
Sobre héroes y tumbas | Transcripción
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[Daniel Alarcón]: Esto es Radio Ambulante, soy Daniel Alarcón.
Empecemos por aquí: es la tarde del 10 de abril de 1981 y estamos en una calle del centro de Alajuela, una ciudad a unos 40 minutos en carro de la capital de Costa Rica. Es un país pequeño, y en ese momento Alajuela es una ciudad intermedia de poco más de 30 mil personas. Un niño espera en la entrada de su casa, ansioso. Su nombre es Rodolfo González y en aquel momento tenía 11 años.
[Rodolfo González]: Para Alajuela, saber que iban a venir los huesos del héroe nacional era una emoción muy grande, ¿verdad? Era como tener algo tangible del héroe nacional.
[Daniel]: El héroe nacional al que se refiere Rodolfo es un soldado del siglo XIX. Su nombre era Juan Santamaría, y también era de Alajuela. Decir que Juan Santamaría es importante en Costa Rica es decir poco. En algún momento, su existencia y muerte fueron el mito fundacional de la identidad costarricense.
La historia es así: entre 1856 y 1857 hubo una guerra en Centroamérica. No entre los países de la región –Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica–, que apenas estaban consolidándose como repúblicas independientes, sino todos ellos contra un enemigo común: los filibusteros. Así se le conocía a un ejército privado estadounidense, impulsado por los estados sureños de Estados Unidos con ideas esclavistas, que vino con el propósito de conquistar los territorios de la zona.
A esa guerra se le conoce en Costa Rica como la Campaña Nacional del 56 y 57.
La guerra tuvo diferentes batallas, pero la más importante para esta historia y para Costa Rica ocurrió en Nicaragua. Fue una difícil, en la que se dice que Juan Santamaría tuvo un papel decisivo. En un acto heroico, el soldado se ofreció a incendiar un edificio donde se refugiaban los filibusteros. Quería obligarlos a dejar su posición, haciéndolos vulnerables. Lo logra, pero muere en el acto. Y según la historia, ese incendio es el punto de quiebre que le da la victoria a los centroamericanos en esa batalla. Y así se consagró el mito de Juan Santamaría.
Pero volvamos a Rodolfo y a esa tarde de 1981. Él no era el único emocionado por la llegada de los restos del héroe nacional. Porque si Santamaría es importante para los ticos, es particularmente importante para los de su provincia nativa.
[Rodolfo]: Mucho de la identidad del alajuelense gira en torno a Juan Santamaría.
[Daniel]: Así que toda la ciudad lo esperaba. No solo a él, sino a otros soldados que habían muerto en aquella batalla de hace más de un siglo, y cuyos restos también regresaban.
[Rodolfo]: Y entonces se hicieron muchos preparativos. Se sabía que una gran caravana que partía de la frontera norte con Nicaragua iba a recorrer todo Guanacaste, iba a llegar a Alajuela y la emoción mía es que iba a pasar en frente de mi casa. En la esquina de mi casa, a unos 50 metros, un profesor, me acuerdo, de la escuela, se pasó cuatro horas creando un gran cartel con unas luces de colores patrios, azul y rojo, y bueno, la luz blanca, que tenía la figura del héroe nacional y una frase que decía: «Paso a los héroes del 56». Lo recuerdo con un cigarro en la boca, sudando la gota gorda para que aquel cartel fuera muy lucido en la pura esquina.
[Daniel]: Y a eso de las seis de la tarde, Rodolfo por fin escuchó ruidos, conmoción. Junto con su familia, sacaron sillas para sentarse en la acera y ver pasar la caravana…
[Rodolfo]: El ver las luces antes de ver el desfile y escuchar las sirenas, obviamente a mí me aceleró el corazón de chiquillo y empecé a ver dónde pasaban los tráficos y la expectativa de cómo iba a ser, si eso iba a ser… en mi mente, de niño, era un ataúd.
[Daniel]: A los segundos pasaron motocicletas, carros y poco después un camión grande, que se movía lento.
[Rodolfo]: Y en el centro lo que tenía era una caja muy pequeña de madera. Y en mi imaginación, porque yo no sé si era así, yo vi unas siglas J. S. y eso es Juan Santamaría. Y me impactó mucho que fuera una caja muy pequeña y que aquel camión pasara en frente de mi casa y que ya, fueron como un minuto y con la mirada seguir aquel camión y aquel montón de gente y banderas y demás.
