Sobre héroes y tumbas | Transcripción

Sobre héroes y tumbas | Transcripción

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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón. 

Empecemos por aquí: es la tarde del 10 de abril de 1981 y estamos en una calle del centro de Alajuela, una ciudad a unos 40 minutos en carro de la capital de Costa Rica. Es un país pequeño, y en ese momento Alajuela es una ciudad intermedia de poco más de 30 mil personas. Un niño espera en la entrada de su casa, ansioso. Su nombre es Rodolfo González y en aquel momento tenía 11 años.

[Rodolfo González]: Para Alajuela, saber que iban a venir los huesos del héroe nacional era una emoción muy grande, ¿verdad? Era como tener algo tangible del héroe nacional.

[Daniel]: El héroe nacional al que se refiere Rodolfo es un soldado del siglo XIX. Su nombre era Juan Santamaría, y también era de Alajuela. Decir que Juan Santamaría es importante en Costa Rica es decir poco. En algún momento, su existencia y muerte fueron el mito fundacional de la identidad costarricense.

La historia es así: entre 1856 y 1857 hubo una guerra en Centroamérica. No entre los países de la región –Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica–, que apenas estaban consolidándose como repúblicas independientes, sino todos ellos contra un enemigo común: los filibusteros. Así se le conocía a un ejército privado estadounidense, impulsado por los estados sureños de Estados Unidos con ideas esclavistas, que vino con el propósito de conquistar los territorios de la zona.

A esa guerra se le conoce en Costa Rica como la Campaña Nacional del 56 y 57.

La guerra tuvo diferentes batallas, pero la más importante para esta historia y para Costa Rica ocurrió en Nicaragua. Fue una difícil, en la que se dice que Juan Santamaría tuvo un papel decisivo. En un acto heroico, el soldado se ofreció a incendiar un edificio donde se refugiaban los filibusteros. Quería obligarlos a dejar su posición, haciéndolos vulnerables. Lo logra, pero muere en el acto. Y según la historia, ese incendio es el punto de quiebre que le da la victoria a los centroamericanos en esa batalla. Y así se consagró el mito de Juan Santamaría.

Pero volvamos a Rodolfo y a esa tarde de 1981. Él no era el único emocionado por la llegada de los restos del héroe nacional. Porque si Santamaría es importante para los ticos, es particularmente importante para los de su provincia nativa.

[Rodolfo]: Mucho de la identidad del alajuelense gira en torno a Juan Santamaría.

[Daniel]: Así que toda la ciudad lo esperaba. No solo a él, sino a otros soldados que habían muerto en aquella batalla de hace más de un siglo, y cuyos restos también regresaban.

[Rodolfo]: Y entonces se hicieron muchos preparativos. Se sabía que una gran caravana que partía de la frontera norte con Nicaragua iba a recorrer todo Guanacaste, iba a llegar a Alajuela y la emoción mía es que iba a pasar en frente de mi casa. En la esquina de mi casa, a unos 50 metros, un profesor, me acuerdo, de la escuela, se pasó cuatro horas creando un gran cartel con unas luces de colores patrios, azul y rojo, y bueno, la luz blanca, que tenía la figura del héroe nacional y una frase que decía: «Paso a los héroes del 56». Lo recuerdo con un cigarro en la boca, sudando la gota gorda para que aquel cartel fuera muy lucido en la pura esquina.

[Daniel]: Y a eso de las seis de la tarde, Rodolfo por fin escuchó ruidos, conmoción. Junto con su familia, sacaron sillas para sentarse en la acera y ver pasar la caravana…

[Rodolfo]: El ver las luces antes de ver el desfile y escuchar las sirenas, obviamente a mí me aceleró el corazón de chiquillo y empecé a ver dónde pasaban los tráficos y la expectativa de cómo iba a ser, si eso iba a ser… en mi mente, de niño, era un ataúd.

[Daniel]: A los segundos pasaron motocicletas, carros y poco después un camión grande, que se movía lento.

[Rodolfo]: Y en el centro lo que tenía era una caja muy pequeña de madera. Y en mi imaginación, porque yo no sé si era así, yo vi unas siglas J. S. y eso es Juan Santamaría. Y me impactó mucho que fuera una caja muy pequeña y que aquel camión pasara en frente de mi casa y que ya, fueron como un minuto y con la mirada seguir aquel camión y aquel montón de gente y banderas y demás.

[Daniel]: Y ver cómo se alejaban… Esa caja pequeña se detuvo cerca de ahí, en el puro centro. Fue recibida en la Catedral, donde se hizo una misa en su honor. Y de ahí pasó a un edificio que estaba cerca, la antigua cárcel de la ciudad, que desde hacía unos meses era la casa del Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, dedicado a preservar la historia del héroe y la Campaña del 56. La caja estaba custodiada todo el tiempo por dos policías, y la pusieron debajo de un busto conmemorativo.

