeringa todos los días, pero al mismo tiempo, le damos también su pastilla para tratar tuberculosis. Entonces, claro es el gancho, ¿no? Las jeringas son el gancho. Pero este es para poderlos enlazarlos a otros servicios de salud que no nada más le van a dar beneficio a la persona que trae ahorita una tuberculosis o una hepatitis C, sino que también estamos controlando la epidemia. Estamos también beneficiando a la misma comunidad. 

[Pablo]: Esto es algo que también escuché en Mexicali: La reducción de daños nos ayuda a todos. Son argumentos basados en evidencia y no en prejuicios.

[Lili]: Bueno, los mitos principales son estos: que promovemos el uso de drogas, que si hay un programa reducción de daños que van a aumentar el número de inyectores o al número de usuarios de drogas. Eso son mitos. Eso no es cierto. Y hay evidencia que dice que una sala de consumo seguro, por ejemplo, logró reducir el número de nuevos inyectores.

[Pablo]: Se han hecho estudios en Estados Unidos, en Australia y en Canadá que apuntan a que los programas de reducción de daños, incluyendo las salas de consumo supervisado, no aumentan el número de consumidores. En Cataluña también se ha estudiado que las personas que van a las salas tienen el doble de probabilidades de acceder a servicios de tratamiento de dependencia a opioides. 

En México, usualmente los que se han opuesto a los programas de reducción de daños han sido vecinos de las organizaciones. Pero últimamente las críticas han venido de otra parte. En abril de 2023, el presidente de México cuestionó la utilidad de la naloxona para combatir las sobredosis por fentanilo. Dijo que era un paliativo, no algo que resolvía el problema de fondo. 

[Soundbite de archivo]

[AMLO]: ¿Será que esto va a convertirse en un medicamento para que ya no haya la adicción o es nada más prolongar la agonía?

[Lili]: ¿Cómo puede ser que una persona líder en el país tenga ese tipo de de argumentos? Para mí fue algo muy grave, ¿no? Porque está pensando en que todas las personas que usan droga, pues están a punto de morir. ¿Y para qué haces una intervención si se van a morir? ¿Para qué le salvas la vida con una naloxona en una sobredosis si de todos modos se va a morir mañana? Y creo que argumentos así lo único que hacen es, pues, boicotear todos los trabajos que hemos hecho tantos por muchos años en pro de la reducción de daños.  

[Pablo]: Pero es que, además, la política de drogas del gobierno de López Obrador ha virado hacia la criminalización de los consumidores y la militarización del país, incluyendo ciudades que forman parte del corredor internacional de tráfico de drogas, como Tijuana. 

[Lili]: Entonces empezamos a observar las calles inundadas de ejército y guardia nacional. Entonces hacen operativos en esta zona porque está denominada como zona conflictiva, ¿no? Zona  de, pues, tráfico de drogas, uso de drogas. Nosotros observamos, ¿no?, en nuestra comunidad que cuando hay más presencia militar, hay menos acceso de personas a nuestros servicios. Las personas se esconden, se resguardan, prefieren no venir y como no pudieron venir, entonces tuvieron que compartir jeringas. Y ya fue ahí un factor de riesgo para la transmisión de infecciones, vulnerando más su salud. 

[Pablo]: Y a pesar de que ha aumentado la presencia de las fuerzas del Estado, la violencia ha incrementado. En 2022 Tijuana fue el municipio del país con el mayor número de homicidios. 

[Lili]: Está caliente la zona. Quiere decir que hay problemas. Hay conflictos entre cárteles.  Hemos tenido asesinatos aquí afuera. O sea, balaceras aquí muy cerca. Y, pues, nos preocupa, ¿no?, estar nosotros aquí en medio, ¿no? 

[Pablo]: Porque los carteles saben quiénes son y que ofrecen un servicio a la comunidad. Pero es que para que la reducción de daños funcione debe llevarse a cabo en las zonas donde se encuentran las poblaciones vulnerables. Pero es precisamente en estas zonas donde también suelen estar el ejército, la policía y los carteles. 

Lili me contó de un episodio que pasó en 2018. En ese momento estaban haciendo unas encuestas de diagnóstico de consumo de heroína y ahí preguntaban a la comunidad dónde la conseguían, en qué zona… pero sin dar direcciones. Y bueno, los carteles se enteraron de que La Preven estaba haciendo esta pregunta. 