[Daniel]: Y ver cómo se alejaban… Esa caja pequeña se detuvo cerca de ahí, en el puro centro. Fue recibida en la Catedral, donde se hizo una misa en su honor. Y de ahí pasó a un edificio que estaba cerca, la antigua cárcel de la ciudad, que desde hacía unos meses era la casa del Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, dedicado a preservar la historia del héroe y la Campaña del 56. La caja estaba custodiada todo el tiempo por dos policías, y la pusieron debajo de un busto conmemorativo.
[Rodolfo]: Con una frase de un expresidente que decía: “La estirpe de los alajuelenses es la estirpe del soldado Juan”. Era muy solemne, absolutamente solemne. Y todo el mundo decía: No podemos creer que por primera vez tenemos los huesos del héroe nacional.
[Daniel]: Pero esa alegría del retorno de Juan Santamaría y los otros héroes a casa pronto se convertiría en vergüenza. Y agravaría las tensiones en dos países al borde de la crisis.
Después de la pausa, les contamos.
Ya volvemos.
[Daniel]: Estamos de vuelta. Nuestro editor senior Luis Fernando Vargas nos cuenta la historia.
[Luis Fernando Vargas]: Nicaragua entregó los restos de Juan Santamaría y los otros soldados a Costa Rica en una ceremonia discreta en la frontera entre ambos países. No he podido conseguir videos de aquel día, pero sí hay notas de periódicos.
En las fotos se ve al entonces presidente de Costa Rica, Rodrigo Carazo, cargando una urna junto con Daniel Ortega. A Daniel Ortega tal vez lo conozcan ahora por la dictadura que comanda en Nicaragua, pero en aquel entonces, 1981, era alguien de más bajo perfil: un comandante de la guerrilla sandinista que hacía apenas unos años había logrado derrocar a una dictadura brutal que duró cuatro décadas en Nicaragua. No era uno de los líderes de la guerrilla durante la lucha, pero hacía poco se había convertido en el Coordinador de la Junta de Reconstrucción de Nicaragua, con el objetivo de llevar al país a la democracia.
Durante el acto, el presidente costarricense le agradeció a los héroes difuntos por garantizar la libertad del país y les prometió que por fin descansarían en tierra propia. Y un maestro de ceremonias nicaragüense llamó a Juan Santamaría un héroe antiimperialista. Trataba de establecer un paralelo: ellos, los sandinistas, y Juan Santamaría, en diferentes momentos, habían luchado contra el dominio de Estados Unidos. La dictadura que los sandinistas derrocaron en la revolución fue instaurada y, por muchos años, patrocinada por la nación norteamericana.
Esas fotos, entre el presidente costarricense y Ortega, eran –y son hoy, todavía– extrañas. Y es que tienen que entender algo de los dos países, algo que Rodolfo, que es historiador, periodista y cuentista, me dijo mejor que cualquiera.
[Rodolfo]: Nosotros somos como una familia, que de hecho vivimos una relación de amor/odio, a veces más odio que amor. Nuestras historias políticas y hasta familiares están tan mezcladas que vivimos esa relación de tensión.
[Luis Fernando]: Hay una frase que se le atribuye a Ricardo Jiménez, quien fuera tres veces presidente de Costa Rica a principios del siglo XX.
[Rodolfo]: Las estaciones en Costa Rica son tres: la estación lluviosa, la estación seca y la estación de los conflictos con Nicaragua.
[Luis Fernando]: Conflictos por fronteras, especialmente. Se han peleado ríos, islas y hasta una provincia entera. Pero hay otros: la xenofobia que vive el nicaragüense en Costa Rica, con la estigmatización, marginación y violencia. Siempre ha sido una relación tumultuosa, y desde hace muchos años es fría y tensa.
Y en 1981, las cosas entre los dos países también se podrían decir que eran complicadas… como mínimo. Rodolfo lo vivió desde la mente de un niño.
[Rodolfo]: Vea qué cosa más loca. Yo, siendo un chiquillo, por las noticias que llegaban y demás, sentía miedo de una invasión de Nicaragua. Entonces estaba jugando en el patio y escuchaba un avión y yo decía: “Nos están invadiendo”. Yo no digo que eso lo sintieran todos los niños de Costa Rica, seguro, porque en casa se hablaba mucho de las noticias, pero eso era un miedo real.
[Luis Fernando]: Es que los políticos, la prensa y muchos ciudadanos costarricenses estaban en pánico por los guerrilleros sandinistas, herederos de la revolución cubana y la fuerza motora del comunismo en la región.