[Rodolfo]: Con una frase de un expresidente que decía: “La estirpe de los alajuelenses es la estirpe del soldado Juan”. Era muy solemne, absolutamente solemne. Y todo el mundo decía: No podemos creer que por primera vez tenemos los huesos del héroe nacional.

[Daniel]: Pero esa alegría del retorno de Juan Santamaría y los otros héroes a casa pronto se convertiría en vergüenza. Y agravaría las tensiones en dos países al borde de la crisis.

Después de la pausa, les contamos.

Ya volvemos.

[Daniel]: Estamos de vuelta. Nuestro editor senior Luis Fernando Vargas nos cuenta la historia.

[Luis Fernando Vargas]: Nicaragua entregó los restos de Juan Santamaría y los otros soldados a Costa Rica en una ceremonia discreta en la frontera entre ambos países. No he podido conseguir videos de aquel día, pero sí hay notas de periódicos.

En las fotos se ve al entonces presidente de Costa Rica, Rodrigo Carazo, cargando una urna junto con Daniel Ortega. A Daniel Ortega tal vez lo conozcan ahora por la dictadura que comanda en Nicaragua, pero en aquel entonces, 1981, era alguien de más bajo perfil: un comandante de la guerrilla sandinista que hacía apenas unos años había logrado derrocar a una dictadura brutal que duró cuatro décadas en Nicaragua. No era uno de los líderes de la guerrilla durante la lucha, pero hacía poco se había convertido en el Coordinador de la Junta de Reconstrucción de Nicaragua, con el objetivo de llevar al país a la democracia.

Durante el acto, el presidente costarricense le agradeció a los héroes difuntos por garantizar la libertad del país y les prometió que por fin descansarían en tierra propia. Y un maestro de ceremonias nicaragüense llamó a Juan Santamaría un héroe antiimperialista. Trataba de establecer un paralelo: ellos, los sandinistas, y Juan Santamaría, en diferentes momentos, habían luchado contra el dominio de Estados Unidos. La dictadura que los sandinistas derrocaron en la revolución fue instaurada y, por muchos años, patrocinada por la nación norteamericana.

Esas fotos, entre el presidente costarricense y Ortega, eran –y son hoy, todavía– extrañas. Y es que tienen que entender algo de los dos países, algo que Rodolfo, que es historiador, periodista y cuentista, me dijo mejor que cualquiera.

[Rodolfo]: Nosotros somos como una familia, que de hecho vivimos una relación de amor/odio, a veces más odio que amor. Nuestras historias políticas y hasta familiares están tan mezcladas que vivimos esa relación de tensión.

[Luis Fernando]: Hay una frase que se le atribuye a Ricardo Jiménez, quien fuera tres veces presidente de Costa Rica a principios del siglo XX.

[Rodolfo]: Las estaciones en Costa Rica son tres: la estación lluviosa, la estación seca y la estación de los conflictos con Nicaragua.

[Luis Fernando]: Conflictos por fronteras, especialmente. Se han peleado ríos, islas y hasta una provincia entera. Pero hay otros: la xenofobia que vive el nicaragüense en Costa Rica, con la estigmatización, marginación y violencia. Siempre ha sido una relación tumultuosa, y desde hace muchos años es fría y tensa.

Y en 1981, las cosas entre los dos países también se podrían decir que eran complicadas… como mínimo. Rodolfo lo vivió desde la mente de un niño.

[Rodolfo]: Vea qué cosa más loca. Yo, siendo un chiquillo, por las noticias que llegaban y demás, sentía miedo de una invasión de Nicaragua. Entonces estaba jugando en el patio y escuchaba un avión y yo decía: “Nos están invadiendo”. Yo no digo que eso lo sintieran todos los niños de Costa Rica, seguro, porque en casa se hablaba mucho de las noticias, pero eso era un miedo real.

[Luis Fernando]: Es que los políticos, la prensa y muchos ciudadanos costarricenses estaban en pánico por los guerrilleros sandinistas, herederos de la revolución cubana y la fuerza motora del comunismo en la región.

La revolución sandinista fue abono para las luchas armadas que tomaban fuerza en El Salvador, Honduras y Guatemala. Estados Unidos estaba nervioso y el gobierno de Costa Rica, como aliado de los gringos, también. Se puede decir que la Guerra Fría se peleó con armas en Centroamérica en los 80.