[Lili]: Así que llega alguien de nuestro staff, me dice: “Está una persona ahí, pero parece que tiene un arma y  tiene una actitud muy extraña. Y dice que viene a una entrevista, a las entrevistas que estamos haciendo”. Así que me armo de  valor y digo, yo lo atiendo. Lo abordé. Le dije: “¿Viene a entrevista?” Yo fui muy amable, muy cordial para atenderlo. Y él, con su mirada muy retador, diciéndome: “Sí, vengo a la entrevista”. 

[Pablo]: Lili le explicó los criterios de la encuesta, que tenía que firmar un consentimiento y que la entrevista se iba a grabar en audio. 

[Lili]: Y retador me contesta: “Sí, a eso vengo”. Pues no me queda opción más que pasarlo, lo pasé a un camión en donde estábamos haciendo las entrevistas y yo sigo como que no pasa nada, como que no tengo idea de que vienes armado y vienes a ver qué.

[Pablo]: Antes de comenzar el cuestionario, Lili le repitió que no debía decirle nada comprometedor. Por la seguridad de todos. 

[Lili]: Y él solamente con su mirada retadora empezó a asentir con su cabeza. Y entonces yo empiezo y me daba las respuestas muy cortadas, como que no quería dar mucha información, pero al final de cuenta la entrevista fluyó y me dio detalles de cosas. Yo a veces le tenía que hacer señas así de “eso no”, así, “eso no”. Pero me dio detalles de que tenía recientemente una persona secuestrada, que lo estaba torturando, que era una persona que él le había puesto el dedo, o sea que había informado a los policías donde estaba.

[Pablo]: El hombre comenzó a llorar. Habló sobre su pareja, su hija, su familia, el lugar donde nació y de donde salió huyendo. 

[Lili]: Y ya, pues le tuve que dar un kleenex porque sí se conmovió. Entonces al final le agradecí, le dije que toda su historia era muy importante para este estudio. Y bueno, pues se levanta y me dice: “Ah, pues yo soy tal persona”, porque me había dado un nombre falso: “Y me dicen así, me apodan así, lo que se le ofrezca, lo que necesite, me manda a llamar con quien sea”. Y yo así…  le dije: “Ah, pues muchas gracias, pero mire todo lo que me dijo en la entrevista, cuando pisemos debajo del camión, se me va a olvidar”. Dije: “La verdad, no voy a recordar ni quién es usted ni su apodo”. Y voltea sonriente con otra actitud y me dijo: “Hace bien”. Y se fue. Y no volvimos a saber de él. 

[Pablo]: En La Preven conocí a esta mujer:

[Mari]: Mira, mijo, yo soy de Baja California, aquí nací, en Tijuana. 

[Pablo]: Mari tiene 57 años. Es elegante, va maquillada y lleva anillos y pulseras. Trabaja limpiando La Preven una vez por semana. Empezó a consumir heroína cuando tenía treinta años. Estuvo en centros de rehabilitación y después comenzó a recibir terapia de sustitución de opioides en una clínica del gobierno. 

[Mari]: Allí, en esas instituciones le dan a uno el tratamiento son unas pastillas en un juguito.  Se lo toma uno y deja uno de picarse uno las manos ¿no? Y tienes que estar ir yendo diario para que el programa te funcione y luego le van bajando, le van bajando, le van bajando, hasta que salgas. 

[Pablo]: La sustitución de opioides  ayuda a reducir paulatinamente el consumo de opioides ilícitos, como la heroína. 

Se puede hacer con varias sustancias, incluyendo una que se llama metadona. Según la Organización Mundial de la Salud, es un medicamento esencial y en México se usa desde los años setenta. 

Pero en febrero de 2023, el gobierno mexicano clausuró temporalmente las fábricas del único distribuidor de metadona en el país después de encontrar, y aquí cito, “deficiencias críticas”, en su proceso de producción. Y comenzó a haber desabasto en todo el país. A mediados de 2023 le dijeron a Mari en la clínica que ya no tenían metadona. 

[Mari]: Porque la había quitado o la paró el gobierno. Entonces, a mí me dio pánico, me dio miedo, pues, ¿verdad? De que si yo usaba esta sustancia, pues no hay dónde conseguirla.  

