Luana, la niña que eligió su propio nombre
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Gabriela Mansilla –protagonista de nuestro último episodio «Yo nena»–, escribió un libro que retrata la experiencia de su hija Luana, y cómo lucharon juntas por el derecho a la identidad en Argentina. En esta entrada del blog compartimos un capítulo de ese libro, en el que Gabriela cuenta cómo fue el primer día que Luana llegó vestida como niña al jardín infantil.
Pueden comprar el libro en el sitio web de Editorial UNGS.
Luana va al jardín
¡Y llegó el primer día de clases! Era tu primer día de nena delante de todos, estaba muy nerviosa, no sabía con qué nos íbamos a encontrar ni qué podían llegar a decirte. Vos estabas radiante con tu pollerita nueva, tu cuadernito con tu nombre y con hebillitas en el pelo; te saqué muchas fotos en casa con tu hermanito. Estaban hermosos los dos. Papá sabía que era el comienzo de clases, pero ni siquiera apareció; ni un mensaje para desearles suerte ni una palabra. Estábamos los tres solitos para enfrentar a todo un jardín. Teníamos nueve cuadras para caminar. Fueron las más largas de mi vida, no llegábamos más. Tenía mucho miedo por vos, estabas tan contenta que no quería que nadie te dijera nada que te hiriera. Imaginate, si tu primer día te iba mal, no ibas a querer volver si alguien te avergonzaba. También pensé en la posibilidad de que llegaras a la puerta y no quisieras entrar; no sé, mil cosas pasaron por mi cabeza en nueve cuadras.
Llegamos, te paraste delante de todos y los saludaste, tus compañeritos se quedaron mirándote, no falto quien dijera:
–¿Y Manuel?
Pero vos, inmutable, feliz. Los agarré fuerte de las manos a los dos y entramos; el colegio entero nos miraba y entraste divina, con ganas, contenta, te llevaste por delante la ignorancia y el prejuicio que tenían todos y echaste de lado el miedo que incluso tenía mamá. Era tu primer día de nena en el jardín y demostraste que así querías estar. Fue increíble, asombroso, verte decirles a los nenes que te conocían:
–Soy Luana, no soy Manuel.
Obvio que los nenes de la otra salita se acercaron para verte. Unos con curiosidad por ver a esa nena que se parecía a Manuel, incluso una mamá dijo:
–¿Gaby tenía una nena? ¿Eran trillizos?
Otros padres ni nos miraron, dieron vuelta la cara y hubo nenes que gritaban:
–Se le ve feliz, ya no tiene los ojitos tristes, te felicito.
Ese era el tema, eras un varón tan triste que todos se daban cuenta y viéndote de nena y tan feliz, la mitad comprendió que necesitabas ser nena para estar bien y se te notaba. A mamá se le caían las lágrimas; fue la primera batalla que ganamos, que ganaste, la lucha valió la pena. Estabas feliz y te integrabas normalmente. Ese día no quedaba de Manuel más que el nombre en un documento y en el legajo del colegio.
–Me encanta ser nena y no me encanta ser varón.
Se complicó cuando empezó el otoño y comenzó a hacer un poco de frío. Tenía que ponerte el pantalón de gimnasia y no querías, solo aceptabas la pollerita. No había forma de que te pusiera ese bendito pantalón. Todas las nenas iban de pantalón, pero vos no querías volver un paso atrás, me parece. Te dejé unos días mientras trataba de que me escucharas y al final se ve que sentiste frío y te lo dejaste poner. Además, no dejabas de ser nena por el pantalón.
Infancias Libres
Los resultados los pueden ver aquí.