Y Costa Rica, si bien no era un terreno de lucha armada como El Salvador u Honduras, también estaba en una situación delicada. El país vivía una de sus peores recesiones económicas en su historia. Al asumir el poder en 1978, Carazo empezó a endeudar más a Costa Rica, que ya estaba endeudado. Al poco tiempo, el precio del petróleo se disparó por la crisis mundial y el de los productos que exportaba Costa Rica –el café y el banano– se desplomó. La moneda se devaluó y los alimentos escaseaban.

Yo no había nacido en ese momento, pero mis papás me han contado de las largas filas para comprar arroz o frijoles, lo básico, subvencionados por el Estado. Escenas que parecerían salidas del bloque soviético durante esos años. Se temía, razonablemente, que la crisis económica que había causado Carazo estallara en una revolución.

Además, un grupo inspirado en las luchas guerrilleras de la región llevó a cabo atentados en la capital costarricense. Dos bombas habían detonado apenas semanas antes de la entrega de los restos de los héroes de la Campaña del 56: una en el consulado hondureño en Costa Rica y otra en un bus que transportaba soldados estadounidenses.

Entonces, en medio de esa tensión generalizada, Alajuela recibió la alegría de la llegada de los restos de sus héroes, y especialmente los de Juan Santamaría.

[Luis Abel Gutiérrez]: Dentro de ese ataúd, usted lo abría y tenía tres cajitas. Bueno, todo era de cedro amargo. Porque hasta aquí olía. Muy bien terminadito, cepillado y todo.

[Luis Fernando]: Él es Luis Abel Gutiérrez, arquitecto y vicepresidente del Museo Juan Santamaría en aquel momento, donde se depositaron los restos. Él estuvo ahí cuando se abrió ese ataúd que Rodolfo vio pasar delante de su casa. Dentro de esa caja había tres cajitas más pequeñas.

[Rodolfo]: Y en cada cajita venían… unos bodoques. Unos paquetitos en papel de aluminio de distinto tamaño, entre 15 centímetros, 10 centímetros, 8 centímetros de diámetro, unas bolitas, tres o cuatro por cajita.

Ahí, había dicho el gobierno nicaragüense, venían los restos de los héroes.

[Luis Abel]: Los restos de Juan Santamaría venían en un nicho aparte de ladrillo y concreto que supuestamente había sido extraído de a 50 centímetros de la iglesia de San Francisco en Rivas.

[Luis Fernando]: Esa es una iglesia en Rivas, la ciudad nicaragüense donde se peleó la batalla en la que Juan Santamaría quemó el edificio. Siempre ha existido una leyenda en Nicaragua de que ahí se enterraron los huesos, pero no había evidencia científica ni histórica.

La gestión de la entrega de los huesos fue idea del gobierno de Costa Rica. Pero el plan inicial era muy diferente. Se suponía que iba a ser simbólico. Costa Rica no esperaba que se encontraran restos humanos tan antiguos, así que la repatriación iba a ser de la tierra en la que se luchó contra los filibusteros. Algo simbólico.

Pero unos días antes del 11 abril de 1981, cuando se conmemoró la batalla donde murieron los soldados costarricenses, el gobierno de Nicaragua anunció que una excavación había revelado no solo huesos de soldados, sino también, por evidencias en su ataúd, los del mítico Juan Santamaría. A partir de entonces, el acto que se suponía iba a ser pequeño empezó a aparecer en las portadas de los periódicos. Ya no era un gesto simbólico: los héroes de verdad regresaban a casa. Algo histórico. Había expectativas de la prensa y la gente.

Pero en todo ese proceso, el Museo Juan Santamaría en realidad tuvo poca decisión o injerencia. Habían aceptado recibir los restos, con una condición previa: que se hiciera un análisis forense.

[Luis Abel]: Porque usted sabe que ahora se puede determinar el ADN y la edad y… o sea, aquí somos gente seria.

[Luis Fernando]: Después de todo, se trataba de un tesoro nacional. No eran los únicos que pedían eso: la Asociación de Escritores Costarricenses sospechaba de la entrega de los restos. Uno de sus miembros, con vínculos con los sandinistas, que no quiso hablar conmigo, dijo que había escuchado rumores de que todo era falso.

Así que después de la caravana y la misa, ya en el museo, el equipo de la comisión decidió abrir las cajas con un notario presente. Y empezaron a examinar.

[Luis Abel]: Okay. Se abre el primer paquete de la caja número uno. ¿Qué se encuentra? Tierra y unos restos que parecen una pata de pollo. El paquete número dos. Hay un omóplato, pero no es humano. Muy pequeño. Parece de un perro o de un conejo o qué sé yo. Y así fueron apareciendo una serie de cosas, de huesos que no tenían nada que ver con restos humanos. Uno se imaginaba fémures, costillas o cráneos o… qué sé yo.