[Pablo]: La suspensión del gobierno duró hasta agosto de 2023 y en la clínica de Mari volvieron a tener metadona en octubre. Durante esos meses, ella estuvo en riesgo de regresar a consumir heroína, algo muy peligroso porque ahora la mayoría está adulterada con fentanilo. Y durante esos meses Mari llegó a La Preven, con una receta de antidepresivos y anticonvulsivos que le habían dado en la clínica. En La Preven se los dieron. Pero Mari también me dice otra cosa, algo que es quizás más importante, pero que en ese momento yo no aprecio del todo. 

[Mari]: Entonces yo trato de venir acá con estas personas a… porque a mí me hace bien convivir con ellas. Yo convivo mucho en la institución.

[Pablo]: No le doy tanta atención a esto. En cambio, le pregunto: 

[Pablo]: ¿Y a veces también usa la sala La Zona para consumir? 

[Mari]: Sí, cuando a veces tengo algo que no puedo resolver. Nosotros estamos acostumbrados…

[Pablo]: Me empeño en saber si Mari todavía consume. 

[Pablo]: ¿Cuánto tiempo ha consumido usted?  

[Mari]: Yo de heroína consumí como seis años y 20 de metadona.  

[Pablo]:  ¿Y ahora qué consume? 

[Mari]: Nada, solamente los medicamentos que me dan aquí. Que no son medicamentos controlados.  

[Pablo]: Mmhmm. Solo para confirmar, entonces ¿usted, La Zona no la usa para consumir sustancias? Ya.

Me niega con la cabeza. Es un momento de confusión. ¿Consume o no consume? No sé si se debe a que no fui más específico. O… a que ella se incomodó con mi insistencia y decidió cambiar su respuesta. Lo que sé es que una parte de mí quiere saber más sobre el consumo de Mari, como si eso me permitiera conocerla mejor. 

Pero en realidad, saberlo no es relevante. ¿Y qué si consume? Lo que ella me está diciendo y que yo no parezco escuchar es que en La Zona no está sola.

[Mari]: Para eso vengo porque si estuviera en mi casa, pues me deprimo y luego luego recae una. Entonces hay que evitar esas recaídas. 

[Pablo]: Hablo con Mari en la bodega de La Preven, donde se guardan medicamentos, insumos y también ropa donada. Al acabar la entrevista, Mari se levanta y empieza a hurgar entre la ropa, mientras sus pulseras retintinean. Me dice que busca prendas de manga larga. 

[Mari]: Ajá. Siempre que me llevo algo que me cambia, tiene que ser de manga larga, hijo…

[Pablo]: Siente que si la gente viera sus brazos…  

[Mari]: Pues… no se me quedan mirando, pero… pero sé que sí, sí te los miran…

[Pablo]: Sigue buscando hasta que encuentra dos blusas. Con ellas las cicatrices de las inyecciones no se verán. Estará más protegida. Porque afuera de La Zona, me dice, las personas que consumen todavía son excluidas. 

[Mari]: Ese tabú ya no debe de existir. Porque usted es un ser humano y yo también. Lo único que lo va a distinguir es que no usa y yo que sí. 

[Pablo]: Lo único que nos va a distinguir es que ella consume drogas y yo no. 

[Daniel]: Pablo Argüelles es productor de Radio Ambulante y vive en la Ciudad de México. Esta historia fue editada por Camila Segura, Luis Fernando Vargas y por mí. Desirée Yépez hizo el fact checking. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri con música original de Rémy Lozano. 

Gracias a Jaime Arredondo y Adriana Muro por su ayuda. 

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Lisette Arévalo, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, Bruno Scelza, David Trujillo, Ana Tuirán y Elsa Liliana Ulloa.

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

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Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

 

Créditos

PRODUCCIÓN
Pablo Argüelles


EDICIÓN
Camila Segura, Luis Fernando Vargas y Daniel Alarcón


VERIFICACIÓN DE DATOS 
Desirée Yépez


DISEÑO DE SONIDO 
Andrés Azpiri


MÚSICA
Rémy Lozano


ILUSTRACIÓN
Juan Felipe Almonacid


PAÍS
México


TEMPORADA 13
Episodio 26


PUBLICADO EL
04/09/2024

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