La revolución sandinista fue abono para las luchas armadas que tomaban fuerza en El Salvador, Honduras y Guatemala. Estados Unidos estaba nervioso y el gobierno de Costa Rica, como aliado de los gringos, también. Se puede decir que la Guerra Fría se peleó con armas en Centroamérica en los 80.
Y Costa Rica, si bien no era un terreno de lucha armada como El Salvador u Honduras, también estaba en una situación delicada. El país vivía una de sus peores recesiones económicas en su historia. Al asumir el poder en 1978, Carazo empezó a endeudar más a Costa Rica, que ya estaba endeudado. Al poco tiempo, el precio del petróleo se disparó por la crisis mundial y el de los productos que exportaba Costa Rica –el café y el banano– se desplomó. La moneda se devaluó y los alimentos escaseaban.
Yo no había nacido en ese momento, pero mis papás me han contado de las largas filas para comprar arroz o frijoles, lo básico, subvencionados por el Estado. Escenas que parecerían salidas del bloque soviético durante esos años. Se temía, razonablemente, que la crisis económica que había causado Carazo estallara en una revolución.
Además, un grupo inspirado en las luchas guerrilleras de la región llevó a cabo atentados en la capital costarricense. Dos bombas habían detonado apenas semanas antes de la entrega de los restos de los héroes de la Campaña del 56: una en el consulado hondureño en Costa Rica y otra en un bus que transportaba soldados estadounidenses.
Entonces, en medio de esa tensión generalizada, Alajuela recibió la alegría de la llegada de los restos de sus héroes, y especialmente los de Juan Santamaría.
[Luis Abel Gutiérrez]: Dentro de ese ataúd, usted lo abría y tenía tres cajitas. Bueno, todo era de cedro amargo. Porque hasta aquí olía. Muy bien terminadito, cepillado y todo.
[Luis Fernando]: Él es Luis Abel Gutiérrez, arquitecto y vicepresidente del Museo Juan Santamaría en aquel momento, donde se depositaron los restos. Él estuvo ahí cuando se abrió ese ataúd que Rodolfo vio pasar delante de su casa. Dentro de esa caja había tres cajitas más pequeñas.
[Rodolfo]: Y en cada cajita venían… unos bodoques. Unos paquetitos en papel de aluminio de distinto tamaño, entre 15 centímetros, 10 centímetros, 8 centímetros de diámetro, unas bolitas, tres o cuatro por cajita.
Ahí, había dicho el gobierno nicaragüense, venían los restos de los héroes.
[Luis Abel]: Los restos de Juan Santamaría venían en un nicho aparte de ladrillo y concreto que supuestamente había sido extraído de a 50 centímetros de la iglesia de San Francisco en Rivas.
[Luis Fernando]: Esa es una iglesia en Rivas, la ciudad nicaragüense donde se peleó la batalla en la que Juan Santamaría quemó el edificio. Siempre ha existido una leyenda en Nicaragua de que ahí se enterraron los huesos, pero no había evidencia científica ni histórica.
La gestión de la entrega de los huesos fue idea del gobierno de Costa Rica. Pero el plan inicial era muy diferente. Se suponía que iba a ser simbólico. Costa Rica no esperaba que se encontraran restos humanos tan antiguos, así que la repatriación iba a ser de la tierra en la que se luchó contra los filibusteros. Algo simbólico.
Pero unos días antes del 11 abril de 1981, cuando se conmemoró la batalla donde murieron los soldados costarricenses, el gobierno de Nicaragua anunció que una excavación había revelado no solo huesos de soldados, sino también, por evidencias en su ataúd, los del mítico Juan Santamaría. A partir de entonces, el acto que se suponía iba a ser pequeño empezó a aparecer en las portadas de los periódicos. Ya no era un gesto simbólico: los héroes de verdad regresaban a casa. Algo histórico. Había expectativas de la prensa y la gente.
Pero en todo ese proceso, el Museo Juan Santamaría en realidad tuvo poca decisión o injerencia. Habían aceptado recibir los restos, con una condición previa: que se hiciera un análisis forense.
[Luis Abel]: Porque usted sabe que ahora se puede determinar el ADN y la edad y… o sea, aquí somos gente seria.
[Luis Fernando]: Después de todo, se trataba de un tesoro nacional. No eran los únicos que pedían eso: la Asociación de Escritores Costarricenses sospechaba de la entrega de los restos. Uno de sus miembros, con vínculos con los sandinistas, que no quiso hablar conmigo, dijo que había escuchado rumores de que todo era falso.