[Luis Fernando]: Parecía una broma. Nadie racional pensaría que esos eran restos humanos. Era una burla a uno de los símbolos más importantes de Costa Rica.

[Luis Abel]: Bueno, ¿qué pasa ahí? Usted recibe eso y dice: “Bueno, ¿y ahora qué? ¿Verdad?” Uno asume una actitud con una gran responsabilidad histórica, o sea, al final se decía: bueno, ¿qué le decimos al futuro, a nuestros nietos, bisnietos? ¿Que llegó una carambada ahí y ustedes la enterraron? ¿Y qué?

[Daniel]: Después de la pausa, ¿qué llegó a Costa Rica? Ya volvemos.

[Daniel]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Luis Fernando Vargas nos sigue contando.

[Luis Fernando]: A pesar de que todos en la comisión y en el museo estaban seguros de que lo que había en esas cajas no eran restos humanos, había opiniones encontradas sobre qué hacer.

[Luis Abel]: Yo en alguna ocasión le escuché a un miembro de la Junta Administrativa decir que no hiciéramos tanta alharaca. O sea, él se oponía a esta investigación, a este estudio científico.

[Luis Fernando]: Había una lógica detrás. El presidente de Costa Rica de ese momento había ayudado mucho a que el museo se consolidara.

Los restos, o sea, lo que sea que se haya entregado en esas cajas, para el público y para el presidente representaban un patrimonio valiosísimo para el país, y el gobierno ya lo había aceptado sin exigir rigurosidad ni certeza. Y lo peor: se había anunciado con bombos y platillos, como si fuese un gran logro diplomático. El presidente quedaría muy mal parado si los restos no eran del héroe nacional. Era una situación delicada, hasta vergonzosa. Y hacer un escándalo al respecto era, para algunos del museo, una afrenta contra el presidente que tanto los había ayudado.

Pero, para muchos, el estudio forense sí se debía realizar.

[Luis Fernando]: Mientras tanto, existía la promesa de que el ministro de Cultura nicaragüense iría a Costa Rica para explicar los detalles de la excavación y lo que se había encontrado. También traería los documentos de la investigación. Pero no había fecha concreta.

Pero algunos en Costa Rica decidieron no esperar.

[Zulay Tellini Duarte]: Mi nombre es Zulay Tellini Duarte. Laboré con el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes en esos tiempos.

[Luis Fernando]: Zulay trabajaba en la división de museos y, por trabajo, tenía que ir a Guanacaste, una provincia cercana a Nicaragua. Y justamente ahí estaba cuando recibió una orden de la ministra.

[Zulay]: Un favor, que ella quiere que vayamos a Rivas porque ella quiere que vayamos a ver el callejón donde encontraron los restos de Juan Santamaría. Encantadísimos nos fuimos, ¿verdad?

[Luis Fernando]: Sin anunciar nada, llegaron como turistas a Rivas, Nicaragua.

En la prensa se detallaba que los arqueólogos que trabajaban para los sandinistas habían hecho una excavación de 90 metros de largo, dos de ancho y dos de profundidad al costado de la iglesia, en un espacio que servía como garaje. Dijeron que ahí habían encontrado una caja con las iniciales J. S., pero al llegar, Zulay y sus compañeros encontraron algo más pequeño, mucho más pequeño.

[Zulay]: Destaparon dos adoquines. Dos adoquines. Imagínese, dos adoquines. Y ahí fue que sacaron los huesos de Juan Santamaría, ¿verdad?

[Luis Fernando]: Los supuestos huesos. No había ninguna excavación que se acercara a los anunciados 90 metros. Nada. Solo un par de baldosas, a las que les tomaron fotos. Muchas fotos.

[Zulay]: Yo no soy arqueóloga, pero, quién sabe cómo los sacaron, porque jamás… No coincidía con abrir un espacio y cómo sacaron los huesos. Y empezamos a hablar con la gente de alrededor del parque y ya nos contaron que sí, que llegaron los rusos y cubanos y nicas y todo ahí, ahí al jolgorio y que sacaron unos huesillos. Tampoco fue que sacaron un montón.

[Luis Fernando]: Durmieron en Rivas y, al día siguiente, fueron de vuelta a Costa Rica, pero al parecer el rumor de que alguien andaba investigando había llegado a las autoridades.

[Zulay]: Nos pusieron muchos peros para pasar la frontera, como que ya ellos se habían enterado de que nosotros habíamos ido a tomar fotos. Entonces, que si íbamos en misión oficial, que si esto, que si el otro… Nosotros: “No, no, no, venimos de turistas, ¿verdad? Nosotros somos turistas”.

[Luis Fernando]: Al final, después de intimidaciones, los dejaron pasar. Tenían la sensación de que el gobierno de Nicaragua tenía plena consciencia de la expedición, pero que no quisieron decir nada. Zulay y sus compañeros le entregaron a la ministra la información.

Mientras la ministra revisaba las fotos y el informe, ya había empezado el estudio forense. Les tomó cuatro meses. En todo ese tiempo, ni el ministro de Cultura de Nicaragua apareció para explicar los hallazgos ni se entregó el prometido informe. Cuando estuvieron listos los resultados, la conclusión fue contundente.

[Luis Abel]: Vienen estos señores, estos científicos y dicen: “Miren, esto es tierra y los restos no son humanos. Esto, ya no hay nada que ver. Nosotros no creemos absolutamente que sean los restos de los héroes del 56”.

[Luis Fernando]: El informe decía que había huesos, sí, pero de mamíferos no humanos. De dos o tres especies. Posiblemente animales domesticados: vacas, perros, gatos, pollos.

La comisión tomó la decisión de hacer públicos los resultados. Los medios empezaron a circular la información y la gente estaba indignada.

Una diputada dijo:

[Soundbite de archivo]

[Diputada]: “No solo engañaron a las autoridades costarricenses, sino, lo que es más grave, al pueblo costarricense, para quien la hazaña y vida de Juan Santamaría son sagradas”.

[Luis Fernando]: Y esto se leía en un suplemento humorístico. Emulaba una conversación por telegrama:

[Soundbite de archivo]

[Voz 1]: Sírvase encontrar huesos Santamaría. Misión urgente. Busque en el potrero detrás del matadero. Patria o muerte. Venceremos.

[Voz 2]: Listo paquete huesos. Salieron un poco combinados, pero sirven porque nadie notará la diferencia. Mueran los contrarrevolucionarios.

[Luis Fernando]: Una columna críptica y un poco poética en un periódico también escribió:

[Soundbite de archivo]

[Voz 3]: No hablemos de huesos, por favor. Desde hace poco odiamos los huesos y las hueseras. Nos duelen los huesos de rabia cada vez que vemos huesos. Un hueso se nos antoja un insulto.

[Luis Fernando]: Era una vergüenza nacional. No solo era el hecho de que alguien se había burlado de Costa Rica, sino también de que la burla venía de los sandinistas, a quienes muchos consideraban como la mayor amenaza que tenía el país.

Pero había gente que quería mantener la calma. Un arqueólogo salió diciendo que seguro no se actuó con mala fe. Un historiador que formaba parte de la comisión dijo que indudablemente era un error y Costa Rica había dado información falsa para la búsqueda. Un expresidente, al que se le considera fundador de la actual república, dijo que era mejor no hablar del tema.

Además, justo en esos días, en un campo pagado por el gobierno costarricense, se publicó un pequeño informe que envió Nicaragua sobre la excavación. Eran dos páginas y no decía mucho. Y desde el gobierno tico se decía que debía manejarse con cuidado la situación.

La comisión quería hacer una devolución formal al gobierno costarricense unos días después. Creían que era necesario, por respeto a la memoria del pueblo tico, devolver esos restos falsos a Nicaragua. Aunque la situación estuviese delicada.

Durante esos días, también se celebraba el natalicio de Juan Santamaría. Así que la noche del 27 de agosto de 1981, hubo una conferencia en el museo acerca de la vida del héroe nacional con uno de los historiadores más importantes de Costa Rica en aquel momento. Por eso, Luis Abel se encontraba ahí con periodistas y académicos. Cuando estaban en el auditorio, alguien se acercó a Luis Abel para darle un mensaje.

[Luis Abel]: Avisan que afuera está el ministro con la policía y con otros señores.

[Luis Fernando]: El ministro de la presidencia de aquel entonces, José Rafael Cordero. Para que entiendan qué significa esto: El Ministro de la Presidencia en Costa Rica es la mano derecha del mandatario y coordina con las diferentes instituciones de gobierno. Cordero también era miembro honorario de la comisión del 150 aniversario de Juan Santamaría. Él sabía de las investigaciones, pero era de los que se oponían a devolver los restos a Nicaragua para evitar elevar la situación a un conflicto diplomático. Y además uno puede imaginarse que era vergonzoso y hacía quedar mal al presidente y a sus personas allegadas, entre ellos a él. Lamentablemente José Rafael Cordero falleció en el 2014, o sea que no pude hablar con él. Pero Luis Abel recuerda el momento.

[Luis Abel]: Y entonces entró don José Rafael y dice: “Vengo por los restos”.

[Luis Fernando]: “Vengo por los restos”. Lo acompañaba el Embajador de Nicaragua en Costa Rica y muchos policías. Las actas de lo que pasó ese día no detallan cuántos eran, pero describen a la cantidad como, y aquí cito, “inusitada y extraña”.

[Luis Abel]: Se le dijo: “No, mire, vea, nosotros, todo lo que se estudió está descrito en un acta notarial. Cuando esto se abrió para poder entregar un documento serio. ¿Cómo se los va a llevar así? Porque no”.

[Luis Fernando]: La comisión planeaba hacer la devolución de las cajas al gobierno unos días después, con un informe notarial que declarara que lo que se devolvió fue lo mismo que se había entregado meses antes. Pero el ministro los quería en ese instante.

Los del museo le pidieron paciencia, por lo menos hasta que terminara la conferencia en el auditorio. Pero el ministro estaba tenso, casi furioso. Las cajas estaban en una bodega y él pidió las llaves inmediatamente.

[Luis Abel]: Y yo recuerdo que la secretaria de aquí del museo dijo: “Yo no las entrego”. No, no, no, no están. No están. No están. Entonces el ministro ahí le dijo a los policías: “Procedan”. O sea, la idea era de que rompieran la puerta, ¿verdad?, para llevárselos.

[Luis Fernando]: Se los iba a llevar a la fuerza. Se armó lo que se describiría en Costa Rica como un zafarrancho. Gritos, empujones… Los empleados del museo protegiendo la puerta, el ministro insistiéndoles a los policías que la rompieran. Después de varios minutos de ver quién gritaba más, el ministro entró en razón. Y se calmó un poco. Luis Abel dijo que se los iban a dar esa noche, pero tenían que hacer un acta ahí mismo con un abogado para constatar que no hubo cambios en los restos.

Un abogado llegó de emergencia, y levantaron un acta en medio del museo. Ya era tarde. Los policías de afuera habían llamado la atención de la gente en el centro de la ciudad y estos tenían los ojos puestos en el lugar. Luis Abel ayudó a sacar la caja entre un mar de alajuelenses que veían la disputa desde la entrada. Lo recuerda bien.

[Luis Abel]: Lo cierto fue que en medio de ese bullicio se fueron saliendo y entonces ya las calles de Alajuela estaban llenas y entonces cuando salían la gente gritaba: “Guau, guau, muuu” y qué sé yo, ¿verdad?

[Luis Fernando]: Todos los sonidos de los animales que la gente asociaba a esos huesos infames. Y así terminó el breve regreso de los héroes de la Campaña del 56: entre policías, peleas y burlas. Ya nada era solemne, sino un bochorno. Ahora, Costa Rica tenía que devolver los huesos de unos animales a Nicaragua.

[Daniel]: Ya volvemos

[Luis Fernando]: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Soy Luis Fernando Vargas.

La devolución de los restos de parte del gobierno costarricense a Nicaragua se manejó con discreción de ahí en adelante. No hay mucha información al respecto. Tal vez por una mezcla de vergüenza por haber aceptado tan ilusamente que los restos eran reales, tal vez por miedo de que los sandinistas se enojaran, y por fin comenzara la temida invasión. Tal vez ambas al mismo tiempo.

Solo se enviaron los restos por avión, y los recibieron representantes de la Junta de Reconstrucción Nacional de Nicaragua. En declaraciones que los sandinistas dieron a medios seguían afirmando que eran los huesos de los héroes de la Campaña del 56 y de Juan Santamaría. Y que los enemigos de la revolución –se asume que sandinista– querían enemistar a ambos gobiernos. Los sandinistas prometieron darles sepultura en la ciudad de Rivas. Ahí se pierde el rastro en los medios ticos.

Pero en ese momento no importaba. Daba la sensación de que lo mejor era echar tierra rápido al asunto.

[Luis Abel]: Usted sabe que la Tierra destruye cualquier cosa. Yo personalmente sentí que algo tal vez hubo de eso. “Échele tierra eso ya, ya, ya, ya pasó, ya, ya”. Y poco a poco, poco, porque se desvaneció.

[Luis Fernando]: Es entendible que, entre conflictos internos y crisis económicas en toda Centroamérica, el paradero de los huesos de unos soldados que habían muerto hacía más de un siglo quedaran en el olvido. Una crisis que con el tiempo se siente tonta, pero que en esa región en llamas tenía todas las posibilidades de escalar. No escaló, pero desde ese momento cualquier simpatía que pudiera quedar hacia los sandinistas y su proyecto para Nicaragua murió.

Pero siempre me quedaron preguntas: ¿Por qué pasó esto? ¿Por qué huesos de animales? ¿Por qué Costa Rica se lo creyó tan fácilmente? 

En el centro de la ciudad de Alajuela, bastante cerca del Museo Juan Santamaría, hay un parque que comparte el nombre del héroe nacional. Al lado de este parque hay uno de esos mercados gastronómicos que están de moda, y se llama Mercadito Santamaría. El Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, que recibe a millones de turistas anualmente, está a unos tres kilómetros. 

Pero centrémonos en el parque. Es bastante sencillo, sin muchas estructuras, donde predominan los adoquines de concreto y faltan los árboles. En el centro, se imaginarán, hay una estatua de Juan Santamaría. Es una estatua importante en la historia del arte público costarricense. Fue la primera estructura grande de bronce que se mostró en las calles de Costa Rica. 

La estatua es de un hombre joven, con una antorcha en una mano y un rifle en la otra, con sandalias y un uniforme de soldado. Desde niño, me he imaginado así a Juan Santamaría, con esas facciones, y esa antorcha. En un tour histórico del museo me explicaron que esa estatua en realidad fue comprada por catálogo a un escultor francés y tomó como base las facciones y ropa de un soldado francés en las colonias. 

Digo esto, porque en realidad, como sociedad, no sabemos casi nada de nuestro símbolo nacional. Sabemos que tenía una mamá, que la quería, sabemos que tocaba tambor en el ejército. Pero poco más. No sabemos qué pensaba, qué le gustaba, nada. Es más, cuando yo estaba en la escuela y estudiaba la historia de esa guerra, la teoría de que Juan Santamaría no existió, de que era un personaje ficticio, sonaba fuerte. 

En algún momento se me habló al respecto, y salí de la primaria con la sensación de que todo lo que me habían enseñado era inventado. Me dio vértigo. Tenía unos 12 años y mi hermano, que es bastante mayor, hablaba de que Dios no existía, de que era una mentira y que existía para que nos portáramos bien. En mi mente de niño asocié las dos cosas, Dios y Juan Santamaría, o más bien sus mentiras, y me dio ese malestar de: “¿Por qué me dicen que algo es verdad, si no lo es?”. 

Y, en mi mente invadida por videojuegos de guerra y con conocimientos limitados, Costa Rica sin Juan Santamaría haciendo algo heróico en esa batalla, perdía mucho. Sabía de una batalla que hubo en el territorio nacional que duró menos de 20 minutos y ya desde ese momento sonaba ridículo. No se podía tomar en serio. Luego, absolutamente nada. No hubo guerra en la independencia, la noticia solo llegó unos meses después. Costa Rica, sin Juan Santamaría, era mil veces más aburrido para un niño. Era un sentimiento que, ya mayor, al leer a un escritor nacional, pude poner en palabras: “En Costa Rica no pasa nada desde el Big Bang”. 

Los historiadores están de acuerdo de que sí existió alguien llamado Juan Santamaría que participó en la guerra, aunque muchos ciudadanos te digan que no. Pero la historia perfecta del héroe quemando el edificio y muriendo en batalla sigue en duda. En Nicaragua dicen que no lo quemó él, sino un nicaragüense. Tampoco hay certeza sobre si Juan Santamaría murió en Nicaragua en batalla. Diferentes evidencias sugieren que murió cerca de la frontera, herido o por la plaga de cólera que destrozó al ejército costarricense. 

Esa historia tan ambigua y poco clara vuelve a Juan Santamaría un héroe nacional bastante particular. Porque tiene nombre, pero en realidad es anónimo. 

[Rodolfo]: Juan Santamaría es un soldado que representa como lo popular, el pueblo. 

[Luis Fernando]: Este es Rodolfo González, con quien empezamos esta historia. Como historiador, periodista y alajuelense, tiene un interés muy fuerte por la figura de Juan Santamaría. Y esa poca claridad sobre quién fue resultó ser el arma con la que, desde finales del siglo XIX, los líderes del país se valieron para unir la república y crear una identidad conjunta: todos los costarricenses pueden ser Juan Santamaría y salvar a su patria.

Y esa poca claridad también ha sido arma para muchos grupos con intereses distintos y hasta opuestos. 

[Rodolfo]: Es muy interesante como la Guerra del 56 se ha convertido siempre como en banderas que diferentes grupos ideológicos quieren alzar, como si los legitimara.

[Luis Fernando]: En los años 70 y 80 era común ver caricaturas en los periódicos de Juan Santamaría y el presidente que lo comandó a batalla. Salían opinando sobre temas del momento. Juan Santamaría y los otros héroes de la guerra contra los filibusteros son figuras de autoridad sobre lo que debería ser el país. Y se ha aprovechado un sinfín de veces. Pasa incluso en estos momentos, donde un grupo de seguidores del actual presidente, Rodrigo Chaves, se identifica como heredero de esos héroes que en 1856 derrotaron a los mercenarios estadounidenses. Pero ellos y el presidente Rodrigo Chaves luchan, según su lógica, contra los corruptos de la política tradicional. 

Todo esto me lleva a mis preguntas: ¿Por qué ocurrió algo tan ridículo? ¿Por qué Costa Rica aceptó unos huesos sin verificación? ¿Por qué Nicaragua terminó entregando unos huesos de animales anónimos aún cuando Costa Rica había pedido algo simbólico? 

Zulay, la que fue en 1981 a Nicaragua a investigar la excavación, me dijo lo que se escuchaba en esos días. 

[Zulay]: En aquel tiempo se dijo mucho que los sandinistas lo hicieron como para congraciarse, digámoslo así, con Carazo, no con Costa Rica, sino personalmente con el Presidente.

[Luis Fernando]: Si bien Costa Rica tenía pánico de los sandinistas en ese momento, las cosas habían sido diferentes tan solo unos años antes. Carazo ayudó a los sandinistas facilitando el tráfico de armas provenientes de Cuba por el territorio costarricense, y permitió el refugio de guerrilleros en el país, incluso de Ortega, que viajó de Costa Rica a Nicaragua para tomar el poder. 

Y el presidente de Costa Rica, con la popularidad en el piso, aceptó los restos, aprovechando para quedar bien, por lo menos por unos minutos. Pero le salió mal. Y todo el país sintió la vergüenza. 

[Rodolfo]: Entonces la llegada de aquellos huesos se vio como una gran burla del gobierno sandinista a Costa Rica y se sintió así, ¿verdad? Se rieron de nosotros. ¿Por qué? ¿Qué pasó? Mi papá llegó y me dijo: “¿No ves?, los famosos huesos del héroe nacional, no eran del héroe, eran huesos”, me dijo él, “de perro y de gato. Se burlaron de nosotros”.

[Luis Fernando]: Lamentablemente la gran parte de los gestores de la repatriación de los restos de parte de Costa Rica y Nicaragua están muertos. Y de los que quedan vivos, uno es Ortega. Y no es una persona accesible para preguntar ¿por qué lo hicieron?

Pero no puedo dejar de lado las declaraciones de los sandinistas en la ceremonia de entrega en 1981. En esos momentos, Estados Unidos estaba imponiendo un bloqueo económico a Nicaragua, preocupado por perder la influencia en los gobiernos de Centroamérica por el impulso de la revolución sandinista. Y Ortega denunció la situación en la ceremonia, donde en realidad poco venía al caso. Excepto a nivel simbólico: Juan Santamaría, al final de cuentas, fue alguien que se opuso a Estados Unidos. Como los sandinistas. 

Tal vez, los huesos de animales no fueron tan en broma. Y si lo fueron, tenían una carga política fuertísima en un momento crítico para la región.  Un momento donde se buscaba, entre otras cosas, eliminar toda injerencia de Estados Unidos en la política centroamericana. 

Ya lo dijimos: Juan Santamaría puede ser cualquiera. Tal vez los sandinistas vieron en ese héroe lo que los ticos siempre hemos visto. ¿Y qué es más impresionante que un héroe nacional? Un héroe internacional. 

[Daniel]: Luis Fernando Vargas es editor senior de Radio Ambulante y vive en San José, Costa Rica. 

Gracias a Adrián Chaves, del Museo Histórico Cultural Juan Santamaría y al personal del museo por su ayuda. También agradecemos a Dhamuza Coudin. 

Agradecemos también a Oscar Medina, José Moreira, Gabriela Rivas y Gastón Saenz por prestar sus voces para este episodio.

Esta historia fue editada por Camila Segura, y por mí. Bruno Scelza hizo la verificación de datos. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri y Ana Tuirán  con música de Ana.

El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Adriana Bernal, Aneris Casassus, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Melisa Rabanales, Natalia Ramírez, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa y Desireé Yépez.

Carolina Guerrero es la CEO. 

Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.

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Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.

 

Créditos

PRODUCCIÓN
Luis Fernando Vargas


EDICIÓN
Camila Segura y Daniel Alarcón


VERIFICACIÓN DE DATOS
Bruno Scelza


DISEÑO DE SONIDO 
Andrés Azpiri y Ana Tuirán


MÚSICA
Ana Tuirán


ILUSTRACIÓN
Laura Pérez


PAÍS
Costa Rica and Nicaragua


TEMPORADA 14
Episodio 29


PUBLICADO EL
04/08/2025

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